1. INTRODUCCIÓN La sexología es una ciencia relativamente joven que se encarga de estudiar el hecho sexual. Definirla es fácil, la dificultad radica en establecer un marco de estudio cuyos límites no marginen a sectores considerables del conocimiento y de la población que viven la sexualidad de manera muy diversa. Dentro del cuerpo teórico de esta disciplina, existen una serie de términos conceptuales imprescindibles como son sexo y sexualidad, entre otros. Según la OMS, la sexualidad es “Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, la identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales” (OMS, 2006). Según esta definición, el afecto debe estar relacionado positivamente con el sexo. Esta definición de sexualidad define al ser humano como un ser tridimensional compuesto por una dimensión biológica, psicológica y social, que se encuentran en interacción. En relación a las disfunciones sexuales, estas tres dimensiones son muy relevantes a la hora de aplicar el tratamiento o intervención, ya que para que éste resulte efectivo es necesario el abordaje de cada una de ellas. La dimensión biológica está determinada por las hormonas, básicas en el deseo sexual. La dimensión social hace referencia a cómo actuamos respecto al sexo, qué hace que se despierte nuestro deseo, etc. Normalmente, aprendemos modelos sexuales de la cultura donde nacemos, por lo que esta dimensión se encuentra directamente influida por el proceso de socialización. Y por último, la dimensión psicológica hace referencia a las actitudes en cuanto al sexo: pensamientos, fantasías,… Esta dimensión se construye a partir de las relaciones entre la dimensión biológica y la dimensión social. Respecto al ciclo de la conducta sexual existe una gran diversidad, aunque también se da cierta regularidad en los patrones de respuesta fisiológica a la estimulación sexual, entendido como una secuencia de acontecimientos predecibles. Actualmente, se discute acerca del número de fases, el orden y la secuenciación de éstas. Con el modelo propuesto por Masters y Johnson (1970) se asumió que la respuesta sexual humana constaba de varias fases, concretamente de cuatro: excitación, meseta, orgasmo y resolución. Este modelo postula que los genitales de cada miembro de la pareja deben experimentar cambios intensos en cuanto a su forma y función. La estimulación provoca reacciones de tipo neurológico, vascular, muscular y hormonal que afecta a todo el organismo. 1 Fases (propuestas por Masters y Johnson (1970): Excitación: inicio de sensaciones eróticas. Incluye una reacción somática generalizada de vasoconstricción y miotonía: se aceleran los procesos respiratorios, aumenta el ritmo cardíaco y se incrementa la presión arterial. o En el hombre: se produce la erección del pene, el escroto se hace más espeso y los testículos se elevan debido al acortamiento de los cordones espermáticos. o En la mujer: se produce la lubricación vaginal, la vasocongestión menor en el clítoris, los pechos comienzan a hincharse y los pezones se hacen erectos, el útero aumenta de tamaño debido a la vasodilatación y comienza a elevarse, y la vagina comienza a dilatarse y abombarse para alojar al pene. Meseta: se produce un estado de excitación avanzado, inmediatamente anterior al orgasmo. o En el hombre: el pene se llena y distiende hasta llegar al máximo de su capacidad, los testículos también se llenan de sangre vascular y son un 50% más grandes que en su estado basal. o En la mujer: los labios menores se hinchan y se ponen de un color rojizo intenso, se forma una lámina espesa de tejido congestionado que rodea la entrada y la posición más baja de la vagina formando lo que se denomina “Plataforma Orgásmica”, el útero alcanza su máxima altura y el tercio exterior de la vagina se halla muy dilatado, e inmediatamente antes del orgasmo el clítoris se contrae. Orgasmo: o En el hombre: hay dos componentes: el primero son las contracciones de los órganos internos que señalan la inevitabilidad de la eyaculación; y el segundo es el orgasmo propiamente dicho que se experimenta a través de las contracciones rítmicas de la uretra peneana y de los músculos de la base del pene y el perineo. En el hombre también se da un periodo refractario que es el periodo necesario antes de poder volver a eyacular. Durante cierto tiempo (que aumenta con la edad) no podrá iniciar otra respuesta sexual a pesar de la estimulación. o En la mujer: independientemente de la forma de estimulación, el orgasmo también consiste en contracciones rítmicas reflejas de los músculos circunvaginales y del perineo, así como de los tejidos dilatados de la plataforma orgásmica. La mujer nunca es refractaria al orgasmo, por lo que si la estimulación continúa puede volver a experimentarlo. Resolución: etapa final. En esta etapa bajan las respuestas fisiológicas locales específicas y todo el cuerpo regresa a su estado basal. o En el hombre: los testículos bajan inmediatamente a la posición inicial, el pene regresa lentamente al estado de flacidez en dos etapas. Primero, se reduce 2 o casi a la mitad tras el orgasmo (los cuerpos cavernosos se vacían de sangre); y segundo, tras vaciarse el cuerpo esponjoso y el glande (1/2 h. aprox.) el pene vuelve a su tamaño inicial. Hombres muy jóvenes pueden volver a eyacular sin perder la erección; mientras que a más edad esta involución se da con más rapidez y se produce en pocos minutos. En la mujer: el clítoris vuelve a su posición inicial 5 ó 10 segundos después del orgasmo y se da una destumescencia rápida de la plataforma orgánica. La vagina tarda entre 10 y 15 minutos en volver a su estado de relajación, el orificio cervical continúa abierto durante los 20 ó 30 minutos después del orgasmo, y la “piel sexual” de los labios menores pierde su coloración intensa 10 ó 15 segundos después de que cese la contracción orgásmica. Más tarde Kaplan (1979), basándose en su experiencia clínica, constató que había pacientes que no encajaban en los trastornos de la excitación o del orgasmo, por lo que introdujo el concepto de deseo como primera fase de la respuesta sexual, pero teniendo en cuenta que cuando el deseo no es una fase que comience y termine con la siguiente, sino que continúa presente en todas las fases posteriores. Kaplan propone que la división en cuatro etapas de la respuesta sexual ha demostrado su utilidad descriptiva, pero propone otro modelo de sólo dos fases bien diferenciadas, controladas cada una de ellas por dos partes diferentes del sistema nervioso: La vertiente parasimpática del SN autónomo controla la vasocongestión (erección y lubricación) La vertiente simpática del SN autónomo controla el orgasmo Este modelo no incluye ni la fase de meseta, ya que Kaplan entiende que no difiere de la fase de excitación, sino que sería la misma en su punto máximo; ni tampoco la fase de resolución, puesto que tiene escasa relevancia desde el punto de vista clínico y las personas no suelen tener problemas en esta fase. Posteriormente, reconoce la necesidad de tener en cuenta algún aspecto de tipo motivacional y añade la fase de “Deseo” convirtiendo de esta manera, su teoría en un modelo trifásico. Según Kaplan (1979), se define “deseo sexual” como “un apetito o impulso producido por la activación de un sistema neural específico en el cerebro, en tanto que las fases de excitación y orgasmo afectan a los órganos genitales”. Por lo tanto, en este modelo la fase de deseo es vivenciada como sensaciones específicas que mueven al individuo a buscar experiencias sexuales o a mostrarse receptivo a ellas. Las tres fases se rigen por diferentes sistemas neurofisiológicos aunque interrelacionados, por lo que pueden quedar inhibidos conjuntamente, aunque lo más común en que lo hagan por separado. Respecto a la respuesta sexual, fue Schnarch (1991) quien estableció que la respuesta sexual no se puede representar en una curva de dos ejes sino de tres, es decir, cuando hay excitación también hay deseo y durante la meseta o el orgasmo el deseo persiste, e incluso, en raras ocasiones, es posible mantener el deseo inmediatamente después o durante la resolución, especialmente en mujeres. El deseo sexual no puede reducirse a una fase previa, sino que debe estar presente a lo largo de todo el ciclo. Para considerar este aspecto propone un 3 modelo tridimensional, que tiene en cuenta la intensidad del deseo antes de comenzar la estimulación física y durante la actividad sexual. El modelo tridimensional del deseo y la respuesta sexual de Schnarch pretende superar algunas dificultades de los modelos anteriores. Según este autor, el modelo de Kaplan no permite considerar la intensidad del deseo ni en el inicio ni durante la actividad sexual; y Masters y Johnson no establecen ningún grado o nivel de activación sexual al comienzo de la estimulación. La importancia de este modelo estriba en que resulta útil para explicar situaciones frecuentes en las que una persona puede excitarse y llegar al orgasmo con facilidad, o tener una profunda experiencia de deseo y no llegar al orgasmo. Se une a la idea de que la mujer puede presentar una gran satisfacción tras el acto sexual sin que este sea un orgasmo, y llegar al orgasmo sin grandes sensaciones en el acto sexual. Para Schnarch (1991), la respuesta sexual es un “balanceo” entre lo físico y lo cognitivo que es diferente para hombres y mujeres. La respuesta sexual masculina es lineal (deseo, excitación y orgasmo), y es más fácil y rápida; mientras que la respuesta sexual femenina es circular ya que la excitación y el deseo aparecen y desaparecen continuamente, y no es necesario que el deseo aparezca antes de la excitación, sino que pueden aparecer por separado. Schnarch plantea que la respuesta sexual de las mujeres es mucho más cognitiva que la de los hombres. Hasta ahora se había asumido este último modelo, pero Basson (2002), apoyándose en estudios donde se afirma que más del 50% de las mujeres con una sexualidad satisfactoria nunca o rara vez piensan en sexo, defiende que aquellas cuya relación de pareja no es novedosa, comienzan las relaciones sexuales sin tener deseo y sólo se activan en una situación de intimidad sin que exista deseo previamente. Clasificación de las Disfunciones Sexuales: Los trastornos o disfunciones sexuales se caracterizan por una alteración en el desempeño o funcionamiento sexual normal de un sujeto producido en alguna de las fases que componen típicamente la actividad o la respuesta sexual humana y que genera malestar y fracaso en quienes la sufren. Pueden ser muy variadas y suelen clasificarse distribuyéndolas entre una u otras de las fases que componen la actividad sexual siguiendo el modelo de activación sexual propuesto por Masters y Johnson (1970). Las disfunciones sexuales abarcan diferentes formas de incapacidad para participar en una relación sexual deseada. El término deseada es fundamental, ya que la persona debe querer tener relaciones sexuales. Pueden considerarse trastornos psicosomáticos, puesto que en muchas ocasiones pueden estar causados por alguna patología orgánica, por lo que es importante descartar o diagnosticar la patología que los causa, previamente a la intervención psicológica. 4 Por otro lado, para el diagnóstico de una disfunción sexual determinada debemos comparar las quejas o las anomalías que el sujeto nos expone en consulta respecto a su actividad sexual con los datos disponibles normalizados sobre lo que idealmente ocurre durante la correspondiente fase de la actividad sexual que se considera. Existen diversas disfunciones o trastornos sexuales clasificados en cuatro tipos según el DSMIV-TR (APA, 2000) atendiendo a las diferentes etapas de la respuesta sexual: 1. Trastornos del Deseo Sexual: a. Deseo sexual hipoactivo b. Trastorno por aversión al sexo 2. Trastornos de la Excitación Sexual: a. Trastorno de la excitación sexual en la mujer b. Trastorno de la erección en el hombre 3. Trastornos del Orgasmo: a. Trastorno orgásmico femenino b. Trastorno orgásmico masculino c. Eyaculación Precoz 4. Trastornos por Dolor: a. Dispareunia b. Vaginismo TRASTORNOS DEL DESEO SEXUAL Deseo sexual inhibido (Hipoactivo): A) Disminución o ausencia de fantasías y deseos de actividad sexual de forma persistente o recurrente. El juicio de deficiencia o ausencia debe ser efectuado por el clínico, teniendo en cuenta factores que, como la edad, el sexo y el contexto de la vida del individuo, afectan a la actividad sexual. B) El trastorno provoca malestar acusado o dificultades de relación interpersonal C) El trastorno sexual no se explica mejor por la presencia de otro trastorno del Eje I (excepto otra disfunción sexual) y no se debe exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas, fármacos) o a una enfermedad médica. Este trastorno tiene una prevalencia relativamente considerable, y suele presentarse con mayor frecuencia en las mujeres, como demuestran las cifras globales: 30,25 por 100 en las mujeres y 14,75 por 100 en los hombres (Laumann, Paik y Rosen, 1999). 