13. Vida pública de Jesús 108. ¿Por qué Jesús manifiesta el Reino mediante signos y milagros? 547-550 y 567 «Jesús acompaña su palabra con signos y milagros para atestiguar que el Reino está presente en Él, el Mesías. Si bien cura a algunas personas, Él no ha venido para abolir todos los males de esta tierra, sino ante todo para liberarnos de la esclavitud del pecado. La expulsión de los demonios anuncia que su Cruz se alzará victoriosa sobre “el príncipe de este mundo” (Jn 12, 31)»: Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Introducción Los cristianos «hemos de meditar la historia de Cristo, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muerte y su resurrección (…). Hace falta que conozcamos bien la vida de Jesús, que la tengamos toda entera en la cabeza y en el corazón, de modo que, en cualquier momento, sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos contemplarla como en una película (…). Así nos sentiremos metidos en su vida. Porque no se trata sólo de pensar en Jesús, de representarnos aquellas escenas. Hemos de meternos de lleno en ellas, ser actores. Seguir a Cristo tan de cerca como santa María, su Madre, como los primeros doce, como las santas mujeres, como aquellas muchedumbres que se agolpaban a su alrededor. Si obramos así, si no ponemos obstáculos, las palabras de Cristo entrarán hasta el fondo del alma y nos transformarán» (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 107). Estas palabras escritas por un sacerdote santo que amó mucho a Jesucristo, nos pueden ayudar a conocer un poco mejor la vida de Cristo y así amarle cada día más. Ideas principales 1. Los misterios de la vida pública de Jesús De los muchos acontecimientos de los tres años de vida pública de Jesús se pueden destacar el bautismo en el Jordán, las tentaciones en el desierto, la predicación sobre el Reino de Dios, la transfiguración en el monte Tabor, la subida a Jerusalén, su entrada mesiánica en la Ciudad Santa y los misterios finales de la Pasión y muerte para redimir a los hombres. 2. El bautismo de Jesús en el Jordán Con el bautismo comienza la vida pública del Señor. El Precursor se resiste a bautizarle, pero Jesús insiste y Juan Bautista le bautiza. Fue el momento de la manifestación de Jesús ante el pueblo de Israel como el Mesías prometido del Antiguo Testamento y como el Hijo de Dios igual al Padre. La celebración anual del bautismo de Cristo nos recuerda nuestro bautismo. 3. Las tentaciones de Jesús en el desierto Después de ser bautizado por Juan, Jesús se retiró al desierto llevado por el Espíritu, donde fue tentado por el diablo. Sus respuestas al tentador ponen de manifiesto la identificación del Hijo con el designio de salvación querido por Dios, su Padre. La Iglesia celebra cada año la cuarentena (la Cuaresma) de Jesús en el desierto, quien venciendo con su penitencia las tentaciones del diablo nos dio ejemplo. 4. La predicación sobre el Reino de Dios Jesús vino al mundo a predicar el Reino de Dios. De esta predicación son especialmente significativos el Sermón de la Montaña y las parábolas, confirmando su misión con la santidad de vida y los milagros. Desde el comienzo de la vida pública, Jesús eligió doce apóstoles para estar con Él y asociarlos a su misión. 5. La transfiguración de Cristo en el Tabor Jesús se transfiguró en presencia de sus discípulos predilectos: Pedro, Santiago y Juan, para fortalecer la fe de los Apóstoles ante la proximidad de la Pasión. Según la tradición sucedió en el monte Tabor. 6. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén Jesús sube a Jerusalén voluntariamente, dispuesto a morir, pues sabía que allí iba a consumarse –por el sacrificio de la cruz– la salvación de los hombres. La entrada mesiánica en Jerusalén, que celebramos cada año el Domingo de Ramos, manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías –recibido en su ciudad– va a llevar a cabo con su muerte y resurrección. 7. Del Cenáculo a la Cruz «Viendo Jesús que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Juan 13, 1). Así introduce San Juan el relato de los últimos acontecimientos de la vida del Señor antes de padecer; en efecto, estos momentos revelan cuánto sufrió y hasta qué punto nos amó. Envió a dos discípulos a preparar la pascua, y Jesús con los Apóstoles se reunieron en un salón que la tradición designa como el «Cenáculo». Entonces desahogó su corazón en un largo discurso, que sirve de marco: al lavatorio de los pies, dándoles ejemplo de humildad y de servicio; al mandamiento nuevo del amor, que les confía; a la institución de la Eucaristía y del sacerdocio («Haced esto en memoria mía» (Juan 22, 19); a la promesa del Espíritu Santo; a la oración sacerdotal, que abre la perspectiva de la gloria de la Cruz, donde se restaura la gloria del Padre y se abren a los hombres las puertas del cielo. Ante tantos padecimientos –y no fue el menor la traición de Judas y las negaciones de Pedro–, Dios Padre glorificó a su Hijo con la resurrección y ascensión al cielo, donde está sentado a la derecha del Padre. 8. Conocer la vida de Jesús Cada cristiano debe conocer y reproducir en sí mismo la vida de Jesucristo; mucho le ayudará el leer y meditar la Sagrada Escritura, de donde sacará continuas lecciones para el seguimiento de Jesús, que nos marca el camino de la santidad en la vida ordinaria de la familia y del trabajo. Propósitos de vida cristiana Lee todos los días algún pasaje del Evangelio sobre la vida de Jesús, meditándolo. Jesús es nuestro modelo en todo; imita la vida de Cristo en tus relaciones con los demás hombres.