ESPANTOS DEL BICENTENARIO EXPLORADORES DEL GUACACAYO INSTITUCIÓN EDUCATIVA FUNDADORES Grado 9 PROGRAMA HISTORIA HOY: APRENDIENDO CON EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA GIRARDOT 2010 ESPANTOS DEL BICENTENARIO Responde a la pregunta No. 52: “Si ahora los colombianos creemos en mitos y leyendas como la patasola, el patetarro, el mohán y la madremonte, ¿en qué mitos y leyendas creían los colombianos en ese entonces?” (Abraham García Sierra, Grado 8, Medellín, Antioquia). EXPLORADORES DEL GUACACAYO INSTITUCIÓN EDUCATIVA FUNDADORES Docentes LIC. EDISSON OSORNO BUITRAGO ESP. ANA CELMIRA TOVAR ARIAS LIC. CARMENZA GARCIA BARCO Estudiantes ANGIE TATIANA CASTELLANOS T. MICHELL DAHIANA PEÑA B. JESSICA TATIANA CUBILLOS G. MARÍA CAMILA GALLO AMAYA LINA FERNzANDA NAVARRO E. JUAN DAVID TINJACÁ OLAYA KEVIN DUVÁN FONTALVO L. JASBLEYDY YUREY CUBILLOS G. ANGIE KATHERINE CARREÑO M. BIBY MARCELA HERNÁNDEZ M. Asesora de línea LUISA CANTOR PROGRAMA HISTORIA HOY: APRENDIENDO CON EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA GIRARDOT 2010 INTRODUCCIÓN Este hermoso proceso de investigación que describimos, es el producto del esfuerzo mancomunado de un grupo de niños y jóvenes, quienes con sus docentes de diferentes áreas, manifestaron un interés grande por conocer la historia. Así como aprender con el bicentenario y saber mucho más de la metodología de la investigación, de la cual tenían un concepto muy bueno, pero a la vez se sentían muy lejanos a una oportunidad dentro de ella. Para dar inicio tenemos como referente inmediato que nuestro contexto educativo, la Institución Educativa Fundadores Ramón Bueno y José Triana, del municipio de Girardot, Cundinamarca, participó con éxito en la primera etapa del concurso nacional Historia Hoy: Aprendiendo con el Bicentenario de la Independencia. Se entregó una de las doscientas preguntas seleccionadas, hecho que despertó un importante movimiento en torno al tema del bicentenario y la investigación entre la comunidad educativa, pero especialmente entre los estudiantes. Este creciente interés al interior de la institución, nos llevó a presentarnos a este segundo momento, en el cual nuestro grupo de investigación Exploradores del Guacacayo, se dio a la tarea de responder una de estas doscientas preguntas. El trabajo se desarrolló dentro del marco de la investigación en ciencias sociales y a partir del trabajo sobre el tema del bicentenario elaborado por las diferentes áreas del conocimiento. Al tener en cuenta las particularidades e intereses de los miembros del grupo de investigación, seleccionamos la pregunta presentada por Abraham García Sierra, del 8.º de Medellín, Antioquia. Si ahora los colombianos creemos en mitos y leyendas como la patasola, el patetarro, el mohán y la madremonte, ¿en qué mitos y leyendas creían los colombianos en ese entonces? Éste ha sido punto de partida para la respuesta de investigación que ahora planteamos y con la que esperamos satisfacer el creciente interés sobre tradición oral dentro de nuestra institución educativa, nuestra región y en general dentro del contexto colombiano. Al respecto debemos señalar que la investigación cuenta con tres elementos fundamentales por desarrollar. El primero, el rastro de estos mitos y leyendas en la historia del bicentenario, es decir, conocer de forma concreta la respuesta a la pregunta seleccionada. Como segundo elemento está el uso que se les dio a estos mitos dentro de los diferentes sectores de la población. El tercer elemento es hacer una comparación entre la importancia la importancia que ellos tenían con la trascendencia que tienen hoy. El proceso que adelantamos se trató de una tarea ardua, donde todos los miembros del grupo nos comprometimos con la búsqueda de fuentes. La confirmación de datos, el análisis de las diferentes posibilidades y evidencias, así como el cumplimiento de los parámetros dispuestos por el Ministerio de Educación Nacional y su Programa Historia Hoy. Como resultado entregamos una muy buena compilación de evidencias que, de manera muy clara, muestran una respuesta lógica y coherente a las hipótesis formuladas. De allí que le invitemos a conocer en detalle este proceso, anticipando que dentro de él se encuentran consignados importantes elementos de nuestro legado cultural, nuestra tradición oral y nuestro creciente interés por reconocer el pasado para valorar el presente y proyectar el futuro. CAPÍTULO I LO QUE IMPLICA HABLAR DE ESPANTOS Hablar y estudiar la historia es hablar y estudiar la vida de un pueblo. Ver lo que le ha permitido trascender desde su origen y como ha llegado a ser una estructura social organizada. Cuando a esta labor se le agregan estudios sobre elementos tan valiosos como la tradición y la cultura, ella trasciende aún más, hasta consolidarse como el eje fundamental en el conocimiento, valores y principios fundamentales de las comunidades. De allí que este trabajo cobra gran valor y se convierte en