La Medicina -no hace falta resaltarlo- tiene una dimensión profundamente humana. Es un tópico, y lo es porque encierra una verdad incontestable, decir que su objeto no son cuerpos sino hombres. Seres dotados de la dignidad y del valor inherentes a su condición de personas, que tienen por ello unas exigencias de comportamiento y de trato, cuyo desconocimiento lesionaría gravemente sus derechos fundamentales. La actividad del médico está enmarcada en normas éticas y deontológicas, que nacen de este hecho fundamental. Normas que están bien lejos de ser un freno o una limitación. Ellas son las que humanizan, las que dan valor auténticamente humano a la actividad médica; ellas son las que dignifican al médico, haciéndole servidor de sus hermanos Jos hombres y no un mero manipulador de una simple materia viva. Ella son, en fin, las que engrandecen Ja Medicina, haciendo de ella un arte del hombre para el hombre. Estos valores humanos, esta dimensión ética y deontológica de Ja Medicina son el objeto de esta sección, en la que confiamos poder ofrecer cuestiones de interés para Ja práctica de una Medicina auténticamente humana. El comienw del derecho a la vida en la declaración universal de derechos humanos J. Hervada Los derechos humanos fueron proclamados en su día por la ONU como aquel ideal común que deben asumir todos los hombres y naciones, para llegar a conseguir el advenimiento de un mundo en el que los seres humanos queden liberados del temor y de la miseria. La liberación conduce a la libertad, la ausencia de temor es fruto de la paz, y la justicia -además de ser la base del orden social- elimina la raíz de la miseria, porque, como dijera Kant, "la más grande y repetida forma de miseria a la que están expuestos los seres humanos consiste en la injusticia, más bien que en la desgracia". La lucha por los derechos humanos ha sido, desde sus comienzos, la lucha de unos grupos sociales, o bien frente a la injusticia y a los abusos de otros grupos o personas, o bien para alcanzar un puesto en la sociedad que antes les era negado. En todo caso, se parte de una situación en la que las estructuras de poder y las leyes puestas por los hombres niegan a unos grupos de personas ciertas exigencias fundamentales de justicia. Si se reclaman derechos denegados por la ley, es claro que tales derechos no tienen su origen en ella y se fundan en algo que no es la voluntad humana ni las decisiones sociales, algo que se entiende anterior y superior a las leyes de los hombres. Ese fundamento es la naturaleza humana y la condición de persona propia del hombre. Por eso se hablará de derechos naturales, en las primeras declaraciones de derechos humanos surgidas en América y Europa durante las postrimerías del siglo XVIII; o bien de derechos inherentes o esenciales a la persona humana, según prefieren las declaraciones y petos posteriores a 1945. El fundamento puesto a los derechos humanos nos indica que son -y así se entienden- derechos universales, derechos que tiene todo hombre por el mero hecho de serlo. Derechos que no son concedidos por las leyes humanas ni por decisión de los gobiernos, sino derechos que todo hombre tiene por sí mismo; por eso, el Estado y la comunidad internacional se limitan -como dicen con precisión los documentos sobre tales derechos- a reconocerlos, y constituye una injusticia su desconocimiento por las leyes humanas. Sin embargo, también en este caso se ha cumplido el refrán del dicho al hecho hay mucho trecho. La real universalidad del goce de los derechos humanos ha sido REVISTA DE MEDICINA DE lA UNIVERSIDAD DE NAVARRA 91 la' gran batalla no terminada. La historia de su aplicación nos muestra una extraña paradoja. Pese a que los derechos humanos se declaran universales, los mismos declarantes están en ocasiones lejos de reconocerlos a todos. Como un ejemplo entre muchos, podemos referirnos a la Declaración de Derechos del Estado de Virginia de 1 776. El "buen pueblo de Virginia", cómo se autotitula en la declaración, afirmó solemnemente en el documento citado "que todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos innatos ... a saber, el goce de la vida y de la libertad, con los medios de adquirir y poseer la propiedad y perseguir y obtener la felicidad y la seguridad". Estos derechos se entienden "como base y fundamento del gobierno". Todos los hombres -dice y vale la pena repetirlo- son por naturaleza igualmente libres e inde- , pendientes y la libertad es un derecho innato; pero Virginia era en 1776, y siguió siéndolo por bastantes años, un Estado esclavista y el "buen pueblo de Virginia" no dudó en alzarse en armas para defender la esclavtud y evitar así que la libertad de todos fuese de verdad la base y el fundamento del gobierno de los Esados Unidos. Antes morir que ser congruente. De extraña paradoja he calificado tal actitud, pero la extñeza s menor si se advierte un rasgo típico de las declaraciones de derechos: se trata de documentos políticos, que obedecen a movimientos reivindicatios. Lo que fundamentalmente interesa en cada caso -con excepciones que serán el germen de la pervivencia de la tensión a la real universalización de los derechos humanos- es la concreta reivindicación, mucho más que la congruencia entre las ideas y la vida. Se busca la libertad de los ciudadanos frente al absolutismo real y a los privilegios