Guerrero R, López R. 2002. Scientific journals of the SEM. In: García Mendoza C (coord.). History of the SEM in the XX century. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, S.A., pp 143–182 Ricardo Guerrero1 y Rubens López2. Universidad de Barcelona1, Centro de Investigaciones Biológicas, CSIC, Madrid2 Apéndice II LA(S) REVISTA(S) CIENTÍFICAS DE LA SEM: EL TESÓN DE LO IMPROBABLE Las revistas científicas Una revista científica es una publicación periódica ―hasta hace poco exclusivamente impresa― cuya finalidad es la comunicación y transmisión del conocimiento científico, especialmente de los avances que se producen en un determinado campo. Sus características están determinadas por la comunidad a la que se dirige y por el área temática que cubre. Las primeras revistas científicas correspondían a campos muy generales que abarcaban lo que llamamos ciencia en sentido estricto ―las ciencias matemáticas y de la naturaleza. A partir del siglo XIX aparecieron otras revistas que correspondían a las humanidades ―filosofía, lingüística, sociología, etc. La primera revista científica de la que tenemos noticia es la francesa Journal des Savants, fundada en 1665. El mismo año, la Royal Society de Londres inició la publicación de una revista que aún existe hoy día, The Phylosophical Transactions of the Royal Society. Aquél fue un año fecundo en la cosecha de la publicación científica, ya que también, recordemos, vio la luz el libro Micrographia, de Robert Hooke, el acta fundacional de la microscopia y, por extensión, de la biología. Durante el resto del siglo XVII y todo el XVIII las diversas revistas que fueron apareciendo eran las publicaciones oficiales de sociedades científicas de prestigio. En la segunda mitad del siglo XIX surgieron revistas independientes de sociedades, que iban des – 143 – tinadas a un sector determinado de científicos. Nature, que no era el órgano de ninguna institución sabia, fue fundada por Norman Lockyer en 1869 con el objetivo, entre otros, de publicar las cartas y comunicaciones de Charles Darwin. La aparición (en 1859) de la obra de Darwin On the Origin of Species by Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life actuó de fermento sobre la intelectualidad victoriana de Gran Bretaña. Nature fue desde el principio una revista independiente que no tenía el respaldo, ni económico ni científico, de ninguna institución. En cuanto a la financiación, tuvo sus problemas durante los primeros años. Por lo que respecta a la garantía científica, desde el principio contó con colaboradores destacados, como John Tyndall o Thomas H. Huxley. Todavía ahora es una revista dedicada parcialmente al periodismo científico, con secciones de información general sobre la comunidad científica y los avances de la ciencia, de opinión, necrológicas, revisiones de libros, etc. Y muchos lectores lo que buscan principalmente son esas páginas. Sin embargo, lo que confiere a Nature el calificativo de “prestigiosa” con que se la suele adjetivar en los medios ―y, por supuesto, el alto “factor de impacto” que tiene―, es la sección de artículos de revisión (Review Articles), la de artículos de investigación primaria (Articles) y las comunicaciones (Letters to Nature), que suelen ser artículos cortos. A pesar de su título, Letters no es una sección de cartas de los lectores, las cuales están en la sección Correspondence. En el siglo XX, además de las revistas publicadas por instituciones ―sociedades científicas, universidades, facultades, organismos gubernamentales de investigación, centros de investigación, etc.―, aparecieron muchas que dependían de editoriales privadas, solas o en colaboración con instituciones científicas. Entre las que pertenecen a una institución científica están Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA ―habitualmente abreviada como PNAS―, publicada por la sociedad norteamericana de su nombre, entidad que es la máxima autoridad científica del país; Journal of Bacteriology y el resto de las que edita la American Society for Microbiology; Microbiology, publicada por la Society for General Microbiology (Reino Unido). Entre las que pertenecen a conocidas editoriales tenemos, además de la ya citada Nature, Virology o Archives for Microbiology (Macmillan, Academic y Springer, respectivamente). Caso especial es Science; aunque pertenece a la American Association for the Advancement of Science, su difusión, comercialización, prestigio e impacto viven una vida bastante separada de la de la sociedad que la edita. Hoy día, muchas de las revistas que tienen prestigio en la comunidad científica son, independientemente de su calidad intrínseca, un producto de – 144 – mercado. Además, para muchas editoriales, un negocio seguro y creciente, donde con una mínima propaganda se aseguran la venta anual de un producto caro; con unos precios que se pueden “actualizar” sin temor a la competencia y sin posibilidades de protesta por parte del comprador, generalmente sólo instituciones, debido a su precio prohibitivo. Los libros científicos no seriados tradicionales, en cambio, necesitan una propaganda y comercialización específicas para cada caso, quedan anticuados en seguida, no pueden colocarse en el mercado general y, finalmente, son un engorro para la editorial al cabo de poco tiempo, por lo que una parte no despreciable de la edición acaba sus días, a la infantil edad de tres a cinco años, convertida en pasta de papel. Actualmente, las editoriales científicas más potentes deben la mayor parte de sus beneficios no a los libros ―como era tradicional―, sino a las revistas, ya que tienen la venta asegurada antes de su aparición porque se distribuyen por suscripción. Además, si “el producto” se dedica a un campo aplicado, como muchas especialidades de la medicina o de la ingeniería, se obtienen notables ingresos adicionales por la abundante publicidad. Se calcula que en la actualidad existen más de 100.000 revistas científicas. En 1997, cuando uno de nosotros (RG) pidió al Centro de Información y Documentación del CSIC que mirara cuántas revistas europeas ―sólo― relacionadas con la microbiología existían, la lista inicial llegó a las 200 (!). Después de cuidadosa depuración, y de quedarse con las más estrictamente relacionadas, la lista se redujo a ―sólo― 146 (Ronda & Vázquez 1997). En la actualidad, muchas revistas están pasando a tener dos ediciones, la habitual en papel y la electrónica. Algunas revistas nuevas se publican ahora exclusivamente en su versión electrónica y, en muchos casos, su calidad y rigurosidad están fuera de duda, porque mantienen el sistema de evaluación y selección de originales que practicarían si se editaran en papel. Microbiologia SEM se publicó en 1996 y 1997―los dos últimos años de su existencia― también en versión electrónica, gracias al empeño de Jesús García-Gil, de la Universidad de Gerona (Piqueras 1997, García-Gil 1997). International Microbiology está en Internet desde el primer número. Los años 1998–2000, a nuestro cargo, en <www.im.microbios.org>; desde 2001, a cargo de SpringerVerlag,en <http://link.springer.de/link/service/journals/ 10123/index.htm>. De los tres primeros años, los artículos completos son de libre acceso; a partir de 2001, sólo los índices y resúmenes, pero los socios de la SEM y los suscriptores de la revista tienen acceso a los artículos completos. – 145 – Revistas, artículos y separatas Las revistas científicas están subdivididas en unidades llamadas “artículos”. Cada artículo lleva, una vez publicado el número donde ven la luz, una vida propia. Tienen autores y temas diferentes de los otros trabajos del resto del número. Una vez impresos en forma separada (“separata”, que si respetásemos más nuestro latín original sería separatum), se distribuyen y citan de manera totalmente independiente. Tanto, que muchos autores no hemos visto nunca un ejemplar completo de alguna de las revistas donde hemos publicado nuestros artículos. Esta vida independiente sólo se ha interrumpido en los últimos tiempos a la hora de citar “el factor de impacto (FI) del artículo”, concepto equivocado porque se refiere siempre al FI de la revista en conjunto en el año concreto en el que se publicó el artículo en cuestión (Guerrero 2001a, Piqueras 2002). Los artículos de las primeras revistas científicas eran casi exclusivamente descriptivos; sus autores explicaban sus observaciones y, en ocasiones, las deducciones extraídas. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la experimentación inductiva adquiere gran importancia, y los artículos deben no sólo exponer las observaciones y deducciones realizadas sino detallar los métodos empleados, de tal manera que otros investigadores puedan verificar o falsar las afirmaciones realizadas. En la actualidad, la mayor parte de los artículos contienen “investigación primaria” y constituyen la primera comunicación completa por escrito de una investigación concreta, con sus precedentes, metodología, resultados y comentarios. La fecha de publicación es importante, porque, en caso de discusión de la autoría de un descubrimiento entre dos o más artículos, se respeta la prioridad cronológica. Hay también “artículos de revisión”, que describen la situación contemporánea de algún campo de investigación; sus autores pueden ser algunos de los responsables de esa investigación o bien otros científicos conocedores del tema. La estructura del número de la revista puede hacerse más compleja e incluir también “editoriales”, “cartas”, artículos de opinión y perspectiva, revisiones de libros, comentarios de reuniones, etc. (Sharp 2001). La revista de la Sociedad Española de Microbiología (SEM), al margen de diferencias propias de cada época, ha seguido ese esquema: la mayor parte de los artículos han sido de investigación primaria y de revisión. Estos artículos son el núcleo fundamental de una revista científica, los que los autores preparan para comunicar su investigación y los colegas buscan para preparar, mejorar, o justificar la suya. Al aparecer Microbiología Española (1947) se anunciaba que la revista, principalmente, “estará consagrada a la publicación – 146 – de trabajos estrictamente originales, ...” (las cursivas y la falta de ortografía son del original), pero que “otras secciones estarán dedicadas a bibliografía, [...] resumen de actas de las sesiones y breves noticias de interés para los socios [de la Sociedad de Microbiólogos Españoles, que es como empezó llamándose la SEM].” Durante toda su existencia, Microbiología Española mantuvo esa tónica. La nueva revista, Microbiología SEM, publicó a partir de 1985, además de artículos de investigación primaria, minirrevisiones de temas de interés general. Finalmente, a partir de 