Una aventura en el jardín de mi casa.

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Una aventura en el jard¶³n de mi casa
A b e l Gr a n a d o s P a r e d e s , Ma . d e l Ca r m e n H e r r e r a Fu e n t e s y
Ma . d e l Ca r m e n Fe r n ¶a n d e z Ca b a n ~ a s .
D e p a r t a m e n t o d e B io lo g ¶ ³a d e la U A M{ I.
Ya son las ocho de la noche |digo, si es que se puede decir que es de noche cuando a¶
un hay algo de
luz natural; en ¯n, cosas del horario de verano|.
Camino rumbo a casa. Me siento un poco cansado tras una marat¶onica sesi¶on de dos pel¶³culas en video en la casa de mi novia... pero con la compa~
n¶³a de
sus padres, sus hermanos y sus sobrinos, <sus benditos sobrinos!. Si tan s¶olo me hubieran dejado un rato a solas con ella; pero nada de eso; en cambio soport¶e estoicamente |aparte de los sobrinos de mi
novia brinc¶
andome por todas partes| una interminable secuencia de batallas, bailes, con°ictos amorosos, escenas lacrim¶ogenas |hubiera preferido picar cebolla| y otras cosas por el estilo que componen la trama de \HormiguitaZ"y \Bichos", con
sus personajes de formas y actitudes humanoides.
Cuando por ¯n terminan las pel¶³culas, y por fortuna ya los sobrinos se han quedado dormidos; me despido de mi novia, de sus pap¶as y me alejo caminando algo presuroso; quiero llegar pronto a mi casa para descansar.
F ig ura 1 . V ista la te ra l de la c a be z a de C amponotu s sp.
co a las que he visto en el jard¶³n de mi casa. No,
¶esta tiene un aspecto terror¶³¯co, su cara se parece m¶
as a la de un ser extraterrestre que a la de \Zeta", el personaje central de HormiguitaZ (¯g. 1).
Tomo un atajo y me voy por en medio del parque para ahorrar tiempo. Mientras camino, ya los u
¶ltimos
rayos de luz natural se consumen y la vegetaci¶
on circundante se torna, m¶as en mi imaginaci¶on que en la
realidad, en oscuras y amenazantes ¯guras, de modo que me apresuro y no tardo en cruzar el parque a paso veloz. Llego a mi casa. Me propongo dormir como un beb¶e.
El cuerpo se compone de tres partes claramente distinguibles: la cabeza, el t¶
orax y el abdomen. Es en
su alargada cabeza en donde veo las caracter¶³sticas
m¶
as llamativas: los ojos son muy extra~
nos, son como muchos ojos en uno, una lente sin movimiento, compuesta de lentes m¶
as peque~
nas (¯g. 2). Un
par de antenas formadas por varios segmentos, mismas que mueve sin cesar de un lado a otro, como explorando el terreno, a la manera de un sabueso que
sigue el rastro dejado por una presa. Tal capacidad de movimiento de las antenas es facilitada por
una estructura en la base de cada una de ellas, que
tal parece fue copiada de las antenas de aparatos inventados por el hombre como la radio o el televisor (¯g. 3).
Ya acostado, me asalta una pregunta: >en realidad las hormigas y otros insectos tienen esas formas humanoides que se presentan en las susodichas
pel¶³culas? Pensando en esto, poco a poco el sue~
no
me venci¶
o. . . y cuando despierto <estoy rodeado de
plantas gigantes y grandes rocas! >Qu¶e ha pasado?,
me pregunto con gran sorpresa y no acabo de responderme cuando oigo unos pasos extra~
nos que se acercan cada vez m¶as. No por miedo sino por precauci¶
on, me oculto tras una roca; de entre las plantas
surge una ¯gura gigantesca con aspecto de monstruo prehist¶
orico, o peor a¶
un, como salida de una
pel¶³cula de ciencia ¯cci¶on como La Guerra de las Galaxias ¶
o Allien. Es una hormiga enorme; no se parece mucho a las que vi en las pel¶³culas, y muy po-
Por supuesto, siempre es el hombre el que imita a la
naturaleza, o por lo menos, como en este caso, un invento de la naturaleza y uno del hombre son muy parecidos, por ser soluciones ¶
optimas a un problema similar, como lo es una base adecuada para el movimiento de una antena. Pero, quiz¶
a lo m¶
as terror¶³¯co
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ContactoS 35, 25{29 (2000)
F ig ura 2 . Ojo c o mpue sto C amponotu s sp.
