En los albores de la visión de Chile, Valdivia, Ercilla, Oña

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En los albores de la visión de Chile,
Valdivia, Ercilla, Oña
GIUSEPPE BELLINI
Universidad de Milán
L Como bien sabemos Chile ha sido una de las tierras americanas de más difícil
conquista para los españoles. La expedición de don Diego de Almagro se resolvió en
un desastre; lo recuerda el cronista Agustín de Zarate en su Historia del Descubrimiento
y conquista ¿el Perú, y lo hace — sin quitarle valor en la empresa al desafortunado conquistador, rival de don Francisco Pizarro — para mejor denunciar la vergüenza de su
terror ante la muerte. En efecto, cuando don Diego, vencido, suplica a Hernando
Pizarro que ]e ahorre la vida por viejo, recibe de éste una reprimenda ofensiva: «que
no eran aquellas palabras para que una persona de tanto ánimo como él las dijese ni
se mostrase tan pusilánime», sino que «pues su muerte no se podía excusar, que se
conformase con la voluntad de Dios, muriendo como cristiano y como caballero»1.
La ideología propia de la Edad Media informaba en América la visión del "buen
caballero" y un texto como ei Laberinto de Fortuna, de Juan de Mena, no solamente
avisaba de lo «mudable» que ella era2, sino que, teniéndolo en cuenta, ofrecía et ideal
de un honrado vivir.
Comoquiera que sea, la de Almagro en Chile fue una experiencia alucinante; el
mismo Zarate subraya, junto con la resistencia y la belicosidad de los indígenas a
quienes el conquistador tuvo que enfrentarse, el tormento del hambre y la sed, el frío
mortal que congelaba hombres y anímales. La «frialdad de la tierra» era «tan grande» que
cuando dende a cinco meses don Diego volvió al Cuzco halló en
muchas partes algunos de los que murieron a la ida en pie arrimados
a algunas peñas, helados, con los caballos de rienda también helados,
y tan frescos y sin corrupción como SÍ entonces acabaran de morir;
así, fue gran parte de la sustentación de la gente que venía, los
caballos que topaban helados en el camino y los comían'1.
1) Agustín dé Zárare, Historia dei DesiubrimíttUo y conquista de las Provincia} ¿el Perú, L. Ili, Cap. XII, en
Cromitas de la tonquista del Perú, Julio Le Riverenti ed., Editorial Nueva España, México, s. a., p. 613.
2) Juan de Mena. Laberinto h Fot luna, en Labirinto de Fortuna y otros poemas, ed. de Carla De Nigris,
estudio preliminar de Guillermo Seres, Crítica, Barcelona 1994.
3) A. de Zarate, op. (i'., L. lil. Cap. !), en Cromaos áe la conquista del Vírú, cit. p, 587,
Había acudido a la empresa con «quinientos y setenta hombres de pie y de caballo» y
con algunos vecinos que dejaron sus casas siguiendo el espejismo del o r o \ y regresaba
con su gente diezmada por los indios y las dificultades antes dichas, para seguir en su
lucha, también destinada al fracaso, contra Francisco Pizarro. La voz del interesado
no existe acerca de lo que ocurrió en la campaña de Chile. Como la mayoría de los
conquistadores, don Diego de Almagro era analfabeto y en el texto dei cronista
Zarate es transparente el desprecio del hombre de letras por la gente inculta, que sin
embargo había llegado a ser protagonista de la historia en la Conquista de América5,
Años después, entre 1536 y 1554, fecha de su muerte, se realiza la ¿venturosa
conquista de Pedro de Valdivia. De este personaje nos queda el testimonio precioso de
sus cartas de relación, cartas que según un crítico constituyen la prueba «del sentimiento
de la vida como proeza», o sea «de un enérgico empeño por ir ajusfando a martillazos
el mundo a un esquema ampliamente comprensivo donde todos sus componentes
tienen un lugar necesario en que hay que alojarlos»fc. Relación, mejor, de una actuación
incansable conforme con los ideales de la conquista. Valdivia explicó en las distintas
fases de su empresa toda su energía, pasando por trances de gran dificultad, teniendo
que vérselas también con la sordera de las autoridades peninsulares. Que él se sintiera
español por los cuatro costados no cabe duda, y por otra parte era natural, no
solamente por el apego a su tierra, patente en la sustitución del nombre Chili con
Nueva Extremadura, región de la que era originario, sino por la constante protesta de
sumisión incondicional a la voluntad del monarca hispano, Carlos V
Fundamental es su primera carta al emperador, fechada desde La Serena a 4 de
septiembre de 1545. Valdivia confirma el fracaso que representó la empresa de don
Diego de Almagro, y tan grande que
no había hombre que quisiese venir a esta tierra, y los que más
huían della eran los que trujo el Adelantado don Diego de
Almagro, que, como la desamparó, quedó tan mai infamada que
como de la pestilencia huían della; y aún muchas personas que me
querían bien y eran tenidos por cuerdos no me tovíeron por tal
cuando me vieron gastar la hacienda que tenía en empresa tan
apartada del Perú y donde el Adelantado no había perseverado,
4) Ibi, L IIJ, Cap. i, p. 585.
