Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones * Paola Martínez Pestana Escribir al sur de los Pirineos y en provincias propició a buen seguro la acusación de plagio y falta de originalidad que desde el Journal de Trévoux se insinuó en varias ocasiones contra el Teatro crítico universal. No es infundado sospechar tal si se sopesan otras recriminaciones del mismo diario contra el benedictino: ostentar excesiva seriedad para el lector francés o, de manera más rotunda, dejarse llevar por el carácter español, habituado a “acalorarse mucho en la disputa”, y a guiarse por la “vivacidad de su imaginación” 1 . Ya despectivos, ya condescendientes, los comentarios franceses sobre Feijoo –tomados, por cierto, con total placidez y benevolencia por el afrentado- parecían hacerse eco de aquella idea de Montesquieu según la cual se podía hallar “ingenio y sentido común entre los españoles, pero no en sus libros” 2 ; mordaz aserto, pero totalmente en serio, de quien años más tarde sostuviera que cada nación disfrutaba de unas leyes adecuadas a su carácter natural, y en última instancia al clima que lo determinaba. Sin embargo, estos dos tipos de acusaciones, plagio y temperamento español, hacían una desafortunada conjunción para juzgar al más temprano autor del dieciocho en discutir, precisamente, los caracteres nacionales y la influencia del clima sobre ellos, y quien sería mucho más leído y elogiado en Europa y ultramar de lo que en 1728 le auguraran los jesuitas de Trévoux 3 . Antonello Gerbi ha señalado la magnífica acogida del benedictino en el pensamiento americano al resarcir a indios y criollos de conjeturas sobre su temprana decrepitud, su debilidad física, o su falta de inteligencia, difundidas por numerosos autores, desde Juan Ginés de Sepúlveda al propio Bartolomé de las Casas –cada uno con intenciones bien dispares-; conjeturas que se agudizarían más adelante adquiriendo crédito y respetabilidad savant a través de los escritos de Buffon, Raynal o Cornélius de Pauw 4 . Este último autor, así como Pierre Barrère o Samuel * Este ensayo forma parte de una investigación doctoral desarrollada en el seno de los proyectos ‘Ciencia, política e imperio’ (PE h. 2009) y “Epistemología histórica; estilos de razonamiento científico y modelos culturales en el mundo moderno: El dolor y la guerra” (HUM2007-63267). 1 Carmelo Sáenz de Santa María, “Feijoo y las Memorias de Trévoux”, II simposio sobre el padre Feijoo y su siglo, vol. II, Oviedo: Centro de estudios del siglo XVIII, 1983. 2 “Vous pourrez trouver de l'esprit et du bon sens chez les Espagnols; mais n'en cherchez point dans leurs livres” Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu, “Lettre LXXVIII”, Lettres persanes, París: Porrat frères, 1831, p. 196. 3 Alfred Owen Aldridge, “Feijoo and the problem of ethiopian color”, Studies in eighteenth-century culture. Racism in the eighteenth century, Cleveland: The press of case western reserve university, 1973. 4 Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica. México: Fondo de cultura económica, 1993, pp. 232-237. Dice Gerbi del recibimiento de Feijoo en América: “Queda bastante para comprender la fama inmensa, la duradera popularidad del benedictino en toda la América española, desde México y las Antillas hasta el Río de la Plata. Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. Stanhope Smith, se sirvieron explícitamente, para el asenso o la crítica, de la obra del español en ensayos imprescindibles para comprender el debate internacional en torno al origen y diferencias físicas y morales de las naciones que surgió en el dieciocho desde diversos ámbitos culturales académico, médico, militar, comercial, artístico, clerical, etc- 5 . Teniendo en cuenta que este debate cobrará vigor sobre todo hacia la segunda mitad del siglo, las tempranas digresiones de Feijoo al respecto resultan más novedosas y sagaces de lo que en un primer momento pudiera parecer. La modernidad en Feijoo se debe en gran medida a la presencia del programa de la nueva ciencia en su obra y a su respeto hacia la cultura profana. No en vano, si había un temperamento nacional que Feijoo prefiriera a la hora de inferir generalizaciones, ese era, a pesar de su heterodoxia, la sutileza inglesa, debido a su “sencilla explicación y franca narrativa” y el modo en que “sin rubor confiesan lo que ignoran” 6 . Dentro de esta tradición inglesa, precisamente, Thomas