LA COMUNIDAD DE APRENDIZAJE COMO UNA HERRAMIENTA DE EMPODERAMIENTO PARA EL ESPACIO DE LA PRÁCTICA Santoalla, Mariel y Urquiza, Valeria UBA msantoalla@desarrollosocial.gov.ar; vale.urquiza@yahoo.com.ar Resumen El presente trabajo tiene como objetivo compartir nuestra experiencia como docentes de la materia “Didáctica Especial de la Psicología y Práctica de la Enseñanza” del Profesorado de Enseñanza Media y Superior en Psicología de la UBA. Esta es la última asignatura en la que los profesores en formación, realizan las prácticas en los niveles de educación secundario, terciario y/o universitario. La cátedra promueve y dispone el trabajo en el marco de un dispositivo basado en el constructo teórico: comunidad de aprendizaje, que apunta a la construcción de un conocimiento colectivo. Este dispositivo se centra en una concepción amplia de la educación, entendida como un conjunto de prácticas sociales que promueven el desarrollo, la socialización y la construcción de un espacio de reflexión crítica que les posibilita a sus miembros empoderarse frente a los desafíos que demandan la complejidad de los espacios de prácticas. La Comunidad de Aprendizaje está constituida por los sujetos de cada comisión de trabajos prácticas que tienen una finalidad común, pero con diferentes objetivos e intereses particulares. Este dispositivo permite trabajar desde la diversidad reconociéndola como una de las potencialidades más significativas del dispositivo que el tutor debe co-construir con sus estudiantes y la comunidad educativa. Palabras clave: comunidad de aprendizaje – Residencia – tutorías – reflexión sobre la práctica – trabajo colaborativo Introducción El trabajo que nos hemos propuesto, tiene por finalidad, compartir nuestra experiencia como docentes de la asignatura “Didáctica Especial y Práctica de la Enseñanza” del Profesorado de Enseñanza Media y Superior en Psicología, que se dicta en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. La propuesta pedagógica de la cátedra, promueve y dispone el trabajo a través de Comunidades de Aprendizaje (C de A), que devienen en cada una de las comisiones de Trabajos Prácticos que funcionan con una matrícula de 12 estudiantes debido al tutoreo casi personalizado que se necesita llevar a cabo. A su vez, los tutores y co-ayudantes/co-tutores que participan en cada comisión, conjuntamente con la profesora titular de la asignatura, la adjunta, y los integrantes de las actividades de Extensión e Investigación de la cátedra; propician igualmente el mismo trabajo en su interior. Dicha modalidad, la entendemos bajo una perspectiva amplia de educación que comprende un conjunto de prácticas sociales que promueven el desarrollo, la socialización y construcción de reflexiones críticas para transitar los espacios de formación. Comunidad de aprendizaje En términos generales, trabajamos en la C de A como un proyecto de transformación social y cultural que se extiende al contexto inmediato de nuestro centro educativo, para conseguir una sociedad de la información para todos y todas, basada en el aprendizaje dialógico, mediante una participación activa de la comunidad, en principio educativa, que se concreta en todos sus espacios, incluida el aula. Desde esta perspectiva, el dispositivo atraviesa los tres ejes que propone Rosa María Torres (2001) como fundamentales: el escolar / extra-escolar, el real / virtual y el de objetivos / sentidos atribuidos a la misma. El escolar se constituye -como ya hemos dicho- en el espacio universitario del aula a través de cada una de las comisiones de Trabajos Prácticos; también en el espacio virtual que se conforma a través de las redes sociales (blog, facebook, mailing, youtube, whatsapp, google +, etc), entre quienes integran cada una de las pequeñas comunidades de las comisiones y forman parte de la cátedra en sentido amplio ya que se van ampliando año a año con cada nuevo ciclo lectivo e igualmente se extiende a la totalidad de integrantes de la cátedra (extensionistas e investigadores); así como a aquellas escuelas de nivel medio aledañas a las sedes en que funciona el Profesorado y se dicta la asignatura en articulación con los espacios de residencia. Finalmente, el eje de los sentidos u objetivos atribuidos a la misma, lo compartimos como “una propuesta de educación comunitaria y solidaria” (Torres, 2001) que se viene gestando y se ha ido consolidando a lo largo de los 10 años de existencia que ya tiene la materia, a cargo de la presente titular de cátedra. Además, se ha ido ampliando