1994 cada número de Microbiología SEM contenía dos tipos de artículos: los que llamábamos “Investigación” (que eran de una a tres minirrevisiones, o “investigación secundaria”, más un número variable de artículos de presentación de resultados propios, o “investigación primaria”) y los que agrupábamos bajo el nombre de “Complementos” (que eran editoriales, artículos de opinión y/o perspectivas, recensiones de libros, recuerdo de la vida y obra de científicos españoles o extranjeros, etc.). Estos Complementos enriquecieron la publicación tratando temas de interés general en microbiología, o temas generales vistos desde la perspectiva de la microbiología, y cumpliendo, una vez más, la vocación generalista y formadora de la SEM. Merecen especial mención los que se dedicaron a la historia de nuestra Sociedad, a la propia revista y al estado de la microbiología en América Latina (véase la p. 515 de Mas Castellà 1997). Muchos de esos artículos “complementarios” han sido citados e incluso reproducidos íntegramente en diversas publicaciones extranjeras, lo que indica que nuestra revista se lee en diversas partes del mundo. En International Microbiology se ha mantenido ese esquema general, donde destaca la calidad de los editoriales, que se encargan a distintos expertos para que nos den su visión particular del campo donde trabajan. Estos editoriales no constituyen la opinión de la revista (ya que son responsabilidad de quienes los firman), ni por supuesto de la SEM, pero son muy coherentes con la idea de nuestra Sociedad de agrupar opiniones diversas con un objetivo colectivo: el progreso de la microbiología (in pluribus unum). Y sin más preámbulo, pasemos a recordar lo que tuvimos, para describir lo que tenemos. Entre lo que tuvimos, está la historia de la revista, desde 1947 hasta nuestros días, un recorrido en tres etapas muy dispares en carácter y extensión (el primero de 38 años, el segundo de 13, y el actual, de sólo 4). Al final de este trabajo recapitularemos sobre cuatro aspectos que son esenciales en una revista moderna y que han sido objeto de discusión a la hora de dirigir y enjuiciar nuestra publicación oficial: la utilización del inglés, el sistema de evaluación por expertos (peer review), la publicación electrónica y los índices de citación internacionales (Current Contents, etc.). – 147 – La revista Microbiología Española (1947–1986) Las revistas de la SEM han sido tres: Microbiología Española (1947–1986), Microbiología SEM (1985–1997) e International Microbiology (desde 1998). Aunque diferentes en presentación, contenido y aspiraciones, constituyen una línea de continuidad que justifica los paréntesis del título de este trabajo. Dicha continuidad fue claramente descrita en la presentación de la benjamina, International Microbiology, por el entonces presidente de la SEM (Ruiz Berraquero 1998). Microbiología Española (Fig. 1) se fundó en 1947. Sus avatares, logros y debilidades han sido narrados en la serie de artículos sobre la historia de la SEM de Concepción (siempre Conchita) García Mendoza (1995–1996) reproducidos en este libro, en Isamat et al. (1996) y en Mas-Castellà (1997). Desde su aparición hasta 1984 fue editada conjuntamente por el Instituto Jaime Ferrán de Microbiología (del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC) y por la SEM. Puede sorprendernos que el primer número empezara con la reproducción del texto de una conferencia de Luis Nájera Angulo titulada “La guerra bioparasitológica”, un tema tan desgraciadamente actual todavía. La revista alcanzó cierto prestigio y se citaba en varios índices internacionales. Le cupo el honor de publicar el artículo que propuso la creación del nuevo género Bordetella. Este articulo (de Manuel Moreno López, Microbiol. Esp. 5:177–181 [1952]) ha sido citado en multitud de trabajos y libros de taxonomía, entre ellos varias ediciones de los Bergey's Manual. La época de mayor impulso de la revista fue la década entre los años 1953 y 1962, llegándose en dos de ellos (1955 y 1956) a publicar más de 500 páginas. Sin embargo, a partir de entonces fue decayendo lentamente, hasta el punto de que en 1985 la SEM dejó de colaborar con el Instituto Jaime Ferrán y decidió iniciar por su cuenta la publicación de Microbiología SEM. El Instituto Jaime Ferrán aún publicó dos números más de Microbiología Española independientemente de la SEM, en los años 1985 y 1986. Los últimos números tenían un aspecto escuálido, pero sirvieron, una vez más, para demostrar el tesón de los pioneros: publicaron los últimos artículos a los que se habían comprometido. El año 1985 se reorganizó el CSIC y desapareció, entre otros, el Instituto Jaime Ferrán. El último número de Microbiología Española, que apareció en noviembre de 1986, constaba de 5 artículos, sólo 39 páginas y contenía el epitafio, triste pero digno, de la revista: “[...] El Equipo editorial, al despedirse, quiere hacer constar su agradecimiento a los lectores, muy especialmente, y a todos cuantos con su colaboración en las diferentes tareas, – 148 – FIGURA 1. Portadas del primer (1947) y último (1986) número de Microbiología Española asesoramiento, organización, redacción, imprenta, han permitido la publicación de la revista que, después de treinta y nueve años de existencia, cierra con este volumen su colección.” Hay que decir a fuer de sinceros, que la separación de ambas revistas no fue amigable precisamente. Los responsables del Instituto reclamaron ante el Registro de la Propiedad Industrial por considerar que el nuevo nombre (Microbiología) usurpaba el anterior. Ese organismo dio la razón a los demandantes, y por ello gozamos ―sin saberlo― de un nombre “ilegal” durante toda la vida de la segunda revista (1985–1997). Quedan pocas colecciones completas de Microbiología Española. El estudio detallado de sus trabajos, temas y autores (Vázquez & Ronda, este libro) proporcionaría una visión, a veces descorazonadora, a veces esperanzada, de una microbiología autárquica, alejada de las corrientes internacionales. Pero no podemos olvidar que eso era fiel reflejo de la situación de España en las décadas de 1940 y de 1950. A pesar del aislamiento, se aprecian los tímidos intentos de abrirse al exterior, el interés en convocar científicos extranjeros de reconocido prestigio, para aprender de ellos. Y el esfuerzo de algunos de los microbiólogos jóvenes ―en aquella época― para salir al extranjero a perfeccionar conocimientos y volver al país a poner en prác – 149 – tica lo aprendido. Rodaron por el mundo y volvieron, insuflando aires nuevos en un país de ambiente enrarecido. Puede decirse, viendo la situación actual, que a pesar de las dificultades pudieron volver; ahora, hubieran tenido muchos obstáculos, porque el aire ha vuelto a enrarecerse. Sin duda, los fundamentos del magnífico edificio de la microbiología española que se fue levantando en las décadas de 1970 y 1980 se apoyan en parte en aquellos cimientos y aires renovadores. Además de otros méritos, no podemos negar a aquella primera época de la microbiología española los del esfuerzo, la continuidad y la esperanza. Microbiología Española se proponía sacar cuatro números individuales al año, pero eso se logró pocas veces (por ejemplo, en 1953). Cada volumen (año) tenía oficialmente cuatro números, pero lo más frecuente era que éstos aparecieran agrupados de dos en dos. De 1947 a 1952 hubo uno o dos números dobles por año (con la excepción de 1948, año en que no se publicó la revista), que podían ser el 3–4 o el 2–3. Por otra parte, hay dos cosas que hacen difícil saber cuántas veces por año apareció realmente la revista: la primera es que las bibliotecas suelen quitar las cubiertas de los números individuales al encuadernar el volumen anual; la segunda es que entre los años 1958 y 1967 la revista publicó un único índice, que correspondía a todo el año. Por ello, en la columna correspondiente de la Tabla 1 se indican 4 números hasta 1976, aunque no tengamos constancia de que siempre fuese así. A partir de 1976 se hace evidente que la revista tiene serias dificultades para publicar incluso un solo volumen-número anual. En la Tabla 1 se exponen los años y números de la primera revista y el número de artículos y de páginas que contenían. Para elaborar esa Tabla contamos en su día (1996) con la ayuda inestimable de Sara I. Pérez Prieto y de las bibliotecarias del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), María Antonia Hermida González y Concepción López Hermida. La nonata Biología Microbiana y la transición penosa La idea de lanzar una nueva publicación ya se había discutido, si no antes, en 1976. En la Junta Directiva de la SEM celebrada con ocasión del I Congreso de la Federación Española de Sociedades de Biología Experimental (FESBE, Madrid), siendo presidente de la SEM Fernando Baquero, se decidió publicar una nueva revista. Se acordó llamarla Biología Microbiana, y se nombró editor-jefe (director) de la misma a Jorge López Tello, que ocupaba el cargo de bibliotecario en la Junta Directiva de la SEM. Dicha – 150 – Tabla 1. Volúmenes y números de Microbiología Española (1947–1986) Vol. Núm. Año Artículos Páginas 01 02 03 04 05 06 07 08 09 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29a 30–31b 32–33b 34 35 36 37 38c 39c 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 3 3 2 4 “4” 1 1 1 1 2 1 2 1 1947 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955 1956 1957 1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977–78 1979–80 1981 1982 1983 1984 1985 1986 15 11 16 13 12 17 16 14 26 23 24 23 24 22 23 27 21 16 24 18 20 25 23 24 25 17 19 15 13 15 12 9 6 14 13 15 5 317 283 247 209 213 414 328 523 504 485 431 438 414 268 307 280 254 250 346 250 240 286 306 302 289 199 326 178 156 142 123 90 76 132 119 125 39 a La indicación “4” señala que parece que se publicaron los cuatro números de una sola vez. A partir de ese año hemos indicado las veces que se publicó realmente. Los dos números de cada uno de los anos 1983, 1984 y 1985 fueron dobles. b Los volúmenes 30–31 y 32–33 se publicaron en un solo número cada uno, que cubrieron los años 1977–1978 y 1979–1980, respectivamente. c En 1985 y 1986 ya se publicaba Microbiología SEM. – 151 – revista podría aparecer después del siguiente congreso nacional (en Santiago de Compostela, 1977; véase García Mendoza 1995, Parte II). Se trató de nuevo el tema en ese congreso. Varias personas intervinieron en esta fase de preparación; entre ellas, podemos destacar a Antonio Portolés, director de tesis de uno de nosotros (RL). El nombre de Biología Microbiana llegó a registrarse oficialmente. Pero, debido principalmente a la falta de originales, la nueva publicación no llegó a hacerse realidad. Como