5 Trastorno por aversión al sexo: A) Aversión extrema persistente o recurrente hacia, y con evitación de, todos (o prácticamente todos) los contactos sexuales genitales con una pareja sexual. B) La alteración provoca malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales. C) El trastorno sexual no se explica mejor por la presencia de otro trastorno psicopatológico, excepto por otro trastorno sexual. Las características de este trastorno son básicamente idénticas para los hombres y las mujeres. No se conocen apenas cifras sobre la prevalencia de este trastorno, algo que llama la atención, pero se supone que es un trastorno bastante raro y más frecuente en las mujeres que en los hombres, en los que es casi inexistente (Meana, Binik y Thaler, 2008). TRASTORNOS DE LA EXCITACIÓN SEXUAL Trastorno de la excitación sexual en la mujer: A) Incapacidad, persistente o recurrente, para obtener o mantener la respuesta de lubricación propia de la fase de excitación hasta la terminación de la actividad sexual. B) El trastorno provoca malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales. C) El trastorno sexual no es causado o no se explica mejor por la presencia en el sujeto de otro trastorno psicopatológico, excepto otra disfunción sexual, y no es debido exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas o fármacos) o a una enfermedad médica. La frecuencia estimada de este problema es de aproximadamente un 27 por 100 de las mujeres de una edad comprendida entre los 50 y los 59 años (Laumann et al., 1999). Trastorno de la erección en el hombre: A) Incapacidad, persistente o recurrente, para obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad sexual. B) El trastorno provoca malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales. C) El trastorno eréctil no es causado o no se explica mejor por la presencia en el sujeto de otro trastorno psicopatológico, excepto otra disfunción sexual, y no es debido exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas o fármacos) o a una enfermedad médica. Los datos epidemiológicos existentes sobre el trastorno nos indican, siguiendo a Laumann et al. (1999), una frecuencia del trastorno de un 18 por 100 en los hombres de una edad comprendida entre los 50 y los 59 años de edad, existiendo un incremento de los casos a partir de esta edad. 6 TRASTORNOS DEL ORGASMO Trastorno Orgásmico Femenino: A) Ausencia o retraso, persistente o recurrente, del orgasmo tras una fase de excitación sexual normal, tomando en consideración la edad de la mujer, el tipo de experiencia sexual y la intensidad y duración de la estimulación sexual recibida. B) El trastorno provoca malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales. C) El trastorno orgásmico no es causado o no se explica mejor por la presencia en el sujeto de otro trastorno psicopatológico, excepto otra disfunción sexual, y no es debido exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas o fármacos) o a una enfermedad médica. Trastorno Orgásmico Masculino: A) Ausencia o retraso, persistente o recurrente, del orgasmo tras una fase de excitación sexual normal, en el transcurso de una relación sexual, teniendo en cuenta la edad del individuo, el tipo de experiencia sexual y la intensidad y duración de la estimulación sexual recibida. B) El trastorno provoca malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales. C) El trastorno orgásmico no es causado o no se explica mejor por la presencia en el sujeto de otro trastorno psicopatológico, excepto otra disfunción sexual, y no es debido exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas o fármacos) o a una enfermedad médica. Este trastorno se manifiesta con mayor frecuencia en las mujeres que en los hombres, en los que el problema es extremadamente raro, aunque las posibles causas de este fenómeno y las diferencias continúan siendo motivo de gran controversia (Carrobles y Almendros, 2001) Eyaculación Precoz: A) Eyaculación persistente o recurrente en respuesta a una estimulación sexual mínima antes, durante o poco tiempo después de la penetración y antes de que la persona lo desee. B) El trastorno provoca malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales. C) La eyaculación precoz no es debida exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia. El trastorno ocurre con una frecuencia media aproximada de un 30 por 100 en los hombres entre los 18 y los 59 años de edad, siendo, con diferencia, el trastorno sexual más frecuente en la población masculina (Laumann et al., 1999). 7 TRASTORNOS POR DOLOR Dispareunia: A) Dolor genital recurrente o persistente asociado a la relación sexual, tanto en hombres como en mujeres. B) La alteración provoca malestar acusado o dificultad en las relaciones interpersonales. C) La alteración no es debida únicamente a vaginismo o a falta de lubricación, no se explica mejor por la presencia de otro trastorno psicopatológico (excepto otra disfunción sexual) y no es debida exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (drogas o fármacos) o a una enfermedad médica. Vaginismo: A) Aparición persistente o recurrente de espasmos involuntarios de la musculatura del tercio externo de la vagina que interfieren en el coito. B) La alteración provoca malestar acusado o dificultad en las relaciones interpersonales. C) El trastorno no se explica mejor por la presencia de otro trastorno psicopatológico (p.ej., un trastorno de somatización) y no es debido exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una enfermedad médica. La prevalencia de este trastorno es muy reducida, oscilando alrededor del 1 por 100 o menos (Fugl-Meyer y Sjögren Fugl-Meyer, 1999). Dentro de las diferentes disfunciones sexuales podemos encontrar posibles subtipos a especificar: - Primario o Secundario. - General o Situacional. - Debido a factores psicológicos o a factores combinados. Epidemiología general de las disfunciones sexuales: Las disfunciones sexuales son muy variadas y también bastantes frecuentes en nuestra sociedad actual. Se estima que su prevalencia general puede alcanzar hasta un 44 por 100, con un rango entre un 25 y un 63 por 100, en la población femenina; y hasta un 31 por 100 en la masculina, con un rango entre un 10 y un 52 por 100, según los estudios más relevantes llevados a cabo sobre el tema (Laumann et al., 1999), aunque los datos se refieren en exclusividad a la población estadounidense. 8 2. MODELOS EXPLICATIVOS Las disfunciones sexuales presentan una etiología multicausal, ya que, a menudo, se encuentran diversos factores asociados entre sí. Las causas de estos trastornos son de diversa índole; orgánicas, culturales o religiosas, de educación e información, históricas, psicológicas… En la actualidad parece evidente que en la mayor parte de los casos, son los factores psicosociales los que juegan un papel etiológico fundamental, y no factores orgánicos como se creía hasta fechas relativamente recientes. Según diversos autores (Kaplan, 1974; Masters y Johnson, 1970), las causas de estas disfunciones son orgánicas tan solo en un 5-10 por ciento de los casos. Es más, como se comentó anteriormente, en la mayoría de los casos no existe una causa única responsable del problema, sino que hay diversos factores que colaboran en la aparición y mantenimiento del mismo, por lo que debemos recurrir a modelos multicausales para su explicación. De todos los factores que veremos más adelante, tal vez sea la ansiedad el que ha sido objeto de una mayor investigación y controversia. Durante años, se ha asumido de manera generalizada que la ansiedad inhibe la excitación y la ejecución sexual y que, por consiguiente, juega un papel fundamental en la génesis y mantenimiento de las disfunciones sexuales. Así, ya en 1958, Wolpe defiende que la ansiedad contribuye a la aparición de diversas disfunciones sexuales y sugiere para su tratamiento el uso de la desensibilización sistemática. Más recientemente, Masters y Johnson (1970) subrayan la importancia del miedo a la actuación en el origen de las disfunciones sexuales, mientras Kaplan (1974, 1981) otorga el papel central en la etiología de las disfunciones al miedo al fracaso, al que se une la ansiedad por intentar satisfacer las demandas de la pareja. Sin embargo, la amplia aceptación del papel etiológico de la ansiedad en las disfunciones sexuales (basada en inferencias clínicas) resulta sorprendente a la luz de la evidencia experimental (véase Barlow, 1986; Beck y Barlow, 1984; Norton y Jehu, 1984). Los resultados de diferentes estudios parecen indicar, al contrario de lo que se pensaba, que la ansiedad facilita la activación sexual. Así, diversos trabajos en los que la ansiedad se operativizó de forma diferente (Barlow, Sakheim y Beck, 1983, con amenazas de choque eléctrico; Hoon, Wincze y Hoon, 1977, con escenas de accidentes de automóvil; o Lange, Wincze, Zwick, Feldman y Hughes, 1981, elevando farmacológicamente el nivel de activación mediante inyección de epinefrina) encontraron que la ansiedad no suponía un deterioro en el funcionamiento sexual de individuos sexualmente funcionales (es decir, sin disfunción alguna). Es más, los resultados indicaban que la ansiedad, o no afectaba o facilitaba la excitación sexual. No obstante, dado que estos datos sólo afectaban a sujetos sin disfunción, los autores se plantearon la posibilidad de que los sujetos con una disfunción sexual reaccionaran de manera diferente que aquellos otros sin disfunción ante los estímulos eróticos en situaciones en las que experimentaban ansiedad. Para comprobar este punto, Beck, Barlow, Sakheim y Abrahamson (1984a) llevaron a cabo un estudio en el que se comparaba la actividad sexual de sujetos con y sin disfunción ante amenazas de choque eléctrico. Los resultados indicaron que, 9 al contrario que los sujetos sin disfunción, aquellos que presentaban una disfunción sexual experimentaban una menor excitación sexual en situaciones de amenaza de choque. Por consiguiente, los datos evidenciaron que la ansiedad afectaba de manera diferente a los sujetos con o sin una disfunción sexual, de modo que ante amenazas de choques eléctricos los sujetos sin disfunción incrementaban su activación sexual, mientras aquellos otros con disfunción la disminuían. En relación a estas investigaciones que demuestran el importante papel que juega la ansiedad en la respuesta sexual, así como su funcionamiento diferencial entre sujetos con o sin disfunción, Barlow (1986) propone un modelo de las disfunciones sexuales en el que los factores causales de las mismas son un proceso cognitivo y la ansiedad que interactúa con él. Modelo de Barlow (1986) Hace referencia principalmente a la inhibición de la excitación sexual, tanto en el hombre como en la mujer, aunque según el propio autor puede dar cuenta también de otras disfunciones sexuales. Parte de la consideración de la ansiedad como constructo en el que están involucrados tres sistemas de respuesta (no siempre perfectamente correlacionados): fisiológico motor cognitivo Sugiere que es posible que los diferentes sistemas de respuesta afecten de manera diferencial a la activación sexual. Es más, existe una creciente evidencia de la significación funcional del sistema cognitivo de respuesta en las disfunciones sexuales (Geer y Fuhr, 1976; Henson y Rubin, 1971; Lansky y Wilson, 1981; Laws y Rubin, 1969), así como un acuerdo entre los clínicos acerca de la marcada influencia de las respuestas cognitivas sobre la activación sexual, y por ende, acerca de su papel en la génesis y mantenimiento de las disfunciones sexuales. En concreto, autores tan influyentes como Masters y Johnson (1970) y Kaplan (1974) apuntan la relevancia de la distracción y de la interferencia cognitiva en el desarrollo de las disfunciones sexuales. Para comprobar experimentalmente el papel de los aspectos cognitivos de la respuesta de ansiedad en la actividad sexual, el grupo de investigación dirigido por David H. Barlow ha llevado a cabo diversos estudios, cuyos resultados sugieren que hay cuatro factores que diferencian a los sujetos con y sin disfunción sexual (específicamente, estos autores estudian hombres con trastornos de la excitación): 1) La presentación de distractores de carácter neutro (no sexual) disminuye la activación sexual de los sujetos sin disfunción, pero no altera la activación de los sujetos disfuncionales (Abrahamson, Barlow, Sakheim, Beck y Athanasiou, 1985). 10 2) Los sujetos funcionales y los disfuncionales reaccionan de manera diferente a los distractores cuando éstos son estímulos sexuales (Abrahamson, Barlow, Beck, Sakheim y Kelly, 1985; Beck, 1984; Beck, Barlow y Sakheim, 1983; Beck, Barlow, Sakheim y Abrahamson, 1984b; Sakheim, Barlow, Beck y Abrahamson, 1984). En concreto, los resultados indicaron que los sujetos con disfunción se distraían de las claves eróticas de la situación (con la consiguiente disminución de la activación sexual) cuando aparecían estímulos distractores que suponían una demanda de rendimiento sexual, mientras que su activación sexual no se veía afectada o incluso mejoraba con la presentación de estímulos distractores neutros o de carácter sexual sin demandas de rendimiento. Por el contrario, en los sujetos sin disfunción la activación sexual se veía facilitada por los estímulos sexuales que implicaban demanda, mientras que los estímulos distractores o los sexuales sin demandas distraían al individuo disminuyendo su activación sexual. 3) Mientras que los sujetos sin disfunción manifiestan respuestas afectivas positivas en este tipo de contexto, los sujetos disfuncionales presentan respuestas afectivas negativas en contextos sexuales, que pueden llevar a la evitación de las claves eróticas de la situación, facilitando la interferencia cognitiva mediante la focalización de la atención en las claves situacionales de carácter no sexual (Abrahamson y cols., 1985; Beck, 1984). 4) Por último, los sujetos funcionales y disfuncionales se diferencian en sus estimaciones del control que ejercen sobre la activación sexual, que es subestimado por los sujetos con disfunción (Abrahamson, Barlow y Abrahamson, 1989; Beck, Barlow y Sakheim, 1983; Sakheim, Barlow, Abrahamson y Beck, 1987). Además, los sujetos con disfunciones sexuales tienden a subestimar también su activación sexual (Sakheim, 1984, con hombres; Morokoff y Heiman, 1980, con mujeres). Retomando todos estos datos, los sujetos disfuncionales se centran en pensamientos irrelevantes a la actividad sexual, atendiendo fundamentalmente al rendimiento y a otra serie de indicios no relacionados con las claves eróticas de la situación, que interfieren con la activación sexual. Por esta razón, los estímulos distractores neutros no tienen efecto inhibidor de la actividad sexual en estos sujetos, puesto que ya están «distraídos». Etiología Centrándonos en los aspectos etiológicos, Masters y Johnson (1970) proponen que las disfunciones sexuales tienen como causas próximas o inmediatas la adopción del “rol de espectador” y el miedo acerca de la actuación o el rendimiento en la relación sexual, pero incorporan además una serie de causas históricas que inciden indirectamente en la disfunción a través de su influencia sobre las causas próximas. Entre esos factores históricos, Masters y Johnson mencionan aspectos como determinada formación religiosa, la existencia de un trauma psicosexual, la presencia de inclinaciones homosexuales, el excesivo consumo de alcohol, problemas fisiológicos, el consejo inadecuado y algunos factores socioculturales. 