LA EMPRESA FAMILIAR Y LOS MERCADOS DE ACCIONES Emilio Ontiveros Analistas Financieros Internacionales (AFI) y Universidad Autónoma de Madrid La dimensión y la naturaleza de la propiedad de una empresa son rasgos todavía estrechamente asociados. El aumento de la base de capital de una empresa, que es una de las medidas de esa dimensión, impone en muchos casos la dispersión de su propiedad. La historia de las economías desarrolladas está repleta de experiencias en las que la gradual “desfamiliarización” de la estructura de propiedad de las empresas está determinada por las exigencias de financiación de intensos procesos de crecimiento. Eso es tanto más cierto cuanto menos versátiles son las posibilidades de financiación ajena de las empresas. En aquellos sistemas financieros en los que, además de la financiación bancaria, existen mercados de bonos con un cierto grado de desarrollo, las empresas pueden prolongar la difícil coexistencia entre una estructura de la propiedad estrictamente familiar y la expansión. En la mayoría de los casos, sin embargo, las exigencias de crecimiento acaban por imponer una mayor o menor dilución de la propiedad, mediante la entrada de nuevos accionistas, ya sea a través de colocaciones privadas o accediendo a la cotización en los mercados organizados de acciones. Esa dilución contribuye a aflorar algunas de las contradicciones en este tipo de empresas, como es la pretensión de, sin sacrificar el proceso de crecimiento de la empresa, garantizar una financiación óptima del mismo y mantener un grado de control equivalente al existente cuando el núcleo de propiedad era la estructura familiar. En las notas que siguen se trata de reflejar lo que pueden ser las consideraciones más relevantes en la adopción de esa decisión de ampliación de la base de capital de empresas familiares que tiene como referencia última , aunque no siempre necesaria, la cotización en mercados de acciones1. No ha de ser la aspiración máxima La eliminación de un prejuicio es la primera consideración que cabe hacer. La salida a bolsa de una empresa no debe plantearse como la culminación de su trayectoria o el necesario acceso a una fase biológica superior. El acceso a los mercados de acciones se ha planteado igualmente como una decisión fundamentalmente financiera, aunque es cierto que sus implicaciones exceden a la mayoría de las decisiones que se adoptan en ese subsistema de gestión. En primera instancia, el análisis de una decisión tal ha de contemplar su motivación fundamental: desde el más frecuente, consistente en el afianzamiento de procesos de expansión en sus distintas formas, hasta la en ocasiones más perentoria exigencia de sortear restricciones crediticias. En otras ocasiones, tras la apertura del capital a nuevos socios está la pretensión por recuperar, mas o menos gradualmente, la inversión mantenida por el grupo familiar, ya sea con el fin de garantizar una mayor diversificación o, simplemente, obtener para otros propósitos la liquidez correspondiente derivada de la desinversión. 1 Algunos comentarios en este trabajo descansan en la investigación que Analistas Financieros Internacionales realizó para la Bolsa de Madrid, publicadas en el volumen “ El Ahorro y los Mercados Financieros. Situación Actual y perspectivas”, Bolsa de Madrid, (2000) 1 Tampoco debe presidir la salida al mercado organizado de acciones la pretensión frecuentemente citada de publicidad o ganancias de prestigio. Existen muchos otros mecanismos para fortalecer la imagen de la empresa, de generar ventajas reputacionales, que no sea llevar a cabo una decisión del calado como la que estamos comentando. La excesiva obsesión por esas supuestas rentas de apariencia pueden diluirse fácilmente si los propietarios originales no han adoptado la decisión de cotizar en merados abiertos tomando en consideración otros aspectos sin duda mucho más vinculantes. Superar restricciones crediticias Acudir a los mercados de acciones para superar las restricciones propias de los mercados de crédito sigue siendo uno de los factores determinantes normalmente señalados en la decisión de ampliar la base de accionistas. Debería ser el caso de empresas con cuantiosos planes de inversión, que se plantean la reducción de la dependencia del crédito no tanto como consecuencia del deterioro de su calidad crediticia, como por la conveniencia de la