TEORÍA DEL ESTADO 1 1 Extractos del material elaborado por Edson Berríos Llanco para el curso de Teoría del Estado y Gobernabilidad Democrática de la Maestría en Gestión Pública de la Universidad de San Martín de Porres y EUCIM Índice Unidad I: Teoría del Estado 1.1 1.1.1 1.1.2 Las formas de Estado y las formas de gobierno…………………….…. Las formas de Estado. El Estado unitario y el Estado complejo……………… Las formas de gobierno. Tipología clásica y moderna…………………………….. 1.2 1.2.1 1.2.2 1.2.3 1.2.4 1.2.5 1.2.6 Los regímenes políticos………………………………………………………… Gobiernos de asamblea……………………………………………………………………………. El gobierno directorial………………………………………………………………………….……. El gobierno parlamentario…………………………………………………………………….…… El régimen presidencial clásico…………………………………………………………………. El gobierno semipresidencial……………………………………………………………………. El presidencialismo en Latinoamérica………………………………………………………. 1.3 1.3.1 1.3.2 1.3.3 1.3.4 El Estado y gobierno en el Perú…………………………………………….. El Estado unitario descentralizado……………………………………………………………. Los poderes del Estado……………………………………………………………………………… Los órganos constitucionalmente autónomos…………………………………………… El sistema judicial…………………………………………………………………………………….. Unidad I Teoría del Estado Resumen En esta unidad se desarrolla un aspecto muy importante, y que en la doctrina constitucional se denomina Teoría del Estado. Revisamos las formas de Estado que presenta la historia de la humanidad, así como las formas de gobierno que se han dado en los Estados. Asimismo, desarrollaremos los sistemas o regímenes políticos que los gobiernos de los Estados han ido adoptando con el transcurrir de los años. En ese sentido, explicaremos las formas de Estado y las formas de gobierno. Los sistemas o regímenes políticos guardan una relación muy estrecha entre sí, toda vez que determinada forma de Estado trae consigo una determinada forma de gobierno. La comprensión adecuada de esta unidad nos permitirá evaluar con mejores herramientas doctrinarias la forma de Estado y la forma de gobierno que adopta nuestro país, así como analizar nuestro régimen político a la luz del contexto mundial. 1.1 Las formas de Estado y las formas de gobierno 1.1.1. Las formas de Estado. El Estado unitario y el Estado complejo En este punto tenemos como objetivo distinguir e identificar las posturas para organizar el territorio. Recordemos que los elementos clásicos del Estado son: el territorio, el pueblo y el gobierno. Por ello, debemos entender las formas de Estado, y la relación que tiene un determinado Estado con uno de los elementos, como el territorio, el cual describe la actividad estatal con referencia al espacio. Formalmente existen tres grandes tipos de Estado: el Estado unitario, el Estado federal y la Confederación; aunque los dos primeros son los más comunes2: Estado unitario: Este Estado se caracteriza por ser indivisible, tener un único ordenamiento constitucional y sólo un poder constituyente que ejerce la soberanía popular, a nombre de la nación. El Estado unitario sería el prototipo de Estado-Nación. Cabe señalar que el Estado unitario puede tener una estructura centralizada, o convivir con organismos territoriales autónomos, cada cual, con cierta autonomía normativa, lo que nos llevaría a un Estado descentralizado. 2 PLANAS, Pedro. “Cómo organizar el territorio”. En: La Descentralización en el Perú Republicano. Lima, Municipalidad Metropolitana de Lima, 1998, Pág. 19 – 25. 1 Estado federal: Este Estado se organiza como una suma de estados o de entidades políticas previamente existentes. El Estado federal tiene dos ordenamientos constitucionales simultáneos, que se encuentran deslindados en la Constitución de la Unión. El Estado federal aparecería como una sumatoria de sus estados miembros. La principal característica del Estado federal es la existencia de estados, provincias o cantones, provistos de autonomía constitucional, cada cual con su constitución estatal o provincial, con su trilogía de poderes y con su capacidad de organizar y dictar su ordenamiento jurídico interior, con una única limitación: que no contradiga el ordenamiento general federal. Por lo tanto, dentro de un Estado federal, la provincia o estado miembro también tiene su Poder Ejecutivo, su Poder Legislativo y su Poder Judicial. Por esta razón, el ciudadano del Estado federal está vinculado a estos ordenamientos jurídicos, uno que le afecta como integrante de la unión, y otro que lo afecta sólo como integrante del estado miembro. La confederación de estados: Es la unión de estados soberanos que mantienen su soberanía, aun después de integrados. En la confederación, los estados que la conforman conservan su soberanía, por lo que la integración se produce mediante un tratado internacional, sujeta a las normas del Derecho Internacional Público, y que pueden ser objeto de rescisión unilateral, si así lo ha previsto el propio tratado; como el Estado es soberano, puede separarse de la Confederación, en ejercicio de su soberanía. En cambio, en el Estado federal la separación es imposible; los miembros pertenecen de por vida al Estado federal, a través de la Constitución de la Unión, y en la cual es norma de derecho interno: que los Estados miembros no puedan alterar ni tergiversar la Constitución, ni la legislación federal. 1.1.2. Las formas de gobierno. Tipología clásica y moderna Las formas de gobierno están vinculadas con la titularidad y la forma como se maneja el aparato del Estado. Pueden clasificarse en dos formas: Forma clásica: Fue Aristóteles quien hizo una primera clasificación de las formas de gobierno, haciendo una repartición triple entre monarquía (gobierno de uno), aristocracia (gobiernos de pocos) y democracia. Esta clasificación perdió vigencia. Actualmente, la forma clásica comprende la monarquía, que se caracteriza por la sucesión, y la república, que se caracteriza por la elección. En tal sentido, la clásica está vinculada al titular o titulares del poder. Forma moderna: Esta forma comprende los sistemas políticos y los regímenes políticos3. a) Sistemas políticos: Conjunto de principios relacionados a la forma en que está distribuido el poder político. Existe una relación entre la ideología política y las instituciones políticas que derivan de 3 GARCIA TOMA, Víctor. “Formas de Gobierno y Formas de Estado”. En: Teoría del Estado y Derecho Constitucional. Lima, Fondo de Desarrollo Editorial de la Universidad de Lima, 1999, Pág.161 y ss. 2 ésta. Son: gobierno absolutista, liberal, socialista, marxista, fascista y social de derecho. b) Regímenes políticos: Se establece la relación del ejercicio del poder político entre el Ejecutivo y el Legislativo. Se puede advertir la preponderancia de un órgano estatal dentro de la estructura del Estado. Las formas de gobiernos son seis: Gobierno de asamblea, directorial, parlamentario, presidencial, semipresidencial o compuesto. 