11 Entre las diferentes causas físicas que afectan o pueden afectar al desarrollo de disfunciones sexuales se pueden diferenciar: - Las que ejercen un efecto directo sobre la disfunción. Según Labrador (1994), algunas enfermedades relacionadas con el sistema cardiovascular, como la enfermedad oclusiva aortoilíaca, la arterioesclerosis o la hipertensión pueden producir disfunciones en la erección. - Las que ejercen un efecto indirecto a través de las reacciones psicológicas provocadas por la enfermedad física, la intervención quirúrgica, etc. En estos casos, la enfermedad produce reacciones negativas en la persona que se ve afectada por la enfermedad, especialmente la anticipación de resultados negativos si intenta la relación sexual (como dolor, fracaso,…), con la consiguiente disminución de la autoestima. Pero también las personas que rodean al sujeto tienen reacciones negativas que pueden incidir en la aparición de disfunciones sexuales. Así, es habitual que la pareja sexual experimente ansiedad y/o culpa ante los acontecimientos y desorientación acerca de qué postura adoptar respecto a las relaciones sexuales. Por último, algunos profesionales de la salud no saben cómo actuar en estas situaciones, por lo que no aportan al paciente información sobre la pauta de conducta a adoptar o, en el peor de los casos, proporcionan informaciones inadecuadas o inexactas (Crespo, Labrador y de la Puente, 2011). Otro aspecto a considerar en la etiología de las disfunciones sexuales es el efecto de diversos fármacos y drogas que actúan directamente sobre la conducta sexual o que la afectan de forma indirecta como efecto secundario a su acción sobre alguna otra parte del organismo (antihipertensivos, tranquilizantes, etc.). La información disponible indica que algunas drogas (alcohol, marihuana, opiáceos y otras) pueden tener una notable influencia, habitualmente inhibidora, sobre la conducta sexual (Hawton, 1985). Alternativamente, existen una gran variedad de factores psicológicos relevantes en la etiología de las disfunciones sexuales. Hawton (1985) propone una clasificación en función de su momento de actuación, en factores predisponentes, precipitantes y de mantenimiento. Los primeros, los predisponentes, incluyen todos aquellos factores que actúan preparando o facilitando la aparición, a medio o largo plazo, de las disfunciones. Por su parte, los factores precipitantes hacen referencia a las experiencias o situaciones que desencadenan a corto plazo la aparición de las disfunciones, siendo los factores de mantenimiento los que explican la persistencia de la disfunción. 12 FACTORES PREDISPONENTES FACTORES PRECIPITANTES FACTORES MANTENEDORES Educación moral y religiosa restringida Relaciones deterioradas entre los padres Inadecuada educación sexual Primeras experiencias sexuales traumáticas Inseguridad en el rol psicosexual durante los primeros años Nacimiento de un hijo Alteración general en la relación de pareja Infidelidad Expectativas no razonables Disfunción en el compañero Fracaso fortuito previo Reacción a factores orgánicos Edad (y cambios en las respuestas como consecuencia de ésta) Depresión y ansiedad Experiencia sexual traumática Ansiedad por el rendimiento Anticipación de fallo o fracaso Culpabilidad Pérdida de la atracción en la pareja Pobre comunicación en la pareja Problemas generales en la relación de pareja Miedo a la intimidad Alteración de la propia imagen Juego erótico restringido Información sexual inadecuada Trastorno psiquiátrico (depresión, alcoholismo, anorexia, estados ansiosos…) A modo de resumen, cabe destacar tres aspectos o factores que suelen estar presentes en la mayor parte de las disfunciones sexuales (Labrador, 1994): 1) La ansiedad asociada a las relaciones sexuales 2) La falta de habilidades y conocimientos sobre el desarrollo sexual propio y de la pareja 3) La adopción del rol de espectador en la relación Junto a estos tres factores es de resaltar la importancia de una inadecuada educación sexual. Existen una gran cantidad de suposiciones incorrectas acerca de la sexualidad que gozan de una amplia difusión social y que constituyen el núcleo de la educación y la información sexual de buena parte de la población (a través de la información proporcionada por padres, compañeros, e incluso medios de comunicación social). Estas creencias erróneas, que son lo que habitualmente se denominan «mitos sexuales», hacen a la persona más vulnerable al desarrollo de disfunciones sexuales, al mismo tiempo que contribuyen al mantenimiento de estas alteraciones una vez desarrolladas. 13 ETIOLOGÍA ESPECÍFICA PARA EL TRASTORNO DE DISFUNCIÓN ORGÁSMICA FEMENINA Causas físicas Causas psicológicas - Diabetes avanzada - Trastornos neurológicos - Estados de carencia hormonal - Lesiones pélvicas - Desgarros - Adherencias en el clítoris - Estado de la musculatura perivaginal - Consumo de sustancias (alcohol, tranquilizantes, antihipertensivos) - Inadecuada educación sexual (actividad sexual con fines únicamente reproductores) - Rigidez moral o puritanismo - Primeras experiencias traumáticas - Falta de información - Autoconcepto negativo (sentimientos negativos hacia el propio cuerpo) - Aspectos culturales que enfatizan que en una relación es la mujer quien debe satisfacer al hombre (papel pasivo de la mujer) - Temor a perder el control (gritar, desmayarse o perder el control de algunas de sus funciones corporales) - Sensación de inseguridad - Temor a no satisfacer a la pareja y perderla - Estimulación inadecuada (es frecuente la presencia de este trastorno en mujeres cuya pareja presenta eyaculación precoz) 14 3. EVALUACIÓN Una evaluación correcta es la herramienta más importante a la hora de intervenir en el campo de la salud sexual. La evaluación en sexología plantea algunas diferencias y dificultades asociadas con respecto a la evaluación psicológica o médica (Cabello, 2010): Dificultad para la obtención de los datos referentes a aspectos muy íntimos de la persona. Necesidad del manejo de los aspectos biológicos, psicológicos y sociales que inciden en la sexualidad. La primera pregunta a la qué tenemos que dar respuesta es ¿Qué evaluar? debemos evaluar los estímulos sexuales, el sujeto receptor de dichos estímulos sexuales en su triple vertiente biológica, psicológica y social, las respuestas dadas por el mismo y las consecuencias que acarrean (Cabello, 2010). OBJETIVOS DE LA EVALUACIÓN (Cabello, 2010; Carrasco, 2001): Distintos autores proponen objetivos diferentes de la evaluación de las disfunciones sexuales. A modo de resumen, son relevantes los objetivos propuestos por Cabello (2010): Constatar si es terapia sexual lo que la persona necesita. Realizar un diagnóstico diferencial entre problemática física y psíquica. Estudiar la personalidad del sujeto para optimizar la intervención. Evaluar el grado de motivación que le lleva a consulta. Contrastar sus actitudes sexuales. Así como aquellos propuestos por Carrasco (2001): Definir la naturaleza del problema sexual. Obtener información que posibilite formular una explicación respecto al origen del problema. Recoger datos que posibiliten el análisis funcional que permita identificar aquellos factores que están teniendo un papel relevante en el mantenimiento del problema. Así como determinar los factores predisponentes y precipitantes. Especificar los cambios que se desean y diseñar una estrategia de intervención TÉCNICAS EMPLEADAS (Carrasco, 2001): Las técnicas usualmente empleadas en la evaluación de las disfunciones sexuales coinciden en la mayoría de los casos para los diferentes trastornos, aunque debido a la especificidad de cada uno de ellos, también será necesario usar técnicas más específicas. 15 Las técnicas generales son las siguientes: entrevista clínica (Historia Sexual), cuestionarios o autoinformes, autoobservación o autorregistros, exploración clínica (urológico o ginecológico) y registro psicofisiológico ENTREVISTA O HISTORIA SEXUAL Constituye la herramienta más importante. Existen distintos modelos de Historia Sexual, entre los que destacan el modelo de entrevista de Masters y Johnson (1970), Kaplan (1974), Lobitz y Lobitz (1978), Lopiccolo y Heiman (1978), Hawton (1988). No obstante, en la práctica cada cual va elaborando su propio esquema. Es conveniente que esta primera entrevista se lleve a cabo con los dos miembros de la pareja de forma conjunta, ya que de esta forma se consigue una visión global de las dificultades sexuales al observar la forma en la que la información es presentada por cada uno de los componentes de la pareja, la forma en la que tratan el tema, así como la responsabilidad que cada uno de ellos asume en la situación y la motivación que muestran para participar en el proceso terapéutico (Carrasco, 2001). En la primera sesión, el terapeuta explica las pautas generales de trabajo que se seguirán para la obtención de la información, el número de entrevistas programadas, tanto individuales como en pareja, así como la utilización de otras formas de recogida de información como los autoinformes. Es también en este momento cuando conviene comentar la posibilidad de que se requieran exámenes médicos exploratorios o la obtención de medidas psicofisiológicas que permitan descartar causas orgánicas, ya que, de ser así, el tratamiento sería diferente (Carrasco, 2001). Los aspectos más importantes que debe contener la historia sexual son los siguientes (Carrasco, 2001): Ambiente familiar Mensajes sobre la sexualidad Experiencias sexuales tempranas Experiencias traumáticas Educación e información sexual Primeras experiencias sexuales en la adolescencia Imagen corporal Relaciones sexuales anteriores a la actual relación Acontecimientos sexuales estresantes Experiencias sexuales con la pareja actual También es imprescindible obtener una descripción detallada de las actividades diarias de los pacientes para identificar los refuerzos que mantienen la situación. En el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología se emplea un modelo de entrevista sexológica elaborado por Francisco Cabello, que tiene como objetivo conseguir la hipótesis explicativa de cualquier caso en tres sesiones (Cabello, 2010): 16 Primera sesión: Datos sociodemográficos Problemática actual: Además de la descripción del problema se debe dimensionar el mismo averiguando si el trastorno es primario o secundario. Si la aparición ha sido brusca o paulatina y si se da en todas las ocasiones (generalizado) o sólo en situaciones concretas (situacional). Igualmente se investigarán las contingencias de aparición, es decir, con qué coincide o cursa la aparición del conflicto. Conductas sexuales: Se investiga la frecuencia y periodicidad de las relaciones sexuales, tiempo dedicado a juegos eróticos, posturas y secuencias sexuales que son más satisfactorias o menos problemáticas para el paciente, etc. Antecedentes médicos: Cada disfunción sexual requiere su propia indagación, pero en general, se hace imprescindible preguntar acerca de antecedentes familiares, enfermedades padecidas o en padecimiento actual, ingesta de fármacos, hábitos tóxicos (tabaco, alcohol, drogas, etc.). También se debe obtener información sobre el método anticonceptivo empleado y en el caso de la mujer, acerca de las dificultades menstruales. Aspectos cognitivos: Investigar acerca de las atribuciones del problema. Pensamientos antes, durante y después de la relación, y expectativas sobre la sexualidad ideal. Visión que se tiene sobre las propias características sexuales. Es también el momento de investigar el nivel de motivación ante el posible tratamiento y si se acude por voluntad propia o por iniciativa de la pareja. Segunda sesión: Historia psicosexual: Se investiga todo lo relacionado con el erotismo a lo largo del ciclo vital. Es muy relevante determinar las condiciones de las primeras relaciones sexuales y analizar los comportamientos con las distintas parejas, evaluando qué circunstancias mejoraban o empeoraban la respuesta sexual. Relación de pareja: Se investiga la comunicación, los motivos frecuentes de discusión, el nivel de acuerdo en las tareas, el tiempo y metas que comparten, la regulación del ocio, etc. Tercera sesión: Educación de la sexualidad: Se indagará en las fuentes de conocimiento sexual, expresiones afectivas de los padres, relación y aportaciones de los amigos, etc. Verificar la religiosidad o influencias de carácter esotérico. Historia familiar: Tipo de relación y comunicación con los padres, así como las actitudes sexuales de los padres y hermanos. Es fundamental estudiar el estilo de apego, el cuál va a determinar el tipo de relación con los amigos y parejas; además, en ocasiones predice el tipo de comportamiento sexual. Acontecimientos vitales: Se investigan situaciones pasadas que hayan podido generar un trauma. Situaciones vitales que cambiaría, problemas económicos, familiares, abusos o agresiones sexuales, etc. 17 Estilo de vida: Se parte de la idea de que algunos estilos de vida son prácticamente incompatibles con una sexualidad saludable. Antecedentes psiquiátricos: Es necesario investigar si se han padecido o persisten trastornos de ansiedad, episodios depresivos y otros cuadros psicopatológicos. CUESTIONARIOS Tienen la ventaja del procesamiento estadístico y la desventaja de la pérdida de datos intuitivos por parte del terapeuta. Es necesaria cierta cautela a la hora de administrarlos, pues, el mero hecho de cumplimentarlos modifica algunas conductas posteriores. Además, se debería tener en cuenta el posible sesgo de deseabilidad social a la hora de interpretar los datos obtenidos mediante ellos. Entre los cuestionarios disponibles destacan (Cabello, 2010; Carrasco, 2001): Inventario de arousal sexual (SAI-E: Hoon, Hoon y Wineze, 1977) Inventario de satisfacción sexual (GRISS: Golombok y Rusrt, 1986) Índice internacional de disfuncion eréctil (IIEF: Rosen et al., 1997) Índice de la función sexual femenina (FSFI: Rosen et al., 2000) Perfil de respuesta sexual (Pion, 1975) Inventario de funcionamiento sexual de Derogatis (Derogatis y Melisaratos, 1979) Inventario de interacción sexual ( IIS; LoPiccolo y Steger, 1974) Inventario de excitación y ansiedad sexual (Hoon et al., 1976; Chambless y Lifshitz, 1984) Inventario de miedos sexuales (Annon, 1975). Inventario de placer sexual (Annon, 1975). Los dos últimos son especialmente útiles en casos de aversión sexual. En la consulta diaria los de mayor utilidad son el IIS (Inventario de interacción sexual), el GRISS (Inventario de satisfacción sexual) y el SAI-E (Inventario de arousal sexual). En el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología se utilizan casi de forma sistemática el GRISS, SAI-E e IIS (Cabello, 2010). AUTORREGISTROS Los autorregistros pueden tener una gran utilidad en terapia ya que suponen un recurso fácil de manejar que además suele ayudar a paciente y terapeuta a recopilar información relacionada con el avance de la misma (Carrasco, 2001). Según esta autora, pueden emplearse dos tipos: - Narrativos: Descripciones espontáneas sin un formato predefinido. 