elemento transformador de la realidad. Es por ello que al permitirnos investigar la historia de la cultura, podemos estar seguros de estar abriéndonos paso en un contexto donde todo lo que se desarrolla tiene un gran valor y en donde cualquier esfuerzo, por pequeño que parezca, se convierte en relevante dentro el marco de la formación integral de la persona. De allí que adelantar esta labor en un equipo de trabajo, tan diverso y complejo como Exploradores del Guacacayo dentro del Programa Historia Hoy, resulta una experiencia de doble satisfacción. Por un lado, está el poder conocer la historia de nuestra cultura y nuestras tradiciones. Por el otro, está aprender y enseñar un poco de cada uno de nosotros durante el proceso. Para entender de lo que hablamos, es necesario tener como punto de partida los elementos que motivaron esta tarea. Éstos inician con nuestra participación en la construcción de las preguntas, seguido de la inclusión de una de nuestros interrogantes entre los doscientos seleccionados. Además del auge del Bicentenario, muy bien direccionado en su estrategia comunicativa como el interés creciente por saber qué es investigación y cómo se conforma un semillero. Así mismo, motiva el acompañamiento durante el proceso, el creciente interés por la historia y por las temáticas seleccionadas, la difusión de las etapas del concurso y nuestro interés de llegar al Foro Nacional, luego del esfuerzo en una comunidad educativa sin trayectoria, ni antecedentes en el campo de la investigación. Otra de las motivaciones es la oportunidad de transformar mentes, que normalmente están alejadas de la investigación y de la historia misma. La necesidad de mantener unido un grupo de niños y jóvenes con intereses muy variados y con diversas limitantes que, en ocasiones, dificultan la labor investigativa. De allí que el elemento fundamental de dicha motivación haya sido la selección del ámbito, el tema y la pregunta, con miras a que la experiencia se enriqueciera en la práctica y lograra salir del normal complejo de la investigación en las ciencias sociales. Luego de esta descripción, señalamos que la temática seleccionada por nuestro grupo de investigación es, en un principio, la tradición oral. Es pertinente entender que su documentación es compleja y que, de acuerdo al tema central del estudio del bicentenario, las fuentes primarias no abundan. Por el contrario, requieren de un extenuante trabajo de consulta, la inferencia y la creatividad para situar dichas fuentes, de tal manera que permitieran llegar a información valiosa para el análisis del problema de investigación planteado. De forma específica indicamos que dicha tradición oral, motivada por la pregunta número 52, acerca de las creencias sobre mitos y leyendas, nos lleva precisamente a pensar en cuáles eran aquellos predominantes en 1810. Sí los había, sí son los mismos que hoy conocemos aunque han variado, sí hay evidencias de ellos, ¿cuál era el uso que se le daba a ellos en este momento histórico?, ¿cuál era su importancia y su uso?, ¿siguen siendo el mismo actualmente? Desde luego la reflexión del grupo de investigación ha abordado la importancia de los mitos. Ésta es documentada por Dimezil , quien dice: El país que no tenga leyendas, dice el poeta, está condenado a morir de frío. Es muy posible. Pero el pueblo que no tenga mitos está ya muerto. La función de la clase particular de leyendas que son los mitos es, en efecto, expresar dramáticamente la ideología de que vive la sociedad, mantener ante su conciencia no solamente los valores que reconoce y los ideales que persigue de generación en generación, sino ante todo su ser y estructura, los elementos, los vínculos, las tensiones que la constituyen; justificar, en fin, las reglas y prácticas tradicionales sin las cuales todo lo suyo se dispersaría (citado por Carreño, “Mitos cosmogónicos”, s.f.) Ello visto desde la relación con la historia y las ciencias sociales, trasciende de la simple creencia, por demás histórica, de las personas sobre personajes fantásticos horripilantes, hacia un reconocimiento de lo mítico y legendario como base que dota de identidad a una comunidad. Su estudio entonces, es un aporte sumamente valioso para la comprensión histórica de las creencias y de la idiosincrasia que prevalece y prevalecerá por mucho tiempo. Por ello, esta labor de identificación y valoración de los mitos y leyendas del Bicentenario tiene un trabajo bastante complejo, más aún si se tiene en cuenta que no abunda bibliografía al respecto y que, al contrario, las fuentes primarias pueden ser analizadas e inferidas en los relatos que como tradición oral, han sido traídos como legado de generación en generación. Así pues, presentamos a continuación el resultado de esta investigación que, como experiencia pedagógica realizada por estudiantes y docentes de secundaria de la Institución Educativa Fundadores del municipio de Girardot, nos resulta motivo de gran