último recurso, se pensó en fusionarla con el Boletín Informativo, que, por iniciativa de Julio R. Villanueva, ayudado por Federico Uruburu, había comenzado a publicarse en Salamanca en diciembre de 1972. Al no haberse podido plasmar la idea de esta nueva revista, la Junta Directiva de la SEM decidió en 1980 seguir colaborando con el Instituto Jaime Ferrán en la publicación de Microbiología Española. Se acordó que, decisiones que se tomasen. Pero a partir de 1984 la situación a partir de entonces, la SEM debería formar parte tanto del Consejo de Dirección como del Comité de Redacción, y que participaría en todas las de coedición de Microbiología Española se hizo insostenible, por lo que se decidió, esta vez con éxito, lanzar la nueva revista. A última hora, se cambió el nombre de Biología Microbiana (que a algunas personas de la Junta les pareció demasiado “básico” y poco clínico), por el más general de Microbiología. Este nombre también se intentó ―fallidamente― registrar, con la fuerte oposición de algunas personas del Instituto Jaime Ferrán y con las consecuencias que hemos visto. Dado que el nombre se prestaba a confusión, porque había en el mundo otras revistas con ese mismo título ―llegamos a contar hasta siete―, a veces se le añadían las siglas de la Sociedad, que aparecían ―verdad es que a una considerable distancia― en la portada. Incluso la tipografía de los primeros años fue errática, ya que podemos leer tanto MICROBIOLOGÍA, como M ICROBIOLOGÍA (parece lo mismo, pero no lo es; las segundas son letras versales), y también Microbiología.SEM (adelantándonos con ello muchos años a la “sintaxis” de la actual separación de dominios en Internet). A partir de 1994, Ricardo Guerrero fijó el nombre “ilegal”, y pasamos a la nomenclatura binomial y cursiva (Microbiología SEM) siempre que la citábamos, aunque en la portada seguía manteniéndose una prudente separación entre la denominación “genérica” y la “específica”, y las letras seguían siendo de tipo “redondo” y “de palo recto” (sans serif). El nombre no debía de ser tan malo porque finalmente la prestigiosa Society for General Microbiology nos lo “usurpó” en 1994, cuando cambió el nombre de su revista oficial (Journal of General Microbiology) al de Microbiology. O sea, que desde – 152 – FIGURA 2. Carta de la SGM a Microbiología SEM en 1997 1994 a 1997 disfrutamos de un nombre no solamente ilegal en España sino compartido internacionalmente por un “gran hermano” británico (el cual, por cierto, tiene nuestra misma edad) (Fig. 2), y con un hermano ruso (la tradicional Microbiologyia de Moscú), que es anterior y con la cual nos confundieron a veces. – 153 – La revista Microbiología SEM. Primera y segunda etapa (1985 a 1993) Los tres directores (o editores coordinadores, o editores-jefe, que de todas estas maneras se han llamado) que tuvo Microbiología SEM fueron: Rubens López (1985–1989), José Antonio Ordóñez (1990–1993) y Ricardo Guerrero (1994–1997). La idea de la nueva revista se hizo realidad gracias a los esfuerzos coordinados de César Nombela, por aquel entonces presidente de la SEM, y de Rubens López y su equipo. Se inició un poco como una aventura, ya que era un reto empezar una revista partiendo casi de cero. Tras muchas discusiones, se decidió que fuera bilingüe: se podrían publicar artículos en inglés o en español. Esto suponía una ruptura con respecto a la anterior revista, donde los artículos en una lengua extranjera fueron excepción (Vázquez & Ronda, este libro). Se decidió también redactar unas normas para los autores y que el director fuera reelegible cada cuatro años. Se nombró un Consejo Editorial y se escogieron expertos en cada especialidad, para que fuesen coordinadores de cada grupo específico. Cada número incluiría, como mínimo, una “minirrevisión”, generalmente en inglés, sobre algún tema de interés microbiológico. Los originales se someterían a evaluación por el sistema de revisión por expertos” (peer review). El diseño y formato de cada número de Microbiología SEM era el habitual en revistas similares del momento y fue pensado y ejecutado por la empresa a la que encargamos la publicación, Editorial Garsi (Fig. 3). A uno de nosotros (RL) le cupo el honor de ser el primer director de Microbiología SEM, cargo que desempeñó de 1985 a 1989. Particularmente decisiva para la elaboración de cada ejemplar resultó la ayuda recibida de Ernesto García, de Pedro García y de Concha Ronda, tanto al aplicar sus muchos saberes para cuidar el contenido científico de los artículos como su infinita paciencia para soportar que el “despacho” que compartíamos en el CIB ―que bien merecería ser llamado galguera― se convirtiera en flamante Redacción. Aquel pequeño cubículo tuvo que multiplicar increíblemente su espacio, hasta convertirse en un remedo del camarote de los hermanos Marx, rebosante no de camareros, platos y flores, sino de archivadores, carpetas, originales de artículos, gráficas y fotos. El primer número tuvo, muy humanamente, una gestación de unos nueve meses y salió mellizo (apareció en septiembre de 1985 y fue un número doble, vol. 1, núms. 1 y 2 juntos). El recién nacido llenó de gozo tanto a sus progenitores directos (RL y su equipo), como a los padrinos (la SEM) y, por qué no decirlo, a los esforzados autores ―que en este tipo de paternidad no hay exclusivismo― de los diez primeros artículos, que eran minirrevisiones. – 154 – FIGURA 3. Portada del primer número de Microbiología SEM (1995) Por su carácter fundador, mencionaremos los nombres y centros (abreviados) de los autores “senior” o “correspondientes” de cada uno de los artículos: G. Larriba (Microb., Univ. Extremadura), C. García Mendoza (J. Ferrán, CSIC), F. Rodríguez-Valera (Microb., Univ. Alicante), R. López (Inmunol. Biol. Microb., CSIC), J. L. García (Antibióticos, Madrid), R. Guerrero (Microb., Autón. Barcelona), B. Gómez-Miranda (Inmunol. Biol. Microb., – 155 – CSIC), J. Barbé (Microb., Autón. Barcelona), A. Ramos Cormenzana (Microb., Univ. Granada) y M. López-Brea (Hptal. de la Princesa, Autón. Madrid). Esos autores, y sus coautores, tuvieron la osadía ―o no pudieron resistir el ardiente acoso del director― de enviar un artículo para el número pionero y aceptaron publicar en una revista no solamente “mala por definición, ya que era española” ―como se oía a veces―, sino además novel. No suficientemente agotados por el esfuerzo del parto, el año 1986 continuamos “produciendo” dos números, prole que aumentó en los dos años siguientes a tres números por año. Desde el principio, el núcleo “duro” del primer Consejo Editorial que dirigí (RL), entendió que nos daríamos por satisfechos si durante aquellos primeros años lográbamos sustentar las bases que permitieran dar un salto cualitativo en la forma y en el fondo de lo que queríamos que fuera el estilo de una revista digna de la SEM. En este sentido, la labor de José Antonio Ordóñez, el segundo director de la revista, se podría calificar de continuadora y necesaria para que fraguara el trabajo desarrollado en los primeros cinco años. La novedad más destacada del período de José Antonio Ordóñez fue el inicio de la publicación de números monográficos. Los números monográficos, que desde entonces han tenido mucho éxito, han sido una característica de nuestra revista (Tabla 2). Ya desde el principio era evidente el cambio total de aspecto y contenido de Microbiología SEM con respecto a Microbiología Española. También en la lengua de los artículos: 6 de los 10 trabajos antes mencionados estaban en inglés. En los años siguientes se publicaron de dos a tres números por año, que contenían generalmente 7 u 8 artículos cada uno. El número total de páginas por año fue de 116 a 201 (Tabla 3). No obstante, publicar en una revista nacional seguía estando “mal visto” por algunas personas y organismos, que no comprendían ―y lo peor es que siguen sin comprenderlo― que si un país quiere tener una ciencia fuerte, además de competir en las revistas internacionales importantes, debe publicar y elevar el nivel de las propias ―pocas, pero buenas―, para hacerlas también internacionales. Durante el período 1990–1993 aparecieron normalmente dos números por año, que contenían de 6 a 9 artículos cada uno. El número de páginas por año, que estaba entre 110 y 133, llegó en 1993 a 262, con 31 artículos en total, debido a que aquel año, además de dos números normales, se publicó el primer número monográfico de la revista, dedicado a microbiología de los alimentos (véase la Tabla 3). Esta reducción en el número de artículos y de páginas se debía a que llegaban menos originales y a que bastantes de los recibidos, aproximadamente el 45%, no eran aceptados. Como se ha dicho, – 156 – TABLA 2. Números monográficos publicados en la revista de la SBM (período 1985–2001) Temática Volumen/año Editor responsable VIII Reunión Científica de Microbiología de los Alimentos 9(Extra) 1993 J.A. Ordóñez XIV Congreso Nacional de Microbiología 10 (1–2)1994 R. Gómez-Lus IX Congreso de Microbiología de los Alimentos 11(1)1995 J.A. Ordóñez y V. Sanchis Origen de la vida, ISSOL 11(2)1995 J. Oró y A. Lazcano Molecular pathogenesis of bacterial infections 12(2)1996 J.A. Vázquez Boland Frontiers in antimicrobial resistance 13(3)1997 M. Viñas Perspectives in non-conventional fungi research 1(2)1998 E. Herrero y R. Santandreu Ten years of CIBE-Symposia 1(4)1998 S. Mochales Microbial pathogenesis 2(3)1999 J.A. Vázquez Boland, M. Suárez y R. Rotger Protistology today 4(3) 2001 J.C. Gutiérrez Microbiología SEM International Microbiology todos los números incluían como mínimo una minirrevisión, que generalmente tenía que pedirse a los autores, ya que la calidad de las que llegaban espontáneamente no siempre era la adecuada. En septiembre de 1992 se publicó el Directorio de socios de la SEM, de 106 páginas y con el mismo formato que la revista. Este Directorio, que fue una idea entusiasta del entonces presidente, Francisco Ruiz Berraquero, supuso un esfuerzo encomiable tanto de Concepción García Mendoza, secretaria de la SEM, como de Isabel Perdiguero, secretaria administrativa de la Sociedad desde 1987, y a quien tanto debemos los socios. El Directorio ha sido por muchos años un elemento insustituible para facilitar la comunicación entre los socios. Esperemos que pronto pueda ser continuado por una versión “en línea” que supla y mejore sus funciones. – 157 – TABLA 3. Volúmenes y números de Microbiología SEM (1985–1997) Año Vol. Núm. Artículos Páginas 1985a 01 2 10 94 1986 02 2 14 119 1987 03 3 20 201 1988 04 3 19 170 1989 05 2 15 116 1990 06 2 13 110 1991 07 2 15 133 1992 08 2 14 126 1993b 09 3 31 262 c 10 4 44 462 1995d 11 4 59 532 1996 12 4 76 688 1997 13 4 66 556 1994 a En 1985 la SEM pasó