LA PULSIÓN DE MUERTE Y LA CREACIÓN DE LA NADA

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LA PULSIÓN DE MUERTE Y LA CREACIÓN DE LA NADA
LO POÉTICO ES EL DESTINO DEL DOLOR HUMANO
J.G.U
El título de esta exposición que es un oxymoron, nos lleva obligatoriamente al Seminario,
libro VII, La ética del psicoanálisis-1959/1960. Lacan introduce en la lección IX, del 27 de
enero de 1960, el sintagma creación ex nihilo, creación de la nada, a propósito del proceso
de sublimación vinculado a la pulsión. Evoca das Ding como resto extraño e inasimilable
de la experiencia primaria de satisfacción. Esta experiencia da comienzo al proceso de
búsqueda del objeto perdido que constituye el deseo. De esa forma la Cosa queda
articulada a la pulsión y a la sublimación. La Cosa, das Ding, se caracteriza por ser velada
en tanto nóumeno, Cosa en sí, y representada por otros objetos fenoménicos.
El deseo establece un proceso de búsqueda del objeto satisfactor, mediante el
significante, guiado por el principio de placer en oposición a la urgencia de la vida que
implica dolor. El principio de placer busca la homeostasis del sistema, el nivel más bajo de
tensión del aparato psíquico. Lacan se ocupa de mostrar la diferencia que produce la
lengua alemana entre Sache y Ding, pues de esa manera podrá articular el lenguaje a la
producción humana y la creación:
«Yo diría que la Sache, es justamente pues, esta cosa, producto de industria, si se puede decir,
de la acción humana en tanto ésta es acción dirigida, gobernada, por el lenguaje. Las cosas
están, en suma, en la superficie, siempre al alcance de ser explicitadas por más implícitas que se
encuentren primero en la génesis de esta acción. Estamos en efecto aquí, en los frutos de una
actividad con respecto a la cual se puede decir que por más que sea subyacente, implícita a toda
acción humana, es del orden del preconsciente, de algo que nuestro interés puede hacer llegar a
la conciencia, con la condición de que le prestemos bastante atención, que lo notemos. Es allí
donde se situará esta recíproca posición de la palabra en tanto ella se articula, viene aquí a
explicarse, con la cosa, en tanto una acción en sí misma dominada por el lenguaje, incluso por la
orden, habrá destacado y hecho nacer este objeto. Sache y Wort se hallan aquí estrechamente
ligados como un par.»1
Para Lacan, la Cosa es lo que de lo real, en el sentido de totalidad tanto del sujeto como
del exterior “padece del significante”.2 Es la relación del sujeto con el significante y su
manipulación, lo que le permite, en su búsqueda de los objetos, crear otros. El
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Lacan, Jacques, El Seminario, Libro VII, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1990, Clase del 9 de
diciembre de 1959.
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Lacan, Jacques, Op. cit., p.147
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significante, en su dimensión simbólica, es recurso de creación. El deseo puede rastrear el
objeto que representa la Cosa, de signo en signo. El deseo se constituye en brújula para la
búsqueda del objeto.
Por el movimiento del deseo, el ser humano se vuelve artesano de sus soportes, de sus
utensilios. La dimensión del deseo va más allá de lo “útil” vinculado a la necesidad, como
podemos observarlo en el caso de las obras de arte que no tienen carácter utilitario. Lacan
evoca a Heidegger en su ejemplo de la vasija como rodeando un agujero. Nos remite a
este propósito a la expresión bíblica sobre la creación: «Hijo mío, te lo suplico, mira el
cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contiene y verás que Dios lo creó todo de la nada, y
el mismo origen tiene el hombre.» Macabeos, 2, 7,28 He preferido esta cita a la del
Génesis, por ser directamente explícita sobre la creación de la nada.
Según expertos, los autores hebreos tardaron en desarrollar un concepto metafísico de la
nada, pero reconocen que el Señor su Dios es el creador del universo.3 En el desarrollo
volveré sobre las nociones de “creación”, “nada” e “infinito”.
