SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR Misa de la noche Homilía del P. Abad Josep M. Soler 25 de diciembre de 2010 Sal 18 Queridos hermanos y hermanas: Mientras esperábamos la proclamación del anuncio gozoso del ángel que acabamos de escuchar, hemos velado en la noche orando con los salmos. Los salmos hacen referencia al Mesías, por eso encontramos en ellos una profecía sobre Jesús, el Cristo (cf. Lc 24, 44). Y nos ayudan a comprender el alcance de la Navidad. Para profundizar, pues, la contemplación del misterio del nacimiento que celebramos esta noche, os invito a fijarnos brevemente en el salmo 18. Lo recordaréis enseguida porque es el que empieza diciendo que el cielo proclama la gloria de Dios y hace referencia a la creación, al sol y a la ley divina. Son tres temas que encontramos en el Nuevo Testamento referidos a la persona y a la obra de Jesús. Efectivamente, la Palabra creadora que estaba en el principio junto al Padre y por medio de él se hizo todo (cf. Jn 1, 1-3), al hacerse hombre, se convierte para sus hermanos de humanidad en el sol que nace de lo alto (cf. Lc 1, 78), la luz verdadera que alumbra a todo hombre (cf. Jn 1, 9) y le da la nueva ley del Evangelio como camino de vida, de libertad interior y de convivencia. El día al día le pasa el mensaje de esta noche santa y la noche a la noche se lo susurra. La gloria de Dios se revela con el nacimiento de Jesucristo. Cuando el salmo habla del anuncio gozoso que hace constantemente el firmamento con sus galaxias y nuestro sistema solar, nos invita a admirar la magnificencia y pasar de la admiración por esta maravilla a su Creador. Un Creador que, por amor a la humanidad, hoy en el nacimiento de Jesús contemplamos como Salvador, según anunciaba el ángel a los pastores. En el salmo 18, hay dos imágenes más que podemos aplicar al recién nacido hijo de María. Son la del sol y la del esposo. Como desconocemos la fecha del nacimiento de Jesús -lo ha hecho notar estos días algún medio de comunicación-, la Iglesia eligió simbólicamente para celebrarlo el solsticio de invierno, porque el inicio del alargamiento de las horas de claridad sugiere la victoria de la luz sobre las tinieblas; los paganos celebraban el "nacimiento del sol", "el sol invencible", los cristianos celebramos el nacimiento de Jesucristo que hace brillar la luz eterna en medio de la oscuridad del mundo. Así como el sol en pleno día lo empapa todo de su luz, también el Hijo de Dios hecho hombre lo empapa todo de su gloria e ilumina los corazones de los que creen en él. Ha iluminado el nuestro, por eso velamos en la noche y cantamos su alabanza. Y, además, así como el sol es necesario para la vida sobre la tierra y le da calor, de modo similar Jesús aporta ternura en el interior de quien lo acoge con el corazón y la inteligencia, y da la posibilidad de vivir en plenitud. La luz que nos ofrece Jesucristo nos llega a través de su Evangelio. Parafraseando el salmo podemos decir que sus mandamientos evangélicos dan luz a los ojos. Las palabras divinas que nos revela Jesús alegran el corazón, son descanso para el alma, instruyen a los sencillos de corazón. En la noche de nuestro mundo, perdido entre desconfianzas, violencias, sufrimientos y egoísmos, brilla cada año por Navidad la luz verdadera que ofrece caminos de salida, y posibilidades de realización y de felicidad insospechadas a quien no cree. Por ello, la luz y la alegría que vienen del nacimiento de Jesucristo son ofrecidas a todos. La otra imagen que nos sugiere el salmo 18 es la del esposo. Dice que el sol sale como el esposo de su alcoba; y la antífona al salmo que cantábamos lo repetía: "El Señor viene del cielo como un esposo sale de la cámara". Esta imagen del esposo también la hemos encontrado en otro salmo de la vigilia, el 44. En el Antiguo Testamento, uno de los nombres de Dios es el de esposo, porque su relación con Israel, su pueblo, es como la que el esposo enamorado tiene con la esposa que ama, una relación vivida con una fidelidad y una ternura indefectibles. El Nuevo Testamento aplica este título de esposo a Jesús. El Hijo de Dios asume la naturaleza humana con todas las limitaciones que conlleva hasta la muerte, precisamente para hacerse esposo, para darse totalmente por amor. Y esto no sólo hacia un pueblo concreto sino hacia toda la humanidad. La Iglesia, con miembros de todas las razas, lenguas y culturas, es la primera concreción de esta esposa de la que, en el designio divino, la humanidad entera está llamada a formar parte. A pesar de las manchas y arrugas (cf. Ef 5, 27) que todavía tiene a causa del pecado de sus miembros, la Iglesia es la esposa amada de Jesucristo. Para ella se ha dado Jesucristo al venir al mundo, para ella se ha dado en la cruz. Y quiere que ella lo dé a conocer a la humanidad entera para poderla abrazar como esposa (cf. Ef 3, 10). Reunidos esta noche de Navidad entorno a Santa María, renovamos nuestra fe agradecida en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y nuestra voluntad de dejarlo entrar cada día más en nuestra vida como luz verdadera y como palabra de vida, además de corresponderle cada vez más, también, con un amor entrañable, esponsal. Así podremos anunciar a nuestros contemporáneos la gran alegría que nos trae esta noche. La solidaridad de Dios con toda la humanidad que nos manifiesta el nacimiento de Jesús, nos pide ser solidarios con los demás. Esta Navidad, serán muchas las personas jóvenes y mayores que no podrán disfrutar de un mínimo de calor ni del necesario para vivir debido a la crisis económica. Nos lo recuerdan a menudo los titulares de los informativos: en Cataluña, hay más de 500.000 personas en paro y un 20% de niños que vive por debajo del umbral de la pobreza; sólo en la Provincia eclesiástica de Barcelona hay más de 15.000 personas que ha perdido su vivienda por no poder pagar; la situación de crisis afecta a la salud mental de algunas personas, etc. Ante esta situación, os proponemos hacer al final de esta celebración, una aportación que exprese nuestra solidaridad con estas personas; la haremos llegar a Cáritas junto con la aportación de la comunidad. "El Señor viene del cielo como un esposo" y María es la mística cámara de donde sale radiante para hacerse encontradizo con cada ser humano. Mientras alabamos la maternidad divina de Santa María, juntamos nuestras voces al anuncio gozoso y esperanzador de la Navidad para que la llamada divina alcance a toda la tierra y hasta los límites del orbe escuchen su lenguaje.