II Jornadas – Capítulo de Epistemología e Historia de la Psiquiatría de APSA – El hecho psicopatológico. “Del hecho al dicho” En el prefacio del libro de Henry Ey “La conciencia”, de 1963, leemos en el cuarto párrafo lo siguiente: “Pero una tercera exigencia, no menos apremiante, se formula ante la cuestión de las relaciones del ser consciente y del inconsciente, tal como se plantean, y en cierto sentido se manifiestan en el hecho psicopatológico. Si, en efecto, el campo de la psiquiatría es el de la aparición del inconsciente en la existencia humana, el psiquiatra está obligado a decir algo sobre aquel orden, al que le remite el desorden que tiene por misión conocer y curar. (…), en definitiva, es por su revés inconsciente por el que el ser de la conciencia recibe una especie de demostración de su fuerza y de su estructura.” (1) La arquitectura psíquica está así presentada donde la conciencia es el objeto del saber del psiquiatra, dirá Ey. Es decir que el ser consciente, que es siempre el devenir consciente, que involucra la trascendencia del Yo y el cerebro (las palabras están allí) hacen del inconsciente un reverso del cual, por el desorden que produce, hay que curarse de él en aras de la conciencia. Ahora bien, un hecho, ¿es un hecho? Entre varios significados, resaltamos el de suceso, acontecimiento; que según el asunto que sea, remite a su recordación, a que cobre trascendencia y/o se transmita de generación en generación; que influya el futuro o que en el plano científico (por ejemplo) pueda ser verificado u objetivado. Es decir que es su adjetivación la que le da sentido o significado. En este caso es psicopatológico. Y si la psicopatología, grosso modo, es esa disciplina cuyo objeto de estudio es la conducta anormal o desviada, y que presta especial interés a la naturaleza u orígenes de los comportamientos patológicos siendo deudora, fundamentalmente, de una historia, brevemente podemos inferir entonces que el hecho siempre va a estar determinado respecto de lo que se dice de él y en el marco de una historia. El hecho es el hecho dicho, no el hecho en sí mismo. Sabemos que para cualquier empirista, no obstante, por su observación, el hecho es un hecho como suposición de constatarse lo más y/o lo último verdadero, podría decirse lo verdadero de lo verdadero. Esta perspectiva que no podemos no llamar positivista es la que define lo absoluto que habría en un hecho, cualquiera sea él. “… Y entonces los conceptos aparecen, dice Heidegger, como simples expedientes. (…) Como dice Heidegger: un hecho sólo es lo que es a la luz del concepto que lo funda. Este enunciado - ¿cómo decirlo? - , podría ser de Canguilhem. Es un enunciado, un principio de epistemología, que hay que aplicar,…” (2) Denis Noble, notable biólogo británico y pionero de la llamada Biología de Sistemas, ha publicado un libro llamado “La música de la vida”, donde entre otras cosas, cuestiona los dogmas del reduccionismo bio-genético y sus múltiples determinismos. Acotadamente, está revisada y cuestionada la idea de una relación directa entre causa y efecto como idea clásica, como línea causal única. Podría decirse entonces que si hubiera un hecho psicopatológico en tanto tal y ya dado, encuentra su congruencia y correlato con algo de este planteo clásico hoy muy cuestionable. De hecho, entre otras cosas, a nivel del sufrimiento psíquico, la noción freudiana de sobre determinación (por ejemplo) demuestra la diversidad de hilos y líneas que pueden confluir en ello, desbaratando aquel argumento. Es aquí, a nuestro entender, que asistimos hoy a un fantasma muy propagado y con muy buena prensa: es el de la conciencia como equivalente o atributo de alto prestigio del Yo. Fantasma que en nuestra disciplina se esparce, divulga e invade todos los planos de labor y de investigación, llamado hoy neuro (prefijo selecto y distinguido); sea esto a nivel de comportamientos, en técnicas de imágenes o terapéuticas, o del cerebro, zonas de este, neuronas, etc. y que entendemos va de la mano de la corriente empírico realista según la cual los hechos son los hechos anudado a una epistemología ingenua; o como “en la corriente positivista que el epistemólogo Allan Chalmers llama “empirismo ingenuo”. (3) Yo de unidad, de síntesis, conciencia de sí mismo, el hombrecito dentro del hombrecito y que por saberse a sí mismo, con el órgano del lenguaje (Chomsky mediante) podría usar este como herramienta para reproducir y comunicar el desajuste o desfasaje que sufre, llamado mental, (¿o nos atreveríamos a decir el hecho psicopatológico en el sentido de Ey?) a ser corregido. “Realmente, toda esa “actividad psíquica” se me aparece entonces como un sueño, ¿y es acaso el sueño de un médico que mil y diez mil veces ha podido oír desenrollarse en su oído esa cadena bastarda de destino e inercia, de golpes de dados y estupor, de falsos éxitos y encuentros desconocidos, que constituye el texto corriente de una vida humana? No, más bien es el sueño del fabricante de autómatas, del que en otros tiempos tan bien sabía Ey, conmigo, burlarse, diciéndome lindamente que en toda concepción organicista del psiquismo se halla, siempre disimulado, “el hombrecito que hay en el hombre”, y velando porque la máquina respondiera.” (4) Dicho de otro modo, como lo llama el mismo Chamlers, tenemos el “problema difícil de la conciencia”, al hacer referencia a la imposibilidad de explicar cualquier experiencia subjetiva por un proceso