(3)LOS DOCE Si alguna vez ha visitado las grandes catedrales de Europa, quizás haya pensado que los apóstoles eran notables santos como los que se muestra en los vitrales, con halos luminosos que representaban y exaltaban algún grado de espiritualidad. Pero la verdad es que eran hombres muy comunes y corrientes. Es una lástima que a menudo se los ponga en pedestales como figuras de magnifico mármol o se los pinte como si fueran dioses de la antigua Roma. Eso los deshumaniza. Porque ellos eran simplemente doce hombres comunes y corrientes, humanos en todos los aspectos. No debemos pasar por alto quienes eran realmente. Hace poco leí una biografía de William Tyndale, quien fue pionero en la traducción de la Biblia al idioma inglés, él creía que no estaba bien que la gente común oyera la lectura de la Biblia solo en latín y no en su propia lengua. Los líderes de la iglesia de aquellos días, increíblemente, no querían la Biblia en el idioma del pueblo porque, como los fariseos en los días de Jesús, temían perder su poder eclesiástico. Pero contra su oposición, Tyndale tradujo el Nuevo Testamento al inglés y lo publicó. Por su fuerza fue premiado con el exilio, la pobreza y la persecución. Finalmente, en 1536, fue estrangulado y quemado en la hoguera. Una de las cosas que motivó a Tyndale a traducir la Escritura al idioma común fue una encuesta sobre el clero ingles que revelo que la mayoría de ellos ni siquiera sabía quiénes eran 1 los doce apóstoles. Solo unos pocos pudieron nombrar cuatro o cinco de los apóstoles. Los líderes de la iglesia y los cristianos de hoy en día posiblemente no lo hagan mejor que los miembros del clero inglés. En realidad, lo que la iglesia institucional ha hecho al canonizar a estos hombres ha sido deshumanizarlos y hacerlos parecer lejanos y como si no fuera de este mundo. Es una extraña ironía porque cuando Jesús los escogió, los selecciono no por alguna habilidad extraordinaria o una superioridad espiritual, más bien parece que en forma deliberada escogió a hombres que se destacaban por su sencillez. ¿Qué califico a estos hombres para que fueran apóstoles? Obviamente no fue una capacidad intrínseca o un talento propio extraordinario. Eran galileos. No pertenecían a ninguna élite. A los galileos se los consideraba como de la clase baja, gente campesina y carente de educación. Eran plebeyos, insignificantes. Pero Jesús no los selección porque hubieran sido más distinguidos o más talentosos que otros en el Israel de aquel tiempo. Indudablemente, quienes van a ocupar este u otra clase de liderazgo en la iglesia, tienen que reunir ciertas cualidades morales y espirituales. De hecho, la exigencia para el liderazgo espiritual en la iglesia es extremadamente alta. Piense, por ejemplo, en las cualidades para el pastor o el anciano que aparecen mencionadas en 1 Timoteo 3.2-7; Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrino, prudente, decoros, hospedador, apto para enseñar, no dado al vino, no pendenciero, no 2 codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad; no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación de diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. Tito 1. 6-9 da una lista similar. Hebreos 13- 7 también sugiere que los líderes de la iglesia deben ser un ejemplo de valores morales y espirituales, porque su fe debe de ser la clase que otros quieran seguir, y tendrá que dar cuentas a Dios por la forma que se condujeron. Estas son normas muy altas. A propósito, las normas no son menos para las personas de la congregación. Los líderes son ejemplos para los demás. No hay normas <<más bajas>> para los miembros comunes y corrientes. De hecho, en Mateo 5, 48 Jesús dijo a todos los creyentes: <<Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto>>. Francamente, nadie puede cumplir tal norma. Hablando humanamente, nadie <<califica>> cuando la norma es la perfección. Nadie está capacitado para estar en el reino de Dios y nadie es inherentemente digno de estar en el servicio de Dios. Todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dio. No hay justo, ni siquiera uno. Recuerde, fue la madurez de Pablo la que confesó: <<Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien>>. En Timoteo 1. 15 él dice de sí mismo que es le primero de los pecadores. 