1.2 Los regímenes políticos Gobiernos de asamblea4: 1.2.1. En este tipo de gobierno se ejerce simultáneamente las funciones ejecutivas y legislativas, a través de una asamblea parlamentaria, donde se concentra el poder político. La asamblea tiene supremacía sobre el resto de los órganos del Estado. Así mismo, la asamblea parlamentaria elige a una directiva o comité de delegados por necesidades técnicas, a fin de que puedan desempeñarse como representantes protocolares de dicha asamblea y ejecuten las funciones para administrar el Estado. La directiva es conformada por miembros de la propia asamblea, quienes pueden ser obligados a dimitir de sus cargos o revocados por mandato, pues esta delegación es únicamente técnica y no confiere poder en sí misma. Finalmente, debemos precisar que en el gobierno de la asamblea está concentrado todo el poder político, ya que no hay separación entre el órgano legislativo y ejecutivo. Sin embargo, está sometido totalmente a la voluntad del pueblo, quien es el único que detenta la soberanía, a través del mandato imperativo del referéndum o iniciativa popular, y es quien dirige el gobierno del país. 1.2.2. El gobierno directorial5. En esta modalidad, al igual que el caso anterior de gobierno de asamblea, se produce la coalición de poderes. El ente parlamentario designa entre sus miembros a un directorio o junta, para que ejerzan las funciones ejecutivas de administración del Estado. Sin embargo, a diferencia del gobierno de la asamblea, los miembros del órgano directorial no pueden ser revocados en sus mandatos ni obligados a dimitir de sus cargos, a pesar de haber sido elegidos por el Parlamento, y no por una elección popular directa. Los miembros del órgano directoral no tienen iniciativa legislativa y derecho al veto; son objeto de control parlamentario, a través de informes anuales de gestión, y una intrínseca supervisión de su labor gubernamental a través de observaciones y preguntas, similares a las mociones o interpelaciones. Por 4 5 Ibidem, Pág. 178 - 181. Ibidem, Pág. 182 -184 3 ello, el Parlamento puede declararle un voto de desconfianza, obligando a los miembros del Directorio a variar su orientación política, en el sentido de la voluntad parlamentaria. 1.2.3. El gobierno parlamentario Este régimen nace en Europa, y como refiere Domingo García Belaunde6, el régimen parlamentario consiste en trasladar al Parlamento o sede legislativa, el poder decisorio y central de la administración del Estado, originándose una integración política entre Poder Ejecutivo y Legislativo, y donde la marcha del Estado será producto de una colaboración recíproca entre ambos órganos. Sin embargo, no todo régimen, donde existe un parlamento, es un régimen parlamentario, ni siquiera lo es un régimen en que el Parlamento tiene poderes reales que le permitan servir de contrapeso al Gobierno (como es el caso de un régimen presidencial donde el parlamento a menudo es más poderoso que en los regímenes parlamentarios). Se llama parlamentario a un gobierno cuando un régimen esta dividido en dos elementos, uno de los cuales es el “Gabinete” o Gobierno y el otro es el Parlamento. Por su parte, según Duverger7, existen tres elementos en un régimen parlamentario: El Ejecutivo dualista.- Se llama Ejecutivo dualista a la organización gubernamental donde se encuentra frente a frente un Jefe de Estado y un Gabinete ministerial (o “Gobierno”), el cual es integrado por ministros y bajo la presidencia de uno de ellos, en calidad de Jefe de Gobierno. El Jefe de Estado representa a la nación, promulga leyes, firma los decretos, ratifica los tratados, nombra al Primer Ministro, y al Gabinete, así como eventualmente formula la disolución del Parlamento. Sin embargo, todos estos poderes los ejerce de manera simbólica, ya que las decisiones no son tomadas por él, sino por el Gabinete. Si no está de acuerdo con el Gobierno, puede someterse o dimitir, pero la dimisión de un Jefe de Estado es un acto grave; su aplicación es excepcional. En cambio, el Gabinete, llamado también “Ministerio” o “Gobierno”, asume las funciones gubernamentales. El Gabinete es un órgano colectivo, conformado por ministros, los cuales adoptan decisiones en conjunto. Quien preside el Gabinete es el Jefe de Gobierno, que es diferente del Jefe de Estado. El Jefe de Gobierno, llamado en muchos países Primer Ministro, Presidente del Consejo o Canciller es quien escoge a los demás miembros del gabinete. El Jefe de Estado debe dar su consentimiento a dichos miembros, sin embargo, dicha aceptación es sólo una formalidad. Así mismo, el Jefe de Gobierno preside las reuniones del Gabinete que se efectúan sin la presencia del Jefe de Estado; dichas reuniones se 6 GARCIA BELAUNDE, Domingo. “Formas de Gobierno en la Constitución Peruana.” En: La Constitución en el Péndulo. Arequipa, Universidad Nacional de San Agustín, 1996, Pág. 74 – 76. 7 DUVERGER, Maurice. “Las relaciones Parlamento – Gobierno” En: Instituciones Políticas y Derecho Constitucional. Barcelona, Ediciones Ariel, 1970. Pág. 197 – 219. 4 llaman Consejos de Gabinete. Por último, es él quien representa a todo el Gabinete en las asambleas. La responsabilidad política del Gabinete ante el Parlamento.- Esto significa que el Parlamento puede obligar al Gabinete a dimitir por un voto de desconfianza. La responsabilidad política se refiere a una especie de revocación de los miembros del Gabinete por las Asambleas; éstas emiten un voto de desconfianza, donde los ministros deben retirarse. Cabe señalar que no todo voto hostil del Parlamento significa responsabilidad política del Gabinete, sino solamente los que se refieren a la “cuestión de confianza”, propuestas expresamente por el Gobierno. Por lo tanto, la responsabilidad política del Gobierno ante el Parlamento, señalada anteriormente, constituye el elemento esencial del régimen parlamentario, aún cuando no existan los otros dos elementos (por ejemplo: el dualismo), basta éste para que haya un régimen parlamentario. Así mismo, la responsabilidad política es colectiva; el Gabinete es alcanzado por el voto de desconfianza del Parlamento. Si sólo es atacado un ministro, normalmente todo el Gabinete se solidariza con él (principio de la solidaridad ministerial). Sin embargo, a veces ocurre que el Jefe de Gobierno no se solidariza con un ministro, cuando el voto de desconfianza ha sido emitido por actos personales del ministro. Es importante señalar que la responsabilidad política del Gabinete ante el parlamento no sólo implica que éste pueda obligar a los miembros a dimitir colectivamente; sino también, conlleva a que el Parlamento participe en la investidura del nuevo gabinete. El derecho de disolución del Parlamento.- En el régimen parlamentario, generalmente, el Gobierno tiene el derecho de disolver al Parlamento o a una de las dos cámaras, en caso existiera el bicameralismo. En este caso, la cámara afecta a ser disuelta será la que fue elegida por sufragio universal directo, y ante el cual el Gabinete es responsable, en los términos señalados en el punto anterior. No obstante, aunque el derecho a disolver el Parlamento no exista o sea una práctica en desuso, siempre será un régimen parlamentario desde el momento que el Gabinete o Gobierno sea responsable ante el Parlamento. Así mismo, este derecho es una pieza maestra del parlamentarismo, pues permite que haya un contrapeso de la influencia del mismo, que ejerce sobre los ministros por medio de la responsabilidad política. Sin la disolución, el gabinete se encontraría desarmado ante un Parlamento que podría derribarlo a su gusto. Consecuentemente, la disolución tiene como fin reestablecer el equilibrio de poderes, pues ante un voto de desconfianza de la cámara, el Gabinete puede pronunciar la disolución del Parlamento, y será el 5 pueblo quien decidirá el conflicto mediante elecciones generales, convirtiéndose éste en la piedra angular del régimen parlamentario. Sin embargo, cabe señalar que la actuación de los partidos políticos modificaría profundamente las relaciones entre el Parlamento y el Gabinete. 