Lista de dominicos que han estado al frente de la

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DOMINICOS
EN AMERICA COLONIAL
Fr. José Carlos Fernández-Cid, O.P.
.
índice
ACLARACIONES PREVIAS
INTRODUCCION
EVANGELIZACION EN EL CAMPO Y EN LA CIUDAD
DENUNCIA PROFETICA
DERECHO INTERNACIONAL
MODO DE EVANGELIZACION
PLANTEAMIENTO DOCTRINAL
CONTENIDOS CATEQUETICOS
METODOS DE EVANGELIZACION
Lenguas nativas
Música, teatro, pintura
Educación, universidades
CONCLUSIONES
ACLARACIONES PREVIAS
En casi todas las exposiciones hace falta precisar los sentidos y
términos que se emplean. Eso vamos a hacer a continuación
1. La evangelización de los dominicos en América ha tenido tres
centros principales: La Española, México y Perú; con las Filipinas como una
prolongación de la labor misionera de México. “En la Española surgió todo
el movimiento dominicano evangelizador de las Indias…Después fue
México, lugar del que partieron las expansiones dominicanas a Guatemala,
Chiapas, Nicaragua y Oaxaca. Perú fue el tercer lugar, y su influencia se
dejó sentir en Ecuador, Chile y Colombia” (Los dominicos y el Nuevo
Mundo. Madrid, 1987, p. 158. M. A. Medina Escudero).
2. La segunda aclaración que hay que hacer es que no todos los
dominicos tuvieron la misma postura de denuncia de la encomienda y de la
esclavitud, y de defensa de los indios. Como muy bien se ha hecho notar,
había entre los dominicos tres tendencias: la tendencia “misionera”
representada por Fray Pedro de Córdoba, Fray Antonio de Montesinos, Fray
Bartolomé de las Casas, Fray Antonio de Valdivieso…; la tendencia
“monacal” representada por Fray Domingo de Betanzos, y la tendencia
“politizada”, de colaboración con las autoridades de la Corona: como
representativo de esta tendencia se señala a Fray Tomás de Ortiz; y esta era
también la línea más favorecida por el Maestro de la Orden, Fray García de
Loaysa, más tarde confesor del Emperador Carlos V, Cardenal Arzobispo de
Sevilla y Presidente del Consejo de Indias (J.M. Pérez, Los dominicos en el
siglo XVI, Bogotá, 1987).
3. Nos vamos a referir, por otra parte, a los misioneros dominicos que
evangelizaron en las islas del Caribe, en México y Centroamérica. Los
planteamientos doctrinales, los métodos, los problemas planteados, las
soluciones buscadas y los fallos que se tuvieron son muy semejantes en
Sudamérica, y también en Filipinas.
INTRODUCCION.
Juan Pablo II, en su discurso de Santo Domingo, 27 de enero
de 1979, dijo:
“Son lecciones de humanismo, de espiritualidad y de afán por
dignificar al hombre, las que nos enseñan Antonio Montesinos,
Córdoba, Bartolomé de Las Casas, a quienes harán eco
también…tantos otros… Son hombres en los que late la
preocupación por el débil, por el indefenso, por el indígena…De
ahí nacerá el primer Derecho Internacional con Francisco de
Vitoria”.
Resulta sumamente difícil hablar con ecuanimidad de
cualquier tema referente a “los 500 años”, mientras por todas partes se
multiplican las “celebraciones” y las “contracelebraciones”
Los mismos historiadores no consiguen ponerse de acuerdo: si
la llegada de los españoles, portugueses y otros pueblos europeos a
este continente a partir de los finales del siglo XV, su conquista
militar y su colonización, fue en su conjunto un hecho positivo (con
lamentables excesos y brutalidades, inevitables en toda tarea humana)
o más bien un hecho negativo (acompañado de destacadas
realizaciones culturales, socioeconómicas y políticas para una parte
importante de la población).
Dejemos ese juicio para los historiadores. Nosotros con los
datos que ellos nos aportan vamos a sacar algunas conclusiones sobre
la pastoral profética de los misioneros que la Orden de Predicadores
envió a este continente.
Limitamos nuestro trabajo, pues, a los dominicos, pero
sustancialmente las conclusiones pueden servir para otros misioneros,
y muy especialmente para los franciscanos; aunque es indudable que
la Orden de Santo Domingo en general tuvo un papel predominante en
la pastoral profética.