la currícula de la misma, a partir de las demandas que las propias escuelas medias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires realizan y que actualmente incluyen temáticas de inclusión y diversidad; educación sexual integral, entre otras. Evidentemente, la perspectiva “incluye una visión hasta cierto punto novedosa de la enseñanza y del aprendizaje… para satisfacer las necesidades educativas de la población en general y de las nuevas generaciones en particular” (Coll, 2004). Teniendo en cuenta que nuestros estudiantes tienen ya la especificidad del contenido, dado que son Licenciados en Psicologíai, le otorgamos ‘mayor importancia a los aspectos pedagógico / didácticos’ por cuánto se trata de profesores en formación. Esto mismo involucra ‘aprendizajes entre pares’ ya que los propone a ellos mismos como ‘agentes activos de su propia formación’. La premisa que todas y cada una de las comisiones imparte el primer día de clases, propicia precisamente, que se trata de un ‘esfuerzo conjunto’ tanto de tutores y co-tutores cuanto de estudiantes, a través del respeto por lo diverso y la imperiosa necesidad del diálogo igualitario que ello impone, en la construcción – de-construcción – co-construcción del conocimiento. También enfatizamos la ‘cooperación y solidaridad’ a través del trabajo en ‘parejas pedagógicas’ para realizar la residencia. La cátedra oferta variedad de ‘locus de aprendizaje’ que apuntan a generar aprendizajes significativos en un marco de aprendizaje permanente. Entre esos ‘locus’ destacamos: la totalidad de tareas de cátedra: docencia, extensión e investigación repartidas entre todos sus integrantes (staff, extensionistas, investigadores); además en el área de docencia, ampliamos la formación contando con investigadores, especialistas o docentes invitados así como directivos de escuelas u otros docentes colegas que llegan a contarnos sus experiencias en las clases teóricas, cuánto en las reuniones de cátedra. Asimismo, nuestros residentes practican en una amplia gama de diversas instituciones tanto de gestión pública como privada en sendos niveles educativos. Igualmente, en el nivel superior lo hacen en diferentes universidades e institutos de formación superior en el ámbito nacional y provincial. También en el nivel medio, se insertan en: escuelas técnicas, normales, escuelas ensambladas, escuelas medias para adultos. Cabe destacar también, que trabajamos en diferentes zonas: céntricas y periféricas; en instituciones con gran cantidad de recursos y aquellas que no cuentan con ellos. De esta manera creemos aportar una visión integral de los diferentes establecimientos educativos que conforman nuestra sociedad. En relación a las ‘redes’ que se van generando, destacamos los vínculos entre las escuelas medias, (técnicas, normales fundamentalmente) quienes ofrecen generosamente sus espacios de enseñanza para que nuestros futuros profesores realicen sus prácticas en ellas. También enfatizamos las ‘redes virtuales’ que –como ya hemos dicho- se generan entre los integrantes de cada comisión de Trabajos Prácticos, así como con las autoridades de la asignatura, extensionistas, investigadores y participantes de las distintas actividades que organiza la cátedra. Igualmente en las comisiones, propiciamos la realización de ‘micro-clases’ que potencian a los educandos como educadores y de esta manera logramos empoderarlos para la salida a terreno, puesto que van construyendo aprendizajes significativos, didácticos que sumados a la apropiación de la bibliografía que proponemos como lectura, les permiten una certera aproximación a la residencia. Creemos asimismo que la C de A, como propone César Coll (2004) es una “alternativa a las numerosas y sucesivas propuestas de innovación y reforma educativa… que intentan afrontar las carencias y limitaciones de la educación formal” compartidas con la Licenciatura; es que nuestros estudiantes adquieren previamente conocimientos vinculados a cuestiones ‘comunitarias’. La C de A deviene una puesta en práctica de esos pilares teóricos que reactualizamos y ponemos a trabajar en el dispositivo. La propuesta que hacemos pivotea fundamentalmente entre lo referido al ‘aula’ y al ‘entorno virtual’; ello implica compromiso y co-responsabilidad de los agentes que la componen, dado que deben mantenerse pro-activos en sendos espacios. Se configuran por tanto “redes de comunicación e intercambio que promueven el aprendizaje entre sus usuarios, en nuevos escenarios educativos” (Coll, 2004) y se alejan de las