1.2.4. El régimen presidencial clásico El sistema político de los Estados Unidos constituye el régimen presidencial clásico. Al respecto, Maurice Duverger refiere que el régimen presidencial se distingue del parlamentario en tres puntos esenciales: El Ejecutivo no está dividido en dos elementos separados, Jefe de Estado y Gabinete, que a su vez está bajo la autoridad del Jefe de Gobierno, sino que en el régimen presidencial, el Presidente es a la vez Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, y ejerce efectivamente ambos poderes. Los ministros no tienen autoridad política propia, son dirigentes administrativos de sus departamentos ministeriales y son consejeros y colaboradores del Presidente en el plano gubernamental. Por tanto, en el régimen presidencial, los ministros, en conjunto, no forman un órgano colectivo y no existe un consejo de Ministros donde las decisiones se toman en conjunto. Es decir, cuando el Presidente se reúne con todos sus ministros, llamados “secretarios”, es solamente para recibir su opinión, pues la decisión sólo le pertenece a él. El Presidente (Jefe único de Estado y de Gobierno) es elegido por toda la nación, por medio del sufragio universal directo. La forma de elección otorga al Presidente una gran autoridad. Le coloca a la misma altura que el Parlamento, puesto que uno y otro emana del la voluntad popular; pero con la diferencia que la representación parlamentaria está desperdigada entre un grupo de individuos, elegido cada uno por una fracción del cuerpo electoral, en el marco local. La representación presidencial, por el contrario, está concentrada en las manos de un solo hombre, elegido por el conjunto electoral, en el marco nacional. El Presidente y el Parlamento son independientes uno de otro; están separados de una forma rigurosa, dándose origen a la separación de poderes de forma rígida, una característica del régimen presidencial. Los elementos principales de esta independencia son: Primero, que el parlamento no puede interrumpir al Gobierno presidencial con un voto de desconfianza, como en el régimen parlamentario. Segundo, que el presidente no puede disolver el Parlamento. Por ello, están condenados a convivir sin poder separarse, lo que produce en el Gobierno Presidencial una seguridad, aún cuando no reúna una mayoría parlamentaria. No obstante, también priva al Gobierno de medios de presión eficaces sobre el Parlamento, pues si bien es un medio de acción, a través del partido político que es más o menos líder, si el partido es mayoritario; también puede suceder que el partido político del Presidente sea minoritario. 1.2.5. El gobierno semipresidencial 6 Llamado también presidencialismo, constituye una aplicación deformada del régimen presidencial clásico, porque existe un debilitamiento de los poderes del Parlamento y un incremento de los poderes del Presidente. Se desarrolla, sobre todo, en países latinoamericanos que han transportado instituciones constitucionales de Estados Unidos a una sociedad diferente. En este modelo aparecen yuxtapuestos elementos sustanciales del Gobierno Parlamentario y el Presidencial: Instituciones del gobierno parlamentario: Un Ejecutivo dividido entre un Jefe de Estado y un Gabinete, y que tiene a su cabeza un jefe de Gobierno. Responsabilidad política del Gabinete ante el Parlamento, que implica la dimisión en el cargo ministerial, como consecuencia de un voto de censura o de desconfianza. Así mismo, el Ejecutivo tiene el derecho de disolver el Parlamento, lo que le concede una influencia sobre él. Instituciones del gobierno presidencial: Elección del Jefe de Estado, denominado Presidente de la República, mediante sufragio universal y directo, con la que obtiene legitimidad democrática. El régimen semipresidencial tiene más de régimen parlamentario que de régimen presidencial, pues se encuentran los elementos fundamentales del parlamentarismo. No obstante, la diferencia esencial se refiere a la elección del Jefe de Estado, ya que en vez de tratarse de un monarca hereditario o de un Presidente elegido por los parlamentarios, se trata de un Presidente elegido por sufragio universal. El Presidente de la República tiene mayores prerrogativas jurídicas que un Jefe de Estado parlamentario; el ser elegido por sufragio universal convierte al Jefe de Estado en un representante del pueblo, y lo posiciona al mismo nivel que el Parlamento, por encima del Primer Ministro y la cartera ministerial. La situación se invierte si el Presidente de la República es elegido por el pueblo, tiene la misma calidad de representante popular, puede ejercer efectivamente sus Poderes Constitucionales y convertirse en el órgano esencial del Gobierno. En el régimen parlamentario clásico, el Jefe de Estado está más lejos de la soberanía popular que el Primer ministro, teniendo menos calidad como representante de la nación. Por ello, el Jefe de Estado parlamentario desempeña un papel de naturaleza simbólica, más que una autoridad gubernamental; y ejerce los poderes nominales que la Constitución le atribuye. 7 1.2.6. El presidencialismo en Latinoamérica8. Llegada la república en Latinoamérica, se adoptó la práctica de sistemas de Gobierno de corte presidencial. Pese a ello, este intento nos llevó a resultados distintos al modelo que queríamos imitar (los Estados Unidos de Norteamérica), y generó un sistema político diferente al mencionado; dicho sistema es el conocido “presidencialismo Latinoamericano”, el cual tiene las siguientes características: Fortalecimiento excesivo y descontrolado del Poder Ejecutivo. Sobre todo del Presidente de la República, que al igual que el Presidente de Estados Unidos, es a la vez Jefe de Estado y Jefe de Gobierno. Los presidentes de las diferentes repúblicas en América Latina, quienes son elegidos directamente por la ciudadanía, poseen atribuciones que no le son formalmente otorgadas al Presidente de los Estados Unidos; atribuciones tales como: El reconocimiento de la iniciativa legislativa directa, la posibilidad del veto parcial de las normas, la facultad poco controlada de legislar y el frecuente uso o abuso de medidas de carácter excepcional en materias económicas y/o sociales (medidas que se alejan de carácter coyuntural para volverse permanentes). Debilidad en la configuración del rol y atribuciones propias de la institución parlamentaria, la cual se conoce como el Congreso. A los congresos se les reconocen atribuciones de tipo controlador, las cuales han sido tomadas de un contexto más bien propio del parlamentarismo, pero en los hechos, estas atribuciones han servido para afianzar el descrédito de los parlamentos latinoamericanos y de quienes lo integran. Así mismo, no existe mucho interés en fortalecer la vinculación entre congresistas y la ciudadanía, a la cual éstos dicen representar, lo que ha debilitado enormemente el rol de los congresos como instancias de legitimación del régimen político existente en cada país; una labor importante que les compete desarrollar. Falta de autonomía de la judicatura en la realización de las labores que le son propias. Esta falta de autonomía no se ha podido revertir, ni siquiera en situaciones delicadas como el control de constitucionalidad de las leyes y las demás normas, que tienen fuerza de ley; ni siquiera en países que tienen un Tribunal Constitucional. En los hechos, el Poder Judicial está actuando como instancia especializada en la resolución de conflictos, cuyo quehacer está supeditado a las orientaciones, hasta en algunos casos imposiciones, dadas fundamentalmente por el gobierno; pero también en algunos aspectos puntuales por ciertos sectores de los congresos. 