DOMINICOS EN AMERICA COLONIAL Fr. José Carlos Fernández-Cid, O.P. . índice ACLARACIONES PREVIAS INTRODUCCION EVANGELIZACION EN EL CAMPO Y EN LA CIUDAD DENUNCIA PROFETICA DERECHO INTERNACIONAL MODO DE EVANGELIZACION PLANTEAMIENTO DOCTRINAL CONTENIDOS CATEQUETICOS METODOS DE EVANGELIZACION Lenguas nativas Música, teatro, pintura Educación, universidades CONCLUSIONES ACLARACIONES PREVIAS En casi todas las exposiciones hace falta precisar los sentidos y términos que se emplean. Eso vamos a hacer a continuación 1. La evangelización de los dominicos en América ha tenido tres centros principales: La Española, México y Perú; con las Filipinas como una prolongación de la labor misionera de México. “En la Española surgió todo el movimiento dominicano evangelizador de las Indias…Después fue México, lugar del que partieron las expansiones dominicanas a Guatemala, Chiapas, Nicaragua y Oaxaca. Perú fue el tercer lugar, y su influencia se dejó sentir en Ecuador, Chile y Colombia” (Los dominicos y el Nuevo Mundo. Madrid, 1987, p. 158. M. A. Medina Escudero). 2. La segunda aclaración que hay que hacer es que no todos los dominicos tuvieron la misma postura de denuncia de la encomienda y de la esclavitud, y de defensa de los indios. Como muy bien se ha hecho notar, había entre los dominicos tres tendencias: la tendencia “misionera” representada por Fray Pedro de Córdoba, Fray Antonio de Montesinos, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Antonio de Valdivieso…; la tendencia “monacal” representada por Fray Domingo de Betanzos, y la tendencia “politizada”, de colaboración con las autoridades de la Corona: como representativo de esta tendencia se señala a Fray Tomás de Ortiz; y esta era también la línea más favorecida por el Maestro de la Orden, Fray García de Loaysa, más tarde confesor del Emperador Carlos V, Cardenal Arzobispo de Sevilla y Presidente del Consejo de Indias (J.M. Pérez, Los dominicos en el siglo XVI, Bogotá, 1987). 3. Nos vamos a referir, por otra parte, a los misioneros dominicos que evangelizaron en las islas del Caribe, en México y Centroamérica. Los planteamientos doctrinales, los métodos, los problemas planteados, las soluciones buscadas y los fallos que se tuvieron son muy semejantes en Sudamérica, y también en Filipinas. INTRODUCCION. Juan Pablo II, en su discurso de Santo Domingo, 27 de enero de 1979, dijo: “Son lecciones de humanismo, de espiritualidad y de afán por dignificar al hombre, las que nos enseñan Antonio Montesinos, Córdoba, Bartolomé de Las Casas, a quienes harán eco también…tantos otros… Son hombres en los que late la preocupación por el débil, por el indefenso, por el indígena…De ahí nacerá el primer Derecho Internacional con Francisco de Vitoria”. Resulta sumamente difícil hablar con ecuanimidad de cualquier tema referente a “los 500 años”, mientras por todas partes se multiplican las “celebraciones” y las “contracelebraciones” Los mismos historiadores no consiguen ponerse de acuerdo: si la llegada de los españoles, portugueses y otros pueblos europeos a este continente a partir de los finales del siglo XV, su conquista militar y su colonización, fue en su conjunto un hecho positivo (con lamentables excesos y brutalidades, inevitables en toda tarea humana) o más bien un hecho negativo (acompañado de destacadas realizaciones culturales, socioeconómicas y políticas para una parte importante de la población). Dejemos ese juicio para los historiadores. Nosotros con los datos que ellos nos aportan vamos a sacar algunas conclusiones sobre la pastoral profética de los misioneros que la Orden de Predicadores envió a este continente. Limitamos nuestro trabajo, pues, a los dominicos, pero sustancialmente las conclusiones pueden servir para otros misioneros, y muy especialmente para los franciscanos; aunque es indudable que la Orden de Santo Domingo en general tuvo un papel predominante en la pastoral profética. Nos referimos a los dominicos españoles, pero lo que se diga se podría aplicar también a los portugueses. Recordemos además que de 1580 a 1640 España y Portugal estuvieron muy unidas. Es muy importante también hacer una distinción de lugares y de tiempos, pues