Nos referimos a los dominicos españoles, pero lo que se diga
se podría aplicar también a los portugueses. Recordemos además que
de 1580 a 1640 España y Portugal estuvieron muy unidas.
Es muy importante también hacer una distinción de lugares y
de tiempos, pues las motivaciones y los métodos utilizados en el siglo
XVI y buena parte del siglo XVII no son los mismos que se utilizan a
finales de ese siglo y en el XVIII. Tampoco son totalmente iguales los
planteamientos de los misioneros dominicos de las islas del Caribe y
de Centroamérica que los de México o el Perú.
Finalmente será muy conveniente hacer también una
matización sobre el término “pastoral profética”.
En los escritos sobre pastoral posteriores al Concilio Vaticano
II se suele utilizar ese término para designar el aspecto evangelizador
de la acción pastoral, distinguiéndolo de la pastoral litúrgica y de la
pastoral social. Aquí ciertamente se empleará en ese sentido, pero
también en el más específico de la denuncia de las injusticias, que fue
una constante (con sus altibajos y sus lagunas) de la acción misionera
de los dominicos en el Nuevo Mundo, sobre todo en el siglo XVI.
Hoy como entonces la denuncia de las injusticias pertenece a la
esencia misma de la evangelización, y los problemas candentes de
entonces (justicia, inculturación) siguen siendo los de ahora. Aun
rebajando lo que se quiera las cifras y las ponderaciones de los
misioneros, ya nadie casi se atreve a negar hoy que existió un
verdadero “genocidio” de las poblaciones indias en la mayor parte de
los territorios sujetos a la Corona Española. No se ha hablado tanto del
“genocidio cultural”, que fue casi total. Fueron muchos los misioneros
implacables en la denuncia contra la destrucción de las personas, pero
tolerantes (y algunos incluso ejecutores decididos) con la destrucción
de las culturas. Ruinas (por no decir escombros) es lo que ha quedado
de las culturas azteca, maya, inca…
¡Qué distinto hubiera sido nuestro Continente si en vez de
haber arrasado con sus templos y demás elementos culturales,
hubieran sido respetados como en la India, China, Japón…! ¡Qué
diferente hubiera sido la “celebración de los 500 años” si en vez del
“Requerimiento” famoso, con la amenaza de aceptar a los Reyes de
Castilla como Señores de las Islas y Tierra Firme, o recibir “todos los
males y daños”, se hubiera respetado “el único modo de atraer a todos
los pueblos a la religión”!
Pero la Historia nos guarda sus sorpresas. En el momento en
que algunos celebran con gran triunfalismo “los 500 años”, como en
un movimiento acelerado, los pueblos nativos de América desde
Canadá a la Patagonia parecen haber despertado colectivamente,
toman conciencia, y se unen en la lucha por defender su identidad y su
cultura, y se preparan para hacer juntos sus reivindicaciones acalladas
tanto tiempo por medio de la violencia y la tiranía.
EVANGELIZACION
EN EL CAMPO Y EN LA CIUDAD
Con este título queremos señalar dos cosas, que se
corresponden y se ayudan mutuamente en la obra evangelizadora: la
experiencia del campo y los principios de los centros de estudio.
DENUNCIA PROFETICA
Muchos textos se podrían aportar para resaltar el aspecto de
denuncia profética característico de la evangelización de los
dominicos en América al principio de la colonia. Pero uno de los más
significativos es la carta que diez dominicos y once franciscanos
dirigieron a los gobernantes de España, los regentes Cisneros y
Adriano de Utrecht. Está fechada en Santo Domingo de la Española el
27 de mayo de 1517, y dice: “Vemos que estas gentes han sido
destruidas, que se les ha pegado la piel a los huesos, y está seca, que
han perdido todas sus fuerzas; por ello entendemos y creemos que si
se les impone cualquier trabajo, ya sea en las minas o en otros
trabajos, morirán necesariamente… Colóqueseles en comunas o
pueblos cristianos o ellos solos, Y no sirvan por ahora a nadie, ni aun
al rey, No se les imponga ningún trabajo, a no ser que sea casi
recreativo y para su sustento (para lo cual necesitan poquísimo) y lo
acepten voluntariamente. Se preocupen sólo de su vida y salud,
recuperen sus fuerzas y descansen sus fatigados cuerpos, se les
permita respirar e intentar su propagación natural. El tiempo enseñará
si se puede hacer con ellos otra cosa mejor. Por ahora intentemos esto:
que no desparezcan, Van a la muerte en manadas y no se les ayuda
inmediatamente,,, Si incardinarles en un pueblo cristiano tiene algún
inconveniente, al menos permítaseles marcharse a sus lugares nativos,
que en su lengua llaman yacayeques”(J.M. Pérez, op. cit., p. 65).