5) Acerca dei argumento cfr. mi í-studio. "Le «Vire parallele» di Agustín Ae Záiatc", en Giuseppe
Belimi, Amara Amfritu Meravigliosa. Le innata delle ìndie tra storie t ktirwtxra, CNR-Bulzoni Editore, Roma 1995.
6) Cfr. Mano Fcrreccio Podestà, "Prólogo" a Pedro de Valdivia, Cartas ih Ttiaiión de la conquiita dt Cbilt,
Editorial Universitaria, Santiago de Chile 1978 (2 3 ed.), p. 5.
habiendo gastado él y los que en su compañía vinieron más de
quinientos mil pesos de oro, y el fructo que hizo fue poner doblado
ánimo a estos indios; [~.]'Movido por su deseo de servir al rey y por la atracción de la aventura, don Pedro
enuncia a su encomienda y a la mina que le había asignado el marqués don Francisco
Pizarro, tina verdadera riqueza, y decide enfrentarse con el peligro. Llega al valle de
Mapocho hacia fines de 1540; se había movido hacía Chile con poquísima gente y a
lo largo del camino se le unió otra, de las más variadas profesiones, hasta alcanzar la
suma de ciento cincuenta hombres de pie y caballo, «pasando en el camino todos
grandes trabajos de hambres, guetras con indios y otras malas venturas», de las que,
escribe, «en estas partes ha habido hasta el día de hoy en abundancia» 8 . Una situación
que no estaba destinada a cambiar en lo sucesivo: la conquista de Chile es, al fin y al
cabo, además de difícil, una conquista pobre, no da en un primer momento los frutos
esperados y frente a la resistencia y a la incansable oposición de los indígenas, sólo
proporciona estragos y muerte. En la mencionada carta al emperador, Valdivia insiste
en las penurias suyas y de su gente, en la constante lucha contra el hambre, puesto
que los indios destruían sus propios cultivos y los de los españoles, asaltaban e
incendiaban las construcciones de los invasores, destruían sus fundaciones, mataban
caballos y hombres y hasta los reducían en puros cueros por falta de tejidos con que
vestirse. Y sin embargo vive en el conquistador la nobleza del caballero, reforzada por
el sacrificio. Escribe Valdivia:
Los trabajos de la guerra, invictísimo César, puédenlos pasar los
hombres, porque loor es del soldado morir peleando; pero los de la
hambre concurriendo con ellos, para los sufrir más que hombres
han de ser: pues tales se han m o s t r a d o los vasallos de vuestra
Majestad por sustentarle esta tierra; y hasta el último año destos
tres que nos simentamos muy bien y tovimos harta comida, pasamos los dos primeros con extrema necesidad, y tanta que no la
podría significar; y a muchos de los cristianos les era forzado ir un
día a cabar cebolletas para se sustentar aquél y otros dos, y acabadas
aquéllas, tornaba a lo mesmo, y las piezas todas de nuestro servicio
y hijos con esto se mantenían y carne no había ninguna; y el cristiano que alcanzaba cincuenta granos de maíz cada día no se tenía en
7) fa, "Al Emperador Carlos V", p. 27.
8) Ibidttn.
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AMERICANI
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GIUSEPPE BFXLIN1
poco; y el que tenía un puño de trigo no lo molía para sacar el
salvado. Y desta manera hemos vivido, y toviéranse por muy contentos
los soldados si con esta pasadía los dejara estar en sus casas; pero
conveníame tener a la contina treinta o cuarenta de caballo por el
campo, invierno y verano, y acabadas las mochillas que llevaban,
venían aquellos c iban otros; [...]**.
La acentuación de las dificultades pasadas, aunque reales, servía también para
inducir al César a que le concediera mercedes. Valdivia pone de relieve, sin embargo, y
generosamente, también el heroísmo de varios de sus soldados y colaboradores, de los
que consigna los nombres para que el emperador los recompense, como espera
recompensa él mismo y sobre t o d o que, llegado a este p u n t o de la conquista y
habiendo actuado como gobernador, por nombramiento del Cabildo de Santiago,
nombramiento que había aceptado al fin, obligado por todo el pueblo - fina comedia
a justificación futura —, se sirva confirmarlo en el cargo, no le sustituya con otro
gobernante, protestando sin embargo siempre que acatará la voluntad del soberano.
D o n Pedro de Valdivia logró hábilmente coronar su deseo de independizarse del
virreinato del Perú, al que la región chilena estaba asignada, prestando su ayuda al
presidente don Pedro de La Gasea contra el rebelde Gonzalo Pizarro, Como recompensa
fue nombrado por el presidente gobernador y capitán general de Chile y autorizado a
hacer leva de gentes para regresar a su capitanía. Superó antes también un proceso,
con cincuenta y siete cargos, que le habían intentado desde Chile. Vuelto a tierras chilenas constató que los indios se habían sublevado nuevamente y La Serena Había sido
arrasada 10 . En lo sucesivo reconstruye y funda ciudades, combate contra los araucanos
capitaneados por Lautaro; el último día de diciembre de 1553 cae prisionero de los
indígenas, que lo matan.
Valdivia pierde la vida como buen soldado, preocupado de dejar fama de sí y de
servir a su rey11, por un país que, a pesar de todas las desventuras, había llegado a amar.
