12 DINERO DOMINGO, 20 ENERO 2013 LA VANGUARDIA Formación: el fracaso HISTORIA Empresarios e instituciones propias supieron resolver la cuestión de la formación técnica. Cuando tras la Guerra Civil, la formación pasó a ser responsabilidad del Estado, naufragó. Y ese fue, seguramente, el gran fracaso. LIBROS Un atlas para ilustrar una revolución industrial De cómo una sucesión de desastres llevó a una sociedad a protagonizar una industrialización imprevisible y única en el Mediterráneo cuyo impulso todavía perdura Ramon Aymerich L as minorías nacionales o religiosas que se contraponen, en calidad de oprimidas, a otros grupos opresores por su exclusión espontánea o forzosa de los lugares políticamente influyentes, suelen lanzarse de forma decidida a la actividad industrial, que permite a sus miembros más dotados satisfacer una ambición que no pueden cumplir mediante el servicio del Estado”, explicaba el conocido sociólogo Max Weber en su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo. La cita se ajusta muy bien a lo que ocurrió en el Setecientos en Catalunya, donde una sociedad que había acumulado una serie de desastres, de la guerra a la pérdida de sus instituciones, fue escenario de un giro radical en la manera de ser y de hacer de sus ciudadanos. Los catalanes, que sólo unas décadas antes habían sido calificados de inconstantes, arrogantes y perezosos por algunos de los viajeros que habían visitado el país, se estaban volviendo abnegados, sensatos, honrados, sobrios y especialmente trabajadores... hasta el punto de protagonizar una industrialización imprevisible y única en el Mediterráneo. La cita de Weber permite también a los profesores Jordi Nadal, Carles Sudrià y Josep M. Benaul –los tres del departamento de Historia Económica de la Universitat de Barcelona– introducir el monumental Atles de la industrialització de Catalunya, 1750-2010, editado por Vicens Vives, una obra que es mucho más que poner en mapas y gráficos la letra pequeña de esta revolución. En el atlas se ha vertido mucha información acumulada durante años de trabajo y de búsqueda, y al mismo tiempo, una reflexión sobre un proceso que el paso del tiempo no hace más que agrandar en sus dimensiones. Estas La revolución no fue fruto del acceso a los recursos sino de la capacidad para organizar la producción son algunas de las reflexiones que plantean los autores: 1. Catalunya nunca tuvo una dotación propia ni próxima de materias primas. No tuvo buen carbón y todavía menos hierro. La revolución industrial catalana no fue fruto del acceso a los recursos, sino de la capacidad de trabajadores y empresarios para organizar la producción y la comercialización de una manera más eficiente. “Lo que explica el éxito fue el profundo conocimiento del mercado español. Los viajantes y traginers catalanes supieron crear a partir del XVIII un mercado, y es- LA VANGUARDIA DOMINGO, 20 ENERO 2013 DINERO 13 Exportar: los años perdidos El mercado español, protegido, permitió la industrialización. Pero sus limitaciones, en cuanto a capacidad y economías de escala, impidieron que los empresarios ganaran en productividad para dar el salto al exterior. Carles Sudrià, Jordi Nadal y Josep Maria Benaul en un patio del edificio histórico de la Universitat de Barcelona to es algo que se hereda y acumula con el tiempo”. 2. La capacidad empresarial y de formación de la mano de obra fueron la clave esencial del éxito industrial. La llegada en años posteriores de nuevas técnicas, de la electricidad al gas, entre otras muchas, exigía escuelas de formación, y esto se supo hacer. “El esfuerzo principal en este campo correspondió a los empresarios y a las instituciones políticas propias, como la Escuela Industrial de la Mancomunitat. Al acabar la Guerra Civil, toda esa responsabilidad pasó al Estado, que fracasa de manera estrepitosa en la enseñanza mediana y técnica. Yo diría que es nuestro gran fracaso”. 