Redalyc.Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los

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Revista de Derecho Privado
E-ISSN: 1909-7794
mv.pena235@uniandes.edu.co
Universidad de Los Andes
Colombia
Cubides Camacho, Jorge; Prada Márquez, Yolima
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
Revista de Derecho Privado, núm. 45, enero-junio, 2011, pp. 1-62
Universidad de Los Andes
Bogotá, Colombia
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=360033194009
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Privado
Eficacia del acto jurídico:
visión unificada en los ordenamientos
civil y comercial
Jorge Cubides Camacho
Yolima Prada Márquez
Universidad de los Andes
Facultad de Derecho
Revista de Derecho Privado N.o 45
Enero - Junio de 2011. ISSN 1909-7794
Sumario
I. LA ARMONÍA DE LOS ORDENAMIENTOS CIVIL Y COMERCIAL SOBRE LA EFICACIA - II. EL ACTO JURÍDICO COMO
FUENTE DE OBLIGACIONES - III. CONCEPTO DE EFICACIA - IV. EXISTENCIA DEL ACTO JURÍDICO. REQUISITOS
- V. VALIDEZ DEL ACTO JURÍDICO. REQUISITOS - VI. INTERPRETACIÓN DEL ACTO JURÍDICO - VII. EJECUCIÓN
DEL ACTO JURÍDICO - VIII. SANCIONES ANTE LA INEFICACIA DEL ACTO JURÍDICO - A. Inexistencia - B. Nulidad
- 1. Nulidad absoluta - 2. Nulidad relativa - 3. Efectos de la declaratoria de nulidad - 4. Saneamiento de actos
nulos o anulables - C. Ajuste de la prestación - D. Inoponibilidad
Eficacia del acto jurídico:
visión unificada en los ordenamientos
civil y comercial
Jorge Cubides Camacho
Yolima Prada Márquez
Este documento plantea la unidad conceptual
de la eficacia de los actos jurídicos en el derecho privado colombiano. Se trata de precisar el
alcance de las normas del Código Civil y el Código de Comercio referentes a la existencia, la validez, la oponibilidad y la efectividad de los actos
jurídicos, armonizándolas dentro de la doctrina
más ampliamente aceptada sobre el acto jurídico como fuente de obligaciones.1 Pero, además,
y este es quizás el aspecto de mayor interés por
la aparente disparidad reinante entre los comentaristas –aspecto que presentaremos con
algún detalle– se trata de buscar la armonía
de los dos regímenes en cuanto a la ineficacia
de los actos jurídicos, situación a que se llega
no solamente por la omisión de los requisitos o
condiciones exigidos para su existencia o para
su validez sino además por la sanción que con
esta misma denominación la ley mercantil prevé
en numerosos casos.
Es de anotar desde ahora que cuando nos referimos al acto jurídico, o al hecho o al negocio
jurídicos, no estamos excluyendo otras terminologías, ni matriculándonos en una determinada
escuela. Lo que se pretende es ser lo más comprensivos posibles para abarcar las diferentes
relaciones jurídicas que surgen en el trato interpersonal civil y en el mundo de los negocios.
I. LA ARMONÍA DE LOS
ORDENAMIENTOS CIVIL
Y COMERCIAL SOBRE LA EFICACIA
Tanto el Código Civil en numerosos artículos
(1494, 1502, 1602, 1740 y concordantes) como
el Código de Comercio (artículos 864 y siguientes, y 897 y siguientes) se ocupan de definir y
reglar lo que denominamos acto jurídico, sus especies, su existencia, su validez y su efectividad
*
Profesores de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana. Esta ponencia recibió concepto previo favorable de los doctores
Jorge Suescún Melo, Juan Pablo Cárdenas Mejía, Ernesto Rengifo García y Sergio Rodríguez Azuero, integrantes de la Red de Profesores de Derecho
Privado.
1
Para relievar la razón lógica de los planteamientos y su respaldo en los textos de la ley colombiana, deliberadamente nos hemos abstenido de citar párrafos
u opiniones de autores sobre los temas tratados. Pero son muchos y muy conocidos, nacionales y extranjeros, los doctrinantes que contribuyeron a dar
origen y forma, desde diferentes puntos de vista, a las tesis que aquí se exponen.
Jorge Cubides Camacho - Yolima Prada Márquez
final. Si bien no siempre utilizan términos igua-
Por su lado, sin una referencia tan puntual pero
les, en general sus normas ofrecen armonía y se
orientan en igual sentido, hacia la eficacia plena
enmarcada por la exigencia de que se trate de
temas similares, la norma del artículo 30 del
y funcional del acto. En las realidades y actividades a que los dos ordenamientos se refieren, se
Código Civil dispone que “los pasajes oscuros
de una ley pueden ser ilustrados por medio de
dan por igual actos jurídicos generadores de obligaciones, que requieren de todos modos cumplir
ciertas condiciones para su existencia, para su
validez y su plena efectividad. Además, visto el
otras leyes, particularmente si versan sobre el
mismo asunto”. A nuestro entender, esta regla
autoriza para acudir a normas del ordenamiento comercial en las materias objeto de nuestro
punto desde el ángulo opuesto, en ambos ordenamientos las consecuencias de no cumplir
estudio cuando se trate de “pasajes oscuros”,
es decir, de aspectos que carecen pero precisan
tales condiciones son similares –la inexistencia,
las nulidades, la inoponibilidad–, ya se miren
como deficiencias en la voluntad y actuación de
los agentes, ya como protección a éstos.
de una normatividad lógica, ya sea en su definición, sus condiciones o sus efectos. En otros
términos, el artículo 30 que comentamos permite traer del derecho mercantil lo que requiera el
ordenamiento civil tratándose de asuntos similares, como son los referentes al acto jurídico y
su eficacia general.
En el terreno de las normas generales, son varias las que tienden a la aplicación uniforme y
analógica de los ordenamientos, en particular el
artículo 822 del Código de Comercio, el artículo
30 del Código Civil y el artículo 8° de la Ley 153
de 1887.
El artículo 822 del Código de Comercio prevé:
los principios que gobiernan la formación de
los actos y contratos y las obligaciones de derecho civil, sus efectos, interpretación, modo
de extinguirse, anularse o rescindirse, serán
aplicables a las obligaciones y negocios jurídicos mercantiles, a menos que la ley establezca
otra cosa.
Esta referencia y adopción que hace el ordenamiento mercantil del civil y sus reglas es quizás
el origen y la base argumental de la tendencia, o
el empeño, hacia la unificación en las materias
mencionadas, es decir, las que estructuran el
acto jurídico y reglan sus efectos.
4
Por su parte, el artículo 8° de la Ley 153 de 1887,
que de modo general pero también con referencia a asuntos o materias que ofrezcan similitud,
ordena que “cuando no haya ley exactamente
aplicable al caso controvertido, se aplicarán las
leyes que regulen casos o materias semejantes,
y en su defecto, la doctrina constitucional y las
reglas generales de derecho”. De inmensa trascendencia, esta norma consagra entre nosotros
el principio de la analogía, no sólo respecto de
normas legales propiamente dichas –que es lo
que marca el interés en nuestro análisis–, sino
además de “reglas generales de derecho”, con
lo que ello implica en el avance y desarrollo de
la ciencia jurídica en todos los órdenes.
Son pues claras las normas que autorizan que
en asuntos o materias semejantes, como es
esta del acto jurídico y su eficacia, puedan apli-
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preceptiva sobre intereses, o la distinta regula-
Pero, además, estas normas se orientan a buscar la uniformidad en la resolución de los casos,
la armonía, el señalamiento de caminos iguales
ción de algunas circunstancias del pago de las
obligaciones. Estas diferentes normas tienen
plena aplicación a los casos por ellas regulados,
para situaciones iguales, y en esa importante
función para nuestro propósito podemos y de-
lo que no afecta la unidad estructural de la eficacia del acto jurídico que venimos a plantear.
bemos tomarlas en forma recíproca, vale decir
que los silencios o deficiencias del estatuto civil
pueden llenarse o complementarse con los del
mercantil, y viceversa.