8 ESPINOSA–SALDAÑA BARRERA, Eloy. “Notas acerca de la evolución del presidencialismo latinoamericano a la luz de lo ocurrido en el caso peruano sobre el particular”. Europa del Este – América Latina. Estatuto del Individuo y sistema de gobierno. Primer encuentro de constitucionalistas de América Latina y Europa del Este. Wroclaw. Universidad de Wroclaw, 2002. Pág. 321 -325. 8 Tendencia a una centralización en el ejercicio del poder y, por ende, mediatización de cualquier alternativa de corte centralista. En la mayoría de países latinoamericanos se ha adoptado una posición de la gestión pública, donde la mayor parte de las decisiones son tomadas por el gobierno central, dejándose a las instancias descentralizadas (si es que éstas existen) una actuación residual. Luego de observar los elementos más distintivos del presidencialismo latinoamericano, encontramos una deformación de los rasgos considerados esenciales para tener un régimen presidencial norteamericano. Esto nos puede dar una idea de las múltiples dificultades existentes en Latinoamérica para configurar verdaderos Estados de Derecho; entre ellas, la acumulación de poder en la figura del Presidente de la República, desproporcionada, y muchas veces, hasta incontrolable. Si bien, el fortalecimiento de la posición presidencial fue necesario, en un primer momento de la conformación de las nacientes repúblicas Latinoamericanas (pues se necesitaba un liderazgo unificado para hacer frente a aspiraciones externas que querían acabar los procesos independentistas), lamentablemente, se convirtieron luego en un pretexto para que caudillos con posiciones ideológicas tan diversos, como débiles llegaran al poder, únicamente, para satisfacer sus interés personales y los de su entorno más cercano; usando como estrategias, en el mejor de los casos, prácticas populistas. 1.3 El Estado y gobierno en el Perú 1.3.1. El Estado unitario descentralizado 1.3.1.1. Análisis normativo Nuestra Constitución política establece, en su artículo Nº 43, que la República del Perú es democrática, social, independiente y soberana. A su vez, indica que el Estado es uno e indivisible; definiéndose a su gobierno como unitario, representativo, descentralizado y que se organiza según el principio de separación de poderes. De otro lado, el artículo Nº 189 establece que el territorio de la República está integrado por regiones, departamentos, provincias y distritos, en cuyas circunscripciones se constituye y organiza el gobierno a nivel nacional, regional y local; en los términos que establece la Constitución y la ley, preservando la unidad e integridad del Estado y de la nación. Finalmente, el artículo Nº 188 precisa que la descentralización es una forma de organización democrática, y constituye una política permanente del Estado de carácter obligatorio, que tiene como objetivo fundamental el desarrollo integral del país. De esta manera, en la lectura de los artículos mencionados, podemos señalar que el Estado peruano ha adoptado una estructura constitucional que por un lado señala que el gobierno es unitario, representativo y 9 descentralizado; y por otro lado, que el gobierno unitario se ejerce de manera descentralizada y desconcentrada, a través de las municipalidades y las regiones. Esta forma política implica que el Estado es unitario, en la medida que es único e indivisible, de tal forma que la unidad estatal constituye el fundamento de la organización y marcha de la estructura del Estado peruano. De igual modo, estamos frente a un Estado representativo, siempre que la democracia representativa permita la conjugación armónica del principio político de soberanía popular con la deliberación, y con ello, se permitirá atender las distintas necesidades de la población. Por último, de los artículos señalados se desprende que el Estado peruano adopta la descentralización como una forma de organización democrática, y establece que ésta debe constituir una política permanente de Estado, de carácter obligatorio. Todo ello, con el objetivo fundamental de propiciar un desarrollo integral del país9. A partir de ello, el Estado no puede concebirse como un Estado “unitario descentralizado”, es decir, como uno en el que la descentralización sólo refleja una proyección administrativa de un único ordenamiento jurídico a ejecutar. Se trata, por el contrario, de un Estado “unitario y descentralizado”; esto es, un Estado en el que la descentralización, al alcanzar una manifestación político–normativa, acepta la convivencia de subsistemas normativos (nacional, regional y local). Al respecto, nuestro Tribunal Constitucional10 ha señalado que: “Un análisis conjunto de las referidas disposiciones permite sostener que el Estado peruano no es “unitario descentralizado”, sino “unitario y descentralizado”. La diferencia entre uno y otro caso no es un simple juego de palabras (…)”. Un Estado “unitario descentralizado” es meramente un Estado unitario complejo, es decir, aquel en el que la descentralización solamente se presenta en un ámbito administrativo, mas no en un ámbito político. En dichos Estados, las entidades descentralizadas no gozan de verdadera autonomía, pues si bien tienen importantes potestades reglamentarias y ejecutivas, éstas finalmente reducen su cometido a la ejecución de las leyes estatales. Sin embargo, nuestra Constitución no sólo ha conferido a los gobiernos descentralizados (regiones y municipios) autonomía administrativa, sino también económica, y lo que es más importante, autonomía política”. Por lo expuesto, debemos señalar que el carácter descentralizado del Estado peruano no es incompatible con la configuración de Estado unitario, desde el momento que, si bien ella supone el establecimiento de órganos de poder territorialmente delimitados, a los cuales se les dota de 9 FRIZ BURGA, Johnny Zas. “De la Descentralización”. En La Constitución Comentada, Tomo II, Editorial Gaceta Jurídica, pág. 954 y ss. 10 Fundamento Nº 38 de su sentencia recaída en el expediente Nº 0020 y 0021-2005-AI. 10 autonomía política, económica y administrativa; no obstante, el ejercicio de éste debe realizarse dentro de lo previsto por la Constitución y las leyes, marco que regula el reparto que competa a los gobiernos regionales y municipales11. 