CASA TOMADA “Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia”. Me van a permitir comenzar con esta cita de “Casa tomada”, un cuento de Julio Cortázar, que utilizaré como metáfora de lo que ha ocurrido con la cooperación universitaria y científica en la AECID El Proyecto que aquí venimos a celebrar, “La cooperación universitaria con Haití en el ámbito de las bibliotecas académicas” fue posible por un programa que, como la casa del cuento, venía de antiguo. Era un programa que fue creciendo y cambiando gracias a muchas voluntades, muchas colaboraciones, con la participación de distintas instituciones y personas con diferentes puntos de vista. Es una historia que nos habla sobre lo difícil que es construir y lo rápido que se puede hacer añicos algo que se ha edificado a lo largo del tiempo. El Programa de Cooperación Interuniversitaria e Investigación Científica, PCI, era heredero de otros programas anteriores. Sus características, en el momento en el que desapareció en el fondo de la “Casa tomada”, no tenían y amucho que ver con su origen. De hecho, tuvo su origen en Intercampus, un programa que tenía como área de intervención Latinoamérica, América Latina o, como se prefería en la terminología de la época, Iberoamérica. Su objetivo era favorecer los intercambios de personal académico e investigador. Posteriormente, derivó hacia el fomento de redes de investigación y de cooperación académica. Se financiaban intervenciones de corta duración (un máximo de dos años) y con un equilibrio un poco tendencioso hacia los intereses de la parte española. Era un periodo anterior a la Declaración de París y esa obviedad de que era imprescindible contar con los intereses del país (o la institución) con la que se cooperaba no parecía tan evidente. Eran 1 años en los que la cooperación española vinculaba las intervenciones a sus propios intereses comerciales. No estaba en el horizonte el modelo nórdico de cooperación ni se miraba más allá del espacio de las ex colonias. Pero, con todo, esa financiación de movilidades y redes dio lugar a relaciones que, sostenidas en el tiempo, acabaron permitiendo intervenciones más complejas y fructíferas. En el momento en el que se produjo un espectacular crecimiento de la ayuda, con el primer gobierno de Zapatero, la cooperación al desarrollo intentaba alinearse con las declaraciones internacionales, que buscaban un mayor control por parte de los países socios (“receptores de ayuda” en vocabulario OCDE). Mientras, que la cooperación universitaria y científica del Gobierno de España tardó un poco más en iniciar el cambio y siguió, en gran parte, mediatizada por su propia lógica, marcada por los intereses de las universidades españolas, por las líneas de nuestros planes nacionales de investigación y por los hábitos adquiridos en una larga tradición postcolonial de relaciones entre España y América Latina. PCI estaba en medio de ese panorama mientras crecía su dotación presupuestaria y se ampliaba su campo de acción incorporando países de otras áreas geográficas. Primero Marruecos y Túnez. En una segunda fase, Argelia, Egipto y Jordania. Los cinco formaron una convocatoria específica que se llamó “PCI Mediterráneo”. Las universidades españolas seguían su propia evolución incorporando cada vez más actividades relacionadas con la cooperación al desarrollo y buscando un espacio propio, diferenciado de lo que ofertaban otros actores y agentes. El año 2009 marca el comienzo de un nuevo rumbo, orquestado por el Plan Director de la Cooperación Española 2009-2012, que daba un papel importante a la ciencia y a las universidades adjudicándoles un sector específico, “Ciencia e Innovación para el desarrollo humano”, y reconociendo, además, su importante papel en el apoyo a otros sectores. Nada más lógico, por otra parte. Si el principal objetivo de la cooperación española era la consecución de los Objetivos del Milenio (esos grandes 2 ideales, de los que ya no se habla, de acabar con el hambre, con enfermedades que, teniendo cura, siguen siendo mortales para muchos, de garantizar la educación infantil y proporcionar a las personas unas condiciones mínimas de vida digna) cómo no contar con la ayuda de la investigación, de la ciencia, de las instituciones de educación superior que forman a los profesionales y que ayudan a crear las condiciones para una vida mejor. El Plan director vigente, cuando se aprobó el proyecto que aquí nos reúne, tenía en cuenta tanto la importancia de que la ciencia española se dedicara a investigar en temas urgentes para los países en desarrollo como la creación de estructuras académicas y de investigación en esos mismos países. Precisamente, en