La experiencia viva de Dio0s y el sentido de la vida humana Dios no es una casualidad, sino una necesidad vital, y el ser humano, a través de los tiempos y culturas, ha experimentado, de manera distinta, su presencia y cercanía. En la historia humana Dios ha aparecido como: Sentido de la existencia: Dios es inalcanzable para el ser humano pero posible de experimentar tras un esfuerzo de profundización que dará sentido a la vida. Horizonte de la inquietud human: el ser humano percibe a Dios como plenitud, como la meta esencial hacia la cual debe dirigirse, en su realidad personal y como sujeto de la historia. Misterio de la existencia: cuando el ser humano enfrenta la muerte, se encuentra, cara a cara, con el misterio de la existencia, y según sus creencias y convicciones, este enfrentamiento le permite, o bien percibir la plenitud de sentido en el Ser, que todo lo es, o bien sentir su vida como un absurdo que ha de hundirse para siempre en el abismo de la nada. Espacio de la libertad: Experimentado en el ámbito de lo infinito que relativiza todo lo inmediato. Huella de la verdad y del bien: a pesar de los límites de su conocimiento y voluntad, el ser humano presiente a Dios. Esta experiencia implica reconocer que ÉL es comunión, entrega, donación al otro y a Él mismo. San juan lo resumió con aquella frase tan conocida: “Dios es amor” (1 Juan 4, 8.16) Lo opuesto a conocer a Dios por medio de la experiencia de Dios es pretender conocerlo a través de la demostración. Ésta no nos lleva a Él, ni nos permite comprender la experiencia viva de su existir en nuestra realidad. Por el contrario, hace que lo veamos lejano, inaccesible e insensible frente a la suerte del ser humano y de su historia. La inteligencia, la voluntad, el amor y la libertad permiten al ser humano conocer a Dios, y para que pueda entrar en su intimidad, el Señor ha querido revelársele y darle la gracia de acoger en la fe dicha revelación. Ésta ilumina el sentido último de la vida y la adhesión de su inteligencia y de su voluntad a la revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante acciones y palabras. (cf. DV 2; CEC 176) Dios, para el cristiano, es un ser Supremo que actúa, y al actuar, llama, interpela y cuestiona al ser humano, lo arranca de sí mismo y le abre nuevas posibilidades. En la medida que aceptamos escucharle y seguirle, experimentamos su fuerza salvadora y lo conocemos. Más allá del testimonio que Dios dio de sí mismo en las cosas creadas, se manifestó personalmente a Adán y Eva; a pesar del pecado, alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de redención. Ofreció su alianza, la cual selló con Noé y todos los seres vivientes. Luego, para reunir a la humanidad dispersa, Dios eligió a Abrahán y selló una nueva alianza con él y con su descendencia. De él formó a su pueblo, y depositó en él la promesa que había hecho a los patriarcas. Mientras el pueblo crece y se organiza, se proclama la Ley mosaica, es decir, la Ley de Moisés, el decálogo, los diez mandamientos. Surgen los jueces, los mediadores y libertadores ungidos por Dios. Algunos se limitaron a juzgar y administrar procurando seguir el liderazgo espiritual de Moisés. Posteriormente, aparecen los reyes, bajo cuyo mando la nación traicionó con frecuencia la confianza que el Señor había puesto en ella. En medio de todo, los profetas restablecen la fidelidad del pueblo con Dios, anuncian la venida del Mesías y denuncian cuanto sea contrario a las características del Reino esperado para acoger la salvación destinada a toda la humanidad. (cf. DV 3) ; (Gn 3, 15; 12; Is 2.2-4; 49, 1-6) La historia de la salvación de los pueblos se escribe de su propia historia profana. El ser humano salvado en el tiempo, es asumido por el misterio salvífico de Cristo y está llamado a compartir la gloria del resucitado. ACCESO AL CONOCIMIENTO DE DIOS Hasta ahora hemos afirmado que desde el momento en que el ser humano es consciente, se pregunta por la razón de la existencia y de todo lo creado. Llamado por Dios a conocerle y a amarle, descubre vías de acercamiento y acceso al conocimiento de su Creador, las cuales tiene como punto de partida la creación: el mundo material y la persona humana. Éstos atestiguan que participan de aquel que es el Ser en sí, sin origen, sin fin. El conocimiento de Dios, entonces, no es meramente una experiencia cognitiva sino trascendente y, por tanto, constituye la meta más obstinada y arrolladora del ser humano, animada por la fe en aquel que tiene existencia propia: Dios existe por sí mismo y en sí mismo; es inmutable, eterno, omnipresente, omnisciente, y omnipotente. Por consiguiente, aunque la vida del ser humano sea limitada, las preguntas de éste por la existencia y por Dios exceden el tiempo y el espacio. Las respuestas a estos interrogantes se han propiciado desde la revelación. Gracias a la tradición de la Iglesia, el conocimiento acerca de Dios se discierne y se acoge, es decir, las enseñanzas de Jesús quien revela a Dios como Padre, se han condensando de manera orgánica y sistemática para que la humanidad entera tenga acceso al mensaje del Evangelio. La Iglesia, enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas. Sin esta capacidad el ser humano no podría acoger la revelación de Dios. (cf. CEC 36). A continuación aparecen dos partes de documentos eclesiales que exponen el punto de vista de la Iglesia acerca del conocimiento de Dios: Dei Verbum 6Las verdades reveladas 6. Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a Sí mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, "para comunicarles los bienes divinos, que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana". Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con seguridad por la luz natural de la razón humana, partiendo de las criaturas"; pero enseña que hay que atribuir a Su revelación "el que todo lo divino que por su naturaleza no sea inaccesible a la razón humana lo pueden conocer todos fácilmente, con certeza y sin error alguno, incluso en la condición presente del género humano Directorio General para la catequesis, 38 A Dios se le conoce por el corazón, sin Él la existencia sería simple e inerte. Dios en su inmensidad, para revelarse a la persona humana, utiliza una pedagogía: se sirve de acontecimientos y palabras humanas para comunicar su designio y lo hace progresivamente por etapas, para acercarse mejor la humanidad. Dios en efecto, obra de tal manera que los seres humanos llegan a experimentar a Dios desde el conocimiento de su plan salvador.