1.3.1.2. Implicancias de la descentralización Como ya lo hemos mencionado, la descentralización es una forma de organización democrática, y en nuestro país constituye una política permanente de Estado, que debe concretarse a través de un proceso. Dicho proceso se realiza por etapas, en forma progresiva y ordenada, conforme a criterios que permitan una adecuada asignación de competencias y la transferencia de recursos del gobierno nacional, hacia los gobiernos regionales y locales. En ese sentido, la descentralización no sólo es un instrumento democratizador del poder y una garantía para la libertad, sino que, además, puede suponer una mejora técnica de organización para resolver los asuntos públicos12. Ahora bien, siguiendo lo sostenido por Prelot13, podemos señalar que la descentralización presenta las siguientes características14: Una pluralidad de órganos de decisión y de centros particulares de intereses, es decir, la efectiva desconcentración de poder, permitiendo que entidades locales y regionales adopten decisiones propias. Una dirección de estas instituciones por autoridades propias, de carácter dependiente o semi-independiente (reflejado con frecuencia en el modo de su designación). Una sujeción de estas autoridades a un control cualificado (tutela). De otro lado, el desarrollo de la descentralización requiere de un conjunto de normas que hagan posible su concretización. En nuestro país, con la finalidad de consolidar un verdadero proceso de descentralización, se publicó con fecha 20 de julio de 2002, la Ley Nº 27783. Esta es la Ley de Bases de la Descentralización, a través de la cual se desarrolló el Capítulo XIV “De la Descentralización” de la constitución política; estableciendo de forma general: la finalidad, los principios, objetivos y criterios generales del proceso de descentralización, regulando la conformación de las regiones y municipalidades, fijando las competencias de los tres niveles de gobierno, determinando los bienes y recursos de los gobiernos 11 Fundamento Nº 34 y ss, de la sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el expediente Nº 0020 y 0021-2005AI. 12 PEDRO DE VEGA, Poder Constituyente y regionalismo, en Federalismo y Regionalismo, Gurmesindo Trujillo (editor), Madrid, 1979, pág. 354. 13 Prélot, M. Institutions Politiques et Droit Constitutionnel, Paris, 1972, p. 241. Citado por: Ferrando Badía, Juan. El Estado unitario, el Estado federal y el Estado regional. Madrid: Tecnos, 1978, p. 46. 14 Estas mismas características han sido recogidas por el Tribunal Constitucional en el Fundamento Nº 36 de su sentencia recaída en el expediente Nº 0020 y 0021-2005-AI. 11 regionales y locales, y regulando las relaciones de gobierno en sus distintos niveles. El artículo Nº 3 de la citada ley señala que la descentralización tiene como finalidad el desarrollo integral, armónico y sostenible del país; mediante la separación de competencias y funciones, y el equilibrado ejercicio del poder en los tres niveles de gobierno, en beneficio de la población. Así mismo, los principios generales en los que se sustenta la descentralización son: la permanencia, el dinamismo, la irreversibilidad, el carácter democrático del proceso, la integralidad, la subsidiariedad y la gradualidad. La permanencia se da, en tanto se asuma que no concluirá, y que su desarrollo será un constitutivo de la futura organización estatal peruana. La continuidad del proceso implica la acción dinámica de los tres niveles de gobierno: nacional, intermedio y local, con la participación de la sociedad civil, residiendo aquí la integralidad del proceso de descentralización. Se menciona el carácter democrático porque constituye un proceso de distribución territorial del poder. La irreversibilidad podría verse como ambiciosa, no obstante, ello se explica por la presencia de diversas experiencias de descentralización fallidas, a lo largo de nuestra historia republicana y que no se desea repetir. Por último, en cuanto a la subsidiaridad, ésta debe ser entendida como aquel principio por el cual el gobierno más cercano a la población es el más idóneo para ejercer la competencia o función. Es unánimemente aceptado que las actividades de gobierno, en sus distintos niveles, alcancen mayor eficiencia, efectividad y control de la población, si se efectúan descentralizadamente. Por su parte, el Tribunal Constitucional15 señala que la subsidiariedad debe ser entendida como la relación existente entre un ordenamiento mayor (que puede ser una organización nacional o central) y un ordenamiento menor (que pueden ser las organizaciones locales o regionales), según la cual el primero de ellos sólo puede intervenir en los ámbitos que no son de competencia del ordenamiento menor. En todo caso, el principio de subsidiariedad constituye un elemento de vital importancia para el Estado democrático de derecho, ubicándose entre la esfera de la descentralización institucional y la autonomía, en cuanto al principio que inspira un proceso de socialización de los poderes públicos. 1.3.1.3. La descentralización y la autonomía 15 En su sentencia recaída en el expediente Nº 00008-2003-AI/TC y reiterada en el Fundamento 13º de la sentencia recaída en el expediente Nº 00013-2003-AI/TC. 12 En este punto queremos resaltar que la descentralización se sustenta en un instituto jurídico fundamental como la autonomía; la misma que no supone la subordinación municipal al gobierno central, sino que mantiene relaciones de coordinación. Al respecto, como lo desarrollaremos más adelante, la autonomía es la capacidad de autogobierno para desenvolverse con libertad y discreción; sin embargo, dicha capacidad debe ser ejercida dentro del marco constitucional y legal, es decir, las competencias y funciones específicas municipales deben cumplirse en armonía con las políticas y planes nacionales, regionales y locales de desarrollo. La conexión directa de la autonomía de las políticas y, en concreto, de las locales con el orden nuclear constitucional, queda establecida de esa manera porque contribuye a la traducción en el plano de su ser organizativo y en la doble condición social y democrática del Estado, siempre que la primera demande la articulación de un poder público activo, en la realización del orden constitucional y, por tanto, en la continua transformación de las condiciones socioeconómicas; desde la perspectiva del valor superior de la igualdad, así como la superación de la separación rígida entre el Estado y sociedad. La segunda requiere la legitimación democrática del poder, desde el valor del pluralismo, tanto político-social, como territorial. Es decir, la apertura a la alternancia en dicho poder, y a la diversidad de opciones, también según la perspectiva territorial16. Sobre el particular, en la doctrina comparada, hemos advertido que la Corte Constitucional Colombiana17 ha manifestado que “(…) la autonomía es un elemento sustancial de la organización del Estado Colombiano, y tiene su especificidad frente a la descentralización. Por ello, la autonomía de las entidades territoriales se distingue de la descentralización territorial. Mientras que la descentralización se refiere al contenido material, a las competencias y recursos asignados por la Constitución, y la ley a los entes territoriales; la autonomía consiste en el margen de capacidad de gestión que el constituyente y el legislador garantizan a las entidades territoriales para que planeen, programen, dirijan, organicen, ejecuten, coordinen y controlen sus actividades, en aras del cumplimiento de las funciones y fines del Estado”. Así mismo, considera que “la autonomía es una consecuencia sine qua non de la descentralización, aunque no es exclusiva de ésta. No es previsible un régimen de descentralización como forma de organización política de un Estado, en donde no haya autonomía de los entes territoriales”. En ese sentido, denotamos una interrelación necesaria y fundamental entre descentralización y autonomía, haciéndose imposible la existencia de una de ellas ante la falta de la otra. 1.3.2 Los poderes del Estado 16 PAREJO ALFONSO, Luciano. “La autonomía local en la Constitución”. En Tratado de Derecho Municipal, Tomo I. Pág.41. 