diversificación de sus fuentes de financiación. Si lo que domina es lo primero, la venta de acciones propias puede no recibir el tratamiento deseado, obligándose a vender las participaciones en el capital a precios relativamente bajos. En el trabajo antes citado de AFI para la Bolsa de Madrid, se recogen los resultados de una consulta con respuestas efectivas por parte de 56 empresas, entre las que se encontraban una parte significativa de las afiliadas al Instituto de la Empresa Familiar. Con las cautelas propias que impone este tipo de análisis, en mayor medida si tenemos en consideración que han transcurrido varios años, merece la pena detenerse en algunas conclusiones que sin duda siguen disponiendo de una gran significación. En este punto de las fuentes de financiación se pone de manifiesto la importancia que las empresas atribuyen a la autofinanciación como expresión de autonomía, pero inmediatamente después aparece el crédito bancario como principal fuente de financiación. Lo destacable en este ámbito, aunque en modo alguno novedoso, es la ausencia prácticamente total del recurso a la emisión de títulos de renta fija, consecuencia del limitado desarrollo en nuestro país de este tipo de financiación para el sector privado. Una amplia mayoría de empresas sigue considerando como una de las principales razones de la salida a bolsa el acceso a una fuente supuestamente ilimitada de recursos financieros. Vinculada a esa consideración aparece la respuesta que valora la existencia en bolsa como una posibilidad de facilitar las decisiones de desinversión cuando estas se presentan. La realidad acerca de la importancia que ejerce esa restricción crediticia ha cambiado de forma significativa en los últimos años, en particular desde la entrada de España en la Unión Monetaria de Europa. En primer lugar porque los tipos de interés se han reducido de forma considerable, limitando el agravio comparativo de esa fuente de financiación en términos de coste de capital frente al fortalecimiento de fondos propios. En segundo, porque las entidades bancarias han definido una mayor competencia, mostrándose mucho más flexibles en la financiación de proyectos empresariales. Por último, pero no menos importante, porque esas mismas entidades, 2 bancos y cajas de ahorros, han participado abiertamente en proyectos combinados en los que, junto a la inversión crediticia tradicional, han asumido participaciones propietarias en muchas de sus empresas-clientes, así como han contribuido al nacimiento de no pocos proyectos empresariales. Eso ha posibilitado a las entidades financieras una mayor, e incluso cualitativamente distinta, aproximación a la realidad de las empresas financiadas, en beneficio de éstas. Como consecuencia de todo ello, puede afirmarse que el sistema financiero español en su conjunto ha suavizado de forma muy significativa en los últimos años las restricciones financieras que pesaban sobre el nacimiento o sobre el crecimiento de las empresas, en particular de aquellas con una estructura de propiedad concentrada en núcleos familiares. El Sistema Financiero Español todavía se encuentra lejos, al igual que la mayoría de los de la Europa continental, de la flexibilidad operativa de los sistemas estadounidense y británico, por ejemplo, pero la dirección es inequívocamente de aproximación a la oferta de modalidades de financiación y de asunción de riesgos con una mayor grado de adaptación al crecimiento y al nacimiento de nuevos proyectos empresariales. Las posibilidades de que las restricciones financieras estrangulen procesos de expansión empresarial son hoy indudablemente menores que hace apenas cinco años. En consecuencia, la decisión de acudir al mercado de acciones dispone de alternativas más equilibradas. Control y relaciones de agencia La implicación inmediata del acceso al mercado de acciones es la dispersión en la estructura de propiedad de la empresa. Esa dispersión no es, sin embargo, sinónimo de pérdida de control. En realidad, la salida a bolsa es óptima para el grupo propietario cuando tras ella permite mantener los beneficios privados derivados del control de la empresa. Ese equilibrio entre la entrada de nuevos socios y el mantenimiento del control, perfectamente factible cuando se mantiene al margen de los mercados organizados, puede ser mucho más inestable cuando la empresa cotiza de forma