Los bibliotecarios recomiendan… Andrés Pérez, maderista, Mariano Azuela Por Erik de Jesús Hernández Domínguez – erherdom@itesm.mx En la reseña anterior se mostró cómo un militar vivió y tuvo frente así la disyuntiva de romper sus principios y ser partícipe de los acontecimientos, a los cuales, como miembro de las fuerzas armadas, se vio obligado obedecer, o abrirse paso ante la adversidad de las circunstancias e incorporarse a lo que según su conciencia y su moral eran lo justo y lo correcto. Ahora es momento de percibir a la revolución desde otro punto de vista, bajo una perspectiva más apegada a los acontecimientos verdaderos y crudos, donde la realidad, aunque parece ficción, rompe con el canon historiográfico y nos muestra cómo se vivieron aquellos sucesos. Mariano Azuela en su obra, Andrés Pérez, maderista, expone la queja constante de todos los hombres que viviendo la época dorada del porfiriato, 1 mismos que se sintieron traicionados y humillados por un régimen decadente. Así lo experimenta Andrés Pérez, personaje principal de esta novela, quien decide cortar con todo y alejarse lo más que pueda de aquella sociedad asfixiante. En su búsqueda de la providencial paz y aire puro, arriba a una hacienda de nombre La Esperanza, la cual es propiedad de su amigo Toño Reyes. Es en este escenario donde ocurre la transmutación de nuestro protagonista, quien deja de ser un sujeto normal, para convertirse en un caudillo irreal de la revolución maderista. Posiblemente el factor decisivo sea su perfil de periodista, ya que como se aprecia en la trama, él no puede alejarse de la realidad, ni puede pasar por alto los grandes sucesos que dieron marco a la Revolución mexicana. Esta condición, inevitablemente, conduce a Andrés a ser participe y víctima de las circunstancias, las cuales no son sino consecuencia de la atmósfera del momento, en el cual se desploma un régimen y asciende la mesiánica figura del apóstol de la democracia: Francisco I. Madero, misma que sirvió de inspiración a muchos hombres para convertirse en caudillos, muchas veces sin la intención de serlo. Es justamente bajo esta línea que Andrés se convierte en un mesías local de la causa maderista y consigue un objetivo que no tenía contemplado, aunque se da cuenta que aún la revolución mejor organizada, carece de sentido si no mejora las condición de aquellos que se involucraron en ella. Puede decirse que a través de esta obra escudriñamos cómo se escribió la biografía de muchos protagonistas, no sólo de la Revolución, sino de la historia completa, ya que tal cual lo relata el autor, muchos integrantes del panteón histórico, llegaron a esta posición más por casualidad que por voluntad propia. A pesar de que Azuela fue partícipe de las luchas revolucionarias, es evidente que se empeñó en recoger las historias marginales; gracias a ello nos heredó una novela histórica realista, sin exageraciones, que aprovecha circunstancias que la historia ha desdeñado y que muchas veces se rellenan con eventos deformes, que atienden más a la fantasía que a la realidad. 2 Finalmente, esta obra muestra con claridad cómo la Revolución fue un remolino que a todos envolvió, pero que no todo a todos involucró, o por lo menos así lo deja ver Azuela y a diferencia de la reseña anterior, percibimos cómo unos se propusieron un ideal y lo continuaron hasta el final y otros simplemente se incorporaron a la “bola”, guiados por las circunstancias. No obstante, en ambos casos las obras surgidas de estas dos tendencias dan muestra de los días en los cuales nuestro país se atrevió, una vez más, a salir de la oscuridad para buscar su libertad, en esta ocasión bajo el grito de: ¡Viva Madero¡ ¡Viva la Revolución! Azuela, Mariano. Andrés Pérez, maderista; Domitilo quiere ser diputado; De cómo al fin lloró Juan Pablo. México: Botas, 1945. PQ7297.A9A15 1945 3