Diario La Ley, núm. 8386, Sección Doctrina

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Competencia judicial internacional y derechos morales de propiedad intelectual
Iván HEREDIA CERVANTES
Profesor Titular de Derecho internacional privado (UAM)
Diario La Ley, Nº 8386, Sección Doctrina, 26 de Septiembre de 2014, Año XXXV, Editorial LA LEY
LA LEY 6290/2014
I. CUESTIONES PREVIAS
1. En los últimos meses el TJUE ha dictado dos decisiones de especial relevancia, relativas a la
determinación de la competencia judicial internacional en los litigios sobre infracciones de derechos
patrimoniales de propiedad intelectual y, más en concreto, a la concreción del foro extracontractual
contenido en el art. 5.3 Regl. (CE) núm. 44/2001, un precepto que será sustituido por el art. 7.2 del
nuevo Regl. (UE) núm. 1215/2012 (Reglamento Bruselas I bis, en adelante RBI bis) a partir del 10
de enero de 2015, con idéntico contenido. Se trata de las sentencias Pinckey y Hi-Hotel (1) . A ellas
se unirá en breve una tercera resolución cuando el Tribunal resuelva una nueva cuestión prejudicial
planteada por el Handelsgericht de Viena (2) .
La Corte de Luxemburgo, sin embargo, no se ha pronunciado hasta la fecha sobre la aplicación de
este foro a los supuestos de infracción de los derechos morales de propiedad intelectual, al contrario
que nuestros tribunales, que sí se han enfrentado recientemente a un supuesto en el que debía
determinarse si poseían competencia judicial internacional en un litigio cuyo objeto versaba sobre la
infracción del derecho moral de autor de una arquitecta española. Me refiero al AJM núm. 2 de
Barcelona, de 9 de octubre de 2013, una resolución muy discutible, en la que, al no estar los
demandados domiciliados en un Estado miembro de la UE, no resultaba aplicable el Reglamento,
sino el foro extracontractual contenido en nuestro sistema autónomo, es decir, el art. 22.3.VIII
LOPJ.
2. El objetivo esencial del trabajo que ahora comienza consiste en determinar el tratamiento que
deben recibir en sede de competencia judicial los litigios relativos a la infracción de los derechos
morales de propiedad intelectual, y en particular, el modo de ajustar a este tipo de infracciones los
foros especiales en materia extracontractual contemplados en el art. 7.2 Regl. (UE) núm.
1215/2012 y en el art. 22.3.VIII LOPJ. El TJUE aún no se ha enfrentado a esta cuestión por lo que,
tal y como se verá a continuación, a la luz de la especial naturaleza de este tipo de derechos, las
opciones que se abrirán son dos: bien tratar a este tipo de supuestos igual que los litigios relativos a
la vulneración de derechos de la personalidad, bien dispensarles el mismo trato que ha otorgado a
los derechos patrimoniales de autor. Tendremos además ocasión de constatar que, al contrario de
lo que erróneamente se señala en el mencionado auto de 9 de octubre de 2013, las conclusiones
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que se alcancen para el art. 7.2 RBI bis sí serán extrapolables al art. 22.3.VIII LOPJ, al ser la norma
europea el referente hermenéutico primordial de nuestro sistema autónomo de competencia judicial
internacional.
II. EL ARTÍCULO 7.2 DE REGLAMENTO BRUSELAS I BIS EN LOS LITIGIOS RELATIVOS A LA
VULNERACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD
3. El foro extracontractual del art. 7.2 RBI bis atribuye competencia en materia de obligaciones
extracontractuales a los tribunales «del lugar donde se haya producido o pueda producirse el hecho
dañoso». El art. 7.2, al igual que el resto de foros especiales por razón de la materia del RBI bis y de
la LOPJ, responde al principio de proximidad razonable y se basa en la existencia de una conexión
particularmente estrecha entre la controversia y los tribunales de un Estado miembro, que garantice
la dispensa de «una buena administración de justicia y una sustanciación adecuada del
proceso» (3) . En el caso concreto de la responsabilidad extracontractual, se considera que el juez
del lugar «donde se hubiera producido o pudiera producirse el hecho dañoso», asegura una mayor
proximidad a los elementos probatorios y fácticos que el del Estado del domicilio del demandado y,
por tanto, garantiza una reducción de costes y una tramitación más eficiente del procedimiento.
No obstante, la aplicación de los foros de competencia del Reglamento no puede implicar una carga
arbitraria o excesivamente irrazonable para el demandado y ello supone que la posibilidad de litigar
ante los tribunales por ellos designados debe ser objetivamente previsible para aquél. La idea la ha
reflejado perfectamente el TJUE a lo largo de su jurisprudencia. Para la Corte de Luxemburgo estos
foros «deben interpretarse de forma que un operador normalmente bien informado pueda
razonablemente prever ante qué tribunales, distintos de los de su domicilio, puede ser
demandado» (4) .
4. A partir de estas dos premisas, el TJUE ha tenido la oportunidad de elaborar una detallada
interpretación del art. 7.2 RBI bis, cuyos principales rasgos, brevísimamente sintetizados, son los
siguientes:
De un lado, se considera desde la sentencia Minas de Potasa (5) , que en aquellos casos en los que
el hecho generador del daño acontezca en un Estado diferente a aquél en el que éste se manifieste,
serán competentes para conocer de la totalidad de los daños presuntamente causados los
tribunales de uno y otro lugar (principio de ubicuidad).
Por otro lado, para identificar el lugar de manifestación del daño únicamente resultan relevantes los
daños directos sobre la víctima directa y no los daños que pueda sufrir algún tercero por repercusión
de la víctima directa. Es más, no todos los daños experimentados por la víctima directa son
relevantes a la hora de concretar el lugar de manifestación del daño. Para el TJUE únicamente
podrán tenerse en cuenta los daños directos sobre el bien jurídicamente protegido, pero no los
indirectos o por repercusión (6) .
5. Por lo que se refiere al caso concreto de los daños a los derechos de la personalidad, lo cierto es
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que el TJUE ha tenido que realizar grandes esfuerzos interpretativos para adaptar el foro
extracontractual del Reglamento a las particularidades de estos supuestos ya desde la famosa
sentencia Fiona Shevill (7) . La mencionada resolución tiene su origen en un supuesto de violación
del derecho al honor en el que la víctima alegaba haber sufrido daños en varios Estados. Para
resolverlo, el TJUE adaptó la aplicación del principio de ubicuidad a partir de la llamada «teoría del
mosaico» y consideró que, además de los tribunales del Estado de origen del hecho dañoso,
también serían competentes los tribunales de cada uno de los Estados miembros en los que se
manifestara el daño, pero sólo para reclamar los daños sufridos en el Estado a cuyos tribunales
haya acudido. La competencia de estos tribunales comprende además todo tipo de tutela (de
condena, mero declarativa o constitutiva); y tanto con relación a daños que un acto perjudicial ya
haya causado como a los que pudiera causar.
6. Varios años después la Corte de Luxemburgo reformuló los postulados que sostuvo en la
sentencia Fiona Shevill a través de otra resolución no menos conocida: la sentencia del TJUE eDate
Advertising y Martinez (citada). En ella el TJUE resolvió sendos supuestos relacionados con
presuntas infracciones de los derechos de la personalidad a través de Internet y, coherentemente
con los postulados de la sentencia Fiona Shevill, permitió demandar tanto en el lugar de origen del
hecho dañoso por la totalidad de los daños sufridos por la víctima, como en cada uno de los
Estados en los que se alegue haber sufrido un daño, si bien, sólo por los daños teóricamente
sufridos en ese Estado. No obstante, y aquí estriba la novedad, el TJUE reconoció la competencia
para conocer de la totalidad de los presuntos daños sufridos por el actor a los tribunales del «centro
de intereses» de la víctima. Se consideró además que el centro de intereses debía ubicarse en la
residencia habitual de la víctima, a menos que existieran indicios de que ésta posee un vínculo
particularmente estrecho con otro Estado miembro (núm. 49).
El TJUE justificó su postura en las diferencias existentes entre las violaciones de los derechos de la
personalidad a través de la prensa escrita, cuya difusión generalmente está limitada territorialmente,
y aquéllas que se producen a través de un medio como Internet, globalmente accesible y
susceptible, por tanto, de generar una lesión al titular de un derecho de la personalidad en un
elevado número de Estados (núms. 46 y 47). Según el TJUE, aunque es cierto que la presunta
víctima siempre podrá acudir a los tribunales del Estado del domicilio del demandado o a los de
generación del hecho dañoso para demandar por la totalidad de los daños alegados, el hecho de que
el daño experimentado se proyecte sobre su persona, supone que serán los tribunales del lugar en
el que ésta tenga su centro de vida, los que casi con toda seguridad, guardarán una mayor
proximidad con los elementos más relevantes del litigio y, en consecuencia, estén en mejor
disposición de garantizar el objetivo de reducción de costes de instrucción procesal que late tras los
foros especiales del Reglamento.
