04 NACIONAL SÁBADO 16 DE ABRIL DE 2011 juventud rebelde Operación Marte Desembarco frustrado La maquinaria diversionista yanqui echó a andar un plan con la pretensión de aniquilar a la joven Revolución Cubana. Así fue como la Primera Villa de Cuba mostró la estirpe de su pueblo en los días difíciles de abril de 1961 por HAYDÉE LEÓN MOYA y ARLIN ALBERTY LOFORTE corresponsales@juventudrebelde.cu fotos LEONEL ESCALONA EN la antigua región de Baracoa sobraban ejemplos de desembarcos que contaron con el apoyo de los pobladores: el arribo de los Maceo, Flor Crombet y sus hombres por Duaba, y el de Martí, Gómez y otros patriotas por Playita de Cajobabo, ambos durante la gesta independentista de 1895. Entonces pensaron que en La Primada de Cuba, con esos antecedentes, su exuberante geografía y el aislamiento con respecto al resto del país, podía funcionar muy bien su plan. Y eso fue lo que tuvo en cuenta la Agencia Central de Inteligencia (CIA) cuando orquestó una invasión mercenaria por las costas de Baracoa, prevista para el amanecer del 15 de abril de 1961. Como si el cubano no tuviera suficiente sabiduría para distinguir los abismos entre patriotas y mercenarios, la maquinaria diversionista yanqui echó a andar con la pretensión de aniquilar a la entonces joven Revolución Cubana. Así fue como la Primera Villa de Cuba, en los días difíciles de abril de 1961, mostró la estirpe de su pueblo. Según Catalina, el pueblo de Baracoa nunca recibiría ni a traidores ni a mercenarios. OPERACIÓN MARTE Elexis Fernández-Rubio Navarro, presidente de la Unión de Historiadores en Baracoa, cuenta que según algunos testimonios de la época, un telegrafista que trabajaba en la marina percibió una señal no usual e informó al mando, ubicado en El Castillo. El desembarco estaba planificado para la madrugada, de manera que comenzaran sus acciones simultáneamente con el primer golpe aéreo mercenario, para atraer así la atención del mando cubano y distraerlo de la otra dirección principal, Bahía de Cochinos, que tendría lugar 30 horas después. En tal empeño, el día antes un grupo de barcos, en misión de la CIA, se acercó a las inmediaciones de la ciudad. Al frente venía el traidor Higinio, «Nino», Díaz Añe. La mayor parte de los buques pertenecían a la Marina de Guerra norteamericana, para proyectar la imagen de una expedición de mayores proporciones. Todavía no se sabía que en la acción intervendría una fuerza élite que recibió preparación en una instalación naval en Belle Chase, Louisiana, para cumplir misiones especiales. Estaba compuesta por 160 hombres que gozaban de la mayor confianza de la CIA y venían cínicamente vestidos con el uniforme del Ejército Rebelde. El propósito era desembarcar para apoderarse del territorio, desde el que simularían un ataque de las tropas cubanas contra la ilegal Base Naval de Guantánamo. Con esa acción pretendían obligar definitivamente al Gobierno de turno de la Casa Blanca a intervenir en Andrés Martínez Utria, profesor de la filial de Ciencias Médicas en Baracoa. Elexis Fernández-Rubio Navarro, presidente de la Unión de Historiadores en Baracoa. La aspiración era convertir a Oriente en un segundo Escambray. Foto: Archivo el conflicto que se crearía con la invasión mercenaria. Según Andrés Martínez Utria, profesor de la filial de Ciencias Médicas en Baracoa, después de la explosión del vapor francés La Coubre, el 4 de marzo de 1960, la aspiración era convertir a Oriente en un segundo Escambray, escenario de la encarnizada lucha contra bandidos. Esa idea tenía como fundamento que existían elementos inescrupulosos y apátridas que pudieran apoyarlos, pero ni estos ni aquellos sabían lo que les esperaba. Esos pocos estaban controlados por los revolucionarios. No era algo nuevo para los baracoenses, pues entre julio de 1960 y el 13 de abril de 1961 se desplegaron actividades encubiertas, como el desembarco de 27 mercenarios y tres norteamericanos en Bahía de Navas, entre Moa y Baracoa, quienes fueron capturados días después por las fuerzas del Ejército Rebelde y las Milicias Nacionales Revolucionarias. Con los primeros indicios del desembarco, las fuerzas cubanas en Baracoa comenzaron a distribuir las armas. Parte de la población, especialmente niños, ancianos y mujeres, fueron evacuados en las montañas El Paraíso, Las Minas y Sabanilla. Así lo