Esta carta colectiva de los misioneros franciscanos y
dominicos ilustra bien la situación en que se encontraban los nativos
americanos 25 años después de la llegada de los españoles, y de los
sentimientos de angustia (que no desaparezcan,,, van a la muerte en
manadas…) que invadía el corazón de los misioneros que se
proponían llevarles el mensaje evangélico.
Entre los firmantes de esa carta se encontraban fray Pedro de
Córdoba y fray Domingo de Betanzos, dos frailes dominicos que más
tarde simbolizarían dos corrientes distintas en los métodos de
evangelización.
Pero la denuncia profética había comenzado seis años antes, en
una fecha que ha quedado grabada con letras de oro en la Historia de
América: el cuarto domingo de Adviento de 1511, 21 de diciembre,
fray Antonio Montesinos pronunció en la isla La Española una
homilía sobre la lectura bíblica del día: “Yo soy la voz que clama en el
desierto…” La voz del misionero sonó clara y valiente: Soy voz de
Cristo en el desierto de esta isla…Esta voz os dice que todos estáis en
pecado mortal,.. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en
tan cruel y horrible servidumbre a aquestos indios?”
Lo más importante de ese sermón era que había sido pronunciado
por mandato del superior fray Pedro de Córdoba, y había sido
previamente escrito y firmado por toda la comunidad.
Ante la reacción airada de los encomenderos y las autoridades
españolas, los dominicos se reafirmaron en su denuncia al domingo
siguiente.
Entre los que escucharon la predicación de Montesinos no se
encontraba un sacerdote, que era encomendero y se llamaba
Bartolomé de las Casas, pero se enteró de todo, y más tarde nos
transmitiría el contenido del sermón.
Poco después, estando en Cuba, se confesó con un dominico, que
le negó la absolución por tener indios encomendados. Entonces se
pone del lado de los dominicos y en 1522, cuando tenía ya 38 años,
toma el hábito de la Orden de Predicadores en el convento de la
ciudad de Santo Domingo.
Llegó a ser obispo de Chiapas, y un seguidor suyo, a quien
consagró obispo de León (Nicaragua) en 1545, fray Antonio de
Valdivieso, fue tan ardiente defensor de los indios y denunciador de
los crímenes de los españoles, que en 1550 fue asesinado por la
familia del tirano de Nicaragua, Rodrigo de Contreras.
La postura valiente de Las Casas originó toda una corriente de
“obispos lascasianos” nombrados a partir de 1542, cuando fueron
promulgadas las Leyes Nuevas por el emperador Carlos V, después de
una entrevista con Fray Bartolomé en Valladolid. Además de
Valdivieso, señala Dussel a Cristóbal de Pedraza, de Honduras (1545),
Pablo de Torres, de Panamá (1547), Juan del Valle, de Popayán
(1548), Fernando de Uranga, de Cuba (1552), Tomás de Casillas, de
Chiapas (1552), Bernardo de Alburquerque, de Oaxaca (1559), Pedro
de Angulo, de Verapaz (1560), Pedro de Argueda, de Coro (1560),
Juan de Simancas, de Cartagena (1560), Domingo de Santo Tomás, de
la Plata (1563), Pedro de la Peña, de Quito (1566), Agustín de la
Coruña, de Popayán (1565).
“Todos estos obispos se jugaron totalmente, se comprometieron
hasta el fracaso, la expulsión de sus diócesis, la prisión, la
expatriación y la muerte, por sus indios violentamente maltratados por
los colonos…Los “ideólogos…de la liberación del indio fueron los
teólogos del Convento de San Esteban de Salamanca, por ello sólo tres
de los obispos arriba nombrados no fueron dominicos” (E. Dussel,
Historia de la Iglesia en América Latina, Madrid, 1972).