18 - Formales: Descripciones con un formato predefinido, que pueden ayudar al paciente a formalizar de manera concreta su evaluación de una situación o tarea determinada. Sin embargo, en sexología hay que tener en cuenta una serie de consideraciones respecto al uso y utilidad de los autorregistros. No resulta fácil someter a personas con disfunciones al relato exhaustivo de sus relaciones. De hecho, a nivel experimental, se ha demostrado que abandonan antes quienes se imponen una dura disciplina para rellenar éstos. De todas formas, el reto fundamental a la hora de prescribir un autoregistro es precisamente evitar la autoobservación, ya que éste fenómeno puede incidir de forma negativa en todas las disfunciones sexuales. Normalmente los datos que se incluyen en los autorregistros por ser los más relevantes a la hora de aportar información útil son: Día, hora, situación y duración de las tareas prescritas. Acciones, pensamientos, y sentimientos antecedentes y durante a la experiencia. Grado de satisfacción y pensamientos y sensaciones posteriores a la experiencia. Además dependiendo de la disfunción, puede ser útil completar el autorregistro con el nivel de ansiedad experimentado antes, durante y posterior a la tareas prescritas. A veces, cuando los niveles de ansiedad son muy elevados y existen creencias irracionales que aconsejan una reestructuración cognitiva, pueden ser muy útiles estos autorregistros, ya que facilitan el trabajo y sirven para involucrar y concienciar al paciente (Cabello, 2010). EXPLORACIÓN CLÍNICA Tal y como Cabello (2010) afirma, esta exploración clínica resulta imprescindible en algunas disfunciones sexuales, especialmente en disfunción eréctil, eyaculación precoz, aneyaculación, vaginismo, trastorno de excitabilidad y algunas anorgasmias. Aún así, la identificación de problemas médicos responsables de la disfunción no siempre va a permitir descartar la necesidad de una terapia sexual (Carrasco, 2001), ya que puede ocurrir que el tratamiento médico no erradique el problema físico, siendo necesario que la pareja ajuste su funcionamiento sexual a las limitaciones o dificultades existentes o que, desapareciendo las causas orgánicas, el problema sexual se mantenga afectado por otros factores de carácter relacional o psicológico. REGISTRO PSICOFISIOLÓGICO En los últimos tiempos han aparecido sistemas de medición específicos de la respuesta genital, entre ellos la fotopletismografia peneana y vaginal, el uso de termistores, medidores de la tensión pubococcígea, medición del reflejo bulbocavernoso, etc. Una de las funciones principales de este tipo de técnicas es ayudar a la discriminación de problemas de etiología orgánica frente a funcional, analizar las preferencias estimulares de los sujetos, así como comprobar la evolución del tratamiento. (Cabello, 2010). 19 Por último, cabe reiterar que cada disfunción puede requerir aspectos específicos en su evaluación. Normalmente, para cada disfunción será necesario hacer hincapié en determinadas informaciones sobre otras en la historia sexual. De igual modo, existen cuestionarios específicos para determinadas disfunciones y las medidas psicofisiológicas y la exploración médica también cambiarán para cada disfunción. 20 4. TRATAMIENTO En los tratamientos de la terapia sexual existe un punto de inflexión a mediados de los años 60, cuando Masters y Johnson publican sus obras La Respuesta Sexual Humana (1966) e Incompatibilidad sexual humana (1970), que cambian la manera de entender la intervención clínica en estos trastornos. Desde el tratamiento propuesto por Masters y Johnson al momento actual, la evolución de los tratamientos ha sido muy importante, aunque no tanto por cambios en los enfoques terapéuticos o en la explicación de los problemas, sino más bien por variaciones introducidas a lo que estos autores ya propusieron (Crespo, Labrador y de la Puente, 2008). Por lo tanto, puede decirse que los tratamientos de las disfunciones sexuales son algo relativamente reciente, pero a pesar de ello han conseguido resultados bastante satisfactorios y una elevada eficacia. En el informe de 1998 de la Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological Procedures (TFPDPP) (Chambless et al., 1998) se incluyen entre los tratamientos empíricamente validados. En concreto entre los tratamientos probablemente eficaces, los siguientes: Aproximación de tratamiento combinado de Hurlbert para el bajo deseo sexual femenino (Hurlbert, White, Powell y Apt, 1993) Terapia sexual de Masters y Johnson para la disfunción orgásmica femenina (Everaerd y Dekker, 1981) Combinación de terapia sexual y marital de Zimmer para el bajo deseo sexual femenino (Zimmer, 1987). Estos son los tratamientos cuya eficacia se considera empíricamente validada, aunque son muy pocos y sólo para algunas de las disfunciones. Esto no quiere decir necesariamente que no existan otros tratamientos eficaces para estos problemas, sólo que no han demostrado aún empíricamente su eficacia, al igual que tampoco se ha demostrado científicamente su ineficacia (Labrador y Crespo, 2010). LoPiccolo (1978) planteaba que todo tratamiento de una disfunción sexual, independientemente de cuál sea, debería incorporar el trabajo sobre los siguientes objetivos generales: Potenciar la responsabilidad mutua y compartida ante el problema Mejorar la información sexual de la pareja Favorecer el cambio de actitudes limitadoras Eliminar la ansiedad de rendimiento Aumentar y mejorar la comunicación de la pareja Mejorar la técnica sexual Cambiar los estilos de vida destructivos Cambiar los roles sexuales rígidos Prescribir tareas sexuales específicas 21 MODELO DE MASTERS Y JOHNSON Estos autores propusieron un programa de intervención de corta duración (23 semanas), dirigido a ambos miembros de la pareja y centrado exclusivamente en el tratamiento del problema sexual. Los resultados que aportaban como aval de sus intervenciones eran espectaculares, informando haber obtenido éxito terapéutico en alrededor del 80% de los problemas tratados (aunque con variaciones importantes, por ejemplo el 59.4% de los casos de impotencia primaria y el 97.3% de los casos de eyaculación precoz (Crespo, Labrador y de la Puente, 2008). Este enfoque de Masters y Johnson se caracteriza por los siguientes factores (Fonts, 2012): El paciente es la pareja, no solamente el individuo que “padece” la disfunción. El equipo terapéutico está formado por una pareja de profesionales, para facilitar la comunicación de cada miembro de la pareja, debido al nivel de prejuicios prevalentes en la sociedad de la época Recogida de datos es muy precisa, dado que se solicita información no solo de los aspectos relacionados directamente con la disfunción sino también sobre aspectos emocionales y relacionales. Evaluación del nivel de información sexual previo a la intervención, para facilitar la información necesaria para el correcto desarrollo de la intervención. Evaluación de la calidad de la comunicación interpersonal, así como de los posibles miedos e inseguridades de la pareja. Evaluación de los condicionantes sociales, educativos y religiosos, que puedan tener algún tipo de influencia disfunción. Aislamiento durante la terapia. La pareja se concentra exclusivamente en la tarea, y dedica un tiempo determinado a las entrevistas y a las tareas. Modelo de intervención sustentado en indicaciones y tareas precisas. Se emplea la situación de “Mesa Redonda”, donde se reúnen conjuntamente los miembros de la pareja y los terapeutas para exponer los resultados de la evaluación, valoración del problema y probabilidades de éxito, así como para analizar las causas e iniciar los ejercicios de focalización sensorial. Puede decirse que los ejercicios de focalización sensorial es una de las aportaciones más específicas y características de este enfoque. Masters y Johnson (1970) desarrollaron la “focalización sensorial” para ayudar a la pareja a focalizarse en las sensaciones en lugar de hacerlo sobre su actuación. Con ellos, se pretende lograr que la pareja recupere las sensaciones, actitudes y respuestas positivas y placenteras a nivel sensual y erótico. Puede decirse que es una técnica de desensibilización, en la que se realiza una exploración mediante caricias alternativas de la totalidad de la superficie corporal, tocando y acariciando ambos con las manos, alternativamente. Tiene por objetivos la desaparición del miedo, la ansiedad o inhibiciones, así como potenciar la seguridad, la confianza, comunicación, espontaneidad, libertad y placer. En general, fue diseñada para producir el cambio de forma gradual, lo cual podría llegar a ser frustrante, si lo unimos a que se recomienda no realizar el coito desde el 22 inicio de la terapia. En su planteamiento óptimo, la focalización sensorial es estructurada pero flexible. Se estructura, puesto que se da a los pacientes instrucciones explícitas, pero puede adaptarse a las circunstancias singulares de cualquier pareja (Carey, 1997). La focalización sensorial sería por tanto una desensibilización sistemática en vivo, que se desarrolla en seis fases, aunque no necesariamente deben realizarse las seis. Dependiendo de la disfunción y el tratamiento que se vaya a seguir, se pueden prescribir la realización de solo algunas de ellas. Concretamente, las primeras fases de la focalización sensorial suelen ser comunes a muchas disfunciones y distintos tipos de tratamientos. El proceso de focalización sensorial es el siguiente: 1. Focalización sensorial I: Tiene como objetivo que se pierda la ansiedad y adquirir una sensación de comodidad en un ambiente erótico. Se basa en la realización de caricias de forma alternativa. Uno de los miembros de la pareja será el emisor de las caricias y el otro será el receptor y pasado un tiempo se intercambian los papeles. Los participantes deben concentrarse en el placer de recibir. Se prohíbe acariciar los genitales y también realizar el coito. No se pretende provocar la excitación sexual, sino despertar la sensualidad en cada uno, sin prisas. 2. Focalización sensorial II: Comienza de la misma forma que la fase anterior, pero incluye las caricias de los genitales, manteniendo la prohibición del coito. Esta tarea tiene como objetivo que el individuo aprenda a centralizar su atención en sus propias sensaciones y no en las sensaciones de su propia pareja. 3. Focalización sensorial III: La pareja se acaricia ahora de forma simultánea todo el cuerpo, incluidos los genitales. Hasta esta etapa sólo se trabaja la excitación. 4. Experiencia de orgasmo extravaginal sin realizar el coito. Incremento de la estimulación realizada en la etapa anterior. La pareja puede recurrir a estimularse hasta llegar al orgasmo (manual u oralmente). Se permite tener orgasmos pero no aún el coito. 5. Penetración con orgasmo extravaginal. El objetivo es el coito sin exigencias, sin movimientos impulsivos ni bruscos y sin llegar al orgasmo intravaginal. El orgasmo se consigue de forma extravaginal. Si alguno de los dos experimentara ansiedad, se volvería a la fase uno hasta que dicha ansiedad disminuya y luego, si quieren, pueden continuar por la fase en la que se encontraban. 6. Realización de coito normal sin ninguna restricción. Se tiene como objetivo conseguir el orgasmo intravaginal. Además en el modelo de Masters y Johnson, esta técnica se combina con otras específicas en función del problema. Este enfoque es claramente conductual: se realizan tareas sexuales diarias (al menos una vez al día, lo ideal son dos, además en horas tranquilas, etc.). Los ejercicios de focalización sensorial permiten/ofrecen: - Que la pareja los realice en la intimidad y desnudos - Turnarse para dar y recibir caricias en zonas no genitales 23 - Aprender a dar placer sin pedir nada a cambio - Al prohibir la actividad genital, se libera la presión de “funcionar” - Permitirse disfrutar sin atender al otro - La única responsabilidad es dirigir las caricias enseñando lo que resulta placentero. En resumen, Masters y Johnson nos proponen un modelo de intervención muy estructurado y focalizado, de corta duración, en pareja, de base fisiológica, conductual y cognitiva, que tiene muy en cuenta los aspectos relacionales de la pareja, así como una variedad de condicionantes sociales y educativos, con tareas, técnicas y prescripciones concretas, que exigen un elevado grado de implicación en el proceso (Fonts, 2012). En la actualidad muchas de las aportaciones de Masters y Johnson siguen plenamente vigentes, aunque según Fonts (2012) por motivos diversos, algunos de sus factores de éxito son, hoy en día, de difícil aplicación, especialmente el uso de parejas de co-terapeutas, el aislamiento durante la terapia, y la exhaustiva selección de pacientes, lo que hacía que sus porcentajes de éxito fueran muy superiores a los conseguidos por otros terapeutas. A partir de este modelo de Masters y Johnson se están desarrollando todos los tratamientos actuales, incorporándole como ya se ha dicho, solo algunas pequeñas variaciones. En general, a la hora de abordar la evaluación y tratamiento de cualquier disfunción sexual es necesario tener en cuenta los siguientes principios básicos (Labrador 1994): El desarrollo y mantenimiento de una disfunción sexual es un problema que afecta a una pareja y la forma que ésta tiene de comportarse es la responsable de dicha disfunción. En consecuencia, el objetivo no debe ser modificar las conductas de uno u otro, sino las conductas de ambos, más en concreto las conductas que utilizan en sus relaciones sexuales. Como requisito previo al desarrollo de cualquier programa de intervención específico es necesario prácticamente siempre dar una información y educación sexual adecuada a ambos miembros de la pareja. En muchos casos, esto puede ser suficiente para superar su disfunción, pero en todos es necesario para poder proceder posteriormente al desarrollo de los programas de intervención más específicos. En la mayor parte de los casos es necesario disminuir la ansiedad asociada a la relación sexual o a las actividades sexuales en general. La mejor forma de conseguir reducir esta ansiedad consiste en enseñar a la persona técnicas y habilidades que la permitan controlarla a voluntad. Procedimientos como la relajación, técnicas de exposición o inoculación del estrés pueden ser muy útiles al respecto. El aumento de la comunicación y la mejora en las relaciones generales de la pareja es determinante para conseguir resultados positivos. Los tratamientos deben incluir