Parejas del mismo sexo que adoptan niños.

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U.B.A. - Facultade de Psicología – Licenciatura en Musicoterapia
Psicología del Ciclo Vital I – Código 296
Cátedra: Prof. Lic Mirta Graciela Fregtman
Parejas del mismo sexo que adoptan niñ*s
Juan Carlos Volnovich. jcvolnovich@ciudad.com.ar
*: el uso del asterisco está implementado para evitar usar el genérico masculino.
La @ tampoco es conveniente en estos términos, ya que implica una derogada dualidad genérica
y además es difícil leer por programas utilizados por personas ciegas o ambliopes........
Allí dónde los adversarios a los Derechos de los Homosexuales y la Comunidad Lesbiana,
Travesti, Transgénero, Transexuales, Bisexual e Intersexual sostienen que niñ*s criados por
parejas del mismo sexo corren serios riesgos psicológicos[1], la mayor parte de las
investigaciones llevadas a cabo por psicólogos y psicoanalistas de diversas corrientes teóricas,
insisten en que no hay diferencias significativas entre niñas y niños que se han criado en hogares
heterosexuales, y aquell*s que crecieron en hogares lesbiogay. Tal vez con la intención de
hacerse perdonar por la posición que adoptaron en el pasado, ante la mala conciencia de haber
quedado tributarios durante décadas de los prejuicios sexistas que los llevó a confundir la
homosexualidad con una grave enfermedad mental, las asociaciones de profesionales “psi”[2]
han salido a la escena pública para convalidar, desde sus respectivas especialidades, las
reivindicaciones y los reclamos llevados adelante por los homosexuales y el legítimo derecho que
tienen a adoptar niñ*, a asistirlos y a amarlos. En efecto: el trabajo de cuidar niñ*s, la obligación
de satisfacer las necesidades materiales (alimento, higiene y abrigo) y afectivas que l*s niñ*s
tienen, es tanto responsabilidad de las mujeres como de los varones.
Si bien embarazo, parto y lactancia tienen como sede el cuerpo de la mujer, todas las otras
demandas que surgen de la crianza pueden ser asumidas por hombres o mujeres, madres y padres
biológicos o adoptivos, homosexuales o heterosexuales, solteros o casados. Tanto el varón como
la mujer pueden participar en la adopción, sólo que al quitar del medio el cuerpo de la mujer
como base irreductible de la asimetría entre ambos sexos frente a la hija o al hijo, se abre paso el
enigma de la paternidad adoptiva lesbiogay que puede iluminar el de la paternidad adoptiva
heterosexual y el de la paternidad biológica.
Si de verdad acordamos con que la universalidad de lo “humano” está limitada y acotada por el
relativismo cultural, pues entonces las minorías tendrían todo el derecho del mundo en reclamar
el reconocimiento de sus diferencias. Así, ser diferente no necesariamente supone ser deficiente.
Hoy en día a nadie se le ocurriría hacer lo que durante tanto tiempo se hizo: contrariar a un zurdo
para que se subordine a la hegemonía de los diestros. Me refiero, claro está, a un zurdo de mano,
no de ideología. Por que no me cabe duda que son muchos los que estarían dispuestos a contrariar
a los “zurditos” de ideología para que acepten las normas de la derecha. La izquierda sigue
siendo siniestra para los diestros de derecha. No obstante, actualmente, pertenecer a la minoría de
zurdos de mano o de pierna es nada más que eso: aceptar y tolerar que se tiene una habilidad
diferente, ni mejor, ni peor que la del resto y que merece todo nuestro respeto.
Hoy en día a nadie se le ocurriría contrariar a un zurdo para que se subordine a la hegemonía de
los diestros, pero aun hoy son muchos los que pretenden que los sordos hablen, los homosexuales
se curen y los intersex se decidan para que, finalmente, elijan entre uno u otro sexo. Por que si la
sordera o los genitales “intersex” -es sólo un ejemplo- son tomados como una discapacidad,
como un defecto, se impone entonces la intervención de la medicina para su “rehabilitación”. Y
la ciencia, ya se sabe, casi siempre viene acompañada de audífonos, de implantes cocleares, de
métodos digitales para reparar la “falla”, de reeducación y ortopedia para que los sordos puedan
ver los sonidos y, por qué no, para que puedan emitirlos. La ciencia viene casi siempre
acompañada con un bisturí que anticipa la prótesis o la emasculación. Ahora bien: reducir el
abordaje de la sordera o de la condición intersex a la rehabilitación médica y a la cibernética
parecería ser lo mismo que suponer que con la ginecología las mujeres podrán resolver las
desigualdades instaladas por el patriarcado o pensar que los problemas del racismo los resuelve la
dermatología.