Más adelante en la lección XVI, 4 de mayo de 1960, La pulsión de muerte, acudiendo al
trabajo de Bernfeld sobre la pulsión en Freud, muestra la distinción entre la estructura
inanimada y la estructura viva. La estructura inanimada está regida por las leyes de la
termodinámica según la cual la energía tiende a cero; es la ley de la entropía. Su empuje
es mantener una constante de equilibrio, un principio de inercia neuronal. En un
comienzo, Freud hizo relación a este proceso como principio del Nirvana, pero
comprendió que no podía ser lo mismo el principio de Nirvana que el principio de placer,
que al ser descarga de tensión se dirige hacia la vida. Según esto, la pulsión va más allá de
las leyes de la termodinámica.
El retorno al equilibrio no puede ser propio de la pulsión, pues al ser pulsión de
destrucción, va más allá del retorno a lo inanimado. ¿De dónde procede esta tendencia?
No puede ser una “Voluntad”, como lo destaca Schopenhauer a lo largo de su obra El
mundo como voluntad y representación. El filósofo no disponía del concepto de pulsión
articulado al deseo humano. Tampoco tenía un concepto de inconsciente al modo como
Freud vincula inconsciente con castración y sexualidad. Algunos lectores de Schopenhauer
y Freud se han ocupado de esta relación pero de tal modo que usan los conceptos de una
manera unívoca, como si tuvieran el mismo significado en cada autor.
Lo que se ubica en la cadena de los acontecimientos naturales, dice Lacan, puede ser
considerado como sometido a una pulsión.4 Esta pulsión llamada por Freud pulsión de
3
Nota: Esta afirmación es tomada de las notas temáticas de la Biblia del peregrino del jesuita Luis Alonso
Schokel, Ega-Mensajero, Bilbao, 1993
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muerte, necesariamente está articulada a una cadena significante. Es pulsión de
destrucción en tanto pone en duda todo lo que existe. Esta posición supone
necesariamente un proceso significante.
En este punto vincula Lacan la pulsión de destrucción con una voluntad de creación:
«Es exigible, en efecto, en ese punto del pensamiento de Freud, que aquello de lo que se trata
sea articulado como pulsión de destrucción, en la medida en que pone en duda todo lo que
existe. Pero ella es igualmente voluntad de creación a partir de nada, voluntad de
recomienzo.»5
Esta cita marca la diferencia con una pulsión energética independiente de cualquier
voluntad. El mismo concepto de Voluntad en Schopenhauer, aunque contiene la
referencia a la voluntad de muerte como perteneciendo a la misma voluntad que dirige la
vida, se diferencia de la voluntad de destrucción de Freud porque se introduce un sujeto
que puede desear su propia destrucción.
Por eso Lacan señala la dimensión histórica de la pulsión en tanto esta se presenta como
memorable y memorizada; puesto que se establece una repetición de lo mismo, que no
sería posible sin una articulación significante. La naturaleza no hace historia porque no
tiene memoria: es una figura de lo real, no le falta nada. Historizar supone secuencia y
articulación entre lo anterior y lo presente.
En este momento de la lección, Lacan considera el concepto de pulsión de muerte en
Freud, como “sospechoso” “…y diría, casi tan irrisorio, como la idea de Sade”. En Más
allá del principio de placer, Freud introduce un sujeto para reemplazar la Naturaleza, el
soporte es un sujeto que sabe: hay una satisfacción más allá del principio de placer y un
objeto, por consiguiente, un sujeto que la padece. Pero es sujeto supuesto al saber, es un
sujeto que no sabe. Padece los efectos.
Vuelve Lacan sobre el calificativo de “sospechosa” aplicado a la pulsión de muerte, pero
aclara que esta pulsión no es ni verdadera ni falsa. Es un hecho clínico. El desarrollo de su
investigación sobre la pulsión lo conduce un punto infranqueable. Al plantear las
condiciones de toda investigación en Pulsiones y destinos de pulsión, 1915, Freud se
justifica al abordar este tema y por eso plantea la posibilidad de la investigación científica,
de valerse de hipótesis y buscar su prueba en contraste con los hechos observables.