7. En principio, la atribución de competencia a los tribunales del lugar de localización del centro de
intereses de la víctima para conocer de la totalidad de los daños alegados constituye una solución
razonable (8) . En realidad, en los supuestos de daños multilocalizados en varios Estados la
«jurisprudencia Fiona Shevill», o bien no aportaba nada a la víctima en términos de competencia
judicial internacional al coincidir en la gran mayoría de casos el lugar de generación del hecho dañoso
con el domicilio del demandado, o bien le ofrecía una alternativa prácticamente inútil porque le
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obligaba a demandar Estado por Estado, reclamando en cada uno de ellos una parte de los
perjuicios sufridos (9) . De hecho, la atribución de competencia a los tribunales del centro de
intereses de la víctima compensaría es una solución habitualmente demandada por la doctrina para
los supuestos de daños a través de Internet», como medio para compensar las dificultades a las
que se enfrentan las víctimas, tanto para demandar al causante, como para ejecutar las eventuales
decisiones a su favor.
A ello hay que añadir que, a salvo quizás del caso de auténticas celebridades mundiales, resulta
indiscutible que el lugar donde un sujeto sufre la violación de su derecho al honor «en su más amplia
extensión e intensidad» (por utilizar la terminología del Abogado General en el Asunto eDate) es el
de su centro de intereses, y ello debería ser tenido en cuenta por las reglas de competencia judicial
internacional, permitiendo a los órganos jurisdiccionales de ese lugar ostentar una posición
«superior» que les permita conocer de la totalidad de los daños.
Por otro lado, nos encontramos ante una solución que posibilita al demandante determinar
fácilmente el órgano jurisdiccional ante el cual puede ejercitar una acción, y al demandado prever
razonablemente ante qué órgano jurisdiccional puede ser demandado». Tal y como señala el propio
Tribunal (núm. 50): «la competencia del órgano jurisdiccional del lugar en el que la presunta víctima
tiene su centro de intereses es conforme con el objetivo de la previsibilidad de las normas de
competencia, también con respecto al demandado, dado que el emisor de un contenido lesivo
puede, en el momento de la publicación en Internet de ese contenido, conocer los centros de
intereses de las personas que son objeto de éste».
8. Pero a pesar de sus aspectos positivos, la sentencia eDate plantea algunas dudas. Así, por
ejemplo, la sentencia no deja claro si atribuye competencia a los tribunales del centro de intereses
de la víctima sólo cuando éste sea también uno de los lugares de materialización del daño o, por el
contrario la competencia de estos tribunales no estaría sometida a tal requisito. En otros términos,
¿la sentencia el TJUE introduce por vía interpretativa una nueva base de competencia, en concreto,
un fórum actoris, al margen de la regla loci delicti comissi? (10) .
Las dudas tienen su origen en las diferencias existentes entre las conclusiones del Abogado General
Cruz Villalón en la sentencia eDate, y la argumentación empleada por el Tribunal. Para el primero, la
competencia de los tribunales del centro de intereses de la víctima encontraba su fundamento en el
hecho de que en dicho lugar había que ubicar el «centro de gravedad» del litigio, al ser éste también
el lugar donde el titular del derecho «sufrirá en su caso una lesión en su más amplia extensión e
intensidad» (núm. 58). Es decir, el Abogado General asumía que la competencia de los tribunales del
centro de intereses de la víctima debía estar supeditada a que ésta sufriera un daño en dicho Estado
y por ello exigía también que la información litigiosa resultara objetivamente relevante en tal Estado.
Sin embargo, el TJUE no exigió —o al menos no de forma expresa— que la información causante del
daño fuera relevante o tuviera un interés noticiable en ese Estado, con lo que parecería dar a
entender que la competencia de los tribunales del centro de intereses de la víctima no estaría
supeditada, no ya a que ésta sufriera la mayor parte de los daños en su centro de intereses, sino ni
siquiera a que en dicho lugar sufriera un daño, fuera de la cuantía que fuera (11) .
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No obstante, tal interpretación resulta muy discutible. Por lo pronto parece demasiado arriesgado
entender que sin desautorizar expresamente al Abogado General —que había sostenido la tesis
contraria—, sin argumentación alguna y sin realizar ningún tipo de advertencia al respecto, el TJUE
renuncie a toda su jurisprudencia anterior en interpretación del foro extracontractual. De hecho, la
propia sentencia eDate al justificar la atribución de competencia a los tribunales del lugar del centro
de intereses de la víctima parece asumir que ésta se basa en la producción de un daño en dicho
Estado al señalar que «la víctima de una lesión de un derecho de la personalidad a través de Internet
puede acudir, en función del lugar en el que haya producido el daño causado en la Unión
Europea por dicha lesión, a un fuero por la totalidad de ese daño» (la negrita es mía).
En cualquier caso, resulta obvio que en la inmensa mayoría de los casos será precisamente en el
lugar donde la presunta víctima tenga su centro de intereses donde la noticia que le afecte tendrá —
permítaseme la expresión— el «máximo interés noticiable» y donde, en consecuencia puede sufrir la
mayor cuantía de los daños. Y quizás haya sido esa obviedad el motivo de que el TJUE ni siquiera
hiciera referencia a la necesidad de que la información tuviera interés noticiable o informativo en el
Estado del centro de intereses de la víctima (12) . Por otro lado, si como se acaba de indicar, uno
de los argumentos básicos en los que el TJUE justificó la competencia de los tribunales del centro de
intereses de la víctima sobre la totalidad de los daños es la proximidad de este Tribunal con los
elementos del litigio, parece evidente que tal circunstancia difícilmente se verificaría si la víctima no
pudiera sufrir daño alguno en dicho Estado.
Otro de los reproches que se ha hecho a la sentencia eDate es que mantenga la competencia de los
diferentes lugares de manifestación del daño para conocer de los daños padecidos por la víctima en
cada uno de esos lugares, multiplicando injustificadamente la panoplia de tribunales al alcance del
actor. Y de nuevo la crítica es certera. Una de las constantes del TJUE ha sido el rechazo a la
excesiva proliferación de tribunales al alcance del actor y con esta resolución, las alternativas que se
le abren al demandante son numerosísimas.
9. Seguramente los problemas que plantea la sentencia eDate serían fácilmente subsanables si el
TJUE hubiera asumido que en los supuestos de infracción de los derechos de la personalidad el lugar
de manifestación del daño únicamente podría ubicarse en el centro de intereses de la víctima. Es
cierto que no disponemos de un solo derecho a la intimidad o un solo derecho al honor, sino de
tantos «derechos a la intimidad o al honor» como Estados en el mundo regulen dichos derechos y
en los que nuestro reducto privado o íntimo, pueda resultar relevante y, en consecuencia, ser
vulnerado (13) . Es decir, los derechos de la personalidad, gozan de una protección territorialmente
fragmentada. Ahora bien, ello no puede hacernos olvidar que, en la medida que estos derechos se
encuentran estrechamente vinculados, no con el patrimonio de la víctima, sino con su persona, el
daño directo derivado de su infracción no se manifestaría en los Estados en los que estos derechos
están protegidos, sino en el lugar donde la víctima «sienta» la infracción, es decir, donde tenga su
centro de intereses. En otros términos, habría que trazar una disociación entre el lugar donde se
produce la violación del derecho de la personalidad y aquél otro donde se manifiesten los resultados
dañosos de dicha violación, de tal modo que sólo este último tendría relevancia en sede de
competencia judicial internacional. Es más, incluso si no se aceptara esta interpretación, el TJUE
podría haberse planteado recurrir a una «localización instrumental» del lugar de manifestación del
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daño, que ubicara éste en el centro de intereses de la víctima. Al fin y al cabo, el propio Tribunal ha
situado en diversas ocasiones —incluida la propia sentencia eDate— el lugar de generación del hecho
dañoso en el establecimiento del causante del daño, pese a que no resultara posible acreditar que la
información litigiosa se hubiera publicado o se hubiera hecho accesible desde dicho lugar, con el
argumento de que con ello se garantiza a ambas partes la previsibilidad del Tribunal designado (14) .