experiencias previas que en general traen nuestros educandos. Esto nos interesa particularmente, por cuánto ya son psicólogos (¿educativos?) y de esta manera se viabiliza, entonces “la construcción de un conocimiento colectivo como contexto, plataforma y apoyo a los procesos individuales de aprendizaje” (Coll, 2004), dado que cada integrante trae consigo diferentes niveles de experticia o pericia aprendido en su implicación y participación en actividades culturalmente relevantes; asimismo, constituyen una verdadera “comunidad de prácticas” (Wenger, 1998) porque trabajan colaborativamente en la planificación o resolución de problemas que se presentan en el campo. Entre otro de los aspectos que interpelan directamente a la Psicología de la Educación y rescata Coll (2004) se encuentra “la adopción del concepto de aprendizaje a lo largo de la vida como principio organizativo de esa comunidad”, que en nuestra currícula vinculamos al concepto de andragogía. Desde esta perspectiva, entendemos la disposición a aprender por parte de nuestros educandos como una de las premisas andragógicas de las que parten Knowles, Elwood y Swanson (2001) y tanto es así, que muchas veces aún después de recibidos, nuestros estudiantes consultan sobre cuestiones de su interés, vinculadas -ahora- a la enseñanza. Por otro lado, “el potencial de las TIC configura nuevos espacios y escenarios educativos para transformar los existentes” ya que aumenta la eficacia e intercambios entre sus miembros y por tanto, influencian procesos de desarrollo, socialización y formación que redundan en beneficios para ellos. El marco teórico de la cátedra es socio-constructivista, ello se sostiene, a decir de Coll (2004), “en una dinámica interactiva y comunicativa de co-construcción del conocimiento entre profesor y alumnos”, siempre teniendo en cuenta los aportes del estudiantado y la guía que ofrece el docente / tutor “como apoyo a la construcción de significados que llevan a cabo los alumnos cuando aprenden”. Es sólo desde allí que la enseñanza puede entenderse como un “conjunto de procesos, mecanismos y dispositivos de naturaleza diversa mediante los cuales, y gracias a los cuales, se ejerce la influencia educativa en ese tipo de entornos” (Coll, 2004). Residencia El espacio de la residencia es parte de la formación que reorganiza los contenidos teórico-prácticos para el ‘saber hacer’ y el ‘saber ser’. Entre ellos se distinguen aquellos aspectos comunes a los distintos niveles de la enseñanza (Superior y Medio) así como los específicos a la Didáctica de la Psicología para cada nivel, lo que incluye la transposición didáctica cuánto vigilancia epistemológica propias de cada uno, cómo del contenido curricular específico a dictar. En esta instancia, cabe aclarar que el aprendizaje se organiza según principios de autonomía y responsabilidad creciente, puesto que en la modalidad de la cátedra se articulan diversas estrategias que propugnan su concreción. Entre ellas están: las microclases, las planificaciones de práctica, la ejecución de las mismas y -simultánea, conjunta y nuevamente- sus respectivas evaluaciones. La preparación de micro-clases les permiten a los practicantes ensayar, revisar y reflexionar sobre las construcciones de las diferentes estrategias de enseñanza diseñadas con vistas a su plan de clases. La presentación de las mismas, se evalúa y co-evalúa entre la totalidad de integrantes de cada comisión (tutores, co-tutores y pares). La elaboración detallada de la planificación, se ejecuta de manera individual o en ‘pareja pedagógica’, aunque se pone a consideración de la ‘comunidad de práctica’, que aporta sus conocimientos específicos para construir aprendizajes colaborativos y profundizar competencias cognitivas y didácticas. Luego, las devoluciones de la misma por parte de los pares, co-tutores y tutores teniendo en cuenta la zona de desarrollo potencial que se espera alcanzar a través del progreso en competencias evaluativas. Llegados a este punto, parece pertinente aclarar algunas cuestiones vinculadas al trabajo en parejas pedagógicas. Esta modalidad permite a nuestros formandos: cubrir diferentes roles dentro del aula; disminuir el sentimiento de soledad e inseguridad que pueda generar una primera experiencia frente a alumnos; genera herramientas para la formación docente general por todos los valores, actitudes y compromiso que implica poner en juego esta modalidad; busca propiciar un trabajo colectivo y de reflexión continua sobre la práctica a partir de la mirada de