BIBLIOGRAFÍA GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, El derecho a la tutela judicial efectiva, Editorial Civitas, tercera edición, Madrid, 2001, 439 pp. 1. La tutela judicial efectiva constituye un derecho humano capital, en cuanto garantiza la cabal defensa de los derechos e intereses legítimos de las personas. Su especial relevancia y cotidianiedad permitían especular que, una vez incorporado plenamente a la legislación y asumida realmente la ingente doctrina constitucional sobre tal derecho fundamental, las pretensiones en torno al mismo y en particular las pretensiones de su amparo disminuyeran vertiginosamente, de suerte que la prolífica secuencia de sentencias del Tribunal Constitucional dejara paso a un minoritario y residual número de casos en los que todavía se suscitara alguna cuestión en torno a este derecho. Pero basta acudir a la publicación de las sentencias y autos del supremo intérprete de la Constitución y último garante interno de los derechos fundamentales, para comprobar que el derecho a la tutela judicial efectiva sigue sobresaliendo entre los derechos que se aducen impetrando el amparo constitucional. Una desmesurada conflictividad a la que parecía iba a poner cota la sedimentación de la doctrina y su efectiva receptividad en la práctica procesal. La enorme vitalidad y constante eclosión de este derecho justifica la publicación de una tercera edición de la obra, que ha engordado notablemente respecto de las precedentes, incorporando la jurisprudencia constitucional de los últimos años, tanto el año 2000, como principios del año 2001. No obstante, la obra sigue fiel al estilo de su autor, profesor y abogado, que define y explica el significado, el contenido y la proyección de la tutela judicial efectiva de manera completa y sistemática, y también con una vertiente práctica, del conocedor de la realidad. De esta suerte combina adecuadamente la visión teórica con la dimensión práctica de este derecho. 2. Es indudable que el derecho a la tutela judicial efectiva es inherente a la dignidad humana y, en cuanto derecho que los seres humanos tienen por el mero hecho de ser hombres, se predica sin distinción ni restricción, incluyendo también a todos los extranjeros (STC 99/1985, de 30 de septiembre; y 115/1987, de 7 de julio, FJ 4). Derecho internacionalmente reconocido que se incluye también en la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea aprobada el 7 de diciembre de 2000. El autor parte de que “el derecho que el artículo 24 de la Constitución reconoce no es otro que el derecho de acceso al proceso sea a un proceso no desnaturalizado, que pueda cumplir su misión de satisfacer las pretensiones que se formulen”. Analiza su naturaleza, contenido y sujetos, destacando la diferenciación –nítida en la más reciente doctrina constitucional- entre el derecho de acceso a la justicia y el acceso a los recursos, con las consiguientes repercusiones en la aplicación del principio pro actione; la titularidad del derecho se reconoce asimismo a las personas jurídicas (STC 273/2000, de 16 de octubre), estando el Estado obligado a garantizar el derecho. 3. Este derecho se proyecta en tres momentos distintos: el acceso a la justicia, el proceso debido y la efectividad de las resoluciones judiciales. El acceso a la jurisdicción –al que se dedica el Capítulo II- implica el recurso a órganos propiamente judiciales, la no exclusión del conocimiento de las pretensiones en razón de su fundamento y la no obstaculización del acceso. Respecto de los actos administrativos, el Tribunal Constitucional ha considerado contraria al artículo 24.1 de la Constitución la exclusión del control judicial, por cualquier vía (STC 31/2001, de 2 de febrero). La constitucionalidad de los requisitos procesales está, no obstante, subordinada a este derecho, con las consecuencias siguientes: la proscripción de requisitos procesales que constituyen formalismos enervantes o claramente desviados de su finalidad legítima; el establecimiento del requisito por norma con rango de ley; o la imposibilidad de declarar la inadmisión de una pretensión por defecto procesal subsanable, 423 424 BIBLIOGRAFÍA sin dar oportunidad para su subsanación. Sentados tales criterios, realiza un minucioso análisis de los requisitos procesales -subjetivos (órgano judicial y