María Ángela... y el mar de los seis colores Escrito por Edna Abrahams Rueda Sábado, 15 de Septiembre de 2012 04:50 - Última actualización Sábado, 15 de Septiembre de 2012 04:58 Frente a la playa se había reunido el pueblo entero. Miraban a lo lejos el horizonte en una protesta lánguida y silenciosa. Ese era el día que perderían uno de los tonos de su mar, una franja de color azul del océano que los bañaba debería ser borrada de su memoria para siempre. María Ángela había sido la escogida para la negociación absurda. Los dos países que eran tan diferentes como se podía en su centro, y tan iguales como siameses en sus esquinas; se habían tranzado en una pelea por un margen, una franja de color azul en la mitad del mar. La parte de la negociación del lado Este era ceremoniosa y de pretendido abolengo, y por eso habían escogido a María Ángela, que era una mujer pálida que huía del sol, neurasténica por herencia, distraída y algo opaca, pero sobretodo era la que menos conocía el color azul. Tampoco se había preocupado por leer la historia de las franjas de colores que se veían tan diferenciadas unas de otras, creía como creen los que no saben de mar, que es todo una masa de agua salada, un desierto que refleja el cielo: una sopa azul. María Ángela no había nacido como ellos a las orillas de la playa, no sabía que ese tono de azul en particular era el resultado de la mezcla de las lágrimas de una barracuda solitaria, unidas a las gotas de lluvia de muchos meses de abril, y que tenia partes iguales de los restos de los huracanes con nombre de mujer. No sabía que bajo la franja crecían familias de peces y corales de color rosa, no había vuelto nunca con su alimento entre las manos. 1/2 María Ángela... y el mar de los seis colores Escrito por Edna Abrahams Rueda Sábado, 15 de Septiembre de 2012 04:50 - Última actualización Sábado, 15 de Septiembre de 2012 04:58 María Ángela no sabía nada de esto, ella se vestía de tonos grises, y la gente comentaba que no veía muy bien los matices. Se dieron cuenta de esto cuando confundió un caracol con la arena, cuando no supo describir el color de los cangrejos que cruzaban la calle, cuando mostró miedo al ver una tortuga, parecía que el secreto más grande de la neurasténica y pálida mujer era que no distinguía el azul del gris. Por eso era cada vez más ilógico que ella precisamente hubiera sido la escogida para defender la cenefa de color. Esa mañana se habían reunido todos para despedir al color azul, un color azul eléctrico, verdoso y al mismo tiempo celeste, lo despedían tristes, después de oír las explicaciones sin sentido de la gris mujer. Una vez retirado el azul del paisaje, la gente comenzó a notar que desde las puntas de los dedos empezaba a crecerles sobre la piel un tono semejante a la neblina. Parecía que al retirar el azul del paisaje se hacían ellos también monocromáticos. Pronto descubrieron que no veían los otros colores y que comenzaban a parecerse a María Ángela: se hacían pálidos y desabridos, al parecer en un punto distante de su propia historia ella misma había perdido los colores en una negociación primera. 2/2