Riviere-3:Riviere-3 21/10/07 10:33 Page 1 1 Intencionalidad y metarrepresentación: Una perspectiva evolutiva1 Ángel Rivière Durante la última década, se ha hecho un gran esfuerzo de investigación en torno al estudio de ciertas capacidades específicas del razonamiento interpersonal. El concepto de “Teoría de la Mente” ha jugado un papel organizador en esta investigación. Una teoría humana de la mente es un sistema conceptual independiente del lenguaje. Este sistema se asocia con (al menos) mecanismos de inferencia relativamente “modulares” y posee, como elementos básicos, “actitudes proposicionales” tales como intenciones, creencias y deseos. En los humanos, este sistema conceptual tiene un grado muy alto de desarrollo. Implica una “actitud intencional” generalizada (Dennett, 1987), y es un prerrequisito para el desarrollo de diferentes psicologías naturales cuya naturaleza y relaciones con la psicología científica han sido objeto de acalorados debates en la filosofía y psicología de los últimos años (ver, por ejemplo, Fodor, 1991). Desde una perspectiva cognitiva, un sistema conceptual “Teoría de la Mente” totalmente desarrollado implica metarrepresentaciones (MR), es decir, representaciones no literales en las que están suspendidas las relaciones normales de referencia y verdad respecto a los “estados del mundo” (Leslie, 1 Texto inédito. Versión en español del Abstract de la Conferencia Intentionality and Metarepresentation: A Developmental Perspective impartida por el autor en el III International Colloquium on Cognitive Science (ICCS), celebrado en San Sebastián en 1993. (Trad. del inglés: M. Belinchón). Riviere-3:Riviere-3 2 21/10/07 10:33 Page 2 Intencionalidad y metarrepresentación: Una perspectiva evolutiva 1988). En el modo o “sintonía” metarrepresentacional, se hace siempre atribución de estados epistémicos de creencia. La intensionalidad es un índice lógico de MR, dado que implica la suspensión, en ciertos contextos intencionales, de las relaciones usuales y extensionales de verdad y referencia entre las representaciones y los estados del mundo. Decimos “en ciertos contextos intencionales”, porque, en realidad, no todos los enunciados que remiten a contextos intencionales son intensionales (por ejemplo, los enunciados de la memoria y la percepción no son intensionales ni implican metarrepresentaciones). Este hecho puede explicar ciertas inconsistencias aparentes en la investigación de la Teoría de la Mente: personas con autismo, con un déficit en “metarrepresentación” pueden resolver ciertas tareas que, vistas de un modo superficial, parecen ser estructuralmente comparables a las tareas clásicas de Teoría de la Mente. En realidad, estas tareas, que pueden ser resueltas por personas con autismo inteligentes, no implican un razonamiento metarrepresentacional, y pueden ser comparadas con situaciones que requieren una “atribución de memoria (y no de creencia)” (Rivière, Sotillo y Núñez, 1991). A primera vista, una teoría metarrepresentacional de la mente totalmente desarrollada parece ser una condición para la posesión por los humanos de una “intencionalidad recursiva”. La intencionalidad recursiva es la capacidad para tener estados mentales intencionales (I) sobre estados mentales (I) (de uno mismo o de otros) que se refieren, a su vez, a estados mentales (I), lo que define estructuras del tipo (I [I {I}]). Según Bennett (1976), estas estructuras son necesarias para realizar funciones lingüísticas declarativas u ostensivas (es decir, de transmisión de conocimiento proposicional entre mentes). Sin embargo, en este caso, se da una paradoja aparente en el curso del desarrollo de los niños humanos: aunque es posible observar funciones ostensivas claras a partir del segundo año de vida, la solución de las tareas clásicas de Teoría de la Mente no se observa hasta los cuatro-cinco años (Astington, Harris y Olson, 1988; Frye y Moore, 1991; Perner, 1991; Wellman, 1990; Whiten, 1991). El desarrollo de la comunicación ostensiva en el segundo año de vida coincide con el desarrollo del “hacer como si” (pretending) que, según Leslie (1988), implica también capacidades MR. En el