las motivaciones y los métodos utilizados en el siglo XVI y buena parte del siglo XVII no son los mismos que se utilizan a finales de ese siglo y en el XVIII. Tampoco son totalmente iguales los planteamientos de los misioneros dominicos de las islas del Caribe y de Centroamérica que los de México o el Perú. Finalmente será muy conveniente hacer también una matización sobre el término “pastoral profética”. En los escritos sobre pastoral posteriores al Concilio Vaticano II se suele utilizar ese término para designar el aspecto evangelizador de la acción pastoral, distinguiéndolo de la pastoral litúrgica y de la pastoral social. Aquí ciertamente se empleará en ese sentido, pero también en el más específico de la denuncia de las injusticias, que fue una constante (con sus altibajos y sus lagunas) de la acción misionera de los dominicos en el Nuevo Mundo, sobre todo en el siglo XVI. Hoy como entonces la denuncia de las injusticias pertenece a la esencia misma de la evangelización, y los problemas candentes de entonces (justicia, inculturación) siguen siendo los de ahora. Aun rebajando lo que se quiera las cifras y las ponderaciones de los misioneros, ya nadie casi se atreve a negar hoy que existió un verdadero “genocidio” de las poblaciones indias en la mayor parte de los territorios sujetos a la Corona Española. No se ha hablado tanto del “genocidio cultural”, que fue casi total. Fueron muchos los misioneros implacables en la denuncia contra la destrucción de las personas, pero tolerantes (y algunos incluso ejecutores decididos) con la destrucción de las culturas. Ruinas (por no decir escombros) es lo que ha quedado de las culturas azteca, maya, inca… ¡Qué distinto hubiera sido nuestro Continente si en vez de haber arrasado con sus templos y demás elementos culturales, hubieran sido respetados como en la India, China, Japón…! ¡Qué diferente hubiera sido la “celebración de los 500 años” si en vez del “Requerimiento” famoso, con la amenaza de aceptar a los Reyes de Castilla como Señores de las Islas y Tierra Firme, o recibir “todos los males y daños”, se hubiera respetado “el único modo de atraer a todos los pueblos a la religión”! Pero la Historia nos guarda sus sorpresas. En el momento en que algunos celebran con gran triunfalismo “los 500 años”, como en un movimiento acelerado, los pueblos nativos de América desde Canadá a la Patagonia parecen haber despertado colectivamente, toman conciencia, y se unen en la lucha por defender su identidad y su cultura, y se preparan para hacer juntos sus reivindicaciones acalladas tanto tiempo por medio de la violencia y la tiranía. EVANGELIZACION EN EL CAMPO Y EN LA CIUDAD Con este título queremos señalar dos cosas, que se corresponden y se ayudan mutuamente en la obra evangelizadora: la experiencia del campo y los principios de los centros de estudio. DENUNCIA PROFETICA Muchos textos se podrían aportar para resaltar el aspecto de denuncia profética característico de la evangelización de los dominicos en América al principio de la colonia. Pero uno de los más significativos es la carta que diez dominicos y once franciscanos dirigieron a los gobernantes de España, los regentes Cisneros y Adriano de Utrecht. Está fechada en Santo Domingo de la Española el 27 de mayo de 1517, y dice: “Vemos que estas gentes han sido destruidas, que se les ha pegado la piel a los huesos, y está seca, que han perdido todas sus fuerzas; por ello entendemos y creemos que si se les impone cualquier trabajo, ya sea en las minas o en otros trabajos, morirán necesariamente… Colóqueseles en comunas o pueblos cristianos o ellos solos, Y no sirvan por ahora a nadie, ni aun al rey, No se les imponga ningún trabajo, a no ser que sea casi recreativo y para su sustento (para lo cual necesitan poquísimo) y lo acepten voluntariamente. Se preocupen sólo de su vida y salud, recuperen sus fuerzas y descansen sus fatigados cuerpos, se les permita respirar e intentar su propagación natural. El tiempo enseñará si se puede hacer con ellos otra cosa mejor. Por ahora intentemos esto: que no desparezcan, Van a la muerte en manadas y no se les ayuda inmediatamente,,, Si incardinarles en un