partes), objetivos y de la actividad- que pueden resultar contrarios al artículo 24 de la Constitución, entre las que puede destacarse la exigencia de un requisito derogado (certificación de un acto presunto) examinada por la STC 3/2001, de 15 de enero. El proceso debido –sobre el que versa el Capítulo III- es aquel proceso que reúne las garantías ineludibles para que la tutela judicial sea efectiva, empezando por la garantía del Juez natural. Una de las cuestiones clave es la necesaria caracterización del órgano judicial adornada por las notas de independencia, imparcialidad y plena jurisdicción, sobre la que se recoge la jurisprudencia constitucional y a la que ha de prestarse especial atención a la luz de la cada vez más nutrida e insistente jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Sentencias Procola v. Luxemburgo de 28 de septiembre de 1995; Sander v. Reino Unido de 9 de mayo de 2000; Daktaras v. Lituania de 10 de octubre de 2000, Kingsley v. Reino Unido de 7 de noviembre de 2000 y Wettstein v. Suiza de 21 de diciembre de 2000). Tras examinar el derecho a la asistencia de Letrado (artículo 24.2 de la Constitución), aborda el derecho a la defensa, donde analiza su proyección en las distintas fases del proceso, destacando la prueba y la terminación del proceso, con el principio de invariabilidad de las sentencias y la aclaración y rectificación de errores. Un punto relevante es el proceso sin dilaciones indebidas, que –señala el autor- no trata de garantizar una justicia rápida, sino que se haga en el tiempo necesario que cumpla las demás exigencias del proceso debido. Ahora bien, este concepto indeterminado, que aparece también en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, aunque ha de ser concretado atendiendo a las circunstancias de cada caso, ha adquirido una especial importancia en la actualidad, como lo atestigua el ingente número de sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos declarando el incumplimiento por los Estados de dicho derecho (por todas, sentencias Visintin de 1 de marzo de 2001 y Minnema de 8 de marzo de 2001), cuyos criterios –como indica el autor- son tenidos en cuenta por el Tribunal Constitucional. La efectividad de las sentencias –título del Capítulo IV- aborda un aspecto capital del derecho a la tutela judicial efectiva: no basta con obtener una resolución judicial motivada en un plazo razonable, sino que es preciso que ésta se cumpla. Por ello, la obra examina detenidamente, a la luz de la jurisprudencia, cuyas citas se intercalan de forma certera, este derecho a la ejecución de las sentencias considerando los requisitos procesales, el procedimiento y las medidas cautelares para garantizar dicha efectividad. 4. El último Capítulo se dedica a la protección jurisdiccional. Se trata de analizar los remedios contra las violaciones del derecho a la tutela judicial efectiva que pueden venir de varios frentes, tanto pueden derivarse de las leyes como ser imputables a los propios órganos judiciales llamados a materializar dicho derecho. Finalmente, no podía faltar, como se ha adelantado, una consideración específica de la protección jurisdiccional ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, de la que, sin descartar su importancia, se muestran las deficiencias de la tutela del Tribunal. 6. La conclusión esencial del trabajo es directa y sencilla: la clave está en que el Estado cuente con buenos Jueces: independientes, imparciales y preparados. Este colofón pone de relieve el profundo interés de la obra. Un exhaustivo análisis del derecho a la tutela judicial efectiva en sus distintas proyecciones y aplicaciones, de acuerdo con la jurisprudencia, constantemente presente a lo largo de todo el libro. Un examen profundo del derecho, que combina rigor técnico y practicidad, realizado desde una apreciable sensibilidad por la correcta impartición de la justicia. Es, a la postre, aconsejable la sosegada lectura de este espléndido libro sobre tal derecho fundamental, que no ha de quedar en las alturas, sino bajar a la práctica judicial cotidiana. En fin, más que propiciar la protección de la tutela judicial, lo que realmente interesa es su efectividad ordinaria a lo largo de todo proceso, de suerte que se alcance su normalización o aplicación plena por buenos Jueces. ILDEFONSO SEBASTIÁN LABAYEN