F ig ura 4 . M a nd¶ ³bula s de C amponotu s sp.
F ig ura 3 . Ba se de una a nte na de C amponotu s sp.
F ig ura 5 . U ni¶o n to ra x { a bdo me n de P ogonomyrmex sp.
de todo sean las mand¶³bulas (¯g. 4), que son como
unas poderosas pinzas armadas de numerosos dientecillos que, como una sierra, la hormiga usa para procurarse alimento. . . y hablando de alimento, ser¶
a mejor que este monstruo no me descubra; no quiero convertirme en su comida.
Al cabo de un rato de caminar empec¶e a o¶³r otra vez
esas extra~
nas pisadas producidas por tres pares de
patas avanzando coordinadamente. Nuevamente me
escond¶³ para observar, pensando que, a juzgar por
el sonido de las pisadas, ser¶³a otra hormiga gigante.
En efecto, pronto vi aparecer por entre la vegetaci¶on
una hormiga de color rojo oscuro, a¶
un m¶
as grande
y robusta que la anterior. Su t¶
orax presenta un par
de espinas en la parte posterior, que en uni¶
on con
el abdomen forman una especie de silla de montar
(¯g. 5).
Me ocult¶e lo mejor que pude, y aunque la hormiga pas¶
o muy cerca de mi, al parecer no se dio cuenta de mi presencia y se alej¶o poco a poco, s¶olo deteni¶endose de vez en cuando para \olfatear" alguna planta y succionar de la °ores un poco de n¶ectar;
menos mal que es una hormiga \vegetariana", pero. . . >Y s¶³ me encuentro con una hormiga que sea
\carn¶³vora"? <Debo salir de aqu¶³! Decid¶³ inspeccionar los alrededores con la esperanza de encontrar alguna vereda o a alguien que me dijera en d¶onde estoy. Pero a nadie veo, s¶olo rocas, plantas y sus semillas |que me parecen del tama~
no de un bal¶
on de
basquetbol| regadas por aqu¶³ y por all¶a.
A diferencia de la primera hormiga, la cabeza de ¶esta
es redondeada y las mand¶³bulas son m¶
as anchas, de
forma triangular, con los dientes en una de las caras
del tri¶
angulo (¯g. 6). Al ¯nal del abdomen tiene un
aguij¶
on (¯g. 7) que supongo debe utilizar m¶
as para
defenderse que para atacar, lo cual me tranquiliza,
ya que no pienso molestarla en lo absoluto.
Pronto comprob¶e que no hay nada de que temer
con esta hormiga, ya que se dedica solamente a
Una aventura en el jard¶³n de mi casa. Abel Granados P., Ma. del Carmen H. y Ma. del Carmen F.
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recolectar semillas; imagino el por qu¶e de esas
robustas mand¶³bulas, debe utilizarlas para quebrar
las semillas y aprovechar su contenido como alimento. Tras transportar hac¶³a su nido las semillas
presentes en los alrededores, se alej¶o en busca de
otras y yo sal¶³ de mi escondite para buscar un camino conocido que me lleve a casa. No sin trabajo, encontr¶e un sendero por el que empec¶e a caminar, sintiendo mi coraz¶on sobresaltado por el hecho
de encontrarme en un sitio como ¶este y no en mi
camita.
Realmente no s¶e que es lo que ha pasado. >Por
qu¶e me encuentro en este lugar de plantas y hormigas gigantes? En tales cosas re°exionaba cuando comenzaron a aparecer en el camino con cada
vez m¶
as frecuencia, restos de plantas, tallos cortados, hojas que parecen coladeras, llenas de agujeros. >Qui¶en y para qu¶e har¶³a semejante cosa? Segu¶³ caminando y no tard¶e mucho en encontrar la
respuesta.