el fortalecimiento de las capacidades endógenas de los países socios se enmarca el proyecto de cooperación entre varias universidades españolas y la Universidad del Estado de Haití con el fin de reforzar su sistema bibliotecario. Parece que estamos hablando de épocas remotas pero esto ocurría hace solo dos años. ¿Cómo pensar ahora en que la política de cooperación del gobierno español, si es que tal cosa existe, reconozca un papel a las universidades si su política domestica consiste en humillarlas? ¿Cómo pensar en la ciencia como herramienta para la cooperación si todo lo que ha hecho el Gobierno en estos dos años de legislatura ha sido atacar sus cimientos? Pero volvamos a esa casa, antigua, que era PCI para repasar lo que sus habitantes habían hecho para reformarla, justo antes de que aparecieran “otras presencias” y se convirtiera en una “casa tomada”. Entre el año 2009 y 2011 se cambió el rumbo del Programa para convertirlo en un instrumento efectivo de cooperación al desarrollo. En primer lugar se incluyeron los países de África Subsahariana que eran prioritarios para la cooperación española: Cabo Verde, Etiopía, Mali, Mozambique, Níger y Senegal. Las universidades españolas ya se habían adelantado a la AECID y habían comenzado sus relaciones con África 3 Subsahariana organizando el primer y el segundo encuentro de “Universidades con África”. Otra novedad de PCI fue la apuesta por una modalidad de proyectos o acciones que tenían una mayor duración (hasta cuatro años) y que exigían un compromiso, al más alto nivel, por parte de las instituciones participantes. Estas “Acciones Integradas de Fortalecimiento Institucional”, contaban con fondos destinados a crear o mejorar instalaciones de investigación del país socio. Se intentaba que los esfuerzos realizados en la formación de personal, a través del ambicioso programa de becas de postgrado, se completara creando posibilidades de mejora en los centros de educación superior de sus países de origen. Con esos fondos se dotaron laboratorios, bibliotecas, centros de información universitaria, redes informáticas y toda una serie de servicios e infraestructuras que daban apoyo a la docencia y a la investigación. Un aspecto destacable de estas Acciones Integradas es que, obligatoriamente, debían implicar a varios sectores y organismos del centro receptor e incluir intervenciones en diferentes áreas de conocimiento. La entrada de Haití en PCI tuvo un carácter muy especial. Algo que todos los que trabajábamos en ese momento en cooperación universitaria al desarrollo considerábamos emblemático y que, pensábamos, inauguraba una nueva manera de entender el papel de la ciencia y de las universidades en la cooperación. Todos los cambios operados en PCI, y que hemos comentado hasta ahora, estuvieron diseñados con participación de las universidades y del CSIC. Durante los últimos años del pasado siglo y el comienzo del actual las universidades españolas habían ido madurando en experiencia y delimitado sus ámbitos de actuación diferenciándose de otros actores y agentes. Sus intervenciones ganaban en peso mientras se creaban equipos especializados, tanto en personal administrativo y de servicios como en el ámbito docente e investigador. Este camino llevado a cabo desde las propias universidades, permitió un mejor nivel de diálogo entre éstas y los equipos dedicados en la AECID a la cooperación científica. 4 Cuando se produce el terremoto de Haití, en enero de 2010, las universidades, a través de la Comisión Sectorial de la CRUE que se encargaba de cooperación, la actual CICUE, reaccionó rápidamente enviando a un equipo que realizó un diagnóstico de la situación en terreno y elaboró, con las autoridades académicas haitianas, un plan de acción para intervenir. A partir de ese documento, en el que se habían identificado los sectores prioritarios para la Universidad del Estado de Haití, PCI incluyó a ese país en su convocatoria. Otra importante novedad fue que las universidades españolas debían coordinarse entre sí para presentar proyectos conjuntos y actuar de manera armónica. Fruto de todo ello son las dos Acciones preparatorias que se aprobaron en la Convocatoria de PCI de 2011, cuyo foco de actuación eran las bibliotecas de la Universidad del Estado de Haití, y que se llevaron a cabo con la colaboración de la Universidad Carlos III de Madrid, la universidad de Cantabria, la UNED, La UOC y la UCM. Sobre el proyecto concreto hablaran sus protagonistas en breves momentos. Yo sólo querría destacar que ese carácter de colaboración entre las universidades españolas, la fuerte implicación del país socio en la identificación de los sectores