5-S-96. Resoluciones en igual sentido AB13S96.96 SALA DE LO CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA: Antiguo Cuscatlán, a las quince horas y quince minutos del día diez de julio de mil novecientos noventa y seis. Sobre la petición de la autoridad demandada, consistente en solicitar se decreta sobreseimiento en este proceso, alegando que se ha planteado la misma causa ante la jurisdicción contencioso administrativa, y a partir de la certificación remitida por la Sala de lo Contencioso Administrativo, se hacen las siguientes consideraciones: I. Para resolver adecuadamente en el caso subjúdice es indispensable partir del análisis del concepto de pretensión en nuestro sistema procesal, para luego examinar las peculiaridades de dicho concepto en el ámbito del derecho procesal constitucional, específicamente en el proceso de amparo, para así referirnos a un requisito de la pretensión de amparo que interesa a efectos de este proceso. Constitucionalmente, pretensión es el medio de concreción o realización del derecho de acción, es decir, es la petición dirigida a un tribunal y frente a un sujeto distinto de quien pretende, sobre un determinado bien jurídico, reclamado con fundamento en unos específicos hechos. La pretensión procesal cumple en los procesos constitucionales la misma función que en otros tipos de procesos, pero se distingue de otras por la especial referencia que en ella se hace, a la contradicción con las disposiciones constitucionales del acto que se impugna; es decir, que el pretensor estima se ha infringido la normativa constitucional, y es por dicha razón, que aquél solicita del órgano jurisdiccional -para este caso la Sala de lo Constitucional- efectúe un análisis de constitucionalidad. El amparo, en cuanto proceso constitucional, constituye un mecanismo de satisfacción de pretensiones que una persona deduce frente a una autoridad determinada; en consecuencia, todo proceso de amparo supone una pretensión, que es su objeto, esto es, la materia sobre el cual recae el complejo de elementos que el proceso constituye. Por ello, en términos generales, son predicables respecto de la pretensión en el proceso de amparo, los requisitos que se dicen de la pretensión en general. De entre tales requisitos, destacan los denominados requisitos de admisibilidad o conocimiento -aquellos que posibilitan la averiguación del contenido y autorizan la emisión de un pronunciamiento sobre el fondo del asunto-; y uno de dichos requisitos es la inexistencia de un proceso pendiente sobre la misma pretensión. Este requisito muestra ciertas particularidades en el proceso de amparo, pues al constituir éste un medio especial, extraordinario, de tutela de derechos, el requisito no se refiere sólo a la inexistencia de un proceso previo sobre el mismo asunto -supuesto por demás muy improbable, ya el conocimiento y decisión de las pretensiones de amparo reside exclusivamente en la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, sino también en la prohibición de tramitar el amparo si simultáneamente existe un proceso en trámite en el que sea factible la tutela del derecho constitucional supuestamente vulnerado. II. Para mejor comprensión de lo anterior, es conveniente analizar -aún en sus rasgos básicos- dos nociones jurídicas que vienen a constituir el basamento de la presente decisión: en primer lugar, el carácter de la relación entre el proceso de amparo y otras vías de protección de derechos; en segundo lugar, el alcance del comúnmente denominado principio de definitividad. Sobre el primer punto, toca previamente determinar si, ante la consagración legal de una pluralidad de instrumentos procesales para impugnar un acto de autoridad, la utilización de una u otra vía está dada en términos de alternatividad o simultaneidad. Resulta aquí ineludible referirse a las características del proceso de amparo en el ordenamiento jurídico salvadoreño. Cabe recordar que el proceso de amparo en El Salvador, al ser de impronta mexicana, desde sus inicios fue caracterizado -de igual manera que el modelo de donde se tomó- como un proceso especial, extraordinario, destinado a la protección de derechos constitucionalmente consagrados, diferenciándole de los instrumentos procesales ordinarios. Ilustrativa resulta por su época y claridad- la sentencia transcrita en la página 321 de la Revista Judicial de 1907, en que expresamente se dice: "El amparo constitucional