17 En su sentencia recaída en el expediente STNº 1258-2001. 13 1.3.2.1. El Poder Ejecutivo Todo Estado tiene en su sistema político como característica esencial; mecanismos a través del cual se lleva a cabo la dirección de la comunidad y el ejercicio del dominio. A continuación, examinaremos la titularidad del Poder Ejecutivo, asentada básicamente en dos instituciones gubernamentales: El Presidente de la República y el Consejo de Ministros. El Presidente de la República18 En nuestro régimen el Presidente es, a la vez, Jefe de Estado y Jefe de Gobierno en una República. Así como también es Jefe de las Fuerzas Armadas. La forma de Gobierno que prevé la Constitución Peruana de 1993 es la misma que la de la Constitución de 1979. Se adopta una forma mixta entre el presidencialismo y el parlamentarismo puros; nos rige, pues, lo que se conoce como un presidencialismo controlado, atenuado o, como dice Delgado Guembes, un parlamentarismo presidencial. Nuestra forma de Gobierno tiene marcados aspectos afines al régimen presidencial, como también otros que son afines al Parlamentarismo, lo que conlleva a que la forma de Gobierno que rige en el Perú no puede encuadrarse, teóricamente, en ningún de las dos. Sin embargo, tiene rasgos del régimen Presidencial que le imponen el sello distintivo, más allá de si dicho régimen presidencial resulta atenuado, en el plano constitucional. Asimismo, precisa Delgado Guembes, que las notas características de nuestra forma de gobierno son las siguientes: a) La capacidad del Presidente de la República para dirigir la política general del gobierno, aun cuando es políticamente irresponsable ante el Parlamento. b) La facultad del Presidente de la Republica para nombrar, tanto como para remover al Presidente del Consejo de Ministros, así como a los demás miembros del gabinete, a propuesta y en acuerdo con el Presidente del Consejo de Ministros. c) La incompatibilidad esencial entre el mandato parlamentario y la permanencia del gabinete, o hasta con el Vicepresidente de la República. d) La competencia del Parlamento para otorgar, así como para remover o negar confianza. e) La facultad del Presidente de la República para disolver el Parlamento. 18 CASTILLO FREYRE, Mario. “Presidente de la República”. En: La Constitución comentada. Gaceta Jurídica. Lima. 2005. Pág. 268- 272. 14 f) El rol arbitral del electorado para dirimir en caso de confrontación entre el Parlamento y el Gobierno, de modo que determine la disolución del Parlamento. Como lo señalamos en un inicio, de acuerdo a nuestra Constitución, el Presidente de la República, quien además de ser Jefe de Estado es Jefe de Gobierno, no sólo representa, sino también personifica a la nación. Esta concepción demuestra, de manera evidente, de qué forma está presente en la idiosincrasia de la sociedad peruana la importancia y preponderancia de la figura del Presidente de la República. El problema deviene cuando hay una deformación de cómo debe entenderse ese “personificar a la Nación”, situación que muchas veces degenera en visos autoritarios, propios de la Francia de Luis XIV (“El Estado soy yo”). Para finalizar, mencionaremos que los requisitos para postular al cargo del Presidente de la República son bastante flexibles. El candidato debe cumplir simplemente con tres requerimientos para ser considerado apto para postular a la Presidencia de la República: ser mayor de 35 años, ser peruano de nacimiento y tener derecho al sufragio. El Consejo de Ministros Como señalamos en el punto anterior, en el Perú, el Presidente de la República puede ejercer la Jefatura del estado y la Jefatura de Gobierno. Sin embargo, para cumplir y realizar estas funciones cuenta con la colaboración de la institución prevista en el artículo constitucional Nº 121: El Consejo de Ministros. Asimismo, la misma que se encuentra sometida al control del Presidente de la República. Actualmente, el Consejo de Ministros es un cuerpo colegiado, integrado por el Presidente del Consejo de Ministros y por los ministros de cada despacho. Su organización y funciones, según esta misma norma, son determinadas por ley. Actualmente, la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo regula las atribuciones del Presidente del Consejo de Ministros y las funciones básicas de cada uno de los ministerios. El Consejo de Ministros, como órgano integrante del Poder Ejecutivo, interviene en la formación de las decisiones presidenciales mediante tres actos diferentes, correspondientes a hipótesis distintas: el voto deliberativo, el voto consultivo y la opinión ilustrativa. Todos ellos, según lo dispone el artículo Nº 126 de la Constitución, deben ser adoptados mediante el voto aprobatorio de la mayoría de los miembros del Consejo, y deben contar en las actas correspondientes. El voto deliberativo es el acuerdo aprobatorio del Consejo de Ministros, que requiere determinados actos presidenciales para tener validez19. Según la Constitución vigente, este acuerdo es necesario para la aprobación de proyectos de ley que el Presidente de la República dicta (sometido al Congreso) así como los decretos legislativos, el nombramiento de embajadores y ministros plenipotenciarios, los 19 PLANAS, Pedro. Democracia y tradición constitucional en el Perú (Materiales para una historia del Derecho Constitucional en el Perú). Editorial San Marcos, Lima. 58. 15 decretos que declaran los estados de excepción y los proyectos de ley, decretos y resoluciones. Mediante el voto consultivo, el Consejo responde a una consulta que el Presidente se encuentra obligado a formularle. Sin embargo, el resultado de la consulta no es vinculante, es decir, como refiere Pedro Planas, el Presidente “es libre de seguir o no la opinión del Consejo”. El artículo Nº 164 de la Constitución de 1993, por ejemplo, establecía que la decisión presidencial que dirimiera los conflictos de competencia entre los Ministros requería voto consultivo del Consejo. Finalmente, la opinión ilustrativa es la que formula el Consejo de Ministros como respuesta a una consulta que el Presidente formula libremente, es decir, sin estar obligado a realizarla20. 