a editar Microbiología SEM y la numeración empezó de nuevo. El primer año sólo se publicó un número, que fue doble. b El primer número que se publicó ese año fue extraordinario (febrero 1993), dedicado monográficamente a alimentos. Se basaba en la VIII Reunión de Microbiología de los Alimentos (Cáceres, 1992). c El primer número de 1994 fue doble y se dedicó al XIV Congreso Nacional (Zaragoza, 1993). Los números de 1994 a 1997 fueron publicados puntualmente, dentro del trimestre al que correspondían. d En 1995, el primer número (marzo) fue una monografía sobre alimentos, basado en el IX Congreso de Microbiología de los Alimentos (Lérida, 1994). El segundo (junio) fue también monográfico, dedicado al origen y evolución temprana de la vida. El tercero (septiembre), que se entregó al empezar el XV Congreso Nacional (Madrid, 1995), contenía además de 8 artículos de longitud normal, 11 miniartículos (de 3 ó 4 páginas) correspondientes a algunas ponencias que se iban a presentar en el Congreso. – 158 – La última etapa de Microbiología SEM (1994–1997) y la transición prometedora En 1994, Ricardo Guerrero se encargó de la agradable, pero absorbente tarea de tomar el relevo en la dirección de la revista. Desde el principio tratamos de optimizar la publicación por Editorial Garsi. Pusimos en claro el estado de las suscripciones, coste de la revista y gestión de los anuncios que proporcionaba Editorial Garsi. Vimos, también desde el principio, que la cogestión con la editorial era muy difícil. Era una empresa que tenía más de cuarenta revistas médicas, y la nuestra no era precisamente la que reportaba más anuncios (la principal fuente de ingresos para la editorial). Aunque, como se vio después, fue la que llegó a alcanzar más prestigio. No podíamos cambiar ni el tipo de papel (couché, que era el mismo que en las restantes revistas), ni el tamaño (que se había quedado anticuado), para poder hacer más atractivas las separatas, que es lo que queda a los autores, y les sirve de comunicación con sus colegas. También vimos que no estaban capacitados para publicar en inglés, porque no tenían personal que supiera ni cómo separar las palabras (con reglas totalmente distintas de las del castellano), ni entendiera las correcciones hechas a mano sobre las galeradas por autores y editores. O sea que, por una parte, cambiamos todo lo que pudimos por dentro (dos columnas para meter más texto, distribución agradable de figuras y tablas, reelaboración de figuras para que tuvieran un aspecto uniforme y moderno, etc.), sin poder modificar lo más mínimo el aspecto externo. Para ello, tuvimos que aprender muchas cosas de ese arte tan bello y casi olvidado que es la tipografía (sorprende saber que existen tres clases de guiones, que hay muchos tipos de “«‘comillas’»”, y que hay “familias” de letras con “patitas” [remate o serif] y otras sin ellas). También tuvimos que recordar constantemente que “el ordenador no es una máquina de escribir” (si, ese instrumento antiguo que se parecía a un ordenador, pero sin monitor). En esa última etapa de Microbiología SEM conté (RG) con la ayuda constante e inestimable de tres personas que han dedicado a la revista muchas horas y esfuerzos, durante ocho años: Carmen Chica, Mercè Piqueras y Jordi Mas Castellà. Después de un intenso aprendizaje “on the job”, como dicen los ingleses, preparábamos la revista totalmente, desde la corrección inicial al maquetado final; la editorial recibía el número acabado en disco, y no tenía más que imprimirlo. Con eso conseguimos que la revista saliera puntual y regularmente (casi siempre dentro del trimestre que indicaba la portada), una de las condiciones exigidas por el Institute for Scientific Information (ISI) para poder incluirla en el Current Contents. De mante – 159 – ner la calidad de los artículos seleccionados se encargaban los miembros del Comité Editorial y los diversos evaluadores externos (revisión por expertos). En todo ese período contamos siempre con la colaboración de Juan Antonio Leal, como secretario de la SEM, y de su esposa, Begoña Gómez Miranda, que tenía una gran capacidad para corregir textos en inglés, y una enorme perspicacia para detectar los numerosos pequeños errores que se crían, casi por generación espontánea, en las pruebas de imprenta. El resultado fue halagüeño y la respuesta de los socios casi inmediata. Empezaron a llegar más originales, hasta una media de aproximadamente 100 por año, con lo que se pudo seleccionar el material y elevar la calidad de lo publicado hasta un nivel internacionalmente aceptable (véase la Tabla 3). También en esa etapa se impuso definitivamente el uso exclusivo del inglés para aumentar su proyección internacional, se aumentaron las minirrevisiones, se realizó un esfuerzo por conseguir puntualidad en la salida de la revista (y el esfuerzo dio fruto), se informatizó su elaboración y se introdujeron otras mejoras que establecían los pilares de una nueva y muy prometedora revista. Las relaciones contractuales con Editorial Garsi se remontan al año 1985, cuando se firmó el contrato para la publicación y distribución de la revista. En la época que va de 1993 a 1998, sin embargo, se fue haciendo cada vez más evidente que, aunque Editorial Garsi tenía interés en nuestra publicación, era muy poco lo que iban a hacer para promover su proyección internacional y por conseguir más publicidad. Fueron muchas las reuniones que mantuvimos a lo largo de todo ese período y exhaustiva la información que les proporcionamos sobre casas comerciales, proveedores habituales de material de microbiología, etc. Por otro lado, comparativamente los costes no eran bajos, ya que les dábamos cada número de la revista acabado y listo para su reproducción. Además, Editorial Garsi, por contrato, tenía un poder absoluto sobre la revista. En el último período, viendo que no podíamos mejorar con esa empresa, iniciamos una prospección en busca de una editorial que pudiera satisfacer nuestras aspiraciones sin que se interrumpiera la publicación de la revista de la SEM. A diferencia de la muerte por agotamiento de la primera, la segunda revista tuvo un final brillante y vigoroso, que dio vida a un nuevo producto, atractivo y eficaz. – 160 – FIGURA 4. Portadas de International Microbiology del período 1998–2000 International Microbiology. Los primeros cuatro años Entre las diferentes editoriales con las que se estableció contacto, se vislumbraron tres posibilidades: Elsevier, Chapman & Hall y Springer-Verlag. La primera de ellas, Elsevier, ofrecía la filial española (Elsevier Prensa, SA) que, aunque tenía experiencia y profesionalidad, estaba enteramente dedicada a revistas técnicas, especialmente de mecánica. Con Chapman & Hall se estuvo a punto de llegar a un acuerdo. Ricardo Guerrero, por indicación de Remedios Melero, directora de una revista del IATA (Valencia) que estaba editada por ellos, los visitó en Londres en abril de 1997. Ofrecían condicio – 161 – nes favorables, era una editorial de prestigio y tenía una larga tradición (“We published Dickens's novels”, nos espetaron a modo de presentación). Manifestaron que el enfoque generalista de la revista encajaba en su política editorial y se mostraron de acuerdo con nuestras expectativas de difusión en América Latina. Sin embargo, el contrato no llegó a firmarse y, tras un inexplicable y prolongado silencio por su parte supimos que, en una cadena de absorciones y compras en las que intervinieron Elsevier y Kluwer, la vieja Chapman & Hall de Dickens había sido adquirida por Thomson Corporation. Nunca dieron explicaciones y se supone que en un momento de cambios empresariales y de renovación total de ejecutivos optaron por no llevar adelante operaciones inconclusas. La filial española de Springer-Verlag, sita en Barcelona, fue la opción elegida. Entre sus ventajas se pueden citar unas condiciones económicas ventajosas (a cambio de hacer nosotros parte del trabajo) y un trato muy afable, que permitía preparar el número en estrecha connivencia con un excelente profesional, Reinhoid Rensen. Montserrat Fontboté, directora entonces de la empresa, creyó desde el principio en la idea de hacer una revista visualmente atractiva, con una presentación de calidad y con un contenido científicamente correcto. El presidente de la SEM, Francisco Ruiz Berraquero, estimuló todo el proceso y firmó rápidamente el contrato, que tenía una duración de dos años. La nueva revista, International Microbiology, tenía un aspecto, formato, color y nombre nuevos (Fig. 4). En esta etapa era Springer quien, a partir del disquete, hacía la maquetación. La proximidad de la editorial permitía la rápida solución de cualquier duda antes de la impresión, aunque para acabar el número había que desplazarse al taller tipográfico (que estaba a unos 40 km de Barcelona, y donde contábamos con la amable condescendencia del dueño de la empresa, Albert López Casanovas). En esta época, y también para ahorrar tiempo y dinero, se realizó la distribución desde Barcelona. Se buscó una distribuidora, LetterGraphic, que se encontraba en Badalona, a unos 10 km de distancia. Cada tres meses, Carmen Chica, cargada con una mochila como un escolar, se desplazaba hasta allí provista de unas 2000 fajas (de la revista); viajaba en metro y caminaba un kilómetro y medio hasta una inmensa nave industrial. Por otra parte, después de innumerables trámites, se logró de Correos el precio especial para publicaciones periódicas (que afectaba solamente a la distribución terrestre y por tanto era adecuada para España y el resto de Europa, pero no para Estados Unidos y América Latina). Posteriormente la revista volvió a distribuirse desde Madrid, esta vez por la misma empresa que venía haciéndolo satisfactoriamente con el Boletín de la SEM. – 162 – Se ha explicado brevemente el problema que comporta la aplicación de los criterios de calidad. En primer lugar, el rechazo de una gran cantidad de artículos, en muchas ocasiones de los propios colegas. El enojo que provoca ese rechazo es comprensible y se notó en la disminución del número de artículos que llegaban a la redacción. Sin embargo, una vez que la revista de la SEM consolidó su estatus de publicación modesta pero rigurosa, el flujo de artículos aumentó, permitiéndonos ese nivel de calidad exigible a toda publicación científica moderna. Persiste, sin embargo, un problema que afecta al estado en que se envían los trabajos y que supone un considerable esfuerzo y dedicación por parte de quienes preparamos cada número. Resulta incomprensible que autores que realizan un gran esfuerzo en la presentación de sus trabajos para las revistas “importantes”, no tengan el mismo cuidado cuando los envían a revistas modestas. Errores