Browne o Robert Boyle habían intentado dar una explicación al origen y color del etíope, “para desengaño de errores comunes”, o pseudodoxia, como indica el propio nombre de la famosa obra de Browne, y en esa línea escribirá también Feijoo sobre el etíope o el americano, para dirimir prejuicios sobre ambos pueblos. Sin embargo, se ha señalado cómo el benedictino no llegaría a aplicar este desengaño de errores vulgares sobre otros ídolos nacionales a la manera de la historia crítica, cuyo objeto era desvelar la falsedad histórica de los cronicones. Pero aunque en su primer discurso sobre las “Glorias de España” había defendido, en efecto, la llegada de Santiago y san Pablo a España, o la adoración de la virgen del Pilar ya en tiempos de los romanos 7 , Antonio Mestre sostiene que tan patrióticas consideraciones no eran del todo coherentes y creíbles en la obra del benedictino; si bien, de manera muy oportuna, le valieron la protección de Fernando VI, quien decretó la prohibición de escribir contra el autor 8 . En realidad, una suerte de historia crítica había sido ya aplicada, si no a los santos, sí al carácter español, despojado de todo enaltecimiento patriótico. En el “Mapa intelectual y cotejo de naciones” los criollos eran “de más viveza, o agilidad intelectual” que los españoles, el africano Ya en 1730, en México, y en 1732, en Lima, se formulaban elogios y agradecimientos a Feijoo. Y, no obstante que sus libros fueron objeto frecuente de atención por parte de la Inquisición mexicana de 1759 en adelante, sus ideas influían en la reforma de la Universidad de la Habana (1761), eran alabadas por algunos eclesiásticos de Guatemala y estudiadas con asidua predilección por uno de los principales apologistas de América, el jesuita Clavigero” (p. 234). 5 Cornélius de Pauw, Recherches philosophiques sur les américains, París: Jean Michel, 1990; Pierre Barrère, L'Académie de Bordeaux, centre de culture internationale au XVIIIe siècle, Bordeaux : Éditions Biere, 1951; Samuel Stanhope Smith, An essay on the causes of the variety of complexion and figure in the human species, Cambridge, Massachusetts: The John Harvard Library, 1965. 6 Benito Jerónimo Feijoo, “Mapa intelectual y cotejo de naciones”, Teatro crítico universal, Madrid: Real Compañía de Impresores y Libreros, 1779, pp. 319 y 320. Se ha utilizado una edición posterior en la que se incluyeron nuevas anotaciones del autor. 7 Feijoo, “Glorias de España. Primera parte”, Teatro crítico universal, tomo IV, discurso XIII, Madrid: Real Compañía de Impresores y Libreros, 1775. 8 Antonio Mestre, “Reflexiones sobre el marco político y cultural de la obra del padre Feijoo”, Bulletin Hispanique, vol. 91, nº 2, pp. 295-312. 2 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. había superado en ocasiones al español en pericia militar, el italiano y el francés eran algo más ágiles que él en el discurso, pero por supuesto, subraya Feijoo, estos eran rasgos nimios y accidentales: “Cuando digo que por la experiencia apenas podemos notar desigualdad de ingenio en las Naciones, debe entenderse en cuanto a las cualidades esenciales de penetración, solidez, y claridad; no en cuanto a los accidentes de más veloz, o más tardo, más suelto, o más detenido; porque en cuanto a esto es visible que unas Naciones exceden a otras” 9 . El origen de la población americana, las causas del color del pueblo etíope, los caracteres nacionales, la determinación climática en los rasgos físicos y morales de las naciones, o la influencia de la imaginación materna sobre los mismos, eran arduas cuestiones que llegarán a ser centrales en las controversias de la época sobre el no europeo, y que Feijoo resolverá con originalidad, erudición y rigor, presentando hipótesis sobre la transformación de los continentes y de sus habitantes años antes de la gran Historia natural de Buffon o de tratados sobre el color de la piel como el de Le Cat. Los tres discursos y la carta que abordan estas cuestiones y que aquí se editan son: “Mapa intelectual y cotejo de naciones” (1728), “Solución del gran problema histórico sobre la población de la América, y revoluciones del orbe terráqueo” (1733), “Color etiópico” (1736), y la carta IV del tomo I de las Cartas eruditas y curiosas (1742), sobre el efecto de la imaginación materna en los hijos de color que nacían de padres blancos 10 . Veamos en qué modo se desarrollaron estas