Conforme avanzaba por el sendero o¶³a un ruido como de tijeras de jardinero cortando el c¶esped, el
cual proven¶³a de las altas hojas de una planta donde otra hormiga, tambi¶en de color rojo como la
\gran¶³vora"de hace un rato, se dedicaba a cortar
fragmentos de hojas con sus mand¶³bulas. Aunque
la \gran¶³vora"y esta \corta{hojas"tienen un color y
aspecto similares, el cuerpo de la u
¶ltima es delgado y sus tres pares de patas son m¶as largas. Al igual
que su pariente \gran¶³vora", cuenta con unas espinas
en el t¶
orax; s¶
olo que en lugar de un solo par tiene tres
(¯g. 8); adem¶as de un par m¶as de espinas en la cabeza; precisamente la cabeza es la diferencia m¶
as clara entre las dos hormigas. La \corta{hojas"la tiene en forma de coraz¶on, con el par de espinas colocadas en el extremo superior, como un par de cuernos dirigidos hacia atr¶as semejando una especie de
toro (¯g. 9). Y nuevamente, las mand¶³bulas son lo
m¶
as llamativo; su forma es parecida a la de unas tijeras (¯g. 10), con las que corta las hojas con gran facilidad, luego los fragmentos de hoja son llevados hasta el hormiguero.
Me qued¶e un rato observando el met¶odico proceso
de corte y transporte de hojas, con¯ando en que una
criatura \vegetariana"no se ¯jar¶³a en m¶³ como un posible bocado. Ver todos esos detalles en estas hormigas que me parecen de \tama~
no elefante", detalles que no se pueden apreciar en las de \tama~
no
hormiga"que he visto en mi jard¶³n, me hace pensar que, por peque~
no que sea el tama~
no de un organismo, no est¶a exento de complejidad. La forma y funci¶
on de cada detalle capacita a ese organismo para desempe~
nar las actividades que le permiten vivir, lo cual queda bien ejempli¯cado en las
F ig ura 6 . V ista fro nta l de la c a be z a de P ogonomyrmex
sp.
F ig ura 7 . A g uij¶o n de P ogonomyrmex sp.
mand¶³bulas, cuya forma est¶
a adaptada al tipo de alimentaci¶
on de cada hormiga.
Ya no tan desencantado de encontrarme en este lugar, prosegu¶³ mi b¶
usqueda de un camino de regreso a casa o, al menos, de alguien que pudiera informarme en donde estoy, mientras voy observando a m¶³ alrededor, por si hay otras hormigas gigantes que llamen mi atenci¶
on. No tardo mucho en
encontrarlas. Se trata de unas hormigas cuyo tama~
no es como de la mitad del de las otras que he
visto; pero aunque no son tan grandes, son muy
activas.
El cuerpo es de color negro y de una aparente fragilidad, o al menos as¶³ parece, a juzgar por las delgadas patas que tienen (¯g. 11) para soportar un cuerpo que, como las otras hormigas, est¶
a cubierto de
segmentos articulados a modo de armadura. Observo |desde una prudente distancia| que no tie-
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ContactoS 35, 25{29 (2000)
F ig ura 1 1 . Obre ra de C rematogas ter sp.
F ig ura 8 . C a be z a y t¶o ra x de A tta sp.
F ig ura 9 . V ista la te ra l de la c a be z a de A tta sp.