pueblo cristiano tiene algún inconveniente, al menos permítaseles marcharse a sus lugares nativos, que en su lengua llaman yacayeques”(J.M. Pérez, op. cit., p. 65). Esta carta colectiva de los misioneros franciscanos y dominicos ilustra bien la situación en que se encontraban los nativos americanos 25 años después de la llegada de los españoles, y de los sentimientos de angustia (que no desaparezcan,,, van a la muerte en manadas…) que invadía el corazón de los misioneros que se proponían llevarles el mensaje evangélico. Entre los firmantes de esa carta se encontraban fray Pedro de Córdoba y fray Domingo de Betanzos, dos frailes dominicos que más tarde simbolizarían dos corrientes distintas en los métodos de evangelización. Pero la denuncia profética había comenzado seis años antes, en una fecha que ha quedado grabada con letras de oro en la Historia de América: el cuarto domingo de Adviento de 1511, 21 de diciembre, fray Antonio Montesinos pronunció en la isla La Española una homilía sobre la lectura bíblica del día: “Yo soy la voz que clama en el desierto…” La voz del misionero sonó clara y valiente: Soy voz de Cristo en el desierto de esta isla…Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal,.. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a aquestos indios?” Lo más importante de ese sermón era que había sido pronunciado por mandato del superior fray Pedro de Córdoba, y había sido previamente escrito y firmado por toda la comunidad. Ante la reacción airada de los encomenderos y las autoridades españolas, los dominicos se reafirmaron en su denuncia al domingo siguiente. Entre los que escucharon la predicación de Montesinos no se encontraba un sacerdote, que era encomendero y se llamaba Bartolomé de las Casas, pero se enteró de todo, y más tarde nos transmitiría el contenido del sermón. Poco después, estando en Cuba, se confesó con un dominico, que le negó la absolución por tener indios encomendados. Entonces se pone del lado de los dominicos y en 1522, cuando tenía ya 38 años, toma el hábito de la Orden de Predicadores en el convento de la ciudad de Santo Domingo. Llegó a ser obispo de Chiapas, y un seguidor suyo, a quien consagró obispo de León (Nicaragua) en 1545, fray Antonio de Valdivieso, fue tan ardiente defensor de los indios y denunciador de los crímenes de los españoles, que en 1550 fue asesinado por la familia del tirano de Nicaragua, Rodrigo de Contreras. La postura valiente de Las Casas originó toda una corriente de “obispos lascasianos” nombrados a partir de 1542, cuando fueron promulgadas las Leyes Nuevas por el emperador Carlos V, después de una entrevista con Fray Bartolomé en Valladolid. Además de Valdivieso, señala Dussel a Cristóbal de Pedraza, de Honduras (1545), Pablo de Torres, de Panamá (1547), Juan del Valle, de Popayán (1548), Fernando de Uranga, de Cuba (1552), Tomás de Casillas, de Chiapas (1552), Bernardo de Alburquerque, de Oaxaca (1559), Pedro de Angulo, de Verapaz (1560), Pedro de Argueda, de Coro (1560), Juan de Simancas, de Cartagena (1560), Domingo de Santo Tomás, de la Plata (1563), Pedro de la Peña, de Quito (1566), Agustín de la Coruña, de Popayán (1565). “Todos estos obispos se jugaron totalmente, se comprometieron hasta el fracaso, la expulsión de sus diócesis, la prisión, la expatriación y la muerte, por sus indios violentamente maltratados por los colonos…Los “ideólogos…de la liberación del indio fueron los teólogos del Convento de San Esteban de Salamanca, por ello sólo tres de los obispos arriba nombrados no fueron dominicos” (E. Dussel, Historia de la Iglesia en América Latina, Madrid, 1972). DERECHO INTERNACIONAL Efectivamente, la Escuela Teológico-jurídica de Salamanca, que rompió totalmente con el Derecho teocrático medieval, inspira la acción de Córdoba y Montesinos, hijos del Convento salmantino de San Esteban, y al mismo tiempo se nutre de las informaciones y denuncias que los misioneros envían. A partir de 1526, en que Fray Francisco de Vitoria toma posesión de su cátedra en Salamanca, comienza el Derecho Internacional, como ha sido admitido unánimemente… Entre 1528 y 1539 escribe sus famosas Relecciones sobre el poder