Que la zurdera y la sordera es una “discapacidad” y que la reproducción de los “discapacitados”
es una aberración –como lo sugirió el caso de Sharon Duchsneau y Candice McCullough, las
lesbianas sordas que se hicieron inseminar semen de sordo de cuarta generación (sordo
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aristocrático, si los hay, hijo, nieto y bisnieto de sordos) para tener la certeza de que iban a
procrear un hijo o una hija sorda- supone algo así como escandalizarse porque los negros del
África no se deciden a tener sus hijos en los Estados Unidos para que su “producto” se integre a
la cultura dominante, o sostener que los pobres no deberían procrear, cuestión de evitar que su
descendencia sufra el destino de exclusión que, ya se sabe, les espera. El caso es significativo y
abre a la polémica ya que no sólo se trata aquí del reconocimiento público de una relación
homosexual, del legítimo derecho a procrear de las lesbianas, de la intención de adoptar por
parte de una de ellas sino, también, de aspirar a compartir con su cría un rasgo que las
caracteriza: no su elección homosexual pero sí, su sordera. Porque, hasta ahora, no conozco
grupos de homosexuales que pretendan fuertemente la reproducción de la homosexualidad por
vía de l@s hij@s –biológicos o adoptivos- que ell@s crían. Parecería ser que una cosa es tolerar
a los homosexuales y otra, muy distinta, aceptar que se reproduzcan.
Decía que las asociaciones de profesionales “psi” han salido a la escena pública para convalidar,
desde sus respectivas especialidades, las reivindicaciones y los reclamos llevados adelante por los
homosexuales y el legítimo derecho que tienen a adoptar niñ*, a asistirlos y a amarlos.
“Políticamente correcta”, esta posición –reactiva a “tradición, familia y propiedad” y,
lamentablemente, muchas veces sobreactuada- adquirió un sesgo defensivo que, al poner el
énfasis en demostrar que niños y niñas criados por parejas lesbiogay no sólo llevaban una vida
común y corriente sino que, frecuentemente, eran “normales” (sobre todo en lo que respecta a la
identificación del género con el sexo biológico y a las elecciones del objeto sexual), eludió la
tarea de investigar con seriedad y de profundizar en los efectos que tenía sobre la constitución del
psiquismo individual y en la subjetividad de la época haber crecido:
·
Con padres de un mismo sexo
·
En el seno de una pareja que, al hacer pública su condición de homosexuales y en algunos
casos lograr legalizarla, asumían una posición política que desafiaba uno de los instituidos más
sagrados e intocables de la cultura occidental.
Para comenzar, entonces, deberíamos aceptar que antes que “deseo de hijo” como instinto que
nos constituye, los humanos hemos construido representaciones de procreación y reproducción
que variaron en las diferentes culturas y a lo largo del tiempo. Así, criar a un/a hij* (biológic* o
adoptad*) puede ser entendido como un “hábito”. “Hábito” en el sentido que éste término teórico
tiene para Pierce (1897) –lo que designa una disposición natural o adquirida [3]-, y “hábito” en el
sentido psicoanalítico que tiene para Laplanche. Porque, cuando Laplanche sostiene que los
deseos inconscientes “tienden a satisfacerse a través de la restauración de signos que están
asociados a las experiencias más tempranas de satisfacción”[4] alienta la posibilidad de pensar a
esos deseos inconscientes como efecto de esfuerzos y de “hábitos inconscientes”.
(Pierce llama “hábito” a eso que, con Teresa de Lauretis [5], prefiero mencionar como
“experiencia”)
Entonces, si pretendemos ampliar nuestra comprensión crítica acerca de la crianza de niñ* por
parejas de un mismo sexo -lo que quiere decir: cómo se establece, cómo se reproduce y cómo se
innova en las relaciones de los humanos con sus hij*s- me parece imprescindible elaborar
teóricamente la idea de “experiencia”. “Experiencia” como término teórico inevitablemente
confrontado y conjugado, por una parte, con las teorías del significado y de la significación y,
por otra, con las concepción psicoanalítica que da cuenta de la construcción subjetiva.
