6.0 Introducción Unidad 6. ¿Cuál es mi legado a la sociedad y a la vida? Desarrollo Humano Unidad didáctica 6: ¿Cuál es mi legado a la sociedad y a la vida? 6.0 Introducción Objetivo: Reconocerás como determinante el valor de tu compromiso en el lazo comunitario, para la construcción de una sociedad mejor. Hemos mencionado la relevancia de la formación de una posición subjetiva independiente, a través de la cual se logren articular lazos afectivos de reconocimiento conciliador, en torno a la interdependencia. Al respecto de esta última cualidad, aseveramos que denota un cambio significativo al contrario de la actitud egocéntrica, puesto que, por un lado, la asume como estructural y en segundo término, se eleva por encima de ella, gracias a una disposición adecuadamente orientada, que pretende lograr una eficacia concreta para el cambio, a través de la unión de esfuerzos entre las personas. En este sentido, gracias a la interdependencia dirigida por la ética, es posible construir lazos comunitarios lo suficientemente solventes como para resguardar la integridad individual y la ajena. “La ética surge cuando superamos la etapa en la que actuamos siguiendo reglas morales que nos imponen, tales como: <<debes decir la verdad para no ser castigado>>, y afirmamos que nuestro deber consiste en decir la verdad independientemente de recibir castigos o no; esta conducta no es sólo un deber para nosotros, sino que es generalizable, es decir, la consideramos buena para cualquier persona que se encuentre en situación semejante a la nuestra en forma relevante. Entonces podemos decir que nuestra decisión es una decisión ética porque tiene un fundamento racional en el sentido de que podemos dar razones del ser de tal conducta, validas para cualquier persona que se encuentre en la misma situación en forma relevante.”1 1 Graciela, Hierro, Ética de la libertad, México, Torres Asociados, 2003, p. 28 1 6.0 Introducción Unidad 6. ¿Cuál es mi legado a la sociedad y a la vida? Una de las consecuencias de avanzar en el continuum de dicha practica, es el acrecentamiento de la propia conciencia, es decir, que en virtud del devenir autoconscientes, los individuos caen en cuenta de que en este mundo no es suficiente ocuparse de sí mismo y aprender a respetar a los demás, sino que es fundamental hacer algo por procurar el desenvolvimiento y crecimiento del otro. Cabe incluso afirmar que hay una relación directamente proporcional entre el desarrollo equilibrado de una persona, y su deseo de participación y contribución en su entorno. Esta intencionalidad de participación (proactiva) emerge en quien, una vez consciente de su finitud, experimenta un deseo de trascendencia, orientándose a dejar huella y por lo tanto un legado a los demás. En efecto, cuando el proceso de maduración de una persona ha construido un camino libre, emerge en ella un sentimiento de gratitud hacia las posibilidades reales de la vida y de la sociedad, cualidad que se traduce en un deseo de retribución. Es como si asumido cierto sentido ante la propia existencia, se esté en condiciones de acompañar otro proceso de expansión. El individuo se siente inclinado a actuar, a dar, a dejar algo de sí mismo como herencia al mundo. Importante diferenciar que dicho legado se encuentra fuera de discursos dogmáticos, puesto que “la ética se distingue del <<moralismo>> que consiste en decirles a las personas lo que deben hacer y lo que deben pensar acerca de lo bueno, lo justo o lo deseable, sin dar razones para ello.”2 Resulta indicado cuestionarnos cuándo y cómo se originan en el sujeto, tanto el deseo, como la capacidad de compromiso y de entrega, incluso la lealtad para con su comunidad. Sabemos que lo anterior, implica un largo recurso durante el cual, gracias al intercambio y al reconocimiento de personas significativas, se gestan en el sujeto cualidades tales como la empatía y la solidaridad. Sin olvidar que los procesos de constitución de la denominada identidad, implican también el contacto e identificación con aspectos agresivos y destructivos. Sin embargo, hemos aclarado que las potencialidades del ser humano pueden