Iden / POLÍTICA Portada Opinión Internacional Política Economía Portada > Política imprimir Cosas de la vida enviar Deportes valorar LA SEGUNDA OPORTUNIDAD | LA OPINIÓN DE LOS EXPERTOS La Entesa, más habitual de lo que se dice • En Holanda, Noruega, Dinamarca, Irlanda, Finlandia, Bélgica, Suecia y Alemania las minorías han gobernado coaligadas JOSEP MARIA Reniu / JORDI Matas Responsables del Grup de Recerca en Coalicions. Universitat de Barcelona/ICPS La reedición del Gobierno de coalición entre el PSC, ERC e ICV-EUIA tras las elecciones del pasado 1 de noviembre han suscitado diversas reacciones, no solo vinculadas a la experiencia política inmediatamente anterior. En esta ocasión no se reprodujo la situación de dualidad de vencedores que se había producido en 1999 y 2003, cuando el PSC obtuvo la victoria en número de votos pero fue CiU quien mantuvo su primera posición en número de escaños. Las afirmaciones de Maragall Si desea ver el gràfico en PDF haga click en la imagen. respecto a la victoria socialista fueron rápidas y repetidamente cuestionadas al recordarle que en las elecciones parlamentarias la victoria se establece respecto de los escaños conseguidos, y no en relación al número de votos. Pues bien, las confusiones conceptuales -conscientes o no- han vuelto a aflorar en el debate político, adquiriendo en esta ocasión una relevancia y trascendencia mucho mayores. En este sentido uno de los principales argumentos esgrimidos por los líderes de CiU para cuestionar la decisión de volver a formar el tripartito ha sido apelar a la rareza, anormalidad democrática y hasta cierto punto ilegitimidad política de dejar en la oposición al partido con más escaños del Parlamento. Desde este punto de vista, la normalidad política hubiera sido que la formación con mayor número de escaños -y, en esta ocasión, de votos- estuviera presente en el futuro Ejecutivo autonómico, ocupando la presidencia de la Generalitat. Ello se ha justificado invocando criterios de justicia política, racionalidad parlamentaria y buen funcionamiento democrático, junto con afirmaciones respecto de dicho comportamiento de coalición en las democracias parlamentarias europeas, en las que difícilmente podrían encontrarse ejemplos de tamaña desconsideración. Pues bien, ni los argumentos teóricos empleados se corresponden con la práctica de coalición en sistemas parlamentarios ni la experiencia europea avala dicha crítica. En primer lugar es obligado recordar que una de las claves del funcionamiento de los sistemas parlamentarios descansa en la centralidad del Parlamento en el proceso de formación de gobierno y en la elección del presidente: los sufragios se convierten en escaños y las mayorías parlamentarias en mayorías gubernamentales. La consecución de la mayoría absoluta parlamentaria monocolor o multicolor es, de forma habitual, la clave para generar y estabilizar gobiernos. Puesto que el escenario más común en dichos sistemas parlamentarios es que ninguna formación política alcance la mayoría absoluta, los procesos de negociación interpartidista cobran así el protagonismo central en el proceso de construcción de mayorías de gobierno. En definitiva, activar la dinámica de coalición responde a diversos objetivos, siendo el central la generación de un apoyo parlamentario suficiente para garantizar, en primer lugar, la formación T de gobierno y, en el mejor de los casos, asegurar su estabilidad y supervivencia política. Obviamente el resultado más habitual de estos procesos de negociación es la formación de gobiernos de coalición, sobre los que no existe ninguna limitación o condicionante respecto de las características de sus miembros. Precisamente de la capacidad de negociar, ceder, consensuar o sumar sensibilidades políticas distintas se deriva la mayor o menor probabilidad de éxito en este proceso. La casuística respecto a los productos de esta dinámica de coalición es múltiple y variada en función de la correlación de fuerzas en el Parlamento, aunque dos son los principales escenarios: en uno el gobierno de coalición contará con el partido con más escaños; en el otro, una coalición en la que dicha formación no estará presente al existir una mayoría alternativa. ¿Cuál de las dos situaciones es la más aceptable políticamente y cuál es la más habitual? Un repaso a los casi 350 gobiernos formados en 13 sistemas parlamentarios europeos desde 1945 hasta los primeros años del nuevo milenio indica que el 60% de dichos gobiernos han respondido a la dinámica de gobiernos compartidos. Con las únicas excepciones de España y Grecia, en el resto de países encontramos gobiernos de coalición en distinta proporción, siendo Holanda y Luxemburgo los dos estados que han contado siempre con un ejecutivo de coalición. Se constata, por lo tanto, que el fenómeno de coalición es una realidad plenamente incorporada a la vida política europea y que los partidos asumen con naturalidad la fase postelectoral de negociación entre ellos para la generación de una mayoría parlamentaria que apoye al futuro ejecutivo. Por lo general el resultado de dichos procesos es la formación de un gobierno de coalición que cuenta con la mayoría absoluta de los escaños, pero también es cierto que en determinados contextos los gobiernos de coalición minoritarios aparecen como soluciones perfectamente racionales a dicho proceso. Pero, además, tal y como hemos indicado, existen también gobiernos de coalición en los que ninguno de sus miembros ha obtenido la victoria, tal y como es el caso del futuro Govern de entesa. Hasta tal punto ello es normal en los procesos de formación de gobierno que, del conjunto de ejecutivos de coalición europeos, cerca del 20% responde a esta característica --uno de cada cinco--. Si analizamos cómo se distribuyen constataremos la inexistencia de este tipo de coaliciones en Austria y Portugal, así como puntuales ejemplos en Italia, Francia o Luxemburgo. La variedad se encuentra en el resto de países, del norte de Europa, en los que este tipo de acuerdos alcanza una cuarta parte de los ejecutivos de coalición, siendo en Holanda donde encontramos una mayor proporción de ellos (41%), seguida de Noruega (35%), Dinamarca (32%), Irlanda (27%), Finlandia (22%), Bélgica (21%), Suecia (19%) y Alemania (15%). Un análisis más detallado de estos casos nos mostraría como los partidos ganadores que quedan fuera del ejecutivo no responden a un único patrón: en Alemania los gobiernos de Willy Brandt o Helmut Schmidt desplazaron a los cristiano-demócratas en diferentes ocasiones entre los setenta y ochenta; en Irlanda fue el Fina Fail quien padeció esta situación; en Noruega, Suecia, Dinamarca y Holanda las formaciones desplazadas del gobierno fueron socialdemócratas, mientras que en Bélgica cristiano-demócratas y socialdemócratas quedaron en varias ocasiones excluídos de la coalición de gobierno. En España, son conocidos los casos, actuales o pasados, de Aragón, Galicia, Asturias, Navarra, Canarias, Cantabria, Madrid y Euskadi, además de Catalunya. Como puede verse, la normalidad de estos resultados del proceso de negociación entre los partidos es indiscutible, y si bien no es el resultado más generalizado, sí responde a dinámicas enteramente legítimas, plenamente democráticas y socialmente respetadas en un contexto parlamentario. La esencia del parlamentarismo es, precisamente, la negociación en sede parlamentaria y de ésta siempre puede y debe esperarse que produzca los resultados mejores en términos de agregación de intereses, amplitud de la base social y proyección de la actividad política. imprimir ENLACES PATROCINADOS - PUBLICIDAD Imagine - Créditos ¿Necesitas un crédito? enviar valorar