Henrique Raposo, un crack del engaño que "jugó 20

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Siempre se las arreglaba para estar "lesionado".
Si se menciona a Carlos Henrique Raposo muchos no tendrán idea de quien es, pese a que estuvo en
grandes equipos de Brasil y Europa, y es que pocas veces estuvo en la cancha porque no sabía jugar pero sí
mentir muy bien para que lo contrataran.
Nnunca jugó un Mundial, no disputó la Copa Libertadores ni se coronó con ningún equipo, de
hecho, jamás fue futbolista. Aunque eso aparentó con éxito durante 20 años. Su historia,
contada por el periodista Tolo Leal en el sitio ?Libertad digital? es una de las más increíbles
que se conozcan en la historia del fútbol.
Se decía que Raposo era amigo de Ricardo Rocha, Edmundo, Renato Gaúcho, Romario,
Branco, Bebeto, Carlos Alberto Torres, quienes terciaban para que el falso futbolista
consiguiera sus oportunidades. Carlos Henrique, a su vez, creía en sus condiciones. Creía y
además lo hacía creer. Le decían ?El Kaiser?.
En 1986, firmó su primer contrato profesional con Botafogo gracias a Mauricio, su amigo de la
infancia y por entonces ídolo del club. Nunca jugó. Y él mismo lo explica: "Hacía algún
movimiento raro en el entrenamiento, me tocaba el muslo, y me quedaba 20 días en el
departamento médico. En esa época no existía la resonancia magnética. Cuando los días
pasaban, tenía un dentista amigo que me daba un certificado de que tenía algún problema. Y
así, pasaban los meses".
Pese a no jugar, no tuvo problema en firmar la temporada siguiente para Flamengo. ¿Cómo
hizo? Por su amigo Renato Gaúcho. Lo relata él mismo: "Sé que Kaiser era un enemigo del
balón. En el entrenamiento acordaba con un colega que le golpeara, para así marcharse a la
enfermería".
Por entonces, Raposo alimentaba su fama yendo a los entrenamientos con un enorme
teléfono móvil, simulando charlas en inglés con clubes y representantes del exterior. Cuando
por fin alguien que entendía el idioma se dio cuenta que las conversaciones carecían de
sentido, también descubrieron que su teléfono era de juguete.
Descubierta la treta y con la connivencia de algunos periodistas amigos, decidió partir a
México. Estvo en Puebla unos meses y luego se trasladó a Estados Unidos. Seguía sin jugar
un solo minuto. "Yo firmaba el contrato de riesgo, el más corto, normalmente de unos meses.
Recibía las primas del contrato, y me quedaba allí durante ese periodo", confesó.
En 1989 regresó a Brasil y fue convocado por el Bangú. En el que iba a ser su primer partido,
se las ingenió para pelearse con un hincha rival en la entrada en calor y fue expulsado. Al
cabo del partido, y antes de que el técnico pudiera reprocharle su acción, el estafador se
adelantó y le dijo: ?"Dios me dio un padre y después me lo quitó. Ahora que Dios me ha dado
un segundo padre ?refiriéndose al entrenador- no dejaré que ningún hincha le insulte". El
entrenador se conmovió y le renovó contrato por otros seis meses.
Con su habilidad para fingir, Raposo pasó por América, Vasco de Gama, y Fluminense.
¿Cómo hacía tantos amigos? Lo cuenta él mismo: "Nos concentrábamos en un hotel. Yo
llegaba dos o tres días antes, llevaba diez mujeres y alquilaba apartamentos dos pisos
debajo del piso en que el equipo se hospedaría. De noche nadie huía de la concentración, lo
único que teníamos que hacer era bajar las escaleras".
Luego de fugaces pasos por Palmeiras y Guaraní, Henrique, por medio de otro amigo, llegó
al Ajaccio francés. Casi queda en evidencia en la presentación misma, cuando en el estadio
lo recibieron con un montón de pelotas en el césped. Pero una vez más, salió ileso. "Salté al
campo, y comencé a coger todos esos balones y patearlos hacia los aficionados. Al mismo
tiempo saludaba y me besaba el escudo. Los aficionados enloquecieron. Y en el césped ya
no quedaba ni un balón".
Allí, sin embargo, no le quedó otra opción que debutar profesionalmente. Nunca jugó más de
20 minutos por partido, pocas veces en cada temporada en la que estuvo en el campeonato
francés. Y allí, con 39 años, se retiró. En sus casi 20 años de carrera, el Kaiser jugó un
puñado de partidos. Nunca en Brasil. Según el propio Henrique, son 20 o 30.
Siempre salía lesionado. Hasta en los entrenamientos. "No me arrepiento de nada. Los
clubes han engañado y engañan mucho a los futbolistas. Alguno tenía que vengarse por
todos ellos", cuenta, orgulloso, el mayor estafador de la historia del fútbol.
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