cuestiones dentro de la filosofía de Feijoo y en la cultura de su época. Filosofía de la Naturaleza y relato sagrado en la historia de las naciones. “El campo de la Filosofía es dilatadísimo, y muchas veces, donde menos se piensa, es tan infiel el terreno, que debajo de la superficie se oculta caverna, que conduce derechamente al abismo” 11 . Era al precipicio de la herejía preadamita de La Peyrère al que hacía referencia Feijoo en su discurso sobre el “color etiópico”, y no obstante para rebatirla se asomaría el benedictino allí donde el propio hereje lo había hecho: al abismo del tiempo. Para Feijoo era aceptable y necesario escudriñar la historia natural del hombre siempre que no se desvirtuara la verdad revelada en las Sagradas Escrituras. “Debe mirarse la religión como el corazón del espíritu”. Pero las razones 9 Feijoo, “Mapa intelectual y cotejo de naciones”, op. cit, p. 319. No se ha incluido en esta selección el discurso sobre “Españoles americanos” por tratarse de una simple relación de criollos utilizada por Feijoo como contraejemplo del prematuro declive americano, a pesar de su repercusión posterior, por ejemplo en el pensamiento de De Pauw, quien intentará responder al benedictino en sus Recherches philosophiques sur les américains para defender que las universidades americanas no habían dado ningún hombre u obra de considerable reputación. Cornélius de Pauw, Recherches philosophiques sur les américains. París: Jean Michel, 1990, pp. 119 y ss. 11 Feijoo, “Color etiópico”, Teatro crítico universal, tomo VII. Madrid: Real Compañía de Impresores y Libreros, 1778, p. 68. 10 3 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. aducidas para contradecir la heterodoxa doctrina del francés provendrán antes de la filosofía de la Naturaleza que de la mera interpretación bíblica, aunque ambas perspectivas coincidieran a menudo, al punto de ser indiscernibles la una de la otra. En el discurso “Solución del gran problema histórico sobre la población de la América, y revoluciones del orbe terráqueo” Feijoo exponía la cuestión sobre el origen de la población americana, esto es, cómo habían logrado llegar los descendientes de Adán a ese continente aislado por inmensos océanos que era América mucho antes de la invención de la aguja náutica. La problemática estaba presente si se partía de la certidumbre en la unidad de la especie, pero desaparecía si se admitía la posibilidad de la creación por separado de estirpes distintas a la de Adán y de la posibilidad de que los americanos hubieran sido creados desde un principio en la propia América. Esta conjetura alternativa había sido planteada en 1703 por el barón de La Hontan en sus Nouveaux voyages dans l’Amérique septentrionale, para explicar no sólo el origen de la población americana, sino también la diferencia física de los negros. Feijoo discute a través de este libro la osada idea del francés Isaac de La Peyrère expuesta en su obra Praeadamitae, de 1655, que antes ya había sido propuesta por Paracelso en su De Generatione Hominis (1520) 12 . Ambos autores habían reconciliado la existencia de otros pueblos anteriores a Adán y Eva con el relato bíblico al sostener que éstos habían sido los primeros hombres del pueblo judío, pero no del resto de naciones, proviniendo éstas de estirpes distintas. Además La Peyrère había limitado el gran diluvio a la región de Judea, para hacer posible la supervivencia de aquellas otras razas de hombres sin que se desmintiera el relato bíblico. Como señala Richard H. Popkin en su monografía sobre La Peyrère, las diferencias físicas y culturales de los pueblos hallados recientemente, los indicios geológicos que comenzaban a ser interpretados en la época, así como los nuevos descubrimientos de textos en sánscrito o chino que daban cuenta de civilizaciones anteriores a las datadas por los comentaristas de la Biblia, habían favorecido la concepción sobre el origen diverso de la humanidad, como exponía, por ejemplo, la exitosa obra L’espion turc (1684), atribuida al genovés Giovanni Paolo Marana 13 . Pero precisamente desde algunos de estos nuevos descubrimientos dará Feijoo una respuesta a “tan pernicioso error”. Mediante las nuevas hipótesis sobre la historia de la Tierra y sus transformaciones adoptó el benedictino conjeturas muy arriesgadas para la época, sin deberle fidelidad alguna a posiciones más ortodoxas basadas en la perfección e inmutabilidad de la obra del creador. La religión y la tradición 12 Michael Banton, Racial Theories. Cambridge: Cambridge University Press, 1998, p. 17. Richard H. Popkin, Isaac La Peyrère (1596-1676): His Life, Work and Influence, Leiden, Nueva York, Colonia: Brill, 1987, pp. 115-132. 