DERECHO INTERNACIONAL
Efectivamente, la Escuela Teológico-jurídica de Salamanca,
que rompió totalmente con el Derecho teocrático medieval, inspira la
acción de Córdoba y Montesinos, hijos del Convento salmantino de
San Esteban, y al mismo tiempo se nutre de las informaciones y
denuncias que los misioneros envían. A partir de 1526, en que Fray
Francisco de Vitoria toma posesión de su cátedra en Salamanca,
comienza el Derecho Internacional, como ha sido admitido
unánimemente… Entre 1528 y 1539 escribe sus famosas Relecciones
sobre el poder civil, el poder eclesiástico, la potestad del Papa y del
Concilio, sobre los indios y sobre el Derecho de la guerra, que
revolucionaron totalmente las ideas sobre estos temas. La idea
fundamental que inspira todo su pensamiento esta tomada del
principio teológico de Santo Tomas de Aquino de que “la gracia no
destruye la naturaleza” (Summa Theologica, I, 1,8 ad2).
Según este
conclusiones:
principio
fundamental
Vitoria
saca
sus
Los derechos del hombre se fundan en la propia naturaleza
humana y no puede ser despojado de ellos por su conducta
religiosa.
Por consiguiente, le niega al Papa cualquier derecho para
otorgar tierras a los reyes cristianos, y lo mismo al
Emperador.
Niega asimismo todo derecho de los reyes cristianos a hacer
la guerra a los indios por motivos religiosos o morales.
Solamente lo admitirá por violación del Derecho de gentes,
como los sacrificios humanos.
Los indios tienen derecho a conservar su religión y a que
nadie les fuerce a abrazar otra fe.
Aunque no quieran recibir la fe cristiana, no es lícito
hacerles la guerra y despojarles de sus bienes.
Los principios jurídicos de Vitoria, a pesar de la oposición que
despertaron al principio, se impusieron paulatinamente, sobre todo en
la universidad salmantina, no sólo entre los profesores dominicos,
como Domingo de Soto y Domingo Báñez, sino en otras órdenes y en
otras universidades, como los jesuitas Suárez y Molina.
A finales del siglo XVI ya era prácticamente doctrina común. El
18 de abril de 1539 el emperador Carlos V (a quien al principio le
enojaron bastante las ideas de Vitoria) le escribe una carta pidiendo
que entre sus discípulos sacerdotes escoja a doce “que sean personas
doctas y de buena vida y ejemplo, y tales que convengan para aquellas
partes, y procuréis con ellos que quieran ir a la Nueva España” (V.D.
Carro. La Teología y los juristas ante la conquista de América, Salamanca,
1951).
MODO DE EVANGELIZACION
PLANTEMIENTO DOCTRINAL.
En 1492 se publicó en México el texto latino de una obra del P.
Las Casas que se tenía por perdida, De único vocationis modo. Se
tenía noticia de ella por el historiador dominico del siglo XVII
Antonio de Remesal en su Historia general de las Indias occidentales.
El manuscrito fue descubierto en la Biblioteca pública de Oaxaca. En
realidad no es más que un fragmento, los capítulos 5, 6 y 7 del
original. Fue escrita esta obra probablemente en Guatemala en 1538
poco antes de emprender su famosa evangelización pacífica de la
Verapaz.
La obra Del único modo de atraer a todos los pueblos al seno
de la verdadera religión, resume todo el trasfondo doctrinal de la
pastoral profética de los misioneros dominicos en América. “La
Providencia divina -dice- estableció, para todo el mundo y para todos
los tiempos, un solo, mismo y único modo de enseñarles a los
hombres la verdadera religión, a saber: la persuasión del
entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de
la voluntad” (México, 1975, p. 65).
Este párrafo, que está casi al principio del texto que se nos ha
conservado, es como un resumen del pensamiento lascasiano. Pero lo
más importante quizá de esta obra (que tuvo una indudable influencia
en los misioneros dominicos de la época) son las duras proposiciones
que va formulando, con su característico estilo, a lo largo del texto.
Veamos algunas.
“Todos estos hombres que hacen tal guerra o procuran que se
les haga (a los indios para predicarles el evangelio) están
privados del amor de Dios, y no solamente esto, sino que se
encuentran en un estado de verdadero odio a Dios” (p. 376)
“Es temeraria, injusta y tiránica la guerra a los infieles” (p.
422).
“Todos los que hacen la mencionada guerra y todos los que
con cualquier género de cooperación, mandato, consejo,
auxilio o favor, son causas de que se les declare la misma
guerra a estos infieles, cometen pecado mortal, y gravísimo
por cierto” (p. 434).
“Todos los hombres que son o sean causa de la mencionada
guerra…están obligados, con necesidad de medio para su
salvación, a restituirles a los mismos infieles damnificados,
todo lo que les hayan arrebatado con tal guerra, sea mueble o
inmueble, y a satisfacer solidariamente…” (p. 448).