Esa investigación lleva a Freud al límite de lo comprensible, lo que produjo rechazo por
parte de muchos de sus seguidores, hasta crear especulaciones sobre los motivos
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Lacan, Jacques, Op. cit, p.256
Lacan, Jacques, Op. cit., p.257
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personales de Freud: duelos, el cáncer… ¿Cómo explicar una pulsión de muerte? No
obstante los hechos de la clínica mostraban sus efectos: los sueños traumáticos, la
melancolía, las necesidad de castigo…
Es claro que Freud se orienta en su investigación de un modo dialéctico, valiéndose de
principios opuestos, por eso introduce simultáneamente con la destrucción, un
movimiento de creación. A continuación Lacan introduce el concepto de la Cosa, que
reúne tanto lo peor como lo bello pero en forma velada. Ese es su misterio.
La noción de creación de la nada también aparece en un texto de Lao-Tsé, “Viejo Maestro”
650 A.Xto., fundador del taoísmo:
«La arcilla amasada moldea las vasijas, pero es en su cavidad en la que nada hay, la que permite
utilizarlas como vasijas. Abrimos puertas y ventanas en las paredes de una casa, pero solo
gracias al vacío de dichos espacios, podemos utilizarlas como tales en la casa.»
Por lo demás, el problema de la creación ocupó por muchos siglos a los pensadores,
filósofos y teólogos. ¿Cómo explicar el origen del mundo? El mito y las teorías religiosas se
ocuparon del problema. La creación era un problema necesariamente vinculado a la
existencia de un ser superior: Dios.
Solamente a partir del discurso de la ciencia, esa proposición cambia en su formulación;
no se necesita un Ser Supremo para explicar el mundo. No obstante, la pregunta por el
origen del mundo lleva necesariamente a absolver problemas como la nada, el vacío, el
acto creador y el tiempo de la creación. Disponemos hoy de nociones de la cosmología
como Big Bang, que fechan el inicio de nuestro universo en 15 millones de años. Frente a
esta constatación, las preguntas por una inteligencia ordenadora, por una opción
inteligente, no dejan de ser formulaciones de orden religioso.
Desde la perspectiva de la lógica del significante, como lo enseñó Lacan, disponemos del
lenguaje y su articulación en los tres registros, Real, Simbólico e Imaginario. El significante
es creador, y la pulsión al estar articulada a la transferencia, pone en juego el cuerpo y sus
agujeros, de ahí las zonas erógenas. La relación habla y pulsión se convierte en un campo
propicio para la creación, como podemos observarlo en la poesía.
El sujeto humano es un “hablanteser” y deseante; los objetos de su deseo no tienen una
relación inmediata con los objetos del mundo. El lenguaje los difracta y por eso pasan de
la condición de objetos de la necesidad a objetos del deseo, de ahí los estados de espera,
anhelo, frustración en relación al objeto; el amor es un buen ejemplo. Esta condición del
lenguaje le da al objeto y a la pulsión su particular modo de articulación: no hay un objeto
propio que se coordine con la pulsión, y cualquier objeto le sirve para su satisfacción. La
pulsión es un hecho de lenguaje.
Creación
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Esta noción puede ser enfocada desde tres perspectivas: religiosa-mítica, filosófica,
científica positivista. El texto bíblico es la referencia obligada en el occidente
judeocristiano: Dios hizo el mundo de la nada. Los escritores hebreos requirieron mucho
tiempo de debate para resolver la noción de nada, prefirieron “vacío”. Hablaron de caos
en el momento creador, pero allí incluían el firmamento como soporte de la acción
creadora.