13 4 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. materialista del pensamiento libertino francés convivían felizmente en la filosofía de Feijoo 14 . El hallazgo de peces petrificados y restos marinos en montañas era presentado como prueba de las revoluciones sufridas por el orbe terráqueo, a causa del ascenso y descenso de los mares, pero sobre todo al movimiento terrestre y la creación de islas y montañas. Feijoo no recurre al texto sagrado para explicar tales descubrimientos, como a menudo se hizo esgrimiendo el relato sobre el diluvio universal; antes bien lo descarta al encontrar que determinadas conchas marinas que difícilmente emergían del agua a causa de su pesantez no podían haber llegado jamás a lo alto de una montaña si no fuera porque ésta se hubiera formado posteriormente. De este modo, a través de “terremotos y fuegos subterráneos”, así como mediante la vegetación –o reproducción- de las piedras –una idea bien singular para nuestras nociones taxonómicas tan firmemente asentadas-, Feijoo encuentra una respuesta verosímil al modo en que pudieron llegar los primeros hombres a América, pues los continentes, como las islas, no fueron siempre iguales, señala el benedictino, y alguna comunicación por tierra pudo haber surgido alguna vez entre el viejo y el nuevo mundo. Es preciso subrayar que las azarosas transformaciones de la Tierra no eran un fenómeno tan evidente y natural como pudiera parecer; antes al contrario, la inmutabilidad de las montañas, islas y demás formas terrestres desde el primer y único momento de su creación era más acorde a la idea de la completa perfección de la obra de Dios 15 . Otro de los argumentos esgrimidos por el barón de La Hontan a la hora de plantear la imposibilidad de que los americanos descendieran de los primeros habitadores del viejo mundo era su supuesta ausencia de barba, que evidenciaba a los ojos del francés la disparidad de su naturaleza y de su estirpe. Es en su discurso sobre el color etiópico donde Feijoo señala esta objeción, a la que pone en duda basándose en relaciones de diversos viajeros que, por el contrario, sí habían hallado indios barbados 16 . Londa Schiebinger ha destacado la importancia de la barba a la hora de establecer diferencias raciales, pues era en efecto una marca de distinción social, de virilidad, e incluso de respetabilidad intelectual, algo de lo que carecían no sólo los americanos, sino también algunos negros de otras latitudes y, por supuesto, las mujeres. La ausencia de barba les hacía moral y físicamente inferiores 17 . Además, entre los detractores buffonianos empeñados en demostrar el estado de degeneración en que se encontraba el continente americano fue recurrente la suposición 14 Las influencias de esta tradición en Feijoo pueden hallarse en Ignacio Elizalde Armendáriz, “Feijoo y la influencia de los libertinos eruditos franceses”, II simposio sobre el padre Feijoo y su siglo, vol. II, Oviedo: Centro de estudios del siglo XVIII, 1983. pp. 321-345. 15 Sobre las más tempranas teorías respecto a la historia de la Tierra, ver: Paolo Rossi, The dark abyss of time. The history of the earth an the history of nations from Hooke to Vico, Chicago, Londres: The university of Chicago press, 1984. 16 Feijoo, “Color etiópico”, op. cit., pp. 88, 89. 17 Londa Schiebinger, Nature’s body. New Jersey: Rutgers university press, 2006, pp. 120 y ss. 5 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. de que los indios eran lampiños, pues se trataba de un rasgo coherente con la debilidad, impotencia y falta de virilidad que se les pretendía atribuir 18 . Más adelante, en la segunda mitad del dieciocho, surgirían otras alternativas a la tesis de La Peyrère para defender la diversa estirpe de las razas humanas sin desapegarse demasiado de las Escrituras. Adoptando la tesis de Buffon según la cual el Nuevo Mundo había emergido de los océanos tiempo después de la formación del viejo continente, el jurista Henry Home, lord Kames, en sus Sketches of the history of man, concibió una explicación coherente con el Génesis sobre el origen separado de las especies humanas. Según Home, Dios había creado