EL SÍ DE LAS NIÑAS”. COMENTARIO DE TEXTO COMENTE EL TEXTO SIGUIENTE RELACIONÁNDOLO CON LA OBRA COMPLETA A LA QUE PERTENECE, Y CON LA OBRA DE LITERATURA UNIVERSAL CORRESPONDIENTE QUE HAYA LEÍDO DON DIEGO. Voy a acabar, señora, déjeme usted acabar. Yo me hago cargo, querida Paquita, de lo que habrán influido en una niña tan bien inclinada como usted las santas costumbres que ha visto practicar en aquel inocente asilo de la devoción y la virtud; pero, si a pesar de todo esto, la imaginación acalorada, las circunstancias imprevistas, la hubiesen hecho elegir sujeto más digno, sepa usted que yo no quiero nada con violencia. Yo soy ingenuo; mi corazón y mi lengua no se contradicen jamás. Esto mismo la pido a usted, Paquita: sinceridad. El cariño que a usted la tengo no la debe hacer infeliz... Su madre de usted no es capaz de querer una injusticia, y sabe muy bien que a nadie se le hace dichoso por fuerza. Si usted no halla en mí prendas que la inclinen, si siente algún otro cuidadillo en su corazón, créame usted, la menor disimulación en esto nos daría a todos muchísimo que sentir. DOÑA IRENE. ¿Puedo hablar ya, señor? DON DIEGO. Ella, ella debe hablar, y sin apuntador y sin intérprete. El texto a comentar es un fragmento de El sí de las niñas, obra teatral del siglo XVIII, escrita por Leandro Fernández de Moratín. La obra se enmarca dentro del neoclasicismo español y, como la mayoría de obras de la época, tiene una intención didáctica. En este caso, el autor critica la costumbre que tenían muchas madres de casar a sus hijas con hombres mucho mayores, y de educarlas para ser sumisas, ocultando la verdad si es necesario. La obra responde al modelo de obra teatral neoclásica, pues respeta las tres unidades de acción (una única acción), de lugar (transcurre en un solo espacio) y de tiempo (la acción dura menos de 24 horas). La obra está dividida en tres actos, que responden al esquema de planteamiento-nudodesenlace. La trama de la obra gira en torno a una joven, Doña Francisca, de 16 años, a quien su madre pretende casar con Don Diego, un hombre de 59 años. Doña Francisca, educada en un convento, está enamorada en secreto de un joven soldado, Don Carlos, que resulta ser sobrino de Don Diego. Finalmente se resolverá el conflicto a favor de los sentimientos de los jóvenes. La obra apareció editada en 1805 y se estrenó en 1806. Fue prohibida por la Inquisición en 1815. Su autor, Moratín, había tocado ya los dos temas centrales de la obra (la educación de los jóvenes y la libertad de las mujeres para escoger maridos) en dos obras anteriores: “El viejo y la niña” y “El barón”. Además, escribió otras comedias, como “La Comedia Nueva” o ”La mojigata”. El fragmento a comentar se sitúa en el segundo acto, escena V, en la parte del nudo. Don Diego habla a la vez con Doña Irene (la madre) y con Doña Francisca (la hija). De hecho, Doña Irene no hace otra cosa que interrumpir. El tema de este fragmento es la sinceridad de los sentimientos de Doña Francisca. Don Diego pretende que Doña Francisca le diga si, a pesar de su educación (en el convento, con sus tías), se ha enamorado de otro hombre. Don Diego le pide a Doña Francisca sinceridad, algo para lo que ella, como se verá en la obra, no ha sido educada. Don Diego explica las consecuencias de que ella no sea sincera. El planteamiento de Don Diego es totalmente racional e ilustrado: afirma lo sincero de sus sentimientos, supone que su madre no querrá que ella sea infeliz y supone como natural que la joven pueda sentirse atraída por alguien más próximo en edad. Contrasta este planteamiento con la primera frase, dirigida a la madre (que siempre contesta en lugar de su hija) y con la intervención siguiente de la madre, pidiendo poder hablar, cuando Don Diego ha hablado a Doña Francisca. La respuesta con que acaba el fragmento define a la madre como “apuntador” o “intérprete”. Este fragmento resulta premonitorio del desenlace de la obra: Don Diego pregunta por la posibilidad de que haya alguien más en la vida de la joven. Don Diego habla de sentimientos, pide sinceridad y encuentra el silencio de la joven y las palabras de la madre, hablando siempre en lugar de su hija. La sinceridad, que no encontrará, tiene que ver con el título de la obra, “El sí de las niñas”. El fragmento, al igual que la obra, responde totalmente a las directrices del arte de la Ilustración. Se trataba de que el espectador recibiera mensajes claros que transmitieran verdades útiles para educar a la sociedad. Los personajes que se presentan son más propios de arquetipos que de individualidades definidas (algunos de ellos muy exagerados como Doña Irene). La obra, como ya se ha comentado, sigue las normas de unidad del teatro clásico, los personajes hablan con verosimilitud y, a diferencia del barroco, no existen muchas diferencias entre el modo de hablar de los criados (como los del fragmento) y los señores. Los conflictos se resolverán sin que en ningún momento los personajes se rebelen ante el orden y el respeto establecidos. En este sentido, la obra no rompe con la armonía social, sino que, al contrario, destaca cómo un elemento mal utilizado (el