La carta al emperador documenta de forma transparente este amor, que se impone
sobre el panorama turbio de los acontecimientos propios de toda conquista, en los que,
como siempre, los hombres dan prueba de su carácter, de su índole leal o traicionera.
El conquistador extremeño contó con hombres de verdadera confianza, como su
segundo, el capitán Alonso de Monroy, el "capitán, piloto" joán Baptista de Pastene
9) Ibi, p. 33.
10) En torno a estos aconterimirntos rfr. Francisco MoraJes Padrón. Historia del ¿csiukiunttnlo y conquista
it América, Kditora Nacioruf. Madrid 1981 (4 a ed.), pp. 683-703.
11) R De Valdivia, "Carta al emperador Carlos V'1, «i., en op. ni., p, 40 r
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hombre muy práctico del alrura y cosas tocantes a la navegación» ÌZ , y con
tros que, al contrario, siempre le fueron enemigos, como Pedro Sancho de H o z .
T a m p o c o le faltó una amante fiel determinada, que resolvió con rapidez situaciones
difíciles, Inés Suátez, obligada al final a alejarse de él por disposición del tribunal en
j p r oceso mencionado, y que casaría después con el capitán Rodrigo de Quiroga,
La tierra que, con palabras del mismo Valdivia, «estaba rari mal infamada» y^ se
ha vuelto para el tierra de promisión, donde todos pueden ir a avecindarse t porque
esta tierra es tal que para poder vivir en ella y perpetuarse no la hay
mejor en el m u n d o — dígolo porque es muy llana, sanísima, de
mucho contento; tiene cuatro meses de invierno no más, que en
ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que lleve un día o dos,
rodos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para qué llegarse
al fuego* El verano es tan templado y corren tan deleitosos aires que
todo el día se puede el hombre andar al sol, que no le es importuno.
Es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo
género de ganado y plantas que se puede pintar; mucha y linda
madera para hacer casas; infinidad otra de leña para el servicio
dellas, y las minas, riquísimas de oro, y toda la tierra está llena dello,
y donde quiera que quisieren sacarlo, allí hallarán en qué sembrar y
con qué edificar, y agua, leña y yerba para sus ganados; que parece
la crió Dios aposta para poderlo tener todo a la mano - , [,..] ".
Para los conquistadores América es fundamentalmente un mundo de la maravilla,
mundo mágico y prornisor, refugio paradisíaco para el europeo. D o n Pedro de
Valdivia en su breve elogio de Chile acude a una síntesis eficaz para demostrar la
conveniencia de su conquista; no se pierde en fantasías como lo hizo Colón en su
primera visión del mundo caribeño, no inventa cosas fabulosas, no sigue espejismos
librescos, textos que por otra parte ciertamente no había leído, sino que se atiene a
una realidad concreta, que no por ello es menos entusiasmante. Dejada a un lado por
un momento la guerra, queda la belleza y la fecundidad de la tierra.
2. La conquista de Chile no la realizaron, al fin y al cabo, ni Pedro de Valdivia, ni sus
capitanes y sucesores. Se repitió el desastre, pero los años de lucha sucesivos fueron
dominados p o r la decisión del nuevo virrey del Perú, d o n Andrés H u r t a d o de
I2)ffrí,p.38.
Mendoza, marqués de Cañete» y al final debían acabar con la resistencia de los
indígenas. Como sabemos, el virrey confió la gobernación de Chile antes a Jerónimo
de Alderece y, debido a su improvisa muerte, en 1555 a su propio hijo, don Garda
Hurtado de Mendoza, quien en el curso de los acontecimientos bélicos logró apoderarse
del jefe de la resistencia araucana, Caupolicán, y lo mandó empalar.
La conducta de don García fue propia de un hombre altanero» jactancioso por su
nobleza, y tuvo varios momentos difíciles con sus soldados y capitanes, a quienes
profundamente despreciaba. En 1560 el rey Felipe II le relevaría del cargo y don
García se vería obligado a entregar el mando a un viejo conquistador, don Francisco
de Villagrán.
Alonso de Ercilla fue uno de los capitanes del ejército de don García y es conocido
el conflicto que tuvo con él. Condenado a muerte por un litigio con un compañero,
luego graciado, se vengó de don García en su poema, La Araucana, olvidándolo casi.
Con su arte extraordinario Ercilla dio al mundo hispánico su gran poema épico y a
Chíle el fundamento grandioso de su poesía. Marcelino Menéndez y Pelavo proclamaba
que hubiera sido del todo injustificado dejar de considerar a Ercilla como autor
español y al mismo tiempo hispanoamericano, porque la literatura de Chile empezaba
precisamente con La Araucana14. Por otra parte ya en el Laurei de Afolo el mismo
Cervantes había declarado a este propósito que Ercilla «tan ricas Indias en su ingenio
tiene,/que desde Chile v i e n e / a enriquecer la Musa de Castilla»1^, reconociendo
abiertamente la contribución americana a la poesía castellana. Voz disonante la del
Inca Garcilaso, el cual apreciando particularmente la narración en lo que tenía de
histórico, se dolía de que el autor no se hubiese servido de la prosa, porque a su
parecer «fuera historia y no poesía, y se les diera más crédito»1*, demostrando
sorprendentemente con esto cuan poco entendía de poesía, él que, sin embargo» daba
vida en La Florida y en la segunda parte de sus Comentarios, J&akí, a verdaderos cuadros d
intensa fuerza épica en el choque de hombres y armas.