orgullo. Cada vez que consideramos, hemos construido para estas preguntas, una respuesta coherente. CAPÍTULO II DE LA EXISTENCIA DE LOS MITOS Y LAS LEYENDAS EN EL PERÍODO DE LA INDEPENDENCIA. Empecemos anotando que la pregunta inicial del joven Antioqueño, afirma la existencia de personajes míticos y legendarios en la vida de nuestro territorio hace doscientos años. Si analizamos el contexto general, encontramos que estas creencias son comunes en todos los rincones del país y ello es un punto de partida muy claro para lo que buscamos. En ese orden de ideas, resulta importante para nuestra respuesta la información que tenemos de estos personajes que hacen parte del legado cultural del pueblo colombiano. A este grupo de personajes míticos y legendarios les hemos llamado, cariñosa y respetuosamente, ‘los espantos del bicentenario’ y en el presente capítulo queremos identificarlos. Para el desarrollo de esta investigación, ha sido necesario el manejo de una serie de fuentes primarias y secundarias, las cuales han entregado tanto rastros puntuales como dispersos. El grupo se ha ocupado de la clasificación de los rastros, desde los más evidentes hasta aquellos que han requerido un análisis que desde lo histórico, permitiera ubicarles en el tiempo de la Independencia. De este proceso vale rescatar el interés de los estudiantes por la lectura de la literatura de la época, básicamente de las crónicas, las novelas y la poesía. Así mismo, ha sido importante el papel de historiadores locales, obras de recopilación histórica, pinturas y, desde luego, las historias recogidas durante el trabajo de campo por medio de entrevistas. Por ello, podemos empezar respondiendo que para identificar los espantos del bicentenario, debemos remontarnos a la Colonia, especialmente a lo que se refiere al inicio de la fundación de las ciudades y pueblos de la Nueva Granada. También es importante tener en cuenta el resultado de esta organización en el tiempo inmediatamente anterior al 20 de julio de 1810. Es de dominio popular el conocimiento de, por lo menos, tres tipos de población dentro del primer momento que mencionamos; los indígenas sobrevivientes de la férrea conquista, los negros provenientes de África con el rótulo único de esclavos y los españoles. Teniendo en cuenta algunos estudios presentados por el equipo de Hispanoteca (“La organización política de la Colonia”, s.f.), esta población varía durante el final del período colonial. Para este momento la población era complementada por mestizos, mulatos y zambos, esto sin contar a los extranjeros diferentes a los españoles, quienes en suma configuraron todo un amasijo de diversidad cultural. Por ello, para identificar en primera instancia cuáles eran los espantos del bicentenario, nos resulta necesario reconocer que dentro de este marco de diversidad, podríamos mencionar, por lo menos, tres grandes grupos de creencias y así mismo tres líneas en la herencia de tradición oral. Por esto mencionamos a continuación los nombres de los espantos de los cuales se cuenta con documentación, clasificados por nosotros de acuerdo a su origen. Dentro del grupo de los espantos de origen indígena, encontramos una de las principales herencias culturales de nuestro país. Muchos de ellos no son muy conocidos en la tradición oral colombiana, pero cobran validez en algunas regiones, especialmente, en los territorios indígenas que han sobrevivido. Cabe agregar que la antigüedad de estos personajes data de mucho antes de la Colonia e, incluso, de la misma Conquista. Así como es importante resaltar que su reconocimiento en la actualidad, con contadas excepciones, no es de dominio popular. Teniendo en cuenta que se trata de un número mayor a cien, destacamos los principales. —Chiminigagua: en el centro del país se le reconocía como el supremo creador de todas las cosas, quien con el aliento de grandes aves negras dio la iluminación al cosmos (Ocampo, 2008, p. 40). Actualmente se le relaciona con Bachué, la madre de la humanidad, sin que ello sea del todo cierto1. —Madre Mar (pp. 40-41): en la Sierra Nevada de Santa Martha, los indígenas kogis la han considerado la madre de la vida. Este personaje aún mantiene su vigencia. —Tarzitzetze y Carabagí: padre e hijo, dios de dioses y dios de la tierra respectivamente, quienes lucharon a muerte por la supremacía del planeta con triunfo de Carabagí, todo ello de acuerdo con la cultura catía de Antioquia y Chocó. Estos personajes se mantienen dentro de las creencias de las poblaciones indígenas, así como Euandama, cuerpo del sol, con quien se explica el origen de las razas (Vélez, 1982, pp. 23-40, 143-144). —Mareiwa: personaje principal de la existencia entre los indios guajiros, creador del mundo y padre de los indios (Gutiérrez, 1963, p. 91). 