10. Dudas al margen, lo que no debería plantear problema alguno es la extrapolación de la
jurisprudencia eDate a supuestos en los que la información potencialmente dañosa no se difunda a
través de Internet sino mediante medios «tradicionales». Evidentemente, Internet implica una
difusión global de la información y ello hace que el daño frente a la víctima se pueda manifestar en
un elevadísimo número de Estados. Sin embargo, no son sólo los supuestos de infracción de
derechos de la personalidad a través de la Red los que potencialmente pueden causar un daño que
se manifieste en una pluralidad de Estados. En la medida en que la víctima tenga una «reputación
internacional» y sea conocida en una pluralidad de Estados, no será difícil encontrarse con supuestos
similares al que dio origen al asunto eDate, pero en los que, en cambio, la información haya sido
difundida a través de «medios tradicionales». En otros términos, podría perfectamente darse el caso
de que una determinada información se transmitiera al margen de la Red, pero debido al hecho de
que la víctima goza de reputación en un elevado número de lugares, los lugares de manifestación
del daño podrían ser muy numerosos. Y a la inversa, puede haber multitud de supuestos en los que
la información que se transmita a través de Internet no sea susceptible de generar daños en más de
un Estado porque la víctima carezca de reputación o no sea conocida fuera del Estado en el que se
ubique su centro de intereses (15) .
III. EL ARTÍCULO 7.2 DEL REGLAMENTO BRUSELAS I BIS EN LOS SUPUESTOS DE
INFRACCIÓN DE DERECHOS PATRIMONIALES DE PROPIEDAD INTELECTUAL
11. En los litigios relativos a la infracción de los derechos de propiedad intelectual, un dato de
especial importancia que resulta necesario retener es que, al contrario de lo que acontece con la
determinación de la ley aplicable, en la que tanto la normativa europea como la legislación de los
Estados miembros mantienen casi sin fisuras el llamado «principio de territorialidad» y dispensan al
reconocimiento y a la protección de los derechos de propiedad intelectual una protección
territorialmente fragmentada (art. 8 del Reglamento Roma II y art. 10.4 CC), el RBI bis no traslada
al ámbito de la competencia judicial internacional dicho principio, Debe quedar claro por tanto que el
Reglamento mantiene para estos supuestos, y también para los de infracción de derechos de
propiedad industrial (16) , la aplicación de las reglas ordinarias de competencia judicial internacional,
e incluso las normas sobre litispendencia y conexidad, lo que supone que en el ámbito europeo el
autor no está obligado a iniciar una «peregrinación judicial» y acudir a los tribunales de cada Estado
para los que inste la defensa de sus derechos.
12. Asumido esto, debe reconocerse que adaptar los foros del RBI bis a la problemática que
presentan los litigios de infracción de derechos de propiedad intelectual o industrial no resulta
sencillo, y las críticas que ha recibido el modo en que el TJUE ha aplicado el foro de la pluralidad de
demandados ( art. 8.1 RBI bis) ante estos supuestos, da buena fe de ello.
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En el caso concreto del foro extracontractual lo primero que debemos tener presente es que el TJUE
excluyó en el asunto Pinckney la aplicación de la jurisprudencia eDate a los litigios relativos a la
infracción de derechos patrimoniales de propiedad intelectual. La mencionada resolución tiene su
origen en la demanda interpuesta por un sujeto con residencia en Francia, a través de la cual
solicitaba una reparación por los daños sufridos como consecuencia de la distribución a través de
Internet mediante sendos sitios Web accesibles desde Francia y pertenecientes a dos sociedades
británicas, de CD prensados en Austria por la demandada, la empresa austriaca Mediatech. En
dichos discos se contenían canciones que, según el demandante, habían sido compuestas e
interpretadas por él. La competencia de los tribunales franceses se pretendía fundamentar en el
hecho de que era Francia el Estado para el cual se pedía la protección del Derecho y, en
consecuencia se consideraba que el territorio francés era el lugar (o uno de los lugares) de
manifestación del daño.
El Tribunal se opuso a dar entrada a la jurisprudencia eDate a partir de un argumento ya empleado
con anterioridad en la sentencia Wintersteiger (17) para las infracciones de derechos de propiedad
industrial sometidos a registro: la protección territorialmente limitada de estos derechos. Según la
mencionada sentencia Wintersteiger, «la protección otorgada por el registro de una marca nacional
se limita, por principio, al territorio del Estado miembro de registro, de modo que, por regla general,
su titular no puede invocar dicha protección fuera de ese territorio». En otras palabras, no sólo se
descartaba la aplicación de la jurisprudencia eDate, sino incluso la posibilidad de que los daños
derivados de una infracción de derechos de propiedad industrial sometidos a registro se pudieran
manifestar en una pluralidad de Estados.
La sentencia Pinckney extrapoló esta argumentación a las infracciones de derechos patrimoniales de
propiedad intelectual y, de este modo, tras recordar la protección territorial que también caracteriza
a estos derechos, rechazó la aplicación de las soluciones contempladas en eDate. Asumido esto, el
TJUE se limitó a reiterar las soluciones de la sentencia Fiona Shevill y consideró que el actor podría
demandar en el Estado de origen del hecho dañoso por la totalidad de los daños que alegara haber
sufrido, o en cada uno de los lugares de manifestación, pero únicamente por los daños
supuestamente padecidos en cada uno de esos Estados. Según la sentencia Pinckney, «habida
cuenta de que la protección que otorga el Estado miembro del órgano jurisdiccional ante el que se
presenta la demanda únicamente es válida para el territorio de dicho Estado miembro, dicho órgano
jurisdiccional sólo será competente para conocer del daño causado en el territorio del Estado
miembro al que pertenezca».
En consecuencia, para el TJUE un órgano jurisdiccional nacional sería competente como lugar de
manifestación del daño en los supuestos de infracción de derechos patrimoniales de propiedad
intelectual cuando la página web con contenido potencialmente dañoso fuera accesible desde el
Estado al que pertenece. Ahora bien, con eso no bastaría. Por el contrario, y dado que lo que se
trata de identificar es el lugar de manifestación del daño, la sentencia Pinckney exige,
evidentemente, que el hecho dañoso sea susceptible de generar un daño en dicho Estado, algo que
sólo podrá acontecer si el derecho de propiedad intelectual presuntamente vulnerado está protegido
por tal Estado. Como se señala en la propia sentencia, «en lo que respecta a la presunta vulneración
de un derecho patrimonial de autor, la competencia para conocer de una acción en materia delictual
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o cuasidelictual ya está establecida en favor del órgano jurisdiccional ante el que se ha presentado la
demanda cuando el Estado miembro en cuyo territorio se encuentra dicho órgano jurisdiccional
protege los derechos patrimoniales que invoca el demandante y el daño alegado puede
materializarse en la circunscripción territorial del Tribunal ante el que se ejercite la acción» (núm.
43).
13. La traslación a los supuestos de propiedad intelectual de la jurisprudencia Fiona Shevill y, sobre
todo, la admisibilidad por parte del TJUE de que el lugar del hecho dañoso puede estar situado en un
Estado diferente al de protección, resulta de especial importancia. Hasta entonces, y en línea con el
art. 2:202 de los principios CLIP (18) , se había cuestionado esta posibilidad basándose en la idea de
que, dado que la infracción de un derecho de propiedad intelectual únicamente requiere la realización
por parte del causante de la actividad prohibida, la infracción únicamente podría ocurrir donde se
produjera el hecho generador, por lo que conceptualmente se entendía que sería imposible la
existencia de una disociación entre el lugar de producción del hecho dañoso y el de manifestación del
daño (19) .
14. El TJUE afirmó además con rotundidad en la sentencia Pinckney algo que ya pareció admitir
tácitamente en la sentencia eDate. De este modo, tras poner de manifiesto la diferencia existente
entre las reglas de competencia en materia de consumidores y el foro extracontractual, consideró
que al contrario de lo que ocurre con las primeras, en el caso del segundo no se exige que la
actividad controvertida «se dirija al Estado miembro del órgano jurisdiccional ante el que se ha
ejercitado la acción». Es decir, para la sentencia Pinckney, al contrario de lo que parece haber
mantenido el TJUE hasta la fecha en el ámbito de la determinación de la ley aplicable (20) , el
llamado «criterio de la focalización», no resulta relevante en sede de competencia judicial
internacional (21) y, en consecuencia, la intencionalidad del presunto causante no es un elemento
que deba valorarse a la hora de concretar el lugar de manifestación del daño. De hecho, el Tribunal
consideró que si se entrara a valorar tal cuestión, se estaría realizando un examen de fondo del
asunto, y por tanto ajeno a la determinación de la competencia judicial internacional. No es posible,
por tanto, a diferencia de lo que acontece en el art. 2:202 de los Principios CLIP (22) o en el art.
204(2) de los Principios ALI (23) , apreciar en la sentencia Pinckney ninguna «cláusula de escape»
para atenuar el criterio de la mera accesibilidad (24) . Y tampoco supedita el TJUE la competencia
del Tribunal elegido por el actor al hecho de que el daño haya tenido efectos sustanciales en el foro,
como se ha propuesto por parte de algún autor para los litigios en materia de derechos
patrimoniales de propiedad intelectual e, incluso para otras modalidades de derechos de propiedad
industrial como las patentes (25) .