una parte práctica de entrenamiento en cómo desarrollar las nuevas conductas sexuales más adecuadas para la relación con la pareja (por ejemplo, cómo y cuándo acariciar, posturas para realizar el coito...). También es muy importante el entrenamiento en conductas de relación más social (cómo comunicar interés o afecto, cómo expresar preferencias o negarse a determinadas propuestas...). En general, todas aquellas conductas que se conocen 24 como «habilidades sociales», en especial las dirigidas a relacionarse con personas de distinto sexo. A partir de estas consideraciones generales se han desarrollado diferentes programas de intervención, muchos de ellos están orientados al tratamiento en pareja, mientras que en otros casos se considera la posibilidad de ofrecer tratamiento a las personas sin pareja, pues en algunos casos la presencia de la disfunción dificulta o imposibilita el conseguir pareja o mantenerla. Tales pautas de actuación para cada tipo de disfunción sexual permite, en la mayoría de los casos, obtener buenos resultados terapéuticos; pero aún así, la intervención de estos trastornos excede el ámbito de competencias de un solo profesional, por lo que el trabajo conjunto de un equipo multidisciplinar es un requisito fundamental (Font, 2012). Actualmente, la mayoría de las terapias sexuales suelen estructurarse alrededor de cinco fases fundamentales, contando con los siguientes componentes (Crespo, Labrador y de la Puente, 2008): Fase I: Evaluación y diagnóstico de la disfunción. La primera entrevista suele realizarse con la pareja conjuntamente y está orientada fundamentalmente para detectar la motivación de la pareja (¿quién demanda?, ¿quién viene a consulta?...). Se debe especificar claramente: si el trastorno es primario o secundario, la posible relación con un trastorno orgánico (contar con el pertinente informe médico si es posible) y la historia sexual tanto individual como de pareja. Además, en todos los casos de disfunciones sexuales el tratamiento debe realizarse tras descartar una posible causa orgánica. Fase II: Educación e información sobre la sexualidad: En este momento se explica la necesidad de contar con ambos miembros de la pareja en la terapia ya que el problema y sus soluciones incumbe a ambos miembros. Además se presentan: las líneas y objetivos generales del tratamiento, se discuten las ideas erróneas y las dudas, se modifican las creencias y actitudes; y se explican los datos del análisis funcional/cognitivo realizado, que servirán para marcar los objetivos y las intervenciones del programa de tratamiento específicas. Cuando el cliente dispone los conocimientos adecuados, es cuando se pueden establecer los objetivos concretos a lograr con cada paciente y proceder a la intervención terapéutica más concreta. Fase III: Focalización sensorial: tras la educación, la focalización sensorial es el eje central de la terapia sexual, aplicable en todos los casos. El objetivo de la focalización sensorial es conseguir que ambos miembros de la pareja identifiquen y tomen conciencia de sus propias sensaciones corporales (sensoriales y sexuales). Sólo se pretende que cada uno desarrolle su propia sensibilidad en relación con la pareja, mediante episodios de exploración alternada del cuerpo de la pareja y caricias mutuas. Durante esta fase, se prohíbe el coito, para que ningún miembro de la pareja se sienta obligado a “cumplir”. En un primer momento, los episodios de exploración y caricias se restringen a zonas corporales no genitales (focalización sensorial) y después se 25 permite ya acariciar genitales y pechos de la mujer (focalización sexual). Es importante concentrarse en identificar y disfrutar de la estimulación que le proporciona la pareja y a su vez aprender a proporcionarla estimulación placentera. Este proceder no sólo enseña a disfrutar de la relación sexual (disfrutar es el objetivo, no «lograr» nada en concreto, como erecciones u orgasmos), sino también a reducir la ansiedad ante estas relaciones y mejorar la intimidad y comunicación de la pareja. Prácticamente en todos los casos se sigue el procedimiento desarrollado por Masters y Johnson (1970). Fase IV: Desarrollo de técnicas específicas para cada uno de los trastornos. Esta fase se centra sobre los objetivos más estrictamente sexuales y con los que se emplean técnicas más específicas, como nuevas formas de aproximación, uso de fantasías, reducción de la ansiedad de realización, control de respuestas sexuales específicas También implica en muchos casos el trabajo sobre objetivos no estrictamente sexuales, pero sí relacionados con el funcionamiento de la pareja, como mejora de la comunicación o incremento de la intimidad, preparación del ambiente, etc. Fase V: Evaluación de los resultados. Cuando ya se ha desarrollado la intervención terapéutica se trata de evaluar los resultados, establecer procedimientos para mejorarlos, si fuera necesario, y facilitar el que se mantengan. EPITEX Un ejemplo de modelo actual basado en estas fases y desarrollado en España para la intervención en las disfunciones sexuales es el modelo EPITEX (Carrobles y Sanz, 1991). Para Carrobles, la terapia sexual puede estructurarse en función de 4 niveles de intervención. Proponen un modelo terapéutico denominado EPITEX, en función de la denominación que reciben cada uno de los niveles: E: Educación. Como condiciones previas terapéuticas, se pretende adquirir un nivel adecuado de información sexual y superar las limitaciones para poder continuar en la terapia. Para ello se emplea el reetiquetado, la explicación adecuada sobre el problema, se enfatiza la responsabilidad sobre el problema y su solución y los estilos de vida constructivos. P: Permiso. Primer nivel de intervención, en el que se persigue la desculpabilización de las actividades sexuales. Para ello se ofrece información y educación sexual, se fomenta el cambio de actitudes negativas y se trabaja la mejora de la comunicación y la relación entre la pareja a nivel personal y sexual. I: Indicaciones específicas. Segundo nivel de intervención, en el que se trata de facilitar al sujeto o a la pareja instrucciones o indicaciones sobre conductas y actividades sexuales que deben realizar para superar sus problemas. Para ello se trabaja la reducción o total eliminación de la ansiedad ante la relación sexual, así como terapia sexual propiamente dicha, con indicaciones o técnicas específicas según el problema. Se incluiría, por ejemplo, los ejercicios de focalización sensorial. 26 TEX: Terapia sexual: se trabaja la consecución de objetivos más específicos mediante terapia intensiva psicosexual y el tratamiento de otros problemas psicológicos u orgánicos asociados mediante terapia cognitiva, habilidades sociales, técnicas para reducir la ansiedad, etc. Es un modelo que puede representarse en círculos concéntricos: los pacientes pasan por todos los niveles y siempre por el mismo orden, pero no todos llegan hasta el final. En muchas ocasiones tan sólo es necesario pasar por las primeras fases para lograr la recuperación. OTRAS TÉCNICAS ESPECÍFICAS Dada la especificidad de cada trastorno sexual, las terapias suelen compartir algunas técnicas, como la focalización sensorial, muy presente en muchos de los programas de tratamiento. Aun así, se precisan en muchos de los casos, técnicas más específicas para cada uno de los tipos de trastornos. Algunas de estas técnicas más concretas que se suelen emplear actualmente para cada una de las disfunciones y que tienen resultados adecuados son: Entrenamiento muscular vaginal, (Kegel, 1952) Esta técnica tiene como objetivo fortalecer los músculos del suelo pélvico. Pese a que hay varias formas de realizar los ejercicios, todos se basan en contraer y relajar el músculo pubocoxígeo en repetidas ocasiones, con el objetivo de incrementar su fuerza y resistencia. Tomando como ejemplo un caso clínico del libro Terapia Psicológica, casos prácticos (Espada y col. 2007), el entrenamiento muscular vaginal puede realizarse en tres fases, coincidiendo con un periodo de tres semanas: o Primera semana: el objetivo es la identificación y localización de los músculos a entrenar. Como forma orientativa se propone realizarlo durante la orina y consiste en interrumpir la orina voluntariamente durante unos segundos, repitiendo esta secuencia varias veces durante la micción. Debido a que la única forma de contener la orina es tensando los músculos pubocoxígeos, ésta es una forma de asegurarse el 27 o o entrenamiento de los mismos. Durante esta fase se debe practicar el ejercicio unas seis veces al día, contrayendo el músculo unos dos segundos en cada ocasión, unas diez veces en cada una de las seis ocasiones en la que orine. Lo ideal es distribuirlo a lo largo del día. Segunda semana: además de en la situación de orinar, deben realizarse los ejercicios fuera de esta situación. El número de veces se mantiene igual que la semana anterior, pero en lugar de diez veces en cada una de las seis ocasiones, deben ser veinte. Tercera semana: aumento progresivo del número de ejercicios de tensión, a razón de cinco veces más cada día, en cada una de las seis ocasiones del día en la que se realizan. Se debe finalizar la semana con un total máximo de 300 ejercicios al día, a razón de cincuenta tensiones en cada una de las seis sesiones. El tiempo aproximado que se debe invertir al día en los ejercicios es de unos veinte minutos. Técnica de parada y arranque, (Semans, 1956) Esta técnica consiste en la autoestimulación como entrenamiento para identificar las sensaciones que preceden a la inevitabilidad eyaculatoria. Una vez que el orgasmo está cerca, debe parar los movimientos, relajarse y comenzar de nuevo. Tras un tiempo de entrenamientos e incorpora a la pareja, advirtiéndole de que en el momento exacto de inevitabilidad eyaculatoria será necesario parar. Cuando la pareja está familiarizada con la tarea, se pasa entonces a la penetración vaginal pidiéndole a ella que se detenga en el momento que perciba el inicio de las sensaciones precedentes al reflejo orgásmico. El procedimiento debe repetirse varias veces en cada ocasión hasta ir consiguiendo el control previsto. Técnica de compresión o pinza (Masters & Johnson, 1970) Entre los distintos modelos de tratamiento, como ya se ha venido refiriendo, el más difundido es el desarrollado por estos autores. Además de la focalización sensorial, desarrollaron otras técnicas. Ésta concretamente se realiza una vez superadas las dos primeras etapas de la focalización sensorial, se comparten las caricias y se emplea la técnica de comprensión, la cual se basa en presionar con fuerza la punta del pene cuando el sujeto percibe alguna sensación preeyaculatoria, momento en que le avisará a ella para que realice la maniobra de presión. Para ello, situará el pulgar sobre el frenillo y el resto de los dedos por detrás, abrazando el pene. Esta presión la ejercerá el tiempo suficiente para que él pierda la excitación y la erección. Lo habitual es que esta maniobra se repita cuatro veces por sesión y se realicen dos sesiones por semana. Desensibilización sistemática, (Wolpe, 1958) Técnica introducida y desarrollada por Wolpe (1958). El mecanismo explicativo subyacente a esta técnica es el contra-condicionamiento por inhibición recíproca: - Las respuestas aprendidas no desaparecen porque se debiliten sus lazos asociativos con los estímulos, sino porque son reemplazadas por respuestas nuevas. - En su base está el fenómeno fisiológico de inhibición recíproca. 28 En palabras de Wolpe: «Si una respuesta antagónica a la ansiedad es evocada en presencia de los estímulos ansiógenos, de tal forma que se produce la supresión total o parcial de la respuesta de ansiedad, entonces se debilitarán los lazos asociativos entre los estímulos ansiógenos y las respuestas de ansiedad.» Para la aplicación de este principio, es necesario que la respuesta incompatible con la ansiedad sea de mayor magnitud que ésta, por eso se utiliza de forma gradual. Esta técnica tal cual fue propuesta por Wolpe se realiza siguiendo las siguientes fases (1) Entrenamiento en relajación (2) Elaboración de la jerarquía: lista de situaciones relacionadas con un mismo tema y objeto fóbico, ordenadas de acuerdo con la intensidad de la respuesta de ansiedad que evocan, de menor a mayor. Se ordenan posibles situaciones, que pueden ser: Temáticas: modifican el contenido de la situación, siempre referido al mismo tema fóbico Dimensionales o espacio-temporales: modifican la aproximación espacial y/o temporal al estímulo temido. (3) Práctica en imaginación (4) Desensibilización sistemática propiamente dicha: introducir cada uno de los ítems de la jerarquía, de menor a mayor, sin que el sujeto experimente la más mínima ansiedad. (5) Desensibilización en vivo: Técnicas más eficaces en función de cada tipo de trastorno El tratamiento del deseo sexual hipoactivo del hombre tiene como objetivo recuperar las fantasías eróticas e incrementar la motivación para acceder al sexo. Para ello es imprescindible reestructurar las creencias erróneas acerca de la propia eficacia sexual y conseguir relaciones sexuales satisfactorias. El modelo de LoPiccollo y Friedman (1998) pretende potenciar los inductores externos del deseo, de modo que sin centrarse en las causas del conflicto, basan su estratega en: técnicas de experimentación y reconocimiento sensorial, insight hasta comprender las causas del problema, reestructuración cognitiva para crear nuevas ideas y pensamientos positivos hacia la sexualidad e intervenciones conductuales con prescripción de tareas sexuales para realizar en casa, incluyendo entrenamiento asertivo, habilidades de comunicación y técnicas de inducción del deseo. En la revisión de Cabello (2010), este modelo se presenta como el más eficaz para el tratamiento del deseo en el hombre. En el caso de la disfunción eréctil, existe evidencia suficiente para afirmar que algunos tratamientos producen mejores significativas, y que éstas se mantienen en el seguimiento (Mohr y Beutler, 1990; O´Donohue, Swingen, Dopke y Regev, 1999; Seraves y Althof, 1998). Aproximadamente dos tercios de los hombres con trastornos de la erección se encuentran satisfechos con su mejora tras el tratamiento psicológico en seguimientos que van desde las seis semanas hasta los seis años. Las tasas de eficacia en trabajos con un control metodológico adecuado oscilan entre el 53 por 100 para un tratamiento basado en la comunicación y con contacto mínimo con el terapeuta (Takefman y Brender, 