El pensamiento griego y el cristiano entraron en conflicto. Para el pensamiento judío y
cristiano, la Escritura sagrada era suficiente argumento en tanto era revelada. Sin
embargo Tomás de Aquino, parte de la proposición lógica de que ex nihilo nihil fit, de la
nada no se hace, no sigue nada…Esto supuso un largo debate escolástico que buscaba
mantener el equilibrio entre la fe y la razón. Este debate se extendió hasta el siglo XVII,
momento en que el discurso de la ciencia genera respuestas como la materia infinita en
un tiempo infinito en el cual el azar y la probabilidad juegan un papel rector.
La conservación de la materia y la energía, permitió a algunos científicos pensar la
creación de la nada, pensamiento que no se relaciona con la noción teológica de creación.
De este modo se produce un movimiento recíproco entre creación y producción.
Cuando Lacan introduce la lógica del significante, se vale del recurso de lo simbólico para
absolver el debate teológico, y mantenerse en un campo positivo como es el del lenguaje.
No obstante, tratándose del origen, Lacan acude a la cita escritural de que “en el
comienzo era la palabra”, como un modo de zanjar un debate con muchas vertientes.
La nada
La noción de nada sigue un curso similar a la de “creación”. Los pensadores judíos
prefirieron el término “nada”, imaginariamente asociado a caos, desorden originario. El
pensamiento científico se valió del recurso matemático para escribir “vacío”, valiéndose
de la teoría de los números y su escritura como conjuntos. ¿Qué es el cero? Responden
que es el número que inicia la serie de los números naturales. No hay escritura de
conjuntos que ponga al cero en un conjunto. Solamente escriben Ø como conjunto vacío.
Lacan prefiere el término vacío, muy probablemente, por su relación con la topología,
puesto que esta le permite romper con la dimensión imaginaria de las coordenadas
espacio y tiempo que rigen la visión, puede elevar la realidad a nivel de lo real. Las
transformaciones del toro rodean un vacío y configuran un agujero. Este término recorre
su enseñanza hasta llegar al Seminario, El Sinthoma, en la clase del 16 de marzo en la cual
nombra el anudamiento borromeo que constituye un falso agujero y que es del orden de
lo real.
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En el Seminario, Libro I, Los escritos técnicos de Freud, 1958, en la clase del 9 de junio,
habla del hueco que cava la palabra en el ser. Se puede pensar que esta operación
simbólica es precursora de la “creación de la nada”, en tanto lo simbólico opera sobre lo
real.
Infinito
Abordar el tema de la creación, implica necesariamente, la pregunta por el tiempo. Las
respuestas míticas y religiosas se ocuparon por mucho tiempo en responder al tiempo de
la creación, al tiempo de Dios… La noción de infinito nos conduce a las de ilimitado,
indefinido. Hay debates sobre la noción de infinito entre los griegos, hay autores que
consideran que los griegos se horrorizaban con la noción de infinito en razón de su
imposibilidad de ser pensada por la razón. La referencia a Aristóteles es obligatoria puesto
que su noción de materia y tiempo no admitía lo infinito. No es tan simple resolver este
asunto en el pensamiento griego aristotélico pues el examen de las doctrinas estoicas y
especialmente las paradojas de Zenón hacían obligatorio diferenciar entre continuo y
discontinuo.
Aristóteles resuelve la cuestión al introducir la diferencia entre infinito actual y potencial.
Como puede verse, cualquier perspectiva desde la cual se aborde el problema del infinito
deriva siempre en abigarradas discusiones sobre la materia, la creación, el origen y el
tiempo, asuntos, que si bien son interesantes, no vienen al caso en el asunto de la
creación a partir de la pulsión de muerte. Hay que tener en cuenta, que Freud incursiona
más allá de los debates filosóficos pues su concepto de pulsión es una creación propia
deducida de la clínica.