un segundo Adán en el nuevo continente, ascendiente de los nativos americanos, en tiempos ulteriores a la época de Moisés, razón por la cual no era mencionado en la Biblia este nuevo linaje de hombres 19 . Además, para el resto de razas, sostenía Home que los primeros hombres, tras pretender construir la torre de Babel y ser castigados a hablar distintas lenguas, alcanzaron una incomprensión mutua tal que Dios decidió separarlos distribuyéndolos por distintos climas y dotando a cada pueblo de una constitución física adecuada a su latitud asignada. Es por ello, dice Home, que a partir de ese momento cada raza –por su naturaleza o por el clima- derivó en una grado de civilización distinto. “Thus, had not men wildly attempted to build a tower whose top might reach to heaven, all men would not only have had the same language , but would have made the same progress towards maturity of knowledege and civilization” 20 . También el capitán Bernard Romans en A concise natural history of East and West Florida (1775) criticó la presunción de creer más fiel a la historia sagrada la hipótesis según la cual había un único tronco genealógico para el género humano y no varios. Para Romans, debía ser más acorde al designio divino una creación múltiple y separada de distintos tipos humanos que la creencia en una naturaleza sujeta a cambios accidentales –como había defendido Buffon-, o a maldiciones divinas – como la interpretación de la maldición de Cam-21 . Según la hipótesis de Romans, Dios había creado un Adán y una Eva de una especie distinta en cada parte del globo. Defensor del esclavismo, con cuya práctica pretendió enriquecerse, Romans mostraba un notable desprecio hacia las supuestas cualidades de las razas no europeas. Estimaba a los nativos norteamericanos incapaces de desarrollar una civilización a pesar de que intentaran imitar las maneras europeas, pues a la mínima oportunidad “they will return like the dog to his vomit”. “See there the boasted, the admirated state 18 Antonello Gerbi, op. cit., pp. 10, 55-66. Richard H. Popkin, op. cit., p. 125. 20 “Por tanto, si los hombres no hubieran tenido ese impulso frenético por construir una torre cuya cima alcanzara el cielo, no sólo habrían conservado el mismo lenguaje, sino que habrían desarrollado el mismo progreso hacia la madurez del conocimiento y la civilización”. Henry Home, lord Kames, Sketches of the history of man. Edimburgo: Creech, 1807, p. 68. 21 Richard H. Popkin, op. cit., p. 127. 19 6 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. of nature”, concluye Romans, con irónica referencia a las ideas rousseaunianas 22 . Los negros, por su parte, son descritos como traicioneros, ladrones, testarudos y holgazanes, no siendo estas cualidades accidentales o fruto de las circunstancias sociales y ambientales, sino más bien “natural to them, and not originated in their state of slavery” 23 . En este tipo de asunciones derivaron al final del siglo las posturas poligenistas planteadas por La Peyrère. Ahí radicaba el mayor peligro del abismo contra el que había advertido el padre Feijoo. Defender que los indios provenían de la misma estirpe que los europeos significaba en muchos casos defender su propia dignidad, su humanidad. En el discurso “Mapa intelectual y cotejo de naciones” Feijoo cita en este sentido las observaciones del jesuita Joseph-François Lafitau, sobre el ingenio, elocuencia, urbanidad y buen gobierno de los indios. Pero el benedictino sólo conocía de Lafitau lo que se había recogido de él en las memorias de Trévoux. El autor de Moeurs des sauvages amériquains comparées aux moeurs des premiers temps (1724) había señalado también que los indios de Canadá provenían originariamente de pueblos helenos y pelasgianos, subrayando así el origen común de americanos y europeos. El jesuita sostenía esta hipótesis basándose en la semejanza que encontró comparando las costumbres de estos indios con las de los primeros habitantes griegos 24 . Pero la defensa de la unidad de la especie en la historia natural del hombre no estuvo siempre acompañada del enaltecimiento de los aspectos físicos y morales de los no europeos. Antes al contrario, posturas de firme respeto e incluso de admiración a otros pueblos como la mantenida por Feijoo eran difíciles de encontrar. Creyeron que su razón era tan obscura como su cara. Origen y naturaleza de la piel negra. Feijoo discutió también la