1.3.2.2. El Poder Legislativo El congreso realiza tres funciones constitucionales: legislar, controlar y representar. El Poder Legislativo reside en el congreso, y si bien el Parlamento, durante la etapa del Estado Liberal del siglo XIX, se caracterizó por ser el ente legislador por excelencia, actualmente, el Poder Ejecutivo ha empezado a compartir la responsabilidad de ser también una fuente generadora del derecho. Estructura del Congreso La Constitución de 1993 ha establecido que el poder legislativo reside en una cámara única (sólo en las constituciones de 1823 y 1867 el Perú optó por el sistema unicameral como ahora). Así mismo, el periodo de elección de los congresistas es de cinco años, coincidente con el mandato del Presidente de la República. El congreso está integrado por 130 representantes (artículo Nº 120 de la Constitución). El congreso tiene un órgano que es la Comisión Permanente, la integran los representantes de los grupos parlamentarios, en proporción a su número de congresistas, en total no deberán ser más del 25% del número legal de miembros del Congreso, es decir, integrada por más de treinta parlamentarios. Dicha Comisión tiene atribuciones específicas durante el período de sesiones ordinarias y extraordinarias del Congreso, tales como: acusar ante el Congreso a las altas autoridades del Estado que la Constitución especifica, por infracción constitucional y delitos que cometan en el ejercicio de sus funciones, hasta pasado los cinco años de dejado el cargo (artículo Nº 99 de la Constitución). Por otro lado, la Comisión permanente está encargada de nombramiento del Contralor General, o la ratificación de altas magistraturas del estado: Presidente del Banco Central de Reserva o Superintendente de Banca y Seguros. De la misma forma, la Comisión permanente se encarga de recibir los decretos de urgencia que haya expedido el Presidente de la República, durante el periodo de disolución del Congreso. 20 PLANAS, Pedro. Democracia y tradición constitucional en el Perú (Materiales para una historia del Derecho Constitucional en el Perú). Editorial San Marcos, Lima. 58. 16 Por último, el Congreso también cuenta con los grupos parlamentarios, que se forman con seis congresistas como mínimo, con el propósito de cumplir mejor las tareas parlamentarias de organización y funcionamiento del Congreso, entre las mayorías y minorías parlamentarias (artículo Nº 94 de la Constitución) Atribuciones legislativas del Congreso Los acuerdos más importantes de las decisiones del Congreso son expresados en leyes, desarrollando así la función legislativa del Parlamento. Sin embargo, desde el punto de vista formal, el Congreso puede votar resoluciones, por ejemplo, para aprobar el Reglamento del Congreso, los tratados internacionales o acusar constitucionalmente. Estos actos parlamentarios tienen fuerza de ley y los dos primeros gozan de rango de ley. Por lo tanto, tienen derecho de iniciativa en la formación de las leyes y resoluciones legislativas. La ley, una vez aprobada por el Congreso unicameral, es enviada al Presidente de la República para su promulgación, en el plazo de quince días. En caso contrario, lo hace el Presidente del Congreso. Por otro lado, se puede señalar que el Congreso aprueba leyes ordinarias, leyes orgánicas y leyes de reforma constitucional. Las leyes ordinarias se aprueban por mayoría simple, y se refiere a todo asunto legislativo de interés del Congreso, con excepción de leyes de reforma constitucional o leyes orgánicas. A la vez, señalamos que la tramitación del proyecto de Ley de Reforma Constitucional es particular porque no sólo basta la votación de la mayoría legal de congresistas, sino también, debe ser ratificada por referéndum popular, o de lo contrario, debe ser aprobada en una primera legislatura ordinaria y ratificada en otra legislatura ordinaria, por el tercio del número legal de congresistas (artículo Nº 206 de la Constitución). Con respecto a las leyes orgánicas, éstas son las que regulan la estructura y el funcionamiento de las actividades del Estado, previstas en la Constitución; también otras materias cuya regulación, por ley orgánica, lo dispone la propia Constitución (artículo Nº 106 de la Constitución). En tal sentido, son leyes orgánicas, las normas relativas a la participación ciudadana, conservación del medio ambiente y uso de recursos naturales. Además, estas leyes regulan a la Contraloría General, el Banco Central de Reserva, el Poder Judicial, el Consejo Nacional de la Magistratura, la Defensoría del Pueblo, las municipalidades, las regiones y las garantías constitucionales. Finalmente, agregamos que a estas tres fuentes del derecho constitucional (leyes ordinarias, leyes orgánicas y leyes de reforma constitucional) se deben añadir los decretos legislativos, los decretos de urgencia del Poder Ejecutivo, las resoluciones legislativas, tratados del Congreso, las sentencias del Tribunal Constitucional sobre acciones de inconstitucionalidad de las leyes, así como las ordenanzas municipales y las normas regionales de carácter general; en la medida que gocen rango de ley. Así mismo, la tarea legislativa no queda exclusivamente en poder del Congreso, también puede delegar facultades legislativas a la Comisión Permanente y al Poder Ejecutivo. 1.3.3 Los órganos constitucionalmente autónomos 17 1.3.3.1. El Defensor del Pueblo La Defensoría del Pueblo fue incorporada, por primera vez, en el ordenamiento jurídico peruano, a través de la Constitución de 1993. La acogió la figura del ombudsman, como una garantía orgánica para la protección de los derechos constitucionales, en el ámbito de la administración estatal y la prestación de los servicios públicos. En el Perú, la Constitución de 1993 establece que el Defensor del Pueblo es elegido por una mayoría calificada de por lo menos dos terceras partes del número legal de miembros del Congreso de la República, y por un periodo de cinco años. Goza de total independencia en el ejercicio de sus funciones, no está sujeto a mandato imperativo, ni a las instrucciones de ninguna autoridad. La Constitución y la Ley le otorgan las mismas prerrogativas que a un congresista, específicamente: inviolabilidad, inmunidad y beneficio procesal del antejuicio. La constituye un aspecto esencial del marco jurídico que la Carta Fundamental diseña para la Defensoría del Pueblo. Tal autonomía supone que la institución no se encuentra sometida a relación de jerarquía alguna, o sujeción respecto de los demás órganos constitucionales, y menos aún, respecto del Gobierno central o Poder Ejecutivo. En tal sentido, esta autonomía cobra relevancia en el caso de una institución como la Defensoría del Pueblo, cuya misión constitucional está referida a la defensa de los derechos constitucionales y fundamentales de la persona y la comunidad, para lo cual debe supervisar el cumplimiento de los deberes de la administración estatal, así como la adecuada prestación de los servicios públicos. Asimismo, la Ley Orgánica de la Defensoría del Pueblo, Ley Nº 26520, le asigna la responsabilidad de promover los derechos humanos, lo cual supone una preocupación permanente por la vigencia de los valores éticos, en el ejercicio de la función pública y la convivencia social, así como por la institucionalidad democrática en el país. Finalmente, la Defensoría del Pueblo, a fin de que alcance su misión institucional, ha sido facultada para que exija a las autoridades, funcionarios y servidores de los organismos públicos, en cumplimiento del deber de colaboración. El Deber de Cooperación se encuentra regulado en el artículo Nº 161 de la Constitución, en