1984) hasta el 90 por 100 en un tratamiento que incluía educación, entrenamiento en comunicación y habilidades sociales (Reynolds, 1991). En general, los resultados son mejores en aquellos hombres que presentan 29 problemas secundarios que primarios. Aunque las tasas de recaída son elevadas, disminuyen considerablemente cuando se incluyen estrategias para superarlas durante el tratamiento (Hawton, Catalan, Martin y Fagg, 1986). La mayoría de los trabajos aplican paquetes multimodales de tratamiento que incluyen intervenciones conductuales, cognitivas sistémicas y de comunicación interpersonal (Mohr y Bleutler, 1990), estando un elevado porcentaje basado en los desarrollos de Masters y Johnson. Concretamente la aplicación de este modelo para esta disfunción consiste en lo siguiente (Cabello, 2010): tras la aplicación de la focalización sensorial, se pasa a la “técnica fastidiosa”, de manera que, una vez conseguida la erección, la pareja deberá dejar de estimular el pene para permitir la distracción y la pérdida de la erección, retomando de nuevo a la manipulación posteriormente y realizar esta tarea al menos durante media hora. Una semana más tarde, cuando el pene entra en erección tras la estimulación, la mujer debe excitar los genitales sentada sobre el hombre. Cuando ella se encuentre cómoda en esa postura debe introducir el pene en su vagina, lo cual se repite en varias ocasiones hasta que el hombre gane seguridad y en el caso en el que no hubiera erección, se sigue con el juego erótico, sin prisas. A continuación, ella debe comenzar a moverse lentamente intentando evitar cualquier tipo de demanda sexual. A partir de ahí, se continuarán en los días siguientes los ejercicios de los “placeres pelvianos”, que se basa en la repetición del paso anterior, sin pretender la satisfacción de la mujer ni la eyaculación del hombre, hasta que se vaya normalizando la situación y esto se consiga. Resultan más escasos los trabajos con un tratamiento “puro” (Labrador y Crespo, 2010), aunque puede destacarse que determinados trabajos confirman la eficacia de: - La terapia racional emotiva, TRE (Everaerd y Dekker, 1985; Munjack, Schlaks, Sánchez, Usifli, Zulueta y Leonard, 1984) Desensibilización Sistemática (Auerbach y Kilmann, 1977) Programas educativos (Goldman y Carroll, 1990) Para la eyaculación precoz, el tratamiento suele basarse en la aplicación de la técnica de Parada y Arranque, desarrollada por Semans (1956) o en las técnicas de comprensión y presión desarrollada por Masters y Johnson (1970), combinadas con la focalización sensorial y sexual y aspectos educativos (Halvorsen y Metz, 1992; Levine, 1992; McCarthy, 1990; St. Lawrence y Madaksira, 1992). En el tratamiento del trastorno del orgasmo masculino, como indican Labrador y Crespo (2010), no existen ningún estudio controlado sobre tratamientos psicológicos, lo que se relaciona directamente con su escasa prevalencia. Los tratamientos disponibles son exclusivamente de índole psicológica y se basan en dos explicaciones diferentes sobre la causa del trastorno. Por un lado, desde el modelo denominado “Modelo de Inhibición”, se considera que el problema se debe a que el hombre no recibe suficiente estimulación para alcanzar el umbral orgásmico, por lo que el tratamiento se centrará en incrementar el nivel de estimulación genital. Tratamientos guiados por este principio es el aplicado por Masters y Johnson (1970), incluyendo la focalización sensorial y genital, junto con estimulación precoital 30 intensa del pene y modificaciones en la realización del coito. Schmallen (1968) incluía también el uso de un vibrador para intensificar la estimulación, señalándose éxitos próximos al 80 por 100. Apfelbaum (1989) sugiere que la inhibición eyaculatoria es un trastornos relacionado con la falta de deseo, aunque se disfrace como trastorno de la realización, por lo que los esfuerzos han de dirigirse a que el hombre reconozca su falta de deseo y excitación. Propone un tratamiento basado en la disminución de las demandas y la focalización en las sensaciones, pero no hay ningún estudio con datos al respecto. En el caso de la inhibición orgásmica primaria en la mujer, Para este trastorno se suele realizar un programa que contenga entrenamiento masturbatorio previo a la participación de la pareja. Además, frecuentemente debe combinarse con intervenciones cognitivas para tratar la ansiedad y preocupaciones asociadas. Dado que el caso clínico que se detalla en el presente trabajo trata sobre este trastorno, puede encontrarse más información sobre el tratamiento en el siguiente epígrafe. Para los tratamientos de trastornos por dolor, no hay ninguna investigación metodológicamente adecuada que constate la eficacia de tratamientos psicológicos (Labrador y Crespo, 2010). La dispareunia habitualmente es secundaria a algún problema de tipo físico, por lo que la solución de tal problema será determinante y se realiza mediante tratamientos médicos. Sin embargo, en muchos casos se ha condicionado una intensa respuesta psicológica que es necesario recurrir (Schover, Youngs y Cannata, 1992). En estos casos suele emplearse el tratamiento cognitivo-conductual para eliminar la ansiedad condicionada y la falta de activación (Meana y Binik, 1994). El tratamiento del vaginismo suele implicar una combinación de desensibilización sistemática (u otras técnicas de exposición), entrenamiento del músculo pubocoxígeo e inserción de dilatadores vaginales de un tamaño creciente (por la mujer o por la pareja) (Rosen y Leiblum, 1995). Este tratamiento suele obtener buenos resultados, señalándose éxitos en algunos casos de hasta 100 por 100 (Masters y Johnson, 1970) y un 83 por 100 en el seguimiento de un año (Scholl, 1988). La implicación de la pareja puede ser determinante en la eficacia (Hawton y Catalan, 1990). En el trastorno de deseo sexual hipoactivo de la mujer, la mayoría de los estudios controlados (Beck, 1995) se basan en la aplicación de tratamientos derivados del programa de Masters y Johnson (1970). Dado que es un problema complejo con de base cognitiva, este tipo de intervenciones suelen incluir: educación sexual, focalización sensorial y genital, entrenamiento en comunicación, así como una variedad de intervenciones dirigidas a reducir la ansiedad de rendimiento (Crowe, Gillan y Golombok, 1981; Dow y Gallager, 1989; Mathews, Whitehead y Kellet, 1983). No obstante, la evidencia experimental solo avala con claridad la eficacia del tratamiento combinado de Hurlbert (Hulbert, 1993; Hulbert et al., 1993). Este programa denominado 31 “Entrenamiento en consistencia del orgasmo”, es un tratamiento estructurado cognitivoconductual que tiene como objetivo incrementar la satisfacción sexual, la intimidad y el conocimiento mediante la ampliación del repertorio de técnicas y habilidades sexuales de la pareja. Consta de diez sesiones semanales de dos horas cada una. Secuencialmente, el tratamiento utiliza el entrenamiento en masturbación directa de la mujer, ejercicios de focalización sensorial, técnicas para incrementar el control voluntario del varón y la técnica de apuntalamiento durante el coito. El tratamiento de anorgasmia femenina, diversos estudios han constatado la eficacia del entrenamiento guiado en masturbación en mujeres cuando este trastorno es primario, ya sea en sesiones individuales, en parejas, grupos o incluso autoaplicado con ayuda de videos y material escrito (Kuriansky, Sharpe y O`Connor, 1982; LoPiccolo y Lobitz, 1972; Morokoff y LoPiccolo, 1986; Spence, 1991). Estos programas suelen incluir entrenamiento del músculo pubocoxígeo con técnicas de autoestimulación a veces junto al uso de vibradores. Alrededor del 90 por 100 de las mujeres han conseguido alcanzar el orgasmo tras el entrenamiento (LoPiccollo y Stock, 1986), aunque los porcentajes de éxito disminuyen cuando se valora la capacidad para alcanzarlo a través de la estimulación manual u oral a través de la pareja, o inducido durante el coito sin estimulación manual. Como refieren Labrador y Crespo (2010), el pronóstico es peor en los casos de anorgasmia secundaria, que parecen asociarse a otros factores como un deterioro de la relación, problemas emocionales… que no son abordables mediante programas de entrenamiento en masturbación. En estos casos suelen aplicarse programas de amplio espectro ajustados a las características del caso y en los que se incluye la terapia sexual de Masters y Johnson, que aparece recogida como tratamiento probablemente eficaz para este problema en los listados de la APA (Chambless et al., 1998) y que se ha demostrado superior al entrenamiento de la pareja en comunicación (Everaerd y Dekker, 1981). En el caso de la aversión al sexo y el trastorno de la excitación de sexual de la mujer, no hay ningún estudio controlado con tratamientos psicológicos o médicos para esta disfunción. En los casos en los que se considera este problema, se hace en combinación con problemas de deseo sexual hipoactivo (Labrador y Crespo, 2010). 32 5. CASO PRÁCTICO Sujeto Ana es una joven soltera de 23 años con un nivel socioeconómico medio. Reside en un pequeño pueblo de la provincia de Alicante desde hace seis años, al que se trasladó por motivos familiares. Trabaja como auxiliar administrativa en las oficinas de una fábrica de calzado, y se encuentra satisfecha en su puesto. Es la tercera de cuatro hermanos, dos chicos y dos chicas. Vive en casa de sus padres junto a su hermano menor. En el momento de acudir a consulta no tiene pareja estable. Tiene escasas aficiones, su tiempo libre lo suele ocupar cuidando a sus sobrinos o saliendo con amigos. No informa de problemas económicos, si bien se muestra insatisfecha con sus relaciones familiares, especialmente con su madre. Ana goza de buena salud en general. Desde su infancia había padecido obesidad mórbida. Desde hacía años seguía numerosos tratamientos para adelgazar, y a consecuencia de ello sufría una alteración en la glándula tiroides. Durante sus esfuerzos por perder peso había atravesado fases con episodios bulímicos. Hace doce meses inició una dieta bajo control médico con la que había perdido 18kilos. La paciente acude al Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Miguel Hernández remitida por su médico endocrino, solicitando tratamiento por su problema de disfunción orgásmica. Aunque en ese momento no tiene pareja estable, se siente preocupada porque cada vez que mantiene una relación sexual queda insatisfecha, y a pesar de haber dejado aparcado el problema en numerosas ocasiones, esta vez piensa que debe ponerle solución para no estar permanentemente en esa situación. Historia del problema El problema lo padece “desde siempre”. No recuerda haber experimentado nunca el orgasmo, salvo en una ocasión dudosa, cinco años atrás. En aquel momento estaba acompañada por su pareja de entonces y, mediante estimulación manual, sintió “algo distinto”, que no sabe si calificar de orgasmo. Mediante la autoestimulación no cree haber experimentado nunca el orgasmo. Ésta es la primera vez que consulta con un profesional para tratar su problema. No ha mantenido ninguna relación de pareja estable, lo que le había hecho posponer el problema, pero cree que ha llegado el momento de ponerle solución, ya que, independientemente de sus relaciones, le gustaría ser capaz de disfrutar de su sexualidad plenamente. Evaluación El protocolo de evaluación aplicado persiguió explorar y valorar distintas áreas relacionadas con la actividad sexual: información, creencias, actitudes y conducta sexual. Se evaluaron otras áreas relacionadas como la autoestima. Se mantuvieron varias entrevistas no estructuradas a fin de entablar una adecuada relación terapéutica y permitir la expresión del problema por su parte. Ana habla con desparpajo, mostrando una gran naturalidad a la hora de abordar el 33 tema. Sin embargo, muestra comportamientos de ansiedad, adoptando posturas tensas, retorciéndose el brazo y hablando de forma impetuosa. Además de la entrevista, se emplearon otros instrumentos de evaluación, como los autorregistros y los autoinformes. - - - - Inventario de Respuestas sexuales (Pion, 1975, adaptación de Carrobles), que evalúa las conductas sexuales de la paciente tanto en el pasado como las actuales. Abarca las pautas de educación sexual en el ambiente familiar, las actitudes hacia aspectos concretos de la sexualidad, así como las conductas sexuales del sujeto. Índice de Función Sexual para Mujeres (Rosen et al., 2000). Se trata de un cuestionario autoadministrado. En el que la paciente debe responder a 19 ítems con seis alternativas de respuesta. Ofrece puntuaciones de seis dimensiones específicas: deseo, excitación, lubricación, orgasmo, satisfacción y dolor. La puntuación total oscila entre 4 y 95 puntos, y cada escala tiene un rango determinado. Autorregistros: Se proporcionó a la paciente una plantilla para que registrara cada vez que se masturbaba los siguientes datos: hora de inicio y finalización, grado de excitación al inicio, grado de placer alcanzado y posibles dificultades. De esta forma teníamos información sobre la forma de estimularse previamente a la intervención, sobre el cumplimiento de las prescripciones terapéuticas y conocíamos a la evolución de nuestra paciente. Escala de Valoración Corporal: Este instrumento fue diseñado con fines clínicos (Espada, Van der Hofstadt, Méndez y Orgilés) y se compone de dos apartados. En el primero de ellos la paciente evalúa las distintas partes de su físico. Permite así conocer la percepción de conjunto y las zonas que pueden generar mayor rechazo o aceptación por parte de la paciente. La segunda parte se emplea para valorar el grado de pacer que experimenta el sujeto al estimular cada zona. Con la información obtenida se puede obtener una valoración estimativa de conjunto y también que el paciente conozca las áreas concretas cuya estimulación le resultan más placenteras. 