1 La afirmación acerca de la contradicción se da por la aparición de una nota en la obra San Dionisio de los Caballeros de Tocaima, referida por el historiador Miguel Ángel Rico. (ver Anexo 4) —Fusiñamuy, Husiniamui y Taife: principales personajes de la creación, el sol y el mal respectivamente, dentro de la cultura de los huitotos (Ocampo, 2008, pp. 45, 54-55). —Fura y tena: dioses indígenas de la cultura de los muzos en la zona esmeraldífera de Boyacá. Padres de la tierra, la agricultura y las piedras preciosas (p. 47). —Puru: dios creador del mundo de los indígenas de los Llanos Orientales relacionado con la actividad social del río Orinoco(Padre Fabo, citado en Ocampo, p. 46). —Locomboo y Nacuco: Creador de las cosas y creador del mundo respectivamente, personajes vivos en las creencias de los pijaos en la región del Tolima y Huila (p. 47). —Bochica y Yurupary: grandes nombres de la mitología colombiana, vigentes y muy reconocidos como personajes de las culturas del centro y sur del país. Los dos civilizadores, el primero, un hombre viejo de barba blanca, y el segundo ilustrado por Stradelli (1888) como el hijo de la fruta o de la bruja(pp. 63-64). Dentro de los personajes restantes se destaca una gran cantidad de espantos en forma de animal, de lo cual señalamos un predominio de la serpiente, el pez de los ríos y algunos animales salvajes propios de la región. Éstos no adquieren calidad de espanto, pero sí de historia mítica, de acuerdo con los estudios anteriormente referenciados. Del mismo modo, es importante destacar la tendencia a la protección y el respeto por los accidentes geográficos, los fenómenos naturales, la cosmología y el carácter aterrador de la mayoría de estos personajes. Su historia por lo general destaca poderes extraordinarios de adivinación, sanación, sabiduría y acompañados de mucha crueldad. Desde luego, al hablar del período de Independencia, es necesario reconocer la gran presencia de influencia hispánica en lo que hoy es nuestro territorio. Básicamente su mitología y sus espantos, guardan relación con la influencia histórica de las grandes civilizaciones clásicas europeas. Estos personajes de mitos y leyendas traídos del continente europeo tienen un origen muy similar al de los indígenas, aunque en la práctica se puede suponer lo contrario. De ellos se destacan los espantos de la cosmología, de la brujería, algunos animales salvajes y rasgos de poder. Sin duda la influencia de la cultura griega se refleja en ellos, pero alimentada por el inmenso ego propio de una nación conquistadora y colonizadora. Por su poca vigencia y escasas fuentes que permitan precisar los detalles y su lejana relación con la mitología actual, solamente destacamos algunos. —Duendes y gnomos: espantos de características muy propias del Medioevo, se trata de pequeños hombrecillos guardianes de secretos y tesoros de las familias y poblaciones europeas. Se trata además, de seres traviesos que aparecen en los pueblos y ciudades repentinamente. Sin duda los duendes son la principal herencia mitológica hispánica que se puede reconocer aún en nuestro tiempo, no solamente en Colombia, sino también en la mayor parte de las antiguas colonias españolas(“Gnomo”, s.f.). —Las Amazonas: estas mujeres gigantescas que vivían en un territorio sin hombres y que obedecían a un monstruo enorme que representaba el sol, siempre estuvieron relacionadas con las creencias de los expedicionarios españoles. Estos espantos aún son reconocidos en culturas del sur del país y en países vecinos(Ocampo, 2008, p. 200). Otro de los espantos que se pueden acercar a este estudio, tienen que ver con las creencias en árboles sagrados, elixires de la juventud, espacios geográficos como El Dorado, personajes como caníbales y pueblos inexplicablemente salvajes. Ha señalado Ocampo, que la idea de poder encontrar este tipo de personajes, parajes y poderes, motivó enormemente en su tiempo a los conquistadores y a la exploración geográfica de nuestro territorio. Aunque en menor proporción los africanos, traídos abruptamente a nuestro territorio, también tenían un compendio de creencias en espantos. Lo habitual podría ser que se tratase de mitos muy lejanos a nuestra realidad. Sin embargo, la descripción de algunos de ellos nos aclarará la cercanía enorme a muchos de los espantos que conocemos hoy en día. —Olurú, Shuku, Mawu y Nyame: personajes de diversas culturas asentadas en nuestro territorio, cuya particularidad es la calidad de creadores de los diferentes pueblos africanos. Su vigencia en el hoy es evidente entre las comunidades más relacionadas con los zambos y las minorías de origen netamente africano presentes en el país. Se trata en su mayoría de enormes hombres de fuerza y sabiduría extrema; benévolos con su pueblo y arduos trabajadores (Deschamps, 1962, pp. 33-52). —Faro y Pemba: éstos son los dioses de la organización y la tierra respectivamente. Amma es un famoso dios de la creación en los pueblos del sur de África, de amplio reconocimiento en las culturas afrodescendientes en toda América Latina(Ocampo, 2008, p. 224). —Woklos-u: equivalentes a los duendes, son hombrecillos