Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo... Has hallado gracia delante de Dios (Lc 1,28-30) Dichosa tú que has creído, porque lo que se te ha dicho de parte del Señor se cumplirá (Lc 1,45) Mi alma alaba la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava (Lc 1,48) En la casa de mi Padre hay muchas moradas… Voy a prepararos un lugar. Luego volveré y os llevaré conmigo para que donde esté, estéis también vosotros (Lc 14,2-4) ¡Ven amada mía ! (Cantar 2,10) © Monasterio de la Asunción de la Virgen María Alégrate y gózate, Jerusalén, mira a tu Rey que viene a tí (Zac 9,9) Un gran signo apareció en el Cielo: una Mujer, vestida del sol, la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap 12,1) ¡AMEN! La Asunción, cumplimiento en María De la Pascua de su Hijo El misterio pascual de Cristo –Hombre-Dios– se realiza integralmente y en una criatura humana: María. María, miembro de la Iglesia y en nombre de toda la Iglesia, pasa de este mundo al Padre, como el Hijo y participando en este misterio de su Hijo, a través de la muerte, la resurrección y la glorificación. María, miembro privilegiado de la humanidad, anticipa para todos nosotros la plena realización del misterio de Pascua. Lo que esperamos, lo vemos ya cumplido en María, la Madre. María es la Iglesia transfigurada, radiante de la gloria de Dios. Este es el sentido último del Misterio de la Asunción. ¿Seremos nosotros de los que dieron asilo a la Palabra, al Verbo hecho carne, el Hijo del Padre y el Hijo de María? María supo seguir el camino de su Hijo, un camino de humildad. En su Magnificat, María cantaba ya : El Señor enaltece a los humildes. La glorificación final de María empieza por un acto de humildad y por la proclamación de este Dios que se fija en los humildes. María formaba parte del Pueblo de los humildes. Jesús también. Los dos han recorrido el camino de la humildad, la « vía real » hacia la glorificación. ¿Seremos de los que deciden, día tras día, tomar este camino? Para llegar ahí, María recorrió su camino. « La que había dado asilo al Verbo de Dios en su seno, fué a habitar las moradas de su Hijo », dice San Juan Damasceno, doctor de la Asunción. Que María, por intercesión de M. María Eugenia, nos conceda la gracia de participar como ella, en la vida de su Hijo, para llegar un día a la alegría de Pascua en plenitud. Esta unión entre el Hijo y la Madre tiene un valor de signo para todos los cristianos. A nosotros también, a cada uno y a cada una, Cristo nos prepara una morada en la casa de su Padre. Sr Cristina María, r.a. Asunción 2005 Religieuses de l’Assomption 17 rue de l’Assomption, 75016 PARIS