15. Otro de los aspectos destacados de la sentencia Pinckney es que admite la competencia de los
tribunales del lugar de manifestación del daño sobre uno de los supuestos coautores pese a que
éste no hubiera realizado ninguna actuación en dicho Estado. Ello le ha granjeado a la Corte de
Luxemburgo alguna crítica que le acusa de haber «traicionado» su habitual rechazo a utilizar el lugar
de manifestación de los daños indirectos como criterio atributivo de competencia (26) . Aunque no
es mi intención abordar ahora a fondo esta cuestión, no parece que este argumento sea acertado.
Evidentemente, el hecho dañoso (el prensado de los discos cuyo contenido es posteriormente
alojado en Internet) se verifica fuera de Francia. Ahora bien, parece incuestionable que el bien
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jurídico sobre el que se manifiesta de forma, no indirecta sino directa, ese comportamiento (en
conjunción con el de las sociedades británicas titulares de las páginas web), es el elenco de derechos
patrimoniales de propiedad intelectual del demando protegidos por el ordenamiento francés para
dicho Estado.
16. Tras la sentencia Pinckney, el TJUE se enfrentó en el Asunto Hi Hotel (citado) a un nuevo
supuesto en el que debía interpretar el art. 7.2 RBI bis con relación a una infracción de derechos
patrimoniales de propiedad intelectual. El litigio tenía su origen en la demanda interpuesta ante los
tribunales alemanes por un fotógrafo domiciliado en ese Estado, frente a una sociedad francesa (Hi
Hotel) que gestionaba un hotel en Niza. El fotógrafo había realizado unas fotografías del interior del
hotel por encargo de la sociedad Hi Hotel y cedió a ésta el derecho a explotarlas en folletos
publicitarios y en sus páginas de Internet. Posteriormente el fotógrafo descubrió que la sociedad
francesa había cedido algunas de las fotos a una editorial, que a su vez las publicó en Alemania, y
solicitó a la sociedad francesa la cesación de la difusión de las fotografías en Alemania —por sí
misma o por terceros—, además de una indemnización por los daños sufridos.
Como puede comprobarse, se trata, al igual que sucedía en Pinckney, de un supuesto en el que
hubo varios autores que presuntamente participaron en el hecho dañoso y en el que se demandó al
que no realizó ninguna actuación dentro de la circunscripción territorial del lugar de manifestación del
daño, y una vez más, el TJUE, igual que ha hecho recientemente en la sentencia Coty Prestige (27) ,
dictada en el marco de un supuesto de competencia desleal, admitió la competencia de los
tribunales del lugar de manifestación del daño frente a este demandado. La sentencia Hi Hotel
siguiendo también en este caso los postulados de la sentencia Pinckney, insiste en el hecho de que
un Tribunal de un Estado miembro es competente como lugar de manifestación del daño sólo
cuando tal Estado proteja los derechos patrimoniales que invoca el demandante y el daño alegado
pueda materializarse dentro de su circunscripción territorial, y limita la competencia de este Tribunal
a los daños presuntamente padecidos en ese Estado (28) .
IV. ¿QUÉ SUCEDE CON LOS DERECHOS MORALES DE PROPIEDAD INTELECTUAL?
17. Como ya se ha señalado, el TJUE hasta la fecha se ha pronunciado sobre la aplicación del foro
extracontractual del RBI bis en supuestos de infracciones de derechos de propiedad industrial
sometidos a registro y de derechos patrimoniales de propiedad intelectual, pero en cambio, todavía
no ha tenido oportunidad de interpretar este foro con relación a un caso de infracción de derechos
morales de propiedad intelectual.
La cuestión que por tanto se plantea es qué tratamiento deberá darse a este tipo de reclamaciones.
¿Deberán recibir el mismo trato que los derechos patrimoniales de propiedad intelectual o, por el
contrario, habrán de gozar de la misma consideración que las infracciones de los derechos de la
personalidad? Optar por la primera alternativa supondría que el titular del derecho moral podría
reclamar por la totalidad de los daños en el lugar de origen del hecho dañoso, o en cada uno de los
Estados en los que alegue haber sufrido un daño, pero sólo por los daños padecidos en cada uno de
esos Estados y siempre que esos Estados garantizasen la protección de los derechos morales de
propiedad intelectual y el daño pudiera materializarse en su territorio. Por el contrario, de aceptar la
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segunda alternativa, el titular del derecho moral podría demandar también por la totalidad de los
daños en el Estado de su centro de intereses, si bien con la duda ya expuesta de si sería necesario
que en ese Estado pudiera padecer también un daño.
18. En mi opinión, la opción más adecuada es la segunda (29) . Resulta indudable que los derechos
morales de propiedad intelectual presentan una serie de particularidades muy acusadas, que
permiten sostener la necesidad de dispensarles en sede de competencia judicial un tratamiento
diferente al que se ofrece a los derechos patrimoniales. Evidentemente, no es ahora el momento de
entrar en el debate de si estos derechos pueden o no ser considerados auténticos derechos de la
personalidad, o si simplemente deben ser considerados derechos personalísimos. Ahora bien, lo que
no se puede poner en tela de juicio es que nos encontramos ante unos derechos que, al igual que
los derechos de la personalidad, se refieren a la esfera más vinculada a la persona de su titular,
frente a los derechos patrimoniales de propiedad intelectual, que se encuentran en estrecha relación
con sus intereses económicos. Como se ha señalado desde nuestra doctrina, se podría decir que la
vulneración de estos derechos genera daños que afectan a la persona del autor a través de su obra.
La irrenunciabilidad, inalienabilidad, imprescriptibilidad, inembargabilidad y perpetuidad que nuestra
normativa sobre propiedad intelectual atribuye a estos derechos así lo acreditaría. Nos
encontramos, en definitiva, ante derechos que, pese a tener su fundamento en la propia obra,
«viajan con la persona», igual que acontece con los «auténticos» derechos de la personalidad, y por
ello unos y otros deberán recibir un trato similar.
19. Debe recordarse además que en páginas anteriores se defendió un ajuste de la sentencia eDate.
Se propuso en concreto, asumir que los únicos tribunales competentes qua tribunales del lugar de
manifestación del daño deberían ser los del centro de intereses de la supuesta víctima, al ser este
lugar donde ésta realmente «sentiría» el atentado contra su derecho. Pues bien, si se acepta esta
interpretación, en el caso de que el TJUE se enfrente en el futuro a un supuesto de infracción de
derechos morales de propiedad intelectual, la respuesta debería formularse en estos mismos
términos. Al igual que sucede con los derechos de la personalidad, la vinculación de los derechos
morales de propiedad intelectual con la persona que ostenta su titularidad es tan estrecha que
debería entenderse que, mientras que en el caso de los derechos patrimoniales de propiedad
intelectual los daños se manifiestan en cada uno de los Estados para los que se reconocen tales
derechos, en el de los derechos morales, pese a gozar también de una protección territorial, las
consecuencias derivadas de la infracción se manifestarían de forma directa y exclusiva en el lugar
donde la víctima tuviera su centro de intereses. Ello supondría, en consecuencia, que dichos
tribunales, junto a los del lugar de producción del hecho dañoso, serían los únicos competentes en
aplicación del art. 5.3 y que además podrían pronunciarse sobre la totalidad de los daños alegados
por la victima (30) .
V. COMPETENCIA JUDICIAL INTERNACIONAL Y DERECHOS MORALES DE PROPIEDAD
INTELECTUAL EN EL SISTEMA AUTÓNOMO ESPAÑOL
1. El auto del Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona, de 9 de octubre de 2013
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20. Como se señaló al comienzo del trabajo, el Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona ha
tenido ocasión de enfrentarse a un supuesto en el que debía determinar si poseía competencia
judicial internacional para resolver un litigio en materia de infracción de derechos morales de autor.
Brevemente expuestos, los hechos a los que se tuvo que enfrentar el órgano jurisdiccional español
fueron los siguientes. Una arquitecta española de reputación mundial, domiciliada en Barcelona, y
autora de una farola conocida internacionalmente, cede los derechos de explotación de dicha obra,
y en particular, los de reproducción, distribución y comunicación pública, a una sociedad con
domicilio en Barcelona. En el año 2005 la sociedad cesionaria entabló conversaciones con el Estado
de Qatar y con la empresa estatal que tiene encomendadas las funciones urbanísticas en ese país,
para realizar un proyecto en Doha que incluía la instalación de las farolas ideadas por la arquitecta
española.