tiene por objeto resguardar el ejercicio de las garantías individuales en contra de los hechos o providencias que las conculquen; pero no se da para definir derechos que puedan debatirse en forma judicial ordinaria". La Sala de lo Constitucional ha insistido reiteradamente en ese carácter especial del proceso de amparo, calificando a éste de institución procesal, "extraordinario en su materia, cuyo objetivo primordial tiende a la protección del gobernado contra cualquier acto de autoridad que viole los derechos que la Constitución le confiere". Por ello, fundamentándose en la arquitectura estructural y orgánica de nuestro sistema de protección de derechos, y específicamente en el inciso tercero del art. 12 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, la jurisprudencia de este Tribunal ha consagrado como requisito de admisibilidad de la pretensión constitucional de amparo, una exigencia de carácter dual: por un lado, que el impetrante haya agotado los recursos ordinarios que la ley establece para el procedimiento correspondiente; y, por otro lado, que de haberse optado por una vía procesal distinta a la constitucional, tal vía se haya agotado en su totalidad. Jurisprudencia de anteriores tribunales con competencia para conocer y decidir sobre pretensiones de amparo, en un mero mimetismo del modelo mexicano, denominó a esta característica del proceso de amparo en El Salvador, principio de definitividad. Sin embargo, la denominación dice muy poco del concepto a que intenta referirse si lo entendemos en el contexto del sistema procesal constitucional salvadoreño, lo cual se detalla más adelante. III. La base constitucional de ese requisito de la pretensión de amparo está implícita tanto en la estructura del sistema de protección de derechos como en la organización jerárquicomaterial de la jurisdicción. Ante la consagración de diversas vías para la protección de derechos -una constitucional, el amparo; las otras, contencioso administrativo, casación, entre muchas-, podría pensarse, si nos limitamos a un examen superficial de las instituciones, que no hay obstáculo alguno al ejercicio simultáneo de dichas vías; ya que podría entenderse que el nivel de decisión del amparo está dado por la Constitución, y que el nivel de decisión de las otras entidades judiciales -sea en materia contencioso administrativa, sea casación- está limitado a la normativa legal. Sin embargo, esa conclusión es un mero espejismo, que supondría restringir el análisis a la simple forma, desatendiendo la estructura y lógica interna del sistema de protección de derechos, y rompería con la coherencia del ordenamiento procesal. Para un análisis más acorde a nuestro sistema jurídico, no debe perderse de vista que, conforme a la normativa constitucional, todo juez -entiéndase cualquier entidad jurisdiccional, sea unipersonal o colegiada- está obligado a aplicar preferentemente la Constitución. Esto es una obligada consecuencia del carácter normativo de la Constitución o para ocupar la ya tan conocida frase de Hez, fuerza normativa de la Constitución-, contemplada de manera solemne en el artículo 246 de la Constitución; y se establece una figura jurídica específica para tal efecto, la potestad judicial de inaplicabilidad, consagrada en el artículo 185 del texto constitucional. Por ello, con acertada y plástica expresión se ha dicho insistentemente, sobre todo en los últimos años, que en El Salvador TODO JUEZ ES Y DEBE SER "JUEZ DE LA CONSTITUCIONALIDAD". Lo anterior significa que todo tribunal -incluidas, claro está, las restantes Salas de la Corte Suprema de Justicia- está obligado a tener como parámetro de cualquier decisión, no sólo la ley secundaria, sino también la normativa constitucional; y es precisamente por esa circunstancia, que el ejercicio simultáneo de un proceso de amparo y de otro proceso en que perfectamente pueda tutelarse el derecho supuestamente vulnerado, supondría la grave posibilidad de sentencias contradictorias, o al menos enfrentadas. Y es que el sistema de protección de derechos no está conformado por procesos ubicados a modo de estancos separados, sino que es un verdadero sistema cuya idea común está constituida por la normativa constitucional. Entendidos, pues, en su cabal sentido los parámetros de decisión que rigen en el proceso de amparo como en cualquier otro proceso, es imperativo concluir la imposibilidad jurídica de su ejercicio simultáneo. IV. Para