civil, el poder eclesiástico, la potestad del Papa y del Concilio, sobre los indios y sobre el Derecho de la guerra, que revolucionaron totalmente las ideas sobre estos temas. La idea fundamental que inspira todo su pensamiento esta tomada del principio teológico de Santo Tomas de Aquino de que “la gracia no destruye la naturaleza” (Summa Theologica, I, 1,8 ad2). Según este conclusiones: principio fundamental Vitoria saca sus Los derechos del hombre se fundan en la propia naturaleza humana y no puede ser despojado de ellos por su conducta religiosa. Por consiguiente, le niega al Papa cualquier derecho para otorgar tierras a los reyes cristianos, y lo mismo al Emperador. Niega asimismo todo derecho de los reyes cristianos a hacer la guerra a los indios por motivos religiosos o morales. Solamente lo admitirá por violación del Derecho de gentes, como los sacrificios humanos. Los indios tienen derecho a conservar su religión y a que nadie les fuerce a abrazar otra fe. Aunque no quieran recibir la fe cristiana, no es lícito hacerles la guerra y despojarles de sus bienes. Los principios jurídicos de Vitoria, a pesar de la oposición que despertaron al principio, se impusieron paulatinamente, sobre todo en la universidad salmantina, no sólo entre los profesores dominicos, como Domingo de Soto y Domingo Báñez, sino en otras órdenes y en otras universidades, como los jesuitas Suárez y Molina. A finales del siglo XVI ya era prácticamente doctrina común. El 18 de abril de 1539 el emperador Carlos V (a quien al principio le enojaron bastante las ideas de Vitoria) le escribe una carta pidiendo que entre sus discípulos sacerdotes escoja a doce “que sean personas doctas y de buena vida y ejemplo, y tales que convengan para aquellas partes, y procuréis con ellos que quieran ir a la Nueva España” (V.D. Carro. La Teología y los juristas ante la conquista de América, Salamanca, 1951). MODO DE EVANGELIZACION PLANTEMIENTO DOCTRINAL. En 1492 se publicó en México el texto latino de una obra del P. Las Casas que se tenía por perdida, De único vocationis modo. Se tenía noticia de ella por el historiador dominico del siglo XVII Antonio de Remesal en su Historia general de las Indias occidentales. El manuscrito fue descubierto en la Biblioteca pública de Oaxaca. En realidad no es más que un fragmento, los capítulos 5, 6 y 7 del original. Fue escrita esta obra probablemente en Guatemala en 1538 poco antes de emprender su famosa evangelización pacífica de la Verapaz. La obra Del único modo de atraer a todos los pueblos al seno de la verdadera religión, resume todo el trasfondo doctrinal de la pastoral profética de los misioneros dominicos en América. “La Providencia divina -dice- estableció, para todo el mundo y para todos los tiempos, un solo, mismo y único modo de enseñarles a los hombres la verdadera religión, a saber: la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad” (México, 1975, p. 65). Este párrafo, que está casi al principio del texto que se nos ha conservado, es como un resumen del pensamiento lascasiano. Pero lo más importante quizá de esta obra (que tuvo una indudable influencia en los misioneros dominicos de la época) son las duras proposiciones que va formulando, con su característico estilo, a lo largo del texto. Veamos algunas. “Todos estos hombres que hacen tal guerra o procuran que se les haga (a los indios para predicarles el evangelio) están privados del amor de Dios, y no solamente esto, sino que se encuentran en un estado de verdadero odio a Dios” (p. 376) “Es temeraria, injusta y tiránica la guerra a los infieles” (p. 422). “Todos los que hacen la mencionada guerra y todos los que con cualquier género de cooperación, mandato, consejo, auxilio o favor, son causas de que se les declare la misma guerra a estos infieles, cometen pecado mortal, y gravísimo por cierto” (p. 434). “Todos los hombres que son o sean causa de la mencionada guerra…están obligados, con necesidad de medio para su salvación, a restituirles a los mismos infieles damnificados, todo lo que les hayan arrebatado con tal guerra, sea mueble o inmueble, y a satisfacer solidariamente…” (p. 448). “Yerran haciéndose grandemente