3. La industria catalana se desarrolló en un entorno, España, que le impuso serias limitaciones. El mercado español era poco dinámico, poco profundo y comportaba para esa industria la amenaza constante de sobreproducción y la imposibilidad de aprovechar economías de escala. “El mercado español permite la industrialización gracias a la protección, pero la limita por su dimensión y el tipo de producto, de poca calidad”. La industria supo aprovecharse de la protección arancelaria, pero no fue capaz de lograr los niveles de productividad que le habrían permitido salir al exterior. “Hacia 1880-1890, ese mercado estaba prácticamente agotado. Habría sido el momento de exportar, pero los industriales catalanes prefirieron concentrarse en el mercado interior”, afirman. “Desde los años 1980 exportamos cada vez más, estamos por lo tanto en una fase que debería haberse producido antes del franquismo”. 4. El éxito industrial se explica también por la capacidad exportadora de sectores no industriales. “Lo destacamos en el al atlas porque se ha hablado de ello pocas veces. La nuestra es una economía de transformación. Toda la revolución del algodón, que exigía importar maquinaria y algodón no habría sido posible sin esas exportaciones, básicamente alimentarias”. Hasta los años 1960, fueron las exportaciones de vino, aceite y frutos secos, a menudo infravaloradas, las que hicieron posible la industrialización. Sin mencionar que, hasta la guerra, la primera exportación industrial catalana era el corcho. Las ventas al resto de España servían para suministrar los alimentos y algunas materias primas, pero la mayor parte de estas y de bienes de capital necesarios se tenían que importar del exterior. De izqda. a dcha: detalle de la implantación empresarial en la Petroquímica de Tarragona; las principales escuelas de formación profesional durante la etapa republicana, y un mapa europeo de patentes, ya en el siglo XXI 5. La Guerra Civil comportó un choque para la industria catalana, que no se recuperaría hasta muy entrada la década de los 50. Hay que precisar que esta industria, a principios del XX y partien- do del textil, tuvo un papel predominante en la segunda revolución tecnológica (automoción, material eléctrico, fibras artificiales). La ruptura de la guerra no se recuperó hasta la segunda mitad del siglo, cuando la industria metalúrgica y la química se harían hegemónicos en el panorama industrial catalán. 6. El final del franquismo coincide con el punto culminante de la especialización industrial. La crisis de los 70 y la apertura a Europa comportó una reducción del peso relativo de la industria en la economía y supuso el cierre de muchas empresas. En todo este proceso, un número reducido de empresas ha conseguido una cierta relevancia en los mercados internacionales. El problema, añaden, es el tamaño. “Somos pequeños, demasiado pequeños, tenemos multinacionales de bolsillo, con habilidad para moverse con comodidad en sectores que no disponen de muchas economías de escala, por ejemplo en el sector alimentario. Pero no en el sector de la máquina-herramienta, como Alemania”. 7. La apuesta industrial ha pro- “Somos demasiado pequeños, hábiles en según que mercados, pero hace falta mucho más” “Cada vez queda más claro que la sociedad de servicios de que se hablaba es inviable sin la industria” porcionado a muchos catalanes y a muchas personas venidas de fuera buenas oportunidades de mejora económica. En la Europa del Sur, sólo la Lombardía y el Piamonte han experimentado procesos parecidos. “En los últimos años se ha hablado mucho de la superación de la economía industrial y la irrupción de una sociedad de servicios... Pero creo que estamos en una fase de volver a valorar la importancia de la industria, también para los servicios. Sin la industria, muchas actividades no existirían”, concluyen. “Cada día que pasa, queda claro que la sociedad de servicios de que se hablaba es inviable sin una base industrial. Tendrá que ser otra industria, diferente de la tradicional, pero industria al fin, que estirará de los servicios. Cuando hicimos el Atlas de España lo planteábamos casi como un epitafio de la industria. Este, escrito nuevo años después quiere ser un llamamiento a la reindustrialización”. Queda claro.