Esta última reflexión es la que mejor nos autoriza para presentar la unidad conceptual de la eficacia de los actos jurídicos, basada y sustentada en las normas de los dos ordenamientos privados relativas al tema. Aunque se trata de una
posición osada, creemos que cualquier esfuerzo
en el sentido de la unificación sin necesidad de
nuevas disposiciones normativas –que demorarían mucho tiempo y podrían alejarse de la necesaria unidad conceptual– encuentra buena
justificación entre los integrantes de la Red de
Profesores de Derecho Privado, a quienes se somete para su análisis y complementación.
Lo anterior, sin embargo, no quiere decir que
puedan desconocerse aplicaciones o consecuencias de esta unidad conceptual diferentes
en los dos ordenamientos, especiales para casos determinados, o reglas que sin derivarse de
la unidad conceptual son distintas en cada uno.
Como, por ejemplo, los términos para sanear
por prescripción la nulidad relativa, de cuatro
años en materia civil y sólo dos en la comercial,
o la presunción de solidaridad de los deudores
en los negocios mercantiles frente a la regla civil
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
carse reglas y normas de otros ordenamientos.
II. EL ACTO JURÍDICO COMO FUENTE
DE OBLIGACIONES
Unificamos con la expresión acto jurídico toda
manifestación de voluntad intencionalmente
dirigida a la creación, la modificación o la extinción de relaciones jurídicas, las cuales en
su mayoría constituyen obligaciones. Para el
presente estudio nos interesa especialmente el
acto plurilateral generador de obligaciones, es
decir, el contrato.
Para que se produzcan los efectos que por el
acto jurídico se persiguen, se requiere ante todo
que exista, es decir, que tenga entidad jurídica.
Luego que sea plenamente válido en el sentido de que no adolezca de un vicio que pueda
comportarle su nulidad o un ajuste en las prestaciones generadas por éste. Además, si fuere
necesario para desentrañar el auténtico querer
de los agentes que lo celebran, debe ser interpretado conforme a los principios legales que
precisamente se orientan a esa función. Finalmente, debe ejecutarse, cumplirse, con arreglo
a los postulados o criterios de ejecución de los
actos jurídicos.
de no presumirse la solidaridad, o la diferente
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III. CONCEPTO DE EFICACIA
Debemos empezar proponiendo un enfoque
genérico y de amplia cobertura para el término
eficacia tratándose del acto jurídico. El sentido
natural y obvio del vocablo es el de efectividad,
es decir, de capacidad de producir efectos, y en
ese sentido lo toma el artículo 897 del Código
de Comercio al disponer que “cuando en este
código se exprese que un acto no produce efectos, se entenderá que es ineficaz de pleno derecho”. El diccionario de la Real Academia Española define la eficacia como “la virtud, fuerza o
poder para obrar”, y lo eficaz como “lo que logra
hacer efectivo un intento o propósito”, de manera que es en los efectos en donde se encuentra
su esencia.
El Código Civil no define la eficacia, ni la ineficacia; tampoco el Código de Comercio, aunque
las menciona, especialmente la ineficacia, para
indicar que ésta se da cuando un acto o una
norma convencional no produce efecto alguno o
se entiende por no escrita.
El Código de Comercio toma la ineficacia como
un género, y en este sentido el capítulo vii del
título i del Libro Cuarto, sobre contratos y obligaciones mercantiles, desarrolla los diferentes
casos de irregularidades o vicisitudes de que
pueden adolecer: la ineficacia como sinónimo
de ausencia de efectos (art. 897), la inexistencia y el efecto en ella de la ratificación de las
partes (art. 898), la nulidad absoluta (art. 899),
la nulidad relativa que denomina anulabilidad
(art. 900), la inoponibilidad (art. 901), y la eventual desviación de efectos de los actos nulos
6
(art. 904). Desde ahora anotamos que este desarrollo de los artículos 897 y siguientes del estatuto comercial es una de las principales bases
para precisar en este estudio la sanción o consecuencia de la falta de las condiciones para la
existencia y la validez de los actos jurídicos.
La eficacia del acto debe mirarse con un criterio finalista o funcional, porque su función, su
finalidad última, es lograr que lo querido por los
agentes que lo celebran, la expectativa concreta que los mueve a celebrar el acto, se convierta en una realidad jurídica, sana, segura, y ello
sólo es posible cuando se da el conjunto de condiciones de la eficacia: la existencia, la validez,
la recta interpretación y la ejecución conforme
a derecho.
En consecuencia, como se apreciará en mayor
detalle más adelante, se propone considerar la
ineficacia como género de las diferentes sanciones que puedan presentarse tanto en el régimen civil como en el comercial, sólo que en éste
último habrá que realizar un trabajo más cuidadoso, por cuanto no son suficientes las solas
expresiones “no producirá efecto alguno” o “se
tendrá por no escrita” o “será ineficaz”, usadas
por el legislador mercantil. Es preciso entonces
hacer un esfuerzo interpretativo y lógico para
indagar cuál es la efectiva sanción que existe
detrás de esa expresión de ineficacia: si es la
inexistencia o la nulidad absoluta, quizás la nulidad relativa, o la inoponibilidad, entre otras, y
cuáles serían las causales que generarían dicha
sanción.
En efecto, el Código de Comercio en su artículo
897 advirtió que la ineficacia se configuraba de
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La falta de existencia es la nada y la falta de
dicial. Sin perjuicio de ello, los restantes efectos
no fueron regulados expresamente y por eso,
cuando se realice el análisis individual de cada
validez es la nulidad. Aquella es la ausencia
de ser, ésta la existencia de un ser imperfecto.
Para la existencia jurídica de un acto es indis-
caso de ineficacia mercantil, habrá que darle el
tratamiento de la sanción que realmente está
pensable que concurran las cosas que son de
su esencia, esto es, aquellas sin las cuales, o no
detrás.
produce efecto alguno, o degenera en otro acto
diferente, conforme lo señala el artículo 1501
Para estos efectos en uno de los documentos
que se adjuntan se encuentra el listado de la
mayoría de los artículos del Código de Comercio
que se refieren a la eficacia o a la ineficacia liminar; y frente a cada uno se ha interpretado la
efectiva sanción que el legislador mercantil pretendió regular, tratando de indagar las causas
que justificaron dicha consagración. Es en este
escenario, es decir, en tratar de dilucidar la real
sanción prevista que está tras la ineficacia y los
motivos que le dan origen a ella, donde puede
presentarse un debate más enriquecedor. Debidamente identificada, todos los efectos, salvo el
de la declaratoria judicial, serán los propios de
la sanción en cuestión.
Hechas las precisiones anteriores podemos
entonces plantear la estructura uniforme de
la eficacia del acto jurídico en nuestro derecho
privado.
IV. EXISTENCIA DEL ACTO JURÍDICO.
REQUISITOS
Un primer momento en el camino de la eficacia
es averiguar por la existencia del acto. Supone
también una primera distinción, entre la existencia y las demás condiciones de eficacia, en
particular, la validez.
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
pleno derecho, sin necesidad de declaración ju-
del Código Civil. Es claro que cuando se trata de
“cosas” o requisitos de existencia, se está haciendo referencia al conjunto mínimo de condiciones para que filosófica y jurídicamente pueda
decirse que el acto existe. Dichas condiciones
se predican de cualquier acto o negocio jurídico
en general,2 de manera que si se omitiera una
la consecuencia no podría ser otra que la inexistencia jurídica.