Las negociaciones se rompieron, pero la actora conoció que las farolas finalmente fueron instaladas
sin su autorización en una céntrica avenida de Doha, así como que fueron fabricadas por empresas
chinas y turcas, con evidentes defectos de fabricación. Como consecuencia de todo ello decide
demandar al gobierno de Qatar y a la empresa pública Qatarí, ante los juzgados de lo mercantil de
Barcelona. En concreto, solicita que se reconozca que es titular de los derechos morales sobre la
obra de diseño de la farola, que se declare que la demandada ha vulnerado dichos derechos morales
y una indemnización por el daño moral padecido, así como la eliminación de las farolas ya colocadas
en Doha. Un dato destacable en este supuesto es que, dado el carácter céntrico de la avenida en la
que están instaladas las farolas, éstas son fácilmente visibles desde España a través de diversas
páginas web. Asimismo, las farolas aparecieron en imágenes difundidas por cadenas de televisión
españolas de ámbito nacional y local que informaban sobre un incendio acontecido en un centro
comercial de Doha en el año 2012.
21. Ya se ha señalado que en este asunto no resultaban aplicables las reglas del Reglamento
Bruselas I porque los codemandados tenían su domicilio fuera de la UE. La competencia de los
tribunales españoles debía por tanto determinarse a la luz de las reglas contenidas en la LOPJ y, en
concreto, se invocaba el foro extracontractual contenido en el art. 22.3.VIII. Según la actora, el
mencionado foro debía aplicarse en términos similares al art. 5.3 del Reglamento Bruselas I (el art.
7.2 del RBI bis), tal y como el TJUE ha interpretado dicho precepto. Ello supondría que en aquellos
casos en los que hubiera una disociación entre el lugar donde se genera el hecho dañoso y donde se
manifiesta el daño, nuestros tribunales podrían ser competentes siempre que uno u otro se ubicara
en España. En el presente caso la actora asumía que el hecho dañoso había generado en Qatar,
pero en cambio consideraba que los daños que había sufrido como consecuencia del
comportamiento de los demandados —o parte de esos daños— se manifestaban en nuestro país,
motivo por el cual, entendía que debían ser competentes los tribunales españoles.
El Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona rechazó en primer lugar que la interpretación del art.
5.3 del Reglamento Bruselas I realizada por el TJUE pudiera servir como referente hermenéutico, a
partir de un argumento sin peso alguno. Según el auto, «debería rechazarse que la interpretación
dada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea pudiera aplicarse a este caso, en tanto que
Qatar no pertenece a la Unión Europea». Evidentemente —se acaba de señalar—, al estar
domiciliados los demandados en Qatar, no resulta aplicable el Reglamento Bruselas I. Ahora bien,
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ello no impide, tal y como se expondrá a continuación, que dicho instrumento pueda constituir un
referente hermenéutico privilegiado a la hora de interpretar los foros de competencia de la LOPJ.
Tras descartar la posibilidad de utilizar el foro extracontractual del Reglamento Bruselas I como
referente interpretativo del art. 22.3.VIII LOPJ, el juzgado de lo mercantil se declaró incompetente,
aunque lo cierto es que su argumentación no resulta en absoluto clara. Inicialmente pareció asumir
que el hecho de que el art. 22.3.VIII LOPJ atribuya competencia a nuestros tribunales «cuando el
hecho del que derive la responsabilidad extracontractual haya ocurrido en España», sólo implicaría
que éstos serían competentes si el hecho dañoso se hubiera generado en España, pero no en
aquellos casos en los que el daño se manifestara en nuestro país y el hecho dañoso tuviera lugar en
el extranjero. Sin embargo, y en clara contradicción con lo anteriormente expuesto, afirma a
continuación que «es cierto que podría entenderse que los juzgados o tribunales también son
competentes cuando el hecho denunciado ha tenido alguna manifestación en nuestro país
(repercusión pública), sobre todo en temas relacionados con el derecho al honor, y el sentido de la
jurisprudencia del Tribunal de Justicia apunta en este sentido». Es decir, el auto parece reconocer la
posibilidad de que nuestros tribunales sean competentes también cuando el daño se manifieste en
España, e incluso se hace eco de la posición del TJUE al respecto. No obstante, considera el Juzgado
de lo Mercantil que incluso aceptando esta posibilidad, debe declararse incompetente ya que «la
manifestación del daño sólo se habría producido en Qatar». Según el auto, «La vulneración se ha
producido en Qatar, sin que haya tenido lugar ninguna trascendencia pública de este hecho en
nuestro país antes de la presentación de la demanda del presente procedimiento. En realidad, se
trata de un hecho privado que sólo ha sido conocido por los perjudicados».
22. El auto aporta además algunos argumentos adicionales para justificar su incompetencia, tan
heterogéneos como difícilmente asumibles. Por un lado consideró que declararse competente en
este caso supondría «una vulneración de los compromisos internacionales asumidos por
España» (sic). Por otro, y recurriendo a argumentos próximos al fórum conveniens y, por tanto,
difícilmente aceptables en nuestro ordenamiento, entendió que la asunción de competencia por
parte de los tribunales españoles podría suponer problemas tanto para la práctica de la prueba
como para la eventual ejecución en Qatar de la futura resolución española. A ello hay que añadir una
pintoresca concepción de la inmunidad de jurisdicción, en virtud de la cual el Juzgado de lo Mercantil
núm. 2 de Barcelona pareció olvidarse de que la existencia de jurisdicción constituye un presupuesto
previo a la competencia judicial internacional y que, en consecuencia, ante una alegación de
inmunidad de jurisdicción, debería pronunciarse sobre si ésta resulta o no admisible antes de entrar a
valorar su competencia judicial internacional, y no al revés.
2. El principio de ubicuidad y el artículo 22.3.VIII LOPJ. El Reglamento 44/2001 como
referente hermenéutico de las normas de competencia judicial internacional de la LOPJ
23. Aunque el juzgado de lo mercantil núm. 2 de Barcelona parece negar, al menos inicialmente, que
el RBI (o el nuevo RBI bis) constituya un referente hermenéutico para nuestras normas internas de
competencia judicial internacional, y en concreto para el foro extracontractual del art. 22.3.VIII, lo
cierto es que esta posición choca frontalmente tanto con la que de forma prácticamente unánime
sostiene la doctrina española, como con la postura que en numerosas ocasiones ha venido
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manteniendo hasta la fecha nuestra jurisprudencia y, más en concreto, con la que ha sostenido con
relación al foro extracontractual.
Los foros de competencia judicial internacional de la LOPJ que se proyectan sobre las materias
incluidas en el ámbito de aplicación del RBI bis, fueron diseñados a partir de las reglas del Convenio
de Bruselas de 1968, el primer antecedente del RBI bis, y ello supone necesariamente que tanto el
instrumento europeo como la jurisprudencia del TJUE en interpretación de sus soluciones, han de
ser los referentes interpretativos de mayor valor para nuestro sistema autónomo. Incluso
ordenamientos como el alemán, en los que la influencia de las normas europeas sobre las internas
es mucho menor que en el español, esta idea resulta indiscutible y se asume que el RBI cumple una
función referencial («Vorbildungsfunktion») para las normas internas. Como ha señalado la
Audiencia Provincial de Barcelona de manera especialmente ilustrativa en su auto de 17 de febrero
de 2011, «(...) aunque el precepto comunitario no resulte directamente aplicable a este supuesto,
proporciona criterios normativos, desarrollados por la jurisprudencia del TJUE, no sólo útiles sino
convenientes de seguimiento».
Piénsese además que las normas internas y las de los instrumentos europeos o convencionales no
constituyen realidades aisladas sino que, por el contrario, son dos piezas de un único sistema de
competencia judicial internacional. Un sistema que responde a un modelo de justicia privada y que
se basa en el respeto, entre otros, al principio de tutela judicial efectiva y de no discriminación y que
además se opone a que nuestro ordenamiento dispense un tratamiento diferente a los justiciables
ante situaciones materiales idénticas. Si las reglas de competencia judicial internacional trataran de
forma diferente a situaciones idénticas, simplemente porque en un caso el demandado está
domiciliado en el territorio de un Estado miembro y en otro no, incurriría en una contradicción
interna carente de justificación alguna (31) .
24. Es cierto, no obstante, que un reciente fallo jurisprudencial, en concreto, el AJM núm. 1 de
Madrid, de 5 de julio de 2013, negó cualquier tipo de valor hermenéutico del foro extracontractual
del Regl. (CE) núm. 44/2001 sobre nuestras reglas internas de competencia judicial internacional en
un supuesto en el que también estaba en juego la aplicación del art. 22.3.VIII LOPJ. Según esta
resolución, el hecho de que cada Estado mantenga sus reglas internas de competencia fuera de los
supuestos regulados por el Reglamento y, en especial, el hecho de que el Regl. (UE) núm.
