a4 Opinión EL COMERCIO lunes 28 de febrero del 2011 “El tema de la reforma del Estado y su desburocratización sigue siendo una tarea pendiente [...] Seguimos a la espera de que se retome el proyecto monumental esbozado hace varios años para contar con un Estado más pequeño, pero eficiente, que sirva al ciudadano; donde se reconozca el mérito y el profesionalismo por encima del clientelismo y la filiación partidaria”. Editorial dE El comErcio / 26 dE julio dEl 2010 editorial Nuevo rostro de Lima A d portas de un nuevo proceso electoral resulta indispensable que los candidatos valoren los nuevos rostros –y necesidades– que exhiben las ciudades del país, gracias a un proceso migratorio cuyos efectos se aprecian hoy en toda su magnitud. Parafraseando al gran Abraham Valdelomar, es claro que Lima ya no es solo el Perú… Sin embargo, en el caso de la capital, no se puede desconocer el peso alcanzado por los migrantes que, como señaló ayer el experto Rolando Arellano, en la serie de perfiles “Lima de todas las cepas”, de la edición de fin de semana, le han dado una visión de futuro diferente a nuestra ciudad. Hoy no solo existen nuevos consumidores, sino que en sus novedosos estilos de vida debe hallarse el éxito alcanzado por un sinnúmero de servicios y productos que se han desarrollado en beneficio del consumo interno, la in- clusión e integración social. Los políticos podrían trabajar en esta campaña por estrechar esos vínculos, para que los habitantes de Lima –la mayoría migrantes– aprendan a valorar la formalidad, el respeto por el otro y por la ciudad. Lo que esperan es un mensaje positivo y optimista, que aliente su espíritu emprendedor y de superación en el camino hacia el desarrollo individual que emprendieron hace varios años, cuando sus padres y abuelos emigraron a la capital. En lugar de diatribas, se espera que en los próximos 40 días, hasta las elecciones, el discurso político atienda las nuevas necesidades de los limeños en general y de los peruanos en particular. Para la ciudadanía –lo revelan las más diversas encuestas–, los principales problemas del país son: la delincuencia e inseguridad,la corrupción y el desempleo.¿Alguien está escuchando ese clamor? πππ libia: cuando el pueblo rechaza la tiranía Gadafi, de la esperanza al crimen Juan Claudio Lechín Escritor E n sus discursos, Muamar Gadafi se ufana de haber dado muerte a cientos de manifestantes. Fidel Castro y Evo Morales lo apoyan. Hugo Chávez es su “hermano revolucionario”. Hay, sin duda, consanguinidad ideológica entre ellos. En 1969, el coronel Muamar Gadafi no pudo soportar ver a su rey, Idris I de Libia, despilfarrar groseramente el dinero del pueblo en un casino y lo derrocó. Resultaba esperanzador que un joven militar, con conciencia social y seguidor de Nasser, tomara el poder en el desértico país norafricano. En 1973, ayudó a promover el alza de los precios del petróleo, cosa que benefició a los países productores y golpeó a las transnacionales. Pero el petróleo es un ‘territorio’ de cuidado. Los colmillos más afilados del planeta se nutren de él. Los republicanos, tan cercanos a este negocio, durante la ad- ministración de Ronald Reagan, lo detectaron financiando movimientos políticos subversivos y el director de la CIA, Max Hogel, presentó un plan para derrocarlo y asesinarlo (“Newsweek”, 3/8/1981). Había indudables motivos para hostigar a Gadafi, pero también existían, como recientemente en Iraq, intereses priva- Muamar Gadafi se ufana de haber dado muerte a cientos de manifestantes. Castro, Morales y Chávez lo apoyan. Entre ellos hay consanguinidad ideológica dos estadounidenses involucrados. Aviones de Estados Unidos derribaron aviones libios y vino el bloqueo económico. La ira del caudillo bereber se desahogó contra inocentes. A través de Abu Nidal realizó atenilustraCión: víCtor aGuilar rincóndelautor Richard Webb N eliminar a los prestamistas usureros, pero hoy observa, indignado, la aparición de una industria microfinanciera que hace grandes ganancias aprovechándose de los pobres. Yunus confunde el medio con el fin, el método con el resultado. El gran motor que está acabando con la pobreza en el mundo nunca ha sido la filantropía sino el negocio. A