N o entraré en detalles acerca de la formación del poeta1-, m de la influencia
que ejerció sobre él el Orlando furioso de Ariosto, puesto que la bibliografía sobre el
tema abunda, de Menéndez y Pelavo1* a Maxime Chevalíer1**, y por lo que atañe a
1 4 ) Marcelino MencndrZ V Pelayo. Histeria ¿r ¡a pww hisfraiwmntrkuna, iW.,
M a d r i d 1 9 4 8 . 11. p. 2 2 0 .
15) Miguel de Cervantes, laurA A( Apoiv.
16) G;ircilaso d e Ja Vega, Inca, Cowntanaí
RÍJSIÍS, \, VIH. cap. 13.
17) En t o r n o A su biografìa cfr. )osé T o n b i o Medina, Vida Át Lrdlla, F o n d o át Cultura Económica,
México 1948.
18) M . Meriende? y Pelnyo, op. rrf.. il.
19) Maxime Cllevalíer, IMrioslr fn Espagur (I 530-1 650). Rtibtrchcs jwr Vinjiuintt
Pcrct fií Fils, Bordeaux 1966.
du "Roiand
Junrux",
de Bernini20 a Meregalli 2 \ Macrí 22 y a quien escribe21. Lo que interesa es la
tura àe Ercilla en su poema, la afirmada participación, según la consabida
' *6n de la crítica, a la contienda como partidario de los araucanos. Postura que en
t e corresponde a verdad» pero sólo en parte; el poeta, en efecto, en su relación
W tórica en verso, rechazando la temática amorosa de Ariosto, se proponía cantar el
1 «los hechos, las proezas / d e aquellos españoles esforzados, / q u e a la cerviz de
Aiauco no domanda / pusieron duro yugo por la espada»2'' y al mismo tiempo exaltar
la resistencia de los indígenas, «gente que a ningún rey obedecen», sus «empresas
emorables», que «con razón merecían celebrarse»". La admiración por el valor de
los araucanos le hace adoptar más bien una posición de equilibrio entre los dos
bandos, subrayando el mérito de los españoles por la consideración en que tienen el
valor del enemigo; en su poema declara que «no es el vencedor más escimado /de
r
aquello en que el vencido es reputado» 26 .
En el "Prólogo" a La Araucana Ercilla se muestra plenamente consciente de que
se le podría acusar de partidismo hacia el enemigo y, después de haber denunciado lo
trabajoso que fue componer sus versos en el terreno mismo de la contienda bélica, a
menudo careciendo hasta de papel, ofrece sus razones:
Y si alguno le pareciere que me muestro algo inclinado a la parte de
los araucanos, tratando sus cosas y valentías más estendidamente de
lo que para bárbaros se requiere, sí queremos mirar su crianza,
costumbres, modos de guerra y ejercicio della, veremos que muchos
no les han hecho ventaja, y que son pocos los que con tan gran
constancia y firmeza han defendido su tierra contra tan fieros enemigos como son los españoles. Y cierto es cosa de admiración que
no poseyendo los araucanos más de veinte leguas de término, sin
tener en todo él pueblo formado, ni muro, ni casa fuerte para su
20) Giovanni Maria Bcrtini, "LOrlando furioso e la. Rinascenza spagnola", La JVKOW Italia, v\ 20 agosco20 sepL 1934 y 20 octubre 1934.
21) Franco MeregaUi, Storia itllt rtlazivni letterarie tra Italia e Spagna, parte \1, fase. 2; la letteratura in Spagna
nett'epoia ài Filippo II, Libreria Universitaria, Venezia 1966.
22) Oreste Macrí, "L'Ariosto e b letteratura spagnola", Lttteraturt Moderne, m, 5, 1952.
23) Cfn G. Bellini, "Presenze italiane nell'epica; Ercilla, Castellanas, Oria'' en Stona delle rtlazwni Itlltrarit
tra l'Italia, e l'Amtrica ài lingua spugnola, CNR/Cisalptno-La Goliardica, Milano I9&2 (2 a ed-).
24) Alonso de Ercilla, La Araucana, Canto i, octava l . C i t o la edición del poema hecha por Marcos
A. Morintgo e Isaías Urner, Editorial Castalia, Madrid 1979, 2 vt>U.
25) Ibi, Canto I, oct. 2.
