César Alcalá DIÁLOGOS SOBRE LA GUERRA CIVIL 3-1 INTRODUCCIÓN Pero los que vivíamos en aquellos días tempestuosos, y a la vez llenos de pavor y de esperanza, de tinieblas y de luz, de lágrimas amargas y de suavísimas sonrisas, de sangrienta persecución y de heroísmo martirial, sabemos muy bien que no es verdad que las iglesias fuesen en ningún momento una especie de fortaleza y patio de armas del Alzamiento Nacional; que no es verdad que los religiosos y los frailes se dedicasen a disparar contra el pueblo desde las ventanas de los conventos; que no es cierto que la Iglesia fuese de ningún modo enemiga de las clases humildes y menesterosas. El silencio, por calculado y espeso que sea, y la manipulación más hábilmente configurada, no lograrán jamás cambiar el curso auténtico de la historia, ni alterar la realidad de los hechos. Estas palabras de don José Vives Suriá me sirven perfectamente para introducir el pensamiento que me llevó a escribir un libro sobre la Guerra Civil española. Mucho se ha escrito, a lo largo de estos últimos sesenta años, sobre lo que fue aquella contienda. ¿Cómo se desarrolló? ¿Quiénes fueron los vencedores y los vencidos? ¿Cómo evolucionó la España que, durante tres años, estuvo dividida en dos frentes?. Muchos han explicado la historia a su manera. Otros la han contado desde el lado de los vencedores. Otros desde el lado de los perdedores. Algunos han sido objetivos y han expuesto la historia tal y como se desarrolló. Sin embargo, ha quedado en el tintero aclarar como se produjeron una serie de asesinatos en la retaguardia. Me estoy refiriendo a los protagonistas de este libro, aunque en el lado vencedor por circunstancias políticas, perdedores en definitiva, porque en una guerra todos perdemos la dignidad histórica de convivir pacíficamente los unos con los otros. Pues bien, estos hombres fueron encontrados culpables de un crimen espantoso para el bando enemigo, es decir, perdieron la vida por ser católicos practicantes y tradicionalistas. Esos hechos han marcado la personalidad de muchas personas que, en algunos casos, han preferido olvidar. Aquellos hechos han quedaron anclados en el pasado y, desde entonces, nunca más han hablado. Han recordado, pero sólo para ellos. Otros fueron obligados por sus familiares a olvidarse que una vez ocurrieron esos terribles hechos. Algunos lo consiguieron. Otros han mantenido viva la llama de esos padres que murieron por defender su fe cristiana y, en algunos casos, no renegar de una tendencia política, en este caso la de la Comunión Tradicionalista. Estos diálogos son un canto al recuerdo y a la esperanza. El recuerdo de todos aquellos hombres y mujeres que vieron truncadas sus vidas como consecuencia de un conflicto bélico. Hombres y mujeres ajenos a lo que ocurría, que perdieron la vida y toda esperanza de ver realizados sus sueños. Familias rotas irremediablemente como consecuencia de unos ideales, que nunca son propios sino de aquellos que los idearon y que enarbolan su bandera. Aunque ante Dios no son héroes anónimos, la sociedad en la cual vivimos, más pendiente del mañana que del pasado, a dejado de recordar y a olvidado a sus muertos. También, como he dicho, es un canto a la esperanza. La esperanza que su drama no se olvide nunca. Esperanza que nunca vuelva a producirse más hechos tan negros, que no ennoblecen a ningún pueblo, todo lo contrario, provocan el odio durante generaciones y abren heridas muy difíciles de cicatrizar. No es un libro basado en el rencor. Como me dijera doña Trinidad Mariner: "¿Dejarían a mi padre tal vez, sin el tiro de gracia muchas horas, sufriendo horriblemente? Los orificios eran dos, detrás de la cabeza, y se veían con toda exactitud. Pero, ¿y si tardaron en dárselos? ¡Qué el Señor les aumente a todos la Gloria, con la que también a Él le glorifican!. En ningún momento se ha pretendido algo semejante. Es un libro para dar a conocer unos hechos, contados por sus propios protagonistas, de lo que ocurrió hace sesenta años en España. César Alcalá La Roca del Valles, febrero del 2000 Don José Vives y yo nos trasladamos de Barcelona a Mataró para entrevistarnos con don Luis Anglada Font. Desde hacía bastantes años el Sr. Vives deseaba hablar con esta persona pero, por circunstancias ajenas a los dos protagonistas, se había ido atrasando el encuentro. El Sr. Anglada nos esperaba en el Fomento, en la Riera, delante de la Cárcel de Mataró. Nuestra conservación giraría en torno a unos compañeros del Sr. Anglada, amigos del Sr. Vives, que perdieron la vida en la población geronesa de Bruñóla. - Sr. Anglada, ¿cómo vivió aquellos años de la guerra? - Estuve encerrado en la Cárcel Modelo de Barcelona, en la galería número 3, llamada de los condenados. Allí vi desaparecer a Fernando Pascual Elias, el cual había tomado parte en el levantamiento del 19 de julio de 1936, conjuntamente con el Regimiento de caballería de Montesa. De la Cárcel Modelo me trasladaron a la prisión de Mataró, que justamente la tenemos delante. Aquí conocí a otros miembros del requeté como: Ricardo Anglada, José María Rosell Calbó, Juan Camps, y Juan Bautista Marlés Bacardit. En el mes de abril ó mayo de 1938 volvimos a la Modelo. En ella permanecí 15 días. De Barcelona nos trasladaron al Campo de Trabajo número 4, situado en Conca Vella, muy cerca de Guissona (Lérida). En Cataluña se habían establecido 4 campos de trabajo. El número 1 y número 2 en L'Hospitalet de l'lnfant; el número 3 en Omells de N'Agaya y el número 4 en Conca Vella. Al llegar al Campo de Trabajo número 4 habían entre 800 y 1.000 prisioneros. Al desmantelarse el campo sólo quedamos unos 200 prisioneros. La gente moría por agotamiento, desnutrición y enfermedades. Algunos prisioneros murieron como consecuencia de las llagas que les provocaba la exposición al sol durante tantas horas. Al estar tan delgados, las llagas acababan con la vida de los presos. La alimentación era mínima: un chusco de pan, un puñado de guisantes o lentejas y agua. Trabajábamos de sol a sol a pico y pala, cavando zanjas que luego no sirvieron para nada. Con referencia al agua te explicaré el procedimiento para podérnosla beber. Antes de echarla en el vaso, teníamos que poner un pañuelo sobre él y abocar el agua encima del mismo. Al traspasar el agua el pañuelo, dejaba sobre su superficie los gusanos que habían en el interior del recipiente. De esta manera el agua podía beberse en unas condiciones "potables". Dormíamos en porches, donde las pulgas, literalmente, se nos comían vivos. Del Campo de Trabajo número 4, los sobrevivientes fuimos trasladados a Barmells, pueblo situado muy cerca de Bellpuig. Debes tener en cuenta que las tropas rojas estaban de retirada y nos utilizaban como escudo protector. De Barmells nos llevaron a Serra de Rialp. De allí al Convento de Santa Cecilia, al Convento a la Maratona (Manresa) y luego a San Hilario Sacalm. No sabían que hacer con nosotros. Eramos más una carga que otra cosa. De San Hilario fuimos a Aiguaviva, muy cerca de Santa Coloma de Farnés. Esa noche en Aiguaviva nos comunicaron que nuestros carceleros se habían marchado. Es de suponer que, al verse acorralados por los nacionales, corrieron más rápido que las ratas, para poder salvar la vida. Era la noche del 2 al 3 de febrero de 1939. La primera idea que nos vino a la cabeza, al saber que éramos libres fue "sálvese quien pueda". Se hicieron varios grupos. Unos decidieron ir hacia Barcelona. Otros hacia la frontera. Otros emprendieron el camino para poder cruzar la línea nacional y, de esta manera ponerse a salvo. - ¿Usted que hizo? - Después de caminar muchos días, finalmente crucé la frontera. Me dirigí a San Juan de Luz (Francia). El viaje no fue mucho más cómodo que el anterior. De San Juan de Luz fui a San Sebastián. A mi llegada allí oí hablar más catalán que en Barcelona. De San Sebastián a Burgos y allí fui quintado para ir a Melilla. No tuvieron en cuenta los años de servicio durante la guerra. Las nuevas leyes impuestas por el ejército vencedor eran éstas y, en Melilla faltaba gente. Aquí acabo mi historia con sus amigos. - Sus palabras han sido muy interesantes, apostilló el Sr. Vives, pues desconocía estos detalles. - Sr. Vives, usted ha investigado el trágico final de sus amigos, ¿por qué no nos completa la historia desde el momento que se separan en Aiguaviva?. - Lo intentaré. Veamos. Un grupo de 10 prisioneros, mis amigos, decidieron unirse a las tropas nacionales. Éstos salieron de Aiguaviva dirección Bruñóla, pueblo cercano a Santa Coloma de Farnés. La noche del 2 al 3 de febrero de 1939 la pasaron en una masía conocida como Can Pelach. A la mañana siguiente partieron para tomar la carretera que les conduciría a Barcelona, con la ilusión de encontrarse con los nacionales. Durante la marcha se subdividieron en dos. Delante iban siete y unos cuantos metros más atrás tres. De repente el grupo más numeroso divisó un grupo de soldados. Los otros no lo pudieron ver porque se encontraban en un camino curvado y no tenían la suficiente visibilidad para verlos, ni para que los otros los vieran a ellos. El jefe del grupo de Requetés, don Ricardo Cavero, empezó a dar vivas a Cristo Rey. El mencionado grupo era enemigo. Cavero y sus compañeros eran exconvictos, así pues, iban desarmados, con lo cual les fue muy fácil detenerlos. El grupo enemigo estaba al mando del Teniente Coronel Enrique Líster. Los siete fueron conducidos ante él para ser juzgados. Los requetés detenidos eran: Ricardo Civit Sanvicente; Juan Camps Planas; José Oriol Pascual Elias; Fernando Pascual Elias; Juan Bautista Marlés Bacardit; Ricardo Anglada y Ricardo Cavero Sellares. El segundo grupo, al percatarse que sus compañeros exclamaban proclamas a Cristo Rey, intuyó que nada bueno sucedía. Uno de ellos, José María Farreras y Farreras, empujó a sus compañeros hacia un lado de la carretera. La suerte fue que había un desnivel y cayeron rodando por él. Sus nombres eran: José María Farreras y Farreras, - tenía los pies planos y solía salpicar sus palabras con una dosis bien trabada de tacos -; José María Embuena Farriols y Pedro Frigola Pardo. Farreres, al empujarlos les dijo: "Muchachos, van mal dadas". Al llegar abajo del desnivel se encontraron a un grupo de milicianos que estaban asando un pollo. José María Farreras exclamó: "¡Desgraciados! A nosotros nos están jorobando a tiros allí arriba y vosotros asando un pollo". Al final acabaron milicianos y requetés degustando ese pollo, pues los milicianos en ningún momento sospecharon que eran enemigos, de lo contrario, hubieran corrido la misma suerte que sus otros compañeros. - ¿Qué ocurrió con el primer grupo? - Como ya he dicho los llevaron ante Enrique Líster para ser juzgados. Éste se dirigió a Cavero en estos términos: - ¿ Vosotros que sois? Preguntó Lister. - Requetés y de los del Aplec de Montserrat, respondió Cavero. - Entonces, ¿sois enemigos nuestros? Volvió a preguntar Lister. - Mientras hay guerra sí, dijo Cavero. - ¿Ya sabes lo que os pasará? - Por supuesto, cuatro pildoras del Doctor Negrín. No se equivocó. Aquel mismo 4 de febrero de 1939 fueron asesinados y enterrados en una fosa común en el pueblo de Bruñóla. - Usted me había explicado algo más referente a ello. - Es cierto. Después de la guerra supe que un grupo de requetés había sido asesinado en Bruñóla y que el último grito que dieron era: Viva Cristo Rey. Instintivamente supuse que sólo Cavero podía haber lanzado ese grito. No me preguntes porque me lo imagine pero, estaba moralmente convencido que esos requetés asesinados en Bruñóla eran mis amigos. Me fui a ver al padre de Ricardo Cavero. Yo no lo conocía de nada. Era amigo de su hijo, no de él, pero por el amor a mis amigos decidí explicarle lo que sabía. - Usted lo conocía del Circulo, ¿no es así? - No. El padre de Ricardo Cavero era más amigo de Samblancat que de los carlistas. - De él decían que se comía las sagradas formas con patatas fritas, apostilló el Sr. Anglada. - Sí, eso decían, dijo el Sr. Vives ratificando las palabras del Sr. Anglada. Bien, anécdotas a parte, cuando Ricardo Cavero estuvo encerrado en la cárcel, esperando ser juzgado, su padre le pidió a Samblancat que intercediese por él. Éste accedió, pero Cavero no quiso su ayuda. Al decirle su padre que podía ser indultado le contestó: "Si lo hace Samblancat no lo hará por mí, sino por ti. No padre, donde vayan mis compañeros iré yo". El padre fue, nuevamente a hablar con Samblancat, para contarle el gesto heroico de su hijo. En el momento de juzgarlo, le conmutaron la pena de muerte por 30 años de cárcel. - ¿Qué ocurrió en Bruñóla? - Cogimos el coche de línea y nos fuimos a Bruñóla. Una vez allí pedimos al Ayuntamiento los permisos necesarios para poder desenterrar los cuerpos. El funcionario del mismo era provisional. Nos comentó que él no tenía autorización, que nos dirigiésemos a la Guardia Civil. Estos, a su vez nos negaron el permiso, pues tenían miedo que las exhumaciones provocaran una intoxicación de tifus. Yo le dije al sargento de la Guardia Civil que aquel pobre hombre había venido a recuperar el cadáver de su hijo. Que hacía pocos días que habían muerto. Que no temieran por ninguna intoxicación. Que por el amor de Dios nos ayudara. Finalmente pude convencerle y exhumamos los cadáveres. El primero en aparecer fue el de Ricardo Cavero. El cadáver estaba en perfecto estado. Un par de tiros en la parte posterior de la cabeza, pero sin síntomas de tortura. A continuación fueron apareciendo los otros. Los féretros fueron enterrados en dos nicho de la Iglesia de Bruñóla. Después de la Guerra Civil doña Trinidad Mariner se trasladó a Nules (Castellón), pueblo natal de sus padres. En Barcelona lo habían perdido todo. Ella y su madre decidieron regresar junto a los suyos y vivir en la única posesión que pudieron conservar, la casa natal de su padre. Hasta el maravilloso y acogedor pueblo de Nules me trasladé para poder dialogar con ella. Doña Trinidad Mariner ha sufrido durante todos estos años el olvido que los libros de historia y martirologios han cometido con su padre. No se explica el motivo por el cual don Vicente Mariner Gimeno nunca a aparecido en ellos. Hora es de redimir la figura de éste mártir de la Tradición. La familia Mariner vivió durante muchos años en Barcelona, en la calle Mallorca número 447. Don Vicente Mariner era el director del Banco Catalán Hipotecario. Este banco era conocido popularmente por "el banco de los carlistas" pues todos sus directivos lo eran. Poco antes de iniciarse el conflicto bélico, sus amigos y compañeros de trabajo le dijeron que se escondiera. Él contestaba que no había hecho nada. Así y todo, empezó a recibir amenazas por ser católico convencido, practicantes y carlista. Al ver que las cosas empeoraban, decidió marcharse a Nules, lo cual le fue imposible porque su casa natal había sido requisada y en ella vivían varias familias. Permaneció en Barcelona sin dejar de cumplir con sus obligaciones. Cuando don Miguel Junyent falleció, fue a su casa a dar el pésame a la familia. Poco antes de estallar la guerra, don Mauricio de Sivatte le pidió que fuera el presidente del Circulo Carlista Central, que por aquel 10 entonces estaba situado en la Rambla de Cataluña número 8, puerta con puerta con el de Esquerra Republicana de Cataluña. - Usted y su madre estuvieron encerradas en el Barco-prisión Villa de Madrid. ¿Nos puede explicar su experiencia en aquel lugar? - Allí igual nos interrogaba el Capitán que sé autonominaba el Juez, en su despacho de proa, como en la habitación de día, o por la noche, o a la madrugada. Siempre diciéndonos a mí, que mi madre ya le había dicho la calle donde vivían esas personas: Familia Junyent y de modo especial Doña Ángeles de Janer y Don Mauricio de Sivatte, que sólo faltaba la calle y era mentira, y a ella le decían que yo había dicho otro detalle y también era mentira. - Es de suponer que tuvieron contacto con otras personas encarceladas como ustedes. - Si, allí me presentaron a las hermanas Lasaga, una a una. Estaban las tres, sus padres, dos hermanos y una cuñada; pero los enfrentamientos eran con las chicas y de una a una. Cuando las vi por primera vez, les acababan de dar unas palizas horribles. Margarita y Angelita echaban sangre por la boca. Patrocinio, que era la más joven, me la presentaron con palillos entre los dedos de las uñas de las manos y no sé si de los pies, de esto no estoy segura; pero no podía ni hablar, del dolor que sentía. - ¿En los interrogatorios se produjo algún careo entre ustedes? - Tuvimos varias veces los careos. A mí, creo que por lo que mi padre rogaría por mí, no mi pegaron, ni a mi madre tampoco; pero las amenazas eran continuas, y muchas veces el Capitán me acorralaba contra la pared y me decía: "Si quieres ser tan cínica como las Lasaga, como ellas acabarás". 