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Seleccionando por eficiencia y productividad
La Argentina no escapa a los desafíos que enfrentan los productores a nivel global, especialmente
cuando hablamos de selección genética. La mayor escala con esquemas de producción industrial
de alta tecnología conducirá a la búsqueda de vacas más sanas, fértiles y longevas, pero también
más eficientes en su capacidad de conversión. Pasado, presente y futuro del desarrollo genético.
Durante buena parte del último siglo, la base de nuestro mejoramiento genético se logró a partir
de la importación de vientres de Norteamérica y Europa por parte de los criadores de vanguardia,
quienes multiplicaron y comercializaron esa genética a partir del trabajo realizado en sus
respectivos planteles. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la Argentina se convirtió en un
mercado importador de toros y vientres de no demasiado volumen pero sí de marcada calidad,
habiéndose incorporado descendientes directos de las principales familias de vacas del mundo de
aquella época.
Aquellos entusiastas criadores buscaban actualizarse con la poca información disponible que
podían recoger y nunca dudaron en comprar lo mejor, invirtiendo fuertemente en la base de su
negocio en el país: un fuerte mercado de toros para monta natural donde había que competir para
ver quién tenía el mejor plantel. Palermo era la plaza de referencia para la compra de los mejores
ejemplares, por los que se llegaban a pagar cifras muy importantes para los valores de la época.
De cualquier manera, la buena genética no llegaba a todos lados y una cantidad significativa de
vacas se preñaba con toros generales.
Nuestra típica vaca de tambo era en aquella época muy fuerte y rústica, adaptada a un sistema de
manejo extensivo, pastoril y de muy bajo nivel de suplementación. En general las producciones
eran bajas y muchos buscaban animales de doble propósito, apuntando a una cierta aptitud
carnicera para engordar los machos.
A principios de los 60 comienza a expandirse el uso de la inseminación artificial (IA),
comenzando primero con semen fresco y luego con el congelado. En general seguían siendo los
propios criadores que producían semen de sus toros “reservados”, a los que se sumaban las
primeras cooperativas de IA. Estas cumplirían un importante rol en la difusión de esta
tecnología, fundamentalmente a través de la coordinación de rutas de inseminadores a campo,
como también con los cursos de entrenamiento para tamberos.
Pero sin duda, el gran salto en la calidad de nuestros planteles comerciales se da en la década del
70, cuando se expande significativamente el uso de semen importado, lo que hace que una
cantidad importante de nuestros vientres incorpore la mejor genética que había en el mundo. Fue
muy marcado el cambio, especialmente en la primera generación: de golpe nuestras vaquillonas
tenían mucha más calidad lechera, más refinamiento en las patas, con mejores ubres, textura y
especialmente mejor tamaño y colocación de pezones. Además, la mayor calidad se reflejaba
claramente en la producción: esas vaquillonas daban mucho más leche que sus madres.
Fue precisamente la satisfacción de los primeros usuarios lo que potenció la expansión del semen
congelado. Hoy en día, el 45% de las vacas en la Argentina son inseminadas, con un volumen de
alrededor de 2,5 millones de dosis, siendo el 70% semen importado.
También en los 70 se comenzó a trabajar con el trasplante embrionario (TE). Si bien fueron los
criadores de pedigree quienes empezaron a utilizarlo, ya que todavía no era viable
económicamente su aplicación en rodeos comerciales, sin duda esta tecnología potenció el
progreso de los núcleos genéticos al poder aumentar el número de descendientes de las mejores
madres.
Otro suceso de gran importancia en aquella época fue la apertura de los registros genealógicos, al
crearse el Registro de Crías (RC) y la expansión del Control Lechero Oficial y del Programa de
Calificación por Tipo, fundamentales para poder “medir” la evolución de las vacas. Esta decisión
fue trascendental para poder ampliar la base de datos, la que hasta ese momento sólo contenía los
datos de los animales de pedigree, desde la creación del Herd Book para la raza Holando
Argentina en 1924.