un colega y durante todo el proceso que involucra la residencia; asimismo, permite un ejercicio de formación continua y la producción de nuevas estrategias y herramientas didácticas; posibilita también, acercarnos más a la idea de construcción colectiva del conocimiento. Estamos convencidas que el ‘quehacer de a dos’ permite escuchar el relato de lo que sucede en el aula desde otra voz, distinta a la propia. Es que el ‘trabajo en equipo’ se identifica como una fortaleza de la experiencia: basado en el intercambio de ideas, opiniones, de las distintas trayectorias educativas y de formación con las que cada uno cuenta, de tal forma se genera una mayor discusión sobre las distintas temáticas a trabajar. No obstante, vislumbramos que una de las debilidades del trabajo en esta modalidad, es que el residente que asume la práctica con poco compromiso, puede provocar una distribución de tareas (por ejemplo en la elaboración de los trabajos prácticos) que haga perder calidad a las producciones, debido a la no integración de las tareas. También puede pasar que existan diferencias ideológicas con el compañero al momento de diseñar el proyecto didáctico, lo que sin embargo, les permite reconocer el aprendizaje que se construye en esa confrontación. Se logra así, una mayor profundización en la fundamentación de las decisiones tomadas en el proyecto didáctico, y esto tiene que ver con la discusión constante y puesta prueba por el compañero. Este es uno de los aprendizajes más importantes de los estudiantes como futuros docentes, contar con la capacidad de compartir, disentir, construir consensos, acuerdos. Otro aspecto a considerar es que esta es una modalidad que no responde al tipo de exigencias que se tendrán durante el quehacer docente. Así y todo, destacamos que varios estudiantes encuentran coherencia entre esta propuesta de la cátedra -basada en la C de A- y la concepción del trabajo docente como una práctica colectiva que implica la promoción y generación de espacios de debate entre los miembros de la pareja pedagógica. La mayoría de las veces los estudiantes señalan que la mirada de un compañero aporta un plus para la reflexión de la práctica docente, durante el proceso que llevan a cabo. Igualmente, reconocen como un facilitador de la experiencia, la posibilidad de distribuirse distintas tareas en el aula, aunque son conscientes también que, en la mayoría de los escenarios futuros, tendrán que atravesar solos por ese quehacer. Finalmente, luego del rodeo por lo que hace a las parejas pedagógicas, la ejecución de las ya mencionadas planificaciones, que a través de las prácticas como espacio de construcción del rol en dos distintos niveles educativos (Superior y Medio), posibilitan el ‘saber ser’ y consecuentemente, la posibilidad de reflexionar críticamente sobre dicha instancia, comprometiendo competencias metacognitivas, igualmente entre todos los integrantes de la comunidad de prácticas. El dispositivo de C de A nos permite pensar todos juntos y desde diversos sentidos lo que (nos) afecta en relación con las cosas que nos pasan al momento de dar clases, poner en palabras las sensaciones, sentimientos, ideas y reflexiones en relación a la enseñanza y al encuentro con muchos otros que están ahí haciendo y definiendo nuestro rol que es el de enseñar en base a sujetos que aprenden. Desde los últimos cinco años, observamos que la mayoría de nuestros estudiantes no tienen experiencias docentes previas y muchas veces el espacio de la práctica genera confusión; que no obstante y desde el trabajo en la C de A y dentro del ella, en el de comunidad de prácticas, permiten construir nuevas visibilidades y otros sentires a los que estábamos acostumbrados, cada uno, desde las propias biografías educativas. El espacio de la residencia genera múltiples ansiedades y un estado de nueva curiosidad nos invade, o como escribía Foucault: “un cierto empeño en cuanto a deshacernos de nuestras familiaridades y mirar de otra manera las cosas; un ardor en aprehender lo que pasa y lo que está pasando, una desenvoltura respecto de las jerarquías tradicionales en cuanto a lo que es importante y esencial” (Foucault, 1987). Es a partir de la acción coordinada entre todos los agentes educativos en un entorno determinado, que cada uno con su cultura, con sus saberes, con su visión del mundo, aporta y comunica a todos los demás, su visión. Todos conllevan la meta global de la formación y todos participan activamente en la planificación, realización y evaluación de las actividades. De