que merodean las vecindades y roban alimentos. La diferencia es que son seres negros de cabeza muy grande (p. 227). De acuerdo con Ocampo (p. 228), estos espantos nos señalan una enorme influencia de los afroamericanos en la tradición oral de Colombia, principalmente, en regiones como la Costa Atlántica, Costa Pacífica, valles del Magdalena, Cauca, Atrato y Patía. Dentro de la observación realizada en el proceso de investigación, se identifican como espantos de mayor trascendencia dentro de éstos los duendes, las amazonas, Bochica, Yurupary, Chiminigagua y Amma. A esta altura del ejercicio, se puede asegurar que éstos son algunos de los mitos y leyendas conocidas en el tiempo de la Independencia, de los cuales algunos se reconocen en el hoy de forma popular. Sin embargo, quisimos indagar acerca de los espantos de ahora, si ellos también existían o si, por el contrario, se trata de espantos nuevos nacidos de nuestra propia idiosincrasia y creatividad. Los resultados de esta búsqueda nos pusieron frente a algunas fuentes muy valiosas y el análisis de dicho trabajo lo presentamos a continuación. CAPÍTULO III DE LOS RASTROS DE NUESTROS ESPANTOS ACTUALES EN ELTIEMPO DE LA INDEPENDENCIA Si bien se ha recopilado hasta el momento una información muy valiosa sobre los espantos que tienen un rastro que los ubica en el tiempo de la Independencia, la pregunta que se formula dentro del grupo de investigación tiene que ver con los mitos y leyendas clásicas de nuestra tradición oral. Esos que son de dominio popular y se tienen en el imaginario de las comunidades en las diferentes regiones del país, Los mismos que han sido recopilados en volúmenes junto con sus habilidades, características e iconografía y tienen un rastro que nos pueda asegurar su presencia en este mismo momento histórico. Por ello buscamos otras fuentes y, si bien no logramos ubicar el momento exacto del nacimiento del espanto como tal, logramos establecer algunos rastros dejados por ellos en documentos de orden histórico y literario. Así como en el contexto de la tradición oral de diferentes regiones, con especial énfasis en el centro del país. De estos espantos clásicos queremos mostrar sus huellas en la historia a partir de, por lo menos, una de dos condiciones que les dan valor dentro de los propósitos de la investigación: la primera, por supuesto, tiene que ver con que el espanto cuente con una documentación suficiente de su presencia en el tiempo de la independencia; y segundo si tiene una huella en el compendio cultural trascendido de generación en generación y encontrado, o inferido, en la exploración de campo sobre la tradición oral. Así pues, nos permitimos mostrar lo encontrado. —El Mohán: este espanto propio de nuestra región y de todas las zonas rivereñas del río Magdalena, ha dejado por lo menos tres rastros en la historia que permiten ubicarlo por lo menos doscientos años atrás. El primer rastro fue encontrado en la narración de don Marco Antonio Suaza de setenta y cuatro años, pescador de la rivera del río Magdalena durante toda su vida. Él señala que su abuelo Marco Antonio, manifestaba permanentemente que una de las historias familiares más valiosas fue la captura de su abuelo José Antonio Suaza por parte del Mohan, en una noche de octubre, mientras se dedicaba a la pesca (“Entrevista a Marco Antonio Suaza”, 2010). Cuenta la historia que don José de sesenta y ocho años estaba listo para retirarse a descansar en una noche de muy buena pesca, cuando de una moya (remolino) del río brotó una balsita pequeña y llena de huecos que, inexplicablemente, se mantenía a flote. Relata cómo este hombre peludo y desnudo saltó repentinamente sobre la humanidad de don José y lo hundió con toda su pesca hacia el fondo del río donde lo retuvo por lo menos el resto de la noche. Narra cómo logró escapar de sus garras perdiendo toda la pesca; y como desde ese día no volvió a pescar en las horas de la noche. Si bien la historia no habla del período de la Independencia, es válida si se cuenta con los setenta y cuatro años del pescador, la edad del abuelo, más los sesenta y ocho años del bisabuelo, que en suma se pueden resultar más de doscientos años de antigüedad. Como dato importante se menciona que el nombre mohán no era utilizado por el bisabuelo y sí por el abuelo, lo que puede hacer pensar que este nombre es relativamente nuevo para un espanto antiguo. Otros relatos del río y los pescadores no logran apoyar la precisión sobre el tiempo, pero sí las características del espanto. Ello parece convalidarse con el segundo rastro encontrado sobre el mohán, el cual está documentado en la obra El Carnero de Juan Rodríguez Freyle de la siguiente manera: […] en uno y otro caso, no hay que tomar en serio lo que al respecto diga don Juan. En los sermoncillos mitad bíblicos sobre sus santos y sus milagros; y mitad mitológicos sobre hombres de cabellos abundantes a la orilla de los ríos, todos ellos casi siempre