recuerda Catalina Rodríguez Mora, quien entonces tenía 14 años. «Yo vivía en el malecón y no olvido cómo la policía, a las dos de la mañana, tocó a las puertas de las viviendas y dijeron que desalojaran la ciudad, porque había un desembarco mercenario. «Vivimos días muy tensos —rememora Catalina—; veíamos los barcos en el horizonte y pensábamos que iban a atacar,pero demos- traron que tenían miedo. Lo que sí sé es que mientras quedara un baracoense vivo, esta tierra no la pisaba ningún mercenario». Los pobladores de Baracoa tuvieron durante varias horas a los barcos mercenarios frente a sus costas, por lo que la movilización fue masiva. La orden era que si tomaban la ciudad se entregarían sus cenizas. También se colocaron sacos de arena a lo largo del litoral y cuando se apagaron las luces, los de tierra divisaron los barcos y a la vez los agresores se llevaron la sorpresa de que los estaban esperando, pero no precisamente de la forma en que calcularon. Al calar los barcos frente a las costas, los invasores percibieron la sólida defensa de las tropas cubanas. El comandante Eddy Suñol estuvo al frente del Batallón 80 de las Milicias Revolucionarias, al cual se sumaron los 400 milicianos baracoenses. Juntos hicieron de la antigua Ciudad Primada un bastión que resultó después disuasivo para los asustadizos mercenarios que pretendían desembarcar. El miedo pudo más que su esmerada preparación y se retiraron cobardemente. No se les permitió regresar a la Florida, sino que fueron llevados a las instalaciones militares norteamericanas en la Isla de Vieques, Puerto Rico. En Miami, como burla, esta acción fue bautizada años más tarde como «El bojeo a Cuba». Era cierto. Baracoa fue cuna de importantes epopeyas mambisas, de varias expediciones, pero definitivamente sus costas y el pueblo nunca recibirían ni a traidores ni a mercenarios. Muy simple, les salió el tiro por la culata. Por Baracoa no pudieron penetrar BARACOA, Guantánamo.— Por aquí también intentaron penetrar. No pudieron. Porque aunque estaba aislada y todavía no había transcurrido un tiempo suficiente para que la naciente Revolución resolviera los problemas generados por tantos años de desgobierno y atraso, les faltó calcular que el pueblo tenía otra estirpe. Por eso este viernes, en el escenario del fallido desembarco mercenario de la madrugada del 15 de abril de 1961, fue recordado el aniversario 50 de la victoria militar de Playa Girón, la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América. Con la presencia del general de cuerpo de ejército Sixto Batista Santana, se reconoció la heroica participación del Batallón de Jiguaní, venido desde la hoy provincia de Gran- ma, de la Escuela de Responsables de Milicias de Moa y de los combatientes de la región de Baracoa, en defensa de las costas orientales. El vicealmirante Julio César Garandilla Bermejo, recordó los hechos de los días del preludio de la invasión mercenaria, y los múltiples intentos de subvertir desde Baracoa el orden de la Isla, como parte de esa hostilidad que no cesa por parte de los Estados Unidos contra Cuba. «Baracoa siempre estuvo dentro de los planes imperialistas por su aislamiento geográfico, su cercanía con la ilegal Base Naval norteamericana y por los problemas aún no resueltos por la naciente Revolución». Así dijo Garandilla Bermejo al referirse a las acciones mercenarias previstas para la madrugada del 15 de abril de 1961 en la Ciudad Pri- mada, simultáneamente con los golpes aéreos de Santiago de Cuba, San Antonio de los Baños y Ciudad Libertad, con el objetivo de desviar la atención del mando cubano de la dirección principal en Bahía de Cochinos. La joven Laritza Martínez, vicepresidenta de la FEEM en Baracoa, expresó el compromiso con la continuidad histórica de la Revolución. Una jornada de especial connotación en la ciudad que aquella madrugada de los gloriosos días de abril de 1961 no dejó entrar la deshonra. La del pueblo que frustró la llamada Operación Marte, gestada por la dirección de la CIA y el Pentágono. La que hoy tiene el desarrollo y prosperidad que seguramente no tendría si hubiese caído en las garras de los mercenarios. juventud rebelde Instantes que muestran el hundimiento de la fragata Baire a causa del ataque aéreo de aviones B-26 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Foto: