Género, Psicoanálisis y Educación Ana Edith de la Torre Cárdenas La labor docente y el papel de la escuela han sido temas ampliamente abordados, desde muy distintos ángulos, por ejemplo, sus propósitos, funciones, entre otros, pero pocas veces nos detenemos en el estudio de la escuela como institución subjetivante, es decir dejamos de lado el análisis de su papel en la construcción del sujeto como tal. La propuesta aquí es atender a esta función, y en particular al estudio de su papel en la construcción de la identidad de género de los alumnos, para lo que nos apoyaremos en el psicoanálisis, por ser una disciplina que ofrece teorías capaces de dar cuenta de dicho proceso. Si bien el concepto de género no es propiamente un concepto que provenga del psicoanálisis, de manera que ni Freud, Melanie Klein o Jaques Lacan lo utilizaron en el sentido que hoy le conocemos, sin embargo llegan a abordarlo al hablar de la paridad masculinidad-feminidad; en relación a estos conceptos, Freud, en una nota al pie de la pág. 2001 de Tres ensayos de teoría sexual, bajo el subtema de “Diferencias entre el hombre y la mujer” (1905), menciona que es necesario dejar en claro que los conceptos de “masculino” y “femenino” , que tan uniformes parecen a la opinión común, en la ciencia se encuentran entre los más confusos y deben descomponerse en al menos tres direcciones: pudiendo emplearlos en el sentido de actividad y pasividad, o en el sentido biológico, o en el sociológico. El 1 Esta nota al pie fue agregada en 1915. Freud, S. Tres ensayos de teoría sexual (1905). Amorrortu Editores, Volumen VII, Argentina, 2000. primero de estos tres significados, actividad-pasividad, es el esencial para el psicoanálisis, siendo el empleo que con mayor frecuencia se le da en las tesis propuestas por Freud, a eso se debe que la libido se defina como activa, pues la pulsión siempre lo es, siempre está en búsqueda de ser satisfecha, aún en los casos que se ha puesto una meta pasiva. En el segundo significado, el biológico, lo masculino y lo femenino se caracterizan por la presencia del semen o del óvulo respectivamente, y por las funciones que estos cumplen en la reproducción. El tercer significado, el perteneciente a la sociología, cobra contenido de la observación de los sujetos masculinos y femeninos existentes en la realidad. Esta observación muestra que en el caso de los seres humanos no encontraremos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico. Más bien todo individuo exhibe una mezcla de su carácter sexual biológico que incluye rasgos del otro sexo, así como una mezcla de actividad y pasividad, siendo los segundos dependientes, en cierta medida, de los primeros, y en otro tanto, independientes de ellos, esto hace referencia al proceso de subjetivación, dónde la construcción que hace el sujeto deriva en algo de su carácter biológico pero es independiente a este. Mi análisis se apoya en el psicoanálisis para describir el proceso de subjetivación, analizar sus componentes masculinos y femeninos, y recurre a la sociología para el análisis del proceso de construcción del sujeto en tanto su identidad de género. Al hacer un recorrido a través de la obra de Freud para observar lo por él expuesto acerca de la paridad masculinidad-feminidad, nos topamos con que en diferentes textos Freud habla de lo masculino y femenino en el sentido de actividad- pasividad, fuerza-debilidad, respectivamente, de manera que él sujeto llega a construir “patrones” con la cualidad de masculino o femenino, pero esto es independiente al desarrollo de roles de género, su descripción se orienta más a la “economía psíquica” que le lleva al sujeto, hombre o mujer, a adoptar una postura, desde lo masculino o femenino, frente a su propia sexualidad, más adelante en su trabajo, al hablar de la sexualidad infantil y propiamente el Complejo de Edipo, plantea un recorrido diferente para el niño y la niña, lo que les llevará, por vía de la identificación, a apropiarse de los roles asignados para su sexo, conformándose como hombre o mujer, sin que sea todavía una conformación definitiva, esto debido a que en todo sujeto siempre coexisten tanto la pasividad como la actividad. A pesar de que por momentos, en su obra, Freud parece hablar de género, no deja de ser más que una interpretación, ya que no podríamos decir que precisamente pretendía señalar lo que hoy en día denominamos como tal, de ahí la necesidad de revisar autores posteriores a Freud, quienes se sirven