La doctrina ha reducido los requisitos de existencia de un acto a dos: la voluntad manifestada en forma idónea, y el objeto posible y determinado. Si ellos concurren, el acto surge a la
vida del derecho y produce efectos. Necesitará
otros requerimientos para su plena validez, pero
adquirió ya su entidad vital.
La inexistencia está consagrada en el derecho
positivo colombiano. Primero, en el Código Civil,
en los siguientes artículos: el 1501, ya citado,
que prevé que existen elementos sin los cuales
el acto “no produce efecto alguno”, situación
típica de la inexistencia; el 1500 que define el
modo de “formarse o perfeccionarse” los diferentes contratos, es decir, de adquirir entidad
2
Es lo que algunos doctrinantes denominan tipicidad de primer grado, la
cual siempre será de orden legal, porque es el ordenamiento jurídico el
que previamente la ha establecido, de manera uniforme, para la existencia jurídica de toda manifestación de voluntad relevante.
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o ser; y el 1740, que define la nulidad como la
la nulidad, a secas, es la nulidad absoluta, y la
falta de un requisito que la ley exige para “el
valor” del mismo acto, puntualizando así una
clara diferencia con los requisitos generales de
anulación es la nulidad relativa. Estas afirmaciones se sustentan no solamente en la definición
que el propio Código ofrece de cada especie,
existencia y con los elementos “de la esencia de
un contrato”, es decir, aquellos sin los cuales no
también en la ubicación y el desarrollo de cada
una dentro del capítulo correspondiente, como
produce efecto alguno o degenera en otro negocio diferente.
atrás veíamos. Reiteramos aquí que reservamos
la expresión ineficacia para designar toda situa-
Sobre este último respecto conviene recordar
que el Código precisa los motivos que generan
nulidad absoluta (ilicitud, omisión de una formalidad prescrita en atención a la naturaleza
del acto, e incapacidad absoluta), y que dentro de éstos no figuran la falta de voluntad ni la
irrealidad del objeto, los cuales, a menos que
se sostenga la peregrina tesis de que por exclusión generan nulidad relativa, tienen que estar
referidos a la esencia o existencia de los actos
jurídicos.
También el Código de Comercio menciona y consagra la inexistencia en sus artículos 897 y 898.
El primero dice que “cuando en este Código se
exprese que un acto no produce efectos, se entenderá que es ineficaz de pleno derecho, sin
necesidad de declaración judicial”, y la parte
final del segundo, que “será inexistente el negocio jurídico cuando se haya celebrado sin las solemnidades sustanciales que la ley exija para su
formación, en razón del acto o contrato y cuando falte alguno de sus elementos esenciales”.
Es de anotar que la terminología del Código de
Comercio puede inducir a equivocaciones, como
en efecto han sido inducidos algunos comentaristas. Lo que el Código de Comercio llama ineficacia es, la mayoría de las veces, la inexistencia;
8
ción que de una u otra manera hace que un acto
jurídico no pueda producir todos los efectos que
con éste se buscan, y, por tanto, reservamos la
expresión antónima, la eficacia, para designar
el ambiente dentro del cual el acto puede producir todos sus efectos, porque existe, es plenamente válido, coincide cabalmente el querer de
los agentes que lo celebran y se ejecutan rectamente todas sus prescripciones.
Además de las mencionadas, hay otras diferencias entre la inexistencia jurídica y la nulidad: la
nulidad siempre debe ser declarada por el juez,
en tanto que la inexistencia no; el acto inexistente no produce ningún efecto jurídico, en tanto
que el acto nulo, mientras su vicio no se declare
judicialmente, produce todos sus efectos; el acto
inexistente no es susceptible de ratificación, ya
que ésta equivaldría al perfeccionamiento de un
nuevo acto, mientras el acto nulo puede sanearse por regla general por la ratificación de las partes; el acto nulo puede sanearse por el transcurso del tiempo,3 mientras que el inexistente no.
3
Aunque existen detractores en cuanto a la posibilidad del saneamiento
por prescripción frente a la ilicitud en el objeto o en la causa, modificación introducida por el artículo 2° de la Ley 50 de 1936, las discrepancias se deben, no sólo a las implicaciones éticas que podría conllevar el
saneamiento de dicha ilicitud por el simple transcurso del tiempo –salvo
en el contrato de sociedad que expresamente está prohibido– sino a la
forma como quedó redactado, puesto que lo que prescribiría no sería el
derecho, ni caducaría la acción, sino la nulidad como sanción, lo cual
resulta antitécnico.
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que exista un acto jurídico: que haya voluntad
expresada de manera idónea y que verse sobre un objeto posible y suficientemente determinado. No consideramos necesario referirnos
a estos requisitos, que son bien conocidos por
los cultores del derecho privado y no ofrecen
diferencias mayores entre éstos. Sin embargo,
convienen dos palabras sobre la imposibilidad
jurídica del objeto. Es jurídicamente imposible
el objeto cuando la ley así lo declara, o cuando
le suprime efectos, o da por inexistente o no escrita una actuación o una cláusula determinada.
Algunas normas del Código de Comercio consagran este género de imposibilidad. Entre otras,
el artículo 150 que dispone que las cláusulas
del contrato que priven de toda participación en
las utilidades a algunos de los socios se tendrán
por no escritas; el artículo 294 que igualmente
tiene por no escrita cualquier estipulación que
modifique la responsabilidad solidaria de los
socios en las sociedades colectivas; el artículo
433 que declara ineficaces las decisiones de la
asamblea de accionistas si ésta no fue adecuadamente convocada o no tuvo el quórum requerido; el artículo 1005 que le quita todo efecto
a las cláusulas de exoneración de responsabilidad del transportador de personas menores o
enfermas; el artículo 1244 que declara ineficaz
cualquier estipulación que disponga que el fiduciario adquirirá para éste, por causa del negocio
fiduciario, el dominio de los bienes fideicomitidos. En estos casos el propio legislador decide
la imposibilidad jurídica del objeto. Le quita todo
efecto a la convención de las partes, la tiene por
no escrita, la considera ineficaz.
Distinto es el caso en que el objeto de un acto
jurídico infrinja una norma legal, o tenga un alcance delictual. Aquí el objeto será ilícito; acarreará la nulidad y eventualmente la pena por el
delito. La diferencia estriba en la forma como el
legislador trata cada caso: en los ejemplos mencionados del Código de Comercio el legislador
suprime los efectos del acto, o tiene el acuerdo
o la cláusula convencional por no escritos; en
los casos de infracción o desconocimiento de
una prohibición dada, existe la norma convencional, y existen y se dan sus efectos, pero podrá
pedirse la nulidad por ilicitud y, eventualmente,
habrá lugar a la imposición de una pena por la
infracción o el delito.
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
Como dijimos, dos son las condiciones para
V. VALIDEZ DEL ACTO JURÍDICO.
REQUISITOS
El acto jurídico que reúna los requisitos que acaban de precisarse –voluntad o consentimiento
expresados en forma idónea, y objeto posible y
determinado– existe en el mundo del derecho.
Para que tal acto sea válido se requiere que
quienes intervengan en él sean plenamente capaces, que su voluntad o consentimiento no tenga vicios, que no haya lesión, que el objeto del
acto sea lícito, y que se cumplan todas las solemnidades prescritas por la ley para su validez.
Como en el caso de la existencia, creemos que
basta la sola referencia a estos requisitos de validez, sin explicaciones adicionales, porque no
ofrecen dudas ni han ocasionado disparidades
de importancia entre los autores. Empero, como
algunos de éstos, a partir del artículo 1524 del
Código Civil, agregan un elemento adicional, la
causa lícita, vale la pena una corta reflexión sobre el particular.
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Pensamos que la causa no es un elemento para
la existencia o la validez del acto jurídico, pero
en cambio es una de las más trascendentes
categorías filosóficas y jurídicas. Todo, excepto
Dios, tiene causa. Las personas, las cosas, las
relaciones, las obligaciones, los actos jurídicos.