penetrante análisis de Leslie, las propiedades psicológicas del juego de ficción son paralelas a las propiedades lógicas de los enunciados intensionales. Esto es así, porque tanto el juego de ficción como la atribución de estados mentales de creencia dependen del uso de metarrepresentaciones. Con independencia del análisis lógico y psicológico (de Leslie), la ausencia o déficit conjunto de comunicación ostensiva y juego de ficción en los niños con autismo (ver, por ejemplo, Frith, 1991) constituye una evidencia fuerte a favor de la naturaleza metarrepresentacional de ambas capacidades. Pero, si se Riviere-3:Riviere-3 21/10/07 10:33 Page 3 Intencionalidad y metarrepresentación: Una perspectiva evolutiva 3 acepta este análisis, es necesario explicar por qué los niños menores de cinco años no pueden resolver las tareas clásicas de Teoría de la Mente. La distinción entre conocimiento “tácito” y “explícito” puede ser utilizada para explicar este aparente conflicto: mientras que tanto las comunicaciones ostensivas como el juego de ficción parecen requerir sólo el uso de metarrepresentaciones, las tareas clásicas de Teoría de la Mente requieren, en cierto sentido, “pensar sobre metarrepresentaciones”. Así, estas tareas parecen implicar un nuevo nivel (en realidad, un diferente nivel) de recursión: una teoría de la mente reflexiva y explícita. La diferencia entre Teoría de la Mente tácita y explícita puede explicar las aparentes paradojas cronológicas en la investigación sobre Teoría de la Mente. La Teoría de la Mente explícita (es decir, la Teoría de la Mente de carácter reflexivo) debe ser cuidadosamente diferenciada de las “psicologías populares” (folk psychologies) explícitas. La ausencia de esta distinción ha tenido, por lo general, consecuencias devastadoras en las discusiones filosóficas sobre el significado y naturaleza de los “conceptos mentalistas” (Greenwood, 1991). Una Teoría de la Mente (en el mismo sentido en que el concepto se usa en la literatura cognitiva y evolutiva) no es “una teoría”, en absoluto. La utilidad de la Teoría de la Mente no es “explicar” la mente, sino manipularla. Por tanto, una Teoría de la Mente es un instrumento pragmático, desarrollado a lo largo de la evolución humana, que se basa en un núcleo conceptual y en mecanismos especializados de inferencia. Una Teoría de la Mente es un subsistema cognitivo, adaptativo y profundo, dedicado a atribuir, inferir, predecir y comprender estados mentales en el curso de interacciones dinámicas. Por otro lado, las “psicologías populares” son, en realidad, “prototeorías”: explicaciones y “relatos” explícitos sobre la mente, que varían histórica y culturalmente. El desarrollo de la Teoría de la Mente es un prerrequisito para el desarrollo de las psicologías populares, pero Teoría de la Mente y psicología popular no deben confundirse. Esta tesis se ve apoyada por el hecho de que la Teoría de la Mente es universal. En un estudio trascultural, se comparó a niños zapotecos, niños de la ciudad de México y niños españoles, de cuatrocinco años y seis-siete años de edad, en tareas de Teoría de la Mente y operatorias, y en su atribución “popular” de funciones mentales a diferentes seres y objetos. Aunque se observaron diferencias significativas entre los tres grupos en las atribuciones populares y la solución de tareas piagetianas operatorias, no hubo diferencias en la solución de tareas de Teoría de la Mente de primer y segundo orden (Quintanilla y Rivière, 1992). Este resultado apoya fuertemente la tesis de la universalidad de la Teoría de la Mente, y la necesidad de diferenciarla de las psicologías populares. Desde una perspectiva cognitiva, la Teoría de la Mente universal no puede ser reducida a “mecanismos generales” de inferencia; parece tener una cierta naturaleza “modular” (en un sentido amplio del término), es Riviere-3:Riviere-3 4 21/10/07 10:33 Page 4 Intencionalidad y metarrepresentación: Una perspectiva evolutiva decir, una cierta independencia de los mecanismos “isotrópicos” y “quineanos” dedicados al “razonamiento impersonal”. Esta idea está apoyada por un experimento de Rivière y Castellanos (1986), en el que se