PEDRO, UN GRAN CABALLERO Hola, soy Pedro. Desde pequeño, mi padre me contaba maravillosas historias sobre caballeros y sus aventuras. Fui creciendo y cuando empecé el instituto empecé a ver mi vida como un libro de caballeros. El primer día de clase, conocí a una preciosa chica, se llamaba Sofía. Yo, la veía como una bella dama. También me encontré con mi fantástico hidalgo, Juan, que en realidad era mi mejor amigo. Los siguientes días me tuve que enfrentar a duras batallas. En el recreo, todos mis compañeros jugaban al fútbol, a mí me gustaba, pero no se me daba muy bien, por eso, se reían de mí. Pero me propuse ganarlos algún día. Por las tardes iba a montar a caballo, y me encantaba porque me sentía como un gran caballero a lomos de su maravilloso caballo de herraduras de oro. Una tarde se produjo una tormenta. Tuve que buscar cobijo. Encontré uno al lado de unos molinos, que me recordaron a las aventuras del mejor caballero de todos, Don Quijote. Me reía muchísimo con sus historias. Cuando llovía menos salí de mi cobijo y fui andando hasta mi casa. De camino, me encontré un pequeño bar, se llamaba: “La posada de Lisa”. Como tenia sed y me encantaba el nombre, entré. Al entrar vi a mis compañeros de clase sentados y, con miedo, fui a pedir un zumo a la camarera. No había mesas libres y mis compañeros me dijeron que me sentara con ellos y con todo mi honor, no les hice caso. Pero, de pronto, me di la vuelta para marcharme y vi como se acercaban a mí. Me dieron algo que parecía un pergamino. En el papel ponía: “Pedro, mira hacia delante”. Cuando miré, todos me pegaron un puñetazo a la vez, y caí al suelo. Desde abajo vi como Sofía entraba junto a un mendigo. El mendigo fue a defenderme, fue como escudo. Me intenté levantar y Sofía vino a ayudarme. Como no podía levantarme, me tumbaron en el suelo y me curaron las heridas. Sofía se había ido y yo me fui con el mendigo, que me acompañó hasta casa. Cuando llegamos, le dije: - ¿Qué puedo darte para agradecértelo? El mendigo no quería nada, entonces subí a mi habitación y le bajé un gorro muy caliente que, a mí, me parecía un yelmo. Siempre recuerdo a ese buen mendigo. Ahora, tengo 37 años, vivo en una casa con mi bella dama Sofía, en un hermoso campo. Me dedico a contar cuentos a niños sobre caballeros que luchan con sus lanzas, sus espadas y sus brillantes armaduras. Os he contado la historia de mi vida porque es muy interesante. O eso creo yo. ¿Qué opináis?