ejemplarizantes(“Un cautivo de la rutina colonial”, 1962, p. 37). Esta descripción corta hace entender que existía una caracterización muy parecida a la hecha anteriormente sobre el Mohán, igualmente sin el nombre con el que hoy se conoce. El tercer rastro del que hablamos es el de la obra San Dionisio de los Caballeros de Tocaima2, la cual habla sobre el descrédito que hacían los curas y monjes de la población de Tocaima sobre la veracidad de las historias ocurridas con el hombre negro de la orilla del río, en este caso refiriéndose al río Bogotá. —El cura (o el monje) sin cabeza: el relato sobre la existencia de un espanto sin cabeza es clásico en diferentes culturas. Siguiendo el rastro de esta historia en nuestro contexto, nos encontramos con la narración del historiador Miguel Ángel Rico3, en el municipio de Tocaima (Cundinamarca), una población con más de cuatrocientos años de historia. Él relata cómo en el tiempo de la Colonia, se asentaron en Tocaima diferentes grupos de clérigos, quienes tuvieron la idea de crear un colegio para la formación, de personas adineradas, en primeras letras y en teología. Una de las típicas historias inventadas por estos religiosos es la del cura sin cabeza, el cual cuentan murió dentro del recinto al perder 2 Nota en la obra San Dionisio de los Caballeros de Tocaima, referida por el historiador Miguel Ángel Rico. (ver Anexo 4) 3 Entrevista Anexo 4. aparatosamente su cabeza que cual nunca ha sido encontrado. Se cuenta que en las noches sale a buscar por la vecindad del colegio. Ello con el fin de que los estudiantes internados no tomaran el hábito de salir en medio de la oscuridad. Igualmente, cuenta el historiador cómo este relato hacía parte de las celebraciones típicas de la época Colonial. A él se le hacían rezos y ruegos para que descansara en paz y no asolara a los jóvenes. Se le atribuían muertes, sobre todo de personas que en vida le habían encomendado misas y que se habían olvidado de sus compromisos y penitencias. Un nuevo rastro aparece en la obra de Ocampo, quien apunta que: “Es un mito que viene desde la época colonial y que aparece en las horas de la madrugada o en las noches oscuras y tenebrosas (Ocampo, 2008, p. 286).. La patasola: este espanto típico de los departamentos del Tolima y Antioquia, tiene muy pocos rastros de su existencia en la época Colonial; de hecho, el trabajo de campo no logra ubicarla directamente en el tiempo de la Independencia, aunque sí amplían en diferentes connotaciones del mito, que pueden apoyar su rastreo. Sin duda alguna, la mayor aproximación la hace la alusión que a este espanto antropomorfo hace Tomas Carrasquilla en su obra La Marquesa de Yolombó, la cual señala que su existencia es tan antigua y cierta dentro de la región minera de Antioquia, que causaba igual impacto entre los negros y los blancos, refiriéndose a estos últimos en el marco de la ocupación europea durante la Colonia. —La Madremonte: al hablar de este espanto y su presencia en el tiempo de la Independencia, debemos tener en cuenta que se trata de un mito igualmente clásico y antiguo de todas las regiones y varios países de América Latina y Europa, en el afán de contar con un espanto protector de la tierra frente a la amenaza permanente de la explotación del hombre. y fenómenos geográficos. Su rastro se le atribuye a la narración del maestro Augusto Servera Castañeda, sobre mitos del La versión colombiana conserva estos rasgos y le atribuyenTolima, poderesquien frenteubica a catástrofes su a la origen en del la maestro naturales y fenómenos geográficos. Su rastro se le atribuye narración tradición oral de los municipios del Espinal y Purificación de por lo menos 10 generaciones. Augusto Servera Castañeda, sobre mitos del Tolima, quien ubica su origen en la tradición oral de los municipios del Espinal y Purificación de por lo menos diez generaciones. La Madre de Agua: este espanto tiene por concepción misma un origen colonial, toda vez que narra la historia del amor entre una bella joven española y un indígena, el cual tuvo como fruto un hijo a quien los padres de la joven ahogaron en el río frente a sus padres. La madre se lanzó al río con el deseo de morir junto a él y se convirtió en espanto de carácter vengativo y cruel. La caracterización más completa de este personaje y su historia se encuentra en la obra Por aguas y pedrejones del escritor colombiano Tomás Carrasquilla. Las brujas: estas mujeres hechiceras son tal vez los espantos más propios de todo el pueblo colombiano. De ellas se habla y escribe mucho, de sus poderes, de sus intereses, de su aspecto físico y, por supuesto, de su omnipresencia. De ellas hay cientos de rastros. Entre los cuales se destacan los del orden literario en la poesía y novela de la época, en la historia de la Inquisición, en la tradición oral con múltiples apariciones, pero entre los más puntuales, refiriéndonos directamente al propósito de investigación nombramos cuatro: El patio