de la disciplina psicoanalítica para dar luz acerca de este tema. En “Diferencias entre el hombre y la mujer” (Tres ensayos de teoría sexual pg. 200, 1905) Freud señala: “Sólo con la pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino y el femenino, una oposición que después influye de manera más decisiva que cualquier otra sobre la trama vital de los seres humanos. Es cierto que ya en la niñez son reconocibles disposiciones masculinas y femeninas; el desarrollo de las inhibiciones de la sexualidad (vergüenza, asco, compasión) se cumple en la niña pequeña antes y con menores resistencias que en el varón; en general, parece mayor en ella la inclinación a la represión sexual…adopta de preferencia la forma pasiva. La sexualidad de la niña pequeña tiene un carácter enteramente masculino…, podría defenderse también el aserto de que la libido es regularmente, y con arreglo a la ley, de naturaleza masculina, ya se presente en el hombre o en la mujer, y prescindiendo de que su objeto sea el hombre o la mujer.” Este carácter masculino de la sexualidad de la niña al que hace referencia Freud índica que la pulsión en la niña es activa, de ahí que su carácter sea masculino. Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis2, en su diccionario sobre psicoanálisis, recogen lo expuesto por Freud acerca de la paridad masculinidad-feminidad: “Oposición recogida por el psicoanálisis…modo de situarse el sujeto humano en relación con su sexo biológico constituye el término aleatorio de un proceso conflictual.” (Laplanche, J., Pontalis, J.1994) De alguna manera ya entonces se señalaba que la identidad de género es un constructo, una posición que toma el sujeto frente a su determinación biológica, la cual no siempre coincide con ella, de ahí que haya sujetos varones que se asumen como mujeres y viceversa, lo que lleva a un sujeto a asumirse en lo femenino o masculino es resultado de un conflicto que toma lugar en los procesos educativos a los que queda sujeto desde que se vuelve sujeto social, sin que esto 2 Laplanche, Jean; Pontalis, Jean-Bertrand. (1994) Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Labor. Colombia. Pág. 217 necesariamente de cuenta de algún problema, por lo que el conflicto en este caso no refiere a la enfermedad, sino más bien como resultado de fuerzas que se encuentran y procesan psíquicamente en el proceso de subjetivación. Uno de los “conflictos” ( en el sentido mencionado arriba), de acuerdo a Freud, debe sortear el sujeto y que contribuyen a su definición en lo masculino o femenino es el Complejo de Edipo, conceptualización que construye por referencia a la saga del héroe griego Edipo, quien en completo desconocimiento, mata a su padre y toma por esposa a su madre, Freud apunta a la tesis de que el niño pequeño, al igual que el héroe griego, desea tomar a la madre por esposa y entra en rivalidad con el padre, la diferencia con respecto a la saga es que aquí el pequeño niño reconoce plenamente a sus padres. El transito del sujeto a través de este complejo le lleva, tras la renuncia a la madre, a la posibilidad de colocarse al igual que el padre en la postura masculina. Para la niña, Freud, simplemente nos dice que ha de recorrer un camino similar pero inverso, que la lleve a la asunción de la postura femenina, sin embargo establece una clara diferencia para el desarrollo de niños y niñas ya que a partir del establecimiento del complejo de Edipo se debe describir por separado el camino que han de seguir varoncitos y niñas- hombre y mujer- , pues ahora la diferencia entre los sexos alcanza su primera expresión psicológica.3 A pesar de tal señalamiento agrega que la dualidad de los sexos se levanta ante nosotros a modo de un gran enigma, una ultimidad para nuestro conocimiento, 3 Freud, S. Tomo XXIII Moisés y la religión monoteísta. Esquema del psicoanálisis y otras obras (1937-1939) página 187. Amorrortu Editores (Argentina) que desafía ser reconducida a algo otro. Hasta lo desarrollado por Freud, el psicoanálisis no parece decir mucho acerca del género, sin embargo establece un conjunto de bases que permitirán a psicoanalistas y teóricos posteriores hacer desarrollos que permiten analizar y dar cuenta de los procesos psíquicos llevados a cabo por el sujeto para la construcción de su identidad de género. “El psicoanálisis no ha aportado nada para aclarar este problema, que, manifiestamente, pertenece por entero a la biología. En la vida anímica sólo hallamos reflejos de aquella gran