Conferencia General Octubre 1985 EL EVANGELIO DE AMOR élder Loren C. Dunn del Primer Quórum de los Setenta "Nadie profesa ser perfecto, pero hay un espíritu en esta obra y entre esta gente que la hace mejor de lo que sería si no estuviera en ella." Hay un himno que es uno de los favoritos de los Santos de los Ultimos D(as, y que nos viene de la época de los pioneros. Se dice también que fue uno de los himnos predilectos del profeta José Smith, y que se cantó en aquellas horas funestas antes de su martirio. La letra de la primera estrofa es: Un pobre forastero vi por mi camino al pasar, quien me rogó con tanto afán que no lo pude rechazar. Su origen, su destinación, su nombre, no le pregunte; mas cuando yo sus ojos vi, le di mi amor, no sé porqué. Las otras estrofas de este himno demuestran que nuestro amor hacia el prójimo efectivamente es una expresión de nuestro amor hacia nuestro Dios. La mayor expresión de amor de nuestro Padre Celestial por la familia humana es probablemente la expiación infinita del Salvador. "Porque de tal manera amó Dios al mundo", dijo Juan, "que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). La mas noble expresión de amor del hombre es cuando se le indicó: "Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. . . Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:37, 39). Amar a nuestro prójimo es una cualidad divina que se expresa en diversas formas. El día en que nadie del vecindario vio a "Hanse", como la llamaban, los vecinos, preocupados, llamaron a su puerta, pero, en vano. La fina y dulce viuda que había hallado un lugar en el corazón de ellos, y a la que consideraban una de ellos, no contestaba. Por fin, un miembro del obispado forzó la puerta , y allí, en el dormitorio . yacía Marie Woodruff Hansen, como si estuviese dormida, pero que no volvería a despertar en esta vida. Conferencia General Octubre 1985 Mientras el hermano del obispado contemplaba silencioso esa triste y a la vez serena escena, se sobresaltó al oír a sus espaldas las palabras, "Te quiero". Dado que sabía que la viuda vivía sola, se volvió; y ahí en un rincón, vio a un pájaro en una jaula, el que de nuevo repitió, "Te quiero". Fue como si la misma Marie se hubiese detenido en el umbral del limite invisible entre la vida y la muerte para enviar un ultimo mensaje antes de seguir su viaje a ese nuevo lugar. Había dejado un vecindario de amigos, tanto jóvenes como mayores; los conocía a todos; eran como su familia; todos disfrutaban de los productos que horneaba y la cuidaban como a una tía o abuela preferida. Las maestras visitantes y los maestros orientadores fueron sólo los primeros, ya que todo el vecindario cayó en las redes de su amor. Acogía con cariño a los niños en su casa, los que sabían que siempre les tendría galletas recién horneadas. En esa casita había una calidez especial, la cual era el reflejo de toda la vida de la anciana. Allí se habían elevado muchas oraciones: de gratitud y de agradecimiento. Las palabras que le enseñó al perico fueron aquellas por las que rigió su vida. Aun en la muerte, estas hicieron eco en los oídos de los que quedaron atrás. A Marie le esperaba su marido, quien había muerto años antes. Vivió una vida plena y dejó un ultimo mensaje de despedida en las palabras que la caracterizaban: "Te quiero" . Marie Hansen dejó un valioso legado, tal vez mas grande de lo que se imaginó, pues, ¿acaso no dijo el Salvador: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros"'? (Juan 13:34). Hay quienes desean conocernos mejor, comprendernos mas como religión y como iglesia. Hay quienes escriben acerca de nosotros y nos estudian. Pero opino que mientras no tengan en cuenta este espíritu de amor, nunca podrán comprendernos verdaderamente. En el corazón de nuestra religión hay un sincero amor por Dios y por el prójimo. Por ejemplo, hay actualmente muchos misioneros Santos de los Ultimos Días en muchos países del mundo a los cuales se les identifica fácilmente por su manera de vestir y sus modales. Cumplen una misión por muchas razones: deber, servicio, el testimonio que tienen del mensaje que llevan. Pero después de servir honorablemente durante dieciocho meses o dos años, casi todos ellos adquieren un amor profundo por la gente entre la cual sirven. Un misionero lo expresó así Aunque ha sido difícil, agradezco todas las experiencias que he tenido aquí. Tenían razón al decir que el campo misional es el mejor sitio para poner en práctica el verdadero cristianismo y es la mejor época de nuestra vida". Otro dice: "Agradezco al Señor de todo corazón el haberme dado la oportunidad de servirle. Amo esta tierra maravillosa y a su gente". En Cali, Colombia, hace unos días, el presidente de la misión visitó una de nuestras reuniones de la Iglesia. Al empezar la reunión, un niño de siete años subió al