de las brujas y algunos duendes (Otero, 1947), Brujerías y hechicerías del Nuevo Mundo (Miramón, 1945), Simón el Mago (Carrasquilla, 1988) y Bruja Hechicera (Rodríguez, 1983). El Diablo o el Mandingas: este espanto de origen religioso, traído por los españoles, tiene diferentes personificaciones. Bien puede aparecer con cachos y cola o puede ser que se le conozca como un hombre sumamente horrendo que se aparece a la gente que obra mal, o a pactar negocios con gente poderosa. El Mandingas es el mismo personaje pero en la raza negra. Su documentación es amplia dentro del trabajo de campo de la investigación, al tiempo de tratarse de un espanto de conocimiento popular. Para su origen que data de cientos de años y su manifestación en Colombia, se destaca la obra de la junta del Carnaval del Diablo en Riosucio (Marulanda, 1979). El Tunjo: éste es uno de los espantos propios de la época Colonial en donde había un interés general por el oro y los demás metales preciosos. La evidencia de su existencia en el tiempo de la Independencia fue encontrada en la obra de Ocampo, donde se señala que éste es un mito de origen islámico que los españoles relacionaron con los duendes al llegar a América (Ocampo, 2008, p. 280).. El Cazador: es la típica historia del espanto de la escopeta en el campo. En nuestro territorio se representa como un hombre triste que divaga por los campos del Tolima con un perro acompañante. Como evidencia de su existencia en la Colonia, Ocampo (p. 281) lo relaciona con el Cazador negro que habita los bosques de España. Igualmente, lo ubica en las celebraciones del Viernes Santo en las que era prohibida toda actividad de cacería. —El Perro Negro: este animal espantoso se ubica en las antiguas construcciones de la Iglesia católica en Tunja. Su evidencia está registrada en una obra de Otálora (1939, pp. 130-150), donde lo hace representante de la maldad. Se trata de un animal inmenso con enormes cadenas colgadas a su cuello. —El Ánima Sola: este último espanto encontrado dentro de la historia del bicentenario, aparece con la llegada de los españoles a nuestro territorio, exactamente cuando la religión católica profesaba la existencia de un purgatorio donde las almas penan por asuntos pendientes o inconclusos en vida. De acuerdo con Ocampo (2008, p. 304), ellas divagaban por las casas campesinas y urbanas de la Colonia, de la misma manera en que lo hacen ahora, buscando un descanso para su alma, mientras indican el ocultamiento de guacas, entierros y tesoros. Como hemos planteado con anterioridad, son muchos los espantos que se han quedado fuera de esta compilación, debido a la imposibilidad de encontrar evidencias claras de su presencia en la época de la Independencia. Testimonios variados hablan de muchos rastros que les caracterizan, pero solamente se describe el mito, las experiencias con él, pero no su origen. Tal es el caso de la Candileja, el Patetarro, la Llorona, el Hombre Caimán, el Sombrerón, por nombrar algunos. De ellos pareciera que su origen data de finales del siglo XIX y o principios del siglo XX. Ahora queremos plantear un corto análisis de cuál era el uso que se le daba a estos espantos por parte de la sociedad de la época, con el ánimo de entender un poco su evolución e importancia en el hoy. CAPÍTULO IV DEL USO SOCIAL DE LOS ESPANTOS EN EL AYER Y EN EL HOY Queremos en este capítulo plantear algunos de los interrogantes más comunes dentro del proceso de investigación, así como los proyectos de respuesta que hemos encontrado con su desarrollo. Primero nos preguntamos cuál era su importancia dentro de la población de la época y si ésta es similar a la que tienen hoy. A manera de respuesta, queremos plantear que su importancia radicaba en el hecho de que, de alguna manera, en una sociedad con un bajo nivel educativo, los espantos en los mitos y las leyendas le permitían entender o deducir los diferentes fenómenos de su realidad, aunque de manera errada. Es válido decir que ellos tenían un carácter aleccionador, donde se pretendía explicar las causas y las consecuencias de las acciones del hombre y su interacción con el entorno. Entonces el nivel precario de formación científica en el grueso de la población, permitió una enorme proliferación de todas las creencias tradicionales de los tres grupos raciales presentes en la Nueva Granada, junto con el resultado del mestizaje. Igualmente, podemos considerarles importantes para la cultura y la identidad social, pues los espantos les hacían diversos y multiculturales al punto de que, por más que la naturaleza de estos personajes pudiera tener muchos puntos de acuerdo, su universalidad dejó ver una inmensa riqueza en lo tradicional. Del mismo modo, han sido importantes para la época, ya que permitieron la trascendencia del legado cultural de los pueblos. Ello tuvo la ayuda de una conducta excluyente de la mayoría de los sectores de la población, especialmente por parte de los europeos. Este legado