¿Invernaderos de cristal en el sureste peninsular? Juan José Magán Cañadas Dpto. de Horticultura de la Estación Experimental de la Fundación Cajamar La producción hortícola intensiva en el sureste peninsular se enfrenta actualmente a una competencia creciente como consecuencia de la entrada en el mercado de nuevas zonas productoras, así como a una presión cada vez mayor ejercida por las grandes cadenas de supermercados tanto en lo referente a precio como a exigencias sanitarias y trazabilidad, lo que se traduce en una reducción del beneficio obtenido por el agricultor. Una vía para afrontar este problema es el aumento de la productividad y la calidad a través de la incorporación de mejoras tecnológicas. En este sentido, es destacable el avance que se ha conseguido respecto al riego y la nutrición de los cultivos. Sin embargo, uno de los aspectos que más afecta al desarrollo vegetal como es el control del clima, ha experimentado una escasa evolución en Almería hasta hoy día. La incorporación de sistemas activos de control del clima de manera eficiente requiere disponer de invernaderos más herméticos y automatizados que los típicos parrales existentes en el sureste. Una alternativa la constituyen los invernaderos multitúneles de cubierta plástica que, tradicionalmente, se han empleado en la zona en semilleros debido a su mayor nivel tecnológico, pero que poco a poco empiezan a utilizarse en explotaciones agrícolas comerciales. Otra posibilidad es el uso de invernaderos con cubierta de cristal típicos del norte de Europa, donde alcanzan elevadas productividades, aunque conllevan una inversión inicial considerablemente mayor. Con el fin de conocer las posibilidades de uso de este tipo de estructuras en el sureste peninsular, la Estación Experimental de la Fundación Cajamar está llevando a cabo un estudio comparativo entre un invernadero multitúnel de capilla gótica con cubierta de polietileno y otro tipo “venlo” con cubierta de cristal, presentando ambas estructuras el mismo nivel de equipamiento para el control activo del clima. De este modo se ha dispuesto un sistema de calefacción por agua caliente con tubería de polietileno de alta densidad, una pantalla interior de ahorro energético 100 % aluminizada, otra exterior para sombreo 50 % aluminizada, un sistema de nebulización de alta presión (“fog system”) y un sistema de inyección de CO2 por tuberías microperforadas. Para caracterizar ambas estructuras se han evaluado diferentes parámetros, tanto climáticos como bioproductivos. De este modo se ha evaluado la transmisividad de la cubierta a la radiación, que nos indica el porcentaje de la radiación exterior que es capaz de atravesar la cubierta del invernadero e incidir sobre el cultivo. Este parámetro resulta variable ya que, aparte de estar influido por el tipo de material utilizado y el ángulo de cubierta, se ve afectado por la altura del sol, el nivel de suciedad y el grado de condensación sobre la cubierta. Medidas de radiación solar realizadas sobre el cultivo en los invernaderos objeto de este ensayo han puesto de manifiesto que la transmisividad de la cubierta es notablemente mayor en el invernadero tipo “venlo” que en el multitúnel. Así, mientras que en el primero dicho parámetro ha oscilado generalmente entre un 50 y un 65 % al mediodía solar y con cielo despejado, en el segundo se ha situado entre un 40 y un 55 %. Evidentemente estas cifras no sólo se refieren a la transmisividad del material de cubierta propiamente dicho, sino que también incluyen las sombras generadas por la estructura. A la vista de los valores obtenidos cabría esperar un mayor potencial productivo en el primer invernadero. La mayor transmisividad obtenida en el invernadero de cristal ha repercutido en una mayor precocidad del cultivo establecido en éste (en torno a un 15 % más de producción en el primer mes de recolección), aunque no se ha traducido en un aumento progresivo de la diferencia de productividad entre invernaderos, sino todo lo contrario, de forma que dicha diferencia se ha anulado o incluso invertido al avanzar el ciclo de cultivo. Esta aparente contradicción no tiene una fácil justificación, aunque cabría basarla en el diferente tipo de radiación existente en el interior de ambos invernaderos. El plástico utilizado habitualmente en las cubiertas de los invernaderos presenta, a diferencia del cristal, un notable efecto difusor de la luz, que hace que ésta se transmita en todas las direcciones y no genere sombras. Este tipo de radiación resulta muy interesante ya que alcanza mejor los niveles foliares inferiores del cultivo, lo que permite que éstos también contribuyan significativamente a la actividad fotosintética de la planta. Por el contrario, la radiación directa se transmite en una dirección, lo que resulta menos interesante ya que incide sobre los estratos foliares superiores (los cuales pueden estar sometidos a una carga radiativa excesiva que no puede ser plenamente aprovechada para la generación de fotoasimilados), mientras que los inferiores reciben la sombra nítida de los primeros. Por tanto, en este segundo caso la actividad fotosintética de la planta resulta en conjunto menos homogénea y puede originar una menor eficiencia fotosintética del cultivo. La nubosidad provoca de forma natural un efecto difusor de la luz similar al producido por el plástico de cubierta. Por tanto, en zonas como el norte de Europa donde existe un gran número de días nublados al año, no resulta prioritario disponer un material difusor en la cubierta de los invernaderos, sino utilizar un material con una alta transmisividad para que el cultivo reciba la mayor cantidad de radiación posible. Por el contrario, en zonas como el sureste peninsular donde abundan los días despejados y por tanto la radiación directa supone la mayor parte de la radiación incidente, aun siendo importante la transmisividad de la cubierta, hay que prestar especial atención al poder difusor de ésta. De hecho, en ensayos llevados a cabo en la Estación Experimental de la Fundación Cajamar se ha constatado la conveniencia de utilizar, en nuestras condiciones de cultivo, plásticos difusos en lugar de plásticos con una transmisividad similar a la del cristal pero con escaso poder difusor. Por otro lado, aunque es cierto que un invernadero multitúnel con cubierta de polietileno presenta un mayor coste de mantenimiento que un invernadero tipo “venlo” de cristal como consecuencia del cambio periódico de la cubierta plástica, esto no es suficiente por sí solo para compensar la diferencia de inversión existente entre uno y otro (15 € por m2 para el multitúnel frente a 40 € m-2 para el “venlo”, considerando únicamente la estructura). Además, con el fin de conseguir un precio competitivo del invernadero tipo “venlo” como el indicado anteriormente, es necesario construir al menos un módulo de 5 hectáreas, lo que supone una enorme inversión inicial difícil de afrontar, mientras que en el caso del multitúnel resulta factible construir unidades de menor superficie. Finalmente, no parece justificable la construcción de un invernadero tipo “venlo” carente de instalaciones de climatización, al contrario que un multitúnel, el cual puede ser manejado de forma pasiva en sus primeros años de vida. De este modo, la incorporación de dichas instalaciones podría llevarse a cabo de manera progresiva, lo cual facilitaría la amortización de la inversión. En definitiva, tomando como base los resultados obtenidos hasta el momento en el estudio llevado a cabo en la Estación Experimental de la Fundación Cajamar, no parece justificarse la construcción de invernaderos tipo “venlo” con cubierta de cristal en el sureste peninsular. Tan sólo justificaciones de otra índole, como puedan ser las puramente comerciales, podrían hacer viable este tipo de invernaderos.