en la bibliografía, tablas y figuras con la misma información, ilustraciones penosas y un inglés pésimo son frecuentes. Si se trata de autores jóvenes, es hora de pensar en enseñarles que además de investigar hay que comunicar lo que se investiga, lo cual se hace principalmente mediante la comunicación escrita. Después de diseñar un experimento y de obtener los resultados, es imprescindible saber explicar el trabajo, respetar las diferentes partes del artículo, y no hacer saltos y trasvases inexplicables en el texto. No obstante, comprobados el interés y la calidad de un artículo, de acuerdo con el criterio de los revisores, International Microbiology no puede permitirse el lujo de rechazarlo por la descuidada presentación en forma y contenido. El trabajo que esto supone para la Redacción (especialmente para Mercè Piqueras y para Carmen Chica, que son quienes llevan la voz cantante en ese tema) resulta difícil de evaluar y debería ser reconocido, en primer lugar, por los propios autores que, en numerosas ocasiones, ven mejorado considerablemente el artículo que han sometido a la revista. Durante los primeros cuatro años de International Microbiology se han publicado 16 números, con un total de 180 artículos y 1156 páginas (Tabla 4). Finalmente, el mayor tamaño de las páginas y la nueva maquetación y tipografía permiten poner aproximadamente 900 palabras ―unos tres folios de ordenador― en cada página, lo que ha supuesto un gran ahorro de papel y la optimización del espacio de la revista. Los artículos no sólo han venido de España, sino que han tenido como autores a grupos de diversos países (Tabla 5). – 163 – Tabla 4. Detalle de los números de International Microbiology publicados en el período 1998–2001 Año 1998 Vol.(Núm) 1(1) 66 10 14 6 40 2(1) 56 10 58 14 2(3) 64 12 2(4) 66 14 244 50 3(1) 58 12 3(2) 56 12 3(3) 56 12 3(4) Total 80 272 2(2) 46 22 216 58 4(1) 44 14 4(2) 46 20 4(3) 50 14 4(4) 76 12 216 60 Total Pág. año Artículos 312 52 294 46 274 44 10 48 Total 2001 78 1(3) 1(4) 2000 Núm pág AC* 1(2) Total 1999 Núm pág AI* 276 38 *AI: Artículos de “Investigación” (de revisión o de investigación primaria). *AC: Artículos “Complementos” (Editoriales, Opinión, Perspectivas, Biografías, Revisiones de libros, etc.). Características físicas de la revista El aspecto de la revista ha experimentado diversos cambios desde su inicio hasta nuestros días. En sus cuatro primeros años, 1947 a 1951, la portada tiene el árbol luliano del CSIC (véase García Mendoza 1995, p. 361). A partir de 1952, muestra el rostro de perfil del Dr. Ferrán (como hemos visto, uno de los dos coeditores era el Instituto de ese nombre), y esa figura se – 164 – TABLA 5. Países, además de España, de los que se ha publicado artículos en International Microbiology en el período 1998–2001 Estados Unidos Alemania Francia Canadá Argentina México Rusia Venezuela Brasil Holanda Italia Reino Unido Chile, Colombia, Cuba, Israel, Japón, Nigeria, Noruega, Chequia, Suiza, Sudáfrica 22 14 11 7 5 5 5 4 3 2 2 2 1 mantendría hasta el fin de la primera revista, en 1986. La cubierta era de cartulina de color crudo y tenía un tamaño de 17 x 24 cm. En 1982 cambió la presentación: la cubierta se hizo algo más dura, plastificada y de color amarillo brillante, con distinta tipografía; el papel mejoró; el perfil del Dr. Ferrán se mantuvo, aunque un poco desplazado hacia la parte inferior. El tamaño siguió siendo el mismo (véase la Fig. 1). Al preparar el primer número de Microbiología SEM, pensamos (RL) en el diseño y formato habituales en revistas similares del momento. El cambio con respecto a la anterior (pero, recordemos, aún existente) revista fue total: desapareció la imagen del Dr. Ferrán (ya no la editaba el Instituto de su nombre) y la cubierta pasó a ser de color azul turquesa. El tamaño aumentó (19 x 26 cm). La elección de la portada fue de fácil consenso: sobre un fondo azul, que incorporaba en su parte inferior el afortunado y reciente anagrama de la SEM, aparecía la palabra MICROBIOLOGÍA (véase la Fig. 3). No obstante, las limitadas disponibilidades económicas nos llevaron a utilizar impresores más voluntariosos que capacitados. El mejor ejemplo de todo ello se reflejó en que el color que servía de fondo a la portada mostraba en el conjunto de los números que salieron a la luz toda una gama de diferentes tonos de azul (cual mancha de sangre del fantasma de Canterville) que nunca se repetían de número a número. – 165 – En 1998, cuando International Microbiology inició su andadura, cambiamos (RG) por completo el formato (que pasó a ser de 28 x 21 cm, es decir, “DINA4 menos un centímetro”, como el de muchas revistas internacionales), el color se convirtió en un rojo conspicuo y se modernizó totalmente la tipografía. Se empezaron a publicar ilustraciones en color dentro del número, que iban a cargo de los autores. La portada pretendía expresar la voluntad integradora de la SEM: estaría dividida en cuatro cuadrantes, que mantendrían la misma imagen los cuatro números del año, y en el centro, en un círculo cuyo diámetro era exactamente el de una placa de Petri estándar (9,5 cm), se pondría una figura destacada del número. La figura central sería a todo color, y desde el principio nos propusimos que los colores y figuras centrales de los cuatro números del año constituyeran un conjunto armónico. Los cuatro cuadrantes de fondo representarían los cuatro grandes grupos de microorganismos: virus (en la parte superior izquierda), procariotas (bacterias o arqueas, en la parte superior derecha), protistas (en la parte inferior izquierda) y hongos (en la parte inferior derecha) (véase la Fig. 4). Finalmente, Ricardo Guerrero dedicó una gran atención al título de la revista. Después de considerar docenas de posibilidades (muchas precedidas por “Journal”, algunas acabadas en “Acta”), y después de abandonar una que nos parecía adecuada al contenido, “Basic and Applied Microbiology” (pensada, todo hay que decirlo, con la sana intención de aparecer en las listas alfabéticas en uno de los primeros lugares), nos decidimos por un nombre corto y sugerente, el que ahora tenemos. Curiosamente, al menos por lo que pudimos averiguar, a nadie se le había ocurrido antes un nombre tan evidente. Y podríamos preguntarnos cómo íbamos a llamar “International” a una revista de una sociedad nacional. Pero la SEM, desde su fundación, ha querido proyectarse en ámbitos internacionales, especialmente en América Latina. Finalmente, gracias a la constancia de Sara I. Pérez Prieto, entonces tesorera de la SEM, se inscribió el nombre en el Registro de la Propiedad Industrial. Lo intentamos en otros países, pero el precio era prohibitivo y cejamos en el empeño. Además del elemento esencial constituido por los trabajos de investigación, que en una publicación de microbiología cubren quizá una de las áreas científica más extensas, otros componentes diversos han contribuido a perfilar, desde sus inicios, la personalidad de nuestra revista. Por ejemplo, su temprana apertura internacional, que queda plasmada en la designación de miembros de honor de la SEM a reconocidos microbiólogos. Más recientemente, la inclusión de secciones con artículos generales, Editoriales, Opinión, Perspectivas y Revisiones de Libros ha permitido afianzar esa perso – 166 – nalidad a la que nos referimos. La revista ha recogido aportaciones sobre temas no estrictamente microbiológicos, pero si relacionados con aspectos de la ciencia que interesa conocer y valorar. Han sido temas de política científica, aplicaciones controvertidas de la ciencia, cuestiones terminológicas, enfoques científicos, y muchos otros. El afán de dar a conocer la situación de la ciencia y la microbiología, en particular en los países de América Latina, llevó a la publicación de una serie de editoriales por parte de expertos (Guerrero & Chica 1999). La historia de la SEM, como ya se ha dicho, quedó recogida en seis artículos sucesivos de Conchita García Mendoza. También la propia trayectoria de la revista quedó documentada. Ambos temas forman parte ya de la historia de la microbiología española. Y así, la revista incluye en esas secciones breves biografías de personas con una destacada dedicación a la microbiología, o a la ciencia en general. Algunos mantuvieron el reconocimiento hasta el fin de sus días, otros fueron postergados, unos merecieron más que otros ese reconocimiento o el lugar que ocuparon, pero todos aportaron su grano de arena al gran edificio que ha llegado a ser la microbiología en nuestro país. Finalmente, la edición y la comunicación científica han sido también temas ampliamente tratados entre los Complementos de la revista. Tenía que ser así por la atención que cada vez más despiertan. Por ejemplo, son varios los congresos que se celebran periódicamente sobre ambos temas y cada día aumenta el número de asociaciones internacionales dedicadas a los aspectos editoriales y a la difusión de la ciencia en un intento comprensible de hacerla accesible al ciudadano. Ciertamente esos intentos son interesados (relacionar la obtención de recursos con la divulgación) y pueden llegar a situaciones aberrantes si no se mantiene un equilibrio entre comunicación y producción efectiva de ciencia, y si no se determinan con claridad los objetivos en cada caso. La utilización del inglés La decisión de la lengua de publicación no es una cuestión baladí y, como se ha dicho, Rubens López introdujo el inglés teniendo en cuenta las ventajas y a pesar de los inconvenientes. Si entre los objetivos de un investigador y de su grupo se encuentra dar el mayor alcance posible a su trabajo, es necesario optar por la lengua inglesa; también el idioma facilita la difusión de la propia publicación. Los principales beneficiados son la revista y los propios autores, que logran que su trabajo trascienda el área local, y sea conocido y citado por un mayor número de investigadores. La dinámica científica actual – 167 – no justifica el mantenimiento de un producto que no resulta de utilidad para una mayoría de la comunidad que lo sustenta, y esto se refiere tanto al contenido como al idioma en que se expresa. Cuando empezamos Microbiología SEM aspirábamos a publicar una revista con exigencias científicas razonables que terminara teniendo todos sus trabajos en el lenguaje universal de la ciencia, el inglés. Este requisito chocó con la incomprensión de algunos socios. Por otra parte, la crítica razonada de evaluadores expertos que condujera al rechazo de un manuscrito nos llevaba, casi inexorablemente, a una protesta airada y a una amenaza de no recibir más trabajos del grupo así vejado. Esto generaba una delicada situación, ya que el soporte inicial de la revista tenía que