26) Ibidem.
reparo, ni armas a lo menos defensivas, que la prolija guerra*
españoles las han gastado y consumido, y en tierra no áspera, rodea*
de tres pueblos españoles y dos plazas fuertes en medio della, cqa
puro -valor y porfiada determinación hayan redimido y sustentaíS
su libertad, derramando en sacrifìcio della tanta sangre así s u p
como de españoles, que con verdad se puede decir haber po«B
lugares que no estén della teñidos y poblados, de huesos, no faltaraJI
a los muertos quien les suceda en llevar su opinión adelante; p u ^
los hijos, ganosos de Ja venganza de sus muertos padres, con |
natural rabia que los mueve y el valor que dellos heredaron, aceleraneb
el curso de los años, antes de tiempo tomando las armas y se ofreos
al rigor de la guerra. Y es tanta la falta de gente por la mucha que rt
muerto en esta demanda, que para hacer más cuerpo y henchir l o
escuadrones, vienen también las mujeres a la guerra y peleandi
algunas veces como varones, se entregan con grande ánimo a Ü
muerte. [—]z7.
El propósito del poeta soldado es generoso; su admiración por el enemigo ej¡
ciertamente reflejo de un clima heroico que dominaba España en la época de su
mayor potencia, cuando todavía resonaban las empresas de! emperador Carlos V, di»
las que parecía que Felipe II iba a ser continuador: allí están en el poema los cantos
dedicados a la batalla de San Quintín'* y a la de Lepanto contra los turcos^. Sin
embargo, la admiración por el valor de los indígenas no impide que Ercilla considere,
justificada su conquista, en cuanto «gentes sin Dios ni ley»"10, para rescatarlos de la
barbarie y salvar sus almas convirtiéndolos a la religión católica. Por otra parte el
valor hispano luce debido a lo excepcional de la resistencia araucana. En una suerte
de recuento de los acontecimientos bélicos antecedentes de Chile y las tentativas de
conquista del territorio, pasando rápidamente sobre la actuación negativa de don
Diego de Almagro, que interrumpió su campaña para volver al Perú, el poeta se detiene
en la actuación de Valdivia, a quien «esta Vitoria / con justa y gran razón le fue otorgada»,
una victoria «de nadie hasta allí alcanzada», cuya consecuencia fue traer al «grave
yugo» la «altiva gente» y reducir «en opresión la libertad» M. Una denuncia al parecer
14
27)
28)
29)
30)
3Í)
A. De Ercilla, "Prologa" a l*a Arauíúna, ed. a t , voi. I, f>p. 12 i -12.2Ibi, Canto xvm.
Ibi. Canto xxiv.
Ibi, Canta 1, oci. 40.
íbidtm. oct. 55,
En los albores de la visión de Chile, Valdivia. Ercilla, Oña
-Hrrt A orcíullo del soldado Ercilla considera legítimo
celebrar al conquistador
juiaésta,p«roelor&u
. , 6
j- •
v es bien que se celebre su memoria, / pues pudo adelantar tanto su
J ^ Cuenta luego como don Pedro fue matado de un garrotazo en la cabeza; lo
[*•"-_ unoücán; la mañana presentaría un espectáculo escalofriante, que el poeta
incente acudiendo a un hábil uso del contraste entre la ternura del amanecer
y lo lóbrego de la escena:
Cuando la luz las aves anunciaban
y alegres sus cantares repetían,
un sitio de altos árboles cercaban,
que una espaciosa plaza contenían,
y en ellos las cabezas empalaban
que de españoles cuerpos dividían;11
los araucanos se disponen a festejar su victoria, dentro de un espacio «cercado de una
amena y gran floresta»14. No había mal aprendido Ercilla de Ariosto el recurso al
paisaje para infundir poesía hasta en los trances más amargos.
El punto eminente de La Araucana y el que le ha dado mayor fama a Ercilla, es
naturalmente la prisión y muerte del héroe, Caupolicán, en el canto XXXIV de la
"Tercera parte" del poema, donde más se aprecia la sensibilidad nueva hacia los
indígenas. Ercilla recorre en los cantos anteriores la historia de Chile, muerto
Valdivia, pasa reseña a sus sucesores, hasta el momento en que el «audaz marqués y
su prudencia» pone término a las guerras civiles en el Perú; se trata del marqués
de Cañete, nuevo virrey, cuyo nombre el poeta se niega a mencionar, mientras que a
su hijo, don García, aun nombrándolo, le ofrece escaso espacio e importancia,
probablemente a consecuencia de la condena a muerte de la que hice mención, luego
conmutada en prisión de algunos meses y exilio, a razón de una pelea con un
compañero, como lo refieren José Toribio Medina en su Vida de Ercilla^ y el mismo
poeta en el canto XXXVI de La Araucana:*' «un caso no pensado», juzgado por el juez,
el no mencionado don García, con tanta celeridad que Ercílla vio «ya entregado / a l
agudo cuchillo la garganta»; «enorme delito exagerado»; «la voz y fama pública le
canta / q u e fue sólo poner mano a la espada/nunca sin gran razón desenvainada»17,
32) ibi, Canto ni, oct. 72.
33) Ibi, Canto III, oct 72.
34) Ibidem, oct. 73.
35) J. Toribio Medina, Vida de Ercilla, op. cíe, pp. 78-79.
36) Cfir, A. De Ercilla, La Araucana, Canto XXXVF, octavas 32-34.
37) Ibidtm, oct. 3i.
¡L D E R N i U E H O
AMERICANI
1
11
G l U i i b l ' i ' i i pr-i-LiiNi
De cualquier manera este lance pone término a la presencia de Ercilla en América;
con su regreso a España, sin embargo, no tienen fin sus experiencias en otras naciones
europeas, incluso Italia y «tierras jamás del cielo rociadas / y otras a eterna lluvia
condenadas» **.