Fin de análisis y sublimación
Freud en Pulsiones y destinos de pulsión 1915, nombró a la sublimación como un destino
de la pulsión y prometió un desarrollo de este concepto. Ese trabajo no se llevó a cabo,
aunque dio algunas indicaciones sobre lo que él consideraba como proceso de
sublimación, en Introducción del narcisismo, 1914, se refiere al proceso por el cual la libido
de objeto se desvía de la meta sexual para alcanzar otros objetos.
Lacan critica a Freud sobre este concepto de sublimación por el hecho de que Freud
hubiera vinculado la obra de arte con el valor comercial o social: el amor de las mujeres; lo
que Lacan considera como obra de arte, muchas veces no tiene ningún valor utilitario.
Evoca la colección de cajas de fósforos en la chimenea de un poeta…
Abordar la obra de arte lo lleva necesariamente a las nociones del bien y lo bello. Hablar
del bien supone diferenciar lo que es del orden de la necesidad, lo que se nombra
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comúnmente como “los bienes terrenales”; las utopías políticas se ocupan del tema de
manera amplia. Desde utopías como las de Fourier y los socialistas utópicos hasta Marx, se
trata solamente del bien del hombre, de su bienestar, de la felicidad humana y de las
causas de su desgracia: la propiedad privada. Los bienes deben ser comunes…La felicidad
pasa así a ser un problema político.
Esta discusión sobre el bien, conduce al terreno religioso donde lo que se considera como
bien es lo incorruptible, lo eterno. Aquí la reflexión toca con el concepto de bello. No
podemos olvidar que desde el pensamiento de Platón, las ideas de Bien, Bello, Verdadero
y Justo, son ideas eternas. El pensamiento cristiano posterior, especialmente con Agustín
de Hipona, desarrolla ideas que coinciden con el pensamiento de los neoplatónicos como
Plotino. Como en el mito de la caverna, nuestros ojos están confundidos y solamente
distinguen las sombras de lo eterno de manera débil. El esplendor de la Verdad y la
Belleza serían insoportables…
El Bien y lo Bello, como entidades eternas, aparecen engañosamente a los sentidos que no
pueden captar la esencia pura de estas entidades. En este punto se presenta la posibilidad
de la “sublimación” como proceso que se eleva por encima de la necesidad y el valor
utilitario de los objetos. La sublimación queda por fuera del circuito económico del valor
de uso y valor de cambio.
La analogía obligatoria con la química o la alquimia, se impone. Lacan, aunque sin mucho
gusto por las definiciones, da una definición de sublimación en la clase 10 del 2 de febrero
de 1960: “Elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”. Efectivamente, es una definición
difícil de desarrollar. ¿Qué es “la dignidad de la Cosa”? ¿Qué es “dignidad”? ¿Se trata de
un valor moral o de un valor ontológico? Kant cuando utiliza este término en la Crítica de
la razón práctica, en el capítulo II, en el apartado V, se refiere al valor trascendental,
absoluto del ser humano, el que en el orden de los fines es fin en sí mismo, es decir, no
puede ser usado como medio pues es el sujeto de la ley moral. (pág.184) Es decir “la
dignidad humana” tiene un carácter ontológico, no histórico o relativo a una cierta moral.
Según esto, ¿cómo puede ser Das Ding del orden de la dignidad?
Algunos místicos usan Das Ding para referirse al alma y las cosas de la salvación. Lacan nos
enseña que el fenómeno del amor cortés elevó a la mujer a un lugar inaccesible, pero
compara lo paradójico de los cantos poéticos de los trovadores en alabanza de esa belleza
inalcanzable, con un documento de la época y de autoría de un trovador, en el cual con los
términos más obscenos, se habla de los genitales de la dama. Puede verse en el Seminario
VII, en la lección del 9 de marzo de 1960, pág. 198 el poema escatológico de Arnaud
Daniel, que si bien pertenece al cuerpo de poemas del amor cortés, deja ver su lado
procaz, como si lo bello sirviera para cubrir lo que puede ser repugnante.