basarse principalmente en los trabajos que enviaran los socios de la SEM. Todos éramos conscientes de que nuestros grupos reservaban sus mejores “productos científicos”, que naturalmente escribían en inglés, para aquellas revistas ya consagradas, pero aspirábamos a captar trabajos con unos requisitos mínimos de calidad. Esta exigencia habria de abrir el camino de una revista que paulatinamente fuese más competitiva, para así poder incorporar, en años sucesivos, entre sus autores a microbiólogos de ámbito internacional. De nuevo, la decisión de favorecer el inglés como vehículo de comunicación trajo consigo una resistencia que confiamos que haya sido orillada en estos días, ya que es indudable que con el empleo de esta lengua sólo se trataba de conceder carta de naturaleza a un hecho aceptado por la comunidad científica internacional. En la última etapa de Microbiología SEM Ricardo Guerrero ya consiguió que todos los artículos de investigación” (revisiones más artículos de investigación primaria) estuvieran en inglés. Después de pequeñas dudas iniciales, International Microbiology ha pasado a publicarse íntegramente en dicha lengua. El sistema de revisión por expertos. Pros y contras El auge de la publicación electrónica va a cambiar con toda probabilidad un sistema que a muchos autores se les antoja contradictorio y que no responde a la finalidad que bondadosamente se le atribuye. Ésta es garantizar que el trabajo sometido a evaluación cumpla los requisitos de originalidad (que no haya sido publicado previamente), de calidad y de rigor científico en la ejecución y exposición del trabajo realizado. El sistema de revisión por expertos (peer review) tiene tal trascendencia que un potente grupo de publicaciones, entre las que se encuentran el Journal of the American Medical – 168 – Association (JAMA) y el British Medical Journal, organiza cada cuatro años un congreso dedicado íntegramente a ese tema, aplicado a la publicación médica. Se analizan tendencias en la autoría, conflictos de intereses, propuestas para mejorar el sistema, sesgos y prejuicios (transculturales y geográficos, entre otros). En general, los debates buscan la mejora del sistema, para evitar los ejemplos indeseados de plagio, prepotencia, juicios contradictorios, subjetividad, etc. Sin embargo, y manteniendo nuestra creencia en la necesidad del proceso, ha habido serias y fundamentadas críticas al proceso mismo (Semir 1996, Piqueras 2001b) y a la organización y desarrollo de esos congresos, ya que “el gremio [las revistas organizadoras] se defiende bien, lógicamente al tratarse de una corporación que tiene sus propios intereses y sus serias amenazas, como las derivadas de las crecientes críticas a la arbitrariedad del proceso editorial o las debidas a la aparición de revistas electrónicas insumisas al peer review” (Camí 1998). No obstante, el evaluador es esencial para mantener la calidad de una revista. Por su tarea no recibe compensación económica alguna y son muchas las ocasiones en que un articulo se ha podido publicar y/o mejorar gracias a las orientaciones y críticas de los revisores. Se puede discutir sobre la eficacia y hasta honradez de cualquier sistema de evaluación, pero nunca hay que desestimar su importancia y consecuencias. Revistas “en línea” y publicación electrónica En uno de los mencionados congresos de peer review en la publicación médica (Praga, 1997), Ronald Laporte anunció la muerte de las revistas impresas e incluso se aventuró a dar un año ―el 2020― para su completa desaparición. La predicción de Laporte parece un tanto exagerada (Sharp, 2000). Es cierto que la publicación electrónica ha revolucionado el mundo de la edición ―científica o no científica― y que, con la misma, algunas publicaciones han disminuido sus ingresos por suscripciones. Sin embargo, la publicación electrónica se vislumbra como un complemento de la impresa, a la que en muchos casos refuerza. La consulta única de revistas “en línea” (on line) hace que en muchas ocasiones el investigador busque solamente los artículos más relacionados con su trabajo, y pierda la oportunidad de “mirar” los diversos artículos de una revista impresa, lo que podría aportarle ideas para su trabajo especifico o enriquecer su preparación microbiológica ―en nuestro caso― general. Por ello, en International Microbiology insistimos en la necesidad de las dos versiones, electrónica y sobre papel. Los socios recib – 169 – ben esta última en casa y cada número trata de ser no la mera yuxtaposición de artículos sin conexión, sino una exposición equilibrada de los diversos campos de interés para autores y lectores. Los artículos se colocan en cada número de International Microbiology en un determinado orden, y se procura que los Complementos sean adecuados e interesantes. Esa lectura en papel hace que todavía muchos investigadores de todo el mundo sigamos recibiendo la versión impresa de revistas como Science y Nature, y que del hojeo y ojeo más o menos reposado de sus páginas podamos obtener una visión general de la marcha de la ciencia. Esa lectura, por supuesto, suele seguir a la consulta rápida de los contenidos recibidos previamente por Internet (Guédon, 2000). Como hemos dicho, la revista de la SEM hizo sus pinitos en el ciberespacio en 1996, de la mano de Jesús García-Gil. En un artículo de nuestra revista (García-Gil 1997) se describe aquel primer paso como un experimento “modesto cuya finalidad es acercar la revista oficial de la SEM a los profesionales de la microbiología en España”. El desarrollo de Internet en la última década ha sido vertiginoso y hoy en día toda publicación que se precie tiene un lugar en el ciberespacio. Los aún no cinco años transcurridos desde aquella primera incursión de Microbiología SEM en la telaraña mundial nos parecen un largo tramo de tiempo; en menos de un año, el “modesto” experimento acercó la revista a lectores de más de 60 países (García-Gil 1997). Una de las principales ventajas de la publicación electrónica es la rapidez del proceso de edición, que prescinde de la impresión y la distribución. Eso hace que la versión en línea de International Microbiology esté disponible mucho antes que la versión impresa. Y algunos de los inconvenientes es que este hecho parece que retrasa ―y no tendría por qué hacerlo― la aparición de la versión en papel, que es todavía la única que ven muchos socios. Por otra parte, las editoriales potentes (entre ellas Springer) han desarrollado un sistema de corrección y publicación electrónica muy elaborado, con el cual un particular no puede competir. Es cada vez más necesario que algunas instituciones o países (como ha hecho Brasil) pongan a disposición de las revistas modestas (nacionales) los medios técnicos (informáticos) necesarios para poder competir con las grandes editoriales. Publicar en Internet no es difícil. Por una parte, muchos servidores facilitan espacios para alojar las webs de sus clientes, incluso gratuitamente. Además, las versiones más recientes de los programas de edición de textos permiten la construcción de archivos en el lenguaje HTML (hypertext markup language). Dado que cualquier persona o entidad con acceso a Internet podría publicar “su” revista, la edición científica electrónica ha de contar – 170 – con mecanismos que garanticen la fiabilidad de los contenidos de las publicaciones que se encuentran en el ciberespacio, especialmente cuando no existe la versión impresa equivalente. Uno de ellos es la revisión previa por expertos. De todos modos, como se ha mencionado, este tipo de revisión está en entredicho. Se ha propuesto que Internet pueda ser un nuevo medio de publicación de los resultados de la investigación sin revisión previa ―pero aclarando este particular a los lectores― para que sea la propia comunidad científica, con sus comentarios, quien dé validez a los resultados o los descalifique. Por supuesto, International Microbiology sigue manteniendo el criterio de la revisión por expertos previa y teniendo como objetivo final la producción de una revista en papel de presentación agradable. El contenido de cada número no es una serie deslavazada de artículos individuales, sino que se procura que sea un conjunto de artículos (de investigación y complementarios) presentados con un determinado orden. El Institute for Scientific Information, el Current Contents y el “Factor de impacto” Los conceptos “factor de impacto” (FI) e “índice de citación científica” (Science Citation Index, SCI), que tanto preocupan hoy en día a la mayoría de los investigadores, son relativamente recientes y son un “invento” de Eugene Garfield, fundador del Institute for Scientific Information (ISI) en 1958. En el campo de las leyes y el derecho, en el siglo XIX ya existía un índice bibliográfico. Además, durante muchos años, en las bibliotecas se habían evaluado revistas teniendo en cuenta la citación de sus artículos en otras publicaciones. En la década de 1950, el joven Eugene Garfield buscaba la manera de aplicar las citas bibliográficas como un medio para indexar la literatura en los diferentes campos de la ciencia sin intervención de indexadores humanos (Piqueras 2001a). Garfield desarrolló el SCI, y las revistas que tienen el título general de Current Contents, principalmente con finalidades informativas. Sin embargo, sus bases de datos de índices, que son cuantitativas, tienen unas características que las hacen muy adecuadas como indicadores de ciencia y tecnología. Por una parte, son multidisciplinares: abarcan prácticamente todos los campos de las ciencias experimentales y de las ciencias sociales. También son exhaustivas, ya que incluyen, además de los artículos de investigación primaria, todo tipo de artículos contenidos en una publicación, como editoriales, artículos de revisión, necrológicas, revisiones de libros, correcciones, y otros. Los estudios de impacto demuestran q – 171 – que estos otros tipos de artículos merecen ser tenidos en cuenta, ya que su impacto puede ser grande y que, además, proporcionan enlaces útiles para localizar debates y discusiones sobre un tema determinado en diferentes publicaciones. Finalmente, cada ítem indexado incluye todos los datos del artículo que cita y del citado (autores, instituciones, dirección, etc.). Esto da un gran margen de variabilidad a los estudios analíticos, que pueden centrarse en una subespecialidad minoritaria o buscar una perspectiva total de la ciencia (Garfield 1992, 1994a). Current Contents es la publicación más conocida del ISI. Contiene los índices de los últimos números de muchas revistas de un campo científico determinado y proporciona una serie de datos sobre las principales revistas y libros en diferentes disciplinas. En la