1215/2012 haya mantenido un ámbito territorial de aplicación limitado para la mayor parte de sus
reglas y con ello también la vigencia de las normas internas, sería la prueba evidente de que el
legislador europeo respeta la autonomía de las soluciones nacionales y consecuentemente con ello,
de la negación del valor referencial de las soluciones del RBI bis. Ello además quedaría reforzado por
el hecho de que en ocasiones las normas internas tengan un contenido diferente a las del
Reglamento. El ejemplo más evidente lo encontraríamos, según el auto mencionado, en el propio
art. 22.3.VIII, que a diferencia de su equivalente en el instrumento europeo, atribuye también
competencia a nuestros tribunales cuando la residencia habitual de la víctima y del causante
estuvieran en España.
Sin embargo, esta interpretación resulta fácilmente contestable. Por lo pronto, el hecho de que la
normativa europea mantenga el juego de las normas autónomas de competencia judicial
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internacional y reconozca por tanto la autonomía del legislador nacional para los supuestos
excluidos del Reglamento, no impide que, tal y como sucede con nuestro país, el propio legislador
nacional renuncie o limite dicha autonomía, a fin de mantener unos mínimos niveles de coherencia
interna dentro del sistema de competencia judicial internacional, máxime cuando comparte los
valores en los que se inspiran las soluciones contempladas en el texto europeo.
Por otro lado, ciertamente hay diferencias puntuales entre las normas contempladas en el RBI bis y
las de nuestro sistema autónomo, pero ello en absoluto puede utilizarse como argumento para
negar el destacado valor hermenéutico del instrumento europeo ya que en determinadas ocasiones,
tal y como sucede con el art. 22.3.VIII, nuestro legislador puede verse impelido a ampliar los foros
de competencia del RBI bis y a atribuir competencia a los tribunales españoles, pese a que en un
supuesto similar carecerían de competencia en aplicación del Reglamento. Téngase en cuenta que el
hecho de que nuestros tribunales no sean competentes en virtud de los foros de la LOPJ tiene como
consecuencia que el actor se verá obligado a litigar ante tribunales de terceros Estados que no
siempre se mostrarán tan respetuosos con los derechos procesales de las partes como los
tribunales europeos. Por este motivo, y por supuesto, sin que ello suponga la apertura de foros
exorbitantes a favor de los tribunales españoles que generen a una carga arbitraria, caprichosa,
imprevisible o excesivamente onerosa (32) , estaría plenamente justificado que nuestros sistema
autónomo de competencia judicial internacional atribuyese competencia a los tribunales españoles
en un mayor número de casos de lo que lo harían las normas del Reglamento.
25. Debe reconocerse, no obstante, que la redacción del art. 7.2 RBI bis y del art. 22.3VIII LOPJ no
es idéntica. Mientras que el RBI bis se refiere al «Tribunal del lugar donde se hubiere producido o
pudiere producirse el hecho dañoso», el art. 22.3.VIII LOPJ atribuye competencia a nuestros
tribunales «cuando el hecho del que deriven haya ocurrido en territorio español». Esta diferencia
parece que llevó al Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona a entender que ambos poseen un
contenido diferente y a considerar, al menos inicialmente, que en virtud del art. 22.3.VIII LOPJ los
tribunales españoles serían competentes siempre que el hecho generador del daño se hubiera
producido en España, pero no cuando en nuestro país sólo se materializara el daño. Es decir, el auto
parecería asumir que la diferencia entre el art. 22.3.VIII LOPJ y el foro extracontractual del Regl.
(CE) núm. 44/2001 obedecería a la intención del legislador de 1985 de dotar a aquél de un
contenido diferente al de éste, y niega, en consecuencia, la posibilidad de interpretar la norma de
nuestro sistema autónomo de acuerdo al principio de ubicuidad. Ello supondría la incompetencia de
los tribunales españoles, ya que el hecho dañoso —la reproducción no consentida de las farolas— se
realizó en Qatar.
Sin embargo, esta interpretación resulta inasumible. La diferencia en la redacción de uno y otro
precepto en absoluto respondió a una supuesta voluntad del legislador español de separarse del
entonces art. 5.3 del Convenio de Bruselas sino, simplemente, a la intención de mantener una
redacción coherente con la que utiliza la norma de conflicto en materia extracontractual del art.
10.9 CC. Simplemente eso. No hay que buscar por tanto ninguna intención en diferenciarse en este
punto del Convenio de Bruselas.
De hecho, si se pretende hacer una lectura literal del art. 22.3.VIII LOPJ y del art. 7.2 RBI bis, deberá
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tenerse en cuenta que, en realidad, ambas reglas, y no sólo nuestra norma interna, hacen referencia
al hecho generador y no a la manifestación del daño. Sin embargo, ello no fue obstáculo para que el
TJUE optara por atribuir también competencia a los tribunales del lugar de manifestación del daño
cuando éste se concretara en un lugar diferente al de producción del hecho dañoso, ni por tanto
tampoco debería serlo para optar por una interpretación similar en aplicación del art. 22.3.VIII LOPJ,
máxime cuando se trata de un precepto que, al igual que la norma de conflicto del art. 10.9 CC, no
está redactado en torno a la idea de «daño» sino de obligación o de responsabilidad (se aplica en
materia de «obligaciones extracontractuales», no de «daños extracontractuales»). Es decir, se trata
de una norma que se construye a partir del «hecho del que derive la responsabilidad» y no «del
hecho del que derive el daño». Y no puede olvidarse que la responsabilidad por daños nace, en
definitiva, de la suma de un hecho dañoso y de un daño, vinculados a través de un nexo causal, lo
que pone de manifiesto que ninguna de estas dos normas se decanta por uno u otro criterio. En
otros términos, el art. 22.3.VIII utiliza una redacción neutra, cuya amplitud admite sin problemas su
aplicación a la luz del principio de ubicuidad.
Sucede además que, tal y como ya se ha avanzado, el art. 22.3.VIII LOPJ posee un alcance más
amplio que el art. 7.2 RBI bis y atribuye también competencia a los tribunales españoles cuando la
víctima y el causante del daño tengan su residencia habitual en España. El motivo ya lo conocemos:
garantizar la competencia de nuestros tribunales en un amplio elenco de casos para conjurar el
riesgo de que el actor se vea obligado a litigar ante tribunales extranjeros no demasiado
escrupulosos con sus derechos procesales. Es decir, el legislador español, amplió el caudal de
competencia de los tribunales españoles en materia extracontractual porque consideró que los
criterios de competencia empleados en la norma europea eran insuficientes. Pues bien, si esto es
así, resulta difícilmente explicable por qué ese mismo legislador querría apartarse de las soluciones
contempladas en el Reglamento, no ya para ampliar el juego del foro extracontractual, sino para
todo lo contrario, es decir, para restringir su juego excluyendo el juego del principio de ubicuidad.
26. Es más, incluso sin aceptar que el foro extracontractual del RBI bis pueda servir como principal
referente hermenéutico del art. 22.3.VIII, lo cierto es que existen argumentos de peso que obligan a
dotarlo de un contenido similar al de la norma europea y a asumir la competencia de nuestros
tribunales, no sólo cuando el hecho daño se genere en España, sino también cuando se manifieste
en nuestro país. Desde la doctrina se ha invocado, entre otros, la posible denegación del acceso a la
justicia que supondría no abrir la competencia de nuestros tribunales en supuestos tan
estrechamente vinculados con nuestro país como aquellos en los que el daño se manifiesta en
España (33) , un argumento del que se han hecho eco también nuestros tribunales. Claro ejemplo
de ello lo encontramos, por cierto, en el mencionado auto del Juzgado de lo Mercantil núm. 1 de
Madrid de 5 de julio de 2013, donde, además de señalarse con relación a los daños sobre bienes
intangibles, que estos supuestos son per se ubicuos y que, por tanto, una «aplicación lineal y
simplista del art. 22.3 LOPJ dejaría la competencia judicial internacional de nuestros Tribunales
reducida a los casos en que el demandado estuviera domiciliado en nuestro país», se considera
también que «el parco e inapropiado art. 22.3 LOPJ debe ser objeto de una completa
reinterpretación» para los supuestos de daños ubicuos.
27. En definitiva, en el caso concreto del art. 22.3.VIII, el valor referencial del RBI bis supone que
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deberá ser interpretado y aplicado en similares términos a su art. 7.2, tal y como la jurisprudencia
del TJUE ha interpretado este precepto hasta la fecha. Ello implica que, a pesar de que el tenor
literal de la norma no lo señale de forma expresa, en aquellos casos en los que exista una
disociación entre el lugar de generación del hecho dañoso y el lugar de manifestación del daño,
bastaría con que sólo uno de estos lugares estuviera en España para que nuestros tribunales fueran
competentes. Asimismo, a la hora de concretar ambos lugares, nuestros tribunales deberán atender
a las soluciones alcanzadas por el TJUE al respecto.