A partir de la creación de dichos registros y programas se pudo empezar a editar las evaluaciones
genéticas, comúnmente llamadas Pruebas de Progenie. La primera edición data de 1986. Contar
con esta información no sólo es importante para la selección de toros sino también para que un
productor pueda tener un perfil genético de su rodeo, identificando sus mejores hembras para
aumentar la presión de selección en la búsqueda siempre del mismo objetivo: vacas sanas,
productoras, fértiles y longevas.
Hoy contamos con 600.000 vacas en control lechero oficial, con rodeos que tienen diez o doce
generaciones de animales registrados. Se califican unas 14.000 vacas por año y somos el país
número 11 en el ranking, según el número de vacas controladas.
LOS RETOS HACIA ADELANTE
La Argentina no escapa a los desafíos que enfrentan los productores a nivel global,
especialmente cuando hablamos de selección genética. Somos testigos a nivel local del mismo
fenómeno de concentración que se percibe con fuerza en el resto del mundo: menos tambos pero
con mayor cantidad de animales.
Desde el punto de vista de la selección del prototipo de vaca que se necesita, esto nueva realidad
representa un cambio importante. Aunque, sin duda, el mayor cambio se da en los sistemas de
alimentación frente a la tendencia mundial de aumentar la suplementación y productividad de las
vacas. Desde el punto de vista de la selección genética, estos cambios nos obligan a redireccionar los criterios de selección:
EFICIENCIA DE CONVERSION. En primer lugar debemos “crear” vacas cada vez más
eficientes que conviertan nutrientes en leche. Hace treinta años, una buena vaca producía 800
centímetros cúbicos de leche por cada kilo de materia seca que consumía. Hoy, una buena
productora produce más de dos litros por cada kilo de materia seca, por lo que evidentemente
hemos avanzado muchísimo en los niveles de eficiencia de conversión, lo que representa una
baja en el costo de producción por litro importante, ya que alrededor del 50 por ciento del costo
de producción está representado por el de alimentación. ¿Hemos llegado a un límite biológico en
este punto? ¡Para nada! Los científicos dicen que hay mucho más todavía para progresar en esto.
Hoy podemos encontrar vacas que dan entre 3 y 3,5 litros por kilo de materia seca.
LA VACA ANONIMA. Pero, ¿la leche es todo? No. Precisamente ahí radica el desafío mayor:
al trabajar con rodeos cada vez mayores necesitamos vacas que además de producir mucho sean
capaces de permanecer en un rodeo y de producir cantidades importantes de la manera más
eficiente y desapercibida posible. ¿Cómo definimos hoy a la vaca ideal? Como la vaca
“anónima”.
Debemos reconocer que durante años la selección genética –especialmente en las razas Holstein
y Jersey– se enfocó mayoritariamente en la producción, y que dicho aumento ha ido en desmedro
de la durabilidad, fertilidad y salud de nuestras vacas. Ante esta realidad, hay productores que
han tratado de recuperar estas cualidades a través del cruzamiento con otras razas, decisión para
muchos discutible y motivo de largos debates en reuniones. Pero sin duda el punto a destacar es
que, como consecuencia de esta necesidad, se han desarrollado los llamados “rasgos de salud”,
los que sin duda están teniendo un gran impacto en la selección y los tendrán cada vez más en el
futuro.
La vida productiva, fertilidad y facilidad de parto de las hijas, facilidad de parto maternal, conteo
de células somáticas y tasa de mortalidad perinatal, representan un grupo de rasgos que se han
incorporados a las pruebas en los últimos años. Estos rasgos tienen un gran impacto económico,
especialmente para aquel productor enfocado en la búsqueda de la ya mencionada vaca anónima.