Y en todo pueden distinguirse la causa eficiente,
que es aquella de donde proviene, y la causa
final, que es aquello hacia donde está dirigido.
El origen y la finalidad: el porqué y el para qué.
La causa eficiente del acto jurídico es, sin duda,
el móvil o motivo que induce a cada uno de los
agentes a su celebración. Es un móvil íntimo,
variable, y a menos que trascienda al fuero externo, no está, ni podría estar, regulado por el
derecho. Mientras permanezca en la intimidad,
el móvil o causa eficiente del acto sólo puede
quedar sometido a la moral individual, según las
convicciones éticas y religiosas del agente. El
móvil o causa puede ser lícito o ilícito; indiferente mientras permanezca en el fuero interno pero
decisivo cuando trascienda al fuero externo y se
convierta en objeto. En otras palabras, la causa
como móvil íntimo o expectativa interna de cada
agente del acto, no es relevante mientras así
permanezca. Una vez revelada o trascendida al
fuero externo se convierte en objeto, con todas
las consecuencias, propiedades y exigencias del
objeto.
Concluimos este apartado diciendo que conforme al artículo 1741 del Código Civil, si faltaren
requisitos exigidos en atención a la naturaleza
del acto la ineficacia consiste en la nulidad absoluta de éste; y si faltaren requisitos exigidos
en atención a la calidad o estado de las personas que celebran el acto, la nulidad es relativa.
10
VI. INTERPRETACIÓN DEL ACTO
JURÍDICO
Es frecuente que los actos jurídicos que ya reúnen las condiciones para su existencia y su
validez requieran, no obstante, la precisión o la
interpretación del alcance de la voluntad de los
agentes en algunos aspectos.
Los artículos 1602, 1603 y 1618 a 1624 del
Código Civil contienen principios básicos sobre
interpretación, y son síntesis y guía en la labor
de desentrañar la intención de los agentes, la
cual, enmarcada por los límites de la voluntad
privada –el orden público y el derecho ajeno–
es la esencia misma del acto jurídico. La labor
interpretativa es tanto más importante cuanto
que de ella dependerá la exactitud y determinación de la manifestación de voluntad, y por
tanto, sus alcances y sus efectos, que no son
más que las obligaciones a cargo de los sujetos
del acto. Sin la cabal precisión del acto, poco
podrá esperarse de éste. De ahí la importancia
de los principios que mencionamos. Son ellos el
de la normatividad u obligatoriedad del contrato
(1602); el de la literalidad para estar a lo que
en él se expresa (1603), el de la intencionalidad
para preferir la intención a las palabras, si aquella es claramente conocida (1618); el de la especialidad, en cuanto los términos del contrato
sólo se aplican a su propia y exclusiva finalidad
(1619); el de la efectividad que prefiere la interpretación que produzca efectos (1620); el de la
concordancia para interpretar el contrato como
una unidad, en la forma que mejor cuadre con
su naturaleza y con la aplicación práctica que se
le haya dado por las partes (1621 y 1622); y el
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de resolver el primero, o del órgano del Estado
las ambiguas a favor del deudor o en contra del
contratante que las preformuló (1624).
investido de la facultad de expedir normas con
fuerza suficiente para rescindir, por motivos superiores, el acto eficaz celebrado por los particu-
VII. EJECUCIÓN DEL ACTO JURÍDICO
lares, o simplemente con fuerza para declarar o
tener declaradas las causales de inexistencia o
Celebrado un acto jurídico y rectamente interpretado, procede su ejecución mediante el cumplimiento de las obligaciones por él generadas.
Pero no sólo se trata de las obligaciones individualmente consideradas, también, y fundamentalmente, del conjunto o resultado que con
el cumplimiento de ellas se persigue, es decir,
el objeto del acto mismo. La ejecución del acto
jurídico es, pues, la realización de su objeto mediante el cumplimiento conjunto de las obligaciones generadas.
Del acervo doctrinal podemos extraer dos criterios para la ejecución general de los actos jurídicos: el de la obligatoriedad y el de la buena fe.
La obligatoriedad, o normatividad, en su mejor
síntesis, la describe el artículo 1602 del Código
Civil cuando expresa que “todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”. Aunque con impropiedad en la última parte de su
redacción, el artículo dota de la máxima fuerza
jurídica –la de la ley– a los actos jurídicos “legalmente” celebrados, es decir, a aquellos que
reúnen todas las condiciones para su existencia
y para su validez, los cuales sólo pueden neutralizarse, dada su fuerza obligatoria, por otra
ley, que provendrá de las mismas partes si celebran otro acto igualmente eficaz con el objeto
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
de la favorabilidad para interpretar las cláusu-
de invalidez.
El segundo criterio de ejecución del acto jurídico
es el criterio de la buena fe. El artículo 1603 del
Código Civil ordena que
los contratos deben ejecutarse de buena fe,
y por consiguiente obligan no sólo a lo que en
ellos se expresa, sino a todas las cosas que
emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación, o que por ley pertenecen a ella.
En idéntico sentido el artículo 871 del Código de
Comercio establece que
los contratos deberán celebrarse y ejecutarse de buena fe y, en consecuencia, obligarán
no sólo a lo pactado expresamente en ellos
sino a todo lo que corresponda a la naturaleza de mismos [sic] según la ley, la costumbre
o la equidad natural.
La buena fe es criterio o pauta constante del
acto jurídico en todos sus momentos. Preside
todas sus fases, desde la etapa de su formación, a lo largo de su ejecución y aun después
de concluido en aquellos casos en que surgen
prestaciones u obligaciones en razón de actuaciones u omisiones ya posteriores a la ejecución
que pueden generar daños a las partes.
Tratándose de la etapa de ejecución del acto
jurídico, la buena fe es la recta disposición del
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agente en el cumplimiento de las obligaciones
equilibrio sea justificado y explicado de tal ma-
derivadas del acto. Es el cumplimiento honesto,
leal, ético. De ahí las consecuencias que las normas trascritas deducen de la buena fe: no sólo
nera que en su conjunto el contrato no pierda
su razonabilidad económica.
está obligado el agente a cumplir literalmente lo
pactado, al estilo del derecho estricto de Roma;
deben cumplirse las obligaciones según la naturaleza del acto que las origina, pero sobre todo
deben cumplirse bajo los dictados de la equidad
natural.
Como criterio de ejecución, la buena fe se hace
presente por medio de diversos deberes a cargo
de las partes. Los tres más comentados y aceptados por la doctrina son los siguientes:
a) El deber de tener una conducta coherente,
que se manifiesta no solamente en la coherencia de la actitud de las partes respecto de sus
propias expectativas concretas sino además
en observar todas aquellas situaciones y circunstancias externas del desarrollo del acto
contractual de las cuales pueda deducirse o
inducirse la coherencia a fin de dar seguridad
al convenio, como sería actuar de conformidad
con una apariencia legítimamente fundada
que lleva al convencimiento de ser lo correcto
y verdadero, o de conformidad con los actos o
las actuaciones propias anteriores (non venire
contra factum propium), o con lo que se crea
de buena fe que es lo correcto y verdadero
aunque en la realidad objetiva esté equivocado
(error comunis facit ius).
b) El deber de preservar el equilibrio, que se
manifiesta en abstenerse de causar daño por
medio de una posición dominante; de abstenerse de realizar actos que impliquen abuso
del derecho; de abstenerse de usar cláusulas
abusivas, o en caso de incluirse, que tal des-
12
c) El deber de buscar la indemnidad, que tiene escenario cuando una de las partes debe
reparar los daños que se produzcan por faltar
a la reserva debida, o cuando debe aceptar
la revisión de las condiciones del contrato por
razón del desequilibrio o la grave onerosidad
creados para la otra parte por una situación
imprevista, o cuando el acreedor de una obligación incumplida no hace esfuerzo alguno
para mitigar los daños propios sufridos.
