Colegio Los Olivos Historia de España TEMA 15. LA OPOSICIÓN AL SISTEMA. EL NACIMIENTO DE LOS NACIONALISMOS PERIFÉRICOS. El sistema de la Restauración marginó a amplios sectores políticos y sociales. Auque estas fuerzas eran numerosas, su diversidad impidió plantear una alternativa al régimen. Los problemas estructurales de España en este periodo y que supusieron de hecho los factores de descomposición del sistema fueron: el problema social y el movimiento obrero, los nacionalismos periféricos, la cuestión colonial y militar y la incapacidad del sistema de dar espacio político a las fuerzas de oposición, que eran de por si, partidos no disnásticos. Además de los partidos dinásticos existían en la España de la Restauración otras fuerzas políticas que, con muchas dificultades, intentaban participar en la vida parlamentaria como representativas de otros sectores sociales. Las principales corrientes eran las que encarnaban los nacionalismos periféricos como la Lliga Regionalista en Cataluña y el PNV en el País Vasco, el movimiento obrero y el socialismo (PSOE, 1879) y las diferentes corrientes republicanas y los carlistas. De ente todas estas, tenemos dos muy importantes, que son el republicanismo y el movimiento obrero. Después del fracaso de la I República, el republicanismo español tardó mucho en rehabilitarse y constituir una alternativa política. En cambio, el ideario republicano, se mantuvo vivo en los casinos y ateneos, en la prensa y en los sectores intelectuales y universitarios. La fragmentación de los republicanos obedecía a razones ideológicas y personales. Cada uno de los grandes líderes republicanos del Sexenio Democrático acaudilló su propio partido: Pi y Margall, el Partido Federal; Ruíz Zorrilla, el Partido Progresista; Castelar, el Partido Histórico; y Salmerón, el Partido Centralista. Las grandes divergencias se centraban en torno a la organización centralista o federal del Estado y a la estrategia para alcanzar el poder (la insurrección o los medios electorales). A partir de los años ochenta, muchos republicanos se integraron en el régimen de la Restauración, lo que debilitó aún más el movimiento. A pesar de los intentos para establecer una unidad de acción republicana, la unificación no se produjo hasta la aparición de la Unión Republicana en 1903. A comienzos del siglo XX, el republicanismo español adquirió nuevos impulsos a medida que se debilitaba el sistema caciquil de la Restauración tras la muerte de sus líderes y en el contexto de crítica al régimen posterior a la crisis del 98. Surgieron nuevas fuerzas, como el Partido Reformista (1912), de Melquíades Álvarez y, sobre todo, el Partido Republicano Radical (1908), cuyo líder más popular era Alejandro Lerroux. El republicanismo fue una fuerza ascendente a lo largo de todo el primer tercio del siglo XX y recogía las aspiraciones de cambio social y político que llevaron al derrocamiento de la monarquía de 1931. El movimiento obrero estaba dividido en dos tendencias político-sindicales: por un lado la corriente socialista representada por el PSOE fundado en 1879 y el sindicato vinculado a este partido, la UGT (1888). Por otra, la corriente anarquista, que se mantenía en la clandestinidad por la durísima represión que comenzó en 1874, estaba organizada en sindicatos locales y de rama, tenía su fuerza sobre todo en Andalucía, Levante y Cataluña. Se organizaría definitivamente en 1911 en la CNT. En la última década del siglo XIX el movimiento obrero experimentó un fuerte crecimiento debido a varias razones: la crisis económica de 1887, que empeoró las condiciones de vida y provocó numerosos despidos, y la libertad de acción y actuación legal de las organizaciones obreras. Los anarquistas se debilitaron bastante debido a la represión que desencadenó la repercusión contra una supuesta organización anarquista secreta, la Mano Negra en 1883; otro factor en este sentido fueron las disensiones internas de las organizaciones anarquistas. El momento más importante en las movilizaciones obreras fue el año 1890, en el que se produjo la primera huelga de la minería vizcaína a raíz del despido de varios trabajadores. A partir de ese año creció continuamente la implantación de sindicatos por todo el país, y el 1 Colegio Los Olivos Historia de España PSOE, por su parte, comenzó a obtener concejalías en elecciones municipales de distintas zonas industriales. En cuanto al nacimiento de los nacionalismo periféricos, la división en provincias de 1833 no tuvo en cuenta las realidades comunitarias existentes. La confluencia de estos particularismos y el renacimiento cultural