Tomada de Archivo SÁBADO NACIONAL 16 DE ABRIL DE 2011 05 El teniente coronel (r) José Méndez Serrano tiene hoy 70 años y estuvo 37 años en activo en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Foto: Roberto Díaz Martorell Primera estrategia enemiga para derrocar a la Revolución por ROBERTO DÍAZ MARTORELL corresponsales@juventudrebelde.cu NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— En agosto de 1960, Allen Dulles y Richard Bissell presentaron al presidente de turno Dwight Eisenhower, la primera estrategia para derrocar al Gobierno de Fidel Castro, donde se señalaba a la Isla de Pinos como uno de los objetivos principales de la ocupación. El documento esbozaba el plan de la siguiente forma: la fase inicial (operaciones paramilitares de apoyo y orientación a disidentes en Cuba, sobre todo en Pinar del Río, el Escambray y la Sierra Maestra), y una segunda fase: asalto combinado aeromarítimo por las fuerzas del Frente Revolucionario Democrático (FRD) en la Isla de Pinos para establecer una base de operaciones cercana. Muy pronto ese plan se desechó, particularmente la ocupación de la Isla de Pinos, debido a que la dirección del país, previendo el peligro, había reforzado el territorio pinero con suficientes fuerzas y armamentos para garantizar la defensa del territorio. Así se lee en el informe del inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick, documento desclasificado por el Gobierno de los Estados Unidos. Según el teniente coronel (r) José Rogelio Piteira Díaz, en su recopilación Síntesis histórica de la región militar Isla de Pinos, el día 2 de enero de 1961, en ocasión del primer desfile militar en la Plaza de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro designó al comandante William Gálvez Rodríguez para organizar militarmente la Isla de Pinos. Unos meses antes, Gálvez visitó el territorio para evaluar la situación desde el punto de vista militar e informó que no existían las condiciones para su defensa, en correspondencia con la envergadura del ataque que preparaba el enemigo. Es entonces que se decidió reforzar desde el punto de vista militar con batallones de milicias, artillería terrestre, tanques T-34 y artillería antiaérea con la correspondiente técnica de transporte, hasta formar una división de infantería. «En aquel momento —reflexiona Piteira— era imprescindible el refuerzo militar para frustrar cualquier acción enemiga con intenciones de ocupar ese territorio, pues se habría propiciado una guerra de desgaste feroz desde el propio territorio nacional». Isla de Pinos tenía entonces vulnerabilidades desde el punto de vista estratégico, por Ante la amenaza de la invasión mercenaria a Cuba, la dirección del país decidió reforzar la defensa territorial de la Isla de Pinos, uno de los posibles lugares de desembarco su geografía, la carencia de bosques,altas elevaciones y presas hacían del territorio pinero un escenario ideal para desembarcar por aire, además,según el jefe militar, comandante William Gálvez, las zonas de mayor peligro eran Nueva Gerona y el Presidio Modelo. «En función de minimizar riesgos y reforzar la defensa territorial —narra Piteira— se organizó un cuidadoso plan de defensa en los posibles lugares de desembarco, donde se ubicaron los armamentos y las fuerzas vivas de las Milicias, el Ejército Rebelde y el pueblo». La dirección del país jamás dejó de interesarse por la situación de la Isla; en una entrevista al comandante William Gálvez, el militar relató que una vez Fidel le preguntó si eran suficientes los medios y fuerzas para garantizar la defensa; él le respondió: «Mande lo que usted quiera, pero si sigue mandando “hierros” la Isla se hunde de tanto peso». ATAQUE MORTAL «Al amanecer del día 17 de abril de 1961, fui a visitar a mis padres, y ya cerca de Gerona vi dos aviones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, tipo B-26, con insignias cubanas atacando la fragata Baire». Quien recuerda esta triste escena es el teniente coronel (r) José Méndez Serrano, testigo presencial del bombardeo que costó la vida a los marinos Juan Alarcón Rodríguez (artillero), de 22 años, y Armando Ramos Velazco, de 24, quien fue impactado por proyectiles calibre 50, además de herir a 11 personas más. «No pude llegar a la casa, ya la cosa había empezado y regresé a la unidad. Hasta donde