obra del barón de La Hontan en su “Color etiópico” para defender la impronta del clima en el físico de las naciones, cuya influencia había negado en su “Mapa intelectual y cotejo de naciones” para los caracteres nacionales. Según el médico portugués con el que La Hontan entablaba conversación en la relación de sus viajes, el color negro de los etíopes no se desvanecía en ellos ni tan siquiera cuando habitaban latitudes más frías durante generaciones. Esta misma observación había sido utilizada tiempo atrás por autores como Thomas Browne o el 22 “Tornarán, como el perro hacia su vómito”. “He aquí el arrogante, el admirado estado de naturaleza”. Bernard Romans, A Concise Natural History of East and West Florida. Nueva York, 1775, p. 38, 39. 23 “Natural en ellos, y no originada por su estado de esclavitud”. Bernard Romans, op. cit. p. 105. 24 Es conocida la irónica crítica de Voltaire a las teorías de Lafitau. El philosophe se burla de la comparación que realiza entre costumbres tan ambiguas como el sedentarismo, y de su tesis sobre la influencia de la imaginación materna en el color, rasgos y complexión de cada nación. Si Lafitau esgrime la cita bíblica de los corderos de Josué, Voltaire se pregunta por qué no se volvieron verdes al tener siempre delante hierba que pastar. Essai sur les moeurs et l’esprit des nations, vol. I, París: Garnery, 1827, pp. 44, 45. 7 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. propio Robert Boyle, añadiendo otro dato: en las mismas latitudes donde se encontraban pueblos de piel negra existían otras naciones a quienes el ardor del sol no afectaba del mismo modo, como ocurría en los climas tropicales del Nuevo Mundo, donde el color de la piel no llegaba a ser tan oscuro como en las mismas latitudes de África 25 . Años después, Buffon, que explicaría las diferencias entre las variedades humanas basándose en la influencia climática, los hábitos y la alimentación, sortearía esta objeción mediante la conjetura propuesta en su Histoire naturelle que ya mencionamos con lord Kames: el Nuevo Mundo había emergido de los océanos mucho más tarde que el viejo continente. Esta hipótesis permitía explicar que pueblos como los peruanos o los mejicanos no hubieran tenido tiempo de adquirir a través del sol el intenso color de los africanos, al haber habitado estas nuevas regiones en tiempos posteriores a la población de África. No habían tenido tiempo de degenerar del todo 26 . Feijoo discutirá la objeción de La Hontan al clima de un modo quizá más audaz aún que Buffon, al no considerar imprescindible el cambio del color tras habitar nuevos climas: “Puede el Clima Etiópico producir la negrura, sin ser necesario para conservarla. Las causas segundas muy frecuentemente no son necesarias para la conservación de los efectos que producen. El oro se produce en las entrañas de la tierra, que viene a ser como patria suya; y extraído de ella se conserva siglos, y más siglos, sin que cosa alguna elemental altere su intrínseca textura. ¿Qué repugnancia hay en que la influencia del País Etiópico induzca tal textura en el semen prolífico de sus naturales, que después en ningún País extraño pueda alterarse, o por lo menos no pueda alterarse, sino en mayor espacio de tiempo, que el que hasta ahora se pudo observar?” 27 . A diferencia de la influencia climática en el físico de las naciones defendida por Feijoo, la propuesta de Buffon en este aspecto resultaría bastante denigrante para los no europeos al enmarcarse en la teoría de la degeneración. El jardinero del rey había adoptado el color blanco del europeo como el original por ser el propio de climas donde la temperatura era más temperada o neutra: “c’est sous ce climat qu’on doit prendre l’idée de la vraie couleur de l’homme, c’est là où l’on doit prendre le modèle ou l’unité à laquelle il faut rapporter tous les autres nuances de couleur et de beauté” 28 . A pesar del origen compartido en el pasado, existía una gran separación en el 25 Thomas Browne, “Of the blackness of Negroes”, Pseudodoxia epidemica, en The works of sir Thomas Browne. Londres: Faber and Gwyer, 1928. Robert Boyle esgrimirá razones similares a las de Browne en oposición a una explicación ambientalista del color de piel, dentro de su Experiments and considerations touching colours. Londres: Henry Herringman, 1664. 26 Georges-Louis Lecrec, conde de Buffon, suplementos a la Histoire naturelle, tomo V, París: Imprimerie royale, 1778, p. 266. 