esta manera, la enseñanza se planifica por el colectivo y la participación implica una enseñanza con propósitos claros y compartidos. En una formación pensada para una sociedad de la información, que enfatiza las tareas relacionadas con el lenguaje, la expresión y el razonamiento, son instrumentos básicos. La resolución de problemas es el otro eje de las habilidades que organiza todas las enseñanzas. No sólo se trata de aprender a aprender, sino también a razonar y a juzgar la información que se recibe y que se transmite. Creemos que todo ello (C de A, micro-clases, tutorías y residencias) viabilizan un encuentro, que como dice Deleuze (2002): “Es un enigma, un plano a conquistar, un horizonte de preguntas nunca un supuesto o un espacio congelado. Lejos de una mirada romántica los encuentros se avivan en la tensión”. Creemos también, que es solo a partir de la residencia que puede transmutarse el pensamiento, problematizárselo desde otro punto de vista, el de sus propios aprendices. “Hay problema y sentidos en función de un signo que el pensamiento encuentra y que fractura la unidad de lo dado, introduciendo una diferencia de punto de vista. Lo que quiere decir que el pensamiento no piensa mientras queda encerrado en un punto de vista. Y sin duda esa representación implica una escisión, una distribución de valores que remite a un acto de evaluación pasado, pero este, completamente explicado, desarrollado, objetivado, ya dejo de ser sensible” (Duschatzky y Aguirre, 2013). Consideramos que es solamente el trabajo con otros, en la integración de los diferentes puntos de vista que surgen en la reflexión que propicia la C de A, que se genera la revisión de la propia práctica para trabajar con lo novedoso, propio de la educación y propio también del encuentro con el otro, con los otros, siempre distintos. Tutorías Desde la perspectiva socio-constructivista que enmarca el trabajo de cátedra y a lo largo del ciclo lectivo, se produce un proceso en el cual los estudiantes de la comisión, se convierten en tutores de sus propios compañeros. Esta instancia en el nivel superior, enfatiza la colaboración de todos en el proceso de aprendizaje, la solución de problemas y la adquisición de otras estrategias de enseñanza que son inherentes a los estilos de aprendizaje y la diversidad de los estudiantes. Este método de trabajo subraya la importancia en desarrollar el sentido de pertenencia entre todos los participantes de la C de A, la que se orienta hacia la adquisición de las capacidades, habilidades y conocimientos necesarios para el ejercicio autónomo de la práctica profesional. El docente del curso al principio es un facilitador / guía del proceso de aprendizaje personal y grupal. Esto implica que su labor no debe suplantar a la de los demás miembros de la comunidad, en la responsabilidad de sus respectivos aprendizajes, y del efecto sinérgico que ello conlleva. Por lo tanto el profesor también aprende, como los demás, según sus posibilidades y necesidades. La función esencial de la tutoría es generar -de manera deliberada- las condiciones para que emerja la C de A que no es una categoría concedida, sino realizada. El tutor debe capitalizar la diversidad de capacidades / saberes / conocimientos con las que cuenta el equipo de trabajo o comisión de trabajos prácticos, para que todos los integrantes se beneficien con sus resultados. El trabajo de unos no suple el de otros, sino que se construye mediante la interdependencia y por tanto, los frutos y los fracasos, son de todos. Cabe destacar que la tutoría en la C de A, demanda al facilitador, una empresa mucho más demandante y laboriosa que la correspondiente a enfoques más tradicionales. El tutor en esta instancia, actúa -llegado el caso- como formador basado en incidentes críticos. Este enfoque propuesto por Monereo (2010), sostiene articular respuestas a dos interrogantes básicos: ¿sobre qué intervenir? y ¿cómo intervenir?, teniendo en cuenta los distintos actores en situaciones incidentales del proceso de enseñanza y de aprendizaje (por ejemplo: docentes, colegas y alumnos), pero tendiendo a focalizar en la posibilidad de ‘generar cambios’ en aquello que se ha naturalizado a lo largo de la biografía escolar. El dispositivo viabiliza que a través de sucesivas narrativas, cada uno de los residentes reflexione sobre su quehacer; los tutores y los pares cuando escuchan sobre la experiencia realizada, preguntan sobre las intervenciones, las que a su vez involucran un proceso reflexivo sobre la vivencia y la