Volviendo a La Araucana, con la muerte de Caupolicán por empalamiento acaba,
deflnitívamence la resistencia indígena. En el héroe vencido Ercilla ve un ejemplo má&
de la «vida miserable y trabajosa/a tantas desventuras sometida», de la inconstanciade la Fortuna, gran tema hispánico, la cual sobre el héroe cargó canto la mano,
«dilatándole el término postrero, / q u e fue mucho mayor que la subida/la miserable
y súbita caída»"19. En Caupolicán, que antes de morir se hace cristiano, parece realizarse,
a pesar del final trágico, el ideal según el cual, en la opinión del poeta, la guerra se
vuelve justa; en el canto XXXVII, último del poema, tratando de la campaña contra
Portugal, afirma que la guerra, castigo del cielo, sólo es justa cuando, oprimiendo
la soberbia de los "insolentes", «desbarata y derriba a los potentes», pone fin a la
«ambición sin término», atenta a conservar la paz41'. En este sentido la "paz hispánica"
se extiende sobre toda la tierra chilena, pero, en realidad, Ercilla con su canto perpetúa en la memoria activa del arte un capítulo determinante de la tragedia de Chile,
en la que campean para siempre sus héroes, admirados por el poeta, como
Caupolicán, cuyo fin horrible, afirma, de estar él presente se hubiera suspendido 41 .
Héroes y heroínas, porque, a pesar de que programáticamente Ercilla había
rechazado de su poema el amor, éste entra en más de una ocasión en sus versos,
respondiendo a un deseo de diversión de una materia histórica de la que varias veces
protesta el cansancio. Recordaré no tanto la historia de Dido, narrada en los cantos
XXXII y XXXIII, reivindicación del honor y la figura de la reina frente a las calumnias
de Virgilio — el cual cuenta en la Eneida una inexistente aventura con Eneas, mientras
se mantuvo fiel a la memoria de su marido Siqueo, suicidándose antes que aceptar
nuevas nupcias —, como el episodio deTegualda que busca y llora a su marido, muerto
en la batalla, tierno episodio de amor4-, y el de la desaforada ira de Fresia contra
Caupolicán derrotado y prisionero. La airada mujer llega a tirarle el hijo a sus pies,
rechazando así el "ñudo" con que «el lícito amor» la había ligado al vencido'11. En el
episodio de Tegualda, de notable ternura, luce la comprensión de los vencedores; en
38)/íí,oct.4I.
39) Ibi, Canto XXXJV, ocr. í.
40) Ibi, Canto XXXIV, acr. 2-4.
4I)/íiro£t,3I.
42) Cfr. Canto XX.
43) Ibi, Canto XXXNI, oct. 81-82.
Gn los albores de la visión de Cbjle. Valdivia, Ercilla. Dna
i Fresia la ira de una patriota furiosa. N o se trata de las consabidas celebraciones
osas, peto comprueban estos pasajes la sensibilidad del poeta que en ellos
alivio en la asperídad del rema elegido, al que define «can seco, tan estéril y
A erto» 44 P a r a <3ue e ' l e c t o r ' naturalmente, lo desmienta.
_ r „ n Pedro de Oña y su Arauco domado la problemática que domina en el poema de
maestro, Ercilla, desaparece. Autor de El Vasattro y un Ignacio de Cantabria, sólo el
Atanco domado aquí nos interesa por tratar de la guerra de conquista en el ámbito chi1 no v entrar de lleno en la historia inicial de su poesía. La deuda del poema con La
Araucana es transparente y ha sido puesta de relieve vanas vtecs por la crítica, y hasta
ha hablado de La Gerusalemme liberata, de Tasso, además del Orlando furioso, que
Oña absorbió directamente de Ercilla ^ maestro con el cual no duda ponerse en
franco contraste, a s u m i e n d o el encargo de celebrar a d o n García H u r t a d o de
Mendoza, cuyas gestas el autor de La Araucana silenció rencoroso. Desde el punto de
vista deí arte O ñ a rinde homenaje a Ercilla y consideraría atrevido su empeño si no lo
justificara un buen motivo, el de cantar los méritos de don García:
¿Quién a cantar de Arauco se atreviera
después de la riquísima Araucana?
¿Qué voz latina, hespérica o toscana
por mucho que de música supiera^?
¿Quién punto tras al suyo compusiera
con mano que no fuese más que humana,
si no le removiera el pecho tanto
el ver que sois la pausa de su canto?
Sabemos que el poema celebrando las gestas del marqués le fue comisionado a
don Pedro por la familia del celebrado y hasta conocemos la suma que diariamente le
44) Ibi, Canto XXXU, oet. 50.
45) Cfr.en particular: Salvador Dinamarca, Estudio del "Afituco ¿ornado" di P/dre de Oña, Hispana Instituto,
w Tork. 1^52; Fernando Aiegria, ía jwsía fifí/na, lryndo de Cultura Econórrnca, IMCÜÍKJ Í t )S4; Giuntimi
¿ilio, tstuaii) sobrr Htrrtundo Tioirtíngntz Camargo y sn ''Sa» igrtauo de Leyoin, Penna htreico", D'Anna. Mcssinn«wae jy&7; G.Bellini, "Presenze italiane nell'epica: Ercilíi. Castellanos, Oña". en Storia irlk relazioni Ittttrarit
« i ItAÌU e l'America di lìngua spagnola, op. cit.