publicación se puede encontrar también la dirección de los autores de los artículos, por si el lector quiere ponerse en contacto con ellos. Actualmente existen siete Current Contents, dedicados a: (1) agricultura, biología y ciencias ambientales, (2) arte y humanidades, (3) ciencias sociales y de la conducta, (4) medicina clínica, (5) ciencias de la vida, (6) física, química y geología, y (7) ingeniería, informática y tecnología. De cada una de las revistas incluidas en su base de datos (7500 en 2001), se indexan los artículos, revisiones, editoriales, etc. Además, incluye la información bibliográfica completa, como los resúmenes de la propia revista, las palabras clave y el ISSN (International Standard Serial Number) de la publicación. En su versión original impresa, Current Contents era una publicación de aspecto muy modesto, de papel e impresión sencillas, y de medidas reducidas, que permitían llevarla en el bolsillo para consultarla en cualquier momento del día. Hacia 1990 empezó a publicarse también en versión electrónica, en disquete. Pareció un gran avance, pero su consulta sólo podía hacerse si se disponía de un ordenador. Posteriormente, apareció también en CD-ROM, con el mismo inconveniente. EL ISI fue más allá en la publicación del Current Contents y ahora es una base de datos presente en Internet, con el nombre de ISI Current Contents®Connect. Actualmente son 85 las revistas de microbiología incluidas en el Current Contents/Agriculture, Biology & Environmental Sciences (entre un total de 1040 publicaciones indexadas). La mayoría son revistas publicadas en los Estados Unidos (34), seguidas de las del Reino Unido (21), Holanda (13), Alemania y Japón (4 cada uno), Francia (2) y Austria, Canadá, Dinamarca, Eslovaquia, Italia, Chequia y Suiza (1 cada uno) [Listado disponible en el web del ISI: http://www.isinet.com/cgi-bin/jrnlst/]. En 1997, la base de datos de ISI comprendía más de 8000 revistas. Aunque el número parezca muy alto, es sólo una parte de las revistas que se – 172 – publican. Incluirlas todas sería económicamente inviable e innecesario para analizar la literatura científica. Actualmente, unas 150 revistas contienen aproximadamente el 50 por ciento de los artículos que se citan y un 25 por ciento de los artículos que se publican; un conjunto de unas 2000 revistas contiene aproximadamente el 95 por ciento de los artículos que se citan y un 85 por ciento de los artículos que se publican. Sin embargo, este conjunto no es estático y su composición básica cambia constantemente (Testa 1997). El ISI realiza una evaluación de las nuevas revistas e incluye en su base de datos aquellas que pueden ser útiles para sus suscriptores; al mismo tiempo, elimina las que ―según su criterio― han perdido utilidad. Cada año se evalúan unas 2000 nuevas publicaciones, de las cuales sólo se seleccionan de un 10 a un 12 por ciento. En la evaluación se tienen en cuenta factores cualitativos y cuantitativos. Los principales son: (a) Las características estándar de la publicación. Se tiene en cuenta la frecuencia de publicación ―la puntualidad es uno de los criterios básicos en el proceso de evaluación―; la conformidad con las convenciones internacionales de publicación; el uso del inglés, al menos en los títulos, resúmenes y palabras clave; y la aplicación de la revisión por expertos que garantice la calidad de la investigación descrita en los artículos y la idoneidad de las referencias. (b) El contenido. El director de ISI determina si el contenido de una nueva publicación enriquece la base de datos de ISI o si ya se encuentra suficientemente cubierto. (c) Internacionalidad de la publicación. Por una parte, se tiene en cuenta la diversidad geográfica de autores y citas, que pueda satisfacer al conjunto de sus suscriptores. Por otra parte, también se consideran las mejores revistas en cada categoría dentro de ámbitos regionales. (d) Análisis de citaciones. Los evaluadores tienen en cuenta las citas que han tenido los artículos de la revista que se evalúa, así como el campo del conocimiento (hay áreas que generan menos citas o en las que se precisa más tiempo para que un artículo sea muy citado). Para este análisis se recurre a la frecuencia total de citas, al FI y al “índice de inmediatez” (immediacy index). Si se trata de revistas nuevas, se considera el historial de los autores y de los miembros del Comité Editorial. La evaluación de una revista suele hacerse por petición de los propios editores de la publicación, pero no es la única manera. El ISI acepta las sugerencias y recomendaciones de evaluación de terceras personas, a las que – 173 – solicita que les proporcionen los datos completos de la revista y, si es posible, una copia del último número y de los siguientes dos o tres, a medida que se publiquen (Testa 1997). El FI es una herramienta cuantitativa que sirve para evaluar la calidad de una revista en relación con la de otras publicaciones. Mide la frecuencia con la que el artículo medio de una revista ha sido citado en un período de tiempo determinado. El FI de una revista, que recoge anualmente el Journal Citation Reports (otra publicación del ISI), es una relación entre las citas y los ítems citables de un período determinado. Se calcula dividiendo el número de citas que durante el año considerado han recibido los artículos publicados en la revista considerada durante los dos años anteriores, por el número total de artículos publicados en dicha revista durante esos dos años. Son varias las aplicaciones que se han dado al FI de las revistas. La más frecuente es de tipo comercial: para los propios editores, que pueden así conocer la posición que su revista ocupa en relación a otras de la misma especialidad; y para los anunciantes, que exploran el mercado potencial de sus productos. Es muy útil también en la planificación de las bibliotecas para decidir las revistas que conviene adquirir. Pero, desde hace algún tiempo, el FI se está empleando también para evaluar la producción científica, a partir del prestigio de las publicaciones donde los investigadores publican sus artículos. Si este sistema de “evaluación” sustituye a cualquier otro, se comete un profundo error, ya que no se pueden aplicar los mismos criterios en la evaluación de los diferentes tipos de publicaciones y materias. Por tanto, no debería usarse para evaluar el trabajo individual de los investigadores, ni para comparar publicaciones de campos científicos diferentes (Garfield 1994b, Guerrero 2001b, Editorial Nature 2002). El “análisis cuantitativo y objetivo” de la valía científica de un candidato suele hacerse mediante la adición de los “FI de los distintos artículos”, cosa que hemos visto que es un error, porque el FI que se utiliza habitualmente se refiere sólo a la revista en conjunto, y no a los artículos individuales que la componen. Los evaluadores no deberían usar los mismos criterios para estimar el significado de la investigación realizada en campos muy diversos. Los investigadores, por su parte, no deberían intentar aumentar el número de citaciones de sus artículos mediante la autocita, ni escoger las revistas solamente en función del FI. La evaluación correcta de la calidad individual de la producción científica de un investigador sólo puede conseguirse mediante la lectura de cada artículo individualmente, y este es un sistema que requiere tanto capacidad científica en ese campo concreto como tiempo suficiente, dos cosas de las que muchos evaluadores carecen (Guerrero 2001b). – 174 – Vocación internacional de la revista de la SEM No sabemos si los responsables de Microbiología Española solicitaron en algún momento la inclusión de la revista en el Current Contents. Rubens López si lo hizo (en 1986) para Microbiología SEM ; pero la petición no fue aceptada. En 1999, International Microbiology solicitó ser considerada para su inclusión en un próximo futuro, después de la evaluación pertinente, que llevaría, como mínimo, dos años. En julio de 2000, en el transcurso de una visita al ISI, en Filadelfia, Ricardo Guerrero tuvo la impresión de que la incorporación de la revista a esos buscados índices no tenía que representar mayor problema, tras un período de seguimiento y control. International Microbiology estaba siendo seguida por el ISI y pudimos apreciar un fuerte aumento en el número de citas que recibíamos (Fig. 5). FIGURA 5. Análisis del crecimiento de la citación de la revista de la SEM realizado por el ISI en julio de 2000 De esa visita se obtuvo abundante información de la visibilidad de la revista, ya que el ISI recoge ese tipo de información en sus estudios estadísticos. Sin embargo, las cosas no son tan claras y la experiencia enseña que es ingenuo pensar que el ISI sea ajeno a la gestión por parte de los grandes grupos editoriales que actúan como grupos de presión y cuya influencia está directamente relacionada con su capacidad económica. La revista Nature en – 175 – su editorial del 10 de enero de 2002 denunció algunos errores en los índices de citación del ISI. Si bien no puede responsabilizarse al ISI (que ahora depende de un potente grupo editorial [Thomson Corporation] y es de hecho una empresa) del uso que se haga de sus estadísticas, dicha empresa sí que es responsable del rigor y veracidad de los datos que publica. En las estadísticas del ISI, el artículo de Nature dedicado a la secuenciación del genoma humano había alcanzado un índice de citación tan bajo que no se encontraba entre los artículos de mayor impacto e influencia (conocidos como hot papers) en biología. Estudios estadísticos realizados por la propia revista Nature revelaron que el número de citaciones dado por ISI era muy inferior al número real. ISI reconoció su error y, cuando corrigió sus datos, el artículo en cuestión pasó a ocupar el primer lugar de la lista (Editorial Nature 2002). En nuestra revista, López Piñero ya denunció en 1996 que las deficiencias técnicas de los métodos empleados en estos estudios estadísticos basados en las citas originaban una media de un 25 por ciento de errores (López Piñero 1996). Posiblemente, no haya sido siempre así, ni era ésa la idea de Eugene Garfield, líder de la información científica, cuando en 1955 se propuso recoger la literatura científica en una base de datos. Hoy esa base de datos es la más importante del mundo y entrar en ella el sueño o la pesadilla de un buen número de editores y publicaciones. Pero es bien sabido que, de un tiempo acá, el mundo editorial ha experimentado unas sacudidas que han dado al traste con las formas tradicionales. Antes, el contenido y la calidad del producto que se quería comercializar eran la base del negocio, y el lógico beneficio empresarial no se ceñía a criterios