abierta. En este caso, el mercado actúa como un mecanismo de disciplina sobre la dirección de la empresa, cuya amenaza más explícita puede ser la realización de una OPA hostil. Compartir la propiedad puede llegar a exigir que se haga lo propio con la gestión y, en todo caso, con la información relevante sobre la empresa. La transición desde situaciones de absoluto control (propio de estructuras accionariales muy concentradas, como son las de la mayoría de las empresas familiares españolas) hacia situaciones en las hay que compartir la gestión y la disposición de la información, no es siempre un ejercicio fácil. En mayor medida si tiene lugar sin alteraciones significativas en los métodos de gestión. En la medida en que la ampliación de la base de capital mediante entrada de nuevos accionistas (ya sea en mercados organizados o mediante ofertas privadas) va estrechamente asociada a la necesidad de una mayor dimensión, una de las consecuencias más frecuentes es la alteración en la gestión: en las personas y en los métodos. La simbiosis entre la propiedad y el control de la empresa, propia de estructuras familiares muy concentradas, se fragmenta; aparece un problema ya clásico que se remonta a los estudios de Berle y Means sobre la gran empresa estadounidense 3 de principios del siglo pasado, al verificar ese divorcio de preferencias u objetivos entre propietarios y gestores. Se plantean en toda su extensión los problemas propios de las relaciones de agencia: de delegación de la capacidad de decisión desde el principal (el núcleo familiar de control) a los directivos profesionales. No siempre esos problemas de agencia surgen como restricciones. En ocasiones el propio núcleo familiar fundamenta la decisión de ampliación del accionariado o la de acceder a mercados organizados como una forma de fortalecimiento y profesionalización de la gestión: como una modernización urgente del management, necesaria para esos procesos de expansión que la empresa se propone financiar. Una razón adicional puede encontrarse en la necesidad de facilitar la resolución de problemas de sucesión en el seno del núcleo familiar y, en algunos casos, como mecanismo para “ institucionalizar” la propia gestión al margen, parcial o totalmente, del núcleo familiar. Conclusiones La relación entre la empresa familiar y los mercados de capitales en España tiene un antes y un después de la homologación que alcanza nuestra economía tras la pertenencia a la fase final del proceso de unificación monetaria. No es tanto el euro el que aporta nuevos elementos de análisis a una decisión tan trascendental como la ampliación de la propiedad de una empresa familiar, ya sea mediante el acceso a mercados de acciones organizados o mediante otro método, sino los cambios que a partir de finales de la pasada década tienen lugar en nuestro sistema financiero. Algunas de las restricciones financieras que determinaban el fortalecimiento de los recursos propios de las empresas, como la existencia de mercados de crédito estrechos, caros y excesivamente selectivos, hoy son mucho menores. Los menores tipos de interés, por un lado, y la mayor competencia y eficiencia de nuestro sistema financieros, han relajado notablemente esa restricción que sin duda estuvo presente en esas casi 60 empresas de origen familiar que cotizaban en bolsa en nuestro país a principios de la pasada década. Por el contrario, el acceso a mercados de acciones impone hoy nuevas exigencias reforzadas normativamente en términos de transparencia informativa, de gobierno corporativo que, indudablemente, limita de forma cada día más significativa la discrecionalidad del grupo inicial de control. La estructura familiar que se plantea acceder a los mercados de acciones debe asumir ese principio más fácil de enunciar que de respetar, que es la puesta en común; compartir, en definitiva, decisiones básicas. La experiencia avala la relación entre acceso a los mercados de acciones y expansión de la empresa, pero, afortunadamente , esa decisión hoy cuenta con alternativas adicionales, con plataformas de rodaje, que pueden facilitar la transición a las bolsas: la entrada de nuevos accionistas, elegidos con criterios no sólo de fortalecimiento de la base de capital, puede ser la vía mas adecuada para, sin sacrificar posibilidades de crecimiento, generar esa pedagogía básica de la puesta en común. 4