11 - ¿Estuvieron durante toda la guerra en el Barco-prisión Villa de Madrid? - No. Pronto se cumplieron dos meses de nuestra estancia en el barco y dijeron que por una orden internacional, las mujeres teníamos que ser trasladadas a otras prisiones. Nos llevaron a la checa de Vallmajor, en la calle Copérnico de Barcelona, y al bajar de la furgoneta, los guardias dijeron: "¡De cinco en cinco!". A mi madre, a las hermanas Lasaga y a mí nos pusieron juntas. En la celda sólo había en el suelo unos sacos casi vacíos, con algo de recortes de tela de toalla o albornoces. En el barco teníamos lavabo, aunque sin jabón. En la checa si que no teníamos ni agua, ni jabón, ni ropa limpia, ni nada. Quitando los interrogatorios del Capitán Mario, lo peor del cautiverio fue la checa. En las paredes había letreros de presos, los cuales se despedían de sus familiares cuando los llevaban a la muerte. - Y de allí, ¿a dónde fueron? - Veinte días después de entrar en la checa de Vallmajor, nos trasladaron al Palacio de las Misiones, en Montjuích. Nos instalaron primero en la planta baja, que era enorme, sólo con unos catres, sin mantas ni nada. Mi madre, que venía convaleciente del "Villa de Madrid", estaba muerta de frío y una joven, que se llamaba Elena Pujol Farriols, que venía de la cárcel Modelo, le dio su manta y esto fue otro acto de persona buena, que llevo siempre en el alma y en el corazón. Al cabo de unos días nos subieron a la rotonda y allí estábamos doscientas cuarenta presas, que veníamos de otras prisiones. Teníamos un catre y una manta y duchas; pero sólo había cuatro o cinco, y la hora de la dura era desde las doce de la noche a las cuatro de la madrugada, y no llegaban ni a la mitad de las doscientos cuarenta, las que nos podíamos duchar y lavar la 12 cabeza, también con jabón negro, o con el que allí nos permitían recibir algún paquete, de casa de vez en cuando. En el Palacio de las Misiones nos levantábamos pronto. Nos daban un cazo de malta y un panecillo, para todo el día. Luego nos subían unos presos el rancho: lentejas, judías o garbanzos, todos con gusanos y, por la noche, otro cazo de malta. En la planta baja, enorme, del Palacio de las Misiones, colocaron cientos de máquinas de coser, que habían requisado. Los sastres y sastresas, dueños de esas máquinas, y otros ayudantes, cosían sin parar ropa para el ejército republicano. Nosotras limpiábamos nuestra rotonda y todo lo de abajo, con los aseos, todos los días, y algunas iban a limpiar despachos y edificios que habían requisado los milicianos y especialmente los del S.l.M. Las hermanas Lasaga fueron algunas veces fuera. - ¿Cómo terminó aquella experiencia? - Un día, a las doce de la noche, vino una de las guardias y dijo: "Las que vaya llamando que se pongan aquí en medio, que van a declarar". De las primeras llamaron a mi madre, por su apellido Fernández, a mí tardaron a llamarme, hasta que llegó la "M" de Mariner, y esos minutos me parecieron siglos. Mi madre, al oír mi nombre me dijo en voz baja: "¡Hija de mi alma, aunque sea al infierno ya vamos las dos!". Nos llamó el director a su despacho y nos dijo que teníamos la LIBERTAD. Llorábamos de alegría y no nos lo creíamos. Nos dieron el justificante y andando por el territorio de la Exposición, llegamos a la Diagonal, y cada una hacia su casa o la de sus parientes o amigos. - ¿Tiene algún otro recuerdo del Palacio de las Misiones? 13 - En el Palacio de las Misiones, primero tuvimos unos guardias rusos, a los que llamaban "Etapas", que nos hablaban por señas, pues no entendían el español, ni nosotras el ruso. Después, tuvimos guardias españoles y luego, vinieron definitivamente unas mujeres, celadoras vascas, que exigían obediencia y disciplina. Cumplido esto, su trato era humano. La Jefa se llamaba Ernesta y nos decía las veces que había ido a Méjico y a Rusia, a llevar niños españoles. Méjico está lejísimos; pero Rusia esta a un paso, nos decía. Las otras eran Nati, Aurelia y Beatriz, y no sé sí alguna otra. - Sé que todavía le resulta duro pero, me gustaría saber como detuvieron a su padre y como supieron que había muerto. - El primer registro domiciliario que nos hicieron, sellaron ventanas y balcones y la única ventilación de la casa se redujo a abrir la puerta de la escalera. En el último registro, el más minucioso que realizaron, cada vez que encontraban una Imagen, Medalla o estampa religiosa, en son de guasa, se decían unos a otros: "Esto se lo habrá regalado el Padre Irurita". Terminado el registro y ya de noche, se llevaron a mi padre y a José Navarro Arambul, de Nules, como nosotros, que estudiaba en Barcelona, a Pepita Sandoval Fernández, sobrina de mi padre, y a mi misma. Nos trasladaron al control de la calle Pedro IV, haciéndonos largos interrogatorios por separado. De madrugada nos soltaron a todos. Al día siguiente, hacia las dos del mediodía, volvieron los milicianos. Esta vez sólo se llevaron a mi padre, el cual al despedirse de nosotras nos dijo: "No lloréis; pensad que me he ido de viaje. Si vuelvo bien y si no, recordad que bienaventurados son los que padecen persecución por causa de ¡ajusticia, porque de ellos es el Reino de los Cielos". - A partir de ese momento, ¿qué ocurrió? 14 - Nuestra falta de información fue absoluta. Sobre le día 14 de diciembre de 1936 fuimos a la checa de la calle San Elias de Barcelona. Uno de los milicianos nos dijo: "Ese ya está liquidado". - Una vez recibida la triste noticia del fallecimiento de su padre, ¿qué pasos tuvieron que realizar para recuperar su cuerpo? - Hacia el mes de mayo del 1940, los periódicos de Barcelona, empezaron a publicar detalles de los asesinatos cometidos en el Cementerio de Monteada y Reixach, y un amigo leal, D. José Vives Suriá, abogado y su hermana... se lo dijeron a mis tíos Juan José y Antonia, él hermano de mi madre y fueron al Hospital Clínico, donde las personas con familiares asesinados formaban cola para poder entrar, ojeando unos álbumes, en cuyas hojas ponían los antecedentes de casa persona cuyo cadáver había sido exhumado, con el informe del médico sobre su sexo, estatura, edad aproximada, y todos los detalles que podían anotar, según el estado de descomposición. También pegaban a las hojas los trocitos de ropa que podían cortar y le devolvían bastante el color natural con un producto alemán que usaban los médicos. Si la familia reconocía los datos, le daban un permiso para ir al cementerio de Monteada y enterrarlo allí, o llevárselo al cementerio que quisieran. El Inspector de Sanidad, y con razón, una vez identificados los cadáveres, quería que los enterrasen o los llevaran a otro cementerio, pues aquello era un espectáculo dantesco. - Debió ser espantoso. - Prefiero no recordarlo. Mire, voy a leerle la descripción que de mi padre hicieron en el Hospital Clínico de Barcelona: Señas personales de Vicente 15 Mariner Gimeno, vilmente asesinado en Barcelona el 14-XII-1936. Era de estatura algo más elevada que la mediana; ancho de espaldas, robusto; de cabellos, barba y bigote negros, con hililos grises cerca de las sienes. Calvo, frente ancha, facciones regulares, ojos grandes y oscuros. La dentadura muy estropeada. Vestía traje azul marino con rayitas blanquecinas, abrigo de entretiempo, color de avellana, boina, camisa blanca; zapatos y calcetines negros. En un bolsillo interior de la americana llevaba una cartera de piel de cocodrilo y en un ángulo de la misma las iniciales V.M. de oro, enlazadas. - ¡Terrible documento! - El cadáver de mi padre lo identifiqué yo misma, sin que hubiera lugar a dudas. Lo vi por primera vez en el Cementerio de Monteada. Fui con mi tío Juan José y con Pepe. Lo sacaron a un metro de distancia del cadáver del llustrísimo Obispo Dr. Irurita. Vi también los cadáveres de los hermanos Tort, que dieron hospitalidad al citado Sr. Obispo y fueron sacrificados con él y con su familiar. - A nombrado al Obispo Irurita. ¿Tiene algún recuerdo personal de él? - Hacia el mes de mayo de 1936 el Sr. Obispo, con su secretario y familiar D. Marcos Goñi, visitó mi Colegio de Escolapias de San Martín de Provenzales. Iba yo a cumplir 17 años y era el último curso que pasaría en el colegio. Las religiosas me encargaron un discursito de salutación hacia el Prelado. El Señor Obispo nos habló paternalmente y con todo cariño. Al terminar, su secretario repartió unas bolsitas de caramelos a las niñas. Sobraron dos o tres y, si como lo estuviese viendo, sonriente, las agitó en su mano y dijo: "Estas para la del discurso. ¿Dónde está la del discurso?". Yo, ruborizada, no me atrevía a moverme de mi sitio, hasta que una religiosa, la 16 Madre Esperanza Aríztegui, navarra y que conocía a Don Marcos, me empujó suavemente y fui a por las bolsitas. 17 Durante muchos años las Hermana María Dolores Mullerat Sans, de la Comunidad de Hermanas Dominicas de la Anunciata de Arbeca, vivió con el recuerdo de su padre mártir. Desgraciadamente su muerte impidió que pudiera hablar con ella. Por fortuna aún sobreviven algunas hermanas, las cuales me pudieron contar cosas oídas a la Hermana Mullerat. Por respeto a su memoria, me pidieron que sus nombres no aparecieran y que no se incluyera el dialogo que mantuvimos. Así pues, respetando la voluntad de estas hermanas, estructuraremos este dialogo sin incluir nombres. Una de las hermanas que hizo entrega de un documento, escrito por la misma Hermana Mullerat, en el cual nos contaba, en primera persona, el recuerdo que tenía del arresto y asesinato de su padre: - Cuando martirizaron a mi padre tenía 11 años y que lo que recuerdo de él es que cada día se rezaba el Santo Rosario en familia, después se leía un capítulo del libro de San Antonio María de Ligorio. Yo tenía mucho miedo y como lo sabía me sonreía y me quedaba sentada junto a mi madre y abuela. Cuando recibí por primera vez a Jesús Sacramentado, aún no había cumplido los siete años y en una conversación que tuvieron en casa de nuestro tío Reverendo José Pau Pedros, que se reunía allí cada día un grupito de amigos para celebrarse lo antes posible a! tener uso de razón, porque primero tenía que entrar Jesús antes que el demonio. Cuando obligaron a retirar los Crucifijos de las escuelas, él compró varios y quería que los levásemos colgado del cuello y que se viera para demostrar que la fe de Jesucristo permanecía 18 inalterable dentro de nuestros corazones. Terminado el registro, le mandaron firmar algunos documentos, estaba de pie y pidió una silla para sentarse. Entonces le dijeron: "si no firmas bien aquí mismo te levantamos la tapa del cerebro". Firmó lo que le presentaron para que pudieran sacar el dinero del Banco y así dejasen en paz a los demás de la familia. Se interesaba mucho por nosotras y de pequeñas nos inculcó el amor a la Virgen, preocupándose que asistiésemos al Mes de María. Cantábamos al Coro Parroquial que dirigía Reverendo José María Abelló, que era su Director Espiritual. Mi padre también asistía a dichos ejercicios. Los días laborales era el único hombre que asistía. Era muy cariñoso y alegre, nos compraba muchos juguetes y se entretenía con nosotras. Su recuerdo permanecerá siempre vivo en nuestro corazón y me siento orgullosa de poder decir, que mi padre murió dando su vida por Jesucristo y que está en el Cielo. El siguiente testimonio sobre don Mariano Mullerat me lo aportó una anciana Hermana que recordaba haberlo conocido antes de la Guerra Civil española: - Comunitariamente recibimos su apoyo, su ayuda y esperanza. Al iniciarse la Guerra Civil, el Sr. Mariano nos visitaba con frecuencia para darnos ánimo y esperanza. Nos exhortaba a ser fuertes ante el peligro que nos amenazaba. Se ofreció generosamente a ser nuestra ayuda y pese al peligro a que se exponía, mientras tuvimos una de las Hermanas enfermas, nos visitaba diariamente. Cuando nos vimos forzadas a abandonar nuestro convento y a alojarnos en una casa deshabitada propiedad de una familia amiga, el Sr. Mariano siguió visitándonos y nos ayudó a aceptar con entereza los planes de Dios. 19 Personalmente puedo decir que su testimonio afianzó mi fe y confianza en Dios sobre todo en los duros momentos en que me vi acometida por el Presidente del Comité quien con insistencia quería acompañarme a la casa de mis padres. Mi zozobra, angustia y miedo se desvanecieron al oír de labios del Sr. Mariano, con el temple que le caracterizaba: "Las gracias del Señor no le faltarán Hermana". Entre el vecindario era considerado un hombre de Dios, Sobre todo entre los más necesitados dejaba debajo de su almohada, sin ser visto, el dinero necesario para costear los medicamentos. Finalizaremos este dialogo con la carta escrita por la Hermana Mullerat, en tercera persona, en la cual traza la biografía de su padre: - Nacido en Santa Coloma de Queralt, de padres religiosísimos y huérfano de madre a sus pocos años, fue uno de los fundadores de la Juventud Tradicionalista de su villa natal, y, estudiante de bachillerato, colaboraba en "El Radical" de Reus y "El Correo Catalán", mostrándose infatigable propagandista de la Buena Prensa. Pasado a Barcelona a estudiar medicina, se afilió a la Agrupación Escolar Tradicionalista, tomando parte en una serie de actos públicos. Joven decidido y entero, actuaba en todas partes y en cualquier sitio; supo contestar con brío y enérgicamente al Dr. Fuset cuando éste en plena cátedra negó la Virginidad de la Inmaculada. Con la protesta del joven, se señalaron dos opiniones, sobreviniendo la pelea y resultando herido el joven defensor del dogma. Aprovechaba las vacaciones para dar conferencias de divulgación científica en su villa natal. 20 Concluida la carrera de medicina con las más brillantes calificaciones, estableciéndose en Arbeca (Lérida), en donde casóse al poco tiempo, formando una familia cristianísima, que nunca se sentó en la mesa sin bendecirla, rezando en común también diariamente el santo Rosario, que siempre dirigía. Comulgaba frecuentemente. Su casa era como un santuario donde se rogaba, daba gracias a Dios y socorría al menesteroso. Hizo Ejercicios Espirituales varias veces, siendo Presidente de dicho Organismo Parroquial; perteneciendo también a varias cofradías. Procuraba que sus enfermos graves recibiesen los últimos sacramentos y no despreciaba ocasión para infiltrar la Buena Prensa. ¡Cuan satisfecho quedaba cuando había podido arrancar un periódico malo o indiferente en religión, y podía hacer leer en su lugar el periódico católico! Ejerció el cargo de alcalde siete años, haciendo cambiar la fisonomía moral y material de Arbeca. Durante su ejercicio persiguió la blasfemia, entronizó el Sagrado Corazón de Jesús en el Ayuntamiento, asistiendo al frente de éste a las solemnidades religiosas; hizo refundir las campanas de la torre de la Parroquial, defendió enérgicamente a los ministros del Señor, de las mofas de la gente perversa. Fundó y dirigió un periódico local, científico y religioso. Es decir: era el hombre más notable de aquella villa. Hallándose enfermo de gravedad su padre, voló a su lado, prodigándole toda clase de cuidados, ayudándole a bien morir. "Padre, ¿queréis ir al Cielo?", le preguntaba, al objeto de que se diera cuenta del próximo traspaso, rezándole con celo y fervor las preces de la recomendación del alma y las jaculatorias más piadosas. Según expresión del Rvdo. Dr. Carreras, sacerdote de Zaragoza: "Más que un hijo, parecía un Sacerdote; más que un médico de 21 dolencias corporales, parecía un médico de dolencias espirituales. Verdaderamente, tenía alma de Misionero". Estallado el Movimiento, se superó para salvar y ayudar a las HH. Dominicas de allí, interesándose, también, por medio de sus amistades médicas, por las Hermanas hijas de Arbeca residentes en otras localidades, al objeto de prestarles toda ayuda, y al circular por la villa la noticia de que el primer hombre de derechas que sería asesinado sería él, manifestó varias veces a sus familiares que él estaba dispuesto a sufrirlo todo por la Religión y que estaba preparado para comparecer ante el Tribunal de Dios en todo momento, que perdonaba a sus futuros asesinos y que añoraba la suerte de morir gritando: "¡Viva Cristo Rey!". Desde aquel día, antes de salir de su domicilio, ante un Crucifijo y en compañía de una cuñada, religiosa Dominica, rezaba la oración para la buena muerte. En la madrugada del día 13 de agosto de 1936, fue detenido en su casa por la horda roja, y, al despedirse de sus familiares, el último beso que dio fue a la citada imagen del Santo Cristo, indulgenciada para la hora de la muerte. Subió a un camión junto con otros cinco infortunados compañeros1, todos fueron maltratados bárbaramente, y don Mariano, presintiendo iban a ser asesinados dijo: "Recemos a Dios, que las horas de nuestra vida están contadas"; rezando todos el Acto de Constricción. Montando en el camión, bueno como era, acordóse de sus enfermos queridos, y allí mismo escribió los nombres de los mismos que aquellos días visitaba, pidiendo a uno de los que les custodiaba hiciese llegar aquella lista a manos de su amigo el médico Dr. Galcerán, para que sus enfermos no 'Estos eran: Lorenzo Segarra Pau; Manuel Pont Gras; Juan Gras Naves; José Sans Balcells; Lorenzo Vidal Ximenos 22 quedasen abandonados; mostrando con ello la gran serenidad y la excelsa caridad de que siempre estaba poseído. Como manifestación heroica de su dedicación cristiana al enfermo, está el hecho de que a uno de los milicianos se le disparó el arma y se hirió. El Dr. Mullerat que siempre llevaba el instrumental médico y el material de primera necesidad encima, tuvo el gesto de curar a aquel verdugo sobre la marcha. Se puso en marcha el camión y sin formación de causa ni proceso en el Km 3 de la carretera de Borges Blanques fue asesinado junto con sus compañeros. El grupo de asesinos lo formaba unas setenta personas, y cuando alguna de las víctimas aún no había fallecido los rociaron a todos con gasolina, siendo quemados sus cuerpos. Un día después del martirio, un vecino acudió a Dolores, su esposa, informándola que las últimas palabras que había pronunciado fueron: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Al ser asesinado tenía 39 años de edad y sus cenizas están depositados en una arqueta en el centro de un monumento funerario de piedra, en el mismo lugar de la ejecución. 