¿La selección por longevidad basada en la selección por conformación es equivocada? No, pero
puede ser insuficiente. Simplemente debemos entender que vamos aprendiendo y encontrando
cosas nuevas que sería de necios negarlas, simplemente porque contradicen principios que
aplicamos y defendimos durante años. Sin duda una vaca mediana, balanceada, de buena
capacidad, con un buen sistema mamario, con una grupa ancha y bien inclinada, y que camine
con muy buenas patas, fue, es y siempre será una vaca con muchas chances de ser longeva. Pero
hoy sabemos que hay rasgos que no podemos ver desde la parte de “afuera” de una vaca, que nos
pueden ayudar mucho a identificar a esas vacas sanas, fuertes, fértiles y longevas que se están
requiriendo.
ESTADO CORPORAL. Como característica morfológica, uno de los rasgos que quizás hoy
debamos mirar con mucha mayor atención es el estado corporal. Por años nos han gustado esas
vacas de piel fina, cuello largo y gran angulosidad, todas ellas características fuertemente
correlacionadas con alta producción, pero hoy debemos buscar a aquellas vacas que, dando la
misma cantidad de leche que las otras, tienden a conservar más reservas, lo que está directamente
ligado a una mejor reproducción y mayor resistencia a enfermedades. Deberemos
acostumbrarnos a vacas un poco más redondeadas, menos “vistosas” pero mucho más
funcionales.
Además, gracias a la calidad de los programas genéticos y a la información que se obtienen de
los grandes rodeos comerciales, donde no hay manejo diferenciado entre vacas, se ha podido
comprobar que la amplitud del rango en estos rasgos –es decir, los valores extremos que
podemos encontrar– son mucho mayores que los que se sospechaba al principio, donde primaba
el escepticismo de pensar que para estas características en realidad lo que pesaba era el manejo y
el medio ambiente y no tanto la genética. Hoy tenemos toros con valores para Vida Productiva
de 8,5 a 9. Esto indica que las hijas de estos toros permanecen en el rodeo prácticamente una
lactancia más que sus compañeras, ¡lo que como progreso genético para una sola generación es
extraordinario!
También es muy importante destacar que en estos momentos se sigue trabajando fuertemente en
investigación y desarrollo de otros rasgos de salud y de resistencia a enfermedades (Leucosis,
torsión de abomaso, etc.), como también hay resultados muy alentadores en cuanto al
descubrimiento de factores genéticos que afectan la eficiencia de conversión, encontrando ciertas
vacas que digieren mejor la comida que otras. Estudios preliminares prometen que en poco
tiempo vamos a recibir noticias bastante revolucionarias respecto a estas características, las que
en no muchos años más se incorporarán a las evaluaciones genéticas.
LA MIRADA DESDE LA ARGENTINA
¿Cómo reacciona el tambero argentino ante estas novedades? En general muy bien, y claramente
se percibe que todos empiezan a mirar a este tipo de información con más cuidado. Quizás el
punto donde más se ha avanzado sea en la exigencia de toros de buena facilidad de parto, aún
cuando van a ser usados en vacas, porque nadie ya quiere lidiar con problemas de este tipo. Las
vacas con parto fácil sufren menos, pierden menos peso, se recuperan mejor, producen más leche
e indiscutiblemente se preñan más rápido que aquellas que tuvieron problemas al parir por tener
un ternero grande. Es muy fácil demostrar el costo que tiene aumentar el número de días abiertos
en un rodeo y ningún productor comercial eficiente quiere enfrentar dicho costo.
También se ha tomado enorme conciencia de la importancia de usar toros de muy buena
fertilidad en el semen. Esta información también está disponible en las pruebas. En los últimos
años se ha hecho mucha extensión para concientizar a los productores sobre la importancia de
índices como Tasa de Preñez, Días Abiertos e Intervalo Entre Partos: los tres ponen énfasis en el
mismo objetivo, que es tener en el rodeo un porcentaje de vacas importante dentro del primer
tercio de la lactancia (período de mayor eficiencia de conversión, por lo que se deduce que es
cuando ellas producen la leche de menor costo).