3 De modo que no hay personas intrínsecamente calificadas. Dios mismo debe salvar a los pecadores, santificarlos y luego transformarlos de descalificados en instrumentos que puede usar. Los Doce eran como el resto de nosotros; fueron seleccionados de entre los indignos y los descalificados. Eran, como Elías, hombres sujetos <<a pasiones semejantes a las nuestras>>. No alcanzaron a las más grandes alturas del servicio porque hayan sido de alguna manera diferente de nosotros. Su transformación en vasos de honra fue únicamente obra del Alfarero. Muchos cristianos se desalientan y descorazonan cuando su vida espiritual y su testimonio sufren por el pecado o los fracasos. Tenemos la tendencia de pensar que no valemos para nada, y si fuéramos dejados a nosotros mismos, ¡eso sería verdad! Pero las personas que no valen nada son precisamente la clase de gente que Dios usa, porque es la única clase de gente con la que cuenta para trabajar. Satanás tal vez puede tratar de convencernos que nuestra deficiencia nos hace inútiles para Dios y para su iglesia. Pero la elección que hizo Jesús de sus apóstoles da testimonio del hecho que Dios puede usar lo indigno y lo descalificado. Él puede usar a los don nadie. Estos doce trastornaron el mundo entero. No fue porque tuvieran talentos extraordinarios, capacidades intelectuales excepcionales, poderosas influencias políticas o alguna condición social especial. Ellos transformaron el mundo porque Dios trabajo en ellos para que lo hicieran. 4 Dios escoge a lo humilde, lo bajo, lo manso y lo débil de modo que no haya la más mínima duda sobre cuál es la fuente de poder cuando sus vidas cambien el mundo. No es el hombre; es la verdad de Dios y el poder de Dios en el hombre. Y parte de la Persona la historia de la obra de Dios en la tierra en su historia usando lo indigno y moldeándolo para usarlo de la misma manera que el alfarero moldea el barro. Los Doce no fueron la excepción. Por supuesto que los apóstoles merecen el lugar excepcional que ocupan en la historia de la redención. Por cierto que son dignos de ser considerados héroes de la fe. El libro de Apocalipsis dice que sus nombres adornaran las doce puertas de la ciudad celestial, la Nueva Jerusalén, de modo que el mismo cielo les rinde un tributo eterno. Pero tal hecho no disminuye la verdad que era tan comunes y corrientes como usted y yo. Necesitamos recordarlos no por su imagen en los vitrales sino por la forma tan humana en que la Biblia nos los presenta. Debemos sacarlos de su oscuridad del otro mudo y conocerlos como personas reales. Necesitamos pensar en ellos como hombres de carne y hueso y no como figuras exaltadas del panteón del ritualismo religioso. Sin embargo, tampoco debemos desestimar la importancia de su cargo. Después de su elección, los doce apóstoles de hecho se transformaron en los verdaderos líderes espirituales de Israel. La elite religiosa del Israel apóstata quedó simbólicamente a un lado cuando Jesús los escogió. Los apóstoles se transformaron en los primeros predicadores del nuevo pacto. Fueron los primeros a quienes se confió el evangelio cristiano. Ellos 5 representaban al verdadero Israel de Dios, un Israel genuinamente arrepentido y creyente. También legaron a ser las piedras fundamentales de la iglesia, con Jesús mismo como la piedra angular. Estas verdades son resaltadas y no disminuidas por el hecho de que estos hombres fueron tan comunes y corrientes. De nuevo esto es perfectamente consecuente con la forma en que el Señor siempre trabaja. En 1 Corintios 1.20-21, leemos: << ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación>>. Esa es la razón por la que no había filósofos, ni escritores brillantes, ni apologistas famosos, ni eminentes maestros, ni hombres que se hubieran distinguido como grandes oradores entre los que Cristo escogió. Ellos se transformaron en grandes líderes espirituales y en grandes predicadores bajo el poder del Espíritu Santo, pero no fue por habilidades oratorias innatas, capacidades de liderazgo o calificaciones academias que hubiesen tenido estos hombres. Su influencia se debe a una sola cosa: el poder del mensaje que predicaban. A un nivel humano, el evangelio era considerado un mensaje necio, y los apóstoles eran vistos como predicadores ingenuos. La elite consideraba su enseñanza de baja calidad. Los que la ofrecían eran simples pescadores y oscuros miembros de la clase trabajadora. Eran peones, 6 gente del populacho. Así los valoraban sus contemporáneos. <<Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois mucho sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles>>. <<Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte, y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia>>. Los instrumentos favoritos de Dios son los don nadie para que ningún hombre pueda jactarse en su presencia. En toras palabras, Dios escoge a quienes ÉL escoge para recibir Él la gloria. Escoge instrumentos débiles para que nadie atribuya el poder a instrumentos humanos en lugar de atribuírselo a Dios, quien ejerce autoridad sobre esos instrumentos. Tal estrategia es inaceptable para aquellos cuyo único propósito en la vida está dirigido a conseguir la gloria humana. Con la notable excepción de Judas Iscariote, estos hombres no eran así. Por cierto que, como todo ser humano caído, lucharon con el orgullo y la arrogancia. Pero la pasión de sus vidas llego a ser la gloria de Cristo y esa pasión, sometida a la influencia del Esp´riitu Santo y no una habilidad innata o un talento humano, lo que explica por qué hicieron un impacto tan indeleble en el mundo. 7