F ig ura 1 0 . V ista fro nta l de la c a be z a de A tta sp.
nen aguij¶
on al ¯nal del abdomen (¯g. 12), lo que signi¯ca que no necesitan esa arma defensiva. Su cabeza es peque~
na y redonda, con unas mand¶³bulas tambi¶en muy peque~
nas; de hecho este tipo de hormiga posee las mand¶³bulas m¶
as peque~
nas de cuantas he
visto hasta ahora (¯g. 13). Me pregunto: >de qu¶e se
alimentar¶
a? >acaso s¶
olo de l¶³quidos? No tard¶e mucho en encontrar la respuesta a mis preguntas: como una manada de lobos, varias hormigas se abalanzan sobre un infortunado escarabajo, que aunque es m¶
as grande que ellas, pronto es sometido,
abrumado por la cantidad de atacantes, y en cuesti¶
on de minutos, queda reducido a varios fragmentos,
mismos que cada hormiga lleva en sus mand¶³bulas
|como si de un trofeo se tratara| rumbo a su
hormiguero.
Esas escenas me hicieron volver a la realidad. Por vez primera me encuentro con hormigas \carn¶³voras", <qui¶en lo dijera!, unas hormigas de poco tama~
no, aparentemente inofensivas, de cuerpo fr¶
agil y con mand¶³bulas peque~
nas, pero cuya fuerza mayor es la t¶
actica de atacar a sus presas en conjunto. Voraces como todo carn¶³voro hambriento, van buscando a sus futuras v¶³ctimas de una manera sistem¶
atica y organizada, se despliegan para abarcar una super¯cie que van hurgando con sus antenas.
Como una nube o mancha que avanza constantemente y que s¶
olo se detiene cuando una nueva v¶³ctima es
alcanzada, las hormigas se van acercando hasta el lugar desde donde las he estando observando. Decido echar a correr. El coraz¶
on me late cada vez con
m¶
as fuerza y un sudor fr¶³o cubre mi cuerpo. Trato
de alejarme de ellas, pero por cada paso que adelanto, ellas acortan la distancia en dos y me doy cuenta
que no tardar¶
an en darme alcance. <Ya siento sus pisadas sobre m¶³! Acelero a todo lo que mis piernas y la
adrenalina me lo permiten, pero tropiezo y enseguida una de ellas me sujeta con un par de patas. Trato
Una aventura en el jard¶³n de mi casa. Abel Granados P., Ma. del Carmen H. y Ma. del Carmen F.
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\>C¶
omo que no?, vamos hijo ya es hora de que te levantes, se te har¶
a tarde para ir a la universidad; anda <arriba!". >Pero qu¶e es esto?, <la voz de mi madre!. Abro los ojos y miro a mi alrededor; estoy en
mi habitaci¶
on, en mi cama y con las s¶
abanas enrolladas en el cuerpo, <vaya, todo ha sido un sue~
no!
menos mal, cre¶³ que me convertir¶³a en la cena de
esas hormigas. \Ya baja a desayunar, hijo", mi
madre me llama y, sin demora, me doy un refrescante ba~
no, bajo a desayunar y salgo camino a la
universidad.
F ig ura 1 2 . A bdo me n de C rematogas ter sp.
Como cada ma~
nana al pasar por el jard¶³n, veo una
columna de peque~
nas hormigas negras que acarrean
su alimento rumbo a su nido. Generalmente no me
preocupan y creo que hasta he pasado sobre ellas sin
experimentar el menor sentimiento de culpa, pero
despu¶es del extra~
no sue~
no que he tenido, creo que
ellas tambi¶en tienen derecho a compartir el jard¶³n
de la casa. Despu¶es de todo ellas ya estaban aqu¶³
cuando nosotros llegamos.
Agradecimientos
Agradecemos a la Ing. Patricia Castillo Ocampo del
Departamento de Microscop¶³a Central por su asistencia en la toma de las fotograf¶³as con microscopio electr¶
onico.
cs
F ig ura 1 3 . V ista la te ra l de la c a be z a de C rematogas ter sp.
de resistir, pero es in¶
util; <ya siento los agudos dientecillos de sus mand¶³bulas en mi cuerpo! Me siento paralizado, con mi cuerpo enredado en una especie de l¶³quido viscoso que me impide moverme; <ahora viene el golpe ¯nal! cierro los ojos; las otras hormigas comenzar¶an a despedazarme como a aquel escarabajo, <no!, <no!. . .
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