Los “fanáticos” de la genética suelen priorizan la calidad del toro por sobre su fertilidad, pero en
los números cuesta justificar perder 3 o 4% de Tasa de Concepción a cambio de algún litro más
de leche en la primer lactancia o algún punto más de calificación. Como en todo, el sentido
común y el enfoque en el negocio es el que debe prevalecer.
LA FERTILIDAD Y LA DETECCION DE CELO. Junto con el enfoque en la selección de vacas
más fértiles también se han creado protocolos de manejo reproductivo que mejoran
fundamentalmente la detección de celos. Este es sin duda el punto crítico de cualquier tambo, y
es la principal razón por la cual muchos productores continúan usando toros en monta natural, a
pesar de estar científicamente demostrado que se obtiene mayor porcentaje de concepción
inseminando las vacas que sirviéndolas con toro, especialmente en verano cuando el estrés
calórico hace estragos en la calidad del semen de los toros que están en el rodeo. Claro que el
problema radica en la detección del celo, trabajo que sin dudas los toros hacen mejor que nadie.
Hoy las estrategias para mejorar la detección de celo se enfocan en dos direcciones: a través de
protocolos de sincronización con el uso de hormonas (Prostaglandinas y GnRH) o con el uso de
dispositivos de control del nivel de actividad de las vacas. Si bien da la impresión que por
presión de los consumidores se restringirá cada vez más el uso de hormonas en el futuro y que se
masificarán las tecnologías más “ecológicas”, desde el punto de vista del programa genético
también esto tiene su impacto: se necesitan toros con semen de más fertilidad para su uso en
programas de tiempo fijo o el uso de semen de un “cóctel” de toros, especialmente seleccionados
por tener diferentes tiempos de capacitación de sus espermatozoides, lo que permite ampliar la
“ventana” de tiempo en el cual un óvulo de una vaca pueda encontrar espermatozoides listos para
fertilizarlo.
SEMEN SEXADO. Su utilización viene creciendo fuertemente tanto en nuestro país como en
todo el mundo. Si bien en una etapa inicial la baja de la fertilidad era una limitante importante,
en la medida en que se perfecciona la técnica de congelado, hay una selección más criteriosa de
los sementales y se aprenden a manejar las vaquillonas con una alimentación más equilibrada y
fundamentalmente con una detección de celos más precisa, se alcanzan en la actualidad niveles
de fertilidad más que aceptables.
Al aumentar entre 15 a 18% la cantidad de hembras totales que nacen en un rodeo a lo largo del
año, los tambos disponen de una mayor cantidad de hembras que pueden utilizar ya sea para
aumentar la presión de selección como para vender el excedente de hembras. Indirectamente, la
facilidad de parto extra que se obtiene al nacer solamente hembras de las vaquillonas –en general
las terneras son de menor porte que los machos– permite obtener los beneficios que acarrea la
facilidad de parto que mencionábamos anteriormente: menor descarte, puerperios más cortos,
menor pérdida de peso, mejor tasa de concepción en primer servicio y más producción.
CLONACION. En los últimos años su uso ha tenido un fuerte impacto mediático y un cierto
grado de controversia. La posibilidad de replicar indefinidamente a aquellos animales
“especiales” ha sido un gran atractivo para los criadores e incluso para la industria de la
inseminación artificial. Varias de las grandes vacas ganadoras de exposiciones como Madison y
la Royal fueron clonadas e incluso también se replicaron muchos toros famosos, siendo el
legendario Hanoverhill Starbuck uno de los primeros.
Sin embargo, dos hechos concretos le han puesto “paños fríos” al uso de los clones. En primer
lugar el propio progreso genético fue impiadoso con aquellas antiguas campeonas, quienes a
pesar de su enorme parecido con las “versiones originales”, en muy raras excepciones pudieron
vencer a las vacas de las siguientes generaciones. Esto es absolutamente lógico: la clonación es
absolutamente contraria al concepto de “progreso genético” que se logra a través de la variación
genética. En segundo lugar –y quizás lo que más ha limitado su uso– fueron las legislaciones
anti-transgénicas vigentes en muchos países, los que prohibieron el consumo de la leche de los
clones, como también el uso de semen de dichos toros.