matrimonio de conveniencia) puede distorsionar la felicidad de las personas. El fragmento, en conclusión, muestra, por tanto, uno de los momentos fundamentales de la obra dentro del tercer acto, el del desenlace. La obra muestra las consecuencias tanto de los matrimonios hechos por conveniencia y sin amor, como de la educación que se da a las niñas. Por ello, el título de la obra (“El sí de las niñas”), resulta especialmente significativo. El fragmento en cursiva es el propio del texto. El resto es válido para cualquier texto. La obra de Molière que he leído es Tartufo. La obra explica las artimañas de una persona intrigante (Tartufo) que se hace pasar por buena persona y se aprovecha de la inocencia de Orgón para tratar de mandar en casa de este y hacerse con su fortuna. La obra se publicó en 1669, tras diversas polémicas con la Iglesia católica francesa. En cuanto a los aspectos formales, la obra se organiza en cinco actos, está escrita en verso y respeta las unidades de acción, lugar y tiempo. El esquema de la comedia sigue los pasos habituales de las comedias de Molière, que son los siguientes: - Dos jóvenes se aman y desean casarse. - El padre de ella, personaje negativo, se opone a la unión y le prepara otro matrimonio descabellado. - Ciertas personas sensatas (parientes, criados…) apoyan a los jóvenes y logran hacer triunfar su amor. La acción, a lo largo de los cinco actos, se desarrolla de forma muy hábil. Así, el primer acto es el planteamiento, en el segundo acto aparecen los primeros efectos negativos (en este caso, el amor amenazado), en el tercer acto se llega a un clímax con el aparente triunfo de Tartufo y en los dos últimos actos aparecen nuevas acciones y peligros que solo serán vencidos al final del último acto. Molière presenta un dominio de los giros inesperados de la acción. En la obra se pueden clasificar los personajes en dos grandes grupos. Por un lado, los personajes negativos, que son Tartufo, Orgón y la señora de Pernelle. Tartufo es el hipócrita hñabil y sin escrúpulos y los otros dos son los ridículos beatos, incapaces de ver la verdad hasta el final. El resto de personajes son los positivos: Elmira, la madre y Cleantes, el hermano; Damis y Mariana, los hijos, Valerio, el enamorado de Mariana, y Dorina, la doncella. Son los personajes que defienden la verdad, la moderación y los derechos del amor. Los personajes se caracterizan a través de lo que hacen, de lo que dicen y de lo que se dice de ellos. Para muchos, la intención de Tartufo es la crítica a la beatería (representada por Orgón y la señora de Pernelle), de la que se aprovecha Tartufo (que, en la primera versión de la obra, prohibida por la Iglesia, era un clérigo). Lo cierto es que la obra enfrenta dos maneras de ver el mundo: la beata e irracional frente a la racional. Autores ilustrados como Voltaire han señalado esta oposición. Especialmente en los discursos de Cleantes (ejemplo de virtud verdadera e ilustrada) frente a los de Orgón (ejemplo de devoción necia e irracional). Las comparaciones con El sí de las niñas son muchas. Por un lado, en el aspecto formal, Tartufo se escribe en cinco actos y en verso, mientras que El sí de las niñas se escribe en tres, y en prosa. En cuanto al resto de unidades, ambas obras respetan las unidades de acción, lugar y tiempo. En cuanto al desarrollo de la acción, en ambas obras se puede ver cómo hasta el final no se llega a la solución del conflicto, y que en muchos momentos de cada obra esta solución “feliz” parece inalcanzable. En cuanto a los temas e intenciones, parece claro que ambas obras pretenden demostrar que la razón debe triunfar frente a la sinrazón. En ambas obras, la razón es el amor entre dos jóvenes, y la sinrazón viene representada por elementos sociales que cada autor quiere criticar. En Tartufo se critica la beatería ciega y necia, mientras que en El sí de las niñas se critica la educación que algunas madres daban a sus hijas. En ambas obras existen también personajes “positivos” o racionales y “negativos” o irracionales. En Tartufo los personajes positivos serán más numerosos que en ESN. En ambas, los personajes “positivos” defenderán el triunfo del amor frente al matrimonio deshumanizado, impuesto y descabellado, con argumentos parecidos. En El sí de las niñas la principal diferencia es la implicación de uno de los personajes “positivos”, Don Diego, con la propia acción. Don Diego, en El sí de las niñas es juez y parte y actúa anteponiendo lo racional a sus propios intereses personales. En cuanto a los personajes “negativos” (Orgón y la señora de Pernelle en Tartufo y Doña Irene en El sí de las niñas), en ambas obras ponen trabas al amor libre y puro de dos jóvenes, basándose en principios que cada autor ridiculiza de manera clara y exagerada. Tan exagerada es la beatería inocente de Orgón como los argumentos de Doña Irene para defender el matrimonio de su hija de 16 años con un sesentón. En ambos casos, por tanto, los autores toman partido sobre aquello que presentan y por ello se puede hablar de intenciones parecidas: criticar actitudes o vicios anticuados, perjudiciales y no basados en la razón.