^ t o ^ e Oñ*< Arauco domado, cn Potimi épkos, Ediciones Atlas (tomo XXSX de la R.A.r.), Madrid
> voi, 11. buse? edición fafsinular de ía impresa en Lima por «Antonio Ricardu deTun'n, primer impresor
, l n o w c n 1506: uranio domado, por el Licenciado Pedro de Oña, Ediciones de Cultura Hispánica,
"**- Citaré la edición de la Biblioteca de Autores Españoles antes indicada.
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pagaban 4 ". Nada extraordinario; otros artistas io habían hecho y lo harían: don Peda
era joven, deseoso de abrirse camino y necesitado de dinero para vivir. Por otra patte
eJ encargo no impedía a su genio manifestarse, sí lo tenía, y así fue, por más que Í<g
críticos a veces lo olviden, desmerezcan su poema con la exagerada comparación c<jg
el de Ercilla o hablen de «una elegancia fría, distante y sin seducción»™.
En el "Prólogo al lector" Pedto de O ñ a polemiza encubiertamente con ErcilU
«tan celebrado y bien aceto poeta», se declara continuador suyo para remediar a \M
entuerto y hacer «un servicio» a la tierra en que nació, Chile - Angol de los I n f a n t a
1570 — celebrando «en parte» con sus «incultos versos las obras de aquellos qua
sirviendo en ella a su rey, dieron a costa de sus vidas plumas y lenguas a la fama, y M
principal entre éstos, el marqués don García H u r t a d o de Mendoza [„.]» 4<i . E n ^
"Exordio" de la primera parte del poema más abiertamente declara que su decisión <g
celebrar al marqués se debe a que «tan buen autor apasionado» lo haya «de propósiH
callado» s o , pensando así que con callar dejaba cerrada la puerta a su « g l o r i a i
méritos», y la consecuencia fue que la historia de Ercilla, movida por la pasíóa
«quedó sin vos deslustrada» *l.
Se pone así don Pedro a realizar su cometido, pero la celebración de su héroe <9
lo que menos interesa hoy en el poema. Hay en él joyas numerosas que a un lectcA
atento le hacen afirmar el valor artístico del A.rawtù domadù. Fernando Alegría ha escrita
con razón que con este autor y su poema nace Ja poesía lírica en Chile". Creo, pOB
otra parte, que no deberíamos buscar en Oña señales tajantes de su chilenismo; Chifil
como nación no existía en esa época, y todo formaba parte del virreinato del Perú, m
sea del imperio español. Además el joven don Pedro vivía en Lima y ésta era la realida*p
que lo rodeaba, mientras la tierra de su nacimiento resultaba remota en su recuerde*
Por esto es ¡usto subrayar la legitimitad del entusiasmo con que presenta desde LimJ
In maravilla de trajes y banderas deí ejército que se apresta a la campaña contra lo*
araucanos. C o n un sentido extraordinario del color, ya próximo al preciosismo
cromático barroco, describe el tremolar de las banderas, los plumajes al viento de lo»
guerreros, altos en sus «argentados morriones», los brocados y «sedas mil, distintas
en colores», «vestidos y jaeces recamados», los «petos acerados», las lanzas, las picas,
47) F. Alegría, op. cit., nota 7 aJ e;ip. II, p. 280, informa qi¡e había un intermediano, cierto Diego, que le
pagaba a don Pedro «veinre ocravos aJ día mienrras escribía «i poema; de ahí sus quejas de que Je apremian y
dmculfán su labor».
4 8 ) O r , José Miguel Oviedo, Historia ¿t ¡a litrratura í>ispan<Mtn£ri(ttnat ¡ Of k¡ erigenti a U Fmaridpacíóti,
Ali anza, Madrid 1995, p. 171.
49) P De Oñ.i, "Prólogo ai lector", en Atanco ¿ornada, op. cit.. p. 32.
50) Ibi, "Exordio di esta primera parte", oct. 19.
51)lbiánn, oer. 20,
52) Fernando Alegría, La ponía thiltna^ op. cit., p. 56.