Sí podemos decir que la clonación encontró su “nicho” con la replicación de animales
transgénicos con algunas características especiales, como la producción de leche con cualidades
medicinales.
Pero la teoría de la creación de animales genéticamente idénticos –logrados tanto sea a través de
la clonación como de la tecnología de la división de embriones– se ve fuertemente desafiada en
la actualidad con el concepto de los efectos epigenéticos. Estudios realizados demuestran que
aunque dos animales sean portadores de los mismos genes, factores externos que tienen que ver
con la gestación, la crianza o el impacto de ciertas enfermedades producen un proceso de
“metilización” de ciertos genes, los que se adormecen o se activan indistintamente. Como
consecuencia de esto, animales indiferenciables por su ADN pueden transmitir en forma
diferente. Esto teoría causa enormes discusiones a nivel científico, aunque últimamente una
cantidad cada vez mayor de expertos adhieren a ella.
LA GENOMICA
El efecto de lo “epigenético” también desafía, en parte, a la que sin duda es la más revolucionaria
tecnología de selección que ha aparecido en el mercado desde el perfeccionamiento de la técnica
de congelación del semen. Mucho se ha hablado sobre la selección genómica a pesar de que se
viene trabajando en la identificación de marcadores genéticos desde hace más de 25 años. Sin
embargo, el hecho de que fundamentalmente EE.UU y Canadá, los dos mayores proveedores de
genética del mundo, hayan incorporado valores genómicos a sus evaluaciones genéticas ha sido
lo que desencadenó la actual “genomimanía”. A casi tres años de haberse comenzado con los
índices genómicos (GTPI y GLPI), mucho hemos aprendido respecto de este tema.
En primer lugar, debemos entender a la genómica no como un criterio de selección en sí sino
como una herramienta extraordinaria que nos permite seleccionar a nuestros animales jóvenes
con una precisión mucho más alta que cuando seleccionábamos en el pasado sólo por Indice de
Parentesco (PA). No se eligen animales por genoma, sino a través del genoma. Especialmente en
las hembras, los índices de parentesco pueden sufrir un importante margen de error cuando las
vacas reciben un trato diferenciado, lo que hace que sus desviaciones con sus contemporáneas se
“inflen” artificialmente.
En segundo lugar, no debemos pensar que un toro genómico es igual a uno probado porque su
confiabilidad sigue siendo más baja, al menos con los conocimientos que tenemos al día de hoy.
Seguramente habrá toros genómicos que no responderán con su prueba real a las expectativas
que generan hoy con la genómica, porque aún el margen de error es importante. Ahí es donde
pesa la inquietante teoría de los factores epigenéticos, más seguramente otras cosas que se
descubrirán con el tiempo.
Pero sí vale la pena destacar que luego de casi tres años de la incorporación de la información
genómica a las pruebas, una cantidad importante de toros que eran genómicos en enero de 2009
hoy tienen información real de sus hijas. Pero la conclusión más importante que se ha obtenido
analizando estos datos, es que de aquellos toros que estaban a la espera de su prueba hace tres
años y cuyos datos genómicos resultaron bajos, ninguno de ellos tiene hoy una prueba
razonablemente atractiva que haga que se comercialicen como activos. Paralelamente sí ha
habido un resultado variable en aquellos toros que tenían genoma alto, con una cantidad más que
interesante de toros que tienen una prueba muy similar a lo que predecía su genoma y otros aún
más altos o más bajos.
Esto prueba que la genómica es una herramienta extraordinaria para descartar toros, al demostrar
que aquellos de genoma bajo tienen chances prácticamente nulas de salir con una buena prueba.