27 Feijoo, “Color etiópico”, op. cit., p. 87. 28 “Es en este clima donde debe tomarse la idea del verdadero color del hombre, aquí es donde se halla el modelo o unidad a la que deben remitir todos los demás matices de color y de belleza”, Buffon, Histoire naturelle, générale et particulière: avec la descriptios du cabinet du roi. Vol, IV. París: Imprimerie royale, 1753, p. 528. 8 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. presente: el hombre europeo era el más parecido a aquel prototipo ancestral; el negro africano, en cambio, debía ser el más alejado y sobre quien recayera por tanto la posibilidad de “regenerarse”, volver al color y complexión originales, una vez habitara de nuevo los climas templados y se mantuviera allí durante varias generaciones 29 . La hipótesis de la degeneración se sirvió de la literatura sobre casos de alteraciones de color en la piel y sobre los negros blancos. En muchas ocasiones, sin embargo, las observaciones narradas no conducían siempre a las mismas conclusiones, no siendo aceptada por todos los autores la acción del clima en este tipo de cambios de la piel e imponiéndose como causa la transmisión generacional. Casi como en una comedia de enredo con un final feliz, en muchas de estas historias se descubría, tras una serie de dudas y conjeturas descartadas, que el sujeto en cuestión tenía un antepasado del mismo color presente ahora en el descendiente, salvando de este modo el honor de la madre 30 . No es de extrañar la mirada cómica de William Hogarth sobre este tipo de casos y sobre la recreación y curiosidad de aristócratas y médicos que los atestiguaban, expuesta en su grabado The Discovery, donde una mujer negra –que antes debía ser blanca, por el retrato que de la misma aparece y la leyenda: “qui color albus erat, nunc est contrarius albus”- es hallada y observada con sorpresa y casi alborozo en su propio lecho y con el pecho al descubierto. Feijoo también tuvo en cuenta tales casos en su “Color etiópico” y en una de sus cartas eruditas y curiosas, pero no para probar la influencia del clima, sino para reflexionar sobre la influencia de la imaginación materna, e igual que en Hogarth, antes que asumir ciegamente la influencia de la imaginación en el feto, considera otras posibilidades como la relación adúltera de la madre con un individuo de otro color 31 . Lafitau había explicado el color diverso de cada nación a través de la imaginación materna y del gusto primigenio de muchos pueblos en embadurnarse de colores negros –los africanos-, o rojos –los indios norteamericanos-. Estos colores impresionaban de tal manera la imaginación de las mujeres embarazadas que el niño nacía finalmente con la tonalidad preferida. Como apoyo a esta teoría, Lafitau recurre al capítulo treinta del Génesis donde se explica la estrategia de Jacob para 29 Buffon, op. cit., p. 381, 382. La Royal Society recogió muchos de estos casos, como ejemplo: William Bird “An account of a negro-boy that is dappel’d in several places of his body with white spots”, Philosophical transactions of the Royal Society of London , vol. 19. Londres: 1696; James Bate, “An account of the remarkable alteration of colour in a negro woman”, Philosophical transactions, vol. 51, Part I. Londres: 1760; James Parsons “An account of the white negro shown before the Royal Society”, Philosophical transactions, vol. 55. Londres: 1766. La obra de Pierre-Louis Moreau de Maupertuis, Dissertation physique à l’occasion du nègre blanc. Leyden, 1744, conocida sobre todo por la edición ampliada de 1745, Vénus physique, utiliza el fenómeno del negro blanco como prueba contra el preformacionismo. Para Maupertuis un sujeto tan distinto a sus progenitores y antepasados sólo podía explicarse como resultado de un proceso de generación epigenético. También existían casos de metamorfosis de blanco a negro, como el que describe Gilbert Imlay en A topographical description of the Western territory of North America. Londres: J. Debrett, 1797. 31 Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo I, carta IV, Madrid: Real compañía de impresores y libreros, 1777. 