“Yerran haciéndose grandemente culpables, aunque tengan el
poder y autoridad de los obispos, los religiosos que…se
empeñan en corregir y mas todavía, en castigar a los mismos
indios por cualquier pecado que hayan cometido, antes o
después de su conversión, con terribles aflicciones corporales,
como son azotes, cárceles y otras penas aplicadas por su
propia mano o por mano de otros…” (p. 468)
CONTENIDOS CATEQUISTICOS.
Sabemos hoy perfectamente el método y los contenidos que
emplearon los misioneros dominicos en América durante el siglo XVI.
La Doctrina cristiana para instrucción de los indios, aunque su primera
edición se hizo en México en 1544, fue compuesta por Fray Pedro de
Córdoba y sus hermanos dominicos de La Española entre 1510 y
1521.
Es importante que en el titulo completo se dice que esta
“doctrina” es “por manera de historia”. Y así es en efecto en buena
parte a diferencia de otros catecismos de la época, que no eran más
que una colección de preguntas y respuestas, a base de conceptos y
definiciones sobre el dogma y la moral.
La “Doctrina” de Córdoba tiene ya ese mérito de entender la fe
como una “historia de salvación”, pasando por encima de siglos de
teología puramente especulativa hasta nuestros tiempos posteriores al
Concilio Vaticano II.
Ya el comienzo nos sorprende, pues más que un catecismo
clásico, parece (y lo es) el comienzo de un bello y emotivo sermón
kerigmático. Dice “Muy amados hermanos: sabed y tened por muy
cierto que os amamos de mucho corazón; y por este amor que os
tenemos, tomamos muy grandes trabajos viniendo de muy lejanas
tierras y pasando grandes mares, poniéndonos a muchos peligros de
muerte por veniros a ver y por deciros los grandes y maravillosos
secretos que Dios nos ha revelado, para que os los digamos, y os
demos parte de los bienes que Dios nos ha dado…”(M. A. Medina,
Doctrina cristiana por Fr,. Pedro de Córdoba, Salamanca, 1987, p.
199).
Y a continuación va exponiendo los artículos de la fe en forma
de Historia, aunque pasando de la creación y el pecado de los
primeros padres (sin detenerse en los patriarcas, el éxodo, los
profetas…) a Jesucristo, su nacimiento, sus milagros, su predicación,
su pasión, muerte y resurrección; luego incluye temas típicos de los
catecismos de la época.
En 1548 Domingo de Betanzos la imprime (muy corregida,
con sermones, oraciones, preguntas y respuestas) por orden del obispo
Zumárraga, pero esta vez en forma bilingüe, es decir, también en
“lengua mexicana”, es decir náhuatl.
Al estar destinadas estas “doctrinas” a los indios, nada
encontramos en ellas que haga referencia a los pecados contra la
justicia que cometían los españoles. Sin duda eso lo reservaban los
misioneros para los sermones, o para las cartas e informes que
enviaban a la Corte.
METODOS DE EVANGELIZACION
Las lenguas nativas.
Una de las características de la Misión de los dominicos fue la
intensa dedicación a aprender y utilizar las lenguas nativas. En esto
dieron un ejemplo admirable, que desgraciadamente no se sigue
siempre en la actualidad, quizá por suponer, erróneamente, que en los
Estados actuales todas las etnias tienen obligación de conocer, y
conocen el idioma español.
Sería muy largo recoger testimonios sobre este tema. Quizá el
caso más significativo es el de Fray Francisco Ximénez, del
descubridor del “Popol Vuh”, el libro sagrado de los mayas y que es
heredero de una tradición linguística de la que nos habla en sus
escritos.
Llegó a Guatemala en 1688 y fue cura doctrinero de Santo
Tomás Chuilá, hoy Chichicastenango. Buen conocedor de la lengua
quiché y otras, consiguió el documento indígena original e hizo la
traducción al castellano, en columnas paralelas. Publicó también un
“Tesoro de las lenguas cakchiquel, quiché y tzutuhil” y finalmente
escribió la “Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y
Guatemala”, que terminó en 1722. En ella nos habla abundantemente
del interés y la dedicación de sus hermanos dominicos en aprender y
utilizar los idiomas nativos. Alaba, a este respecto, al obispo
Marroquín, y dice que “a aqueste santo prelado deben la religión
dominica los primeros rudimentos de estas lenguas…; y procuraron
enterarse con todas veras en el idioma más común, que es la lengua
cakchiquel…Todo lo que hoy tienen los padres de San Francisco y
nosotros en las lenguas quiche y cakchiquel y tsutuhil, todo lo
redujeron aquellos santos varones…” (Historia de la Provincia de San
Vicente de Chiapa, Guatemala, 1965, Tomo II, pp., 296-97).