culpables, aunque tengan el poder y autoridad de los obispos, los religiosos que…se empeñan en corregir y mas todavía, en castigar a los mismos indios por cualquier pecado que hayan cometido, antes o después de su conversión, con terribles aflicciones corporales, como son azotes, cárceles y otras penas aplicadas por su propia mano o por mano de otros…” (p. 468) CONTENIDOS CATEQUISTICOS. Sabemos hoy perfectamente el método y los contenidos que emplearon los misioneros dominicos en América durante el siglo XVI. La Doctrina cristiana para instrucción de los indios, aunque su primera edición se hizo en México en 1544, fue compuesta por Fray Pedro de Córdoba y sus hermanos dominicos de La Española entre 1510 y 1521. Es importante que en el titulo completo se dice que esta “doctrina” es “por manera de historia”. Y así es en efecto en buena parte a diferencia de otros catecismos de la época, que no eran más que una colección de preguntas y respuestas, a base de conceptos y definiciones sobre el dogma y la moral. La “Doctrina” de Córdoba tiene ya ese mérito de entender la fe como una “historia de salvación”, pasando por encima de siglos de teología puramente especulativa hasta nuestros tiempos posteriores al Concilio Vaticano II. Ya el comienzo nos sorprende, pues más que un catecismo clásico, parece (y lo es) el comienzo de un bello y emotivo sermón kerigmático. Dice “Muy amados hermanos: sabed y tened por muy cierto que os amamos de mucho corazón; y por este amor que os tenemos, tomamos muy grandes trabajos viniendo de muy lejanas tierras y pasando grandes mares, poniéndonos a muchos peligros de muerte por veniros a ver y por deciros los grandes y maravillosos secretos que Dios nos ha revelado, para que os los digamos, y os demos parte de los bienes que Dios nos ha dado…”(M. A. Medina, Doctrina cristiana por Fr,. Pedro de Córdoba, Salamanca, 1987, p. 199). Y a continuación va exponiendo los artículos de la fe en forma de Historia, aunque pasando de la creación y el pecado de los primeros padres (sin detenerse en los patriarcas, el éxodo, los profetas…) a Jesucristo, su nacimiento, sus milagros, su predicación, su pasión, muerte y resurrección; luego incluye temas típicos de los catecismos de la época. En 1548 Domingo de Betanzos la imprime (muy corregida, con sermones, oraciones, preguntas y respuestas) por orden del obispo Zumárraga, pero esta vez en forma bilingüe, es decir, también en “lengua mexicana”, es decir náhuatl. Al estar destinadas estas “doctrinas” a los indios, nada encontramos en ellas que haga referencia a los pecados contra la justicia que cometían los españoles. Sin duda eso lo reservaban los misioneros para los sermones, o para las cartas e informes que enviaban a la Corte. METODOS DE EVANGELIZACION Las lenguas nativas. Una de las características de la Misión de los dominicos fue la intensa dedicación a aprender y utilizar las lenguas nativas. En esto dieron un ejemplo admirable, que desgraciadamente no se sigue siempre en la actualidad, quizá por suponer, erróneamente, que en los Estados actuales todas las etnias tienen obligación de conocer, y conocen el idioma español. Sería muy largo recoger testimonios sobre este tema. Quizá el caso más significativo es el de Fray Francisco Ximénez, del descubridor del “Popol Vuh”, el libro sagrado de los mayas y que es heredero de una tradición linguística de la que nos habla en sus escritos. Llegó a Guatemala en 1688 y fue cura doctrinero de Santo Tomás Chuilá, hoy Chichicastenango. Buen conocedor de la lengua quiché y otras, consiguió el documento indígena original e hizo la traducción al castellano, en columnas paralelas. Publicó también un “Tesoro de las lenguas cakchiquel, quiché y tzutuhil” y finalmente escribió la “Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala”, que terminó en 1722. En ella nos habla abundantemente del interés y la dedicación de sus hermanos dominicos en aprender y utilizar los idiomas nativos. Alaba, a este respecto, al obispo Marroquín, y dice que “a aqueste santo prelado deben la religión dominica los primeros rudimentos de estas lenguas…; y procuraron enterarse con todas veras en el idioma más