de la nobleza, se intenta la libertad de opinión para extender la propia, etc. Pero, yendo al primer ejemplo puesto, ¿y los que no son ciudadanos, como es el caso de los esclavos, de los apátridas, de los refugiados, etc.? De ellos se olvidarán los ciudadanos, una vez conseguidos los derechos reclamados; sólo se acordarán de ellos los pocos que están más atentos al bien de la humanidad, que a reivindicaciones concretas por legítimas que sean. En principio, "los otros" quedan al margen -son los marginados- del disfrute de estos derechos. Costará sangre -en sentido real y en sentido metafórico- la integración de los marginados. Es este el resultado de lo que a mí -pese al poco caso que se me hace cuando lo digo- me parece el "pecado original" de los derechos humanos: el estar en manos de los políticos, cuando debieran estar en manos de los juristas. Lo que en el fondo quiere decir que, en lugar de estar en manos de los hombres de la justicia, lo están en las de los hombres -muy respetables por lo demás- de los intereses, cosa que a la justicia le suele sentar bastante mal. Aparte de razones históricas, la raíz de este hecho es un interesado olvido: el olvido del verdadero Derecho natural. Sólo el auténtico Derecho natural y no la política es la base inconmovible de los derechos humanos. En política, basta una votación o la fuerza de un grupo para que un derecho o muchos en bloque se esfumen. Dentro de la que pudiéramos llamar la "geografia de los derechos humanos", los países donde están implantados, hay todavía unos grandes marginados: los no nacidos. Un sector de la humanidad no reivindicadora, porque es una humanidad silenciosa, sin poder hacer más ruido que el que haga la propia conciencia de los nacidos. Ahora el grupo que reclama y disfruta de los derechos humanos, poniéndolos a su servicio, con frecuente olvido del otro gran grupo, es el de los que han 92 REVISTA DE MEDICINA DE lA UNIVERSIDAD DE NAVARRA conseguido nacer. Sigue persistiendo la extraña paradoja. ¿No oímos y leemos de qué forma los derechos humanos son enarbolados por algunos como bandera para defender el más brutal ataque a la vida del no nacido? ¿No se está defendiendo la interrupción intencionada de la gestación con apoyo de falsos derechos humanos? Y son falsos porque, ni existen por Derecho natural -del cual suelen aborrecer quienes tal cosa hacen; ya se cuidan ellos de negar que ese Derecho exista-, ni aparecen por ningún lado en las declaraciones de derechos. Por el contrario, un análisis riguroso de la Declaración Universal de Derechos Humanos nos muestra que allí donde hay un ser humano, allí existe el derecho a la vida. Y ese derecho debe ser protegido por las leyes estatales. Los Estados que han firmado esa Declaración y a la vez permiten atentar contra la vida del no nacido, cualquiera que sea la fase de su desarrollo, son tan congruentes con dicha Declaración como el "buen pueblo de Virginia" con la suya. Un somero análisis del preámbulo de la DUDH pone de relieve dos cosas. La primera, que los derechos fundamentales se entienden basados en la dignidad intrínseca del hombre, en el valor de la persona humana. La conclusión es obvia: todo ser humano es titular de los derechos humanos, porque allí donde existe la naturaleza humana hay la dignidad y el valor que están en la base de los derechos. La segunda es la universalidad de tales derechos; punto éste expresamente recogido en el sexto Considerando: "Los Estados Miembros, se han comprometido a asegurar ... el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre". La universalidad efectiva fue, sin duda, una de las principales preocupaciones de los redactores, que, tanto en la terminología usada, como en las concretas prescripciones del articulado, la dejaron bien establecida. Los términos utilizados, especialmente en las versiones francesa e inglesa (lenguas nativas de lo más caracterizado miembros de la Comisión redactora), no dejan lugar a equivocos: todo ser humano, todo individuo, all human beings, everyone, chacun, tout individu, taus les étres humains, etc. La expresión que más podría ser objeto de manipulación, la de "persona", por la conocida distinción entre persona en sentido jurídico y persona en sentido ontológico, tampoco ofrece dudas, porque cuando la usan los textos castellano o francés, el texto inglés utiliza otras -everyone, por ejemplo-, que idican con claridad que persona se toma en sentido ontológico, equivalente a ser humano. Toda persona -chacun, everyone-, dice el art. 2, tiene todos los derechos proclamados en la DUDH, sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. La universalidad está recogida en toda su amplitud, especialmente a través de la expresión final: cualquier otra ,eondición. Tampoco, pues, la de nacido o por nacer. Pero hay más; el art. 6 dice, traduciendo literalmente el texto inglés que es el más expresivo, que todo ser humano -everyone, en versión castiza todo quisque- tiene derecho a ser reconocido en todas partes como persona ante la ley (Everyone has the right to recognition everywhere as a person befare the law). También, en consecuencia, el no ha nacido. Oí decir en cierta ocasión -tal como me lo dijeron lo cuento- que Rene Cassin, al comenzar los trabajos de la Comisión redactora de la DUDH, envió una carta arele- vante s personalidades, pidiéndoles