3. El artículo 22.3.VIII LOPJ y los derechos morales de propiedad intelectual
28. Una vez expuesta la necesidad de interpretar el art. 22.3.VIII LOPJ en términos similares al foro
extracontractual del RBI bis, y ante la inexistencia hasta la fecha de una respuesta especifica del
TJUE para los litigios relativos a la infracción de derechos patrimoniales de propiedad intelectual, el
Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona, debería haberse debatido entre aplicar una de las dos
soluciones anteriormente expuestas para las infracciones de derechos morales de propiedad
intelectual. Es decir, recurrir a la solución propuesta en las sentencias Pinckey y Hi Hotel para los
derechos patrimoniales de autor, o bien, aplicar la solución a mi juicio más acertada y extender el
tratamiento que ha dado el TJUE en el asunto eDate a las violaciones de los derechos de la
personalidad. Y lo cierto es que en ambos casos, y al contrario de la solución a la que llega el auto,
la competencia del Juzgado de lo Mercantil parece indiscutible. La única diferencia es que en el primer
caso dicha competencia se limitaría a los daños padecidos en España, mientras que en el segundo,
abarcaría la totalidad de daños sufridos por la actora.
29. Si se opta por la primera alternativa, y siguiendo los postulados del TJUE en las sentencias
Pinckney y Hi Hotel, el Juzgado de lo Mercantil núm. 2 sería competente como lugar de
manifestación del daño siempre y cuando el Derecho español amparase los derechos cuya
protección se solicita, y además, el daño pudiera verificarse en su circunscripción territorial. Pues
bien, ambos requisitos se cumplirían en este caso. De un lado, se solicita la protección de los
derechos morales del autor a la divulgación, paternidad e integridad para (entre otros) el
ordenamiento español, un ordenamiento que, no hace falta indicarlo, protege tales derechos (arts.
14-16 LPI). De otro, en la medida en que es posible acceder a través de Internet a fotos en las que
aparecen las farolas copiadas, y además se difundieron imágenes de dichas farolas a través de un
canal de televisión español, parece evidente que el daño alegado puede materializarse dentro de la
circunscripción del Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona.
Es más, como ya sabemos, en contra de la competencia de los tribunales españoles no podría
alegarse la ausencia de intencionalidad de los codemandados. El hecho de que éstos no hubieran
«dirigido» el hecho dañoso hacia España al no participar en la difusión de las fotos de las farolas a
través de Internet ni de las imágenes de televisión, carece de relevancia en sede de competencia
judicial internacional. El mero acceso a las fotos o a las imágenes desde España puede generar una
violación de los derechos morales de la autora y, por tanto, debería ser suficiente para activar la
competencia de nuestros tribunales. Y tampoco podría alegarse a la luz de los postulados de las
sentencias Pinckney y Hi Hotel que los demandados no realizaron ningún acto dentro del territorio
español. Como se acaba de exponer, ambas resoluciones permiten demandar al presunto autor de
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una violación de derechos patrimoniales de propiedad intelectual pese a que no haya realizado
ninguna actividad en el lugar de manifestación del daño.
Debe señalarse además, que no se puede compartir la postura del Juzgado de lo Mercantil, para
quien «la vulneración se ha podido producir en Qatar, sin que haya tenido lugar ninguna
trascendencia pública en nuestro país antes de la presentación de la demanda del presente
procedimiento». El error del Juzgado tiene su origen en el hecho de que el foro extracontractual del
art. 22.3 LOPJ, igual que el art. 7.2 RBI bis y otros foros especiales por razón de la materia, utiliza
como criterio de conexión elementos o circunstancias con «doble relevancia», que deben ser
utilizados tanto en sede de competencia judicial internacional como para resolver el fondo del litigio.
En concreto, tanto el art. 22.3.VIII como el 7.2 RBI bis se construyen en torno a la existencia de un
daño, pero no exigen que el juez al pronunciarse sobre su competencia determine si efectivamente
se ha producido o no tal daño. Si realmente éste existe o no constituye una cuestión de fondo
posterior que, tal y como ha sostenido nuestra doctrina mucho antes de que lo señalara el TJUE en
el asunto Pinckney (34) , deberá resolverse tras la sustanciación de todo el procedimiento. En otras
palabras, en sede de competencia judicial internacional no es posible realizar una prueba plena de los
hechos (lo contrario pondría en juego el propio derecho de acceso a los tribunales), sino que basta
con que el actor aporte un principio de prueba que permita al juez deducir que existe o puede existir
el requisito que le permite asumir competencia sobre el supuesto.
30. Por el contrario, si se opta por la segunda alternativa, que es, al fin y al cabo, la que se ha
considerado más adecuada a lo largo del trabajo, y presumiendo que el centro de intereses de la
víctima está en Barcelona, al estar allí su residencia, ello supondría la atribución de competencia al
Juzgado de lo Mercantil de Barcelona para conocer de la totalidad de los daños morales sufridos por
la víctima. Ya se señaló que no está claro si el TJUE exigió que el centro de intereses fuera también
uno de los lugares de manifestación del daño, pero, tal y como se acaba de apuntar, si se entiende
que el TJUE realmente exigió tal requisito, también se verificaría en este caso.
Es cierto que el supuesto planteado ante el Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona presenta
algunas diferencias con el que dio origen al asunto eDate, ya que mientras que en este último el
hecho dañoso es la propia difusión en Internet de la información presuntamente difamatoria, en el
caso del primero, el hecho potencialmente dañoso (la copia de las farolas), se produce al margen de
la Red, y es posteriormente la difusión a través de Internet (junto a la emisión de las imágenes de
las farolas por cadenas de televisión españolas), la que permite que el hecho dañoso pueda llegar
prácticamente a todo el mundo y, en consecuencia, pueda generar daños en una pluralidad de
Estados. Ahora bien, como ya se ha apuntado, la argumentación del TJUE no responde en realidad a
que el instrumento que permitió cometer el hecho dañoso fuera Internet, sino a que el hecho
dañoso se difundiera a través de un medio que posibilitase la generación de potenciales daños en un
elevado número de Estados, algo que perfectamente podría darse en el caso resuelto por el
Juzgado de lo Mercantil núm. 2 de Barcelona, desde el momento en que las imágenes de las farolas,
al margen de difundirse por televisión aparecen en Internet y la víctima y su obra son conocidas en
un elevado número de Estados.
(1)
SSTJUE de 3 de octubre de 2013, Peter Pinckey c. KDG Mediatech AG (C-170/2012) y de 3 de
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abril de 2014, Hi Hotel HCF SARL c. Uwe Spoering (C-387/2012).
Ver Texto
(2)
As. C-441/2013, Hejduk y EnergieAgentur.NRW GmbH. En este asunto la pregunta que se plantea
al TJUE es la siguiente: «¿Ha de interpretarse el art. 5, punto 3, del Regl. (CE) núm. 44/2001 del
Consejo, de 22 de diciembre de 2000, relativo a la competencia judicial, el reconocimiento y la
ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil, en el sentido de que, en un litigio
relativo a una vulneración de los derechos afines a los derechos de autor, cometida
supuestamente al mantenerse disponible una fotografía en una página web y dándose la
circunstancia de que dicha página web es operada bajo el dominio de primer nivel de un Estado
miembro diferente de aquel en que el titular del derecho tiene su domicilio, son competentes
únicamente los tribunales: del Estado miembro en que tiene su establecimiento el presunto
infractor; así como del Estado miembro o los Estados miembros a los que está dirigida, por su
contenido, la página web?»
Ver Texto
(3)
Vid. per omnia STJUE de 16 de julio de 2009, Zuid-Chemie BV contra Philippo’s Mineralenfabriek
NV/SA (C-189/2008), núm. 24 y las referencias que allí se contienen.
Ver Texto
(4)
Vid. v. gr. las sentencias de la Corte de Luxemburgo de 17 de junio de 1992, Handte Jakob
Handte & Co. GmbH contra Traitements mécano-chimiques des surfaces SA (C-26/1991), núm.
18 o eDate Advertising GmbH c. X y Olivier Martinez y Robert Martinez c. MGN Limited (Asuntos
acumulados C-509/2009 y C-161/2010), de 25 de octubre de 2011, núm. 50.
Ver Texto
(5)
STJUE de 30 de noviembre de 1976, Handelskwekerij G. J. Bier BV contra Mines de potasse
d’Alsace SA (As. C-21/1976).
Ver Texto
(6)
Vid. las SSTJUE de 11 de enero de 1990, Dumez France SA y Tracoba SARL c. Hessische
Landesbank y otros (C-220/2008) y de 10 de junio de 2004, Rudolf Kronhofer contra Marianne
Maier y otros (C-168/2002).