Del mismo modo podíamos hablar de México. Según Medina
Escudero, “entre los frailes predicadores de la Nueva España parece
haber sido una regla constante el hecho de estudiar paralelamente las
lenguas nahuatl, mixteca y zapoteca, correspondientes a las tres
provincias o regiones principales que integraban la Provincia
Dominicana de Santiago de México. En 1569 Fray Juan de Córdoba
escribe al Maestro de la Orden que los dominicos aprendían las
lenguas de los indios “de las cuales hay infinidad y muy distintas para
poder predicarles en sus lenguas y hacer fruto en ellos, porque sin
ellas era imposible, porque era muy difícil que aprendiesen todos ellos
nuestra lengua…Y así unos en seis meses y otros en un año, otros en
más y menos tiempo, aprendieron sus lenguas, en las cuales les
predican y confiesan, por lo cual los indios cobraban mayor afición a
los religiosos” (Citado por Medina Escudero, pp. 132 y 187).
Música, teatro, pintura
Tenemos abundantes testimonios de la utilización del teatro y
de la pintura para la evangelización, así como de la música. El P.
Medina Escudero recoge las noticias sobre este tema de Dávila Padilla
(1625), Burgoa (1674) y otros historiadores de la Orden. Pero quizás
el caso mas famoso de utilización de la poesía y la música nos lo han
trasmitido con lujo de detalles Remesal y Ximénez. Es el desafío que
hace Las Casas de lograr la evangelización de los indios por medios
pacíficos, tal como lo proponía en su libro De único vocationis modo.
Remesal nos relata cómo los conquistadores de Guatemala se
reían de Las Casas y de la posibilidad de atraer a los indios a la fe por
vías pacificas. Las Casas acepta el reto, y, como la única tierra que
queda por conquistar es Tesulutlán o Tierra de Guerra, se propone
evangelizarla sin presencia de soldados, y lo logran tan eficazmente
que en adelante llevará el nombre de Verapaz.
El historiador incluso reproduce el documento del Gobernador
de Guatemala, Alonso Maldonado, de fecha 2 de mayo de 1537, que
autoriza a Fray Bartolomé de las Casas, a fray Rodrigo de Ladrada y a
fray Pedro de Angulo a hacer la expedición pacífica y que esos indios
“no los daré a persona ninguna, ni a ningún español serán
encomendados ahora ni en ningún tiempo, y mandaré que ningún
español les moleste, ni vaya a ellos ni a sus tierras so graves penas,
por tiempo de cinco años” (Historia de las Indias, 1966, Tercera
edición, Tomo I, p. 313).
Lo que sucedió después es un prodigio de espíritu misionero,
de ingenio, de creatividad y de estrategia evangelizadora. Recurrieron
a la oración, ayuno y penitencia, se aplicaron a conocer el modo de ser
de esos indios.
Los tres, junto con fray Luis Cáncer, que conocía bien la
lengua, hicieron unas trovas o versos sobre “la creación del mundo, la
caída del hombre, su destierro del paraíso…, pusieron toda la vida y
milagros de Cristo Nuestro Señor, su pasión, su muerte, su
resurrección…”.
Dice el P. Remesal: “era esta obra muy larga y así la dividieron
en sus pausas y diferencia de versos al modo de los castellanos, que
por ser estos los primeros que se hicieron en lengua de indios,
merecían no haberse olvidado por muchos más que se intentasen
después” (op.cit. p. 315).
Eligieron a cuatro indios cristianos que iban con frecuencia a a
quellas tierras como vendedores ambulantes o buhoneros, y les dieron
un entrenamiento durante varios meses, ensayándoles la música con
los instrumentos musicales de los indios. Además de sus propias
mercaderías, les dio Las Casas “algunas de Castilla, tijeras, cuchillos,
espejuelos y cascabeles, que los indios gustaban mucho y con este
empleo los envió a tierra del Quiché y Sacapulas, en donde había un
cacique poderoso…y por belicoso era muy temido en toda aquella
comarca” (ib., p. 343)
Los mensajeros tuvieron gran éxito y cuando se negaron a
explicar sus coplas dijeron que eran los padres lo que podían hacerlo.
