[8] Quiere Berlín vencer a Londres y a Nueva York. Londres tiene ferrocarril en la ciudad, por sobre las casas y debajo de ellas. Y Nueva York tiene su ferrocarril elevado, que va desde la Batería, donde comenzó Nueva York a ser ciudad, hasta High Bridge, o Puente Alto, donde a crecer Nueva York como va creciendo llegará la ciudad a poco. Pero ese ferrocarril elevado está lleno de riesgos. Las estaciones están en alto sobre columnas, como los jardines de la reina Semíramis; y los trenes se detienen muy poco en ellas, y como a ellas afluye mucha gente, que se precipita a los carros, y los conductores son descuidados, y el tren suele echar a andar antes de que los pasajeros hayan entrado en él, acontecen a cada paso desgracias tremendas. Luego, el ruido de ese ferrocarril es cosa aturdidora, sobre desfigurar los aparatos en que está montado muy hermosas calles y muy lindas casas. Sin contar que ya ha sucedido muchas veces que el ferrocarril se ha salido de los rieles, y ha venido a tierra, lo cual no ha pasado aún por fortuna sino cuando han ido los trenes vacíos. Por todo eso, Berlín quiere gozar de las ventajas del ferrocarril elevado, sin estar a sus desagrados y riesgos, y se prepara a construir un ferrocarril eléctrico, que no hará ruido, ni producirá humo, ni ocupará en las calles tanto espacio como el de Nueva York. El ferrocarril, montado también sobre columnas, irá por sobre las gentes; pero las estaciones no estarán en alto, sino al nivel de las calles: y al llegar a ellas, el tren desciende, por medio de un aparato eléctrico, al nivel de la estación, toma los pasajeros, asciende ya con ellos por el mismo aparato, y sigue por los aires su camino. Se leerá sin duda con interés, el método que para limpiar el bronce se emplea con buen éxito en todos los arsenales norteamericanos. Pónense juntas en una vasija de piedra una mitad de ácido nítrico y otra de ácido sulfúrico, y se tienen al lado una paila de agua fresca y una caja de aserrín. Para limpiar el bronce, se le sumerge primero en la vasija de ácido, y después en la de agua, y luego se le frota con el aserrín. Si el bronce está grasiento, se le sumerge, antes que en el ácido, en agua caliente en que se haya disuelto una buena cantidad de potasa y sosa, lo cual limpia la grasa, y permite que el ácido obre libremente. Recomiendan los médicos de Europa, en el tratamiento de aquellos pacientes cuya enfermedad requiere la aplicación del alcohol, el uso del alcohol puro, y no disfrazado en el vino, ni en el whisky, ni en la cerveza, ni en las demás bebidas que lo contengan; porque así el alcohol hace todo su efecto, sin llevar al cuerpo del paciente los demás elementos que entran en la composición de esas bebidas, los que no le hacen falta y no se corre el riesgo de que, como la práctica médica prueba que acontece con frecuencia, adquiera el enfermo el hábito de beber los líquidos prescritos en cantidad mucho mayor que lo que le es verdaderamente necesario. El alcohol puro, es útil y desagradable. Han de saber los que viajan por el Brasil que en los ríos de aquella tierra anda una voraz serpiente de agua, que llaman los naturales sucuruyu, la cual no se satisface con alimentarse de los tímidos terneros, y venadillos descuidados que bajan a beber a las orillas de los ríos, sino que suele saciar su hambre en los pescadores que tienden sus redes en las márgenes, y [a] los cuales sofoca y arrastra al fondo de las aguas, de donde nunca vuelve, el sucuruyu terrible. Se tenía ya por segura la construcción de un túnel a través del Canal de la Mancha, que uniese Inglaterra al continente. Mas el desagrado con que el pueblo y el gobierno inglés han llegado a ver la construcción del túnel, hacen creer que, de esta vez al menos, no quedará el túnel construido. Una sola objeción le hacen, pero la hace todo el pueblo inglés, y muchos de los ingenieros y militares de Inglaterra: la que expone a Inglaterra a una invasión de fuerzas continentales. Se ha publicado en Londres un curiosísimo libro en que se narra como sucedida una invasión a través del túnel, y la entrada en la Gran Bretaña de los invasores victoriosos: el libro ha hecho sensación grandísima. El gobierno ha ordenado que se suspendan las obras del túnel, que ya iban adelantadas; y una comisión militar se ocupa ahora en el examen de las objeciones que se presentan a la empresa, y de las respuestas con que los iniciadores de esta pretenden destruirlas. No hay acabar para la facultad de invención de los hombrescada día alumbra hoy decenas de descubrimientos útiles. De esa materia blanda e impermeable que se llama celuloide se han venido fabricando muchas cosas, y no es la menos curiosa unos cuellos y puños para camisas, que no necesitan ser enviados a la lavandera, porque con pasarles un lienzo húmedo o sumergirlos en agua quedan limpios y brillantes, como si no se les hubiese usado, y como si un lavandero chinoque posee el secreto de planchar lindamentele hubiese dado lustre con su plancha mágica. El cuello y los puños de celuloide pueden estar semanas enteras en el agua, y no pierden su brillo ni su forma. Pero ya se hace más con el celuloide: se hacen tipos de imprenta. Todos esos grandes tipos de madera que aún se usan, están siendo reemplazados con tipos de celuloide. Se corta el tipo en una lámina delgada de la sustancia, y la parte de cimiento del tipo se hace de madera: es una varilla de madera con una pequeña cabeza de celuloide. Por mucho que se usen estos tipos, no se gastan ni vuelven borrosos. Sometidas las láminas a un gran calor, queda impresa perfectamente en ellas la materia que se quiera reproducir, y que de antemano se ha extendido sobre la lámina: luego se rebajan los bordes de la lámina; y quedan las líneas del objeto perfectamente marcadas, y la plancha de celuloide propia para servir como plancha estereotípica. Estos tipos y planchas son muy durables, y muy ligeros. Resisten la acción de los ácidos, y no afectan los colores de las tintas usadas para imprimir con ellos. La Opinión Nacional, Caracas, 20 de mayo de 1882