23 4 Juan Cortés Tossal es presbítero de la Seo de Manresa. Su vida y la de su familia a estado marcada por el trágico y horroroso final de su padre. Han vivido durante muchos años intentando olvidar aquellos terribles sucesos. Era un tabú. Todavía hoy, cuando nos habla de los últimos días de su padre, se nota ese miedo a hablar y a que se descubra la verdad. Me traslade a Manresa para poder hablar personalmente con él. Al principio fue un poco reacio. Aún se puede apreciar un profundo dolor en su corazón. No fue fácil sonsacarle los hechos ocurridos a su familia durante la Guerra Civil. A medida que avanzaba nuestra conservación, me di cuenta que no tardaría mucho en sincerarse. - Su familia era tradicionalista, ¿no es verdad? - Toda mi familia tenía una idea tradicionalista, aunque el verdadero político era mi tío Camilo. Mi padre, más que nada era un buen cristiano, marcado por ser el hermano del "político". Todos los hombres de la familia fueron asesinados, dejando solamente a los que por aquel entonces éramos niños. - ¿Cómo ocurrió? - Mi tío Camilo y su hijo Manuel fueron asesinados los primeros, en Igualada. Mi padre Eusebio y mi primo Ramón, heredero del tío Camilo, huyeron a Barcelona, para refugiarse en casa de mi tía Pilar Cortés, hermana de mi padre. A los pocos días los fueron a buscar allí, y sabemos que fueron ingresados en la checa que había en el Convento de San Elias, de Barcelona. 24 - La checa de San Elias fue una de las más crueles de Barcelona, por lo que he podido leer. Todo el que entraba allí, difícilmente salía con vida. - Es verdad. - ¿Que ocurrió después? - Cuando supimos que los habían sacado de la checa, mi madre, que era una mujer fuerte y valiente como pocas, removió Roma con Santiago para encontrarlos. Nunca supimos donde los llevaron y asesinaron. Buscando archivos fotográficos y de recortes de ropa ella encontró muchos otros de Igualada; pero mi padre y mi primo nunca los encontramos. De manera que no sabemos dónde están sus restos mortales. - ¡Es horrible!. - Realmente lo es. - Pero, dígame, alguna cosa tuvieron que decirles. A pesar de la borrachera generalizada del bando republicano, a ustedes les tuvieron que dar alguna información. No es posible que un cadáver desaparezca sin más. (Yo conocía el final de la historia, pero deseaba que él me la explicara con sus propias palabras. No para hacerlo sufrir, sino para que se supiera el tipo de crueldades que se llegaron a hacer durante esos años de guerra). - Se sabe que por aquellas fechas se hicieron monstruosidades, como dar carne humana a los cerdos... Nunca hemos podido constatarlo fidedignamente, pero mi madre y mi hermano mayor tenían sobre el particular pistas sólidas. 25 - Me está diciendo que su padre fue descuartizado y que, posteriormente sirvió como alimento para los cerdos. - Como podéis comprender, el fin dramático de los restos de mi padre mártir, era un tema tabú en casa. Mi madre nos subió a los cinco hijos con grandes trabajos y dificultades económicas, y no era cuestión de marcarnos psicológicamente con detalles escabrosos. Así y todo tengo presente una conversación de ella con cierta persona, a la cual le explicaba veladamente el fin de los restos de mi padre, como una, no sólo posibilidad, sino realidad. Resulta ser que un policía de Igualada en activo durante aquellos tiempos, pero de alma "blanca", se lo había explicado, añadiendo que incluso la prensa de aquellos días había constatado el hecho con una nota que, una vez realizada la macabra operación, se había castigado a los culpables. - Los restos mortales de su primo pudieron encontrarlos. - Mi primo corrió la misma suerte que mi padre. El testimonio de Juan Cortés Tossal terminó aquí. No quiso seguir con la conversación. Como he dicho anteriormente, el dolor aún era muy intenso. Aunque su madre hubiera subido a los cinco hijos con el silencio del final de su padre, el trauma desgraciadamente no pudo evitarlo. Me entrego varios documentos que servirán para finalizar este dialogo sobre la Guerra Civil. En mayo de 1939 la madre de D. Juan Cortés, Doña María Tossal Cuadreny, consiguió que el juez suplente de Igualada inscribiera a su marido en el registro de fallecidos. Éste fue otro grave problema para muchas familias. Al no aparecer el cuerpo del difunto o supuesto difunto, no podía ser inscrito y, esta carencia supuso muchos problemas burocráticos. A parte del sufrimiento por la pérdida de un ser querido, había que sumar la intransigencia judicial, la 26 cual no acepta la muerte de una persona si no hay el cuerpo del fallecido. La familia Cortés tuvo suerte. Al desconocer los motivos que provocaron la muerte de don Eusebio Cortés, en su partida de defunción inscribieron lo siguiente: "el cual falleció en el Convento de San Elias, el día dos de septiembre de mil novecientos treinta y seis, a consecuencia de hemorragia interna". Finalizaremos este dialogo con el perfil biográfico de don Eusebio Cortés Puigdengoles. Era natural de Igualada. Trabajaba como empleado de banca. Casado. Al morir tenía 48 años. El día 4 de agosto de 1936, día en que fueron asesinados su hermano Camilo y su sobrino, don Eusebio Cortés junto con su sobrino Ramón Cortés, marcharon de Igualada refugiándose en Barcelona, en la calle Ñapóles 175, piso segundo, donde vivía una hermana del primero. El día 2 de septiembre una patrulla de control los fue a buscar. La familia siempre tuvo la convicción que fueron denunciados por una persona conocida de la familia, que conocía el paradero de los mismos. De la calle Ñapóles fueron llevados a la checa de San Elias de Barcelona. El 10 de septiembre los sacaron de San Elias y nunca más se supo nada de ellos. Su mujer buscó incansablemente los restos mortales de su marido y de su sobrino, pero nunca logró encontrarlos. Sin embargo, esa búsqueda permitió localizar nueve igualadinos enterrados en la fosa común del cementerio de Monteada y Reixac. En el Fomento de la Piedad apareció publicada la siguiente nota del propio don Eusebio Cortés: Yo Eusebio Cortés declaro que profeso la Religión Católica y con esta Fe quiero vivir y morir como hijo de la Santa Madre Iglesia. Por tanto, hago constar mi deseo de recibir los Santos Sacramentos y auxilios espirituales de mi Religión en caso de enfermedad o peligro grave; así como mi 27 voluntad expresa de que mi cadáver sea enterrado conforme al rito de la Religión Católica, Apostólica y Románica. Y para que conste y se cumpla lo firmo en Igualada el día 14 de abril de 1936. 28 Doña María Rosa Torras es una venerable carlista, que todavía recuerda perfectamente los terribles acontecimientos sucedidos durante la Guerra Civil. Me recibió en su casa del Ensanche barcelonés, una calurosa tarde de verano. María Rosa Torras siempre a estado en activo. Durante la guerra acogió y salvó a muchos carlistas de morir en manos del enemigo, formando parte activa del Socorro Blanco. Una vez finalizada la guerra, creó junto con Basilisa Inchausti y María Teresa Trabal la llamada Agrupación de Margaritas "Angeles de la Caridad", las cuales ayudaban a personas carlistas y no carlistas, en aquellos difíciles momentos. Muchos fueron los actos destacados que realizaron, desde el mausoleo a los mártires asesinados en Monteada y Reixach, hasta la ayuda social y espiritual de muchos enfermos. En el Hospital de San Pablo de Barcelona existía una sala de tuberculosos. Allí iban las margaritas a cuidar de esos enfermos. En fechas tan entrañables como es la Navidad, se les preparaba una merienda, en la cual les eran entregados bocadillos y una felicitación personalizada, a cada uno de ellos. A su salida, según recuerda, aquellas personas aplaudían con tanta fuerza que, incluso una vez fuera del recinto, aún podían oír los aplausos. Años después aquellas mismas personas, ya restablecidas de su dolencia, no olvidaron el gran favor que les habían hecho y durante muchos años recibieron regalos de agradecimiento por la excelente labor con ellos realizada. Hablar del cementerio de Monteada y Reixac es hablar del excelente trabajo realizado por esas margaritas que, con el corazón roto por el dolor, 29 ayudaron a desenterrar e identificar los cadáveres de las 1.198 personas que allí fueron brutalmente asesinadas. El proceso de exhumación e identificación se inició en marzo de 1940. En las Memorias no publicadas de la Agrupación Ángeles de la Caridad, leemos con relación a las exhumaciones lo siguiente: identificándose los restos de carlistas, entre ellos de algunos que sus familiares no podían costear los gastos de su entierro y poniéndoles la boina sobre la caja, allí quedaron que daba pena los cuerpos de aquellos que sin miedo acudieron, siempre, a defender sus sagrados ideales. Las obras de construcción del Mausoleo de Monteada se iniciaron en noviembre de 1940. La recaudación de fondos fue costosa: se tenía que hacer privadamente, por medio de cartas y visitas, ya que las autoridades no lo permitían de otra manera, resultando mucho más costoso. El enterramiento de los primeros 21 carlistas se inició a comienzos de 1941. El acto inaugural tuvo lugar el 10 de marzo de 1941. Las autoridades prohibieron el acto de Bendición del Mausoleo, el cual tuvo que celebrarse varios meses después. En marzo de 1946 el Gobierno Civil prohibió la Misa y el Vía Crucis. El Cementerio fue tomado por la policía y cerrado para que nadie pudiera entrar, se intentó rezar el rosario delante del cementerio pero; se nos impidió. - Doña María Rosa, ¿cómo vivieron aquellos terribles años? - Como podíamos. Muchos de los nuestros fueron asesinados brutalmente. Era normal saber, casi a diario, que a algún amigo lo habían fusilado en Monteada, en el Campo de la Bota, o en cualquier descampado o carretera. Mira, voy a explicarte una cosa. Mi padre tenía una juguetería en la Ronda Universidad de Barcelona. Como que los círculos carlistas habían sido 30 cerrados, era normal que algunos amigos vinieran a casa y hablaran con mi padre. Cierto día vino a visitarle Alejandro Bori. Durante la conversación, don Alejandro le comentó a mi padre; "No sé que va a ser de nosotros. Están, poco a poco, acabando con todos nosotros". Esta conversación la mantuvieron el 21 de octubre de 1936. Dos días más tarde, el 23 de octubre, la hija de don Alejandro volvió a la juguetería para comunicarle a mi padre, que don Alejandro había sido asesinado el día anterior en Terrassa. Esto fue un continuo durante los primeros meses de la guerra. - ¿En su casa hicieron el llamado Socorro Blanco? - Es cierto, lo hicimos. - ¿Puede explicarme su funcionamiento? - Una de las paredes del almacén de la juguetería estaba destinada al Socorro Blanco. En las estanterías se guardaban toda una serie de productos de primera necesidad. El sistema de recogida de esos productos era el siguiente. Mis padres y yo misma les comentábamos a nuestros conocidos que recogíamos cosas para los refugiados y familias carlistas. Estas personas venían a la juguetería con lo que buenamente podían entregar. Si no habían nadie en la tienda, entraban directamente al almacén, dejaban lo que habían traído y se iban. Si por casualidad había gente en la tienda, disimulaban su presencia comprando algún producto de higiene. Aunque era una juguetería, vendíamos productos primarios como: brochas de afeitar; cuchillas; cepillos de dientes; jabón; colonia. Adquirían ese producto para disimular, dejando lo que llevaban una vez solos. Otras veces, si las personas que se encontraban en la tienda eran de confianza, los hacía pasar directamente diciéndoles: "No tengáis miedo. Ya podéis pasar. Son de confianza". 31 - Es decir, ustedes recogían las cosas primarias que buenamente aportaban sus conocidos y tos guardaban. - Así es. - Entonces, todo ese material, ¿cómo era distribuido a las personas que lo necesitaban? - Por la noche, poco antes de cerrar la tienda, dos jóvenes llamados Ignacio Trías y el otro se llamaba Sisteller, venían a recogernos lo que durante el día habíamos ido almacenando, para poderlos distribuir entre la gente necesitada. Cada día eran los mismos jóvenes los que recogían el Socorro Blanco. - ¿Y así durante toda la guerra? - Efectivamente. No dejamos de colaborar ni un solo día. Y ahora que hablamos de la gente a la que ayudábamos, ¿quieres que te explique una cosa curiosa con referencia a las personas que se escondían para no ser detenidas y asesinadas? - Por supuesto. - Pues bien, uno de los múltiples refugios de Barcelona estaba situado en la planta baja de un garaje. No me acuerdo en que calle estaba, la memoria me falla. Se había tapiado la puerta, para disimular su existencia. Desde el piso superior, a través de una hendidura, les hacían llegar los alimentos. En ese piso subterráneo existía una puerta de emergencia, por la cual poder escapar si el peligro acechaba. De no ser así, aquellas personas permanecían entre tinieblas durante días o meses. Algunos esperaban poder cruzar la frontera y dirigirse a zona nacional. - Otra manera de cooperar con el Socorro Blanco era refugiar a personas en casa, ¿no es así? 32 - Es verdad. Mi familia fue obligada a abandonar nuestra casa, y tuvimos que vivir durante toda la guerra en la juguetería. Desgraciadamente no había sitio para albergar a refugiados. Ahora bien, durante el día dábamos cobijo a siete u ocho personas, las cuales comían y cenaban allí. Por la noche se marchaban a alguna casa a dormir, volviendo al día siguiente a la juguetería. Sin embargo, en una casa que teníamos en La Floresta las cosas eran diferentes. Mi padre la cedió a un grupo de refugiados, custodiados por una señora que les atendía y vigilaba para que, si en algún momento intuía el peligro, poderlos avisar. Mi familia no fue la única que realizó éste tipo de acciones. Muchas familias cristianas albergaron en sus casas a muchas personas, las cuales se salvaron gracias al buen hacer de unos pocos. Mira durante la guerra hubo buenas y malas personas. Afortunadamente abundaron las buenas. Te voy a explicar un hecho lamentable. En una casa vivían el matrimonio y cinco hijos, dos chicas y tres chicos. Era la hora de comer y aún faltaba uno de los hijos. En eso que llamaron a la puerta. Eran los miembros de una patrulla que venían a detener a todos los varones de la casa. Cuando salían del portal, la portera les dijo a aquellos individuos: "Aún os habéis dejado uno". Por casualidad una vecina salía del edificio y pudo oír las tremendas palabras de la portera. Inmediatamente fue a buscar al hijo que todavía no había regresado a casa. Al encontrarlo le dijo que no fuera, que huyera, porque de lo contrario correría la misma suerte que su padre y sus hermanos. ¿Comprendes? Es muy fuerte que la propia portera de tu edificio, una persona con la cual has convivido durante muchos años, pueda tener el valor d i traicionarte de esta manera. Es un hecho monstruoso. 