El cacique les preguntó “que quiénes eran los padres?... Los
mercaderes se los pintaron vestidos de blanco y negro, cortados los
cabellos en forma de guirnalda, que no comían carne, ni querían oro,
ni mantas, ni cacao. Que no eran casados, ni tenían pecado porque no
trataban con mujeres. Que cantaban de día y de noche las alabanza de
Dios” (ib., p. 345).
Y así entraron los dominicos en Tezulután, la Tierra de Guerra,
aproximadamente lo que es hoy Quiché y Verapaz.
La evangelización pacífica de los quichés y cakchiqueles fue
ejemplar y aun hoy llama la atención la profundidad y ejemplaridad de
su fe comprometida.
El historiador fray Francisco Ximénez reproduce el documento
del emperador Carlos V, de fecha 11 de octubre de 1540, ratificando
el concierto hecho por el P. Las Casas y el Gobernador Maldonado:
“por lo cual queremos e mandamos que en lo que pacificaren el dicho
fray Bartolomé e fray Pedro de Angulo e los otros religiosos de su
Orden… por término de cinco años no entre ninguna ni alguna
persona a hacer guerra ni a saltear ni a escandalizar ni a alborotar los
dichos indios…” (Francisco Ximénez, op. cit. pp. 369-370).
Educación. Universidades.
Dentro de la estrategia misionera de la Orden de Predicadores
siempre ha tenido un lugar destacado la enseñanza y el trabajo pastoral
en los medios universitarios, unas veces fundando o convirtiendo sus
Estudios Generales en Universidades, otras simplemente enviando a
sus frailes a estudiar y a enseñar a los centros universitarios.
Santo Domingo de Guzmán pertenece a la era de las
universidades. Nace en 1170, veinte años después de la fundación de
la universidad de París. Estudia en la Escuela catedralicia que luego se
convertirá en 1208 en la Universidad de Palencia, la primera que se
fundó en España y fue profesor de ella por un tiempo.
En 1217, unos meses después de la aprobación de la Orden,
cuando sólo tenía 16 frailes, los dispersa y envía 7 a la Universidad
de París, algún tiempo después otros tres a la de Bolonia. Este gesto,
al que se opusieron el obispo de Toulouse y otros benefactores, pero
en el que Santo Domingo se mantuvo firme, marcó ya para siempre la
estrategia de la Orden de Predicadores.
La Universidad de Salamanca obviamente no fue de los
dominicos, pero desde su fundación en 1244 su presencia fue muy
importante y en el siglo XVI preponderante sobre todo en su Facultad
de Teología.
Pedro de Córdoba, “padre de los dominicos del Nuevo
Mundo”, e inspirador de su pastoral profética, tomó el hábito en el
convento de San Esteban de Salamanca y estudió en esa universidad.
A los dos años de su llegada a la Española, cuando va a la Corte para
defender su postura para formar a los jóvenes indios, tiene la iniciativa
de fundar un colegio en Sevilla para formar a los jóvenes indios,
Habló acerca de ello con el arzobispo fray Diego de Deza y solicita
ayuda al rey Fernando el Católico, que ordenó al gobernador Diego
Colón que permitiera a los dominicos traer 15 niños a estudiar.
La promoción de escuelas en todas las provincias de las Indias
fue una tarea continua de los misioneros dominicos. Merece especial
atención la fundación de Universidades. Varios Estudios Generales de
la Orden de Predicadores son reconocidos como universidades. En
1538 se funda la Universidad de Santo Domingo, de La Española, en
1551 la de San Marcos, de Lima, en 1580 la de Santo Tomás en
Bogotá, en 1619 la de Nuestra Señora del Rosario, de Santiago de
Chile, en 1682 la de Santo Tomás de Quito y en 1722 la de San
Jerónimo de La Habana. En otras fue decisiva la participación y
colaboración de los dominicos: México (1551), La Plata o Charcas
(1557), Santiago de la Paz, La Española (1558), San Carlos de
Guatemala (1624), San Antonio de Cuzco (1694), Caracas (1721), San
Felipe de Chile (1738), Asunción de Paraguay (1738) y Guadalajara
(1791).
La Universidad de Santo Tomas, de Manila, tan vinculada a la
tarea misionera de México, fue fundada en 1611, transformando el
Estudio General de la Orden, que funcionaba desde 1595.