Ver Texto
(7)
STJUE de 7 de marzo de 1995, Fiona Shevill, Ixora Trading Inc., Chequepoint SARL y Chequepoint
International Ltd contra Presse Alliance SA. (C-68/1993).
Ver Texto
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(8)
De la misma opinión, entre otros: ÁLVAREZ RUBIO, J. J., «Jurisdicción competente y ley aplicable
en materia de difamación y protección de los derechos de la personalidad», Anuario Español de
Derecho internacional privado, 2011, págs. 89 a 118, pág. 106; MUIR WATT, H., «Nota a la
Sentencia eDate», Revue critique de droit international privé, 2012, 2, págs. 401 a 411 y 403 a
404.
Ver Texto
(9)
De hecho, desde la doctrina se viene sugiriendo hace tiempo la introducción de una especie de
foro general para los supuestos de daños a través de Internet, que permitiera atribuir competencia
a tribunales vinculados al actor (de su domicilio, residencia habitual o establecimiento) para la
totalidad de los daños reclamados (vid. v. gr. KAUFMANN-KOHLER, G., «Internet: Mondialisation
de la communication - mondialisation de la résolution des litiges?, en BOELI -WOELKI, K.,
KESSEDJIAN, C. (Eds.), Internet, Which Court decides, Which Law Applies?, Kluwer, 1998, págs.
108 y ss.
Ver Texto
(10)
Sobre esta cuestión, vid. in extenso, LORENTE MARTÍNEZ, I., «Lugar del hecho dañoso y
obligaciones extracontractuales. La STJUE de 25 de octubre de 2011 y el coste de la litigación
internacional en Internet», Cuadernos de Derecho Transnacional, marzo 2012, vol. 4, núm. 1,
págs. 277 a 301 y 290 a 300.
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(11)
De esta opinión LORENTE MARTÍNEZ, I., «Lugar del hecho dañoso...», op. cit., págs. 297 a 300.
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(12)
Entre los autores que dan por hecho que el centro de intereses de la víctima debe ser uno de los
lugares de manifestación del daño puede consultarse, GILLES, L., «Jurisdiction for cross-border
breach of personality and defamation: eDate Advertising and Martinez», International and
Comparative Law Quaterly, 61, págs. 1007, 1016 y 1014-1016. Dentro de nuestra doctrina, P.
DE MIGUEL ASENSIO parece exigir también este requisito («Difamación en Internet. ¿Dónde
demandar? Segunda parte», http://pedrodemiguelasensio.blogspot.com.es/2011/10/difamacionen-internet-donde-demandar.html).
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(13)
Vid. AMORES CONRADI, M. A., TORRALBA MENDIOLA, E. C., «XI tesis sobre el estatuto delictual»,
Revista Electrónica de Estudios internacionales, núm. 8, 2004, pág. 21 (file:///C:/Users/Iv%C3%
A1n/Downloads/Amores&Torralba_reei8_%20(1).pdf)
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(14)
En términos similares, USUNIER, L., «Nota a la Sentencia Pinckney», Revue critique de droit
international privé, 2014, págs. 195 a 206 y 203 a 205.
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(15)
Con más detalle, vid.: OREJUDO PRIETO DE LOS MOZOS, P., «La vulneración de los derechos de
la personalidad en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia», La Ley Unión Europea, núm. 4, 2013;
TORRALBA MENDIOLA, E. C., «La difamación en la era de las comunicaciones. ¿Nuevas
perspectivas
de
Derecho
internacional
privado? »,
InDret¸
1/2012,
pág.
16
(http://www.indret.com/pdf/880_es.pdf).
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(16)
No sucede lo mismo con los litigios relativos a la inscripción y validez de derechos de propiedad
industrial sometidos a registro, para los que el RBI bis establece la competencia exclusiva de los
tribunales del Estado del registro (art. 24.4).
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(17)
STJUE de 19 de abril de 2012, Wintersteiger AG c. Products 4U Sondermaschinenbau GmbH (As.
C-523/2010).
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(18)
«Principios sobre Derecho internacional privado de la propiedad intelectual». Elaborados por el
Grupo Europeo Max Planck sobre Derecho internacional privado de la propiedad intelectual (CLIP).
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(19)
Sobre esta cuestión, vid. con mayor detalle: DE MIGUEL ASENSIO, Derecho privado de Internet¸
4.ª ed., Cizur Menor, 2011, pág. 577; METZGER, A., «Jurisdiction in cases concerning intellectual
property infringements on the Internet. Brussels I Regulation, ALI-Principles and Max-Planck
Proposals», en LEIBLE, S., OHLY, A., Intellectual Property and Private International Law, Tubinga,
2009, págs. 251 a 267 y 258.
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(20)
Vid. las SSTJUE de 18 de octubre de 2012, Football Dataco Ltd, Scottish Premier League Ltd,
Scottish Football League, PA Sport UK Ltd c. Sportradar GmbH, Sportradar AG (C-173/2011) y de
12 de julio de 2011, L’Oréal SA, Lancôme parfums et beauté & Cie SNC, Laboratoire Garnier &
Cie, L’Oréal (UK) Ltd c. eBay International AG y otros (C-324/2009).
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(21)
Con carácter general, sobre este criterio, vid. CACHARD, O. «Le domaine coordonné par la
Directive sur le commerce électronique et le droit international privé», RDAI, 2004-2, págs. 161 a
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179; vid. asimismo su comentario a la sentencia de la Cour Cassation francesa de 9 diciembre
2003, Castellblanch», Revue critique de droit international privé, 2004, págs. 633 a 644.
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(22)
Art. 2:202: Infracción. En los litigios relativos a la infracción de un derecho de propiedad
intelectual las personas podrán ser demandadas en los tribunales del Estado donde se hubiere
producido o pudiere producirse la supuesta infracción, salvo que el supuesto infractor no hubiera
actuado en ese Estado para iniciar o proseguir la infracción y su actividad no pueda ser
razonablemente percibida como dirigida a ese Estado.
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(23)
Principios del American Law Institute (ALI) sobre competencia, elección del derecho aplicable, y
sentencias en litigios transnacionales de propiedad intelectual. El art. 204 (2) señala lo siguiente:
«A person may be sued in a State in which its activities give rise to an infringement claim if it
reasonably can be seen as having directed those activities to that State».
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(24)
Con más detalle, vid. UBERTACCI, B., «Infringement and Exclusive Jurisdiction in Intellectual
Property a Comparison for the International Law Association», Journal of Intellectual Property,
Information Technology and Electronic Commerce Law, 3 (3), 2012, págs. 229 y 230.
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(25)
Vid. MEZGER, A., «Jurisdiction ...», op. cit., págs. 257-258.
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(26)
Vid.
HUSOVEC,
M., «Is
Pinckney
dangerows
law?»,
(Hut’ko's
Technology
Law
Blog,
http://www.husovec.eu/2013/11/is-pinckney-dangerous-law.html).
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(27)
STJUE de 5 de junio de 2014, Coty Germany c. First Note Perfurmes NV (C-360/2012).
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(28)
En cambio, el TJUE confirmó lo que ya había señalado en la sentencia Melzer (STJUE de 16 de
mayo de 2013, Melzer c. MF Global UK Ltd., C-228/2011), y negó que se pudiera atribuir
competencia frente a un sujeto a un determinado Tribunal, no ya como Tribunal del lugar de
manifestación del daño, sino como Tribunal del hecho causante del daño, cuando dicho sujeto no
actuó en la circunscripción territorial de éste.
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(29)
En términos similares: DE MIGUEL ASENSIO, P., Derecho..., op. cit., pág. 789; GINSBURG, J. C.,
GAUTHER, M., «The celestial Jukebox and Earthbound Courts: Judicial competence in the EU and
tghe US over copyright infringements in Cyberspace», Revue Internationale du Droit d’Auteur
(RIDA), vol. 173, págs. 60 a 131 y 83 a 89; Muir WATT, H., «Nota...», op. cit., págs. 403-404.
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(30)
En esta línea van los argumentos de J. C. GINSBURG en «The private international law of
copyright in an Era of Technological Change», Recueil des Cours, 273 (1998), págs. 239 a 406 y
308.
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(31)
VIRGÓS SORIANO, M. y GARCIMARTÍN ALFÉREZ, F. J., Derecho procesal civil internacional, 2.ª
ed., Madrid, 2007, pág. 115.
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(32)
Vid. STC 61/2000, párr. 4
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(33)
CORDERO ÁLVAREZ, C. I., La protección del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen
en el tráfico privado internacional, Tesis Doctoral, 2012, págs. 267-269 (disponible en
http://eprints.ucm.es/16299/1/T33950.pdf).
Ver Texto
(34)
VIRGÓS SORIANO, M. y GARCIMARTÍN ALFÉREZ, F. J., Derecho..., op. cit., pág. 367.
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