oposición, interpretar la cual se vuelve difícil por el hecho, vislumbrado de antiguo, de que ningún individuo se limita a los modos de reacción de un solo sexo, sino que de continuo deja cierto sitio a los del contrapuesto, tal como su cuerpo conlleva, junto a los órganos desarrollados de uno de los sexos, también los mutilados rudimentos del otro, a menudo devenidos inútiles. Para distinguir lo masculino de lo femenino en la vida anímica nos sirve una ecuación convencional y empírica, a todas luces insuficiente. Llamamos masculino a todo cuanto es fuerte y activo, y femenino a lo débil y pasivo. Este hecho de la bisexualidad también psicológica, entorpece todas nuestras averiguaciones y dificulta su descripción.” (Freud, 1937) Posteriormente a los trabajos de Freud, propiamente en la década de los cincuenta del siglo XX, y en un campo de conocimiento diferente, el campo de la biología, John Money4 (1955) acuña el término “roles de género” para describir el conjunto de conductas que se atribuyen a hombres y mujeres, y que establece una diferencia entre ellos. Tales conductas eran adquiridas a través del entorno: familia, escuela, cultura, etc. La expresión “rol de género” queda reducida, desde donde la concibe y aplica Money, al carácter social de las conductas adoptadas por un sujeto hombre o mujer y que se acoplan a lo que socialmente se establece para cada sexo; quedando siempre como supeditada al sexo biológico del sujeto, la adquisición de roles aparece como un proceso meramente social y propiamente educativo, impuestos desde afuera, sin que el sujeto, como individuo haga algo con ellos más que adoptarlos e integrarlos a su persona. Más adelante, este concepto dio paso a la creación de nuevas construcciones teóricas como la de “identidad de género”, establecida por Robert Stoller5 (1968; gender identity) en la que establece que ésta no está determinada por el sexo biológico, sino por el hecho de haber vivido desde el nacimiento las experiencias, ritos y costumbres atribuidos a cierto género, pero ya no depende de lo biológico, y que son transmitidas y asumidas mediante procesos educativos; la experiencia personal ante las imposiciones sociales y no el sexo biológicamente constituido al sujeto, es lo que viene a definir a alguien como sujeto masculino o femenino. Este 4 John Money, era un especialista en endocrinología infantil y sexólogo de orientación conductista que intentaba, con el término “roles de género” dar cuenta de la manera en que las personas establecían una identidad ante los estados intersexuales, como por ejemplo los hermafroditas que adoptan una identidad que no siempre va en relación con su sexo biológico más evidente. Tubert, Silvia. ¿Psicoanálisis y género?. Tomado de webs.uvigo.es/pmayobre/master/textos/psicoanálisis_y_genero.doc 5 Stoller, Robert, (1968) quien estudiaba los trastornos de la identidad sexual, llegó a establecer el concepto de identidad de género Tubert, Silvia. ¿Psicoanálisis y género?. Tomado de webs.uvigo.es/pmayobre/master/textos/psicoanálisis_y_genero.doc nuevo giro en la manera de interpretar el género llevo el debate a describir la identidad de género como aquella que hace referencia a la dimensión psíquica que se asienta en el sexo biológico determinado para cada sujeto; hace referencia a la unidad, permanencia y continuidad de la individualidad como masculina o femenina, como se la vive e interpreta psíquicamente y se la expresa en la conducta. El género adquiere un carácter multidimensional, a partir del cual podemos llegar a hacer variadas interpretaciones. Desde el punto de vista antropológico, se estudia la creación simbólica del sexo, la creación cultural del dimorfismo sexual anatómico, los modelos de masculinidad y feminidad que se señalan desde cada sociedad. Desde la perspectiva psicosocial o interpersonal se analizan los procesos sociales en que se generan y transmiten los “modelos” a seguir por los individuos de una sociedad, tanto los señalados para hombres como para mujeres; bajo esta perspectiva el género es un organizador de las estructuras sociales y marca la pauta para las relaciones entre los sexos: relaciones de poder, procesos de socialización e interacción6. Por su parte la psicología se ocupa del desarrollo de la identidad de género y sus roles, da cuenta de cómo el sujeto integra los roles y modelos dados por la sociedad, por ese “otro”, y les da una interpretación genuina que le lleva a una vivencia particular, su propio