de intervención y la elección de uno de los países con menor grado de desarrollo, eran las líneas que marcaban lo que, pensábamos, iba a ser el futuro del PCI. Además, en la última convocatoria publicada, se crearon modalidades de cooperación triangular entre España, países de renta media que continuaban siendo socios para la cooperación y otros países de menor desarrollo. También se estableció una modalidad de triangulación interna para los países de renta media en la que participaban instituciones españolas y de dicho país para llevar a cabo la acción en una universidad local, situada en una región de bajo índice de desarrollo humano. Con esas reformas y el compromiso de aprobar menos proyectos pero mejor dotados económicamente, la AECID y las universidades entraban en una nueva fase de la cooperación académica y científica para el desarrollo más acorde con la que se llevaba a cabo en otros sectores. 5 No sólo PCI había experimentado cambios. Dentro de los programas de becas, se crearon las “Becas institucionales” encaminadas a formar doctores (con itinerarios que incluían estancias en el país de origen) a solicitud de los países socios y se inauguró una convocatoria específica de investigación en cooperación al desarrollo destinada a instituciones españolas. Con este último instrumento se intentaba apoyar el compromiso de grupos de investigación españoles (radicados en universidades, organismos públicos de investigación o fundaciones de carácter público) con temas sensibles para el desarrollo, tanto desde un punto de vista práctico como en el análisis y evaluación de políticas. Pues bien, en ese momento de frenética actividad reformadora y de creación de nuevos instrumentos, la casa de la cooperación comienza a convertirse en una casa tomada. No se trata sólo de que se redujera el presupuesto drásticamente (más de un 70 % a nivel global de la cooperación y mucho más en el sector del que hablamos) sino de falta de voluntad política. Podrían haberse reducido las partidas y haber mantenido los programas, pero se prefirió dedicar el dinero existente a otros asuntos. El hecho de que la cooperación universitaria y científica haya dejado prácticamente de existir dentro de la AECID no tiene que ver con cambios en su personal técnico. La AECID sigue contando con buenos profesionales en ese ámbito y, de hecho, gracias a eso subsisten las migajas que todavía podemos encontrar. Por su parte, las universidades españolas siguen teniendo mucho que aportar. Se podría haber construido una cooperación científica para “situaciones de emergencia” o “para sobrevivir a la crisis” pero lo que ha ocurrido es, simplemente, que quienes deciden y diseñan las políticas no creen en la cooperación, ni en las universidades, ni el papel que puede jugar la ciencia contra la pobreza. A diferencia de los protagonistas del cuento de Cortázar, que terminan recluidos en el vestíbulo de entrada, con el resto de la vivienda ocupada por unas extrañas presencias, en el caso de la AECID todos los habitantes se han visto encerrados en el salón de los gobelinos. Sólo permanece habitable, en esta casa tomada, la zona elegante, el salón de baile, con becas y lectorados destinados a países ricos y dirigidos a personas ricas 6 porque la cuantía de las dotaciones es cada vez más baja y presupone que los beneficiarios van a poner de su propio bolsillo lo que falta para poder vivir. Mientras, la cocina, los baños, los dormitorios, la biblioteca, las partes de la casa destinadas a alimentar, cuidar, formarse o descansar se han abandonado, permanecen “tomadas” por presencias que sienten por la cooperación al desarrollo el mismo cariño que los mercados por la justicia. Hoy estamos aquí para presentar los resultados de un proyecto de cooperación al desarrollo que fue posible gracias a una realidad que ya no existe. No es lo único que ha desparecido en estos dos años largos como una intoxicación. “Como me quedaba el reloj de pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo a Irene (yo creo que estaba llorando) y salimos a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”. A diferencia de los habitantes de la “casa tomada” de Cortázar nosotros tenemos muchas cosas que hacer porque nuestra intención es volver a habitarla. La cooperación universitaria y científica al desarrollo sigue siendo necesaria y deberá ocupar su espacio en el momento en el que España vuelva a tener una política de cooperación responsable. Mientras tanto, nuestra obligación es seguir trabajando y eso es lo que estamos haciendo. Muchas gracias, Javier Pérez Iglesias 28 de noviembre de 2013 7 Imágenes utilizadas durante la conferencia 8 9 10 11