les permitió conservar tradiciones a pesar del atropello constante de la Iglesia y la monarquía en nuestro territorio. Frente que son hoy estos espantos, podemos señalar que las cosas son muy diferentes, ya que si bien, como se ha evidenciado, la riqueza mitológica y la tradición oral aún se conservan importantes, dicha importancia ha dejado de ser ingenua. La exploración permanente de la ciencia y el afán del hombre por clarificar los fenómenos de la vida, así como el papel preponderante del acceso a la educación, han hecho que sean parte del folclor, del acervo cultural y de la historia. Cada vez son menos las personas que creen fervientemente en alguno de estos espantos y los que quedan suelen tener como factor común la escasa formación académica y científica. Igualmente, con la caída del auge religioso, otros personajes mitológicos de la vida de las comunidades en el hoy, especialmente en la ciudad, han empezado a crear y a creer en nuevos paradigmas. La ciencia explica el origen de la vida y el mito repasa la historia de lo que antiguamente era considerado como real. Otro de los interrogantes tiene que ver con el uso que se le dio a estos espantos en el período de la Independencia y su diferencia con su uso actual. Al respecto hemos entendido que la posición de la Iglesia, por ejemplo, era la de la manipulación. Las comunidades religiosas utilizaron a su antojo el tema del Cura sin cabeza, el diablo, las brujas, entre otros; para doblegar la voluntad del pueblo, sobre todo de los más ingenuos. Por su parte, las comunidades utilizaron clandestinamente los espantos, con el ánimo de propender por la conservación del legado cultural propio y para mantener viva la importancia de su identidad como raza. De otra, parte las familias sin duda hicieron un uso pedagógico de estas creencias, ellas hacían parte de la formación en el hogar, de la prevención y la idiosincrasia. Las comunidades las convirtieron en tradición gracias a la oralidad y la gente del común las apropió como elemento fundamental de su razón de ser. Actualmente, la utilización tiene un orden pedagógico, de la escuela, entendiéndola como elemento histórico cultural, sin ninguna vigencia en la explicación de fenómenos naturales, origen del mundo, castigo por malas conductas, etc. Es propio de las regiones hacer grandes desfiles y fiestas en los que se evidencia un respeto amplio por su existencia, e incluso se erigen construcciones en donde se les identifica como parte fundamental de la vida de los pueblos. La mayor parte de este legado cultural ya se encuentra escrito, con lo que se puede asegurar una mayor difusión de su grandeza y con lo que se espera evitar que el pasado carezca de evidencias. CONCLUSIONES Para concluir empezaremos diciendo que la exploración científica de la historia tiene hoy, tanta o más importancia que la formación histórica que se orienta desde la escuela. Esta formación para que sea valiosa en realidad, necesita los aportes de la investigación. Investigar es una forma de aprender más las problemáticas que nos aquejan para buscar posibles soluciones en el marco de la ciencia y la técnica. Igualmente, la participación en convocatorias del orden nacional frente a temas tan básicos como la reconstrucción de nuestra propia historia, resulta muy importante para el impacto positivo que requiere la educación sobre los niños y jóvenes. Motivamos a la institución para que genere sus propias estrategias de aproximación al método de las ciencias y enaltecezca los legados culturales de las regiones. Así mismo, se puede concluir que al hablar de tradición oral y todo lo que ella encierra, se abre un espacio para la reflexión en torno a los diferentes elementos que conforman la sociedad que hoy tenemos. El proceso nos permite analizar elementos de la historia que luego se convierten en claves para la comprensión de lo que somos y la visualización del porvenir. Esto es fundamental cuando se quiere educar con calidad a una comunidad carente de identidad y sentido de pertenencia. Finalmente, frente al fondo y la forma de esta investigación hacia la construcción de una respuesta, consideramos que se ha avanzado en el conocimiento y la comprensión de los espantos del bicentenario de una manera muy positiva. Se llegó a entender elementos fundamentales del análisis de la investigación en las ciencias sociales, por parte de todos los miembros del semillero. Mientras se avanza a pasos agigantados en la consolidación de una cultura investigativa, de una mayor apropiación de nuestro deber con la ciencia, el arte, la historia y la educación. Por ello agradecemos enormemente la oportunidad. BIBLIOGRAFÍA Documentos Rico, Miguel Ángel. (18868). San Dionisio De Los Caballeros De Tocaima. Tocaima: Alcaldía de Tocaima. “Gnomos”. (s.f.). Recuperado del sitio web Wikipedia www.es.wikipedia.org/wiki/Gnomo . “La organización política de la Colonia”. (s.f.). 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