el análisis del denominado principio de definitividad, y aprehender el sentido del mismo en el contexto del ordenamiento jurídico salvadoreño, es obligado referirse al artículo 12 inciso tercero de la Ley de Procedimientos Constitucionales, que preceptúa: "La acción de amparo únicamente podrá incoarse cuando el acto contra el que se reclama no puede subsanarse dentro del respectivo procedimiento mediante otros recursos". Ya se mencionó que en un exceso de transculturización jurídica, sobre todo en la jurisprudencia de anteriores Salas de lo Constitucional, se recurrió a la expresión principio de definitividad, cuando en realidad el artículo antes transcrito establecía más bien, como requisito de admisibilidad de la pretensión de amparo, el principio de alternatividad del amparo, que es precisamente la configuración que aún la jurisprudencia de las anteriores Salas de lo Constitucional ha derivado de la disposición citada. En líneas anteriores se expresó que este principio presenta un carácter dual, que se manifiesta en dos circunstancias: (a) por la primera, que puede denominarse principio de agotamiento de recursos ordinarios, el demandante del amparo debe haber agotado los recursos ordinarios del procedimiento en que se hubiere suscitado la violación al derecho constitucional; y (b) por la segunda, que puede denominarse principio de agotamiento de la vía seleccionada, se exige que de haberse optado por vía distinta a la constitucional, tal vía se haya agotado en su totalidad. La conjunción de ambos principios suponen que el asunto a decidirse en un proceso de amparo, no esté bajo conocimiento de otra autoridad. Sobre el primer aspecto, y aunque la Ley de Procedimientos Constitucionales no distingue entre recursos ordinarios y extraordinarios, reiteradamente ha sostenido la jurisprudencia constitucional que para el ejercicio de la acción en el proceso de amparo sólo es exigible el agotamiento de los recursos ordinarios que contempla la ley que rige el acto. La anterior caracterización le diferencia notablemente del principio de subsidiariedad vigente en otros países. Al respecto, y sobre el alcance de dicho presupuesto, resulta sumamente ilustrativa la doctrina establecida en la sentencia del proceso de amparo clasificado bajo el número 9-V-92: "A este requisito se le denomina principio de definitividad del juicio de amparo, y supone el ejercicio previo y agotamiento de todos los recursos ordinarios que la ley que rige el acto reclamado establece para atacarlo; sin embargo, ya en doctrina sostenida en la sentencia de amparo 9-V-84 se asegura que la palabra recurso que emplea el Art. 12 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, debe entenderse en el sentido que se le da a los procedimientos jurídicos, es decir, en el concepto de acción que se da a la persona condenada en juicio para poder acudir a otro Juez o Tribunal en solicitud que se le enmiende el agravio. De lo señalado en el párrafo anterior, resulta que la exigencia del agotamiento de los recursos debe exigirse al demandante del amparo de manera razonable, esto es, que dicho requisito supone que se ha seguido un procedimiento, y que ésta ha concluido mediante resolución o sentencia, según corresponda y dependiendo de la materia en que se dicten aquéllas; pero deviene en absurdo exigir al impetrante que haga uso del recurso contemplado en un procedimiento dado, cuando la privación u obstaculización del derecho, precisamente se ha ignorado o desconocido totalmente el trámite exigido por la ley". Queda claro, pues, que en nuestro ordenamiento procesal constitucional, para el planteamiento de una pretensión de amparo no es requisito el agotamiento de la vía previa, sea judicial o administrativa, sino el agotamiento de los recursos ordinarios; y precisamente por ello el amparo en El Salvador puede calificarse de instrumento alternativo de protección de derechos constitucionales. Lo anterior significa que, ante una supuesta vulneración a derechos constitucionales, el particular afectado puede optar, sea a la vía constitucional -amparo-, sea a otras vías que consagra el ordenamiento jurídico, como el recurso extraordinario de casación, el proceso contencioso administrativo, u otros remedios equivalentes según proceda. Sin embargo, debe quedar claro que alternatividad significa opción entre dos o más vías, pero no el ejercicio simultáneo de varias vías; es decir, si bien se