modo de ser hombre o mujer, que no es una construcción aislada a lo impuesto por la sociedad. De manera que para Money y los biologistas, la cuestión del género es un punto de partida en el sujeto, en la medida en que está supeditado a la determinación 6 García-Mina Freire, A., "A vueltas con la categoría género", Papeles del psicólogo, Nº76 (2000), pp.35-9. Citado por Tubert, Silvia ¿Psicoanálisis y género? webs.uvigo.es/pmayobre/master/textos/psicoanálisis_y_genero.doc biológica, como si todo lo que se vaya a construir viene en relación con el hecho de haber nacido hombre o mujer; empero, para aquellos que dan peso a lo social y psicológico la identidad de género se construye y su adquisición es un logro al final de una línea de procesos psíquicos, al nacer nadie se halla sexuado ni subjetivado; de tal suerte que la determinación biológica, como hombre o mujer, sirven de referente, siendo la masculinidad y la feminidad los puntos de llegada, que dan cuenta de la construcción del sujeto psíquico en el proceso educativo. Es a partir del nacimiento, e incluso desde antes, por las particulares vivencias del sujeto, hombre o mujer, es que se llevan a cabo procesos socioeducativos que llevarán a la constitución del sujeto en lo masculino o femenino, a esto se agrega el deseo que los padres han depositado en ese hijo(a). A este respecto, Freud subraya una variedad de significaciones que se dan a largo del proceso de subjetivación y que llevan al desarrollo de la masculinidadfeminidad: significación biológica, que remite directamente a los caracteres sexuales primarios y secundarios, restringiendo el campo de significados a lo meramente biológico y sin bastar para explicar. La significación sociológica, pone énfasis en los referentes para las funciones reales y simbólicas atribuidas socialmente a hombres y mujeres. Por último, la significación psicosexual, que se haya implicada con las anteriores, sobre todo con la significación social; de manera que alguien no queda solamente definido dentro de lo masculino o femenino sólo por los roles que desempeña. Lo más significativo a la hora de analizar las conductas en relación a la paridad masculinidad-feminidad serán las fantasías subyacentes, que en definitiva pertenecen al campo de lo psicosexual. (Laplanche y Pontalis, 1994) No basta con tener en cuenta algunas de las posturas e interpretaciones que existen respecto al concepto de género, habrá, que llegar al análisis de los debates que surgen a raíz de la significación que se le da al término, tal como la desigualdad implícita en los roles que se otorgan a cada sexo, analizar desde dónde se impone la diferencia, el papel de la sociedad en la construcción de una identidad, la función de la escuela en el proceso de subjetivación, la construcción de la identidad como resultado de procesos socioeducativos, y un sinfín de debates más. La conceptualización de género, que supone una construcción a partir de las vivencias y encuentros intersubjetivos hace necesario que al querer analizarla dentro del proceso educativo realicemos el estudio desde una pedagogía social, no siendo posible contentarnos con un abordaje desde el plano meramente teórico, viéndonos en la necesidad de atender al proceso de su constitución y las significaciones socioculturales e históricas que se hacen presentes en el discurso social y de la época; es por eso que al querer abordar esta problemática no basta hablar de educación y género, cuando el concepto “Educación” centra el análisis al estudio del aula y la descripción del proceso de enseñanza-aprendizaje en él, la gestión y planeación de la enseñanza, modelos educativos, etc., mientras que nuestro estudio, en cambio, pretende abordar el proceso de construcción de identidades masculinas y femeninas, para, y de acuerdo al título de este trabajo, dar cuenta que esa constitución tiene un impacto en el proceso de enseñanzaaprendizaje. Hacer un abordaje desde la pedagogía permite incluir otros elementos tales como la subjetividad, el deseo, el desarrollo psicosexual, entre otros; toda vez que lo que sucede en la escuela no es ajeno al contexto y tiempo en que se da, y se ve impactada por los ideales, valores y estereotipos socialmente sostenidos y transmitidos. Todo cuanto sucede en la escuela es producto del contexto socio-cultural, intersubjetivo e histórico. Para Carmen Luke (1999)7 el término pedagogía amplía el campo educativo a los escenarios externos al aula, está estrechamente vinculado