33 - Ciertamente lo es. Supongo que en aquella época, por las palabras que acaba de decirme, no podías ni fiarte de tu sombra. - Más o menos. - Sé que usted iba a visitar a los encarcelados. Explíqueme como lo hacían, que les llevaban, y si tenían dificultades para hacerlo. - Tanto en la cárcel Modelo como en el Castillo de Montjüich, siempre había carlistas encarcelados. Nosotras visitábamos a esos, les entregábamos cigarrillos. No era una tarea fácil. Nosotras mismas comprábamos la picadura. Una joven filipina que vivía refugiada en mi casa, se dedicaba a liar los cigarrillos. Cuando estaban todos hechos, los reuníamos en paquetes de 15 o 20 cigarros. No era mucho pero, en aquellos momentos difíciles, al menos que pudieran fumar. - También había ayudado a cruzar la frontera a muchos jóvenes. ¿Cómo lo hacían? - Siempre eran grupos de seis o siete personas. Una servidora iba acompañada por una amiga. Cogíamos el tren en la estación del Norte de Barcelona. Marchábamos dirección Manresa. En esa población montábamos en el coche de línea, que nos llevaba a Sallent. Poco antes de llegar a esta población, nos apeábamos para continuar el camino a pie, el cual duraba aproximadamente dos horas. Descansábamos en una masía, los dueños de la cual estaban compinchados con nosotras. Allí comíamos y descansábamos del largo viaje. Una vez terminada la comida, mi amiga y yo regresábamos a Barcelona. Por su parte, el grupo de hombres se quedaba en la masía hasta la noche, hora en la cual les venía a buscar un guía. El camino desde la masía a 34 la frontera andorrana duraba ocho días. Caminaban de noche y dormían de día. - ¿Y nunca tuvieron ningún susto? - Una sola vez estuvieron a punto de descubrirnos, pero no tuvo importancia. Conseguimos hacerles creer que no conocíamos a aquellas personas que viajaban con nosotras. Realmente, mirado con la perspectiva de los años, he de decirte que tuvimos mucha suerte. Hoy en día no sé si tuviese el valor de hacerlo. - La edad no perdona. - No es cuestión de la edad. En aquellos momentos las cosas eran diferentes. Estabas envuelto por una serie de circunstancias, las cuales te hacían actuar de una manera. Voy a explicarte una cosa para que comprendas lo que quiero decirte. Los milicianos de base llegaron a matar indiscriminadamente a personas civiles y religiosas, por el simple hecho de la borrachera común que les incitaban sus superiores. Los jefes eran diferentes. Eso no quiere decir que no asesinaran. Ahora bien, no tan incontroladamente. A comienzo de la guerra detuvieron a mi padre y a mi hermano Manuel, de 15 años. A mi hermano lo llevaron a El Molino, cabaret barcelonés utilizado durante la guerra como prisión por los de la FAI. Pocas horas después de su detención, mi padre regresó a casa. No así mi hermano Manuel. Éste fue interrogado varias veces por un jefe de la FAI llamado Riera. Le pidió, como a tantos otros carlistas, un listado con nombres y apellidos de carlistas. Al cabo de unos días mi padre fue a la Gran Vía número 613, centro de la FAI en Barcelona, para preguntar por mi hermano. El propio Riera le dijo, en un primer instante, que estaba muerto. Mi padre le preguntó. "¿Supongo que tendrás 35 hijos?". Riera contestó afirmativamente. Entonces mi padre continuó diciéndole: "¿A ti te gustaría que alguien te hubiera dicho, como tú has hecho, que tu hijo estaba muerto?". Riera respondió: "¡Venga hombre! Tú hijo no está muerto, en uno o dos días lo tendrás en casa". A continuación añadió: "Tú hijo es muy listo. Le pedí una lista con nombres de carlistas. Efectivamente me la ha dado. Es curioso que los cinco primeros nombres eran carlistas que ya hemos asesinado". Riera cumplió su palabra, y al cabo de dos días mi hermano estaba nuevamente en casa. Al llegar se abrazó a mi madre y le dijo: "Madre, ¡qué suerte saber rezar!". Tanto a él, como mi hermano Juan, lo acompañamos a cruzar la frontera. Ambos se alistaron en el Tercio Nuestra Señora de Montserrat. Mi hermano Juan murió en Villalba de los Arcos, el 19 de agosto de 1938, a los 18 años de edad. 36 Nuestra siguiente protagonista vive en Reus. Se llama doña María Lourdes Gil. Me pasó un caso curioso con ella. Gracias a esta recopilación de diálogos, he hecho muchas amistades nuevas y, doña Lourdes es una de ellas. Con algunos de nuestros protagonistas no he vuelto a tener contacto. Ya me habían dicho lo que quería saber, ahora podían olvidar. Sin embargo, doña Lourdes me pidió que, aunque el libro estuviera terminado y pese a que yo ya conociera la historia de su padre, no nos dejáramos de escribir. Si bien no sea muy frecuente encontrarte en estas situaciones, son comprensibles. El dolor por la muerte del ser querido lleva demasiados años en silencio. Ya no pueden contarles las mismas cosas a sus familiares, porque conocen perfectamente lo que ocurrió. Pero hay más. Muchas veces nos da vergüenza abrir nuestros corazones a una persona conocida y estamos dispuestos a hacerlo si aquella persona no la conocemos de nada. Sea como fuere, su amistad me llena de orgullo y satisfacción. - Doña Lourdes hábleme del periodo en el cual su padre, don Pablo Gil, estuvo encerrado en el Barco-prisión "Río Segre". - A través del poco correo que nos pudo hacer llegar desde el Barco Río Segre, mi padre se quejaba que no sabía nada de nosotras, cuando en realidad durante las 3 semanas que estuvo en él, cada día, a través del recadero, le hacíamos llegar una cesta llena de comida y una carta escrita por mí, la cual volvía a casa por la noche vacía, y al día siguiente lo mismo, o sea que a él no le llegaba nada, ni la carta le entregaban. Por alguien que salió de allí, supimos que para comer les tiraban lechugas enteras sin lavar y que pasaban mucha hambre. Una postal firmada del día 27 de agosto llegó al día siguiente que él ya era muerto, junto con la manta que le hicimos llegar durante los primeros días, con un papel que ponía su nombre, el cual había escrito él mismo. Esto significaba que se lo hicieron hacer porque ya no la necesitaría más. En cuanto al modo de sacarlos del barco, por testimonios que lo vieron, dicen que lo ataron como si fuera un saco, con hilo eléctrico, desde la cabeza a los pies y tirado como un bulto al camión. - Una vez proclamado el Alzamiento Nacional, ¿qué le ocurrió a su padre? - Mi padre era natural de Vandellós, pero de joven pasó a vivir a Reus, donde entró a formar parte de un nutrido grupo de carlistas. No es raro ya que venía de familia carlista, así como mi madre. En casa de mis abuelos, según testimonio de mi madre, había el retrato del rey Carlos, presidiendo la sala. El 18 de julio de 1936 fue la última noche que durmió en casa. Cuando vio como iban las cosas se marchó al campo, a una finca propiedad de su amo. El era agricultor, pero no tenía campo propio, era un simple trabajador asalariado. El 21 de julio se marchó a Vandellós. Allí le fueron a buscar un grupo de socialistas de Reus, trasladándolo a la prisión. Cuando supimos que estaba allí, mi tía María fue a ver a un primo nuestro que era de la FAl, para ver que podía hacer. Este señor dijo que si Pablo no renegaba de su fe y su carlismo, no había nada que hacer, y que si lo llevaban al Barco de Tarragona, 38 ya le podíamos dar por muerto, pues de allí no salía nadie con vida. Y así fue. El 25 de julio de 1936 lo llevaron a dicho barco y de allí, el 25 de agosto lo asesinaron junto a 17 personas más de Reus, casi todos tradicionalistas. Los asesinaron cerca de Vilarodona, donde fueron enterrados en cal viva. Sabemos de mi padre que antes de salir del barco hizo una confesión ejemplar y que murió diciendo: ¡Viva Cristo Rey!. Lo siento, no puedo continuar. 39 Aprovechando mi estancia en Reus fui a ver a don José María Arasa. Con el debido respeto a otras personas, considero que es el que más sabe sobre los sucesos ocurridos durante la Guerra Civil en aquella provincia. Entrevistarse con él fue un lujo. Persona profundamente inteligente, supo explicarme los hechos que había oído de joven, con la misma naturalidad que un escritor ajeno a lo sucedido lo podía escribir. No hablaré de la trayectoria política de don José María, pues no viene a acotación en estos diálogos. Lo importante son los hechos que él conoció de primera mano y que, a continuación paso a relatarles. - Don José María, me gustaría que me contara las historias que más le han impresionado, de todas las que conoce, que tuvieron lugar en esta comarca. - Me pides algo muy difícil. - Lo sé. - Es muy complicado porqué todas ellas tuvieron como protagonista a un ser humano. Todas me han impresionado y todas merecen ser expuestas en el trabajo que estas realizando. Sin embargo intentaré complacerte y centrarme en cuatro o cinco significativas. - Se lo agradeceré. - Vamos a ver. Podría empezar por el martirio que sufrió un familiar mío. Se llamaba José María Estrada Arasa. Al ser conducido a la carretera para ser asesinado, dio un fuerte puñetazo a uno de los milicianos y le tiró del camión 40 marchando a campo traviesa en medio de una lluvia de balas que le disparaban los milicianos que le perseguían. Subiendo a un corpulento algarrobo pudo burlarles. Pasó escondido por los montes unos dos meses, siendo descubierto finalmente por unos milicianos de Roquetas. Los malvados se enseñaron ferozmente con él. A las pocas horas de su segunda detención, la ataron por los pies tras un camión y dieron una marcha de unos cuarenta kilómetros por hora al coche. - ¿Debió quedar destrozado? - Sí. El cuerpo y la cabeza quedaron completamente despedazado, dejando varios trozos dispersos por la carretera. - Esto no es un asesinato. A mí me parece más un ensañamiento contra la persona. - Es una bestialidad, una brutalidad, pero actos así de salvajes se produjeron muchos durante esos tres años. - ¿Supongo que ios sacerdotes tampoco se libraron? - Precisamente ahora iba a hablarte del reverendo Albiol. Cuando era conducido a la muerte en uno de los coches fantasmas, en el interior del coche se abalanzó sobre un miliciano armado, cogiéndole fuertemente por el cuello. Apurado estaba ese sujeto, ya medio estrangulado, cuando el chófer disparó un tiro que dejó mortalmente herido al reverendo. Se cuenta que el miliciano falleció dos días después, de resultas del arrojo del reverendo Albiol. Desde aquel día, los comités dieron órdenes a los asesinos que ataran a todas las víctimas cuando ias condujeran al suplicio, para que no se repitiera otro caso parecido. Y desde esa fecha, todos los condenados a muerte fueron atados con cuerdas antes de ser asesinados. - Supongo que serán muchas las historias referidas a sacerdotes maltratados hasta la muerte por los republicanos. - Por supuesto. Fue una constante durante la Guerra Civil acabar con la Iglesia Católica. - Cuénteme alguna otra. - El coche fantasma, que así se llamaba el pueblo a los vehículos que venían a buscar a los condenados a muerte, se presentó a las cinco de la madrugada a las puertas de la cárcel para llevarse a una nueva víctima. Le correspondió el turno al reverendo Querol. Obligado a subir al coche lo hizo sin la más mínima protesta. Una vez sentado en su interior, y en medio de cuatro milicianos, se puso a rezar en voz alta. Terminadas las oraciones, encendió un cigarro que fumó tranquilamente hasta llegar al lugar donde había de ser inmolado, conocido por los "Amelles". Al descender del coche se puso las manos en el bolsillo, sacando cuatro cigarros puros que repartió entre los milicianos, diciendo: "Tomad, os lo regalo en prueba de que nos os guardo rencor alguno; al contrario, os perdono porque no sabéis lo que hacéis, hijos míos. Al disparar vuestras armas homicidas apuntad bien sobre el corazón. Gracias". Se situó cerca de una roca, de frente a sus asesinos. Estos dispararon sus armas sobre el corazón y la cabeza. El reverendo Querol murió sin proferir una queja. - Esta nobleza ante la muerte debió ser una constante entre los sacerdotes. - No sólo ellos murieron con dignidad, también la población civil, conocedora que no habían hecho nada y que después de aquel sufrimiento irían al Reino de Dios, entregaron sus vidas noblemente. 42 - Póngame algún ejemplo. - D. José Calvet Mulet fue detenido el día 28 de abril de 1938 por una patrulla de soldados de Lister, en virtud de una delación del limpiabotas Tomás Breva -ya sancionado por la Justicia- y conducido a presencia del Comandante del puesto. El Sr. Calvet, como tantos otros civiles detenidos aquellos días, por la rabia e impotencia de las tropas marxistas de no poder resistir el empuje de las tropas nacionales, que pocos días antes habían llegado al margen derecho del Ebro, sufrió los atropellos y vejámenes de los salvajes del bandolero marxista de Lister que había acampado en el delta izquierdo y montañas de este término. Noche tras noche presenció el Sr. Calvet los fusilamientos de sus compañeros de cautiverio, hasta que le correspondió correr la misma infortunada suerte. Los soldados a las órdenes de Lister tenían la costumbre de atar con cuerdas o alambres a sus víctimas antes de sacrificarlas, por aquello que te he contado anteriormente. Para atar al Sr. Calvet escogieron el alambre. El soldado que lo ató lo hizo tan fuertemente, que don José no pudo reprimir una queja. - Que me hace Vd. daño, le dijo. Al soldado le sentó mal la protesta. Cogió una afilada hacha y de un tajo le cortó, por las muñecas, las dos manos. Y burlonamente le dijo: - Ahora ya no te harán más daño tus manos fascistas. No contento con esta villanía, el soldado sacó al don José al jardín de un chalet de la carretera Simpática y le disparó varios tiros a la cabeza. - No tengo palabras para expresar lo que siento después de haber oído este relato. 43 - Es lo de siempre. Al final acabamos diciendo que fueron brutales, salvajes y unos asesinos. Estábamos en tiempos de guerra. Toda muerte es dura, y más para los familiares. Ahora bien, aquellas personas que voluntariamente o por pertenecer al ejército fueron al campo de batalla y murieron, aunque su muerte nos cause dolor, fueron voluntarios y ya sabían las consecuencias que podía depararles aquella decisión. Sin embargo, los que te acabo de explicar, estaban en sus casas y fueron asesinados por no comulgar con las ideas de sus verdugos. Es muy fuerte saber que un familiar tuyo ha muerto por el simple hecho de ser contrario a unos pensamientos que quisieron imponernos a la fuerza. No sé, han pasado muchos años, nosotros los hemos perdonado y no vivimos en el rencor pero, a veces sigo sin comprender porque el ser humano puede actuar tan inhumanamente en unos momentos y en unas circunstancias determinadas. - Yo tampoco me lo explico. Debe ser porque todos llevamos una bestia guardada en nuestro interior. - Debe ser esto. Ahora voy a explicarte lo que le ocurrió a uno de los nuestros. Don Manuel Gordon era Vice-Presidente del Comité Comarcal Tradicionalista y Secretario de la Sucursal del Banco de España en Tortosa, se tiró del coche en marcha corriendo y saltando márgenes y rocas en la oscuridad de la noche. Los milicianos le perseguían disparando sus pistolas. En uno de los saltos se fracturó una pierna y, a rastras, pudo llegar a una pequeña cueva situada en unas rocas. Los no cesaron en su búsqueda hasta que dieron con él. Cinco de ellos dispararon incesantemente sus pistolas sobre su cuerpo, que apareció completamente acribillado a balazos. Su cuerpo era una masa informe. 44 - ¡Terrible! - Y para terminar déjame que te cuente lo que le sucedió a D. Luis de Cruells Martí, el cual confundió, con su serenidad y hombría a los milicianos que querían arrancar de sus labios una delación contra los jefes, directivos y hermanos de la gloriosa Comunión Tradicionalista en la que siempre había militado. - ¿Eres tú el presidente del Requeté de Tortosa? Le preguntaron. - No lo soy actualmente; cesé en el cargo hace un año, les contestó. - Eres un cobarde desde el momento que lo niegas, refunfuñó uno de los milicianos erigido en juez. - He dicho la verdad, le repitió. - Entonces, ¿quién es el presidente del Requeté actualmente? Volvió a inquirirle con voz aguardentosa. - Lo ignoro; y aunque lo supiera no lo diría, les recalcó con entereza varonil. - Eres un miserable, le apostrofó otro miliciano del tribunal. Cruells se calló. - ¿Quiénes forman el Comité Político y la Junta del Partido Tradicionalista de esta ciudad? Le preguntaron de nuevo. - No creo les interese ello mucho, les replicó. - ¡Y tú que sabes! Le rugieron. ¿Quiénes son? Inquirieron. - No lo sé y aunque lo supiera tampoco lo diría, les contestó con calma. - ¿Ya sabes a lo que te expones con tus negativas? 45 - Se la suerte que me aguarda, y sabiéndolo es inútil que me pregunten respecto a mis correligionarios, pues nada he de manifestar que pueda perjudicarles. Pocos días después era trasladado a una checa barcelonesa y asesinado. 46 8 Eduardo Tubella Serra, natural de Capellades (Barcelona). Aministrativo. Casado. 35 años. Era miembro del Centro Dramático Igualadino, del Centro Tradicionalista. Fue detenido en Igualada el 8 de noviembre de 1936. Estuvo en la cárcel hasta el 30 de noviembre. Ese día, junto con otros tres compañeros, - Saturnino Rodríguez Fernández, Pedro Serarols Mil y José Terrade Fortuny -, fueron conducidos a Barcelona, donde fueron asesinados. Dejó viuda, Doña Encarnación Parelló, y dos hijas: Encarnación y Montserrat. Número de identificación 822. Su cadáver fue reconocido en septiembre de 1940, por María Tossal. Antonio Jorba Soler hace la siguiente referencia biográfica de Eduardo Tubella2: "Eduardo Tubella i Serra. 