Con voto unánime el martirio “in odium fidei” del arzobispo

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San Romero
Con voto unánime el martirio “in odium fidei” del
arzobispo asesinado mientras celebraba misa
Gianni Valente / Roma
El pronunciamiento de los teólogos de la Congregación
cancela décadas de operaciones que pretendían
propagar una interpretación meramente política del
asesinato de Romero. El reconocimiento de su martirio
“in odium fidei” confirma que en El Salvador de los
escuadrones de la muerte y de la guerra civil la Iglesia
sufría persecuciones feroces por parte de personas que,
por lo menos sociológicamente, eran cristianas. El odio
desencadenado y que provocó su muerte fue cultivado
y compartido incluso por sectores de la oligarquía
acostumbrados a ir a Misa o a dar limosna y donaciones a
las instituciones eclesiásticas. Incluidas las asociaciones
de «mujeres católicas» que publicaban en los periódicos
acusaciones y mentiras fabricadas en su contra.
El “nihil obstat” de los teólogos disipa también la
cortina de humo de insinuaciones creada para acreditar
la fábula del Romero filo-guerrillero, agitador político,
infuido y sometido por el marxismo. El proceso para la
causa de beatificación (cuyo postulador es el arzobispo
Vincenzo Paglia) está confirmando con autoridad y
definitivamente lo que han repetido desde siempre los
amigos del obispo mártir: Romero, como escribió el
profesor Roberto Morozzo della Rocca, era «un sacerdote
y obispo romano, obediente a la Iglesia y al Evangelio
mediante la Tradición», llamado a desempeñar su
ministerio de pastor «en aquel extremo Occidente y
convulsivo que era la América Latina de esos años». En
donde las fuerzas militares y los escuadrones de la
muerte reprimían ferozmente a un pueblo entero según
los designios de la oligarquía. En donde los sacerdotes y
los catequistas eran asesinados y en donde era peligroso
poseer un Evangelio. En donde bastaba pedir justicia para
ser catalogado como comunista subversivo. En donde la
Iglesia era perseguida porque se negaba al papel de brazo
espiritual del poder oligárquico.
Sin embargo, después del año 2000, la causa de
Romero se había quedado paralizada, porque todas las
homilías y los escritos del obispo salvadoreño debían ser
sometidos a un atento análisis en la Congregación para la
Doctrina de la Fe, que habría verificado su ortodoxia. En
esos años, asumió un papel preponderante en la gestión
del caso Romero el cardenal colombiano Alfonso López
Trujillo, que era un influyente asesor en el ex-Santo Oficio
y que falleció en 2008.
Y así, llegaron a la Congregación para las Causas de
los Santos disposiciones que pretendían desacreditarlo.
Según algunos, llevar a Romero a los altares habría
equivalido a beatificar la Teología de la Liberación
o, incluso, los movimientos populares de inspiración
marxista y las guerrillas revolucionarias de los años
setenta. Por ello, según estos, las motivaciones del
martirio “in odium fidei” no podían ser aplicadas a su
caso. Pero habían servido para llevar a los altares en 2010
a Jerzy Popieluszko, el sacerdote de 37 años asesinado
por un comando de los servicios de seguridad en la
Polonia comunista de 1984.
Ahora parece haber llegado el momento también para
Óscar Arnulfo Romero. Solo hay que esperar. Y no habrá
que esperar mucho, si se tiene en cuenta que para la
beatificación de los mártires no se requiere la verificación
canónica de un milagro realizado por su intercesión.
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