menos de cinco meses del término del segundo gobierno del Apra, y en plena campaña electoral, el Consejo de Ministros ha aprobado dos anteproyectos para avanzar la siempre postergada reforma de la administración pública. Se trata de los proyectos de ley de ética, incompatibilidades y responsabilidades de las personas al servicio del Estado, y de la ley de los funcionarios públicos, empleados de confianza y directivos. Ambas normas necesarias para evitar regímenes laborales y estructuras salariales injustas, y para que los ingresos, ascensos y despidos no dependan del funcionario de turno, sino de los méritos profesionales. Al parecer, las mencionadas normas son la propuesta del nuevo jefe de la Autoridad Nacional del Servicio Civil, Edmundo Beteta, ante los enormes vicios que siguen caracterizando la gestión pública y donde además de ética se requiere hacer cumplir el artículo 40 de la Constitución que regula el ingreso de los servidores públicos al aparato estatal, establece que no cuenten con dos empleos o más en ella y puntualiza que deben publicar periódicamente en el diario oficial los ingresos que perciben por todo concepto. Se trata, pues, de disposiciones relevantes en beneficio de un servicio público más eficiente, pensado en función del ciudadano, la transparencia y a favor de la meritocracia. Es difícil, sin embargo, que en el poco tiempo que resta de la legislatura pueda alcanzarse el consenso necesario para que estas normas sean aprobadas. En realidad, debieron darse mucho antes. En cualquier caso, más vale tarde que nunca. Lo que corresponde ahora es que ambas iniciativas sean recogidas por el próximo gobierno, para que por fin se inicie la reforma del aparato del Estado que el país demanda y el Perú merece. πππ humor profano tados en los aeropuertos de Viena y Roma, la discoteca La Belle de Berlín e hizo estallar en pleno vuelo a los aviones Pan Am 103 y UTA 772 –sin sobrevivientes–, fuera de muchas otras bajezas. En Libia, instauró un régimen fascista. El fascismo –no como insulto sino como fenómeno histórico– considero que es la instauración de una monarquía absolutista por parte de un caudillo plebeyo, generalmente militar o militarista. Destruye toda institución liberal, democrática y ciudadana, y retorna al pueblo a una dependencia feudal del caudillo (dueño del Estado). Se suele disfrazar este proceso pragmático de toma del poder absoluto con una fantasía redentora. Mao escribió el “Libro rojo” como catecismo político; Gadafi hizo el verde. En el modelo está la consanguinidad con los caudillos absolutistas latinoamericanos. Fidel Castro camufló su autocracia con una Asamblea Nacional elegida brumosamente, Gadafi hizo el Consejo y el Comité General Popular, afluentes todos de la misma farsa congresal que fue el Gran Consejo del Fascismo de Mussolini. Detrás de la palabrería, con nombres populares y democráticos, está el mando omnímodo del caudillo. Tan fuertemente monárquicos son estos caudillos plebeyos –otrora héroes de la juventud–, que cuando finalmente deben armar una sucesión para sus gobiernos vitalicios, jamás piensan en elecciones libres, sino en herencia de sangre, como los Habsburgo o los Capeto. Castro nombró a su hermano, Gadafi a su hijo. Y, como monarcas, viajan con un séquito de quinientas personas y cocinero propio, pues, llamándose “revolucionarios”, sus paladares solo soportan dietas de ‘celebrities’. Gadafi adereza su terrorífico mandato con un harén, una guardia amazónica compuesta por 200 vírgenes entrenadas en artes marciales y manejo de armas. ¿Socialistas? ¿De izquierda? Lo cierto es que los pueblos ya no soportan sus tiranías. πππ Por Molina la Semana Que paSÓ Paneles y poca vergüenza Pedro Ortiz Bisso Periodista C omo si en ello se les fuera la vida, congresistas de diversas bancadas –y un puñado de aquellos que aspiran a serlo–, han detenido sus campañas en seco, dejando de lado sus banderas políticas, para defender un derecho tan irrenunciable como el sagrado –y suculento– sobre que reciben religiosamente todos los fines de mes: poner sus paneles de publicidad donde les venga en gana. Para ello, se han valido de todos los medios a la mano, organizando conferencias de prensa, participando