35 años, administrativo. Era un notable actor del "Esbart Dramátic Igualadí", una agrupación teatral del Centro Tradicionalista. De gesto sobrio y expresivo, dotado de una voz vibrante y dicción clara, se había ganado la admiración de los aficionados al teatro amateur, que antes de la guerra, eran numerosos en nuestra ciudad y adictos a las compañías teatrales de aficionados que actuaban en el Centro Tradicionalista, Centro Católico y en el Ateneo de Igualada". Saturnino Rodríguez Fernández, natural de Villarramiel (Palencia). Cafetero. Casado. 37 años. Asesinado el 1 de diciembre de 1936. Número de identificación 806. Era el conserje del Centro Carlista de Igualada. Su cadáver fue reconocido en septiembre de 1940, por María Tossal. 47 Pedro Serarols Mil, natural de Ódena. Agricultor. Casado. 60 años. Asesinado el 1 de diciembre de 1936. Número dé identificación 805. Era socio del Centro Carlista de Igualada. Su cadáver fue reconocido por Doña María Tossal, viuda de Eusebio Cortés. Como nos explica su hijo: "Era a principios de los 40, que un servidor en cierta ocasión acompañó a mi madre en la tarea de buscar los restos de mi padre mártir. Recuerdo perfectamente que ella identificó algunos igualadinos asesinados, a través de recortes de ropa, i especialmente de fotos de cadáveres. Recuerdo que yo me mareé procurando mirar detalladamente aquellas fotografías e intentando descubrir a mi padre. Ahora ya no recuerdo el número de identificaciones que realizó, pero al menos, me parece, habían los restos de José Terrade Fortuny; Saturnino Rodríguez Fernández; Pedro Serarols Mir; y Eduardo Tubella Serra. José Terrade Fortuny, natural de Igualada. Sastre. Casado. 46 años. Asesinado el 1 de diciembre de 1936. Su cadáver fue reconocido en septiembre de 1940, por María Tossal. José Terrade; Saturnino Rodríguez; Pedro Serarols y Eduardo Tubella, se encontraban presos en los Dolores. El 30 de noviembre de 1936 vinieron de Barcelona a Igualada unos agentes de la Junta de Seguridad Interior, con la intención de llevárselos., para ser juzgados por el Tribunal Popular. Trasladados a Barcelona, fueron víctimas de los milicianos. Siendo asesinados en el cementerio de Monteada. 2 JORBAy SOLER, Antonio: Agonía d'una ciutat. Imprenta Codomiu. (Igualada, 1982). 48 La familia Argemí sufrió la persecución y la aniquilación de todos sus miembros varones, por su condición de católicos practicantes y tradicionalistas. Por desgracia no me ha sido posible contactar con ningún familiar directo de los Argemí. Si que he podido dialogar con una persona, don Pedro Lahoz, que conocía a la hija de don Jaime Argemí. Ella le contó en más de una ocasión lo que le sucedió a su padre, a sus tíos y a su abuelo. El motivo por el cual se podrá leer el siguiente diálogo en primera persona, se debe a la sugerencia del Sr. Lahoz. En ningún momento ha considerado ético presentarse como portavoz de una historia que no vivió ni protagonizó. Él, según sus palabras, sólo es un mero intermediario entre el pasado y este diálogo. El mérito, si es que se puede hablar así de un hecho tan terrible, debe recaer única y exclusivamente en doña Carmen Argemí Camp. Ella fue la protagonista indirecta de estos sucesos y, por ello, debe ser la protagonista de este diálogo. Como comprenderán, mi condición de recopilador me impide no aceptar los designios de las personas con las cuales dialogué. Es por eso que, aunque hubiera sido más fácil transcribir lo dicho, he preferido reorganizar este diálogo, y ofrecérselo a ustedes con una estructura narrativa - biográfica de los cuatro miembros de la familia Argemí. Así pues, y sin más dilaciones, paso a narrarles lo sucedido. Mi abuelo Juan Argemí vivía en el barrio del Clot de Barcelona. Se sabe que figuraba, con sus tres hijos, en todas las asociaciones de la parroquia de su barrio. Fue asesinado en la carretera de la Rabassada el 9 de agosto de 51 1936. El 10 de agosto depositaron su cadáver en el depósito del Hospital Clínico de Barcelona. Entre los medios sensatos de la popular barriada del Clot, el apellido Argemi era conocido por todos como indicador de una familia que se distinguía por su espíritu de religiosidad, tradición y sacrificio. En aquel hogar cristianísimo se auscultaban y palpitaban todas las vibraciones piadosas, culturales, honestas y patrióticas del típico suburbio barcelonés. Mi familia era conocida como tradicionalista militante, pero su profesión política era consecuencia de su fe religiosa, no premisa. El día 22 de julio del año 1936, a las siete de la mañana, fueron las Patrullas de control con el pretexto de hacer un registro, porque había monjas en la casa y, después de romper todo lo que les vino en gana, se llevaron a los tres hermanos: Jaime, mi padre, de treinta y nueve años; Luis, de veintitrés, y Francisco, de veintiún años, y acto seguido, los condujeron a Moneada y allí les asesinaron. A Francisco, Al salir de la casa, le hicieron llevar un Niño Jesús, que profanaron, rompiéndole las piernas. Mi abuela quiso seguirles, pero, al salir a la calle, uno de aquellos desalmados le dio un empujón y la hizo volver a su casa. Desde éste día, 22 de julio, al 9 de agosto volvieron varias veces aquellas turbas, amenazando a mi abuela y a mi tía con que, si no se presentaba mi abuelo, matarían a los hijos, pues ellos no sabían su paradero y, por tanto, ignoraban si estaban vivos o muertos. El día 9 de agosto fue mi abuelo a casa, y mi abuela le contó lo que le decían los patrulleros, para que no se dejara ver, pues le buscaban sin descanso. Pero el hecho es que dieron con él y lo prendieron. Al día siguiente ya estaba de cuerpo presente, asesinado, en 52 el Hospital Clínico, recogido como tantos otros, por los contornos de Barcelona. Aquel mismo día fue mi abuela y mi madre al cementerio de Monteada y Reixac y pudieron autentificar la muerte de los tres hermanos Argemí. Mi padre Jaime Argemí Farrán había nacido en el Clot. Vivíamos todos en casa de mis abuelos. La causa de su detención, según los informes que pudimos obtener, afirmaban que fue detenido por el odio de sus verdugos a la fe que él profesaba. Su nombre, como el de mis tíos, figuraba en la corbata de los mártires impuesta a la bandera de la Liga. Este acto se celebró el 12 de agosto de 1945. Mi padre y sus dos hermanos participaron en la acción del día 19 de julio de 1936 en la defensa de los cuartetes del 7o Ligero y Parque de artillería de San Andrés. Él sabía que estaban en la lista negra y un día vendrían a llevárselos para matarlos, como así ocurrió finalmente. Una mañana mi padre le dijo a mi madre, Ramona Camp: "¿Me podrías acompañar? Quiero ir a S. Felipe Neri para confesar, porque si me pasa algo quiero estar preparado". Su esposaMi madre se puso a llorar, a lo que él respondió: "Si me matan, no llores no te desesperes; me matarán por Dios y la Divina Providencia no te abandonará ni a ti ni a mis hijos". Mis tíos Luís Argemí Farrán y Francisco Argemí Farrán.tenían, respectivamente, 26 y 22 años, en el momento de morir asesinados. Ambos eran solteros y vivían con nosotros en casa de mis abuelos. 53 10 La mejor persona que podía hablarme de la familia Tort y del Doctor Irurita era don José Vives. No por los muchos artículos que ha publicado sobre ellos, sino porque los conoció personalmente. Eso sí, su visión sobre algunos aspectos es muy personal y hay que aceptarla aunque, quizás, no sea compartida por muchos. - Sr. Vives usted me ha dicho muchas veces que no puede considerarse que al Doctor Irurita, a parte de ser Obispo de Barcelona, lo asesinaran por su condición de carlista. ¿Puede explicármelo? - Es inaceptable considerar el que Obispo de Barcelona pueda ser de una tenencia política o de otra. Él era el Obispo de todos los barceloneses, fueran de la tendencia política que fueran. Es evidente que estaba más de acuerdo con el pensamiento carlista que, por ejemplo, con el pensamiento de la Lliga o de Esquerra Republicana. Eso es cierto, ahora bien, él era el Obispo de todos. Nunca he oído que se dijera esto que te voy a contar del Doctor Irurita, pero sí del Cardenal Casañas. En cierta ocasión les dijo a unos fieles carlistas: "Mirad, cuando yo era joven era tan carlista como vosotros. Cuando me saco losh ábitos también me siento carlista. Ahora bien, cuando soy Obispo no puedo sentirme de ninguna confesional/dad política pues todos son hijos mios". Estas palabras demuestran la grandeza del Cardenal Casañas. Estoy moralmente seguro que el Doctor Irurita pensaba lo mismo. - Usted ha estudiado y a publicado diferentes artículos sobre la familia Tort, ¿qué me pude decir sobre ellos? 1 - Antonio Tort Rexach era natural de Monistrol de Montserrat. Trabajaba como Joyero. Como sabes escondió al Obispo Irurita y al Reverendo Marcos Goñi, familiar de éste último, en su casa. El hijo menor de Antonio Tort nació mientras estaban escondidas estas ilustres personas en su domicilio. El niño fue apadrinado por el Obispo de Barcelona, siendo bautizado por el Reverendo Marcos Goñi. Al ser descubiertos le dijo a su mujer: ''Decid: Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confió. Adiós. Hasta el Cielo. No os espantéis, Dios no os faltará". Y a su hija Mercedes, conducida con él al Comité de la calle Pedro IV de Barcelona, en donde les tomaron declaración, al decirle esta: "Papá, nos llevan a matar", le contestó: "Nos llevan al Cielo". Uno de los revolucionarios que estaba allí intervino diciendo: "¿Nosotros os llevamos al Cielo?" Y Antonio Tort le dijo: "Sí, nos lleváis al Cielo si nos matáis; por ello nos os guardamos ningún rencor. Os perdonamos y rogamos a Dios por vosotros y por vuestras familias". Todos estos acontecimientos sucedieron el 1 de diciembre de 1936. De la calle Pedro IV, fue conducido a la checa de San Elias. Fue asesinado, junto con su hermano Francisco, el Obispo Irurita y el Reverendo Goñi, la madrugada del 3 al 4 de diciembre de 1936. - He leído en un libro, el que publicó Lacruz, que participó en la acción del día 19 de julio de 1936 en la defensa de los cuarteles del 7o Ligero y Parque de artillería de San Andrés, en Barcelona. - No es cierto. Antonio Tort no participó en dicho levantamiento. Se encontraba veraneando en Monistrol de Montserrat el 19 de julio de 1936. Ese mismo día marchó hacia Barcelona, donde llegó el 20 de julio. Así pues, difícilmente podía tomar parte en el Alzamiento en el cuartel de San Andrés, pues no se encontraba en Barcelona por aquellas fechas. Lo que podrán leer a continuación es la biografía del Obispo Irurita. En esta parte del diálogo he desechado el formato de entrevista y he optado por la estructura del relato personal de las personas que lo conocieron y que han escrito sobre él, pues considero que es más directo y emotivo que la típica narración ensayística, para plasmar los recuerdos y el devenir personal de nuestro ilustre Obispo mártir. El Doctor Manuel Irurita Almandoz, nació en Larrainzar (Navarra) e M 9 de agosto de 1876. Doctor en Sagrada Teología en 1906 y en Filosofía en 1907. Beneficiado de la Catedral de Valencia en el 1899. Profesor de Canto Gregoriano, de Lengua Hebrea y de Teología fundamental en el Seminario de Valencia. Director diocesano de la Obra de la Consagración de Hogares al Sagrado Corazón de Jesús y de la Vela Nocturna. Consiliario Presidente de la Asociación de Intereses Católicos. Presidente del Rosario de la Aurora. Promotor del expediente de Beatificación de la Madre Sacramento. Visitador de Religiosas y Promotor de las Misiones diocesanas hasta que de Valencia pasó a Lérida, siendo nombrado Obispo de esta diócesis. Excelente músico fue nombrado Presidente de la Asociación Ceciliana Española en el Congreso Nacional de Música Sagrada de Vitoria, en el año 1928. Trasladado al Episcopado de Barcelona, se distinguió por su bondad y santidad. Una vez iniciado el Alzamiento Nacional, 19 de julio de 1936, ningún religioso estuvo a salvo de perder la vida en Barcelona. Incluso el propio Obispo tuvo que esconderse para salvar la vida, aunque posteriormente la perdiera irremediablemente. Los hechos se iniciaron el 21 de julio de 1936. Ese día un grupo de desalmados incendió el Palacio Episcopal, residencia del Obispo. El Doctor Irurita no deseaba huir. Quería quedarse allí y plantarles cara a los revolucionarios. El Rvdo. Marco Goñi y Emeteria, familiares del Doctor Irurita, le insistieron para que se marchara de aquel lugar, pues su vida corría peligro. Finalmente, vestido de paisano, consiguieron que escapara por la puerta de atrás, situada en la calle Montju'fc, y de esta manera salvar la vida. Ya fuera tenía la intención de refugiarse en casa del Reverendo Faura, situada en la misma calle Montjuíc número 3. Dicho refugio era igual de peligroso que el Palacio Episcopal. Por los alrededores se encontró con D. Antonio Tort. El Doctor Irurita, el Reverendo Marcos Goñi y Emeteria se refugiaron en casa de éste, situada en la calle del Cali número 17. Allí también estaban refugiadas seis hermanas del Convento de las Religiosas Carmelitas de la Caridad, de la Madre Vedruna. Sobre los meses que pasó el Obispo Irurita en casa de la familia Tort escribe el Reverendo José Ricart Torrens lo siguiente: "El señor Obispo y don Marcos se aposentaron en la misma habitación en que se hallaba instalado el oratorio. Presidía la habitación una imagen de la Virgen de la Merced. Allí se guardaba el Santísimo Sacramento. Y un reclinatorio en el que durante largas horas el doctor Irurita se sumergía en la más intensa Oración. Allí estaba ya arrodillado a las cinco de la mañana, preparándose para la Santa Misa. Celebraban él y don Marcos. También algunas veces el padre Artigas, del Oratorio de San Felipe Neri, confesor del Prelado". Esto se repitió durante los cuatro meses y medio que permanecieron escondidos en casa de los Tort. La patrulla de control que operaba en la calle Pedro IV de Barcelona, apareció inesperadamente el 1 de diciembre de 1936 en casa de la familia Tort. El motivo había sido el siguiente: En una visita a la Abadía de Montserrat, encontraron un listado en el que aparecía Don Francisco Tort. La patrulla de control fue a buscarlo, pero la casualidad hizo que esos milicianos descubrieran al Doctor Irurita, a Rvdo. Marcos Goñi y a las religiosas. El registro domiciliario duró cuatro horas. En un primer momento no reconocieron al Doctor Irurita, pues éste no dijo en un primer momento quién era. Un breve interrogatorio y todos los apresados, menos la hija mayor de Don Antonio Tort, Mercedes, fueron conducidos a la checa de la calle San Elias. Mercedes Tort salvó la vida milagrosamente. En la checa de San Elias permanecieron pocos días, pues el 3 de diciembre, por la noche, fueron llevados en camión al Cementerio de Monteada y Reixac, para ser asesinados. A sus verdugos les dijo: "Me ponéis un vestido blanco sin daros cuenta; yo os perdono y os bendigo; soy vuestro Obispo". Y cantaron todos juntos el Credo de la misa latina. Los autores del asesinato dijeron en tono de mofa: "Mira que son tontos; los matamos porqué son de misa y se ponen a cantar misa". Una persona que estuvo presente en el asesinato de los hermanos Tort, Rvdo. Marcos Goñi y el Doctor Manuel Irurita, cuenta que éste último, mientras estaba en el paredón, esperando la descarga, dijo: "Os bendigo a todos los que estáis en mi presencia. Así como bendigo también a las balas que me ocasionarán la muerte, ya que serán las llaves que me abrirán las puertas del Cielo". El sábado 22 de enero de 1994, en el diario ABC pudo leerse la siguiente noticia: "El Arzobispado de Barcelona ha constituido un tribunal eclesiástico para emprender y concluir el proceso diocesano de beatificación de Manuel Irurita Almandoz, que fue obispo de Barcelona entre 1930 y 1936 y que fue asesinado durante la persecución religiosa en la Guerra Civil. El arzobispo de Barcelona, Ricard Mana Caries, dijo durante la toma de posesión de la comisión diocesana para la causa de beatificación que "se trata de un obispo que se distinguió por su fama de santidad y mártir por la fe". Caries explicó que "es un deber recoger la ejemplaridad cristiana de aquellos hermanos, y ahora el Arzobispo se dispone a hacerle justicia". Su proceso de beatificación del Doctor Irurita todavía sigue abierto. En Solidaridad Nacional, enero de 1978, Carlos Molins escribe la siguiente anécdota con respecto al Doctor Irurita: "Hubo un momento que entre el episcopado español había un general descontento sobre el nuncio Tedeschini, por motivos algo más que serios. Pero nadie rechistaba. El doctor Irurita, en su primera visita a Pío XI, le dijo: "Santo Padre: soy español y navarro y por lo mismo amantísimo de la verdad y la verdad reclama que les informe". El doctor Irurita manifestó lo que era obligación decir. En su paso por Barcelona, con motivo del Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires, por el legado pontificio, cardenal Pacelli, coincidiendo el nuncio Tedeschini y el