23 LATERCERA Domingo 1 de mayo de 2016 Un estudio arrojó que el ahorro real que genera un vehículo petrolero se aprecia sólo cuando se superan los 74 mil kilómetros de uso en ciudad. ¿Y en carretera? Pasados los 191 mil kilómetros. Pero eso no es todo lo que se debe tomar en cuenta, ya que las mantenciones también tienen valores diferentes. hora de adquirir uno de estos vehículos es en cuánto tiempo se planea cambiar de modelo y qué tipo de uso se le dará. Según el anuario 2015 de la Asociación Nacional Automotriz de Chile (Anac), en Chile los automóviles diésel representan el 25% del mercado de vehículos livianos. Agrega, además, que desde 2009 la venta de vehículos menores petroleros ha tenido un sostenido aumento, desde el 22% del total en dicho año, hasta 28% en 2014. Conviene a los 27 mil kilómetros Alberto Escobar, gerente de Asuntos Públicos de Automóvil Club de Chile, explica que “los automóviles diésel tienen una economía de cerca de un 30%, a diferencia de los bencineros. Obviamente, tienen mayor rendimiento, pero el ahorro significativo se da cuando se recorren más de 27 mil kilómetros al año”. Menos de eso, asegura, no será rentable. Añade que las variaciones constantes en los precios de los combustibles han hecho que su precio se acerque progresivamente al valor de la gasolina y, además, la propia evolución de los motores modernos han logrado igualar e incluso reducir el consumo y las prestaciones que puede ofrecer un automóvil petrolero. Baches en el camino Otro factor a considerar al adquirir un auto a diésel es que los pre- cios de las mantenciones y reparaciones son distintos a los bencineros. Las principales diferencias entre ambos servicios dicen relación con los componentes que se reemplazan en esos trabajos. En el sector automotriz estiman que la mantención de un motor a diésel puede ser hasta un 25% más cara. En esto, precisan, influyen elementos como, por ejemplo, que necesitan un mayor nivel de pureza en el motor, por lo que los filtros -tanto de aire como de combustible y aceite- deben ser de una fabricación más resistente que las que usan los vehículos bencineros. Además, los modelos de diésel usan un aceite más caro y los vehículos más modernos están usando un elemento llamado urea, que sirve para disminuir las emisiones de óxidos de nitrógeno. Mirando el futuro En Europa, los especialistas automotrices están mirando con cautela la adquisición de vehículos a diésel. Esto, porque estiman que las próximas legislaciones ambientales serán más estrictas con este tipo de vehículos. ¿Y en cuanto a la reventa? En Automóvil Club prevén que el mercado secundario de los vehículos diésel es igual al de los autos bencineros. Entre los atractivos a los que pueden aspirar los propietarios de segunda mano está el ahorro del pago del IVA y del impuesto verde. Este último puede superar fácilmente los $ 500 mil. N DEFINICIONES Precios: En la actualidad, el valor del litro de bencina está en torno a los $ 650 y el diésel, en los $ 400. Rendimiento: Es la cantidad de kilómetros que puede recorrer el vehículo por cada litro de combustible consumido. Impuesto verde: Se aplica a los vehículos nuevos que tengan emisiones de óxido nitroso. Se calcula por el nivel de generación del componente. WTI: Es la referencia que se utiliza en Chile para mejor el precio del barril de petróleo. Es el medidor que se ocupa en Estados Unidos. Los vehículos comparados SUV, motor 2.0, tracción cuatro ruedas. Bencinero 8,5 Rendimiento en ciudad (km/l) 16 10,8 22.190.000 Rendimiento mixto (km/l) Auto ($) Precio total ($) 11 16,1 Rendimiento en carretera (km/l) Impuesto verde ($) Petrolero 263.286 (1,2%) 14,7 24.490.000 884.115 (3,6%) 22.453.286 25.374.115 Dif. en dinero $ 2.920.829 LA TERCERA MÁS QUE CIFRAS POR MICHÈLE LABBÉ EL TAMAÑO SÍ IMPORTA D urante esta semana, el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile publicó las cifras de desempleo para el Gran Santiago al primer trimestre de 2016. El alza de la tasa de desempleo era esperable, la cuantía nos golpeó a todos. De acuerdo a la información publicada la tasa de desocupación se incrementó desde 6,8% en diciembre de 2015 a 9,4% a marzo del 2016, esto implica que, sólo en el área del Gran Santiago, hay 289 mil personas desocupadas, 76 mil personas más que hace tan sólo tres meses. Más allá de los números, cada desempleado es una persona y/o familia de carne y hueso que lo está pasando muy mal, que dejó de recibir mensualmente el ingreso que le permite solventar su vida, su casa, su comida, su abrigo. Es una persona y/o familia en la cual el riesgo de caer en pobreza se ha incrementado en forma exponencial, y junto con ello, el riesgo social al que están expuestos todos sus miembros. Quizás cuando percibimos el desempleo de esta forma y no sólo como un número dejemos de echarnos las culpas unos a otros, lo que por sí sólo ya es bastante vergonzoso, y comencemos a preocuparnos de lo realmente importante, que es cómo devolver o encontrar para aquellos que han perdido su empleo uno nuevo. Lo peor de esta noticia no es sólo que estamos en niveles de desempleo similares a los de la crisis financiera de 2008-2009, sino que lo más probable, dado el bajo crecimiento económico proyectado para nuestro país por los próximos años, y la inflexibilidad de nuestro mercado laboral, es que esta cifra puede seguir subiendo y se va a mantener alta por bastante tiempo, un par de años al menos, a menos que las cosas cambien de tendencia. Las alzas en la tasa de desempleo tienen una causa clarísima, la desaceleración económica que está sufriendo nuestro país, desaceleración que se funda no sólo en factores externos, sino también, y muy importante, en factores internos. Si no hay confianza en que las políticas económicas de Chile se van a mantener estables, si persiste la incertidumbre en nuestro mercado, incertidumbre sembrada a partir de los cambios que generaron las reformas estructurales que se intentan implementar no vamos a retomar el rumbo del crecimiento económico. Cuando vemos las cosas de este modo, deja de parecer sensata una política tributaria que eliminó los incentivos a la inversión. Si se eliminan los incentivos económicos a la inversión, la inversión cae; si la inversión cae, cae el crecimiento; si cae el crecimiento, cae la demanda por trabajadores; si cae la demanda por trabajadores, sube el desempleo y cae el consumo; si cae el consumo, cae el crecimiento, y así sucesivamente. Menos sensata parece aún una reforma laboral que busca fortalecer los poderes de los sindicatos. Si la percepción del empleador es que un sindicato más fuerte hace más difícil una negociación con los trabajadores, entonces las empresas pondrán sobre la balanza si contratar más trabajadores o reemplazarlos por maquinarias. Y eso sólo generará menos demanda por trabajo y, por tanto, más desempleo. Cuando los costos de implementar políticas económicas inapropiadas o equivocadas se cuantifican en personas de carne y hueso, ya no parece tan irrelevante que estas políticas generen una baja en la tasa de crecimiento, porque el tamaño del crecimiento económico y el tamaño del desempleo sí importan. Economista jefa de Econsult