común, que es la lengua cakchiquel…Todo lo que hoy tienen los padres de San Francisco y nosotros en las lenguas quiche y cakchiquel y tsutuhil, todo lo redujeron aquellos santos varones…” (Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa, Guatemala, 1965, Tomo II, pp., 296-97). Del mismo modo podíamos hablar de México. Según Medina Escudero, “entre los frailes predicadores de la Nueva España parece haber sido una regla constante el hecho de estudiar paralelamente las lenguas nahuatl, mixteca y zapoteca, correspondientes a las tres provincias o regiones principales que integraban la Provincia Dominicana de Santiago de México. En 1569 Fray Juan de Córdoba escribe al Maestro de la Orden que los dominicos aprendían las lenguas de los indios “de las cuales hay infinidad y muy distintas para poder predicarles en sus lenguas y hacer fruto en ellos, porque sin ellas era imposible, porque era muy difícil que aprendiesen todos ellos nuestra lengua…Y así unos en seis meses y otros en un año, otros en más y menos tiempo, aprendieron sus lenguas, en las cuales les predican y confiesan, por lo cual los indios cobraban mayor afición a los religiosos” (Citado por Medina Escudero, pp. 132 y 187). Música, teatro, pintura Tenemos abundantes testimonios de la utilización del teatro y de la pintura para la evangelización, así como de la música. El P. Medina Escudero recoge las noticias sobre este tema de Dávila Padilla (1625), Burgoa (1674) y otros historiadores de la Orden. Pero quizás el caso mas famoso de utilización de la poesía y la música nos lo han trasmitido con lujo de detalles Remesal y Ximénez. Es el desafío que hace Las Casas de lograr la evangelización de los indios por medios pacíficos, tal como lo proponía en su libro De único vocationis modo. Remesal nos relata cómo los conquistadores de Guatemala se reían de Las Casas y de la posibilidad de atraer a los indios a la fe por vías pacificas. Las Casas acepta el reto, y, como la única tierra que queda por conquistar es Tesulutlán o Tierra de Guerra, se propone evangelizarla sin presencia de soldados, y lo logran tan eficazmente que en adelante llevará el nombre de Verapaz. El historiador incluso reproduce el documento del Gobernador de Guatemala, Alonso Maldonado, de fecha 2 de mayo de 1537, que autoriza a Fray Bartolomé de las Casas, a fray Rodrigo de Ladrada y a fray Pedro de Angulo a hacer la expedición pacífica y que esos indios “no los daré a persona ninguna, ni a ningún español serán encomendados ahora ni en ningún tiempo, y mandaré que ningún español les moleste, ni vaya a ellos ni a sus tierras so graves penas, por tiempo de cinco años” (Historia de las Indias, 1966, Tercera edición, Tomo I, p. 313). Lo que sucedió después es un prodigio de espíritu misionero, de ingenio, de creatividad y de estrategia evangelizadora. Recurrieron a la oración, ayuno y penitencia, se aplicaron a conocer el modo de ser de esos indios. Los tres, junto con fray Luis Cáncer, que conocía bien la lengua, hicieron unas trovas o versos sobre “la creación del mundo, la caída del hombre, su destierro del paraíso…, pusieron toda la vida y milagros de Cristo Nuestro Señor, su pasión, su muerte, su resurrección…”. Dice el P. Remesal: “era esta obra muy larga y así la dividieron en sus pausas y diferencia de versos al modo de los castellanos, que por ser estos los primeros que se hicieron en lengua de indios, merecían no haberse olvidado por muchos más que se intentasen después” (op.cit. p. 315). Eligieron a cuatro indios cristianos que iban con frecuencia a a quellas tierras como vendedores ambulantes o buhoneros, y les dieron un entrenamiento durante varios meses, ensayándoles la música con los instrumentos musicales de los indios. Además de sus propias mercaderías, les dio Las Casas “algunas de Castilla, tijeras, cuchillos, espejuelos y cascabeles, que los indios gustaban mucho y con este empleo los envió a tierra del Quiché y Sacapulas, en donde había un cacique poderoso…y por belicoso era muy temido en toda aquella comarca” (ib., p. 343) Los mensajeros tuvieron gran éxito y cuando se negaron a explicar sus coplas dijeron que eran los padres lo que podían