CONCLUSIONES
La presencia de la Orden de Predicadores en el Nuevo Mundo ha
tenido unas características generales comunes. La estrategia y los
métodos utilizados por los misioneros dominicos han sido muy
semejantes, sobre todo en el siglo XVI. Una característica fue la
defensa de los indios, aunque no todos los miembros de la Orden de
Santo Domingo adoptan la denuncia profética, sino que algunos se
limitaron a cultivar el aspecto de consuelo y asistencia a las victimas
de la opresión colonial.
La unidad fundamental de los misioneros dominicos se la dio
el ser la mayoría hijos del convento de San Esteban de Salamanca, que
floreció de manera destacada a principios del siglo XV como
consecuencia de la reforma llevada a cabo por fray Juan Hurtado de
Mendoza.
El padre de los dominicos del Nuevo Mundo, fray Pedro de
Córdoba, fue un hijo fiel de esa reforma salmantina, según todos los
testimonios que tenemos, A ellos unió ese carácter profético tan
característico de su predicación y su acción, seguramente heredado de
fray Jerónimo Savonarola, en cuya reforma, lograda en el convento de
Florencia, se inspiró la reforma de Salamanca.
Los discípulos de Córdoba fueron fieles a sus principios; pero,
como ya vimos, surgieron diversos matices en la defensa del indio, Y
más tarde hubo una auténtica división en dos tendencias: la
representada principalmente por Domingo de Betanzos, que
predominó en México y la de Las Casas que se extendió por Caribe y
Centroamérica.
Especialmente lamentable fue la posición del P. Betanzos,
firmante de la valiente carta de dominicos y franciscanos al principio
de su permanencia en La Española, religioso ejemplar y defensor de
los indios, pero que veinticinco años después modifica su parecer y se
muestra partidario de las encomiendas.
Pero en su lecho de muerte en el convento de San Pablo de
Valladolid se retractó solemnemente de lo dicho en detrimento de los
indios, sobre todo de lo que dejó firmado ante el Consejo de las Indias
“diciendo que eran bestias y que tenían pecados y que Dios los había
sentenciado y que todos perecerían, de donde podía haber resultado
grandes escándalos” (L. Hanke, La lucha de la justicia en la conquista de
América. Buenos Aires, 1967)
A pesar de que fray Pedro de Córdoba fue partidario desde
muy pronto de enviar niños a España con el fin de prepararse para ser
dominicos, finalmente triunfaron los prejuicios y el proyecto nunca se
llegó a realizar. Ese fue el gran obstáculo para que la Orden de
Predicadores se encarnara plenamente en las Indias.
El fracaso definitivo (al menos parcial) del espíritu profético
en defensa de los indios de Córdoba y sus primeros seguidores vino en
1545 cuando los Provinciales de México de los franciscanos, fray
Francisco de Soto, de los dominicos, fray Domingo de la Cruz y de los
agustinos, Fray Juan de San Román, se entrevistaron en Malinas con
el emperador y obtuvieron la revocación del capitulo 30 de las Leyes
Nuevas, permitiéndose otra vez el repartimiento perpetuo de los
indios, Parece ser que el Provincial franciscano no estuvo de acuerdo.
Con razón ha podido escribir el dominico costarricense fray Antonio
Figueras con cierta amargura: “La revocación de las Leyes Nuevas
parece decirnos que todas las gestiones en defensa de los indios
realizadas en un principio por el P. Córdoba, Montesinos y luego, por
Las Casas, habían terminado en un verdadero fracaso y que en el
Nuevo Mundo no podía darse otra organización social que la que ellos
atacaron con todas sus fuerzas, es decir, la encomienda. Pone, además,
a nuestra vista la existencia de una doble orientación de la Escuela
Dominicana en los problemas de Indias: la desarrollada en el período
antillano y la que sostuvieron en el territorio conquistado por Cortés”.
(Los dominicos en las luchas de América, Guatemala, 1988, pp. 252-253).
De todos modos -con permiso del autor- transcribimos la cita
con que el P. Antonio Figueras cierra su libro: “El puesto de honor en
la elaboración de la doctrina, base de la ingente tarea de civilización
hispánica en América…corresponde -en frase de un moderno y
erudito americanista, Dr. Manuel Jiménez Fernández- a dos núcleos
de alta cultura católica: la Orden Dominicana, cuyo portavoz fue Las
Casas y su doctrinario Vitoria y los universitarios salmantinos…” (ib.)
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