sugeren cias y opiniones. Una de las respuestas que más le conmovier on fue una de las m ás breves . Gandhi, mientras viaj aba en ferrocarr il, le escribió unas líneas en las que - decía- se limitaba a transmitirle algo que había apr endido de labios de su madre: "Defended por encima de todo el derecho a la vida''. No sé si será por esto, o porque así lo requiere la sistemática, pero el caso es que el primero de los derechos enunciados por la DUDH, en el art. 3, es el derecho a la vida. "Todo individuo - tout individu, everyone- tiene der echo a la vida''. La redacción no ofrece dudas; todo individuo de la especie humana, todo ser vivo calificable de ser perteneciente a nuestra especie -o lo que es lo mismo, allí donde hay una naturaleza humana individualizadatiene derecho a la vida. No importa ninguna condición (art. 2) en la que se encuentre, si es un ser humano individualizado : lo mismo da que sea joven o viejo, nacido o no nacido. En este punto, se puede establecer una plena coincidencia entre la DUDH y el Derecho natural. El derecho a la vida es el derecho básico, sin el cual todos los demás se derrumban; con razón escribía un ilustre iusnaturalista cubano de principios de siglo, Aramburu , que inútil sería reconocer muchos derechos a un hombre si pudiésemos decirle: los tendrás mientras los otros te permitamos vivir. Ya se ve que, si no se reconoce el derecho a la vida, no se r econocen verdaderamente los demás derechos y que cualquier fallo en la defensa de la vida es, inevitablemente, un fallo en la garantía y reconocimiento de los otros derechos; pretender defender los derechos humanos y no defender en toda su integridad y extensión el derecho a la vida es una hipocresía o un grave error. Derecho básico, cuyo fundamento es lah(dignidad ontológica del hombre. De tal suerte el hombre participa del ser -de tal forma es ser-, que es dueño de su propio ser, es un ser que exige ser. Pero es legítimo preguntarse , ¿dónde hay un individuo humano? La respuesta , si se atiende a la verdad científica , es bien clara: allí donde hay un nuevo ser vivo; que si bien está en la madre , ya no es la madre. En otras palabras, cuando ha surgido un nuevo ser que tiene en sí el principio intrínseco de vida. Preguntemos a los biólogos: después de la fecundación ; ¿hay un sólo ser vivo -la madre- o dos seres vivos , la madre y el cigoto? Y la respuesta que nos dan es también clara: el cigoto es un nuevo ser vivo. Desde el momento en el que se unen el óvulo y el espermatozoide hay y:i una nueva vida humana. Este ser embrionario, que es una naturaleza humana individualizada -un nuevo ser vivo perte- neciente a la especie humana, un nuevo individuo-, es por tador de toda la dignidad de la persona humana y suj eto de los derech os más fundamentales del hombre . He hablado de pr incipio intrínseco de vid a , que es lo mismo que decir vida independiente. Y es aquí el momento de ha cer una aclaración , por que la palabra independiente es con fre cuencia manipulada en nuestr o tema. Vida independiente no significa que no necesite de otros ser es para vivir, sino que reúne dos condiciones: primera, que se trata de un ser distinto de aquel del que acaso dependa, se trata de un ser individualizado; segund a, que el principio de vida es propio y no recibido de otro. Todo ser vivo necesita de otros seres, vivos o inertes, para vivir. Y los necesita como ambiente, alimento o condición de vida. En este sentido, no hay ninguna vida independiente . El pez, fuera del agua, no puede vivir, pero agua y pez son seres distintos . El hombre adulto necesita alimento, oxígeno y calor, pero el hombre es un ser distinto del aire, de los alimentos , de la energía calórica. En la simbiosis unos seres viven por la unión con otros, pero son deres distintos. Vida independiente significa, pues , otra cosa; significa la independencia del principio vital , que cada ser tiene en sí su propio principio de vida . El ser humano no nacido necesita de la madre, depende de ella; pero depende de ella como ambiente, fuente de alimentación, condición, no porque no tenga en sí su propio principio intrínseco de vida. Experimentalmente se demuestra por el hecho de que, a medida que el hombre es capaz de crear artificialmente ese medio para etapas cada vez más iniciales del desarrollo del embrión humano, éste se desarrollanormalmente dentro del medio artificial en etapas más prematuras . Si se logra crear ese medio apto para el cigoto, éste se convertirá en niño normal y luego en adulto. Esto sería impensable si fuese una parte de otro ser vivo, de la madre, y no tuviese en sí su propio principio vital. El cigoto es, ya, un ser humano distinto , perfectamente individualizado. Desde el momento de la concepción, aparece un nuevo individuo humano, un nuevo ser humano, que como todo individuo, sin distinción de cualquier condición, es titular del derecho a la vida. Lo es por Derecho natural, y lo es de acuerdo con la DUDH, cuyo art. 7 dice que "todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho igual protección de la ley". Admisión del aborto y proclamación de derechos humanos es una de las más flagrantes contradicciones de nuestro mundo; la más llamativa de las "extrañas paradojas" del momento actual de la historia de los derchos humanos. REVISTA DE MEDICINA DE LA UNIVERSIDADDE NAVARRA 93