Porque “experiencia” es una palabra insustituible que va desde la filosofía hasta el lenguaje
coloquial, pero aquí circula como el concepto que anuda la subjetividad, la sexualidad, el cuerpo
y, hasta, la actividad política. Entonces, cuando aludo a la “experiencia de criar a un niñ*” no me
refiero solamente al mero registro de datos sensoriales, o a la relación puramente psicológica que
gays o lesbianas tienen con l*s hij*s biológic*s a veces, y adoptad*s, otras; no me refiero –o, no
sólo me refiero- a las anécdotas de esa interacción filial, a la adquisición de habilidades y
competencias por acumulación, a la exposición repetida al estilo de dar el biberón, cambiar los
pañales o ir a la cancha de fútbol. Tampoco uso el término en el sentido esencialista e
individualista, para aludir a algo que le pertenece a un* mism* y es exclusivamente suy* aun
cuando l*s otr*s puedan tener experiencias similares. Sino, mas bien, lo hago en el sentido de
“proceso”; “proceso” por el cual se construye la subjetividad de tod*s y cada un* en tanto
sujet*s (¿madres?, ¿padres) socio-históricos. Así considerada, la “experiencia” es continua y su
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fin inalcanzable se renueva cotidianamente. Para cada humano varón, mujer -o aquellos ubicados
en el amplio espectro de la multiplicidad inconsistente de los géneros- antes que un punto de
llegada o de partida, la condición de adult*s que adoptan a un/a niñ*, supone una construcción
que no tiene principio y que nunca termina.
Es al efecto de la interacción con la hija, con el hijo y con el mundo, a lo que propongo llamar
“experiencia”. “Experiencia” que se produce no como respuesta a imposiciones externas sino
sobre la base de la implicación personal, subjetiva, en aquellas actividades, discursos e
instituciones que dotan de importancia (significado y, en estos casos, valor político) al
acontecimiento de la crianza.
“Experiencia” como proceso continuo por el cual se construye semiótica e históricamente la
subjetividad.
De ahí que si queremos darle lugar a una comprensión crítica de cómo se construye un vínculo
filial a partir del acto de adopción por parte de parejas de un mismo sexo se impone elaborar una
teoría de la “experiencia”. Y esta teoría hay que confrontarla, por una parte con las concepciones
relevantes del sujeto y, por otra, con las teorías del significado y de la significación.
¿Por qué el psicoanálisis y la semiótica?
Porque no existe un camino que no pase por ambas disciplinas si es que pretendemos registrar la
incorporación de valores sociales y de sistemas simbólicos en la subjetividad; si es que aspiramos
a precisar la mediación de los códigos (esto es, la relación del sujeto con el significado y con el
lenguaje) que hace posible tanto la representación como la auto-representación.
El caso es que a través de un tipo particular de “experiencia”, a partir de una “praxis” particular
de crianza, el cuerpo adquiere la condición de sujeto de la semiosis: efecto de significado del
signo.
Pero el signo no tendría un efecto -esto es, no sería un signo- sin la existencia o la ”experiencia”
por parte del sujeto de una práctica social en la que se ve físicamente, corporalmente, envuelto e
involucrado. Para una lesbiana, atender las necesidades de un/a niñ* pequeñ*, cambiarle los
pañales, nada dice, no prejuzga acerca de su inscripción como tarea que genera repugnancia o
placer lúdico, desprecio o excitación, por ejemplo.
Si insisto en la semiosis es porqué la semiosis especifica la mutua determinación entre el
significado, la percepción y la experiencia.
Ésta es una relación muy compleja por los efectos recíprocos entre el sujeto y la realidad social,
intercambios que sugieren una continua modificación de la conciencia. Así, el concepto de
semiosis depende de la íntima relación entre la subjetividad y la práctica; y el lugar de la crianza
en esa relación es lo que nos da a los humanos ese significado cambiante (hoy en día, más
cambiante que nunca) de sujetos que nos producimos y nos reproducimos.
Plantear que lo mas personal –el “deseo de hij*- está determinado socialmente, es afirmar que la
adopción es una aventura “esencialmente” política. Así entendido, desde que uno se construye
como padre o madre a través de la “experiencia” de la adopción, más que un asunto que nos
corresponde como varones o mujeres, como hetero u homosexuales, es una iniciativa que nos
corresponde como ciudadan*s y como sujetos polític*s.
Los diferentes grupos feministas, las asociaciones de gays y de lesbianas, el movimiento Queer y
el Intersex sostienen diferencias en cuanto a las reivindicaciones que llevan adelante para lograr
una mayor igualdad y libertades individuales más acorde a los tiempos que corren. Pero todos
comparten un mismo principio: poner límites a la norma heterosexual compulsiva con la que el
Estado interviene en el cuerpo biológico de l*s ciudadan*s. Tod*s se oponen al abusivo
desempeño del poder estatal sobre los cuerpos de l*s ciudadan*s.