hacerlo. El cacique les preguntó “que quiénes eran los padres?... Los mercaderes se los pintaron vestidos de blanco y negro, cortados los cabellos en forma de guirnalda, que no comían carne, ni querían oro, ni mantas, ni cacao. Que no eran casados, ni tenían pecado porque no trataban con mujeres. Que cantaban de día y de noche las alabanza de Dios” (ib., p. 345). Y así entraron los dominicos en Tezulután, la Tierra de Guerra, aproximadamente lo que es hoy Quiché y Verapaz. La evangelización pacífica de los quichés y cakchiqueles fue ejemplar y aun hoy llama la atención la profundidad y ejemplaridad de su fe comprometida. El historiador fray Francisco Ximénez reproduce el documento del emperador Carlos V, de fecha 11 de octubre de 1540, ratificando el concierto hecho por el P. Las Casas y el Gobernador Maldonado: “por lo cual queremos e mandamos que en lo que pacificaren el dicho fray Bartolomé e fray Pedro de Angulo e los otros religiosos de su Orden… por término de cinco años no entre ninguna ni alguna persona a hacer guerra ni a saltear ni a escandalizar ni a alborotar los dichos indios…” (Francisco Ximénez, op. cit. pp. 369-370). Educación. Universidades. Dentro de la estrategia misionera de la Orden de Predicadores siempre ha tenido un lugar destacado la enseñanza y el trabajo pastoral en los medios universitarios, unas veces fundando o convirtiendo sus Estudios Generales en Universidades, otras simplemente enviando a sus frailes a estudiar y a enseñar a los centros universitarios. Santo Domingo de Guzmán pertenece a la era de las universidades. Nace en 1170, veinte años después de la fundación de la universidad de París. Estudia en la Escuela catedralicia que luego se convertirá en 1208 en la Universidad de Palencia, la primera que se fundó en España y fue profesor de ella por un tiempo. En 1217, unos meses después de la aprobación de la Orden, cuando sólo tenía 16 frailes, los dispersa y envía 7 a la Universidad de París, algún tiempo después otros tres a la de Bolonia. Este gesto, al que se opusieron el obispo de Toulouse y otros benefactores, pero en el que Santo Domingo se mantuvo firme, marcó ya para siempre la estrategia de la Orden de Predicadores. La Universidad de Salamanca obviamente no fue de los dominicos, pero desde su fundación en 1244 su presencia fue muy importante y en el siglo XVI preponderante sobre todo en su Facultad de Teología. Pedro de Córdoba, “padre de los dominicos del Nuevo Mundo”, e inspirador de su pastoral profética, tomó el hábito en el convento de San Esteban de Salamanca y estudió en esa universidad. A los dos años de su llegada a la Española, cuando va a la Corte para defender su postura para formar a los jóvenes indios, tiene la iniciativa de fundar un colegio en Sevilla para formar a los jóvenes indios, Habló acerca de ello con el arzobispo fray Diego de Deza y solicita ayuda al rey Fernando el Católico, que ordenó al gobernador Diego Colón que permitiera a los dominicos traer 15 niños a estudiar. La promoción de escuelas en todas las provincias de las Indias fue una tarea continua de los misioneros dominicos. Merece especial atención la fundación de Universidades. Varios Estudios Generales de la Orden de Predicadores son reconocidos como universidades. En 1538 se funda la Universidad de Santo Domingo, de La Española, en 1551 la de San Marcos, de Lima, en 1580 la de Santo Tomás en Bogotá, en 1619 la de Nuestra Señora del Rosario, de Santiago de Chile, en 1682 la de Santo Tomás de Quito y en 1722 la de San Jerónimo de La Habana. En otras fue decisiva la participación y colaboración de los dominicos: México (1551), La Plata o Charcas (1557), Santiago de la Paz, La Española (1558), San Carlos de Guatemala (1624), San Antonio de Cuzco (1694), Caracas (1721), San Felipe de Chile (1738), Asunción de Paraguay (1738) y Guadalajara (1791). La Universidad de Santo Tomas, de Manila, tan vinculada a la tarea misionera de México, fue fundada en 1611, transformando el Estudio General de la Orden, que funcionaba desde 1595. CONCLUSIONES La presencia de la Orden de Predicadores en el Nuevo Mundo ha tenido unas características generales comunes. La estrategia