toma de decisiones que ha conllevado. La C de A aparece entonces como posibilidad co-constructiva de ser en la experiencia. Muchas veces los participantes reconocen su gesta, cuando la comunidad ha desaparecido. Se le reconoce más por los frutos que ha dejado: el trabajo en equipo, la evaluación de proceso y de 360°, la distribución del conocimiento, así como los tipos y grados de pericia por parte de todos los participantes, la adquisición de competencias metacognitivas que permitan la puesta en marcha de estrategias didácticas colaborativas. Precisamente porque la posibilidad del trabajo en equipo necesita de no desear ingenuamente una equidad superficial; sino de aprendizajes genuinos, basados en la co-construcción de teoría y prácticas colectivas. Conclusión El dispositivo de la C de A nos permite ‘pensarnos en aquello vivido que está unido al modo de pensarse ante aquello que nos pasa cuando pasan las cosas’ (Contreras Domingo, 2013). Es decir, apelar al saber de la experiencia, pero no en la dicotomía teoría-práctica, sino como aquello que está siempre por venir, como novedad que también supone orientación para la acción, en medio de la sucesión de situaciones de enseñanza. Porque acordamos con Stenhouse (1987) quien plantea que la autonomía profesional del docente, no descansa en los individuos, sino en el colectivo profesional, y es por esto que destacamos el trabajo de la C de A y a su vez el de comunidad de prácticas, que posibilita la cooperación entre todos sus integrantes. La cooperación consiste en trabajar juntos para alcanzar un objetivo que se construye con todos los miembros. En una situación cooperativa los individuos procuran obtener resultados que les sean beneficiosos para ellos mismos, pero que a su vez esos beneficios sean también para todos los demás miembros del grupo. “El aprendizaje colaborativo es el didáctico de grupos reducidos en los que los alumnos trabajan juntos para maximizar su propio aprendizaje y el de los demás.” (Johnson, Johnson y Holubec, 1999). A su vez, intentamos desarrollar destrezas de pensamiento crítico basado en el encuentro con otros, con alteridades distintas a mí, que me interrogo una vez más por las necesidades, sentidos y relación con otros (colegas, estudiantes). Entendemos que: “la clave de la composición entre los seres no radica en inocular valores en abstracto sino en investigar las consecuencias de diversos modos de estar en el mundo. La cooperación se torna problema a trabajar y solo adquiere valor como experiencia vital, corpórea, sentida en sus efectos prácticos, en su capacidad de ampliar nuestro conatusii, nuestra potencia de existir” (Duschatzky, Aguirre, 2013). Pensar el sentido es pensar el devenir... Y en nuestro caso, pensar el espacio de prácticas, implica lo que en verdad aprovechamos de ese espacio y de esa puesta en escena... Se trata de un acontecer grupal con el que intentamos pensar sobre el pensamiento… Pues “aprendimos con Nietzsche que la cuestión es tomar la vida sin conferirle un sentido totalizador. Llámese dios, naturaleza, ciencia, ideología, etc. de lo que se trata, es de no otorgarle un sentido a la vida, sino de crearlo” (Nietzsche, 1972, citado en Duschatzky, Aguirre, 2013). Para ir terminando, no podemos dejar de mencionar que los actuales dispositivos escolares, en los que nuestros docentes en formación realizan su residencia, tal vez no cuenten con espacios institucionales que posibiliten el encuentro y el trabajo colaborativo, de manera que les permita trabajar y afrontar las condiciones actuales en las que se produce la actividad docente, y que admita generar alternativas instituyentes ante situaciones en las que los docentes nos autopercibimos limitados. En este sentido, la escuela solo se convierte en la oportunidad accesible para dar rienda suelta a las preguntas que nacen de estar ahí. Las imágenes y balbuceos que van tomando forma, interpelan modos de hacer, sentir y conceptualizar que suceden en prácticas sin fronteras... Es en ese sentido que -entendemos- se derivan otros beneficios del dispositivo, tal como señala Molina Ruiz (2003): “una C de A puede ser un agente poderoso que ayuda a los profesores a reflexionar sobre sus creencias, pero, además, proporciona un espacio interactivo que permite conectar a los profesores y su conocimiento práctico del aula con el panorama más amplio del conocimiento profesional. Poder compartir la especialización de los diferentes miembros, afrontar problemas complejos, multiplicar los limitados recursos, ofrecer