ir más allá de las condiciones contextuales que intentan reducirlo a la vana repetición de moldes que lo cosifican. En este sentido, comprender que desconocemos más de nosotros mismos de lo que quisiéramos aceptar, es un modo de alcanzar la puesta en escena de una asunción de la realidad de la que formamos parte, el devenir de la denominada identidad es complejo e inconcluso, así que si “existencia y sentido se escinden por la acción significante, cuya consecuencia con relación al sujeto será el 2 Ibíd., p. 44 2 6.0 Introducción Unidad 6. ¿Cuál es mi legado a la sociedad y a la vida? descentramiento del mismo respecto de la representación que posee de sí, su ubicación en un lugar excéntrico a la verdad que es su causa.”3 En todo proceso de subjetivación hará falta comprender qué verdad es la que nos constituye, a partir de qué deseos hemos sido formados, así como qué expectativas dirigen nuestros actos, es decir, quién habla en nosotros y desde dónde. Si es que alcanzamos a desentrañar todo ello, nuestro sentido de vida podrá tomar como referentes la disposición a dar y a involucrarse activamente. La ética se fortalece en la medida en que los individuos situados en su entorno reconocen y demandan de sí mismo, esfuerzo. Los valores aparecen como argumentos abiertos a la singularidad, en clara oposición a las historias de abuso, de negligencia y de maltrato. Algunos especialistas del desarrollo sostienen que la empatía es una habilidad que está impresa en nuestro código genético4. Incluso hacen mención de una serie de muestras empáticas que un pequeño de tan sólo un año de edad es capaz de exhibir ante el dolor ajeno. Ante este hecho es pertinente preguntar por qué, si la empatía se da en forma natural, es tan escasa en nuestra sociedad. ¿Es el hombre bueno y la sociedad lo corrompe? –como sostenía Rousseau?5 O, por el contrario, ¿es amoral y debe ser educado para convertirlo en un ser de bien?, ¿o quizá, ni el bien ni el mal existen en sí, sino que se generan a través del contacto entre sujeto y ámbito social? Algunos autores, empezando por Charles Darwin6, han sugerido que gran parte del comportamiento social y antisocial está basado en una infraestructura biológica. Ciertos tipos de comportamiento antisociales pueden explicarse como derivados de hábitos primigenios que facilitaban la supervivencia y el éxito en la reproducción en épocas prehistóricas. De la misma manera, comportamientos a favor de lo social, tales como la cooperación, el altruismo y el cuidado sobre otras personas, encontrarían su explicación en las presiones evolutivas que han favorecido el desarrollo de características socialmente generativas. 3 Daniel, Gerber, La represión y el inconsciente, en, La re-flexión de los conceptos de Freud en la obra de Lacan, Coloquios de la Fundación 3, México, Siglo XXI, 2005, p. 95 4 Te recomendamos un breve artículo que encontrarás en la siguiente dirección electrónica, al respecto del polémico tema del determinismo genético: http://www.scielo.unal.edu.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S012046882009000200001&lng=es&nrm=iso 5 Véase, Jean, Jacques, Rousseau, El contrato social, Buenos Aires, Dastin, 2003 En la siguiente dirección electrónica podrás descargar El origen de las especies, uno de los más importantes textos de Darwin, http://www.rebelion.org/docs/81666.pdf 6 3 6.0 Introducción Unidad 6. ¿Cuál es mi legado a la sociedad y a la vida? Este tipo de discursos abordan la conducta social como efecto de un programa innato, reforzado por condicionamientos sociales. Si esto es así, conocer este hecho representa una ventaja para los educadores, lideres empresarios, sociólogos, etc., quienes podrían utilizar estas fuerzas para detener el comportamiento hostil y fomentar el comportamiento ético. Sin embargo, aún si aceptamos que la empatía está presente en nuestra naturaleza como un componente genético, no se resuelve la gran cantidad de dificultades que presenciamos en la vida cotidiana para llevarla a la práctica efectiva. Lo único en lo que podemos coincidir, es que debemos trabajar arduamente para vencer nuestro egoísmo, lo