Conferencia General Octubre 1985 estrado y se sentó junto a el. El chico no estaba en el programa; sólo quería estar allí. Cuando la reunión estaba por terminar, se encaminó al púlpito y dio su testimonio. Una vez que terminó, volvió a sentarse junto al presidente de la misión y ambos intercambiaron una mirada. El presidente le sonrió con aprobación y el niño también le sonrió. En aquellos ojos obscuros había un mensaje de amor y seguridad. He allí a alguien que se sentía aceptado. Después me entere de que el niño era huérfano. Un matrimonio del barrio lo había acogido en su casa y le criaban como si fuera su propio hijo. Todo el barrio era su hogar y el niño florecía en ese ambiente de aceptación. "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos mas pequeños, a mi lo hicisteis." (Mateo 25:40.) Hace años, cuando cl presidente Kimball era miembro del Quórum de los Doce, el y su señora esposa hicieron una gira por varias misiones. Por un cambio en el horario de la aerolínea, ellos, junto con un presidente de misión y la esposa de este, tuvieron que permanecer en un frío aeropuerto, a altas horas de la noche, sin tener a dónde ir, y esperar el próximo vuelo a la mañana siguiente. La hermana Kimball llevaba abrigo, pero no así la esposa del presidente de misión. El presidente Kimball intentó prestarle el suyo, pero ella rehusó. Al empezar a quedarse dormidos en aquellos duros asientos, el presidente Kimball se puso de pie y delicadamente colocó su abrigo sobre la esposa del presidente de misión. Esa clase de abnegado interés por los demás es la forma en que el presidente Kimball ha vivido su vida. El es el mismo líder que hoy sostenemos como profeta, vidente y revelador; es el hombre al que Dios ha llamado para guiar a casi seis millones de Santos de los Ultimos Días. Literalmente ha pasado su vida quitándose la camisa, por decirlo así, para ponerla sobre los hombros de los que el ha considerado mas necesitados que el: personas de todas las razas y de todos los credos; hombres, mujeres y niños. El nunca ha hecho acepción de personas; todos son sus hermanos y hermanas. "Y la caridad es sufrida y es benigna, y no tiene envidia, ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente, no piensa el mal, no se regocija en la iniquidad, sino se regocija en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. . . [porque] la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre." (Moroni 7:45-47; 1 Corintios 13.) Recientemente, mi esposa y yo asistimos a una conferencia de estaca en Marilia, Brasil, la cual es una hermosa ciudad de cien mil habitantes ubicada en el rincón sureste del país. La sesión del domingo acababa de terminar; el tema habla sido la expiación de Cristo y por que El es el Salvador de todo el mundo. Algunos habían viajado en autobús mas de tres horas para estar en esta reunión. Mientras saludábamos a los hermanos, se nos acercó una joven; primero se detuvo ante el presidente de la misión y le preguntó cómo se decía en ingles "Les quiero". Conferencia General Octubre 1985 Luego se acercó a mi esposa y a mi, y con una amplia sonrisa y gran sinceridad, nos dijo "I love you". Fue una expresión sencilla, pero una que nos conmovió profundamente; fue el esfuerzo de una humilde discípula de Cristo de expresar sus sentimientos. El mensaje pudo haberse expresado en cualquier otro idioma y haberse comprendido. El espíritu de amor traspasa las barreras del idioma. Hay en el una pureza que eleva el alma y nos hace comprender que todos somos hijos del mismo Dios. Hay un elemento que los une a todos: Marie Hansen, un huérfano de Colombia, la joven de Brasil y nuestro amado presidente Spencer W. Kimball. Nadie profesa ser perfecto, pero hay un espíritu en esta obra y entre esta gente que la hace mejor de lo que seria si no estuviera en ella. Es el espíritu de amor que emana del evangelio restaurado de Jesucristo y que proviene de un Dios de amor; hace que la Iglesia se extienda e influya en la vida de hombres y mujeres de todas partes. No reclamamos tener el monopolio del amor al prójimo. Sabemos que el mundo esta lleno de muchas personas buenas y decentes, y las respetamos y admiramos a ellas y a las causas justas que defienden. Enseñamos el Evangelio de Jesucristo. Es el evangelio de salvación y exaltación. Es el evangelio de amor: de amor a Dios y a los semejantes. El verso final del himno que mencionamos al principio va así: Entonces vi que su disfraz el forastero desechó, y en un momento ante mí el Salvador se presentó. Mi pobre nombre pronuncio: "No temas -dijo-ven aquí; lo que por otros haces hoy, también lo has hecho tu por mí." Por vía de testimonio deseo expresar mi amor a mi Padre Celestial, a su Hijo Jesucristo y a cada uno de vosotros, así como a mis hermanos de las Autoridades Generales. En el nombre de Jesucristo. Amén.