¿Por qué se llama como se llama? Qué duda cabe de que la Navidad es una fiesta que la mayoría de las personas asocia a momentos gratos, compartidos especialmente en familia, y custodiados en nuestra mente y corazón desde la infancia. En esa línea el sólo vocablo “Navidad” parece un estímulo verbal, inductor afectivo que genera gratos sentimientos. Sin embargo, dadas las condiciones en que mucha gente vive actualmente esta fiesta y la de Año Nuevo, esos sentimientos tan gratos a los que nos acabamos de Marco Aurelio Reyes Coca Decano Facultad de Educación y Humanidades, Universidad del Bío-Bío referir parecen relegados a planos más ocultos de nuestra personalidad, dando paso a otras vivencias nada gratas, y que son descritas por los psicólogos con el término “Síndrome de Navidad”. Con este nombre se quiere designar un cierto número de síntomas de angustia que algunas personas padecen en el tiempo de Navidad: se sienten deprimidas, cansadas, agobiadas, enfadadas, tristes o descontentas, sin saber por qué. Es una especie de agitación difusa que se vive en este tiempo, y que deja a quien padezca el problema, en un estado físico y psíquico muy desmejorado. ¿Qué es lo que ocurre? La misma víctima del síndrome se lo pregunta, sin saber bien darse respuesta. Todo el ambiente que nos rodea se supone que es gratificante, alegre, y especialmente preparado para hacer que lo pasemos bien: música, villancicos, regalos, compras, luces llamativas, tiendas y comercios rebosantes de productos bellamente adornados, reuniones familiares, cena de Navidad, etc. etc. Sin embargo, es ese mismo ambiente el que produce a muchas personas una vaga sensación de malestar y hasta de depresión. Efectivamente, estas personas se encuentran tristes y melancólicas, bajas de ánimo durante las fiestas de Navidad. Les cuesta hacer lo mismo que todos, y que parece :: Artículos de la Tribuna Universitaria :: Documento creado el 25/11/2016 a las 00:07:36 :: Página 1/3 :: que es lo que “hay que hacer” en estos días: comprar regalos, organizar encuentros familiares, mandar tarjetas de saludo, asistir a determinadas actividades, cantar villancicos, consumir ciertas bebidas y alimentos. Todas esas actividades, a la persona víctima del Síndrome de Navidad se le antojan como pesados compromisos con los que es necesario cumplir para quedar bien. Le costará mucho llevarlos a cabo, y si cumple con ellos le parecerá que lo único que está haciendo es ser fiel a una serie de rituales por simple obligación, como a la fuerza, a presión, a disgusto y sin convencimiento. Por supuesto que actuar de esa manera produce fatiga, cansancio, aburrimiento y estrés. A la vez, al verse en ese estado, esta persona se autopercibe como rara, se encuentra fuera de lugar, pues supone que no es normal sentirse así cuando lo lógico sería gozar y pasarlo bien, como se imagina que ocurre con los demás. La verdad es que el Síndrome de Navidad lo padecen más personas de las que a simple vista parece. Los psicólogos intentan señalar algunas posibles causas de este malestar. Para algunas personas las fiestas de Navidad están saturadas de recuerdos y asociaciones de infancia, que ahora, en la edad adulta, les traen nostalgias y añoranzas que producen una especial tristeza y cierto sentimiento de pérdida por aquellos tiempos, personas y lugares, que ya no volverán: “La Noche Buena se viene, la Noche Buena se va; y nosotros nos iremos, y no volveremos más”, decía un viejo villancico de mi infancia. En el fondo, es una experiencia de cierta soledad, en medio de la gente y de los bullicios de fiesta. Otros no pueden dejar de pensar en acontecimientos negativos de su familia, relaciones conflictivas entre algunos miembros de ella, que se arrastran por mucho tiempo, que nunca se han enfrentado ni aclarado con sinceridad, y que ahora parece sería ridículo pretender ocultar con el simple trámite de una bonita cena de Navidad, a modo de tapadera de fantasía. Quienes viven experiencias así sienten que sería cinismo por su parte acceder a ese tipo de actividades y rituales. Otras personas, finalmente, son también víctimas del Síndrome de Navidad precisamente :: Artículos de la Tribuna Universitaria :: Documento creado el 25/11/2016 a las 00:07:36 :: Página 2/3 :: por el ajetreo desbordante e invasivo que suponen estas fiestas en sí mismas a causa del ruido, las compras agitadas y compulsivas, los regalos hechos por cumplir, y la cantidad de dinero que se gasta, a veces, inútilmente. ¿Hay solución para este problema? La tiene y bien fácil, aunque haría falta revestirse de un gran nivel de autenticidad y fuerza de voluntad. Muchas personas que padecen este síndrome podrían superarlo si armándose de buena voluntad y coraje, estuvieran dispuestas a ser auténticas y no se dejaran arrastrar por la corriente. Nadie tiene que sentirse obligado/a a hacer algo, por el sólo hecho de que es lo que hace todo el mundo o está de moda, si es que ello va contra sus sentimientos más profundos y sinceros, o que violenta sus propios principios. Me parece que muchas personas dejarían de sentirse mal en las fiestas de Navidad, si simplemente dejaran de lado una especie de amnesia colectiva que nos invade en la sociedad, y recordaran (para vivirlo) el verdadero y auténtico sentido de dicha celebración. Todo cambiaría si recordáramos eficazmente que lo que en estas fiestas celebramos es la natividad de Jesucristo. Creyentes y agnósticos están de acuerdo en la importancia histórica de este hecho y de su significado. Jesucristo es sinónimo de sencillez de espíritu, sobriedad de vida, justicia social y equidad, solidaridad fraterna entre todos, paz en los corazones, vida interior, y manos unidas para construir juntos una calidad de vida que nos haga menos complicados y más felices. ¿Hay algún parecido entre el estilo de Jesucristo y ese tufillo farandulero y esperpéntico que nos presentan algunos medios publicitarios durante los días navideños? :: Artículos de la Tribuna Universitaria :: Documento creado el 25/11/2016 a las 00:07:36 :: Página 3/3 ::