En las albores de la visión de Chele. Valdivia, Ercilla, Oña
*n»<i arcabuces y escopetas, el «bélico frisón» que se «lozanea», «del ronco
^Sinosq 1 1 ""'
. 51„. Colores
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incitado»
y sonidos,
onomatopeyas
inéditas,
abundan
en el,
tarantíntara
documentando la originalidad de u n verdadero poeta. El cual, sí, repetirá
* ^
• temas ya presentes en La Araucana, como el de la Fortuna, por otra parte de
también
»í ima ascendencia en la literatura, inmiscuirá al nativo con la magia y el infierno,
w £ alarde de una comprensión superficial hacia el indígena, pero se dejará arrastrar
entusiasmo por los temas amorosos, dando espacio a un refinado erotismo de
]
calidad artística, que les infunde vida. Valga la escena, más que conocida, del
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de Fresia y Caupolicán en el Canto V, dentro de un ámbito natural que mana
«oesía qu c hace P e n s a r
cn
Ariosto y Garcilaso, si queremos, pero en sí originassimo,
el «Iusar ameno de Elicura» T «verde llano» de tanta gracia y hermosura «Que allí las
flores tienen por
floreo/Colmalle
las medidas al deseo»'*. Sólo vive allí primavera,
un río manso y transparente, no entra el sol, cantan ruiseñores, y
En todo el tiempo el rico y fértil prado
está de yerba y flores guarnecido,
las cuales muestran siempre su vestido
de trémulos aljófares bordado;
aquí veréis la rosa de encarnado
allí el clavel de púrpura teñido,
los turquesados lirios, las violas,
jazmines, azucenas, amapolas".
En la descripción de la maravilla el Arauco domado vence en cromatismos y
refinamiento hasta la Grandeza mexicana de Balbuena, pero alcanza su cumbre en la
descripción aludida del baño de los amantes, donde Oña se detiene morosamente en
detalles concretos que transforma en poesía, dando vida a una atmósfera erótica de la
que es anunciador hasta el río «sinuoso» que corre p o r la floresta «plácida y
amena» , El conocido locus amoeno pierde su anonimato, sale del conocido cliché.
La pareja desciende al estanque juntamente, el joven se lanza desnudo en el agua
donde lo espera Fresia, que pronto «la delgada túnica desprende», encendiendo con
su belleza las frígidas aguas, infundiendo «espanto» al bosque; el sol «de propósito se
para/para gozar mejor su vista rara» 57 . N o importa que la indígena sea presentada
5 3 ) P. de Oña f Arana domado, op. cit., Canto I, octavas 2 6 - 2 9 .
5 4 ) Ibi, Canto V, oct, 9.
5 5 ) Tbiitm, oct. 12.
5 6 ) Ibidem, oct. 14.
5 7 ) Ibidtm, octavas 3 5 - 4 1 .
V)
innaturalmente por el poeta con la clásica blancura de las europeas, venciendo la del
cisne, siendo indígena; su belleza es tanta que hasta «la menuda arena bulle»58.
Una escena tan natural y dinámica que se impone como parte atractiva del
poema. N o es la única; Oña da muestra de su fina sensibilidad y maestría en este tema
también cuando describe la belleza de Gualeva que va en busca de su amante,
Teucapel; cuando cae desmayada en el prado éste goza sensualmente de su belleza,
cjue se concretiza en el blanco pie, el seno, el «rostro bello» w. Y además la descripción en el Canto Xlíl de la vida pastori 1, que introduce a) lector en un tema ampliamente presente en ía literatura renacentista y barroca tanto de España como de
América, con toda su ascendencia italiana.
No cabe duda, Pedro de Oña es un poeta refinado y el programa que él aceptó
desarrollar no le impidió seguir sus gustos y en ellos ser un verdadero artista.
Valdivia, Enrula, Oña t dos españoles y un "chileno" son los que ponen concretamente las bases de la literatura de un país que, alcanzada su independencia, se
llamaría por fin definitivamente Chile. Y lo hacían no sólo describiendo su atribulada
historia, sino celebrando su unicidad en el mundo americano.
La dilatada guerra de Chile se prestaría a otras operaciones interesadas en
España. El gran dramaturgo Lope de Vega no se negará a la tarea de enaltecer él
mismo, con su prestigio, la casa de los Hurtado de Mendoza, volviendo a celebrar en
El Áraucc domado a don García. La "tragicomedia famosa", compuesta según parece en
1599Mt utiliza ampliamente sea la Araucana, sea el poema de Pedro de Oña, de cuyo
título Lope se apropia. Pero el texto resulta mediocre, aunque en él se repite el encanto de la naturaleza, destaca la belleza femenina, la de Fresia en particular cuya blancura "excede" los "vidrios" del mar"1. Lope naturalmente atribuye a los indígenas todos
los defectos y celebra la superioridad de los españoles. N o mejor es eí auto sacramental La Arauffliía6". Eí gran dramaturgo no se sentía mínimamente inspirado, parece
evidente, por el mundo americano, demasiado lejano para él, aunque dedicaría con
más éxito a la aventura de Colón el Nuevo Mundoò\ pero Colón era un personaje ya de
familia en España.
58)Lhidtm, oct. 4 L
59)ft>irCanto Vil, ocravas 7-10.
60) Cfr. sobre el temí Elide Piltarello, "Arabio domado e la guerra di pinta di Lope de Vega", en: Aa.Vv.,
litri, idtt, uomini tra l'Amrncaftrrifa,i'/iafíd t la Sicilia, A cura di Aldo Albònico, CNR/Bulzoni Editore, Roma 1993,
61) Cfr, G. Bellini! "Scoperta americana K conquista nel teatro di Lope dt Vega", en Jir, Dame e invaliti!,
rustid, sarsü t dtlirtqncrtii. Studi sui ttafn spagnolo t ammcano M Secolo AUT/O, CNR./RuLzoni Editore, Roma 2001.
62) Cft. ibidem.
63) Vet ibidem.
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