cerebral. O como destaca la ex trabajadora en temas paranormales, psicóloga y escritora interesada en la conciencia, autora de varios libros al respecto donde entre otros reúne una serie de conversaciones con neurocientíficos actuales sobre el tópico, Susan Blackmore: “Nadie es capaz de responder a esta cuestión, aunque algunos crean que sí lo son, pera vale la pena plantearla, aunque sea solo por mostrar el grado de confusión reinante. La confusión empieza por la pregunta misma y por el modo de formularla.” (5) O más, “Esto arroja dudas sobre la idea que albergan la mayoría de los neuro científicos y psicólogos de que tenemos una representación interna del mundo exterior; (…) no nos re-presentamos el mundo dentro de nuestro cerebro. Al contrario, usamos el mundo exterior como una especie de memoria externa para investigar. No hay ninguna necesidad de construir una réplica interna del mundo exterior.” (6) Todo esto no deja de tener su versión humorística, como el dialogo entre Calvin y Hobbes, del caricaturista Bill Watterson, mostrando los espejismos y atolladeros sin salida al respecto, haciendo decir a los personajes: “¡Ah, he recibido la carta que me escribí! - ¿Qué te contabas? – “Querido Calvin: Hola, escribo esto el lunes. ¿Qué día es hoy? ¿Cómo te va todo? Tu amigo. Calvin.” Mi Yo pasado se escribe con mi Yo futuro. – Lástima que no puedas escribirle tú a él. – Tengo otra carta de mi Yo pasado. - ¿Qué dice? – “Querido Calvin futuro: escribo esto varios días antes de que lo recibas. Has hecho cosas que yo no he hecho. Has visto cosas que yo no he visto. Sabes cosas que yo no sé. ¡Qué suerte tienes! Tu amigo. Calvin.” ¡Sniff! Siento tanta lástima por cómo era hace dos días. – Pobrecito. No eras tú.” (7) ¿Y el hecho psicopatológico entonces? Nos atrevemos a proponer que del hecho resta lo que lo constituye: es decir, su nominación y/o el discurso que se elabore sobre él. Es decir, “nuestro modo de ordenar la clínica es y seguirá siendo arbitrario”. (8) Hoy vemos que dicha arbitrariedad, tal vez como nunca, se ordena a partir de cómo este nuevo siglo recién comenzado, codifica los malestares diversos de un modo masivo y generalizado; con “explicaciones” variadas que podrían en general agruparse, en torno al discurso sociosanitario y del derecho (una suerte de psicopatología silvestre como política). Y que del lado de nuestros especialistas, se conjuga con el predominio de las teorías e investigaciones que hemos llamado “neuro” (la psicopatología “científica”), dado que pareciera que lo que se enuncia en nombre de la ciencia, es deudor hoy de una fe ciega. Sabemos también, que de cualquier psicopatología que se elabore, se desprende un método terapéutico. Y en esta perspectiva no podemos dudar en afirmar que el horizonte, así, se ajusta o circunscribe a la prescripción medicamentosa a escala mundial y con el apéndice de metodologías algo necias y/o dañinas de adiestramiento o auto coerción mental inducida. Por ello entendemos, en función de propiciar un contrapunto fecundo, muy oportuno citar a Emilio Vaschetto, en tanto destaca: “Si quisiéramos soñar con un tiempo mítico en la historia de los síntomas (mentales), nos encontraríamos con ese savoir faire de la disciplina fusionado maravillosamente con la lengua del loco. Freud decía en una carta a Fliess que el paranoico (en términos generales el psicótico) ama el delirio como a sí mismo. ¿No es en honor a esa textura de la palabra que el psicopatólogo tiene que hacer lugar a su arte?” (9) Dr. Esteban Pikiewicz – Médico, Psiquiatra y psicoanalista. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Miembro del Centro Descartes. Miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos. Jefe de Servicio de Salud Mental y Adicciones del Hospital Zonal de Esquel. Bibliografía (1) Ey Henry, “La conciencia”, Prefacio, pág. 8, Versión española de Bartolomé Garcés, Biblioteca de psicología y psicoterapia dirigida por Juan José López Ibor, Ed. Gredos – Madrid, Madrid, 1976. (2) Miller Jacques-Alain, Curso del 23 de enero de 2008, pág. 22, extraído de “Tu yo no es tuyo”, de Miquel Bassols I Puig, Cap. 1, “Lo real del psicoanálisis” – No hay ciencia de lo real, Ed. Tres Haches, Bs. As., 2011. (3) Levin Santiago A y Nemirovsky Martín, “Epistemología y Psiquiatría – Relaciones peligrosas” – Capítulo de Historia y Epistemología de la Psiquiatría, de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, Cap. 9 “Controversias en torno al ensayo clínico controlado de psicofármacos”, apartado “¿Cuán antidepresivos son los antidepresivos?”, pág. 181, Ed. Polemos, Bs. As., 2012. (4) Lacan Jacques, Escritos 1, Apartado 2, “Acerca de la causalidad psíquica”, pág. 150, Siglo Veintiuno Editores, Bs. As. 1988. (5) Bassols I Puig Miquel, “Tu yo no es tuyo”, Apartado 1, “Lo real del psicoanálisis” – El fantasma de la conciencia, pág. 34, nota al pie 7, extraído de Susan Blackmore, Ed. Tres Haches, Bs. As., 2011. (6) Ídem ibíd., pág. 40. (7) Ídem ibíd., Apartado El Yo no es lo que (se) piensa, pág. 69, extraído de “Un mundo mágico”, de Bill Watterson (2000). (8) Vaschettto Emilio, “Epistemología y Psiquiatría – Relaciones peligrosas” – Capítulo de Historia y Epistemología de la Psiquiatría, de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, Cap. 10 Variantes de la clasificación en psicopatología. ¿Una lengua bien hecha?, pág. 196, Ed. Polemos, Bs. As., 2012. (9) Ídem ibíd., apartado El olvido de la psicopatología, pág. 201.