la posibilidad de aumentar la habilidad de hacer más con menos, también representan claros beneficios”. Las revisiones de práctica en las comisiones, las reuniones de cátedra tanto como el trabajo de extensión que realizamos, busca capitalizar esas limitaciones, transformándolas en mejores recursos o mayores habilidades para el quehacer profesional tanto de los formadores como de los formandos, produciendo satisfacción laboral y moral más alta en medio de la crisis educativa que atravesamos, teniendo en cuenta una apertura a la incertidumbre, a lo imprevisto para conformar una pedagogía de la experiencia entre todos los agentes que la componen. Creemos fervientemente en la igualdad de oportunidades o -como propuso Paulo Freire-, en la unidad en la diversidad. Así, como afirman Elboj Saso y Oliver Pérez (2003): “desde C de A lo que se promueve es la igualdad en los resultados, es decir, que todos… adquieran los conocimientos necesarios en la sociedad actual… La diversidad cultural, lejos de plantearse como un problema, supone un nuevo reto para lograr una educación igualitaria que fomente el derecho de cada persona a ser diferente pero que favorezca la posibilidad de acceder a determinados elementos culturales que le permitan su inclusión... el aprendizaje dialógico se orienta hacia la igualdad de las diferencias afirmando que es posible vivir juntos y juntas en una verdadera igualdad que incluye el mismo derecho de toda persona a vivir de forma diferente.” Referencias bibliográficas Coll, C. (2004). Las comunidades de aprendizaje. Nuevos horizontes para la investigación y la intervención en Psicología de la Educación. IV Congreso Internacional de Psicología y Educación. Simposio: Nuevos horizontes en Psicología de la Educación. Almería, 30 y 31 de marzo, 1 y 2 de abril 2004. Disponible en: http://www.ub.edu//grintie (Consultado: 31/07/2015). Contreras Domingo, J. (2013). El saber de la experiencia en la formación del profesorado. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado Nº 78, pp. 125-136. Universidad de Zaragoza, Zaragoza, España. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27430309008 Deleuze, G. (2002). Diferencia y repetición, Buenos Aires: Ediciones Amorrortu. Duschatzky, S. y Aguirre, E. (2013). Des-armando escuelas, Buenos Aires: Paidós Editores. Elboj Saso, C. y Oliver Pérez, E. (2003). Las comunidades de aprendizaje: un modelo de educación dialógica en la sociedad del conocimiento. Revista interuniversitaria de Formación del Profesorado, Vol. 17, núm. 3, 2003, pp. 91-103. Universidad de Zaragoza, Zaragoza, España. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27417306 (Consultado 06/05/15). Foucault, M. (1987). Vigilar y castigar, México: Ediciones Siglo XXI. Johnson, D., Johnson, R. y Holubec, E. (1999). El aprendizaje colaborativo en el aula. Buenos Aires: Paidos Editores. Knowles, M., Elwood, H. y Swanson, R. (2001). Andragogía. El aprendizaje de los adultos. México: Oxford Press. Molina Ruiz, E. (2003). Creación y desarrollo de comunidades de aprendizaje: hacia la mejora educativa. Revista de Educación, núm. 337 (2005). pp. 235-250. Madrid. Disponible en: http://www.revistaeducacion.mec.es/re337_12.htm (Consultado: 06/05/15). Monereo, C. (2010). La formación del profesorado: una pauta para el análisis e intervención a través de incidentes críticos. Revista Iberoamericana de Educación Nº 52, pp. 149-178. Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España. Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3157571 Stenhouse, L. (1987). La investigación como base de la enseñanza. Selección de textos por Rudduck, J. y Hopkins, D. Madrid: Editorial Morata. Terigi, F. (2012). Los saberes de los docentes: formación, elaboración en la experiencia e investigación: documento básico. Buenos Aires: Ediciones Santillana. Torres, R. M. (2001). Comunidad de Aprendizaje. Repensando lo educativo desde el Desarrollo local y desde el aprendizaje. Documento presentado en el “Simposio Internacional sobre Comunidades de Aprendizaje”. Barcelona Forum 2004. Wenger, E. (1998). Communities of practice: learning, meaning, and identity. New York: Cambridge University Press. Notas i Si bien los estudiantes pueden cursar la materia sin ser Licenciados -debido a que son dos carreras de grado distintas-, la gran mayoría de los inscriptos en el Profesorado han obtenido previamente el título de Licenciados en Psicología. ii Concepto de Spinoza para pensar la potencia de existir, la fuerza deseante que alberga en lo vivo.