VIII. SANCIONES ANTE LA INEFICACIA
DEL ACTO JURÍDICO
Al referirnos a “sanción” nos situamos en el
contexto del artículo 6º del Código Civil, según
el cual “la sanción legal no es sólo la pena sino
también la recompensa: es el bien o el mal que
se deriva como consecuencia del cumplimiento de sus mandatos o de la transgresión de sus
prohibiciones”.
Hemos dicho que la eficacia plena del acto jurídico requiere la reunión de las condiciones
para su existencia y validez, la recta interpretación de la voluntad de los agentes cuando ello
sea necesario para determinar su alcance, y la
ejecución o cumplimiento cabal de las obligaciones resultantes. Ahora bien, mirada esa eficacia sólo como capacidad generadora de obligaciones ciertas, efectivas, dejando de lado el
cumplimiento, es decir, mirada sólo la eficacia
inicial, liminar, podemos decir que para tenerla basta con que el acto reúna los requisitos de
existencia y de validez. Si así ocurre tendrá efi-
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mencionadas especies de inexistencia, nulidad,
Veremos enseguida las nociones elementales
la “ineficacia”, en especial de las causas que
sobre la inexistencia, la nulidad, el ajuste de la
prestación y la inoponibilidad, que son los efec-
debió tener en cuenta el legislador mercantil
para su estructuración, puede concluirse que
tos o las sanciones de la ley ante las situaciones
de ineficacia.
en unos casos la ineficacia es en el fondo una
inexistencia por falta de voluntad idóneamente
Sin embargo, antes de hacerlo conviene reiterar brevemente el sentido del término “ineficacia” contenido en varias normas del Código de
Comercio.
Aunque, como lo proponemos en el empeño de
unificación que nos mueve, el término “ineficacia” es el género que comprende las diferentes
irregularidades de que pueden adolecer los actos jurídicos –ineficacia por inexistencia, ineficacia por nulidad absoluta, ineficacia por nulidad
relativa, ineficacia por inoponibilidad, o por otras
anomalías, irregularidades o falencias– algunas
expresiones del Código de Comercio podrían
entenderse como que consagran la “ineficacia”
como una sanción particular, con consecuencias autónomas.
Estudiados los argumentos y casos que darían
fundamento a esta tesis –cotejo que se encuentra plasmado en otro de los documentos que se
adjuntan al presente– encontramos que objetivamente hablando, ya no sólo en el empeño
de unificación del régimen de la eficacia en el
derecho privado colombiano, es más razonable entender la ineficacia como género, con las
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
cacia generadora o inicial; si no, será ineficaz
por inexistente, o por la posibilidad de ser declarado nulo, o por la eventualidad de ser reajustadas las obligaciones engendradas o de no tener
fuerza frente a terceros.
inoponibilidad u otras irregularidades que puedan afectar al acto jurídico.
En efecto, del análisis de los diferentes eventos en que el Código de Comercio consagra
expresada o de objeto, o por atentar contra los
elementos esenciales del negocio en cuestión;
en otros, la ineficacia entraña una nulidad absoluta por vulneración del orden público, por
desconocimiento de una norma imperativa, o
por contener un objeto ilícito; en unos pocos
escenarios la ineficacia resulta en una nulidad
relativa teniendo en cuenta el estado o la calidad de las partes; y en varios eventos resulta siendo una inoponibilidad para uno de los
agentes o frente a los terceros.
Entonces, asumimos en esta importante materia la unificación y homologación de los criterios
de interpretación y aplicación de las normas en
ambos regímenes, civil y comercial, partiendo
de la base de que en su esencia son similares, y
de que, aunque existan diferencias –las cuales
precisamos en otro de los documentos adjuntos- no resultan principales ni estructurales.
A. Inexistencia
El acto no existe cuando simplemente carece de
una o varias de las condiciones de existencia:
voluntad o consentimiento expresados en forma
idónea, y objeto posible y suficientemente de-
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13
Jorge Cubides Camacho - Yolima Prada Márquez
terminado. Como atrás dejamos puntualizado,
gocio particular. En este caso, sin embargo, la
la inexistencia está consagrada en el derecho
positivo colombiano. La inexistencia del acto
no requiere declaración. La inexistencia no pro-
sanción no necesariamente sería la inexistencia
ya que cabría la conversión del negocio jurídico en otro que las partes hubieren consentido y
duce efecto jurídico alguno. La inexistencia no
puede ratificarse ni subsanarse. Como el acto
respecto del cual sí se reunieren sus elementos
esenciales.4
no alcanzó la condición del ser, nada ocurrió en
el mundo jurídico. Sin embargo, como adelante
se explica, a pesar de su inexistencia jurídica un
acto puede provocar o causar efectos o situaciones de hecho que en determinadas condiciones
llegarían a consolidarse.
Conviene mencionar que el artículo 898 del
Código de Comercio emplea el giro de ratificar
como modo de perfeccionar el acto inexistente.
Lo hace, es cierto, pero con referencia a la intención de las partes, y no al acto inexistente mismo. Por ello agrega que la ratificación perfeccionará el acto sólo si se da cumplimiento a las
solemnidades pertinentes. Además, el mismo
Código advierte que los efectos de la pretendida
ratificación no son retroactivos, con lo cual se
evidencia que no se trataría de una convalidación, sino de la realización del acto por primera
vez, ahora con sus condiciones de existencia.
Por lo demás, el artículo confirma que toda actuación realizada como desarrollo de presuntos
actos en modo alguno puede perjudicar a terceros de buena fe exenta de culpa.
Circunscribimos la inexistencia a aquellos actos o negocios jurídicos que no reunieron los
requisitos de existencia generales, aplicables a
todo acto, entendiendo por tales la voluntad o el
consentimiento expresados en la forma debida
y el objeto; pero también a aquellos en que no
se observaron los elementos esenciales del ne14
Como queda dicho, la inexistencia como sanción no se puede sanear, ni requiere ni espera declaración judicial alguna. Sin perjuicio de
ello, no se nos oculta que los actos o negocios
inexistentes pueden provocar consecuencias jurídicas, relaciones, derechos y obligaciones que
sin tener una fuente que sustente su origen, en
la realidad resultan manifiestas y es necesario encontrar una vía para aclarar la situación,
para evitar el enriquecimiento sin causa o el
pago de lo no debido, entre otras alternativas; o
para consolidar situaciones mediante principios
como “el error común creador de derechos” o
de la denominada “teoría de la apariencia”, o en
general por medio de la prescripción y la caducidad de acciones.
Profundizando en el intrincado asunto encontramos varias premisas y consideraciones que
abren el camino para proponer una solución
que consulte a un tiempo la buena fe y el respeto de la norma positiva.
En primer lugar, los interesados en que se declare la inexistencia de una decisión o un acto
jurídico celebrado sin el lleno de las condicio-
4
En línea de principio, como en este escrito se sostiene, nos apartamos
de la conversión del negocio jurídico respecto de los actos nulos, puesto
que dicha figura tiene aplicación en cuanto a la inexistencia derivada de
la inobservancia de alguno de los elementos esenciales previstos para
cada acto o negocio en particular, y no de situaciones anómalas o irregulares como son en general las propias de las nulidades.