En las últimas décadas, como una forma de hacer política, los diferentes grupos feministas, las
asociaciones de gays y de lesbianas, el movimiento Queer y el Intersex han contribuido a la
creación de nuevas estrategias, nuevos contenidos, y nuevos signos semióticos para quienes crían
niñas y niños. Pero, también, y esto es si acaso lo más importante, estos grupos pretenden llevar a
cabo ciertos cambios en los “hábitos” de los padres y de las madres: producir -construir- nuevas
subjetividades. Y es tal vez allí donde hay que ir a buscar la especificidad de la paternidad y de la
maternidad: no en la adecuación de la identidad de género con la elección sexual del sujeto
adoptante; no en el inconsciente como deseo propio de varones y mujeres; no en la tradición que
nos pretende proveedores a los varones y abnegadas a las mujeres; sino, más bien, en la actividad
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política, teórica y epistemológica mediante la cual puedan ser articuladas las relaciones del sujeto
con la realidad social a partir de la experiencia histórica que los adultos desarrollamos, también,
con nuestra prole.
Porque el caso es que desde siempre ha habido niñ* procreados y/o criad*s por homosexuales.
Parejas de sexo diferente (muchas veces parejas bien conformadas como empresa de crianza)
donde un*, o l*s d*s integrantes del binomio conyugal, sostenían vínculos estables o transitorios
con personas de su mismo sexo. Padres muy bien avenidos a la hora de asistir a sus hij*s que,
entre ellos, no tenían relaciones sexuales y que, de común acuerdo, reservaban las prácticas
sexuales con personas del mismo sexo para fuera del hogar.
Desde siempre ha habido niñ*s procreados por mujeres que, una vez separadas del padre de sus
hij*s, mantuvieron una sexualidad encubierta con alguna otra mujer de la casa.
Desde siempre ha habido niñ*s procreados por varones que mantenían la ficción de un hogar
convencional disociado de una intensa vida homosexual.
Desde siempre hubo hij*s biológicos o adoptad*s por adultos que tenían prácticas homosexuales.
Lo enteramente novedoso es que, a diferencia de aquellos que sostenían sus elecciones de objeto
homosexual como una práctica vergonzante (pecado, enfermedad o delito), actividad destinada a
mantenerse en la clandestinidad, se decidieron a hacer pública su condición, a reivindicar el
legítimo derecho a vivir con sus parejas sin ocultamientos, a reclamar que el Estado los
reconozca como ciudadanos plenos para poder, así, recibir niñ*s en adopción sin tener que
simular una “normalidad” que les es ajena.
Este desafío a la norma heterosexual que domina la sociedad, el escándalo que una “herejía” de
este tipo representa para los sectores más reaccionarios del Estado y de las Iglesias hegemónicas,
las modificaciones que implican en los prejuicios que circulan por el imaginario social, el
“sacrilegio” que supone para las costumbres instituidas, la infracción al manual de uso de
sexualidad y procreación, no puede darse sin consecuencias. Sería ingenuo suponer que ciertos
pilares que sostuvieron la explotación patriarcal durante siglos pudieran ser removidos sin que
cruja la estructura y se levanten todo tipo de resistencias. Sería más ingenuo, aun, suponer que la
cuota de narcisismo (cuando no de heroísmo) que se juega en l*s protagonistas de tamaña gesta,
no tiene efecto alguno en la constitución psíquica de l*s niñ*s, primera generación de personas
criad*s por parejas que se atrevieron a romper con uno de los prejuicios más bochornosos de la
historia de las sexualidades y, a inscribir en su reemplazo una página luminosa que alienta las
mejores esperanzas para el futuro. Pero es esa misma esperanza, las ilusiones, anhelos y
expectativas que caen sobre l*s niñ*s adoptad*s por parejas de un mismo sexo, las que nos
obligan a reflexionar acerca de cuál es la marca que en la subjetividad graba ésta etapa de pasaje.
Cómo tramitan est*s niñ*s la carga y la sobrecarga narcisística que significa asumir una
responsabilidad de tanta envergadura, saber que ell*s tienen el poder de hacer triunfar o fracasar
la causa de sus padres o madres adoptiv*s, que de su desempeño psíquico, de sus elecciones
sexuales, depende el futuro de un movimiento político destinado a producir grandes cambios en
las leyes, en la política y en el imaginario social. Clausurar la cuestión con comentarios al estilo
de “no existen diferencias significativas entre niñas y niños criados por parejas heterosexuales y
parejas lesbiogay” será buena para enfrentar a los sectores más reaccionarios de la sociedad pero
es mala, muy mala, para la verdad. Clausurar la cuestión con una apelación romántica al amor
filial es más un acto de cobardía intelectual (por donde se puede filtrar el refuerzo a los valores
más reaccionarios e instituidos), que una empresa de riesgo por dónde algo de lo nuevo empiece
a aparecer. Aun no es posible saber cuánto de repetición de los valores sagrados de la familia
tradicional se juega en esta aventura; cuánto de innovación. Apelar al Estado para legalizar la
legitimidad de la adopción por parte de parejas del mismo sexo es una iniciativa necesaria,
ineludible pero tan peligrosa que llama a la polémica. Porque cuando se abre el cuerpo y se
expone el deseo al poder del Estado, aun en aquellos casos dónde está en juego el interés común
y el beneficio de la sociedad, se sabe por dónde se empieza pero no, dónde se termina.
