Los militares, la justicia y el poder político

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Derechos Humanos
Gabriela Kleeberg
El Poder Ejecutivo
promulgó el
decreto supremo
061-PCM, que
facilita la defensa
de militares
acusados de
cometer crímenes
contra los
derechos humanos
con abogados
pagados por el
Estado. Sobre las
víctimas, ni una
sola palabra.
Los militares, la justicia
y el poder político
Carlos Rivera
Abogado IDL
>>> El Poder Ejecutivo ha promulgado
el decreto supremo 061-2006PCM, por el cual autoriza la
contratación de defensa legal
para aquellos miembros de las
Fuerzas Armadas investigados o
procesados penalmente por casos
de violaciones de los derechos
humanos producidos en el periodo
de la violencia política. Durante el
anuncio de esta norma el presidente
García, en términos francamente
lamentables, fustigó a quienes,
según él, “no pusieron nada para
defender a la patria contra el
terrorismo”. No cabe duda de que la
CVR y los organismos de derechos
humanos eran su objetivo.
funcionarios públicos a quienes se les imputa un hecho
ilícito cometido en el ejercicio regular de sus funciones
tienen derecho a que se garantice su defensa, ¿ese derecho —en los casos de violaciones de derechos humanos— es solo potestad de los militares? ¿Las víctimas
de aquellos casos no tienen este derecho? Se ha creado,
pues, una situación de evidente inequidad en cuanto a
la responsabilidad del Estado respecto de las víctimas,
de las que la Defensoría del Pueblo ha precisado que 76
por ciento no tiene ningún patrocinio legal.
El segundo asunto está referido a quién se está garantizando la defensa. El presidente García no ha considerado
hasta el momento ningún distingo, pero desde el Ministerio de Defensa se han hecho algunas precisiones.
No defenderán a los integrantes del Grupo Colina ni a
aquellos acusados de violación sexual de mujeres. Pero
en el resto de casos, ¿cuál será el criterio para que el
Estado asuma la defensa de un militar? En los hechos,
Tras la promulgación del decreto, hay algunos aspectos
que vale la pena discutir. El primero: si bien todos los
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al no existir reglas claras, al final primará entonces
una decisión política del Ministerio de Defensa. Ojalá
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nº 178 octubre 2006
Se ha creado, pues, una situación de evidente
inequidad en cuanto a la responsabilidad del
Estado respecto de las víctimas.
que esto no se convierta en una forma, no muy sutil,
de expresar apoyo político a los militares involucrados
en estos crímenes.
De acuerdo con este decreto el Ministerio de Defensa
deberá responderse la siguiente pregunta: ¿Quiénes
son los militares defendibles? ¿Serán los acusados de
desaparecer de manera sistemática estudiantes de la
Universidad del Centro desde 1989 hasta 1993? ¿Serán
los que convirtieron el cuartel Los Cabitos en el centro
de tortura más grande del país?
Y si no preguntamos por los oficiales de la Marina
involucrados en la matanza de El Frontón es porque
hace tres años el Ministerio de Defensa contrató un
abogado por la suma de S/. 280.000 nuevos soles para
que se encargase de su defensa. Como ha señalado la
Defensora del Pueblo, en una sociedad que se precie de
democrática no cabe defender con el dinero del Estado
a una persona que es un asesino o un torturador.
Existen hoy unos 43 casos de violaciones de derechos
humanos ante el Poder Judicial, de los cuales 24 fueron
presentados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación. En estos casos, como el Ministerio de Defensa ha
reconocido, solo se encuentran comprendidos aproximadamente 400 militares. No se trata, pues, de una
persecución contra las Fuerzas Armadas.
El tercer asunto tiene que ver con la posición que el
Poder Ejecutivo asumirá frente a estas investigaciones.
Estos casos son harto complejos, pero además han sido
entorpecidos no solo por las estrategias judiciales de los
acusados sino, sobre todo, por la falta de información
requerida por fiscales y jueces al Ministerio de Defensa
y a los institutos armados. ¿Qué garantiza que la defensa
—pagada por el Estado— no afianzará esa posición? O
¿qué garantiza que el Ejecutivo no avanzará en desarrollar
otras estrategias políticas para incidir sobre el resultado
de las investigaciones? Nos preguntamos esto en un
país en el que la interferencia política sobre el aparato
de justicia ha sido parte del paisaje judicial. ¿Quién se
compromete a que ello no ocurra: el sector del Gobierno
que reconoce la validez del Informe final de la CVR, o aquel
que quiere someter a investigación a las ONG de derechos
humanos y que ahora pide la cabeza de los procuradores
que impulsaron causas judiciales por casos de derechos
humanos contra efectivos militares?
Este interrogante es enteramente válido cuando desde
el Poder Ejecutivo se señala que ha existido “una judicialización excesiva” de los casos de la CVR, cuando todos
sabemos que después de tantos años de finalizado el
conflicto no existe ni un solo militar condenado por
crímenes contra la humanidad.
El cuarto asunto está referido a la posición que asumirán las Fuerzas Armadas. Las incesantes críticas
que provienen de sectores castrenses contra la CVR
y las organizaciones de derechos humanos tienen un
punto de encuentro: la judicialización de los casos que
involucran a quienes en el pasado y ahora tuvieron y
tienen una posición de mando (y poder) al interior de
la corporación militar. Las investigaciones de la CVR y
del Ministerio Público han tenido especial interés sobre
aquellos que, en ejercicio de una función militar, dieron
órdenes ilegales para cometer hechos delictivos contra
la población. Es evidente que esta situación ha generado
las reacciones destempladas de algunos sectores militares. ¿Esos sectores militares estarán sintiendo que
la iniciativa del Ejecutivo para garantizar defensa legal
es suficiente, o es que —como pareciera— apuestan a
desconocer y deslegitimar todo proceso de investigación
a militares por violaciones de los derechos humanos?
Pronto lo sabremos.
En conclusión, este decreto supremo nos coloca, en el
tema de derechos humanos, en una situación política
bastante diferente de la que teníamos hasta hace pocos
días, toda vez que pareciera que este hecho político liderado por el Poder Ejecutivo no busca otra cosa que vaciar
de contenido el proceso de judicialización de crímenes
contra los derechos humanos, en el que lo único que queda
claro es que las víctimas siguen tan desamparadas como
antes, tal como muchas veces lo remarcó el Informe final
de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
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