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natural función. No podría ser de otra manera
tuación contractual real, pueden hacerlo ver de
los contratantes o de los órganos sociales competentes a fin de reversar las decisiones o las
porque se trata de dar protección, dentro de la
buena fe, a quienes afectó la decisión o el acto
ineficaz, y porque en estos casos puede llegarse
actuaciones ineficaces. Por su lado, los interesados en corregir la actuación ineficaz a fin de
a diferencias de carácter litigioso o contencioso
que es el ámbito propio de la acción judicial, en
dotarla de toda su fuerza jurídica disponen del
mismo derecho de buscar el saneamiento con
particular de la acción ordinaria, que en su texto
literal vigente está concebida para decidir “todo
los contratantes o los órganos sociales responsables. Nada impide esa primera actuación de
asunto contencioso que no esté sometido a un
trámite especial” (art. 396 del Código de Proce-
quienes pretenden una u otra cosa, aun si en un
principio no advirtieron la ineficacia pero luego
aparece y tienen razones suficientes para decla-
dimiento Civil).
Si los contratantes o los órganos sociales responsables no acceden a la pretensión, bien
para reversar el acto ineficaz, bien para dotarlo de su plena eficacia, los interesados pueden
acudir a la instancia jurisdiccional para que allí
sea declarada.5 Se nos dirá que tratándose de
inexistencia, es decir, de ausencia de actuación
real y efectiva, no hay nada que buscar ni se
requiere declaración distinta de la de carencia
de ser. Además que para este evento no está
En efecto, sólo el juez puede resolver en forma
definitiva una controversia en que de seguro se
debatirán el texto preciso de la ley positiva que
declara la inexistencia frente a la necesidad de
preservar la seguridad jurídica; o la ausencia
de acto o actuación real frente al principio de la
buena fe; o la imposibilidad de que surjan efectos de un acto inexistente frente al error común
creador de derechos; o, en fin, la realidad de haber omitido condiciones para la existencia del
acto frente a la aplicación de la teoría de la apariencia. Pero además pueden buscarse, y sólo el
juez sería autoridad para aplicarlas de manera
prevista ninguna actuación en la ley positiva,
sustancial o procesal, como sí se prevé, en contraste, para los casos de nulidad. Sin embargo,
si ocurrieron desarrollos prácticos de la decisión
ineficaz, y se afectaron derechos o situaciones
obligatoria, las figuras del incumplimiento recíproco de los contratantes, o la del principio de
conservación del negocio celebrado aún con
deficiencias, o la del incumplimiento resolutorio, de reciente data en la jurisprudencia colom-
de terceros de buena fe, o pueden verse afec-
biana. Cabría, adicionalmente, la pretensión de
tados en el futuro, el orden jurídico cobra su
indemnizar los perjuicios causados, lo que también sería privativo de la órbita judicial.
rarla o para sanearla.
5
Está instituida una importante actuación administrativa en el artículo
133 de la Ley 446 de 1998, que sin perjuicio de lo previsto en el artículo 897 del Código de Comercio (que es el que regula la sanción
de ineficacia como tal) atribuye a las superintendencias financiera y de
sociedades competencia para reconocer los presupuestos de ineficacia
previstos en el Libro Segundo del Código de Comercio, sobre las sociedades comerciales.
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
nes exigidas para que tenga entidad como ac-
No creemos, entonces, que en los casos de
inexistencia pueda estar ausente la acción jurídica. Habrá ocasiones en que no se intente
porque las consecuencias del acto ineficaz no lo
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15
Jorge Cubides Camacho - Yolima Prada Márquez
ameritan, o porque las partes en potencial conflicto llegaron a una fórmula conciliatoria. Pero
en los demás, es el único camino posible.
Ahora bien, las acciones o actuaciones judiciales
de que pueden hacer uso los interesados están
sujetas al régimen de la caducidad. No podría
ser de otra forma. Como en toda actuación jurídica, aquí también se requiere iniciar la acción
dentro del término previsto en la ley, pues de otro
modo el juez no podría entrar a considerar la situación de fondo, limitándose a declarar improcedente la actuación por razón de la caducidad.
No es que lo ineficaz por arte de magia se vuelva
eficaz: seguirá siendo ineficaz, pero ya no habrá quien pueda reconocerlo así, ni deducir sus
consecuencias. Se produce entonces el efecto
de consolidar la situación de hecho creada, a la
manera como la prescripción lleva a adquirir las
cosas ajenas o a extinguir los derechos ajenos,
para lo cual sólo exige “cierto lapso de tiempo
durante el cual no se hayan ejercido dichas acciones” (art. 2535 del Código Civil).
Sobre este tema de la caducidad resulta interesante mencionar lo que sucede con la acción
de tutela, en la cual, aunque no existe un plazo
legal para incoarla y se ha dicho que no tiene
caducidad, nuestra Corte Constitucional en reiteradas oportunidades,6 en especial en la Sentencia del 19 de abril de 2010, ha manifestado
mo momento de la acción u omisión de la
autoridad o particular contra quien se dirige
su tutela sentía desconocidos sus derechos,
pues si lo pretendido es que la protección
sea eficaz, lo lógico sería que se presentara
lo antes posible.
Con esta idea la Corte ha creado toda una doctrina para entender cuál es el plazo razonable
y las excepciones a éste. Incluso ha llegado a
sostener que aunque no existe caducidad respecto de la acción de tutela “la inactividad para
interponer esta última acción durante un término prudencial, debe llevar a que no se conceda
[…]” (tomado de la Sentencia SU-961/99).
Así, sin entrar en disquisiciones constitucionales, llama la atención que aun en acciones tan
fundamentales para el ordenamiento jurídico
como es la acción de tutela, que en principio no
tendría caducidad, el paso del tiempo sí ejerce
una influencia importante para su consideración y reconocimiento. Luego, mutatis mutandis,
para nuestro caso de inexistencia, o ineficacia
por inexistencia, si alguien optara por incoar las
acciones jurídicas administrativa o la jurisdiccional después de pasado el plazo de la caducidad,
el respectivo operador jurídico no podría entrar
a considerar la situación de fondo: tendría que
declarar improcedente la actuación porque ha
caducado la acción.
que
B. Nulidad
no le es dable al accionante esperar en
forma prolongada el transcurso del tiempo
para ejercer la acción cuando desde el mis-
6
16
Sentencia T-279/2010 M.P. Humberto Antonio Sierra Porto, del 1904/2010; SU-961/99; C-543/92; T-158/2006, entre otras.
Separadamente tratamos el concepto y las características de las dos especies de nulidad, los
efectos de su declaración y el saneamiento de
los actos afectados por éstas.
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y cuando se ha celebrado por persona abso-
No hay acuerdo sobre el concepto de la nulidad
absoluta. Nuestra ley positiva contiene sola-
lutamente incapaz. Los dos ordenamientos se
identifican en lo que podría ser la noción amplia
del orden público. En efecto, el orden público
mente enumeración, descripciones y efectos de
los actos absolutamente nulos, pero sin ensayar
criterio definitorio. Por su parte, la doctrina y la
jurisprudencia ensayan múltiples criterios. En el
comprende tanto las normas imperativas como
la licitud general, y como las prescripciones de
espíritu de unidad conceptual de este estudio,
proponemos y acogemos uno de ellos, el que
esencia y naturaleza de los actos jurídicos y a
las condiciones mínimas de legitimación para
consideramos más consistente, sin entrar en
descripciones y análisis que no arrojan mayor
claridad sobre el punto.
actuar. En otras palabras: mirado desde el punto de vista de la validez de los actos jurídicos,
el orden público es el conjunto de condiciones
Un acto adolece de nulidad absoluta cuando se
pretermiten requisitos o condiciones exigidos en
atención a un interés de orden público. Adolece
de nulidad relativa cuando en su celebración se
omiten requisitos exigidos en razón del interés
individual de las partes. Este criterio ha sido reiteradamente expuesto por la Corte Suprema de
Justicia y si bien no responde a la totalidad de
las exigencias es el que mayor claridad ofrece.