34 Tras analizar la información recabada, concluimos que la paciente tiene una relación deficitaria con su familia de origen, valorándola con un 2 en una escala desde 1 hasta 7, aunque afirma haber vivido en casa con un ambiente abierto hacia la sexualidad. La actitud de sus padres acerca de la sexualidad parece ser tolerante, teniendo ella oportunidad de plantearles dudas sobre el tema. No se mostraban excesivamente pudorosos en casa. Ana valora la actitud de sus padres respecto a su actividad sexual como de aprobación. Adquirió sus conocimientos sobre la sexualidad humana principalmente a través de amigos y en el colegio. Por ejemplo, la información que obtuvo por parte de sus padres sobre la menstruación fue más bien escasa. No recuerda que ellos tomaran la iniciativa para facilitarle información sobre la sexualidad, la reproducción, relaciones amorosas o el disfrute del sexo. No reconoce haber sufrido ningún tipo de presión religiosa en relación con el sexo. La actitud de los padres respecto a salir con personas del otro sexo era de aprobación. El grado de satisfacción de sus primeras relaciones con personas del otro sexo, en una escala de 1 a 7, era de 5. Siempre había practicado el coito con personas hacia las que sentía únicamente atracción física, nunca a nivel emocional. Su satisfacción respecto a las relaciones sexuales del pasado era de insatisfacción (1 sobre 10). En cuanto a las creencias de la paciente respecto al sexo, encontramos que Ana considera necesario el orgasmo simultáneo entre ella y su pareja para obtener una completa satisfacción. Le parece aceptable que tanto el hombre como la mujer inicien la relación sexual, y no ve inconveniente en ser ella misma quien inicie la relación. Considera que el tamaño del pene es un factor importante para la satisfacción sexual. No cree que necesariamente el orgasmo deba tener lugar durante el coito vaginal. Considera la masturbación como algo natural y aceptable. Piensa que la actitud de sus padres no era negativa respecto a la masturbación. Considera que el orgasmo es necesario para esta satisfecho de su relación sexual. Respecto a su actividad sexual, sus parejas suelen tener los orgasmos durante el coito o bien por su estimulación. Su actitud hacia los hombres es negativa, ya que afirma que con los que ha estado se han mostrado egoístas, poco dispuestos a proporcionarle placer a ella y más bien interesados en satisfacerse a sí mismos. Siempre que ha mantenido una relación su pareja ha alcanzado el orgasmo. Nunca se ha dado la situación de que sus parejas deseen tener relaciones y ella no quiera, y tampoco al contrario. Cuando ella no se encuentra sexualmente excitada, nunca actúa como si lo estuviera con el fin de satisfacer a su pareja. Las fantasías o ensoñaciones no desempeñan ningún papel para excitarle sexualmente. Aunque tiene sueños sexuales, nunca tiene orgasmo con ellos. Se ducha o baña con frecuencia antes o después de hacer el amor. Le resulta algo problemático desnudarse en la presencia de su pareja. Aunque ahora está más delgada, se muestra acomplejada con su cuerpo, por haber sido obesa y tener estrías en la piel. Dice que esa vergüenza a que la vean desnuda está desapareciendo poco a poco. Nunca realiza el coito durante la menstruación, no porque le desagrade, si no por no haberse dado la ocasión. El método anticonceptivo que emplea habitualmente son los preservativos, sintiéndose satisfecha con su uso. No le cuesta comunicarse con sus parejas sobre cuestiones sexuales. Respecto a las conductas de autoestimulación, Ana practica la masturbación, pero sin alcanzar el orgasmo. No tiene nunca sentimientos de culpa en relación a ello. Entre las posibles cosas que utiliza para excitarse sexualmente, se encuentran la música, los perfumes, la estimulación verbal y el contacto físico. 35 Al analizar el grado de satisfacción sexual, nos hace notar que no le importa si su orgasmo se alcanza por la estimulación después de haber tenido el orgasmo su pareja. En cualquier caso, si tras la relación de coito tampoco experimenta un orgasmo mediante caricias u otro tipo de estimulación, se siente insatisfecha. Al valorar las condiciones de su medio, como la posible falta de intimidad, no cree que sea un impedimento para tener relaciones sexuales satisfactorias. Éstas suelen tener lugar en sitios tranquilos, como la casa de sus parejas, o en hoteles. Los sentimientos que experimenta normalmente después de tener relaciones sexuales son de tensión o ansiedad, se siente a menudo utilizada y frustrada por no obtener satisfacción. El único aspecto de su vida sexual que desearía cambiar es aumentar su capacidad para tener orgasmos. En una escala de apetencia sexual desde 1 hasta 7, se sitúa en un 5. En cuanto a la excitación sexual alcanzada, llega al máximo mediante la autoestimulación, y a un punto medio con la relación con otra persona. El único orgasmo experimentado lo valora con una intensidad de 5, en una escala de 1 a 7. Valorando globalmente su satisfacción después de una actividad sexual, asigna un 5 a la satisfacción mediante masturbación y un 2 a la satisfacción con una pareja. Análisis topográfico Ana tenía relaciones sexuales esporádicas, aproximadamente entre una y cuatro al mes. Solía mantener relaciones con chicos que conocía cuando salía a bailar, a los que apenas conocía. Raramente la relación se mantenía más tiempo. También tenía relaciones más continuadas con un amigo con el que había establecido una relación esporádica de sexo sin más compromiso. Su insatisfacción se extendía a todas las relaciones que había tenido, todas ellas heterosexuales. Practicaba la masturbación esporádicamente. En el pasado solía hacerlo diariamente, pero como acabó cansándose de no alcanzar nunca el orgasmo, ahora su frecuencia es mucho menor, alrededor de una o dos veces a la semana. Solía hacerlo siempre en su habitación por la noche. Análisis funcional En el caso de Ana, las variables antecedentes están relacionadas con la ansiedad ante las relaciones sexuales, causada en gran medida por una baja autoestima y la ansiedad ante la visión de su propio cuerpo. Aunque el deseo sexual fuera alto, Ana sentía miedo de que su pareja la viera desnuda, por lo que opta por tener la luz siempre apagada y ocultar su físico. Aún así temía que su compañero detectara imperfecciones o estrías en su cuerpo. En cuanto a las variables organísmicas, tiene un peso importante su historia de aprendizaje, principalmente el hecho de haber sido rechazada por su físico durante su etapa adolescente, así como una historia de relaciones afectivo-sexuales poco satisfactorias. Entre los determinantes de tipo físico, la pérdida de peso pudo acentuar los síntomas, de forma que, a pesar de mejorar su aspecto físico, el desequilibrio produjera una mayor labilidad afectiva. Respecto a las consecuencias, a nivel psicofisiológico se da una ausencia de placer en las relaciones sexuales, y a nivel cognitivo, unas bajas expectativas de satisfacción y pensamientos negativos hacia el sexo contrario (por ejemplo, “los hombres son todos unos egoístas, sólo van a lo suyo y cuando terminan se olvidan”) y hacia el futuro (“no voy a disfrutar nunca de mis relaciones sexuales”). A nivel conductual, se reduce la frecuencia de la masturbación. 36 Así, cada vez que Ana se disponía a masturbarse, sentía la ansiedad producida por la visión y el contacto con su cuerpo, por la impaciencia de desear alcanzar el orgasmo y por las bajas expectativas de éxito. Precisamente ese deseo elevado de lograr el orgasmo le impedía concentrarse en sus sensaciones agradables o en imágenes placenteras. Cuando se presentaba una relación sexual, generalmente con un desconocido, también se daban respuestas de ansiedad similares. Al término de la relación, Ana solía sentirse mal, pensando que había sido utilizada como medio de satisfacción por parte de su pareja. El grado de interferencia del problema en el funcionamiento diario del paciente era considerable, ya que deseaba disfrutar plenamente de su sexualidad y no se sentía capaz de ello. Además, se estaba mermando su autoestima y perdiendo cada vez más esperanzas de sentirse querida en una relación. El interés hacia la terapia era alto, y tenía moderadas expectativas sobre los resultados del tratamiento. Tratamiento Objetivos terapéuticos Los objetivos generales del tratamiento que se establecieron fueron los siguientes: Mejorar la aceptación del propio cuerpo como paso previo para experimentar sensaciones físicas placenteras. Se había detectado una baja valoración del físico por parte del sujeto que derivaba en aversión ante la visión de su cuerpo y su contacto. Modificar las expectativas respecto a las relaciones y placer sexuales, tratando de desmitificar el orgasmo en sí. Lograr progresivamente la aparición de conductas de autoestimulación por parte del sujeto, alcanzando cada vez mayores niveles de excitación y placer. Sesiones del Tratamiento Agenda detallada de cada sesión y técnicas aplicadas en el tratamiento (Ver tabla 1) Sesiones 1 y 2 Durante las dos primeras entrevistas, nos dedicamos a la acogida de la paciente y a recabar los datos necesarios para la evaluación del caso. Como tareas para cada, se le encargó a Ana que cumplimentara alguna de las pruebas de evaluación. La motivación es alta, por lo que cumple perfectamente las tareas, dejando algunas preguntas dudosas de los cuestionarios para plantearlas en la sesión. Sesión 3 En la tercera sesión se devuelven los resultados de la evaluación, comentándolos con la paciente. Seguidamente expusimos el análisis funcional del caso con las variables mantenedoras del problema. Le informamos de que la ausencia de orgasmos se debe principalmente a tres factores: una baja excitación sexual, una estimulación inadecuada y una elevada ansiedad en forma de prisa por acabar cuando se masturba ella sola o por el miedo a que su compañero observe sus “defectos físicos” cuando tiene una relación. Se priorizaron, de acuerdo con ella, los objetivos terapéuticos de la intervención, determinando comenzar en primer lugar por conseguir el disfrute de las sensaciones físicas 37 mediante la estimulación en solitario. En segundo lugar, aumentar el placer hasta alcanzar el orgasmo a través de la masturbación, y finalmente, en una relación con otra persona. Sesión 1–3 4 5 6 7 Agenda de la sesión Establecimiento de la relación terapéutica Evaluación del caso Explicación de la hipótesis de adquisición y mantenimiento Exposición del plan de la intervención Fase informativa acerca de la sexualidad Primera fase Entrenamiento Muscular Vaginal (EMV) Análisis de la primera fase de EMV Análisis autorregistros. Reestructuración cognitiva actitudes hacia la masturbación Análisis 2º y 3º fases del EMV Análisis autorregistros Análisis sensaciones ante la visión de su cuerpo Análisis sensaciones y actitudes durante la estimulación 8 9 10 11 12 13 Evaluación postest Seguimiento a los tres meses Tareas para casa Autorregistro Autorregistro Lectura Practicas primera fase EMV Autorregistro Segunda y tercera fases EMV Autorregistro Audición Primera fase EMD Autorregistro Segunda y tercera fase EMD Autorregistro Cuarta dase EMD Autorregistro Autorregistro Cumplimentación de cuestionarios Pautas de mantenimiento Pautas de mantenimiento Tabla 1: Agenda detallada de cada sesión y técnicas aplicadas en el tratamiento Dado que en ese momento Ana no tenía pareja, nos centramos en la consecución individual del orgasmo. Además, ya que las anteriores relaciones sexuales le habían resultado insatisfactorias, afectando a su autoestima y fomentando una actitud negativa ante los hombres y las relaciones en general, se acordó con Ana que no debía mantener relaciones con otras personas hasta que se le indicara lo contrario. Le explicamos que cada experiencia negativa de relación favorecía su percepción negativa de la sexualidad y sus sentimientos de sentirse utilizada. Argumentamos también que era aconsejable que aprendiera primero a estimularse y disfrutar de su cuerpo para, en una segunda fase, hacer lo propio con otra persona. Tras asegurarnos de que había comprendido las hipótesis de mantenimiento del problema y el planteamiento del tratamiento, dedicamos la última parte de la sesión a instruirle en el entrenamiento muscular vaginal (EMV) en su aplicación de tres semanas: 38 Primera semana: El primer paso tiene como objetivo la identificación o localización de los músculos que has de aprender a controlar. Una forma fácil de lograrlo es utilizando para ello la propia situación de orinar. Cuando vayas a orinar, te puedes sentar en la taza del váter con las piernas lo más separadas posible e iniciar en esta posición la micción. Interrúmpela voluntariamente durante unos segundos, repitiendo esta secuencia varias veces durante la micción. El interrumpir la micción bajo estas condiciones sólo es posible lograrlo tensando los músculos pubococcígeos, por lo que conseguir detener la micción es una garantía de que estás ejercitando esos músculos. Debes practicar este ejercicio unas seis veces al día, pudiendo omitir la primera micción del día, al levantarte de dormir, en caso de que la situación te resulte especialmente difícil. En cuanto al tiempo que has de tensar y relajar el músculo, éste va a ser aproximadamente el mismo: uno o dos segundos en cada ocasión. Esta tensión-relajación la has de practicar unas diez veces cada una de las seis ocasiones en que orines, tratando de distribuirlas a lo largo del día. Segunda semana: Además de en la situación de orinar, realiza los ejercicios fuera de dicha situación. Para que recuerdes llevarlos a cabo te sugiero que lo asocies a situaciones o actividades cotidianas, por ejemplo, sentarse en una silla especial, o mientras preparas las comidas. El número de veces que debes realizar el ejercicio se mantiene igual que en la semana anterior: seis veces al día, pero ahora aumentarás el número de ejercicios de diez a veinte en cada una de las seis sesiones. Tercera semana: Aumenta progresivamente el número de ejercicios de tensión a razón de cinco veces más cada día de esta semana, en cada una de las seis ocasiones en que los realizas al día. De este modo, si al finalizar la semana anterior realizabas veinte tensiones en cada una de las seis ocasiones en que practicabas el ejercicio cada día, durante el primer día de esta tercera semana realizarás veinticinco tensiones en cada ocasión, el segundo día treinta, el tercero treinta y cinco y así sucesivamente hasta alcanzar al finalizar la semana un total máximo de 300 ejercicios al día, a razón de cincuenta tensiones en cada una de las seis sesiones. El tiempo que invertirás al día será de unos veinte minutos. Con la ayuda de las ilustraciones, comentamos con Ana las distintas partes de la vagina, incidiendo en el papel de la musculatura del pubococígea en el orgasmo. Le explicamos que durante la primera semana, el objetivo es la identificación y localización de los músculos que se han de controlar. Se elige para ello, por ser una forma fácil de lograrlo, la situación de orinar. Le pedimos a la paciente que cuando vaya a orinar, se siente