doctor Irurita. Al encontrarse, Tedeschini dijo: "Así, señor Obispo, que español y navarro..."Y el doctor Irurita, con su fortaleza, le replicó: "Sí, Señor nuncio, español y navarro. Y además pelotari". Durante la celebración del centenario del Obispo Irurita, José Ricart Torrents escribió: "Recordaremos unas palabras suyas pronunciadas en julio de 1935, en Barcelona. Decía el doctor Irurita: Ahora, sobre todo se necesitan obispos que vean a Jesús, sacerdotes que vean a Jesús, maestros que vean a Jesús. Hora es ya de que caigamos en la cuenta de que con Jesús lo tenemos todo y sin Jesús no tenemos nada. Yo quisiera que sacarais este fruto. Con Jesús lo tengo todo, con El soy suficientemente sabio, rico y feliz. Tengo a 59 Jesús, le poseo, le amo; lo demás nada hay que me interese... No concibo en la hora presente un católico valiente, ni un maestro fiel a su deber, ni aún los triunfos de la virtud sin ver a Jesús... ¿No veis tantos católicos a medias, tantas almas cobardes? ¿A que se debe tanta debilidad, tanta tibieza, tanta cobardía?... Hacen falta ahora católicos y católicos de profundas convicciones, de voluntad decidida, de fortaleza ejemplar; valientes y dispuestos a padecerlo todo, a sacrificarlo todo, la bolsa, la nómina, la carrera, si es preciso. Pero esos hombres sólo los tendremos cuando mueran todas las cosas, cuando mueran a sí mismos para vivir la vida de Jesús". En diciembre de 1943, Antonio Juanet Camp publicó el siguiente testimonio del Doctor Irurita. El homenaje del Sr. Juanet merece ser incluido íntegramente, por el gran conocimiento del personaje, su personal visión del mismo, y la aproximación que de éste nos da: "A la memoria del Obispo-mártir de Barcelona, Excmo. Y Rdmo. Dr. D. Manuel Irurita Almandoz, con motivo del traslado oficial de sus restos mortales a la Santa Iglesia Catedral Basílica de Barcelona. (R.I.P.) Entre el número elevadísimo de mártires que la furia satánica arrancó de nuestro lado en la pasada revolución marxista, ocupa un lugar destacadísimo la figura eminente del virtuoso sacerdote que al estallar aquel fatídico movimiento ocupaba la Sede Episcopal de Barcelona. Todas las cualidades que por separado nos es dable a los hombres ostentar, las reunía en común y de manera edificante nuestro añorado homenajeado. En él brillaban con luz resplandeciente la sencillez y la humildad, la mansedumbre y la caridad, el amor y la bondad, la sabiduría y la santidad. Todo, en fin, lo que representa un valor en lo espiritual y en lo moral puede afirmarse que lo poseía con creces y sin jactancia nuestro querido doctor Irurita. Diríamos con seráfica sencillez que, para ser completas sus virtudes y cualidades, le faltaba solamente poseer la palma del martirio; y, cual si la Providencia se percatara de ello, con la palma del martirio pasó de esta vida temporal de luchas y odios a la vida eterna de la paz y el amor. Sentía un cariño profundísimo por las instituciones parroquiales, a las que dedicaba todos sus entusiasmos y protección, y añadiremos, si ello nos es permitido, una especial predilección por la Obra de Ejercicios. Fue precisamente siendo Obispo de Lérida primero, y de Barcelona después, cuando dicha Obra adquirió aquella resonancia cumbre, que tantos y tan saludables frutos había de producir y, movido de su celo y fervor, se entregó a ella con todo el fuego de su entusiasmo, siguiendo paso a paso los éxitos deslumbrantes como ¡as vicisitudes amargas con que el maligno quería ponerte a prueba. Unas veces espontáneamente otras requerido por los directivos tomó parte en la mayoría de actos que, organizados por el Organismo Diocesano de ¡a Obra de Ejercicios Parroquiales, tenían lugar periódicamente en distintos puntos de la Diócesis. Citaremos como sobresalientes la imposición de la insignia de la Obra a la Virgen de Montserrat. A su iniciativa se debe la celebración de la Misa de medianoche entre el final y principio de año y que por su expresa disposición quiso que fuera la Obra de Ejercicios la encargada de organizaría cada año, después de su implantación. Y aún a costa de los mayores sacrificios, nunca despreció la oportunidad de actuar en favor de la misma. Por venir a tono, y para demostrar con hechos reales la verdad de tales afirmaciones, citaremos un caso ocurrido al dirigirse a un acto o fiesta de Ejercicios, y que revela hasta que punto llegaba su identificación con los Ejercitantes. Tenía lugar la fiesta que queremos recordar en la industriosa villa del Vendrell. A ella debía asistir nuestro doctor Irurita; en las inmediaciones de Villanueva y la Geltrú, el automóvil que conducía a nuestro ilustre Prelado sufrió un serio encontronazo con un camión que procedía de Villanueva. La carrocería quedó totalmente destrozada; el doctor Irurita, con importantes heridas y fuerte contusión en la cabeza; su familiar, reverendo Marcos Goñi (q.e.p.d.), con importante conmoción cerebral, que obligó a dejarlo hospitalizado en la casa rectoral de la villa. Aunque el accidente fuese calificado de grave, nuestro amado Prelado quiso cumplir con la deuda contraída. Y, a pesar de sus heridas, de llevar la cabeza vendada en forma de turbante, de haber dejado a su familia con diagnóstico nada satisfactorio, y el retraso de más de una hora, solicitó cambiar de coche y continuar la ruca hacia el Vendrell. De nada sirvieron los ruegos y advertencias de los facultativos; por encima de su importante salud imperaba sus deberes de Apóstol. Continuó el viaje hacia el Vendrell, celebró la Santa Misa, hizo una plática como todas las suyas, elocuente, brillante, valiente. Nos administró la Sagrada Comunión; cumplió la promesa ofrecida a los Ejercitantes del Vendrell de presidirles su fiesta de Ejercicios, y la cumplió con heridas y con sangre. Éste era el temple de nuestro inolvidable Obispo, diré mejor, de nuestro santo Obispo. Mi tosca pluma, al referir el presente episodio, lo ha hecho movida solamente por el deseo de poder demostrar en qué forma sentía la Obra de Ejercicios, y cómo se desvelaba por ella. No ha sido otra mi intención, ni me ha guiado otro fin". El Doctor Irurita, antes de la guerra, colaboró directamente con los dirigentes carlistas catalanes, siendo partidario de Don Alfonso Carlos de Borbón, de la Regencia, y de las ideas de éste partido político. Dicha afinidad queda perfectamente reflejada en la carta que D. Lorenzo María Alier3 le escribió a D. Manuel Fal Conde4, en la cual el Doctor Irurita se mostraba conforme con la creación de la Regencia en la figura de Don Javier de BorbónParma5. En dicha carta escribe Alier: Su pensamiento puede sintetizarse en los siguientes términos (se refiere al pensamiento de Irurita). Sería un caso de grave responsabilidad para los directores de la Comunión Tradicionalista omitir algo de lo que tienda a asegurar el mantenimiento y subsistencia de la misma en toda su integridad y pureza, porque es el único partido sano capaz de enfrentarse con el 3 Lorenzo María Alier y Casi, nació en Barcelona en el año 1878. Estudio Derecho. Se distinguió en la propaganda carlista y en el año 1907 fue elegido Diputado a Cortes por Cervera. Se dedicó a estudios de jurisprudencia, particularmente en Derecho Canónico, en el que gozaba de justa autoridad. Colaboró en esta rama en la Jurisprudencia de la Enciclopedia Jurídica Seix. Durante la Segunda República fue Jefe Regional Carlista de Cataluña y en los altos Consejos de la Comunión, su opinión fue siempre atendida por su sinceridad y clarividencia. Falleció en Barcelona en el año 1942. 4 Manuel Fal Conde nació en Higuera de la Sierra, Huelva, en el 10 de agosto de 1894. Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla. Jefe Regional Integrista de Sevilla en 1930. Candidato tradicionalista por Cádiz en las Cortes Constituyentes de 1931. Jefe de la Comunión Tradicionalista en Andalucía Occidental en el 1931. Secretario General para España en el 1934. Jefe Delegado en el 1935. Preparó el Alzamiento Nacional. Siguió como Jefe Delegado hasta el 1955, año en que fue cesado, con la finalidad de propiciar una nueva orientación política para el carlismo que posibilitara un acercamiento al régimen. Murió en Sevilla el 20 de mayo de 1975. 5 S.A.R. D. Javier de Borbón-Parma y de Braganza, hijo del Duque Roberto de BorbónParma y de María Antonia de Braganza, nació en Pianore (Italia) el 25 de mayo de 1889. Estudió en la Escuela de Jesuítas de Feldkirche y luego en la Escuela de Agricultura de Francia, donde adquirió el título de Ingeniero agrónomo. Más tarde cursó en la Sorbona de París Ciencias Económicas y Políticas. Don Alfonso Carlos de Borbón le nombró para que fuera a su muerte el Regente de la Comunión Tradicionalista. Preparó por delegación del Rey y con Fal Conde el alzamiento de julio de 1936. A la muerte de Don Alfonso Carlos asumió la dirección de la Comunión Tradicionalista. Visitó dos veces España. En el 1940 pasó a Bélgica como Comandante de Artillería. Estuvo en la retirada de Dunquerque. Actuó en la resistencia francesa. Preso por los alemanes, fue deportado al campo de concentración de Dachau. Proclamado Rey en el año 1952, murió en el 1977. 63 liberalismo, que es enemigo de Dios, de España y de todas las naciones, sin que sea admisible la doctrina de que pueden coexistir distintos partidos igualmente aceptables. Para esa continuidad, es de toda esencialidad la unidad, que ha de tener su raíz en la Suprema Autoridad, el Rey o quien haga sus veces, que no cabe sustituir por Consejos o Juntas por muy caracterizados que sean sus componentes. La Iglesia podrá subsistir con el Papa y cinco obispos, mientras que con cinco mil Obispos sin Papa no iría a la confusión, sino al caos. Parecido ocurriría en nuestra Comunión. Se impone, pues, proveer al mantenimiento de esa unidad. Dadas las circunstancias que concurren en nuestro caso, la dignidad del Regente, recayente en un Príncipe ciertamente identificado con nuestro Ideario y adornado de las cualidades convenientes, parece la solución más aceptable para conseguir el mantenimiento de la unidad y evitar la dispersión o división de nuestros correligionarios en el momento en que quedaran huérfanos de suprema Autoridad. 64 11 El principal periódico tradicionalista barcelonés, El Correo Catalán, sufrió en propia carne la persecución a la que fueron sometidos los miembros de la Comunión Tradicionalista. Se han podido contabilizar ocho muertos entre el consejo de redacción y periodistas vinculados a él. Es por este motivo que, desde estos diálogos quiero rendir un pequeño homenaje a todos hombres que, a lo largo de los años, estuvieron vinculados a la prensa carlista y, en especial, a los fallecidos de El Correo Catalán. La primera víctima fue D. Miguel Junyent Rovira, director del citado periódico. Su muerte estuvo provocada por los sucesos acaecidos en Barcelona y pocas horas antes que un grupo de anarquistas fueran a buscarlo a casa de su hija para asesinarlo. D. Miguel Junyent había nacido en Piera (Barcelona) el 23 de diciembre de 1871. Estudió derecho y entró pronto en el periodismo. Director de El Correo Catalán. Delegado del Partido Carlista en el Comisión ejecutiva de la Solidaridad Catalana. Diputado a Cortes por Vic en el 1907. Senador por Barcelona y Concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, del que fue Teniente de Alcalde. Jefe Regional de Cataluña, Don Jaime III le concedió la Cruz de la Legitimidad Proscrita y la Gran Cruz de Carlos III. D. Miguel Junyent murió, víctima de un infarto, en Barcelona el 16 de agosto de 1936, un día después que fuera inmolado en Valls de D. Tomás Caylá Grau. La muerte le sobrevino en casa de su hija. Cuando los milicianos fueron a buscarlo, le preguntaron a su hija dónde estaba su padre. Ella, con valentía, serenidad y sin decir una sola palabra, les hizo pasar hasta la habitación, en el 65 cual estaba D. Miguel Junyent de cuerpo presente. Uno de los milicianos exclamó: ¿Por qué no le damos el tiro de gracia?. No corrieron la misma suerte otros miembros de El Correo Catalán. Pablo Sáenz de Bares había sido redactor del diario La Gaceta de Cataluña, pasando posteriormente a formar parte de la redacción de El Correo Catalán. No se conoce el lugar donde fue asesinado. Lorenzo Martí Mayol era hijo de San Feliu de Llobregat. Se distinguió como propagandista de la prensa tradicionalista en la comarca del Bajo Llobregat. Fue Presidente del Casal Tradicionalista de San Feliu de Llobregat y corresponsal de El Correo Catalán. Murió asesinado en el Cementerio de Monteada y Reixac. Luís Carlos Viada Lluch era natural de Barcelona, había nacido en el año 1863. Se distinguió como escritor y poeta. Colaboró en la Biblioteca Popular Carlista de Barcelona, redactor de El Correo Catalán y director de La Hormiga de Oro. Colaboró en El Correo Español y fue director de El Sarrianés. Además de redactor de la revista La España Moderna. No se conoce el lugar donde fue asesinado. Fernando Morí era redactor de la sección de sociedad de El Correo Catalán. Asesinado en Bruñóla (Gerona) el 4 de enero del 1939. Antonio Navarro natural de Vilaller, nació en el año 1869. Ordenado sacerdote, fue canónigo en Juneda y, posteriormente, párroco de Montclar. Dióse conocer como inspirado poeta alcanzando pronto su nombre gran reputación en los centros literarios. Ganó diferentes premios en los Juegos Florales de Barcelona, en los cuales le fue concedido el título de Mestre de Gay Saber. Se trasladó a Barcelona en el 1914. Colaboró en El Correo Catalán. Asesinado el 24 de diciembre de 1936, se desconoce el lugar donde fue inmolado. Estanislao Rico Ariza nacido en Barcelona el 13 de noviembre del 1895. Empleado municipal actuó en el periodismo y en la lucha social. Fue redactor del semanario jaimista La Jinchera. Director y propietario de La Protesta, que en cuyo tiempo este periódico alcanzó gran popularidad. Intervino en la dirección de los Sindicatos Libres y al desviarse estos en el tiempo de la dictadura tuvo un cierto apartamiento del partido carlista. Redactor de El Correo Catalán. Al advenimiento de la República en el 1931 reingresó a la disciplina de la Comunión Tradicionalista. Intentó reanudar la publicación de La Protesta, y más tarde fundó y dirigió el semanario carlista Reacción. Murió asesinado en el Cementerio de Monteada y Reixac el 26 de noviembre del 1936. Sobre aquellos trágicos días escribió Juan Soler y Janer: "Los que en aquellos días permanecíamos aún en Barcelona con el riesgo de correr idéntica suerte, sentimos la fiera puñalada del dolor... ¿Nos llegará el turno a los pocos días, quizás dentro de breves instantes, allí mismo, sin que los nuestros supieran de nosotros más que había aparecido nuestro cadáver, entre las decenas que en el depósito se amontonaban todos los días, o simplemente, en un recodo de la carretera de la Rabassada? Sólo la Providencia podía salvarnos". He dejado para el final a don Atilano Marín, natural de Tudela (Huesca) y fotógrafo de El Correo Catalán. Me entrevisté con su hija. Su recuerdo de aquella época es muy débil, pues era muy pequeña. Algunas pinceladas sueltas y poca cosa más. Sin embargo, me explicó una cosa que me estremeció. En aquella época la familia Marín vivían arriba de todo de la Avenida República Argentina de Barcelona. A don Atilano Marín lo asesinaron en la carretera de Rabassada de Barcelona, el 5 de octubre de 1936. Así pues, según me explicó su hija, el coche o camión que condujo a la muerte a su padre, pasó por delante de su casa pues, en aquellos días, ese era el único camino para poder subir a ia Rabassada. Como muchos otros, a don Atilano le dijeron que se escondiera, pues de lo contrario lo matarían. Él siempre respondía que no había hecho nada, porqué tenían que matarlo. Una patrulla de control efectuó un registro en su casa y se lo llevaron detenido. Ese fue su final. Tiempo después, como consecuencia de un registro en un estanco situado en la calle de la Paja número 4 de Barcelona, encontraron unas listas, - decir que en aquel estanco se hacía el Socorro Blanco -, donde aparecía, entre otros nombres, el de la mujer de don Atilano. La patrulla de control realzó un segundo registro. En aquella ocasión se llevaron a la madre a la checa de la calle Vallmajor de Barcelona y, posteriormente a la cárcel de Las Corts. Su hija, Consuelo Marín, me hizo entrega del siguiente artículo, aparecido el 18 de febrero de 1939 en El Correo Catalán, dedicado a su padre: Cuando Marín se nos filtraba por la puerta de la sala de Redacción, teníamos que suspender unos momentos nuestra labor, por la tremolina que levantaba con sus gritos, por la ráfaga de los noticiones que nos traía, capaces, por lo espeluznantes, de sacudir el sueño del más modorro y meter miedo en el cuerpo de quien no hubiese conocido a nuestro reportero gráfico. Descargaba la mochila de fotógrafo, arrinconaba el trípode, y nos hacía el relato de lo que acababa de ver o de lo que le habían contado. 