El artículo 1741 del Código Civil consagra la nulidad absoluta para los casos de objeto o causa
ilícita, de omisión de requisitos prescritos por la
ley para el valor de ciertos actos por razón de
su naturaleza y de incapacidad absoluta, esto
es de actos que celebren los impúberes (niño
o niña, según artículo tercero del Código de la
Infancia y la Adolescencia), los dementes y los
sordomudos que no pueden darse a entender,
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
1. Nulidad absoluta
organización del régimen jurídico propiamente
dicho, particularmente por lo que se refiere a la
objetivas y subjetivas requeridas para el funcionamiento normal del régimen jurídico. Los factores objetivos se verían alterados por la violación
de una norma imperativa, por la ilicitud o por la
omisión de requisitos exigidos en atención a la
naturaleza del acto; los factores subjetivos por
la incapacidad absoluta.
La nulidad absoluta presenta las siguientes características: puede y debe ser declarada de
oficio por el juez; puede pedirse su declaración
por el ministerio público o por todo aquel que
demuestre interés; no puede ratificarse si es
generada por ilicitud del objeto, y se sanea por
prescripción extraordinaria (hoy de diez años).
El juez, aun sin petición de parte, es decir, como
excepción al principio general en virtud del cual
el proceso requiere impulso de las partes, puede y debe declarar la nulidad absoluta si apare-
bien por escrito ora por otros medios o signos
convencionales. Por su parte, el artículo 899 del
Código de Comercio dice que hay nulidad abso-
ce de manifiesto. Del mismo modo, puede alegarse por el ministerio público en interés de la
moral o de la ley y además por todo aquel que
luta cuando el negocio contrataría una norma
imperativa, cuando tiene causa u objeto ilícitos
tenga interés en ella (art. 2° de la Ley 50 de
1936). Esta amplia posibilidad para pedir la de-
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17
Jorge Cubides Camacho - Yolima Prada Márquez
claración se explica por la índole del interés pro-
puede ser declarada por el juez sino a petición
tegido: el orden público. Igualmente por ello se
explica la imposibilidad de ratificar el acto cuya
nulidad nace del objeto ilícito. Desde luego en
de parte; no puede pedirse su declaración por el
ministerio público en el solo interés de la ley, lo
cual significa que también el ministerio público
cada caso tendrá que observarse el régimen
que da razón de ser a la protección.
necesita acreditar interés concreto y específico
para la declaratoria; no puede alegarse sino por
2. Nulidad relativa
aquellos en cuyo beneficio la han establecido
las leyes, o por sus herederos o cesionarios;
Un acto adolece de nulidad relativa cuando se
siempre puede sanearse por la ratificación de
las partes, y se sanea por prescripción de cuatro
pretermiten requisitos o condiciones exigidos en
atención a un interés de carácter particular.
La nulidad relativa protege a quienes celebran
actos jurídicos bajo condiciones que originan
vicios, pero la protección tiene un ámbito más
restringido, correspondiente a la categoría del
valor protegido, que es el interés particular. Para
el Código Civil la nulidad relativa es “cualquier
otra especie de vicio” distinto de los vicios que
producen la nulidad absoluta (art. 1741). Para
el Código de Comercio cabe esta ineficacia en
todo negocio jurídico celebrado por persona relativamente incapaz y en aquellos en que se ha
consentido por error, fuerza o dolo. Uniendo los
artículos 1741 del Código Civil y 900 del Código
de Comercio, y enfrentándolos a los requisitos
de validez de los actos jurídicos, atrás vistos,
puede decirse que hay nulidad relativa en los
casos de incapacidad relativa, en los casos de
vicios del consentimiento y en los casos de pretermisión de requisitos exigidos por la ley en
consideración a la calidad o estado de las per-
18
años.
Esta última característica difiere para la materia
mercantil porque el Código de Comercio establece que el término de prescripción es de sólo
dos años y que este bienio se empieza a contar
a partir de la fecha del negocio respectivo, salvo
que se trate de nulidad por incapacidad legal,
en cuyo caso el bienio se cuenta desde el día en
que la incapacidad haya cesado. El distinto régimen se concreta en el término de prescripción
(cuatro años para el ordenamiento civil y dos
para el mercantil) y en la iniciación de la cuenta en el caso de nulidad por fuerza o violencia;
a partir del día en que la violencia hubiera cesado, en el ordenamiento civil, y a partir de la
fecha del negocio en el mercantil; en los demás
eventos el régimen de las dos materias es prácticamente el mismo.
Para una mejor ilustración se anexa un cuadro
comparativo de cada régimen, analizando cada
uno de los aspectos de las diferentes irregula-
sonas que realizan el acto jurídico. La lesión en
ocasiones engendra nulidad relativa.
ridades, inexistencia, nulidad absoluta, relativa,
inoponibilidad, por medio de varios factores: causales, normatividad, prescripción, ratificación,
El artículo 1743 del Código Civil consigna las características de la nulidad relativa. Éstas son: no
legitimación, entre otros aspectos, tanto en materia civil como mercantil. Asimismo, se adjunta
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toria les alcancen, tal como ocurre en el caso de
de Comercio denomina como de “ineficacia” y su
calificación dentro de las especies de inexistencia, nulidad absoluta o relativa, o inoponibilidad,
las condiciones suspensivas o resolutorias, en
que no hay derecho de reivindicación contra terceros poseedores de buena fe (artículos 1547 y
según corresponda.
1548 del Código Civil).
3. Efectos de la declaratoria de nulidad
La declaratoria de nulidad por parte del juez,
tanto absoluta como relativa, produce un mismo
efecto: dar a las partes “derecho para ser restituidas al mismo estado en que se hallarían si
no hubiese existido el acto o contrato nulo” (art.
1746 del Código Civil). De este efecto se deducen las demás consecuencias de la declaratoria
de nulidad, entre las cuales son de destacar las
siguientes: la posibilidad de reivindicación, vale
decir de persecución del bien para recuperarlo,
frente a terceros poseedores (art. 1748); la necesidad de hacer las restituciones mutuas de lo
que han recibido los contratantes con arreglo
a las reglas contenidas en los artículos 1746 y
siguientes del Código Civil, y la obligación de indemnizar los perjuicios causados por razón de
la nulidad de un acto, cuando tal declaratoria
ha sido la consecuencia de la imputabilidad por
dolo o culpa, todo según las reglas generales
que organizan la responsabilidad civil.
En cuanto al tema de los terceros y los efectos
retroactivos de la declaratoria de nulidad, y teniendo en cuenta que el objeto de este escrito
es proponer una interpretación que permita la
unificación, cabe señalarse que en aras de la
debida armonía y coherencia legislativa, debería tenerse en cuenta la buena fe de dichos terceros para impedir que los efectos de la declara-
Eficacia del acto jurídico: visión unificada en los ordenamientos civil y comercial
la relación hecha de las causales que el Código
El artículo 902 del Código de Comercio trae una
importante precisión en cuanto al alcance de la
nulidad de sólo una parte, o una cláusula, de un
acto jurídico. Su texto se explica por sí solo: “la
nulidad parcial de un negocio jurídico, o la nulidad de alguna de sus cláusulas, sólo acarreará
la nulidad de todo el negocio cuando aparezca
que las partes no lo habrían celebrado sin la
estipulación o parte viciada de nulidad”. Sobre
este último aspecto la doctrina ha interpretado
que por razones de justicia, equidad y buena fe,
sería inadmisible que las partes quisieran que
se celebrara el acto con la estipulación viciada;
en consecuencia, lo que expresa la norma transcrita es que el contenido de la prestación de la
cláusula ilícita, no resulte fundamental para el
negocio en cuestión.