posibilita al agraviado optar por cualquiera de las vías existentes, una vez seleccionada una vía distinta de la constitucional, aquélla debe agotarse en su totalidad. Asimismo, la apertura posterior de una nueva vía -no obstante haber optado por la del amparo previamente- rompe con el principio de alternatividad de dicho proceso constitucional; en consecuencia, la admisión y tramitación de un proceso de amparo es jurídicamente incompatible con el planteamiento posterior de otra pretensión que, aunque de naturaleza distinta, tenga idéntico objeto. En consecuencia, desde ninguna perspectiva es admisible la existencia paralela al amparo, de otro mecanismo procesal de tutela donde exista el mismo objeto de la pretensión, aunque ésta sea de naturaleza distinta a la incoada en el proceso constitucional; o, dicho en otros términos, en atención al carácter especial o extraordinario del proceso de amparo, para la admisión de la pretensión de amparo o para la tramitación del proceso, el asunto no debe estar en conocimiento de otra autoridad, o si alguna otra autoridad está en conocimiento del caso que ante la jurisdicción constitucional se controvierte, la Sala debe abstenerse del conocimiento del mismo. V. Por lo expresado en los acápites anteriores, es dable afirmar que, para la admisibilidad de la pretensión de amparo, no basta la concurrencia de los elementos necesarios para la configuración de la pretensión procesal, sino que también debe cumplirse con el principio de alternatividad. Por ello, para que este Tribunal pueda conocer de una pretensión determinada no basta la configuración de la misma, sino que es menester que el impetrante, previo a incoar la pretensión de amparo, haya agotado los recursos ordinarios que establece la ley correspondiente o, habiendo agotado los mismos, no haya optado por otras vías distintas a la constitucional, tales como, proceso contencioso administrativo o recurso extraordinario de casación; caso contrario, la demanda debe inadmitirse, o habiéndose admitido debe sobreseerse, pues la misma ha sido admitida sin la concurrencia de los supuestos indispensables que posibilitan el conocimiento de la pretensión por parte de la Sala de lo Constitucional. VI. Pasando ahora al examen del caso subjúdice, en el que se ha solicitado que se decrete sobreseimiento en vista que el mismo demandante del amparo ha acudido a la Sala de lo Contencioso Administrativo planteando pretensión de dicha naturaleza respecto de la misma causa, debemos tener en cuenta que el proceso contencioso-administrativo ha sido diseñado como un medio de control de la legalidad de la actuación de la Administración, configurándose así como una garantía más del gobernado frente al ejercicio arbitrario del poder. Sin embargo, ya ha quedado claro que la Sala de lo Contencioso Administrativo está obligada a tener en cuenta como parámetro de su decisión no sólo la legalidad, sino también la normativa constitucional; y es precisamente por esa circunstancia, que el ejercicio simultáneo de un proceso de amparo y de un proceso contencioso administrativo supondría la grave posibilidad de sentencias contradictorias. En el caso en estudio, con la certificación remitida por la Sala de lo Contencioso Administrativo, que consta de fs. 500 a 896, se ha determinado que, con posterioridad a la admisión de la demanda de este proceso, la sociedad Supervisión, Ingeniería, Materiales, Arquitectura y Negocios, Sociedad Anónima de Capital Variable, que puede abreviarse Simán, S.A. de C.V., optó por plantear ante la vía contencioso administrativo la misma causa de la que ya se conocía en este proceso de amparo. Definitivamente se trata de una misma causa, como lo reconocen los apoderados de la parte demandante en su escrito de fs. 897, quienes entienden que aunque se trate de la misma causa es posible un "doble proceso impugnatorio", que es como ellos denominan a la posibilidad de la simultaneidad del proceso de amparo y el proceso contencioso administrativo. En realidad, siendo precisos en el uso de las expresiones lingüísticas, en el ordenamiento jurídico salvadoreño, no es posible un "doble proceso impugnatorio", pero sí son posibles dos procesos impugnatarios, pero no de manera simultánea, sino sucesiva; es decir, si se opta por una vía de tutela distinta de la constitucional, nada impide la posterior promoción del proceso de amparo, siempre y cuando como se ha dejado claro en los