pude observar durante el ataque, los aviones pasaron varias veces sobre la fragata, y al sentir la respuesta de los antiaéreos se retiraron, pero el daño ya estaba hecho». Méndez recordó que los muchachos fueron velados en el Puesto de Mando de las Milicias, ubicado en la actual tienda Caracol (a la derecha del motel La Cubana), y que el pueblo se tiró para la calle. «Todo el mundo estaba indignado y con ganas de pelear», comentó. «Cuando yo miré por la ventana —interrumpe ahora Caridad Báez, enfermera del hospital el día de marras— le puse el magazín a la pistola y se la entregué a un miliciano que estaba herido en la sala, me dijo: “¿Y eso?” Y le respondí: Te la entrego porque ese avión que entró ahí es malo. Y respondió: “Mire seño, vaya a descansar”. «En ese mismo instante el avión hace la picada, todos sentimos el estruendo de las explosiones y las metrallas; en la sala donde yo trabajaba todos eran militares, y todos, sin excepción, pedían salir a combatir al enemigo», dice, al tiempo que se pasa la mano por la frente para refrescar los recuerdos. Con los ojos aguados por la remembranza continúa describiendo aquellos rostros enardecidos que, para ella, eran «la muestra de patriotismo más grande que he podido ver en mi vida. Cuando le cortaron las piernas a uno de los marineros me impresioné mucho, porque era la primera vez que veía una cosa como esa. Eran muy jóvenes y valientes. Todavía ahí, acribillados a balazos, cantaban el Himno Nacional, fíjate que todavía me impresiona después de 50 años», dice, y muestra la piel erizada. Caridad Julia Báez Valdés, enfermera que vino a la Isla en 1959, después de participar en la guerra como parte de la columna del Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, tenía entonces 24 años. SIN TREGUA AL ENEMIGO Cuando se triunfa en Girón, algunos mercenarios salieron huyendo de la justicia revolucionaria y, en botes, trataron de abandonar el país. Muchos de ellos recalaron en estas costas. «Recuerdo que por la zona del Guayabo apresamos los primeros cuatro y sin tirar un tiro. El bote llegó cerca de las nueve de la mañana y preguntaron si estaban en Cayman. Le dijimos, no, ustedes están en la Isla de Pinos, territorio libre de Cuba y están presos», cuenta Méndez. «A otros los capturamos gracias a la cooperación de los campesinos de la zona, a quienes amenazaban y pedían ropa, pero la naciente Revolución ya había sembrado la confianza en esas personas y, sin dudarlo un instante, denunciaron la presencia de los mercenarios para que fueran capturados. «El resto —unos 15 aproximadamente— se capturaron en la cayería que está alrededor de la Isla, porque peinamos hasta Cayo Largo del Sur y hasta las cercanías de la Coloma, en Pinar del Río; en Cayo Cantiles encontramos a tres escondidos bajo un montón de guano, quienes se entregaron sin ofrecer resistencia». Todos los mercenarios apresados en la entonces Isla de Pinos fueron trasladados hacia La Habana. «Yo tenía 20 años cuando aquello, todos éramos muy jóvenes,pero teníamos la responsabilidad suficiente para defender la Patria». El teniente coronel (r) José Méndez Serrano tiene hoy 70 años y estuvo 37 activo en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cumplió misión internacionalista en Angola, estudió en Moscú y participó en la Lucha Contra Bandidos en Matanzas. REFLEXIÓN NECESARIA En el libro Girón, la batalla inevitable, de la editorial Capitán San Luis, su autor, Juan Carlos Rodríguez, expone que la invasión a Cuba fue un proyecto de gran magnitud de la CIA, planificado sin descuidar ningún detalle: militar, económico, político, de preparación a la contrarrevolución interna, terrorismo, reclutamiento y entrenamiento. Señala además que la derrota del imperialismo yanqui en Girón es uno de los acontecimientos que más análisis, informes, artículos y libros generó en los Estados Unidos en busca de las causas que hicieron imperfecta la perfecta maquinaria bélica estadounidense. El autor refiere que entre las muchas causas a las que ellos atribuyen el fracaso (medios técnicos, organizativos y de presupuesto), falta un factor evidente, decisivo y vigente hoy más que nunca: la población cubana de entonces (y la actual también) vivía en un clímax revolucionario y se identificaba plenamente con las ideas políticas de Fidel y la dirección del país.