el artículo Nº 16 y siguientes, de la Ley Orgánica de la Defensoría del Pueblo. Es impuesto a las autoridades, funcionaros o servidores de la administración estatal para facilitar las investigaciones de defensoría. Esto último incluye la obligación de proporcionar la información solicitada, así como facilitar las inspecciones, entrevistas y otras modalidades de actuación, inherentes a la labor defensora. Por otro lado, la tarea fundamental de la Defensoría del Pueblo es ejercer la magistratura de la persuasión, a favor de los Derechos Constitucionales de las personas. Por ello, las advertencias, recomendaciones o pronunciamientos 18 de la Defensoría del Pueblo tienen un propósito persuasivo, más no carácter vinculante. La Defensoría del Pueblo no puede sancionar o remediar, por sí misma, un caso de abuso a la autoridad o ejercicio negligente de los deberes de función. Tendrá que recurrir a la autoridad competente, y convencerla (responsabilizarla en definitiva) que en ejercicio de su deber tome la iniciativa de rectificar errores y sancionar a los responsables. Esto no quiere decir que las actuaciones de defensoría carezcan de eficacia; su eficacia quedará comprobada en la medida que las autoridades con potestad de actuar y sancionar, ya sea en el ámbito administrativo o jurisdiccional, reaccionen a los requerimientos de defensoría, cumplan su deber y remedien el acto que afectó los derechos de la persona o de la comunidad, y busquen imponer sanción a quien lo cometió. Así, el ombudsman actúa como una permanente voz de conciencia jurídica y democrática, que acerca el ejercicio del poder al interés y al derecho de la persona, cuya dignidad es el fin supremo de la sociedad y el Estado21. 1.3.4 El sistema judicial 1.3.4.1. El Poder Judicial Unidad y exclusividad El inciso 1 del articulo Nº 139 de la Constitución de 1993 tiene como premisa fundamental la unidad y exclusividad de la función jurisdiccional, la que debe entenderse como las que ejerce el Poder Judicial, con la excepciones que la misma norma establece, y que son referidas a la jurisdicción militar y arbitral considerando también a la electoral y la constitucional. En tal sentido, la unidad y exclusividad de la jurisdicción se entiende como la estructura organizada y jerarquizada del Poder Judicial, en cuyo vértice se ubica la Corte Suprema de Justicia (con competencia sobre todo el territorio de la República), las cortes superiores de justicia (en el ámbito territorial de los respectivos distritos judiciales), los juzgados de primer instancia (cualquiera que sea su competencia por razón de la materia), las capitales de las provincias, y los juzgados de paz letrados(con competencia en los distritos municipales). Esta estructura no comprende a los juzgados de paz no letrados, que tienen la competencia que les atribuye la ley, pero que no forman parte del poder judicial22. De la misma manera, el artículo antes mencionado establece una prohibición, en cuanto no permite que existan procesos judiciales por comisión o delegación. Esta prohibición es congruente con el enunciado de la unidad y exclusividad de la función jurisdiccional, pero referida a la que ejerce el Estado, mediante el Poder Judicial. Ella impide que el juzgado o tribunal competente haga el encargo 21 ALBÁN PERALTA, Walter. “De la Defensoría del Pueblo”. En: La Constitución comentada. Gaceta Jurídica. Lima. 2005. Pág. 781- 162. 22 VIDAL RAMÍREZ, Fernando. “Unicidad y exclusividad de la función jurisdiccional.” En: La Constitución comentada. Gaceta Jurídica. Lima. 2005. pp. 486- 488. 19 a un particular, e incluso a un Juzgado o Tribunal incompetente, el conocimiento y tramitación de un proceso, comisionando o delegando la resolución en él. Independencia23 En un modelo liberal de Estado, el Poder Judicial es un órgano eminentemente objetivo, neutro e imparcial, por lo que la vinculación del juez a la ley es requisito para la uniformidad, regularidad y previsión de las decisiones judiciales. Como afirma Ferrajoli: “Según la orientación dominante, la actividad del juez, en tanto actividad de un órgano autónomo e independiente, institucionalmente sometido a la fiel aplicación de la ley; es una actividad técnica que, por definición, no debe tener nada de política. La apoliticidad es empelada como sinónimo de imparcialidad e independencia del juez y, por tanto, un principio fundamental de su deontología profesional”.24 En tal sentido, la independencia judicial no es un principio ni una garantía de la función jurisdiccional, como reza nuestro artículo Nº 139 de la Constitución; es, en cambio, el presupuesto para que un juez tenga la calidad de tal, en un Estado democrático de derecho. La independencia es inherente a la calidad de juez. Por ello, en el inciso 2 del artículo Nº 139 desarrolla el conjunto de derechos que surgen para el justiciable, como consecuencia del enorme valor de contar con un juez independiente, es decir, un verdadero juez. Así, si un juez está resolviendo un conflicto, nadie puede intentar resolverlo; el Poder Judicial ha “adquirido”, con exclusividad, la solución del conflicto. Cuando un juez resuelve un caso con un pronunciamiento sobre el fondo, su intensa y legítima autoridad impide que tal decisión sea discutida en algún otro fuero, sea el que fuese. 1.3.4.2. El Ministerio Público En el artículo Nº 159 de la Constitución de 1993 están señaladas las funciones del Ministerio Público. Entre las más importantes está la función persecutoria del delito y el rol del fiscal en la investigación. En efecto, el inciso 4 del artículo Nº 159 de nuestra Constitución dispone que a la fiscal le corresponda conducir, desde su inicio, la investigación del delito. En consecuencia, asume la titularidad de la investigación, tarea que debe realizar con plenitud de iniciativa y autonomía, desde su inicio hasta su culminación, decidiendo si formula o no una acusación. Al Ministerio Público le han atribuido facultades que, en criterio del Dr. Arsenio Oré Guardia, reflejan la culminación de un proceso de constante incremento de su papel, en el proceso penal peruano, teniendo como base ideológica el reconocimiento y respeto de los derechos de la persona, plasmados en el texto constitucional25. 23 MONROY GALVEZ, Juan. “Independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional”. En: La Constitución comentada. Gaceta Jurídica. Lima. 2005. pp. 493- 495. 24 FERRALOJI, Luigi. “Magistratura democrática e l’esercizio alternativo Della funzioner giudiziaria”. En: L´uso alternativo del diritto, Tomo I. Editori Laterza BARI. 1973. p. 105. 25 CUBAS VILLANUEVA, Víctor. “Atribuciones del Ministerio Público.” En: La Constitución comentada. Gaceta Jurídica. Lima. 2005. Pág. 774- 778. 20 Como consecuencia de esta normativa constitucional, las funciones y atribuciones del Ministerio Público (en general) y del Fiscal Provincial (en lo penal), en particular, han evolucionado desde una intervención pasiva, limitada a emitir dictámenes ilustrativos previos a las resoluciones judiciales, prevista en el Código de Procedimientos Penales de 1940; pasando por la de súper vigilar la investigación del delito, desde la etapa policial, hasta la de conducir la investigación del delito con plenitud de iniciativa y autonomía. 21