4. Saneamiento de actos
nulos o anulables
Se llama ratificación a la manifestación de voluntad, unilateral o bilateral según la especie de
acto jurídico, que tiene por objeto subsanar el
vicio de que adolece el acto. Puede ser expresa
o tácita. La primera requiere para su validez las
mismas solemnidades a que debió sujetarse el
acto que se ratifica. La segunda no es más que
la ejecución voluntaria de las obligaciones resultantes del acto, sin ejercer las acciones a que
hubiere lugar, como una renuncia tácita. Suelen
Enero - Junio de 2011 - Universidad de los Andes - Facultad de Derecho - Revista de Derecho Privado N.o 45
19
Jorge Cubides Camacho - Yolima Prada Márquez
decir los doctrinantes que la confirmación o ra-
por igual reajuste del precio (art. 1958), en los
tificación tácita equivale a renunciar a la acción
de nulidad; por ello los hechos con los cuales
se cumplen las obligaciones deben significar in-
casos de intereses que excedan en más de una
mitad al que se probare corriente y se reducen
por solicitud del deudor (artículos 2231 del Có-
equívocamente la intención de ratificar. Ninguna
de las dos especies de ratificación, ni la expresa
digo Civil y 884 del Código de Comercio), en la
cláusula penal cuando se pide que se rebaje de
ni la tácita, cabe tratándose de nulidad proveniente de objeto ilícito. Y esto porque el orden
la pena lo que exceda al duplo de la obligación
incumplida, o en la hipoteca cuando se pide la
público está interesado en la invalidez de un
acto cuyo objeto es ilícito y porque la ratificación
reducción al duplo de la obligación garantizada.
estaría marcada, a su vez, con la ilicitud.
C. Ajuste de la prestación
El ajuste de la prestación es un efecto o sanción
especial para algunos casos de ineficacia previstos por la ley. Ya no se trata de la inexistencia
o de la nulidad, sino de un reajuste que la ley
impone para asegurar o restablecer la equidad y
Son también casos de variación de la prestación, surgida a su vez por alteración de la naturaleza del acto, aquellos a que se refiere el artículo 1501 del Código Civil, en los cuales, por no
darse los elementos de la esencia del contrato
en la forma esperada por las partes se deriva o
surge otro contrato diferente. En el mismo sentido el artículo 904 del Código de Comercio que
prevé que
el razonable equilibrio que deben tener las relaciones nacidas del acto jurídico para las partes,
sin sustituir o reemplazar la voluntad.
Son esencialmente los casos de desproporción
considerable en las obligaciones resultantes
de actos que no obstante reunir las condiciones para su existencia y validez no tienen plena
eficacia dada esa desproporción, siendo entonces necesarios el aumento o la reducción de la
prestación, su ajuste, según lo disponga la ley
en cada caso.
Procede la variación de la prestación primeramente en algunos eventos de lesión enorme,
como en la compraventa de inmuebles cuando
el precio es inferior a la mitad del justo precio y
se opta por completar el justo precio (art. 1947
del Código Civil), en la permuta de inmuebles
20
el contrato nulo podrá producir los efectos
de un contrato diferente, del cual contenga
los requisitos esenciales y formales, si considerando el fin perseguido por las partes,
deba suponerse que éstas, de haber conocido la nulidad, habrían querido celebrar el
otro contrato.7
Igualmente, son de variación de la prestación, o
mejor, del acto que origina la prestación, los ca-
7
Esta norma acusa una imprecisión de nuestro Código por tratar de seguir textualmente el código italiano, en donde el régimen civil y el comercial se encuentran unificados. Para la ley italiana es nulo lo que para
nosotros es inexistente por falta de alguno de los elementos esenciales.
Así las cosas, no importa la clase de contrato que sea –es decir, lo que
algunos llaman la tipicidad de segundo grado que ostente– si tiene un
vicio de nulidad, lo seguirá teniendo sea cual fuere el negocio jurídico en
el que se transforme. Por eso, se puede sostener que la conversión no
se aplica a los casos de la nulidad, sino de la inexistencia por falta de alguno de los elementos esenciales para un determinado negocio jurídico,
cuando se pueden reunir los de otro, y entonces, considerados el fin y la
voluntad de las partes, se entenderá transformado en dicho negocio.
Enero - Junio de 2011 - Universidad de los Andes - Facultad de Derecho - Revista de Derecho Privado N.o 45
901 del Código de Comercio sintetiza el punto
terística se cambia su naturaleza, como expedir
un documento que no alcanza a ser título valor
por faltarle, por ejemplo, la mención del dere-
en esta sencilla forma: “será inoponible a terceros el negocio jurídico celebrado sin cumplir con
los requisitos de publicidad que la ley exija”.
cho que en él se incorpora (art. 621 del Código
de Comercio), o la autorización especial para
Y ello es así por la lógica de las cosas. Si requiere
que pueda ser expedido al portador (art. 670).
publicidad es porque interesa al orden jurídico
La desproporción es una causal de ineficacia
el conocimiento que del acto pueda tener cualquier persona; si no hay publicidad no lo pueden
cuando la ley lo ordena. Si no se aumenta o no
se reduce la prestación el acto puede resolver-
conocer los terceros y, por tanto, mal podrían sus
efectos tener aplicación frente a éstos.
se, o puede quedar afectado de nulidad relativa,
o sus efectos condicionados a determinada actuación, todo conforme lo prescriban las leyes
para cada uno de los casos.
D. Inoponibilidad
Este concepto tiene diversas acepciones. Desde
el punto de vista de la ineficacia del acto jurídico
se refiere esencialmente a la falta de publicidad
de los actos que la requieren.8
La falta de publicidad que la ley prescribe, especialmente la que consiste en la inscripción
del acto en registros públicos –registro de instrumentos públicos, registro mercantil, registro
de automotores, entre otros– hace que el acto
jurídico sea inoponible, es decir, no produce sus
efectos frente a terceros distintos de los agentes que lo celebran. En caso contrario, con la
publicidad adecuada, es oponible. El artículo
8
Otras acepciones que no interesan al tema que venimos tratando, se
refieren, bien a la imposibilidad de que los efectos de un acto afecten a
quienes no han participado en el mismo (el principio de la “relatividad”,
es decir que sólo los agentes que intervienen con su voluntad en la celebración del acto pueden sentirse obligados), bien al efecto de carecer
de facultades el representante que actúa a nombre de su representado,
o ser las facultades insuficientes, actuación que por tanto no es oponible
al representado.
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sos en que por faltar alguna condición o carac-
Casos de inoponibilidad a terceros en el orden
civil son, entre otros, la falta de la inscripción
del acto en el registro público que le corresponda según la naturaleza del bien o actuación que
constituye su objeto (art. 44 del Decreto 1250
de 1970), la falta de tomar razón del contenido
de las contraescrituras públicas al margen de
la escritura matriz cuyas disposiciones se alteran en la contraescritura (art. 1766 del Código
Civil), la falta de notificación por el cesionario al
deudor o aceptada por éste, de la cesión de un
crédito (art. 1960 del Código Civil).
Casos de inoponibilidad en el orden mercantil
son, entre otros muchos, los siguientes: los efectos respecto de terceros de actos y documentos
sujetos a registro mercantil sólo se producen a
partir de la fecha de su inscripción (art. 29, numeral 4 del Código de Comercio); la cesión de
cuotas sólo producirá efectos respecto de terceros y la sociedad a partir de la fecha en que sea
inscrita en el registro mercantil (art. 366); para
que la enajenación de acciones nominativas hecha por simple acuerdo de las partes produzca
efectos respecto de la sociedad y de terceros,
será necesaria su inscripción en el libro de re-
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gistro de acciones (art. 406); los acuerdos de
presentante legal para su depósito (art. 70 de
dos o más accionistas que no sean administradores de la sociedad en virtud de los cuales se
comprometan a votar en igual o determinado
la Ley 222 de 1995); el contrato de prenda sin
tenencia del acreedor podrá constituirse por
instrumento privado pero sólo producirá efectos
sentido en las asambleas de accionistas sólo
producirá efectos respecto de la sociedad si el
en relación con terceros desde el día de su inscripción (art. 1208).
acuerdo consta por escrito y se entrega al re-
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