30 9 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. criar corderos con el color y manchas deseados, situándolos frente a vallas del mismo color y formas, para distinguirlos de los corderos de Labán 32 . También a la imaginación materna atribuye Lafitau los demás rasgos característicos: una nariz “aplastada”, unos labios gruesos, siempre dependiendo de los gustos del lugar. Feijoo asumirá la posibilidad de la influencia de la imaginación materna en el feto en casos muy particulares, como manchas o pequeñas malformaciones tras una fantasía de la madre, pero no así en la determinación fisionómica de pueblos y generaciones enteras 33 . Para defender la influencia climática en el color del etíope Feijoo alude también a determinadas experiencias anatómicas como la de Marcelo Malpighi o Alexis Littre. Littre había llevado a cabo en 1702 la disección de la piel de un “maure” para comprobar si la suposición de Malpighi era cierta, a saber: que las dos capas, dermis y epidermis de la piel, al separarlas eran blancas, mientras que por otro lado la membrana mucosa aparecía negra, por lo que sería sobre ésta donde recaería la causa del color de los negros. Littre puso a macerar un trozo de epidermis en agua templada, considerada por los anatomistas como un poderoso disolvente, y otro trozo en alcohol, ambos durante siete días, pero de ellos no se desprendió tinte alguno. Asimismo metió otro trozo en agua hirviendo, que produjo sobre la superficie exterior de la epidermis ciertas ampollas con un licor claro en el interior que al enfriarse adquirió cierta textura gelatinosa; tampoco había el menor indicio de algún jugo oscuro que hubiera emergido con la ebullición. Littre concluyó, al no ver desprenderse tinte alguno, que esta membrana no contenía ninguna sustancia que diera color a la piel. El color debía atribuirse a la acción del sol sobre las capas más superficiales de la dermis 34 . Pero este tipo de explicaciones sobre el color de la piel basadas en la acción del sol irían perdiendo peso ante un nuevo tipo de interpretaciones que se apoyaban en procesos fisiológicos humorales. Pierre Barrère, que había hallado, con una experiencia semejante a la de Alexis Littre, una sustancia análoga a la bilis, abrió con sus observaciones una puerta a la explicación humoral del negro, que seguirían autores tan destacados como Le Cat, Friedrich Meckel o Blumenbach, y que en gran medida convertiría el color en un rasgo temperamental, que afectaba a la actitud moral de la raza 35 . 32 Joseph-François Lafitau, Moeurs des sauvages amériquains comparées aux moeurs des premiers temps, París: Saugrain l'aîné; C.E. Hochereau, 1724, p. 68. 33 Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, op. cit., p. 71. 34 La experiencia de Littre es descrita en “Diverses observations anatomiques”, Histoire de l’Académie Royale des Sciences. Année 1702. París: G. Martin, J. B. Coignard, Frères Guerin, 1743, pp. 30-32. 35 Roxann Wheeler, en The complexion of race. Categories of difference in eighteenth-century culture. University of Pennsylvania Press, 2000, indica el componente humoral y temperamental que mantenía en este siglo el término inglés para designar el color de piel, complexion. 10 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Paola Martínez Pestana, Feijoo y el debate internacional en torno a la raza y la historia de las naciones. La influencia climática había sido utilizada por Feijoo como prueba del carácter accidental de la fisionomía del etíope. Por ello rechazaría el benedictino interpretaciones bíblicas muy extendidas en el dieciocho como la que atribuía el color negro de los africanos a la maldición impuesta por Dios sobre la descendencia de Cam, o más heréticas como la creación separada de las naciones. La explicación a partir de causas naturales era en este caso la más adecuada a la verdad revelada sobre la unidad de la especie humana, y la más apropiada para desengaño de errores comunes sobre la inferioridad de los no europeos. La crítica de Feijoo sobre este tipo de prejuicios era como una lente de aumento sobre la sociedad de su tiempo: “Padece nuestra vista intelectual el mismo defecto que la corpórea, en representar las cosas distantes menores de lo que son. No hay hombre por gigante que sea, que a mucha distancia no parezca pigmeo. Lo mismo que pasa en el tamaño de los cuerpos, sucede en la estatura de las almas. En aquellas Naciones que están muy remotas de la nuestra, se nos figuran los hombres tan pequeños en línea de hombres, que apenas llegan a racionales. Si los considerásemos de cerca, haríamos otro juicio” 36 . 36 Feijoo, “Mapa intelectual y cotejo de naciones”, op. cit., p. 315. 11