y los métodos utilizados por los misioneros dominicos han sido muy semejantes, sobre todo en el siglo XVI. Una característica fue la defensa de los indios, aunque no todos los miembros de la Orden de Santo Domingo adoptan la denuncia profética, sino que algunos se limitaron a cultivar el aspecto de consuelo y asistencia a las victimas de la opresión colonial. La unidad fundamental de los misioneros dominicos se la dio el ser la mayoría hijos del convento de San Esteban de Salamanca, que floreció de manera destacada a principios del siglo XV como consecuencia de la reforma llevada a cabo por fray Juan Hurtado de Mendoza. El padre de los dominicos del Nuevo Mundo, fray Pedro de Córdoba, fue un hijo fiel de esa reforma salmantina, según todos los testimonios que tenemos, A ellos unió ese carácter profético tan característico de su predicación y su acción, seguramente heredado de fray Jerónimo Savonarola, en cuya reforma, lograda en el convento de Florencia, se inspiró la reforma de Salamanca. Los discípulos de Córdoba fueron fieles a sus principios; pero, como ya vimos, surgieron diversos matices en la defensa del indio, Y más tarde hubo una auténtica división en dos tendencias: la representada principalmente por Domingo de Betanzos, que predominó en México y la de Las Casas que se extendió por Caribe y Centroamérica. Especialmente lamentable fue la posición del P. Betanzos, firmante de la valiente carta de dominicos y franciscanos al principio de su permanencia en La Española, religioso ejemplar y defensor de los indios, pero que veinticinco años después modifica su parecer y se muestra partidario de las encomiendas. Pero en su lecho de muerte en el convento de San Pablo de Valladolid se retractó solemnemente de lo dicho en detrimento de los indios, sobre todo de lo que dejó firmado ante el Consejo de las Indias “diciendo que eran bestias y que tenían pecados y que Dios los había sentenciado y que todos perecerían, de donde podía haber resultado grandes escándalos” (L. Hanke, La lucha de la justicia en la conquista de América. Buenos Aires, 1967) A pesar de que fray Pedro de Córdoba fue partidario desde muy pronto de enviar niños a España con el fin de prepararse para ser dominicos, finalmente triunfaron los prejuicios y el proyecto nunca se llegó a realizar. Ese fue el gran obstáculo para que la Orden de Predicadores se encarnara plenamente en las Indias. El fracaso definitivo (al menos parcial) del espíritu profético en defensa de los indios de Córdoba y sus primeros seguidores vino en 1545 cuando los Provinciales de México de los franciscanos, fray Francisco de Soto, de los dominicos, fray Domingo de la Cruz y de los agustinos, Fray Juan de San Román, se entrevistaron en Malinas con el emperador y obtuvieron la revocación del capitulo 30 de las Leyes Nuevas, permitiéndose otra vez el repartimiento perpetuo de los indios, Parece ser que el Provincial franciscano no estuvo de acuerdo. Con razón ha podido escribir el dominico costarricense fray Antonio Figueras con cierta amargura: “La revocación de las Leyes Nuevas parece decirnos que todas las gestiones en defensa de los indios realizadas en un principio por el P. Córdoba, Montesinos y luego, por Las Casas, habían terminado en un verdadero fracaso y que en el Nuevo Mundo no podía darse otra organización social que la que ellos atacaron con todas sus fuerzas, es decir, la encomienda. Pone, además, a nuestra vista la existencia de una doble orientación de la Escuela Dominicana en los problemas de Indias: la desarrollada en el período antillano y la que sostuvieron en el territorio conquistado por Cortés”. (Los dominicos en las luchas de América, Guatemala, 1988, pp. 252-253). De todos modos -con permiso del autor- transcribimos la cita con que el P. Antonio Figueras cierra su libro: “El puesto de honor en la elaboración de la doctrina, base de la ingente tarea de civilización hispánica en América…corresponde -en frase de un moderno y erudito americanista, Dr. Manuel Jiménez Fernández- a dos núcleos de alta cultura católica: la Orden Dominicana, cuyo portavoz fue Las Casas y su doctrinario Vitoria y los universitarios salmantinos…” (ib.)