68 Avenida República Argentina de Barcelona. A don Atilano Marín lo asesinaron en la carretera de Rabassada de Barcelona, el 5 de octubre de 1936. Así pues, según me explicó su hija, el coche o camión que condujo a la muerte a su padre, pasó por delante de su casa pues, en aquellos días, ese era el único camino para poder subir a la Rabassada. Como muchos otros, a don Atilano le dijeron que se escondiera, pues de lo contrario lo matarían. Él siempre respondía que no había hecho nada, porqué tenían que matarlo. Una patrulla de control efectuó un registro en su casa y se lo llevaron detenido. Ese fue su final. Tiempo después, como consecuencia de un registro en un estanco situado en la calle de la Paja número 4 de Barcelona, encontraron unas listas, - decir que en aquel estanco se hacía el f&rju^d^) Socorro Blanco -, donde aparecía, entre otros nombres, el de la mujer de don Atilano. La patrulla de control realzó un segundo registro. En aquella ocasión se llevaron a la madre a la checa de la calle Vallmajor de Barcelona y, posteriormente a la cárcel de Las Corts. Su hija, Consuelo Marín, me hizo entrega del siguiente artículo, aparecido el 18 de febrero de 1939 en £/ Correo Catalán, dedicado a su padre: Cuando Marín se nos filtraba por la puerta de la sala de Redacción, teníamos que suspender unos momentos nuestra labor, por la tremolina que levantaba con sus gritos, por la ráfaga de los noticiones que nos traía, capaces, por lo espeluznantes, de sacudir el sueño del más modorro y meter miedo en el cuerpo de quien no hubiese conocido a nuestro reportero gráfico. Descargaba la mochila de fotógrafo, arrinconaba el trípode, y nos hacía el relato de lo que acababa de ver o de lo que le habían contado. Atilano Marín era nuestro descansillo momentáneo, y con aquella franqueza que le era habitual, con una franqueza que tenía de aragonesa y d navarra, nos decía sin ambajes su conformidad o disconformidad con el artículo editorial del día de nuestro periódico, actuando de censor por todos acotado, en gracia al tono bonachón y perdonavidas con que comentaba nuestros escritos. Marín era, dejada a un lado la familiaridad con que podía hablarnos, un eco vivo de la realidad exterior que muchas veces no es del todo bien tenida en cuenta por quien escribe. Era -tomada en serio la alusión cervantesca- el "Sancho bueno, el Sancho amigo, el Sancho cristiano que recordaba al caballero y paladín del ideal la prosa real del vivir cotidiano, o en términos más concretos, el hombre práctico que deseaba un mayor bien social para todos, sin tantas teorías, sin las acrobacias de quien ha de decir las verdades, con sus desnudeces un poco cubiertas de pliegues y repliegues. Marín tenía sangre y educación de las nobles tierras de Aragón y de Navarra. Nobleza, lealtad y tesón incontrastables eran las características de su alma buena. De su credo religioso y de su credo político estaba tan celoso, como de su alma y de su honor. No cedía un ápice en materia de convicciones que eran vida de su vida. Hubiera reñido con quien se atreviera a hacerlo apear de su "bonum ex integra causa", de los filósofos él conocía, pero que con buen criterio presentía. La nobleza franca y paladina con que Marín hablaba, su "franc parler" no era cosa para el uso privativo de sus charlas con nosotros. En la calle y en la plaza, en materia de convicciones, pisaba fuerte y hablaba alto. Todos, los que eran amigos y los que no lo eran, sabían el tenor y el tesón de su pensamiento. Tradicionalista sin intermitencias, colaboró en la obra de nuestra Comunión con sus reportajes gráficos, tenía el mejor archivo de clisés de actos, "aplecs", mítines y solemnidades católico-tradicionalistas que tuvieron lugar en Cataluña en los últimos treinta años, durante los cuales había actuado como repórter gráfico de EL CORREO CATALÁN. Su detención, el asesinato de nuestro querido amigo y compañero, después de los registros practicados por la banda de incontrolados en su domicilio, fueron algo tétrico y espeluznante. Fue detenido en nuestros talleres de imprenta y salió en dirección ignorada. Le asesinaron porque era católico, por el "crimen" de ser tradicionalista, bajo el signo infausto de la República de Azaña. La digna esposa de Atilano Marín ha permanecido en la cárcel, hasta que las bayonetas del Generalísimo Franco asomaron por las calles de Barcelona. Los hijos del amigo Marín pasaron un calvario de privaciones y de sufrimientos. Sólo en Dios y en la memoria de su buen padre, han hallado consuelo. 12 La señorita Elena Piquer Pellicer trabaja actualmente en Hispania Martyr, recopilando información sobre los mártires asesinados durante la Guerra Civil. La labor de este centro es y será fundamental, en un futuro próximo, para todo aquel investigador que quiera escribir sobre los asesinatos cometidos, en toda España, durante ese periodo. A ella le asesinaron a su padre y a sus hermanos. - Antes de iniciar nuestra conversación sobre su familia, quiero felicitarla por la excelente labor que están realizando en Hispania Martyr. Considero que éste archivo debe ser un punto de referencia para todo aquel que quiera escribir o investigar sobre nuestra Guerra Civil. - Muchas gracias. A sido una labor muy dura. Recopilando de aquí y de allá nombres, documentos, testimonios pero, a valido la pena. - Por descontado que ha valido la pena. Vamos a ver. Su padre fue asesinado junto con sus hijos. ¿Qué recuerdos tiene de su padre? - Mi padre, Luís Piquer Jové, era natural Lérida. Por su profesión, maestro nacional, se trasladó a Parets del Valles, en el año 1933, para enseñar Catecismo. Al iniciarse la guerra lo avisaron que lo matarían. - ¿Por qué? - Será mejor que empecemos por el principio para que se entienda mejor la historia. En el año 1931, mi familia compuesta de padre, madre y 8 hermanos, vivíamos en Tarragona. Al proclamarse la República se inició la persecución religiosa en la ciudad. Cuando las cosas fueron mal dadas, nuestro padre decidió ir a un sitio donde no fuéramos conocidos, ya que sufría por la vida de sus hijos. Así fue como te he dicho anteriormente, en el año 1933, nos trasladamos a Parets del Valles. En el año 1934 mi hermano mayor, Francisco María Piquer Pellicer, el cual actualmente es misionero en la Argentina, cantó su primera misa. El hecho que el hijo mayor fuera sacerdote provocó una gran alegría en mi familia. Con este hecho quedamos bien clasificados dentro de Parets, como puedes comprender. Mis otros dos hermanos, José y Ángel fundaron en Parets del Valles la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. También fundaron un campo de baloncesto, organizaron carreras de bicicletas para la Fiesta Mayor. Fundaron, conjuntamente con la Parroquia, un grupo de teatro. José, que era músico, organizó unas Caramelles infantiles. Durante esos tres años vivimos tranquilos. La desgracia llegó el 19 de julio de 1936. Esa noche mi padre y mis hermanos ya no pudieron dormir en casa. José y Ángle se escondieron en un maizal, mientras que mi padre se escondió en la masía conocida como X a l'Orlau" de Llissá de Valí. Aquella situación cansó a mi padre y decidió volver a casa. Al llegar a ella comentó: "Nunca me hubiera imaginado que podría pasarme lo que me pasa. A un apestado no lo pasa peor. Andando por las calles, al verme se cerraban las ventanas, padres de mis alumnos que parecía me estimaban se escondían. Nadie me ha saludado". A pesar de todo, no podían permanecer mucho tiempo en Parets, así que volvieron a huir dirección Barcelona, donde teníamos unos parientes. Al legar A la población de Monteada y Reixac, los detuvieron. Al preguntarles quienes eran respondió mi padre: "Soy el maestro de Parets del Valles, y estos son mis hijos". Llamó dicha patrulla al Comité de Parets y según cuentan, mi padre pudo oír la siguiente respuesta del Comité: u\Matádlos\". Por una de aquellas casualidades de la vida, un miembro de la patrulla había jugado a fútbol con mi Ángel. Al saber que tenía que asesinarlo dijo: "Yo no quiero matar a un futbolista tan bueno ni a una persona tan simpática. Que los maten ellos". Así pues, los montaron en tres coches y los llevaron ante el Comité de Parets del Valles. -¿Qué pasó luego? - Una vez ante el Comité de Parets, les fue presentado un escrito para que lo firmaran en el cual negaba la existencia de Dios y que la religión Católica era una falsedad. Mi padre, una vez leído el contenido dijo. "Para eso tendréis que matarme". -¿A sus hermanos también les asesinaron por el mismo motivo? - Sí. Mi hermano José al darle la carta los del Comité para firmarla les dijo: "Lo que ha dicho mi padre lo repetimos, no porque lo diga él, sino también porque creemos que Dios existe y que la Religión Católica es verdadera y fue creada por Jesucristo". Las mismas palabras pronunció mi hermano Ángel. - ¿Qué ocurrió a partir de ese momento? - Los verdugos asesinaron a mi padre porque: "ensenaba el Catecismo en la escuela". Mi hermano Ángel, al ver que los verdugos, antes de ejecutarlos, golpeaban vilmente a mi padre, lo defendió. Como consecuencia de esto, le rompieron un brazo. José gritó: "\Viva Cristo Rey\". Le dejaron mal herido, no rematándolo para dejarle sufrir. - Después de la guerra, ¿se quedaron en Parets? 12, - Una vez finalizada la guerra la policía le pregunto a mi madre, Doña Mercedes Pellicer Casanovas, si conocía a los 30 hombres que habían asesinado a su esposo y a sus dos hijos. Mi madre les respondió: "Sí los conozco, pero no los voy a denunciar, pues ahora soy yo sola la que llora la muerte del marido y los hijos; y si los denunciara serían 30 las mujeres que llorarían la muerte de sus seres queridos". 13 Para dialogar sobre Joaquín Monturiol Sans, me trasladé a Olot, capital de la Garrotxa. Allí vive su hermano, José Monturiol. Sus palabras, con relación a su familia y a su hermano, son estremecedoras. - Sr. Monturiol, como usted sabe, estoy llevando a cabo una investigación sobre las personas que murieron en la retaguardia durante la Guerra Civil. Su hermano fue uno de ellos. ¿Qué me puede contar?. - Mi hermano nació de padres cristianos y católicos en Montagut, Gerona aproximadamente en el año 1906 y huérfano de padre entre 1919 y 20 a la par 13 años y medio. Por tal motivo y por contar una vida precaria mi madre, con otros 5 hijos además del mayor que nos ocupa, éste se vio forzado a tomar la carga y el devenir de toda la familia, cosa que aceptó y llevó con tesón e inteligencia hasta que la madre pudo aligerar la carga de tanta prole, colocando físicamente a sus hijos, con ayuda de la influencia de la buena gente, a saber: Joaquín, maristas en Gerona; Jaime, Hermanos Escuelas Cristianas en Premia de Mar; Juan, Colegio San José de la Montaña en Barcelona; María Dolores, quedó en colegio de hermanas, en Castellfollit y en casa, y por ser mujer pequeño alivio para mi madre; José en el Hospicio de Gerona. Añado que el Padre llevaba unos años con cáncer de estómago, bebiendo con leche y murió cuando Joaquín, según queda dicho, contaba los 13 años y medio y José, el pequeño, tres y medio. Estaba yo sólo en la tienda de ferretería por la mañana de dicho día, 18 de agosto de 1936, cuando se presentaron dos desgraciados malhechores con fusil en hombro, preguntando: - ¿Está tu hermano? - Pues no. - ¿Dónde está que el Comité lo llama? - Seguramente en la tienda de la leche. - Pues acompáñanos. Se daba el caso que su esposa tenía en propiedad la venta al público de la leche pasteurizada de la fábrica Granja Soldevila. Efectivamente estaba sólo pasando revista a la existencia que contenía el congelador, y como llevaban cajas enteras de leche en el Comité, se daban la gran vida de todo tipo de comida requisada, mientras el pueblo pasaba hambre. Pero por ser la Granja Soldevila empresa extranjera, de vez en cuando pedían la presencia de mi hermano y le liquidaban. Así que me imaginé que iba a ocurrir otra liquidez. ¡Y que diferencia! Pensé seguirles para cercionarme y me escamó la duda al ver que lo llevaban en medio de los dos criminales. Quiso el destino cortarme la intención. Al pasar delante la tienda de ferretería me esperaba un cliente con prisa de que lo despachara. Pensé hacerlo rápido y seguir hacia el Comité tras ellos. No tuve tiempo de realizar mi intención. El carpintero con tienda delante de la mía vino corriendo y espantado diciéndome: - ¿Qué haces? Corre que se llevan a tu hermano en un coche. Fui. ¡Ya se habían ido! Por lo visto mi hermano se resistió, pero como era flacucho, le darían un empujón y les costó poco encajonarlo. Tomé una bicicleta para ir a comprobar por donde habrían ido. En el primer control es por donde habían pasado. Precisamente el que estaba en el control: - No tengas miedo. Han pasado saludando y muy alegres. ¡Desgraciado! Sería el saludo del miedo a ser asesinado. Aquel mismo que no sabía cubicar se prestó para acompañar a mi madre a reclamar en el comité de Montagut que, según rumores, eran los que le mataron, quemaron y enterraron. Y ante esta perspectiva, ¿qué podía reclamárseles más que la justicia divina? Mi madre no me dejó ir con ella por el miedo a que, tal vez, ahora las tomaran conmigo. Debo añadir que, al ir a detenerlo, mi madre y su esposa habían ido tranquilamente a pesar en la balanza a la nueva hija que tenía sólo un mes de nacimiento y, por tal motivo, no pudieron intervenir en el juego macabro de los sanguinarios verdugos. Al enterarse de los negros nubarrones es cuando mi madre fue a reclamar al Comité. ¿Reclamar qué? ¡Desalmados! ¿El hijo sepultado bajo tierra? Con todo le pusieron un coche a su disposición (que poco les costaba si todo era requisado) como queda dicho para ir a Montagut. ¡Qué cínicos y bárbaros eran! Dijeron: - Vos venís a reclamar por vuestro hijo y ved lo que llevaba en un bolsillo. Al mismo tiempo le lanzaron al suelo, a sus pies, un sello que tenía imprimida la cara del Rey. Con esto querían acusarlo de fascista. ¡Imbéciles y zotes! Mi hermano tenía que buscarse la vida mientras no fuera ilegal o inmoral. Por eso vendía mecheros en pequeñas cantidades y, aún así iba en contra de Hacienda, porqué el Gobierno disponía del Monopolio de los mismos y de las cerillas. Enseñando éste sello cubría el permiso de venta. Yo, al cabo de un mes fui al lugar donde fue enterrado, y todavía pude recoger trozos de ropa medio quemada. A mi hermano lo llevaron por la carretera de Castellfollit a Oix, hasta la curva que hay un desvío que lleva a la ermita de San Eudaldo. Allí le dijeron: "Venga, escápate". El pobre salió corriendo, pero los demonios le metieron un tiro en el tobillo y, seguramente, caería al suelo mal herido con un hueso del pie roto. Luego ya lo tiraron por el margen que cae al pequeño prado que hay antes de atravesar un pequeño riachuelo. Allí lo quemaron. ¡Asesinos! ¡Desalmados! ¡Criminales! Y así quedó la desgracia irreparable sin más preámbulo: una madre sin hijo; una esposa sin marido y aquí lo peor, con dos hijos de uno y doce meses sin padre. Para finalizar este diálogo apuntaré que, recién terminada la guerra, se organizó una expedición de personas muy solventes, los cuales se cuidaron de recoger todos los cuerpos de los mártires desperdigados y olvidados, y ordenar las reliquias. Algunas de estas reliquias fueron depositadas en un mausoleo erigido en el cementerio municipal de Olot. Otras reliquias fueron trasladadas al Valle de los Caídos. 