en la taza del váter con las piernas bien separadas y que se inicie en esta posición la micción. Luego debe ir interrumpiéndola voluntariamente durante unos segundos, repitiendo esta secuencia varias veces. Para lograr interrumpir la micción en estas condiciones, se han de tensar los músculos puboccígeos, por lo que al realizar esta práctica nos aseguramos de que la paciente está ejercitando esos músculos. Se recomienda practicar el ejercicio unas seis veces al día, pudiendo excluir la primera micción del día en caso de que resulte especialmente difícil. Le aclaramos que el tiempo que debe tensar y relajar el músculo debe ser aproximadamente el mismo: uno o dos segundos en cada ocasión. Esta tensión-relajación debe practicarla unas diez veces cada una de las seis ocasiones en que orine, procurando distribuirlas a lo largo del día. 39 Sesión 4 Iniciamos la sesión repasando las tareas asignadas. Ana nos informa de que ha cumplido sin dificultad los ejercicios de tensión y distensión. Durante la segunda fase que iniciamos en esta sesión, además de realizar los ejercicios en la situación de orinar, se amplía su práctica a otras situaciones. Le recomendamos que los asocie a situaciones o actividades cotidianas, como sentarse en una silla determinada, o en el momento de preparar la comida. Se mantiene el mismo número de repeticiones de diez a veinte en cada una de las seis ocasiones. Sesión 5 Según nos informa Ana, la segunda fase del programa de EMV ha sido realizada con éxito, por lo que le proponemos un paso más. Durante la tercera y última semana ha de aumentar progresivamente el número de ejercicios de tensión a razón de cinco veces más cada día en cada una de las seis ocasiones en que se realizan. De este modo, si al finalizar la semana anterior realizaba veinte tensiones en cada una de las seis ocasiones en que practicaba el ejercicio, durante el primer día de esta tercera semana se realizan veinticinco tensiones en cada ocasión, el segundo día treinta, el tercero treinta y cinco y así sucesivamente hasta alcanzar al finalizar la semana un total máximo de 300 ejercicios al día, a razón de cincuenta tensiones en cada una de las seis sesiones. El tiempo invertido cada día en los ejercicios será aproximadamente de veinte minutos. Sesión 6 En esta entrevista Ana nos confiesa que se había saltado la recomendación de no iniciar ninguna relación afectiva o sexual. Tuvo una relación puntual con penetración, a partir de la cual se quedó embarazada. Abortó tan pronto como lo supo, sin contárselo a nadie más que a nosotros y a su médico. De hecho, había acudido ella sola a practicarse el aborto. Este acontecimiento hace que variemos la agenda de la sesión, dedicando esta a tratar el tema. Dice haber tenido muy clara la decisión desde el primer momento, y únicamente siente malestar físico. Sesión 7 Al inicio de esta sesión, tras asegurarnos Ana de que no se siente afectada por el aborto practicado tiempo atrás, la felicitamos por haber realizado perfectamente el programa de entrenamiento muscular vaginal. Había incluido en sus rutinas la tensión y distensión muscular, por lo que, según nos informaba, era perfectamente capaz de controlar su musculatura. A continuación le exponemos el procedimiento conocido como “entrenamiento en autoestimulación dirigida”, desarrollado por Lobizt y Lopiccolo (1972) y Heiman y LoPiccolo (1989). Esta técnica requiere una dedicación de una hora al día a realizar las tareas asignadas. Se trata de un programa en nueve pasos, ideado para mujeres que nunca habían experimentado el orgasmo a través de cualquier medio. Las distintas etapas del programa de van sucediendo a medida que se cumplen los objetivos del paso anterior. Al presentar el programa a Ana, evitamos explicar el procedimiento completo para así prevenir que se anticipe o tenga prisa por pasar a la siguiente etapa. Se le expone que la finalidad principal es relajarse y descubrir formas nuevas de experimentar placer sensorial. Iniciamos el primer paso del programa, que tiene una semana de duración. La primera fase consiste en el 40 examen corporal desnuda en el baño y examen genital. El objetivo propuesto en este primer paso es conseguir que Ana sea capaz de examinar visual y manualmente su cuerpo, excluyendo inicialmente los genitales y los senos. Para ello, se ha de colocar completamente desnuda delante del espejo e ir mirando las distintas partes de su cuerpo, fijándose en las zonas que más atractivas le resultan. Al mismo tiempo, puede ir palpando cada parte de su cuerpo como le resulte más agradable. Al hacer esto, es importante concentrarse en lo que está haciendo y que sea capaz de sentir y especificar cuantas más sensaciones positivas mejor. También puede identificar las partes del cuerpo que menos agradables le resultan. Se pretende así que vaya adquiriendo una visión más objetiva y racional de su propio cuerpo. Sesión 8 En esta sesión se prosigue con el programa de autoestimulación dirigida. En la agenda de la sesión se reserva también un tiempo para analizar con la paciente los sentimientos y actitudes que experimenta hacia su propio cuerpo, ya que pueden influir considerablemente en que se alcancen los resultados esperados. Asimismo, se comentan los autorregistros semanales. Observamos que Ana presenta resistencias a observarse en el espejo. De hecho, ha esperado a la víspera de la sesión para afrontar la tarea encargada. En sus anotaciones señala las zonas donde obtiene mayor estimulación, lo que nos sirve para discriminar las zonas menos atractivas para ella, y por ello poco estimuladas, como es el caso de los pechos. En este punto sugerimos el uso de la imaginación como fuente de estimulación sexual. En primer lugar evaluamos la capacidad de fantasear sexualmente, que parece ser buena. No obstante, damos algunas recomendaciones para generar historias e imágenes eróticas. Le animamos a inventar historias y recordarlas mientras se masturba. También le sugerimos practicar en otros lugares, como la bañera. Para ayudarle en la siguiente fase, le proporcionamos el documento “Método de autoplacer: imaginación romántica”, del manual terapéutico de Musé, Rigola y Del Río. Le pedimos que avance al segundo paso del programa de estimulación, que se centra en la exploración genital visual y táctil. Empleando un espejo de mano, se explora directamente sus genitales, primero visualmente y luego con las manos. Se pretende que identifique las distintas partes de la vulva: los labios mayores, los labios menores, la entrada de la vagina y el clítoris. Al principio la paciente simplemente debe observar, y gradualmente puede ir explorándolos manualmente, posando sus dedos sobre ellos, tocándolos, aunque sin estimularlos ni manipularlos. 41 El paso tres introduce la estimulación sin fines para obtener excitación sexual. Durante este paso, se le pide que mantenga la exploración visual y manual como en el paso anterior, pero además, estimulando y manipulando sus genitales, tratando de descubrir las zonas más sensibles, cuya estimulación le resulte gratificante. Para ello, se le recomiendo guiarse por las sensaciones agradables que experimente. Se insiste en que no es preciso provocar una excitación sexual, sino simplemente que se encuentre a gusto y haga lo que le apetezca. Sesiones 9 y 10 En las sesiones sucesivas se prosigue con los últimos pasos del programa. El paso cuarto consiste en plantear distintas formas de masturbación. Eligiendo la posición más cómoda, se le explica que la forma de realizarlo puede variar según las preferencias de cada mujer. Insistimos en la importancia de recrearse en los pensamientos excitantes, creando y utilizando fantasías de contenido erótico mientras practica la masturbación. Sugerimos también para facilitar la imaginación el uso de fotografías o novelas estimulantes. En el paso quinto se aumenta la duración e intensidad de la masturbación. Respecto al tiempo de estimulación que una mujer suele necesitar para alcanzar el orgasmo, este puede aproximarse a los 25-30 minutos. Aconsejamos a Ana que complemente la estimulación con los ejercicios de tensión muscular vaginal, explicándole que mediante estas contracciones es posible autoestimularse de forma similar a las contracciones que acompañan al orgasmo. El paso 6 supone la masturbación con un vibrador si el orgasmo no ocurre en los pasos anteriores. Como de hecho así sucedió en este caso, recomendamos a Ana adquirir uno e incluirlo en sus juegos sexuales como potenciador. Los pasos siguientes del programa implican la participación de la pareja, por lo que en este caso no fueron aplicados. Sí se dieron pautas a Ana sobre cómo actuar en caso de tener una relación, consistentes en sugerir a la pareja que esté presente mientras se masturba para que aprenda como estimularle para conseguir el orgasmo. Tras la observación se pasaría a la práctica guiada, indicándole a varón la mejor forma de estimular mientras lo hace. En el caso de Ana, al tratarse de relaciones esporádicas, no se sentía con la confianza suficiente como para pedir la colaboración del compañero. Sesión 11 En esta sesión se recapituló con Ana los logros conseguidos. Repasamos los progresos que se habían realizado, manifestando Ana que se sentía muy satisfecha con los resultados. Aunque aún no había tenido ocasión de ver mejoradas sus relaciones, valoraba que su capacidad para experimentar sensaciones agradables e incluso el orgasmo había aumentado notablemente. Le sugerimos algunas pautas para el mantenimiento de resultados, recomendándole seguir trabajando su capacidad para emplear la imaginación como fuente de excitación. Sesiones 12 y 13: seguimientos Se concertaron entrevistas de seguimiento, varios meses después, para valorar si los resultados alcanzados se mantenían. La paciente nos informó positivamente de ello, comentándonos que estaba iniciando una relación más íntima con un antiguo amigo, aunque por el momento no habían mantenido relaciones sexuales. 42 Resultados del tratamiento y conclusiones El tratamiento se prolongó durante 13 sesiones, durante aproximadamente cuatro meses, realizando dos entrevistas de seguimiento a los tres y a los nueve meses. Al finalizar la intervención, los objetivos marcados se habían alcanzado en gran medida. La paciente había realizado correctamente todos los pasos del programa de entrenamiento muscular vaginal, lo que sirvió de base para el resto de la intervención. Se trata de un componente del tratamiento sencillo, que favorece la adherencia y mejora la disposición física para el orgasmo. La realización de los ejercicios de estimulación dirigida fue también adecuada, aunque inicialmente generó alguna reticencia en la paciente, principalmente por su aversión a algunas zonas de su cuerpo y las creencias acerca de la masturbación. Sin duda el complemento del entrenamiento en el uso de la imaginación como fuente de excitación benefició notablemente la mejora de la paciente. Al finalizar el tratamiento, el grado de satisfacción sexual por parte de Ana, valorado globalmente, había aumentado de forma significativa, según las puntuaciones del Cuestionario de Respuesta Sexual, que eran coincidentes con el informe verbal de la paciente. En las escalas de interés, excitación y orgasmo, se observaron igualmente cambios positivos (Tabla 2). El nivel de placer alcanzado durante la masturbación, según los autorregistros diarios y la Escala de Valoración Corporal, era mucho más alto que al inicio, habiendo llegado al orgasmo en el paso 6 del programa de autoestimulación dirigida. Esta técnica ha demostrado en otros estudios su alta eficacia, en torno al 90 por 100 (LoPiccolo y Stock, 1986). La frecuencia y el nivel de placer alcanzado mediante estimulación, como se observa en la Tabla 3, habían aumentado también de manera considerable, alcanzando el orgasmo en varias ocasiones. Con bastante frecuencia, las disfunciones sexuales están relacionadas con otros problemas personales o de pareja (Labrador y Crespo, 2001). En el caso presentado, algunas variables históricas del paciente, como el aislamiento social o la falta de información precisa sobre la sexualidad, desempeñan un papel determinante, junto a la historia de sobrepeso de la paciente, el bajo nivel de autoestima y las experiencias poco agradables en las relaciones sexuales mantenidas de forma esporádica. Se puede observar que al finalizar el tratamiento el grado de autoestima era mayor que al inicio, así como la valoración de su propio cuerpo, que era mucho más positiva. En el caso que presentamos, el alto nivel de ansiedad y las bajas expectativas de éxito impedían que la paciente obtuviera sensaciones placenteras aunque se encontraba previamente excitada. En este punto el papel de la información proporcionada a la paciente fue determinante para que se enfrentara a la tarea sin prisas ni impaciencia. La desmitificación del orgasmo fue otro de los aspectos tratados en las entrevistas con la paciente, que, debido a lagunas y distorsiones informativas, tenía una imagen ensalzada de él que impedía s u vez el disfrute de otras fuentes de placer, que pueden incrementar el grado de excitación y, a su vez, la consecución del orgasmo. 43 Los cambios alcanzados se mantienen en el seguimiento a los nueve meses, momento en el que acaba de iniciar una relación de pareja con la que se sentía muy ilusionada. Las relaciones sexuales con su compañero, tal y como reconoce la paciente, habían sido muy satisfactorias hasta el momento. Tabla 2. Puntuaciones a lo largo del tratamiento en distintas pruebas Tabla 3. Frecuencia y Nivel de placer alcanzado tras la autoestimulación 44 REFERENCIAS Abrahamson, D. J.; Barlow, D. H., y Abrahamson, L. S. (1989). Differential effects of performance demand and distraction on sexually functional and dysfunctional males. Journal of Abnormal Psychology, 98, 241-247. Abrahamson, D. J.; Barlow, D. H.; Beck, J. G.; Sakheim, D. K., y Kelly, J. P. (1985). The effects of attentional focus and partner responsiveness on sexual responding: Replication and extensión. Archives of Sexual Behaviour, 74, 361-371. Abrahamson, D. J.; Barlow, D. H.; Sakheim, D. K.; Beck, J. G., y Athanasiou, R. (1985). Effects of distraction on sexual responding in sexual functional and sexually dysfunctional men. Behavior Therapy, 16, 503-515. American Psychiatric Association (2000). Diagnostic and statistical manual of mental disorders DSM-IV-TR (4.ª ed. Texto rev.). Washington, DC: autor. Annon, J.S. (1975). 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