“No existen diferencias significativas entre niñas y niños criados por parejas heterosexuales y
parejas lesbiogay” declaman a coro las instituciones y l*s profesionales que hasta hace muy poco
tiempo atrás satanizaban la homosexualidad. Lo que no existe, hasta ahora, es la posibilidad de
afirmar a ciencia cierta cuales son los efectos que una iniciativa como ésta inscribe en la
subjetividad y en el imaginario social sencillamente porque todavía no disponemos de
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experiencias significativas que incluyan a varias generaciones de niñ*s adoptad*s legalmente por
parejas del mismo sexo en un contexto social que no discrimine ésta práctica. No disponemos de
una muestra significativa de niñ*s adoptad*s legalmente por parejas del mismo sexo en un
contexto social no sexista, pero sí disponemos de una evidencia: el liderazgo de la Comunidad
Homosexual Argentina en lo que atañe a reafirmar la igualdad de tod*s l*s ciudadan*s frente a la
Ley, uno de los más caros valores de nuestra cultura. Así, haber instalado el tema en la agenda
teórica, institucional y política de nuestros días, se ha convertido al mismo tiempo en meta
alcanzada a fuerza de una sostenida implicancia, y punto de partida para intentar, una vez más,
desafiar la hipocresía de la sociedad instituida cuando se reclama un legítimo derecho.
……………………………………………………………………..
1La NARTH (National Association for Research and Therapy of Homosexuality) es una pequeña
asociación norteamericana de terapeutas, trabajadores sociales, líderes religiosos y educadores interesados
en difundir la idea de la homosexualidad como tendencia anormal y desnaturalizada del ser humano.
Sostienen, asimismo, que es pasible de “curación”. En su programa afirman que “la homosexualidad
distorsiona los lazos de amistad que naturalmente unen a las personas del mismo sexo, pone en peligro la
permanencia del matrimonio entre varones y mujeres, institución que se basa en la complementariedad de
los sexos y que, desde siempre, se ha considerado esencial para el cuidado y asistencia de los niños.”
Sostienen, también, que “a despecho de lo que afirman las teóricas feministas que trabajan la cuestión del
género, la ausencia del padre en el hogar no es bueno para la constitución familiar.”
2En los Estados Unidos: American Psychological Association (APA) The Child Welfare League of
America American Psychological Association (APA) North American Council on Adoptable Children
(NACAC) American Psychiatric Association (APA) American Academy of Pediatrics (AAP) The
American Psychoanalytic Association
3“Una especialización original o adquirida de la naturaleza de un hombre de tal forma que lo lleva a
comportarse siempre de una forma describible en términos generales y en toda ocasión (o en la mayoría de
las ocasiones) con características singulares.” Pierce, Charles Sanders: Collected Papers. Harvard
University Press. 1958.
4Laplanche, Jean: Vida y Muere en Psicoanálisis. Amorrortu. Buenos Aires.
5De Lauretis, Teresa: Alicia doesn’t. Hay traducción al castellano. Alicia ya no. Cátedra. Valencia. 1984
Juan Carlos Volnovich. jcvolnovich@ciudad.com.ar
Capítulo del libro : Adopción, La Caída del Prejuicio. Editorial DePuente/CHA – Distribuidora Galerna.
Declarado de Interes Lesgislativo por la Honorable Cámara de Senadores de la República Argentina.
Declarado de Interes Cultural por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Recopilador:
Lic.Jorge Horacio Raíces Montero. Psicólogo Clínico
infopsicologia@ciudad.com.ar
Coordinador Departamento Académico de Docencia e Investigación CHA www.cha.org.ar
Miembro Consultor de OII Organización Internacional Intersexuales
www.intersexualite.org http://oii-argentina.blogspot.com/ http://actualidadesintersexuales.blogspot.com/
http://www.egrupos.net/grupo/salud_mental
http://www.egrupos.net/grupo/infopsicologia
http://www.egrupos.net/grupo/gltttbi
http://www.egrupos.net/grupo/seminarios_a_distancia
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