al contexto y experiencia cultural e histórica, de manera que su conceptualización deberá darse asociada a la época y contexto, razón por la cual su definición se problematiza y acompaña del debate y la discusión. En un sentido estricto la pedagogía se refiere al proceso de la enseñanza, atendiendo a los procesos, sujetos y prácticas que intervienen en la transmisión de saberes a los aprendientes, y que permite validar saberes a través de la evaluación. Definiciones como esta dejan de lado las relaciones de poder en cuanto al saber, la subjetividad del enseñante y la del aprendiente, así como el inter-juego que se da cuando se encuentran; no considera los procesos psíquicos, propios al desarrollo y al ser mismo, parece ignorar los constructos y estereotipos sociales que se repiten y transmiten también dentro de ella. Elementos, todos ellos, que no son ajenos al propósito de estudio de la pedagogía, por lo que se vuelve necesario situarnos, para nuestro estudio, en la pedagogía social y el psicoanálisis, lo cual permite considerar las experiencias y encuentros del sujeto, 7 Luke, C. (1999) Feminismos y pedagogías en la vida cotidiana. Madrid. Editorial Morata dentro y fuera del aula, como encuentros de enseñanza-aprendizaje, en los que se transmite, consciente o inconscientemente, un saber, que incluye lo ya señalado. La necesidad de atender a estas dimensiones del proceso enseñanza-aprendizaje, se desprende de lo aportado por diversas investigaciones8 que ponen de manifiesto diversas hipótesis que apuntan al hecho de que hombres y mujeres aprenden de manera diferenciada. Algunas de las investigaciones apuntan al hecho de que las diferencias en las estructuras cerebrales llevan a los sujetos, hombres y mujeres, a procesar y operar la información de diferente manera, además de favorecer unas u otras habilidades dada su constitución genética asociada al sexo. Otras de las investigaciones, como es el caso de mi investigación, se centran en elementos de orden social y psicológico, que hacen destacar los procesos sociales, relaciones interpersonales y la subjetividad. Aceptamos el hecho de que hombres y mujeres son diferentes, y esta diferencia no debe ser ignorada por los enseñantes, deberemos entender entonces que todo proceso en el que intervienen sujetos y da lugar a una interrelación que pone en contacto sus subjetividades, en un contexto particular, da al sujeto material para la construcción, todo lugar y momento es “escuela” en el sentido que estructura. 8 Los resultados de las investigaciones a que se hace referencia en el texto son aquellos recogidos y analizados por Michael Gurian (2002) en su libro “Boys and Girls learn differently!” en el que nos proporciona un conjunto de datos que dan cuenta de las diferencias anatómicas en la estructura cerebral y funcionamiento del cerebro de hombres y mujeres y su relación con el aprendizaje, dejando en claro que a partir de tales diferencias es que, ellos y ellas, aprenden de manera diferenciada, por lo que habría que adecuar los procesos de enseñanza a tales diferencias. Gurian, M. (2001) “Boys and Girls learn differently!: a guide for teachers and parents”; Jossey-Bass pp. 345 El desarrollo de nuestra identidad se va construyendo a partir de este encuentro inter-subjetivo, en el que se ponen en juego lo valores, roles, historia, tradiciones, cultura, política, deseo, etc.; de manera que nuestras experiencias de vida, escolares y personales, nos van mostrando como ser niños y niñas, hombres y mujeres, influyendo profundamente en nuestro hacer, pensar, decir y vivir. Toda esta construcción que vamos haciendo no queda inmóvil dentro de nosotros, sino que es activa y determinan nuestra postura ante el quehacer docente. Como docentes tenemos un doble tarea, analizar nuestro papel como receptores de estas enseñanzas y como transmisores, a cargo de la reproducción y reconstrucción del saber; tarea que no debe ignorarse ni posponerse. Nélida Pedroza de Fasce9 hace referencia a este punto estableciendo como necesario el que los docentes impliquen en su labor la subjetividad, para lo que se vuelve imprescindible la tarea de reflexión, de toma de conciencia, para poder lograr la modificación necesaria en la educación sexista y lograr el cambio de posición necesario en la interacción dentro del sistema varón -mujer, para superar los antagonismos y la discriminación sostenidos desde las prácticas y los contenidos. Establece que es durante la formación docente que