Además, se aumenta sensiblemente la presión de selección: antiguamente un programa de
primera línea compraba o contrataba entre 250 a 450 toros por año, hoy se testean
genómicamente no menos de 3.000 o 3.500 toritos para que ingrese finalmente un diez por ciento
de esa cantidad, o sea que la presión es hasta diez veces mayor.
EL IMPACTO EN LA HEMBRA. Por otro lado, la genómica está teniendo un impacto muy
importante en el acortamiento de lo que llamamos el intervalo generacional, que es el tiempo que
separa a una generación de padres con la siguiente. Hoy en día los principales apareamientos
para producir toros son tanto de machos como de hembras extremadamente jóvenes. Esto se debe
al hecho de que como se identifican con más precisión los mejores vientres y sementales
prácticamente al nacer, estos se cruzan a muy temprana edad, por lo que el progreso genético es
mucho más rápido, a pesar de tener un porcentaje de error mayor por efecto de la menor
confiabilidad de la información genómica con respecto a la prueba real.
FERTILIZACION IN VITRO (FIV). También la utilización de esta tecnología permite obtener
una mayor cantidad de preñeces de las mejores hembras a muy temprana edad (algunas
comienzan a producir embriones con ocho meses de edad), lo que permite también ganar tiempo
en forma significativa. En la Argentina esta tecnología no se ha utilizado aún demasiado, aunque
en la actualidad hay varios proyectos enfocados a promoverla. En países vecinos, la fertilización
in vitro (FIV) no sólo se utiliza para la multiplicación de animales de elite, sino que también se
ha popularizado la implantación de embriones FIV en rodeos comerciales.
Pero volviendo a la genómica, ¿cómo impacta esta tecnología en el productor? Sin duda lo
beneficia el mayor progreso genético por generación, pero fundamentalmente la mayor
contribución de la genómica está dada en el enfoque sobre los rasgos de salud, de gran impacto
económico. También vemos claramente que se está incrementando rápidamente el uso de toros
genómicos en grandes rodeos comerciales, los que al usar una cantidad importante de dosis de un
grupo de toros de alto valor genético diluyen el riesgo del posible fracaso de alguno de los toritos
utilizados, maximizando el progreso genético por efecto de haber usado una generación de toros
más moderna y con mejores índices. Esto nos lleva al concepto de uso de genética lineal –como
se hace en la avicultura, donde se utilizan generacionalmente ciertas líneas de sangre– en vez del
concepto de la genética individual con el uso de apareamientos correctivos, buscando mejorar los
puntos débiles de cada animal.
CONCLUSIONES FINALES
¿Cómo resumimos entonces hacia dónde vamos? Todo indica que los tambos del futuro serán de
mayor escala, con esquemas de producción industrial de alta tecnología enfocados a la
producción de leche de alta calidad para un mercado consumidor que exigirá productos más
naturales y ecológicos, donde se perderá el manejo individual de las vacas para concentrarse en
el manejo colectivo de grandes rodeos. Para eso, las vacas deberán ser más sanas, más fértiles y
más longevas, pero también más eficientes en su capacidad de conversión. La información
genómica se utilizará tanto para la selección de machos como de hembras y se intensificará el
uso del semen sexado, llegando incluso su utilización a las vacas de lactancia. Se estandarizará la
utilización de genética por líneas de sangres que transmitirán los rasgos a mejorar.
Nos espera un futuro donde las decisiones de los programas genéticos se enfocarán a la selección
de los rasgos con mayor impacto económico, y con mucho menos romanticismo. Aunque bueno,
ya sabemos que quedan pocos líricos en el mundo.
Por Horacio Larrea - Asesor genético
Presidente de la Comisión de Evaluaciones Genéticas de ACHA
Gerente Senior de Ventas para Europa Occidental en Semex Alliance
Copropietario de Marita Holsteins en Quebec, Canadá.
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