que hasta el momento hemos reconocido como una de los principales obstáculos para lograr una convivencia armónica. En palabras de Buber “El Yo no confrontado por un Tú concreto, sino rodeado por una multitud de “contenidos”, no tiene presente, sino solamente pasado.”7 Resulta imprescindible actualizar nuestra existencia al incluir a la otredad como parte fundamental de la vida, sólo otro ser humano puede recordarnos lo esencial que hay en cada uno. Y al mismo tiempo, debemos atender cierto goce que el ser humano obtiene de actos que implican provocar el daño en los demás, lo cual también parece ser constitutivo de la relación yotú. “La individualidad se nos aparece como un producto de la interferencia entre dos aspiraciones: el afán por alcanzar la dicha, que llamamos egoísmo, y el reunirnos con los demás en la comunidad, que denominamos altruismo. Las dos aspiraciones, de dicha individual y de acoplamiento a la comunidad, tienen que luchar entre sí en cada individuo; y los dos procesos, por fuerza, entablan hostilidades recíprocas y se disputan el terreno. El sujeto intenta protegerse del mundo exterior a través de dos vías principales. La primera es asesinando las pulsiones, que consiste en renunciar a la saciedad de las mismas. La segunda es desplazando la libido, que consiste en sublimar las pulsiones : consiste en una <<coraza>> que lo protege del destino y suele fallar cuando la fuente de padecer es el propio cuerpo.”8 Es interesante destacar que los procesos que ayudan a que las cargas pulsionales se canalicen a comportamientos socialmente valorados, está en la sublimación. Ésta refiere a un proceso psíquico inconsciente que “da cuenta de la aptitud de la pulsión sexual para reemplazar un objeto sexual por un objeto no sexual (connotado con ciertos valores e ideales sociales) y para cambiar su fin sexual inicial por otro fin, no sexual, sin perder notablemente su intensidad.”9 Ejemplos de dicho proceso los podemos encontrar en la creación artística, o en varias prácticas sociales ante sucesos extraordinarios, por ejemplo el auxilio que gran parte de la población general brindó a sus semejantes, tras el temblor 7 Martin, Buber, Yo y Tú, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002, p. 14 Graciela, Hierro, Ética de la libertad, México, Torres Asociados, 2003, p. 123 9 Roland, Chemama y Bernard, Vandermersch, Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, 2004 8 4 6.0 Introducción Unidad 6. ¿Cuál es mi legado a la sociedad y a la vida? de 1985 en México. Sin duda, “la sublimación de las pulsiones es un rasgo particularmente destacado del desarrollo cultural; posibilita que actividades psíquicas superiores –científicas, artísticas, ideológicas- desempeñen un papel tan sustantivo en la vida cultural.”10 Cabe mencionar que no todas las personas tienen los elementos necesarios para realizarlo, de entrada planteamos como imprescindible el asumir su vida más allá de una posición narcisista a ultranza. Así que, en esta unidad analizaremos el concepto de empatía como base del comportamiento moral, y haremos hincapié en la importancia que tiene en nuestra vida la preocupación activa por el desarrollo de nuestros semejantes. Habrá que centrar la relevancia de salir de uno mismo al encuentro de los otros para acompañarlos y apoyarlos en su crecimiento. Llevar a cabo semejante labor hará que cada uno experimente los alcances de sus actos, vía la transformación del otro y con ello de la sociedad; o por lo menos preguntárselo. Bibliografía: 10 Daniel, Gerber, La represión y el inconsciente, en, La re-flexión de los conceptos de Freud en la obra de Lacan, Coloquios de la Fundación 3, México, Siglo XXI, 2005. Martín, Buber, Yo y Tú, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002. Graciela, Hierro, Ética de la libertad, México, Torres Asociados, 2003. Roland, Chemama y Bernard, Vandermersch, Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, 2004. Sigmund, Freud, Obras Completas. Tomo XXI, Buenos Aires, Amorrortu, 2001. Sigmund, Freud, El malestar en la cultura, en, Obras Completas. Tomo XXI, Buenos Aires, Amorrortu, 2001, p. 95 5