se da la oportunidad para que cada futuro enseñante revise su propia biografía escolar y allí en la situación real 9 Pedroza, N. (2007) Reflexione sobre las cuestiones de género y la formación docente. Tomado el 31 d enero de 2013 de: http://ieseccleston.buenosaires.edu.ar/Pedroza%20de%20Fasce_8.pdf de aprendizaje, pueda reconocer cómo otorgar legitimidad al discurso de la autoridad pedagógica que instituye como “natural” la arbitraria supremacía de lo masculino y logren modificarse para no reproducir la arbitrariedad ya interiorizada. Designando al proceso de enseñanza y la cultura escolar como medios ideales para la transmisión y posterior modificación de patrones debido a que conllevan mucho de homogéneo, ritualizado y repetitivo en su proceso, así lo aprendido será luego repetido por nuevos “reproductores” (futuros docentes, padres, madres, etc.). De ahí la insistencia en que se haga una tarea reflexiva y de toma de conciencia. Los aprendices de docentes deberán tener la oportunidad, y casi la obligación, de desarrollar una acción cuestionadora de la realidad, deberán perder la ingenuidad al no aceptar pasivamente lo falsamente naturalizado sobre la condición masculina y femenina, para que se logren verdaderos cambios, ya que determinan modos de ser y estar en la realidad de cada una de las personas en la situación actual donde las condiciones económicas de desigualdad se enfatizan. Para esto los docentes deberán desarrollar una adaptación activa para emprender su capacidad cuestionadora de la realidad, deberán preguntarse sobre lo obvio, para así ser protagonistas del cambio que se nos presenta como necesario ahora. De modo tal que al ir analizando el imaginario social y su creación de sentidos, desarrollen un análisis y comprensión del sistema de valores y actitudes de las y los maestros como agentes de socialización en la transmisión y transformación de los estereotipos sexuales en la educación. Esta tarea aparece como urgente al toparnos que en nuestro sistema escolar aún existen parámetros estereotipados para evaluar, conducir u observar a las alumnas que no se extiende a los alumnos de sexo masculino; estos parámetros establecen de antemano cómo deben ser o cómo se espera que sean las alumnas: sumisas, menos independientes, menos aventuradas, más influenciables, menos interesadas en las ciencias duras, menos competitivas o agresivas, menos diestras para los deportes, más preocupadas por su apariencia física, etc. mismos que sin actividad reflexiva y cuestionadora serán tomados como preceptos por el docente. Según Carmen Luke10, es imperante el contribuir a la formación de profesores que puedan cuestionar la multideterminación social, histórica, de sexo, étnica, e inconsciente de la constitución de la subjetividad de hombres y mujeres, para que puedan así llegar al reconocimiento de los modos de ser al asumir temas como el género, y entenderlo como una construcción cultural sobrepuesta al sexo, para que una vez así puedan aportar y transformar el hecho educativo en cada tiempo y lugar en que les toque actuar, teniendo siempre presente que el aprendizaje y la enseñanza son las relaciones intersubjetivas fundamentales de la vida cotidiana, en todo momento y en todo lugar se aprende; se da dentro y fuera del aula, y todo saber (enseñanza) va siempre enmarcado por el género, cultura y época. El resultado de este proceso de transmisión de saberes es el “sujeto”, cuya 10 Luke, C. (1999) Feminismos y pedagogías en la vida cotidiana. Madrid. Editorial Morata constitución va de alguna manera “intencionada” desde los referentes mencionados. De lo que se trata, pues, es de entrada, leer y reconocer los discursos culturales, los significados y valores que se transmiten, respecto al género, en todo contexto: desde la crianza, medios de comunicación, juguetes, instituciones, etc. y a partir de esa lectura analizar, interpretar y modificar ideologías, valores, ideales y creencias en lo que la sociedad espera de cada mujer y de cada hombre, con el propósito de favorecer a su constitución en la igualdad. Debemos exigir que se asuma e interprete el currículum oculto, encargado de la transmisión cultural en la escuela. Esto resalta la necesidad de reconocer a la escuela como institución “subjetivante”, y de ahí otorgarle un papel importante en la tarea que tiene para el desempeño de la derivación de su género para cada alumna y cada alumno, haciéndose cargo de educar en y para una verdadera igualdad de género.