que los acompañó permitieron la manifestación espontánea de una diversidad regional o nacional que se hizo especialmente evidente en Cataluña y el País Vasco, precisamente las regiones con más independencia económica. Los regionalismos periféricos, fueron en principio manifestaciones de la pequeña y mediana burguesía, más que las altas que intentaban recuperar su identidad nacional a través de la defensa de sus peculiaridades históricas. En la Restauración, surgió el catalanismo político, cuyas guías eran Lo Catalanisme, publicado por Valentí Almirall en 1886, y La Tradició Catalana. Almirall abanderó la línea del catalanismo moderno, optando por el federalismo como la fórmula para unificar las distintas posiciones antagónicas de las burguesías particularistas. Defendía la necesidad de respetar y fomentar la “manera de ser y las costumbres tradicionales” de las comarcas forales y reivindicaba las divisiones naturales frente a las provincias artificiales surgidas del unitarismo liberal. Su planteamiento no era independentista sino autonomista. En 1887 fundaron la Lliga de Catalunya y, con motivo de los Juegos Florales celebrados por la Exposición Universal de Barcelona, presentaron a la reina regente Mª Cristina (Alfonso XII había muerto en noviembre de 1885) un programa regionalista. Este programa mantenía al mismo tiempo la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de una amplia autonomía. En 1891 volvieron a encontrarse el Centre y la Lliga gracias al esfuerzo conciliador de Enric Prat de la Riba, y el resultado fue una nueva organización, la Unió Catalanista. En su primera reunión celebrada en Manresa en 1892, se suscribieron las bases para una “Constitución regional catalana”, una síntesis de la concepción federal de integración del Estado catalán en el Estado español y de las ideas del catalanismo conservador. El nacionalismo del País Vasco surgió en un clima de defensa de los fueros y no fue obra de una moderna burguesía. La ley que abolió sus fueros históricos en 1876 provocó dos reacciones diferentes: la de los que, transigiendo, supieron rentabilizar la situación para transformar la pérdida en conciertos económicos con Madrid en provecho propio desarrollando una industria ligada al mercado español, y de los que, apelando al tradicionalismo, defendían la íntegra recuperación de los fueros. Estos eran los perdedores de la guerra carlista. Se aferraban a un País Vasco tradicionalmente agrario, contrario al fenómeno urbano y su industria; para quienes la defensa de los fueros totales equivalía a defender la esencia de “lo vasco”, de forma que la Ley de 1876 se convirtió en “el agravio” por antonomasia del Gobierno central. El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, recogió estas ideas que flotaban en la sociedad: para un pueblo diferente (de una raza y, sobre todo, lenguas distintas) recuperar los fueros totales era recuperar la plena soberanía, lo cual significaba independencia. El lema nacionalista vasco era “Dios y Ley Vieja”, es decir fueros y tradiciones. En 1895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco con una solemne declaración antiespañola. Pero el partido no fue capaz de conseguir nada mientras estuvo integrado por la pequeña burguesía bilbaína tradicionalista. Se extendió su influencia cuando se aproximó a la burguesía más moderna e industrial. Entonces apareció la división interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban la autonomía dentro del Estado español. Estos últimos, urbanos, industriales, y con dinero imprescindible para el partido, se impusieron con el control del PNV y entraron en una línea parecida a la de Cataluña, copiando la idea de “rehacer España”, desde el País Vasco, en este caso. El resto de regionalismos del período fueron más débiles y tardíos. Tuvieron su desarrollo fundamental en los albores del siglo xx. Por un lado tenemos el regionalismo gallego, que 2 Colegio Los Olivos Historia de España tuvo un importante componente cultural, y surgió como reacción al atraso y marginación del territorio con respecto a otras regiones. Sus teóricos más importantes fueron Alfredo Brañas y Manuel Martínez Murgía. Luego aparece el regionalismo andaluz. Sus raíces históricas y políticas, muy discutidas, tuvo su punto de partida en el movimiento cantonal de 1873, destacando en su formación Blas Infante. Y por último, podemos halar del regionalismo valenciano, que se caracterizó por su rechazo tanto del centralismo del Estado español como del nacionalismo catalán. Aquí destacó la acción de la asociación Lo Rat Penat, y el escritor Costantí Llombart. 3