plantearon a niños con autismo y alto nivel de funcionamiento, y a niños con desarrollo normal, tareas de Teoría de la Mente, toma de perspectivas y operatorias. En el primer grupo, encontramos una relación clara y significativa de contingencia entre la solución de las tareas de Teoría de la Mente y las tareas operatorias piagetianas; sin embargo, esta relación no fue observada en los niños con desarrollo normal. Este resultado podría parecer muy sorprendente, pero tiene una explicación clara y fascinante si analizamos la tarea clásica de Teoría de la Mente desde un punto de vista operatorio. En realidad, las tareas de Teoría de la Mente “son” estructuralmente operatorias: parecen implicar conservación y reversibilidad (en un sentido piagetiano). Sin embargo, los niños con desarrollo normal pueden resolver esta tarea operatoria a los cuatro-cinco años, es decir, mucho antes de que puedan resolver las tareas operatorias clásicas. Estos resultados parecen indicar la existencia, en los niños con desarrollo normal, de un subsistema mental muy eficaz, muy precoz y complejo, específicamente dedicado al razonamiento interpersonal. Este sistema es al que llamamos “Teoría de la Mente”. ¿Cómo se desarrolla la Teoría de la Mente? En las investigaciones evolutivas, la sorpresa producida por la repentina solución de las tareas clásicas de Teoría de la Mente a los cuatro-cinco años ha sido un obstáculo para el reconocimiento de la naturaleza gradual del desarrollo de este complejo sistema conceptual. Lo que nosotros proponemos es un modelo evolutivo, según el cual los primeros y más precoces índices del desarrollo de una Teoría de la Mente primitiva pueden verse alrededor de los seis meses. Estos índices son las conductas anticipatorias, que indican un reconocimiento rudimentario de “intenciones primitivas” que están estrechamente ligadas a la conducta de los otros. En los últimos meses del primer año, sin embargo, las intenciones se separan cada vez más de las conductas. Es necesario destacar la importancia de dos factores en el desarrollo de la Teoría de la Mente como un sistema conceptual mentalista, complejo, poderoso e “independiente de la conducta inmediata”. Estos dos factores son: a) el valor adaptativo de interpretar “conductas instrumentales de alto nivel”; y b) el valor adaptativo del engaño, y del reconocimiento del engaño, en los humanos. Aunque el “engaño” (en un sentido muy general) es un fenómeno bastante generalizado en el mundo animal, los primates parecen tener una “capacidad conceptual” para el engaño. Como en otros casos, el índice de “conceptuabilidad” es aquí el carácter flexible, independiente del contexto, inventivo y espontáneo de las conductas de engaño observadas en primates. En los humanos, la capacidad para engañar es (claramente, Riviere-3:Riviere-3 21/10/07 10:33 Page 5 Intencionalidad y metarrepresentación: Una perspectiva evolutiva 5 aunque quizá desgraciadamente) mucho mayor que en otras especies. Además, esta capacidad es muy precoz y parece implicar, desde el segundo año de vida, la misma “Teoría de la Mente tácita” que está implicada en la comunicación ostensiva y el juego de ficción. En dos experimentos con niños normales de cuatro-siete años, Rivière, Núñez y Sotillo (1991) Rivière y cols. (1992) demostraron que la solución de tareas de Teoría de la Mente de primer y segundo orden era mucho más fácil para los niños de cuatrocinco años en situaciones en las que los personajes tenían malas vs buenas intenciones (es decir, intentaban engañar). Estos resultados están en consonancia con los datos de Cosmides (1989) sobre el razonamiento adulto en la tarea de las cuatro tarjetas, y con su propuesta de un mecanismo cognitivo modular dedicado al “cómputo de los costes y beneficios en situaciones de intercambio social”. Más allá de las diferencias en cuanto a los paradigmas experimentales de las tareas de Teoría de la Mente y las cuatro tarjetas, hay razones de peso para pensar que estas tareas implican —al menos en los sujetos humanos normales— el uso de un único e idéntico subsistema mental para el razonamiento interpersonal, es decir, una Teoría de la Mente.