en debates y entrevistas, esgrimiendo en cada uno de ellos los más enrevesados argumentos legales en busca de justificar su objetivo, sin que el rubor coloree sus mejillas o les tiemble algún músculo por la culpa. ¿Los hemos visto en un tran- ce similar ante una situación de emergencia o de gravedad nacional? No seamos ingenuos. En un país donde quebrar una marca deportiva linda con lo imposible por las dificultades que impone el subdesarrollo, los parlamentarios hacen trizas los récords mundiales del desca- Hace unos días, un congresista tuvo la insolencia de increpar a la alcaldesa por poner orden ro sin mayor esfuerzo. Basta que vean afectado algún asunto personal para que no tarde en arder Troya. Y en dicho trajín, no les importa caer en el ridículo. Hace unos días, un congresista tuvo la insolencia de increpar a la alcaldesa por sus afanes de poner orden, señalándole que la campaña duraba no más de 60 días y debía aguantarlos sin chistar. Otro la acusó de atentar contra el derecho al voto y hasta el presidente metió su cuchara al señalar que el costo de los avisos en televisión era muy alto y los candidatos estaban obligados a invertir en paneles. ¿Y Lima? A ninguno de estos señores que ofrecen honestidad como si se amasara en panaderías le interesa si sus mal ‘fotochopeados’ rostros se plantan en lugares indebidos, estropeando el paisaje o la visibilidad de un semáforo. Su principal interés se encuentra en que su campaña no se enturbie con exquisiteces como el cuidado del buen aspecto de la ciudad. Lástima que, nuevamente, la alcaldesa Villarán haya mostrado pocos reflejos y se haya saltado algunas normas de procedimiento, permitiéndole cierto respiro a esta horda de depredadores del ornato público. Afortunadamente, los ciudadanos que queremos una Lima distinta aún podemos hacerles sentir nuestro rechazo. Este 10 de abril πππ lo sabrán. las microfinanzas han logrado lo mismo que las fábricas en la revolución industrial: han abaratado enormemente el costo de una necesidad de los pobres El moralismo no es ética o todos los días un ganador del Premio Nobel de la Paz lanza una guerra, pero es lo que acaba de hacer Muhammad Yunus, premiado por ser pionero de las microfinanzas. Yunus ha disparado con furia moralista, denunciando a las instituciones financieras que, a su criterio, “lucran” de la actividad crediticia. Dice que fundó el Grameen Bank en Bangladesh para Ética pública: más vale tarde… Las chompas, camisas y zapatillas baratas, el atún y la leche en lata para los que no tienen refrigeradora, las vacunas, los fósforos, las máquinas de coser, las ollas de lata y acero, la electricidad, el foco de luz, las sustancias químicas que purifican el agua, el camión que lleva papas y arroz al mercado, el celular, todos son productos que mejoran la vida de los más pobres y que han sido inventados y producidos por empresarios que buscaban y conseguían ganancias. La revolución industrial fue liderada por los capitalistas ingleses, cuyas fábricas y tecnologías abarataron el costo de la ropa para los pobres en todo el mundo, y hoy son los capitalistas de la China y de la India quienes continúan esa labor, no como un acto de caridad o de responsabilidad social sino para ganar dinero. La filantropía adereza el trabajo fundamental que hacen la tecnología y el negocio, pero co- mo todo aderezo puede ser contraproducente. Las microfinanzas han logrado lo mismo que las fábricas en la revolución industrial: han abaratado enormemente el costo de una necesidad de los pobres. Hasta hace pocos años, el crédito era inaccesible, casi impensable para el morador de una casucha en los cerros de Lima o para el campesino de la puna. Hoy consiguen crédito con tanta facilidad que han surgido temores de un exceso de endeudamiento. El moralista se fija en los medios y en las apariencias; la ética en los resultados. Si bien la industria de microfinanzas ha generado utilidades, como otras innovaciones en los negocios, también ha logrado una mejora extraordinaria en la gama de oportunidades que tiene el pequeño empresario. Así como la justicia extrema es injusticia, según dijo Cicerón, podríamos decir que el moralismo extremo termina siendo inπππ moral.