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La Cosa está en el horizonte del deseo como lo que atrae y simultáneamente pone un
límite, un velo. Tal vez esto explica porque Lacan en el Seminario, Libro VI, El deseo y su
interpretación, en la clase del 27 de julio de 1959, ubica la sublimación entre el deseo y la
letra. Esto nos muestra el recurso que tiene el sujeto para operar sobre la pulsión.
La “dignidad” de la Cosa, entonces, nos remite al campo de la pulsión y “elevar” el objeto
a su “dignidad”, supone una operación con el significante, una articulación entre el deseo
y su modo simbólico de inscripción mediante la lengua. De este modo, poesía y artes
plásticas son el producto de ese movimiento.
El arte adquiere mediante este proceso un campo de extraterritorialidad en relación a
todas las ideologías que quieren hacer de ese campo un recurso de “propaganda”. Son
tristemente célebres los artistas a servicio de regímenes totalitarios…
Se discute entre nosotros sobre el final del análisis; algunos lo vinculan con la
sublimación. Al final del recorrido, un sujeto se enfrenta con las formas como su goce se
ha instalado en su vida, y comprende que hay algo de lo incurable en su destino, por lo
pronto, la muerte que marca la castración universal del ser hablante. ¿Qué hacer con este
hecho contundente? La desmentida no opera como recurso. ¿Qué significa el dicho de
Lacan “hacer algo con eso”? Ese hacer supone necesariamente, algo de la creación
singular, es una creación nueva en tanto es inédita. Es más, no tiene valor utilitario, no
entra en la circulación de los bienes.
Después de un recorrido cuidadoso por todo el Seminario, se tiene la impresión de que
este Seminario sería el desarrollo del concepto de sublimación anunciado por Freud en
Pulsiones y destinos de pulsión en 1915. La pregunta sobre “cómo hacer para actuar
rectamente” proveniente desde la reflexión moral de los griegos, encuentra su relación
con el proceso de sublimación. Es un hecho que este Seminario sobre la ética del
psicoanálisis no es un manual de deontología para uso común, es más bien una
advertencia para los analistas sobre los fines del análisis. Estos no tienen que ver con los
bienes ni con la “felicidad”. Para terminar quiero traer una cita de la clase 23 del 29 de
junio de 1960; es un poco larga pero contiene la “advertencia” sobre lo que se puede
esperar de un análisis tanto para los analistas como para los analizantes:
« No hay ninguna razón para que nos hagamos los garantes del ensueño burgués. Un poco más
de rigor y de firmeza es exigible en nuestro enfrentamiento de la condición humana y por eso
recordé la última vez que el servicio de los bienes tiene exigencias, que el paso de la exigencia
de la felicidad al plano político tiene consecuencias. El movimiento en el que es arrastrado el
mundo en que vivimos al promover hasta sus últimas consecuencias el ordenamiento universal
del servicio de los bienes, implica una amputación, sacrificios, a saber, ese estilo de puritanismo
en la relación con el deseo que se instauró históricamente. El ordenamiento del servicio de los
bienes en el plano universal no resuelve sin embargo el problema de la relación actual de cada
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hombre, en ese corto tiempo entre su nacimiento y su muerte, con su propio deseo, no se trata
de la felicidad de las generaciones futuras.
Como creo haberles mostrado aquí en la región que dibuje este año, para ustedes, la función del
deseo debe permanecer en una relación fundamental con la muerte. Hago la pregunta, ¿la
terminación del análisis, la verdadera, entiendo la que prepara para devenir analista, no debe
enfrentar en su término al que la padece con la realidad de la condición humana? Es
propiamente esto lo que Freud, hablando de la angustia, designó como el fondo sobre el que se
produce su señal, a saber, la Hilflosigkeit, el desamparo, en el que el hombre en esa relación
consigo mismo que es su propia muerte, pero en el sentido en que les enseñé a desdoblarla este
año, no puede esperar ayuda de nadie.»
Poco que agregar y mucho para reflexionar.
JUAN GUILLERMO URIBE
Foro de Medellín, 16 de marzo del 2013
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