exclusivamente mercantiles. Si alguna vez esa utopía existió, y parece que sí, hoy ya descansa en el limbo de las criaturas malogradas. Las líneas maestras que han marcado unos requisitos mínimos para mejorar el nivel de calidad de la revista se han mantenido desde 1985, y llevamos con ellas diecisiete años. Pensamos que la calidad de una revista no depende del lugar de publicación, ni de la procedencia geográfica de los autores. Una revista que no pertenezca a los países más potentes científicamente también puede aspirar a alcanzar un nivel internacional. El artículo individual (antes, la separata) puede llegar a sitios impensables para la revista completa. A los dos autores de este capitulo siempre les ha sorprendido que dos trabajos que muchos calificarían de “menores” por haberse publicado en la revista de la SEM, fueran mencionados en las mejores publicaciones. Rubens López encontró un trabajo suyo sobre producción bacteriana de polisacáridos de Microbiología Española (López & Becking, Microbiol. Esp. – 176 – 21:53–75 [1968]) citado en sucesivas ediciones de los Bergey's Manual. Ricardo Guerrero ha encontrado en importantes revistas la cita de un artículo sobre densidad específica que escribió ―a petición del director (RL)― para el primer número de Microbiología SEM (Guerrero et al., Microbiol. SEM 1:53–65 [1985]). El empeño que tantas personas han dedicado a la revista de la SEM escondía aspiraciones y dificultades que pensamos que deben quedar reflejadas en este libro para orientación de los colegas que ahora asumen responsabilidades en nuestra Sociedad. La historia de la revista, que con todos sus altibajos ha llegado a la respetable edad de 55 años, no puede quedar al albur de algunas personas que piensen que no es rentable económicamente (evidentemente, si sólo hiciéramos lo que es rentable económicamente, no existiría la SEM). Y no debemos olvidar que el esfuerzo de los que “hacen” la revista (que son tanto los editores como los miembros de los distintos comités, los evaluadores y también los autores que confían sus artículos a la revista de la SEM, “aunque no esté en el Current Contents”) no cae en saco roto si la revista es leída y apreciada por los socios; si transmite a los miembros de la SEM la voluntad generalista de la Sociedad y su visión de la microbiología como una ciencia integradora, donde todos los aspectos de investigación, de tecnología, de docencia y de cultura van indisolublemente unidos; y si sirve de vehículo de presentación de la existencia y actividad de la SEM a escala internacional. Cualquier lugar es bueno, y éste también, para agradecer la labor de los revisores, necesariamente anónimos, según el modelo (“revisión por expertos”) que hemos escogido, pero reconocidos por la ayuda que sus opiniones y orientaciones aportan a la continuación y mejora de la revista. Otro elemento importante es el Comité de Redacción, que de una forma discreta colabora desde 1993 en la orientación de la revista, la promoción de artículos y editoriales, y en la sugerencia de temas monográficos, entre otras tareas. También tenemos un Comité Editorial de gran calidad y de procedencia diversa, lo que permite evitar los defectos de las “influencias”. La diversidad institucional y geográfica se vislumbra además como promotora de una mayor visibilidad internacional. Y tenemos obviamente los autores, materia prima, bruta algunas veces, sin cuyo concurso todo lo dicho y lo hecho simplemente no existiría. El lugar que ocupa una publicación en el conjunto, inmenso en el caso de las revistas de microbiología, no es sólo resultado de la buena voluntad de los editores y del Comité Editorial, ni de la sociedad científica que en muchos casos, como el nuestro, la respalda. En el estatus e incluso en la – 177 – supervivencia intervienen factores como la competitividad con otras publicaciones similares, razón de más para optar por la calidad y por la principal lengua de difusión de la ciencia. La inclusión en los índices del ISI (aparecer en el famoso Current Contents, y tener un FI, aunque sea bajito) es una aspiración irrenunciable, por más que costosa en el aspecto económico y de esfuerzo personal. Económica porque a estas alturas nadie que conozca mínimamente, sin necesidad de ser experto, el mundo editorial ignora esa premisa. No basta la calidad de los artículos, aunque es necesaria; no basta la puntualidad en la aparición, aunque es imprescindible; no basta la corrección gramatical en una lengua que nos sigue costando, aunque es una exigencia; no basta un comité editorial formado por expertos nacionales e internacionales, aunque es altamente recomendable. A todos esos requisitos, comprensibles para cualquiera, y que se tienen que dar a la vez, hay que añadir la calidad de reproducción de textos y figuras, el diseño atractivo de la portada, un formato adecuado y un tipo de papel de características determinadas. Conseguir todo eso es caro, en dinero y esfuerzo. Para llevar adelante un proyecto así hace falta, además, apoyo moral, empuje y reconocimiento por parte de los principales destinatarios, los socios de la SEM, que son además los principales provisores del material imprescindible, los artículos. La revista es leída también por personas que no pertenecen a la SEM. Y en muchos casos su lectura es el único nexo que tienen con nuestra Sociedad. Microbiología SEM, gracias a la mediación de Ediciones Garsi, aparecía citada en diversos índices internacionales (Biosis, Chemical Abstracts, Medline, Index Medicus y Excerpta Medica, que sepamos). La gestión de Springer-Verlag, como editorial de prestigio, puede ser decisiva para hacer que International Microbiology sea citada en esos y otros índices. Tras una espera prudencial, en la que por nuestra parte cumplamos los requisitos sobradamente conocidos de calidad, continuidad, puntualidad, etc., podremos ver si conseguimos nuestro objetivo o estamos en camino de hacerlo. Pero tanto si se logra como si no en un plazo corto, muchas cosas van a ir cambiando al amparo de la publicación electrónica y de la difusión científica a través de Internet, que van a afectar a mayor o menor plazo al propio FI, y a la revisión por expertos. Hasta hace poco, muchas revistas únicamente permitían a sus suscriptores el acceso al contenido completo de su versión en línea. El resto de “visitantes” podían sólo leer los resúmenes de los artículos. Ahora empiezan a darse cuenta de que mantener esta política de acceso restringido (que es lo que hace Springer-Verlag) es tirar piedras a su propio tejado, ya que están frenando la posible citación de sus artículos – 178 – por parte de investigadores que no pueden consultar la versión impresa. Esto, unido a la petición firmada el 2001 por varias decenas de miles de científicos que solicitaban el acceso libre a los contenidos en línea de las revistas en un plazo no superior a los seis meses de su publicación, empieza a surtir efecto. De todos modos, es posible que no afecte mucho a determinadas editoriales médicas que imprimen separatas de algunos artículos no ya por decenas o por algunas centenas, sino por centenares de miles (subvencionadas, todo hay que decirlo, por la industria que financió la investigación) (Piqueras 2001b). El FI puede verse afectado por el número de “visitas” a las páginas web de las diferentes publicaciones que se realizan desde distintos y muy distantes lugares. Desde muchos de ellos, hasta ahora no se tenía acceso a la publicación en papel. Es de prever que la fácil cuantificación de esas visitas, consultas y citas va a influir sobre el modo de establecer la importancia del artículo y de la revista. International Microbiology tiene ante sí el futuro que las circunstancias le deparen, pero esas circunstancias serán un reflejo visible de la actitud y aptitud de quienes crean y apoyen su continuidad y crecimiento (¿otros 50 años, por lo menos?). Esa actitud y aptitud tendrán sin ninguna duda un gran valor a la hora de superar los obstáculos impuestos por factores externos, como la competitividad y orientación comercial propia de toda empresa, editoriales incluidas. Y también para vencer los obstáculos internos, que es la poca consideración que a veces tenemos por lo nuestro, en este caso, la revista. En nuestros viajes por el extranjero, nunca hemos oído que la revista fuera “mala”; generalmente, era totalmente desconocida, pero, cuando alguien tenía algún trabajo (separata o artículo “bajado” de Internet) de ella, tenía muy buen concepto de esa revista desconocida que publicaba artículos de calidad y bien presentados. Por otra parte, varias de las revistas científicas que todavía sobreviven en España, tienen en gran aprecio la nuestra, tanto por su presentación como por su nivel científico. En este capítulo hemos pretendido narrar la historia del conjunto de revistas de SEM, pero también rendir homenaje de un modo discreto ―cual fue la dedicación de los responsables― a quienes durante años dedicaron un enorme esfuerzo, consumieron horas, aguantaron berrinches y, por qué no decirlo, sufrieron la incomprensión de muchos de sus colegas, para que, cincuenta y cinco años después, todavía tengamos una publicación digna, un vehículo para expresar la vocación generalista e integradora de la SEM y, finalmente, una carta de presentación internacional de la que nuestra Sociedad puede sentirse orgullosa. Al tesón de tantas personas, a su capacidad de convertir lo improbable en posible, y lo posible en realidad, a su ilusión por s – 179 – superar lo que claramente excedía sus recursos, debemos lo que tenemos. Según escribió el poeta valenciano Ausias March (1397–1459) “lo que no se hace por potencia / ni por gracia, ni saber / se hace sin resistencia / por fuerza de un buen querer”. Agradecimientos Este trabajo de pseudohistoriadores aficionados no se podría haber escrito sin la ayuda de las diversas personas que nos han aportado sus datos, buscado información y orientado de muy diversas maneras. A todos ellos, hayan sido o no nombrados específicamente en el capítulo, les expresamos nuestro sincero agradecimiento, en especial a Ernesto García, Mercè Piqueras y Carmen Chica, que tanto han hecho por la revista a lo largo de muchos años de dedicación diestra, callada (a veces) y eficaz. Bibliografía - Camí, JT. (1998) Crónica de una decepción. Quark 10:8–11. - Editorial (2002) Errors in citation statistics. Nature 415:101. - García-Gil, JT. (1997) Un año de Microbiología SEM en Internet. Microbiología SEM 13:517–522. - García Mendoza (1995 & 1996) Breve historia de la SEM. Partes I a VI. Microbiología SEM 11(3), 11(4), 12(1), 12(2), 12(3) y 12(4). - Garfield, E., Welljams-Dorof, A. 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