párrafos anteriores- se haya agotado totalmente la vía seleccionada. Por otro lado, podría pensarse que se trata de causas distintas, ya que la argumentación formulada en cada pretensión -aunque sumamente semejante- varía de algún modo. Sin embargo, para determinar con precisión si se trata o no de la misma causa, el análisis no puede reducirse a la mera formulación o exteriorización de las pretensiones, pues bastaría que el demandante presentara sus pretensiones bajo argumentos distintos -circunstancia siempre gramaticalmente posible- para entender que se trata de casos distintos, conclusión que no es jurídicamente aceptable, pues ello significaría un verdadero absurdo: la dilatación al infinito de todas las controversias llevadas ante la jurisdicción. En consecuencia, el análisis debe partir de la realidad, pues no se trata de una comparación abstracta entre dos pretensiones, sino de la comparación de los diversos elementos de las mismas. Del examen de los elementos de cada una de las pretensiones, se advierte que existe identidad en los sujetos, en el objeto y en el fundamento. Respecto de los sujetos, precisamente se trata del mismo demandante reclamando, en ambos procesos, contra actos de la misma autoridad. En relación al objeto, también es evidente la identidad en ambas pretensiones, sea que se examine el objeto inmediato o el objeto mediato. Así, respecto del objeto inmediato, en ambas pretensiones se reclama una misma clase de pronunciamiento; y respecto del objeto mediato, el pronunciamiento en ambos procesos recaería en el mismo bien de la vida, pues en los dos casos, los Tribunales competentes para conocer de las pretensiones tendrían que pronunciarse -aunque desde distintas perspectivas- sobre el supuesto derecho del impetrante derivado de la adjudicación, derivándose, pues, los mismos efectos. Si examinamos el fundamento en ambas pretensiones, es decir, lo que Juan Montero Aroca precisa como "los acontecimientos de la vida que sirven para individualizarla, para delimitar de un modo exacto el trozo de realidad al que la pretensión se refiere, para singularizarla del resto de posibles pretensiones", también aparece que se trata del mismo; o, dicho contras palabras, en ambos casos se invoca la misma concreta situación fáctica. VII. En definitiva, pues, en el caso en estudio, el impetrante además de haber incoado la presente pretensión de amparo constitucional, también ha planteado una pretensión contencioso administrativa, la que, a pesar de ser de naturaleza distinta a la constitucional, es idéntica en lo referente a sujetos, objeto y fundamento; tratándose del mismo caso, de la misma causa; y ya en los acápites anteriores se precisó que, en el ordenamiento jurídico salvadoreño, no está permitida la tramitación simultánea al proceso de amparo de otros procesos en que sea viable la tutela de los mismos derechos cuya infracción se alega en el amparo. En apego de lo antes expuesto, es conclusión obligada que, la apertura de una nueva vía por el demandante -en este caso la promoción del proceso contencioso administrativo-, con posterioridad al inicio del presente proceso de amparo, deriva en la imposibilidad de continuar con la tramitación del mismo; en consecuencia, ante el surgimiento de una causa superviniente de inadmisibilidad de la pretensión de amparo, que afecta la posibilidad de pronunciarse sobre el fondo del asunto, esta Sala queda obligada a inhibirse del conocimiento y decisión de la pretensión y, tal como lo solicita la autoridad demandada, lo procedente es declarar el sobreseimiento. Sobre la petición de revocatoria de la suspensión del acto reclamado, planteada por la autoridad demandada, es evidente que resulta totalmente innecesario analizar la procedencia o no de dicha petición; ya que, en virtud del sobreseimiento a dictarse, la orden de suspensión deja de producir efectos. Con base a lo consignado en los acápites precedentes, y conforme a lo establecido en el artículo 31 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, esta Sala resuelve: (a) Sobreséese en el presente proceso de amparo; (b) déjase sin efecto la suspensión del acto reclamado decretada en el auto de admisión de la demanda, y confirmada en el auto de fs. 322; y (c) notifíquese a las partes. --- MENDEZ --- MARIO SOLANO --- O. BAÑOS --ALEJANDRO GOMEZ V. --- PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN --- J.A.D. --- RUBRICADAS. AB005S96.96