14 El Reverendo Isidoro de Santiago vive retirado, desde hace años, en Matará, su ciudad natal. Hacia allí me traslade para hablar con él. Estos diálogos no hubieran sido completos si no tratásemos sobre la persecución religiosa. Además el Reverendo de Santiago conoció en su juventud al Rector Samsó, asesinado durante la Guerra Civil. Su punto de vista y las explicaciones con referencia a él deben ser tenidas en cuenta y, porque no, espero que den motivo para la reflexión. - ¿Qué tipo de consignas siguieron los republicanos desde el inicio de la guerra? - Una de las consignas de la revolución desde los primeros momentos, fue ésta: aquí no pasa nada. Sus elementos, en contacto con los directivos de la misma, daban esta impresión; reconocían que había algún exceso, muy explicable, pero nada más. Este era el tono de la prensa que en los primeros días aún normaba de algunas ejecuciones, pero que bien pronto, precisamente a medida que aumentaban los crímenes, fue apagándose el eco de los mismos. - La conspiración contra la Iglesia católica también supuso tener que soportar habladurías difamatorias sobre algunos de sus miembros, ¿no és así? - La dificultad de tal tarea viene expresada de manera explícita en alguno de los casos, como sucedió en el de nuestro llorado Prelado doctor Irurita; durante dos años estuvimos deshaciendo los rumores de los que, inspirados en el amor filial más que en la dolorosa realidad, alimentaban la esperanza de haber sobrevivido a la persecución, pero que no admitían una observación atenta y serena de tos hechos y procedimientos de la revolución. - ¿Qué motivó la persecución religiosa? - El proceso de descomposición, que venía minando la conciencia religiosa de España, arranca de los últimos años del siglo XVIII, y actuó con gran intensidad durante largos períodos del siglo pasado. En los últimos cincuenta años había centralizado su acción en todos los centros de enseñanza, sobre todo en las Universidades, Normales y Escuelas Primarias. Los núcleos vivos en donde se plasmaba la futura generación, y desde donde se debía contrarrestar las funestas influencias destructoras del alma religiosa de la nación quedaron totalmente abandonados a los enemigos de la Iglesia. También, como causas más concretas e inmediatas, hay que señalar el odio satánico de la minoría que irrumpió en el poder en 1931, y sin otra urgencia que satisfacer su irreligiosidad, sintetizada en aquel grito tan significativo de ¡Abajo el Clero!. - ¿Esta de acuerdo con la vinculación que se ha querido probar, la cual opina que la Iglesia Católica participó directamente con el ejército en el Alzamiento del 18 de julio de 1936 y, por tal motivo, el pueblo indignado arremetió contra los sacerdotes? - La revolución y sus crímenes adjuntos no fue una reacción de indignación del pueblo contra la supuesta intervención de la Iglesia en el alzamiento nacional, como se pretendió hacer creer a la opinión nacional y extranjera. La revolución, como todas las anteriores, tuvo un cerebro director. Nunca olvidaré las palabras oídas de boca de un directivo sindical, que decían. "Vosotros habéis visto la revolución desde abajo, yo desde arriba; el plan era asesinaros a todos". La Iglesia desde el primer día fue víctima, y no combatiente. - El hecho de ser sacerdote ya era, por si mismo, un factor más que suficiente para ser asesinado. Ahora bien, ¿recuerda algunas acusaciones que se hubieran vertido sobre determinados sacerdotes? - En los primeros días de la persecución se intentó cubrir el atentado contra la libertad y vida del Sacerdote con la infame acusación de que se había disparado desde su Iglesia, Convento o piso, contra el pueblo; fue una consigna dada con anterioridad; pero bien pronto se prescindió de semejante inculpación; era suficiente la condición de Sacerdote o Religioso para ser privado de la libertad ciudadana y ser condenado a muerte. In odium Ecclesiae fueron condenados centenares de Sacerdotes y Religiosos e inmoladas sus vidas. - Cualquier lugar era bueno para cometer un asesinato, ¿no és así? - Efectivamente. Se asesinó en plena calle pero, donde hubo mayor número de ejecuciones fue en: Morrot, Casa Antúnez, Hipódromo, alrededores del Cementerio de Las Corts, Avenida de Pedralbes, Font del Lleó, alrededores del Turó Park, montañas de Horta, Avenida de Montserrat, alrededores del Hospital de San Pablo, Somorrostro. Y, por último, no debemos olvidarnos de la terrible checa de San Elias. - Después de esta introducción, para tener un conocimiento de primera mano de cómo fue la persecución religiosa en España, me gustaría centrar nuestro diálogo en una persona que usted conoció, me refiero al Reverendo José Samsó Elias. Tráceme, a grandes rasgos, su figura. - Haré una cosa mejor. Voy a leerte lo que escribí hace años, con motivo de celebrarse el aniversario de su fallcecimiento, en una hoja parroquial. ¿No te importa? - Por supuesto que no. Adelante. - Bien, veamos. El Reverendo José Samsó Elias, era natural de Castellbisbal (Barcelona). Párroco de la Iglesia de Santa María de Matará. Cursó la carrera sacerdotal en el Seminario Conciliar de Barcelona, distinguiéndose en todos los cursos por su talento privilegiado y piedad ejemplar, todo lo cual le hacía acreedor de las mejores calificaciones. En los últimos años de su carrera sacerdotal, habiendo fijado en él su atención el Obispo Laguarda, distinguióle como familiar suyo, cargo en el cual estuvo hasta que fue consagrado Presbítero, 12 de marzo de 1910, celebrando su primera misa el día de San José, en la Capilla del Centro Obrero de la Sagrada Familia de la calle Calabria de Barcelona. El 23 de julio de 1910 fue nombrado Coadjuntor de la parroquia de San Julián de Argentona (Barcelona). En Argentona permaneció durante siete años. El 11 de enero de 1917 fue nombrado párroco de la parroquia de San Juan de Mediona. A la muerte del párroco de Santa María de Matará, Dr. Roig, José Samsó quedó nombrado Ecónomo-Arcipreste de la ciudad de Matará y titular de dicha parroquia. Al iniciarse la Guerra Civil, se refugió en casa de unos feligreses, hasta que, en la madrugada del 28 de julio de 1936, intentando abandonar la ciudad por razones de prudencia, fue detenido y encarcelado. Después de un mes de cautiverio, púsose precio a su inocente vida, y atado de manos, emprendió su Via Crucis hacia el cementerio, donde fue asesinado. - ¿Cómo fue su cautiverio? - Sobre el particular pueblo hablarte extensamente, pues estuve preso con él. Yo tuve mejor fortuna y pude salvar la vida. Él, desgraciadamente, y por ser quien era, fue asesinado. - Será extraordinario saber, de primera mano, como se desarrollaron las últimas horas del Reverendo Samsó. - Eran diez, en aquella celda de la cárcel de Mataré en la que apenas había lugar para sus colchonetas y en la que, sin embargo, el espíritu de sacrificio de todos - ¡Dios se lo pague! - encontró emplazamiento para el colchón con que, la caridad de una familia amiga, me proveyó. Cuando, a las diez de la noche, nos encerraron en aquel calabozo, nos desvestimos y nos tendimos en nuestros lechos de ocasión: Una bombilla de poca potencia iluminaba, con discreciones de lamparilla de enfermo, propicias a la reflexión y al recuerdo, aquellos muros de dolor. Yo revivía el viaje de aquella tarde, sentado junto al chófer, sintiendo tras de mi la presencia de los patrulleros armados, esperando, de un momento a otro, el expeditivo tiro en la nuca que, la crueldad de los hombres, había puesto de moda en aquellos días, y le pedía a Dios algo que parecía imposible en aquellos momentos: un sacerdote que me ayudase a bien morir, puesto que parecía que, de morir, se trataba. Estas imaginaciones venían a distraerme del rezo del Rosario, que había iniciado, y las imágenes empezaron a confundirse, y las Aves Marías a diluirse en soluciones de continuidad de momentáneos olvidos... Algo así como en sueños, llegaron a mi las palabras de un compañero: "Quina patxorra té el senyor Nadal: mireu-se'l com dorm!". Y ya no oí nada más. Alguien corrió, con ruidos amenazadores, los cerrojos de la puerta que comunicaba la entrada de la cárcel, con el patio - silueta de abanico rodeado de dolores - y, aquel ruido, despertó a los dormidos y alarmó a los despiertos... (¿Seria el anuncio de muerte para alguno de nosotros?). Por un momento quedamos todos inmóviles. La puerta, que fuera abierta, se cerró de golpe. Respiramos. Uno de nosotros miró por el judas de la puerta de la celda, hacia el patio y comunicó la noticia a sus compañeros: paseando por él había un nuevo detenido. Todos nos fuimos acercando a la rejilla por ver si podíamos identificarle. Tenía el aspecto de un obrero acomodado, vestido de fiesta. Llevaba un traje de americana oscuro, con gorra del mismo color. Alguien dijo: "Es el Doctor Samsó, el párroco de Santa María". Yo sentía dentro de mí un hondo sobresalto: la muerte no podía estar lejos, puesto que Dios me mandaba el sacerdote que la víspera le pedía... Cuando, a las ocho de la mañana, nos abrieron la portezuela que comunicaba con el patio, todos nos precipitamos a saludarle. Estaba sereno, tranquilo, sonriente. Cuando me vio me dijo: "Vosté te una mica la culpa de que m'hagin agafat. Jo estava molt ben amagat; pero, ahir, quan vaig saber que l'havien detingut, a vosté, decidí marxar a Girona i m'han descobert a l'estació". Y explicó su detención con perfecta ecuanimidad y como si se tratase de otra persona. Le pedí para confesarme. Nos separamos de los compañeros - tres de los cuales fueron luego asesinados - y el Doctor Samsó se sentó en un pozo de piedra que, en un lado del patio, había. Quise arrodillarme a sus pies, y no lo consintió: me hizo sentar a su lado. Paternalmente me escuchó y su palabras 8jr que destilaban santa dirección y consuelo, fueron saturándome de confianza. Nunca olvidaré la dulzura y la suavidad de aquella confesión que tenía motivos para creer que sería la última de mi vida... Fueron muchos los que se sentaron, después, en aquel pozo del patio junto a él. Y, luego, se levantaban transfigurados. No sólo era un sacerdote y un santo, aquel varón justo a quien confiábamos nuestros errores y nuestros dolores; era también y quizás por encima de todo - un director de conciencias que conocía los secretos del alma humana y penetraba los caminos de la gracia, y sabía, por larga experiencia de su ministerio, cómo se lleva, a Dios, a las almas y cómo se llevan, las almas, a Dios. - Murió como un mártir. - Murió siendo lo que había sido durante toda su vida: un hombre bueno. Ahora déjame que te explique una anécdota que me contaron referente a los asesinos que lo mataron. Era el primero de septiembre de 1936, en el salón de comisiones del edificio del Ayuntamiento de Mataró. Estaban conversando Juan Peiró con otra persona. De repente, se abrió la puerta que daba acceso a la Secretariía del Ayuntamiento y, sin llamar ni pedir permiso par entrar, irrumpió un hombre alto, robusto, con una arma larga colgada de la espalda y una arma corta en la cintura, con un pañuelo rojo y negro al cuello y sin ningún respeto hacia las personas que habían anteriormente a él en la habitación. El hombre exclamó: - ¡Juan! ¡Venimos de hacer justicia! El señor Juan Peiró le respondió: - ¡Bueno! Ya habréis hecho algún disparate. El hombre continuó con su narración: - ¡Acabamos de matar al rector! Juan Peiró estalló de rabia y empezó a chillar: - ¡Asesinos! ¡Éste hombre era mío! ¡Ladrones! ¡Me lo habéis robado! ¡Era mío! ¡Asesinos! ¡Hijos de p...! ¡Ladrones! ¡Asesinos! ... Aquel hombre que había entrado eufórico en la sala del Ayuntamiento, salió de ella mustio y acongojado. Peiró le dijo a la persona que estaba con él: - ¡Veis! Así no se lleva adelante un movimiento revolucionario. Esto no es una revolución; es un conjunto de asesinatos. Y pensar que algunos me acusaran a mí de esta muerte. ¡Y era una buena persona! - Me habéis comentado que fue asesinado en el Cementerio de Mataró. ¿Su cuerpo descansa todavía allí? - No. Sus restos mortales fueron trasladados, el 22 de octubre de 1944, desde el nicho que ocupaba provisionalmente en el Cementerio de Mataró, hasta la Iglesia de Santa María de Mataró. En la lápida del Mausoleopor si te interesa, se puede leer: Éste túmulo guarda los mortales despojos del egregio y distinguido varón Rvdo. José Samsó Elias, Presbítero que rigió durante diecisiete años con máximo reconocimiento la Parroquia de Santa María de Mataró enalteciendo admirablemente el ministerio sacerdotal. Desatado impío aluvión en 1936, el 1-XI herido mortalmente, sucumbió por Cristo. Mira propicio a los sobrevivientes, a quienes enseñaste a santamente vivir y piadosamente morir. R.I.P. 23-X-1944. - Muchas gracias por su testimonio y por todo lo que me ha contado a lo largo de diálogo. - Gracias a ti por tu paciencia. Sin embargo, y antes de finalizar nuestra conservación debo hablarte del ecónomo de San José de Mataró, Reverendo Luis Miquel Tico, que también murió durante la Guerra Civil. - Por favor, se lo ruego. - El Reverendo Miquel natural de Portell (Lérida). Fue ordenado presbítero el 23 de diciembre de 1936 y ecónomo de Mataró desde el 7 de noviembre de 1929. Perteneció en secreto a la Comunión Tradicionalista. Al iniciarse la guerra se escondió en un piso de la calle Floridablanca de Barcelona. Allí fue descubierto y detenido el 19 de septiembre de 1936. El motivo: la persecución religiosa que efectuaron las patrullas de control. Pocas horas después era asesinado en Casa Antúnez (Barcelona), junto con el Reverendo Domingo Quellaneda Valles y Eufemio Rodríguez Blásquez. 15 La familia Jovani perdió, durante la Guerra Civil, a cuatro miembros. Para poder dialogar sobre lo ocurrido, me puse en contacto, a través de carta, con Fernando Jovani Avila, único superviviente de aquella familia. Los meses fueron pasando y no recibía ninguna contestación para poderlo visitar. A mediados de octubre de 1999, recibí carta de María Teresa Jovani. Era hija de don Fernando. En ella me comunicaba que su padre había fallecido el 26 de febrero de 1999. Aquel triste acontecimiento suponía perder una maravillosa oportunidad para dialogar sobre la vida y la muerte de la familia Jovani. Por suerte, y en consideración a mi interés por ellos, doña María Teresa me envió unos documentos, escritos años atrás por el propio don Fernando, en los cuales habla de su familia. Sirva este diálogo como homenaje a todos aquellos que han muerto, sin poder llegar nunca a explicar sus vivencias personales, y la de los suyos, durante la Guerra Civil española. Mi hermano Joaquín Jovani Avila nació, como todos nosotros, en Benicarló (Castellón). Trabajaba en la pequeña industria como autónomo. Estaba casado. Al morir contaba sólo con 27 años. Durante los primeros días del Movimiento fue detenido en Benicarló con otros 16 compañeros y encarcelados en una prisión improvisada en el Colegio de la Consolación. Se gestionó el rescate de los 17 detenidos, a base de una fuerte suma de dinero. Posteriormente, una vez liberado Joaquín Jovani, y viendo el cariz que tomaba la vida política del pueblo, y los primeros asesinatos de sacerdotes y religiosos por los milicianos del Comité local, decidió marcharse clandestinamente a Barcelona. En los últimos día de noviembre de 1936 fue detenido por una patrulla de control y conducido a la checa de San Elias de Barcelona. Fue asesinado el 5 de diciembre de 1936 en el cementerio de Monteada y Reixac. Mi otro hermano, Vicente Jovani Ávila, también nació en Benicarló (Castellón). Era sacerdote operario diocesano. En el momento de morir contaba con 24 años. Para poder habla más extensamente de mi hermano Vicente, he copiado el texto del Martirologio de la Hermandad de Sacerdotes Operarios, editado en 1945, por que aparece el testimonio del Rvdo. D. Enrique Llidó, que estuvo junto a mi hermano Vicente, desde el momento de la primera detención hasta que salieron del barco prisión "Río Segre", el día 9 de noviembre de 1936. Pasó unos días en Tarragona, seguramente aconsejado por nuestro tío D. Domingo Roig Marín, (posteriormente asesinado) quien apoyándose en la influencia de su cuñado D. Federico Domingo, (hermano de Marcelino Domingo, ministro de la República), gestionaron la libertad de mi tío Rvdo. Joaquín Jovani Marín, que a la vez era primo del mencionado Domingo Roig Marín. Conseguida la libertad de mi tío Joaquín, le llevaron a Barcelona con mi hermano Vicente. Éste se acomodó en la pensión que ocupábamos mi hermano Joaquín y yo mismo. O sea que por pocos días nos juntamos los tres hermanos en la misma casa. En esos días, inesperadamente nos visitó el P. Arbona, jesuíta, quien le facilitó formas y vino para celebrar Misa. Así que, en nuestra común habitación, diariamente, celebraba la Santa Misa, con sólo dos asistentes. Me llamaba la atención que se vestía con sus mejores ropas, sólo para ese menester; se servía de un vaso como cáliz y una cartulina cortada hacía las veces de patena. Aquellas eran Misas de catacumbas; la emoción se palpaba. El mes anterior, octubre, mi padre había dado su vida por la mía, y nosotros presentíamos para nosotros el mismo final, ya que por entonces en Barcelona, las Patrullas de Control, registraban pisos y pensiones y crecían los mártires en la Rabassada, Vallvidrera, Monteada, etc. Un día de los últimos de noviembre, vinieron de Benicarló, mi tío Domingo, siempre acompañado de su cuñado Federico, con una esperanzadora noticia; preparaban la salida de mi tío Joaquín y que posiblemente cupiera en el mismo vehículo, uno de nosotros tres. Más tarde nos darían más detalles, y se fueron. Mientras, nosotros, decidimos que si alguien se podía salvar que fuera mi hermano Joaquín, casado, con dos hijos, de menos de 2 años, el chico y cuatro meses la niña. Tal y como nos habían prometido, esa misma tarde, vinieron a recoger a Joaquín. Otro abrazo emocionado. Vicente que se va con ellos, para despedir a nuestro tío Joaquín, y adiós para siempre. Por lo poco que pudimos averiguar, es que les tendieron una emboscada, y fueron entregados a las Patrullas de Control de Poblé Nou. Después de los consabidos interrogatorios fueron encarcelados en la checa del Convento de San Elias, y el día cinco de diciembre los asesinaron en el Cementerio de Monteada y echados sus cadáveres en los pozos excavados al efecto, pues era muchos los asesinados diariamente.