El camino andado en 13 años y las 300 escaleras por superar Caracas, 02 Feb. AVN.- Detrás del Teatro Catia, recientemente restaurado y ubicado en el populoso sector homónimo de Caracas, las personas que asistieron este jueves al acto de celebración de los 13 años de gobierno del presidente Hugo Chávez comenzaron a acreditarse para ingresar al lugar. Entre las personas figuraban voceros de consejos comunales y comunas en construcción; atletas; estudiantes de Medicina Integral Comunitaria; personas con discapacidad; mujeres de la misión Madres del Barrio; representantes de pueblos indígenas; estudiantes de la nueva Universidad Experimental de la Seguridad (Unes), así como personas de la tercera edad. A simple vista, personas que pueden dar testimonio de los principales logros de la Revolución Bolivariana. La gestión directa de las comunidades en el manejo de recursos y obras públicas; la inversión en el deporte; el cambio de paradigma en los servicios de salud; la atención a personas con discapacidad; el apoyo a las mujeres de sectores pobres; el reconocimiento y reivindicación de los pueblos indígenas y los pensionados. Entre ellos, resalta una niña -señorita invidente-. Su cara resulta conocida. Es la niña que le cantó y le recitó un poema al Presidente en un acto del Teatro Teresa Carreño, y que conmovió al país con su condición. -Hola ¿Ella es la niña que le cantó a Chávez? Pregunta quien escribe. -¡Sí! Responde la mamá de Milagros Espinoza, con una amplísima sonrisa, antes de agregar: "Mi hija es famosa, todo el mundo la reconoce en la calle (más risas)". La madre de Milagros, Mildred Flores, relata que está allí porque va con un grupo de familias organizadas en torno al tema de la discapacidad infantil. Que recibió un apartamento en el urbanismo Cacique Tiuna, en el sector caraqueño La Rinconada, y que su hija de 16 años está en una escuela bolivariana de niños especiales, en Bello Monte. -Ahora estoy buscando ayuda para operar a mi otro hijo, que no tiene discapacidad, pero tiene los tímpanos perforados, acota Mildred, en tono de solicitud. En otro lugar de la cola, a pocos metros de Mildred y Milagros, hay otra mujer, más morena y con gesto angustiado, que acepta ser entrevistada. -¿Por qué está aquí? -Vengo con el "niño", responde ella, señalando a un joven, con bigote, de unos 20 años, en silla de ruedas. La señora Enma Aguilar, natural de Colombia, de 51 años, y de éstos 30 viviendo en Caracas, explica que está esperando a unas vecinas suyas, habitantes del barrio Canaima, en el sector Manicomio, voceras del Comité de Tierras, convocadas al acto para recibir títulos de tierra urbana. Las vecinas de la intranquila mujer le prometieron ayudarla para resolver dos cosas fundamentales que necesita: "Una casa, porque vivo como a 300 escaleras de la calle, y es muy difícil bajar y subir al niño, y un trabajo para mí, porque estoy desempleada. Ya me inscribí en la misión que ayuda a las mujeres con hijos así (Misión Hijos de Venezuela)". -"Mamá, te dije que le pidieras el teléfono a la señora Nírida", interrumpe el joven de la silla, que se llama Giusepe, apretando la mano a su madre. "¿Ahora cómo hacemos para encontrarla aquí entre tanta gente?", agregó. Ante el cuadro de evidente preocupación, le sugiero a la señora hablar con una funcionaria del Ministerio para las Comunas, que va y viene entre las personas por acreditar, quien luego de escuchar el caso, le aconseja "hablar con (Carlos) Rotondaro", el presidente de Instituto Venezolano de los Seguros Sociales. "Yo realmente no tengo cómo darle respuesta ahorita". Y se marcha. La angustia de Enma se expresa con más nitidez, pero justo allí llegan sus vecinas. -"¡Ay! Gracias a Dios", dice señora Nírida. "Estaba preocupada, yo pensé que ya me iba a tener que ir...". -"¡Tranquila mujer!, tranquila, ya vamos a resolver", dice la vecina, otra mujer morena, más joven y más baja de estatura, protagonista de la organización popular, vocera de un Comité de Tierras, que en realidad es "todero" en el barrio, según cuenta, "porque hace de todo, no sólo la parte del tema de las casas y las tierras". Nírida Jiménez está damnificada. Vive en un refugio solidario, en la casa de un familiar. "Arregla uñas" a domicilio y cuida de dos nietos, así que se inscribió en las misiones Vivienda, Hijos de Venezuela, y Saber y Trabajo, porque necesita casa, empleo y ayuda para criar a los dos niños de su hija. En medio de su situación, Nírida sirve a su comunidad y asegura que no dudaría en votar otra vez por Chávez: "Porque a mí no me ha llegado todavía lo que necesito, pero he visto que a muchas familias le han dado casa", porque "Catia era un desastre y ha cambiado mucho, no es perfecta, pero ha mejorado", y porque "ahora hacemos cosas que antes no se podían". -¿Cómo que cosas? -"Organizarnos así, tener un consejo comunal, así pudimos conseguir los títulos de tierra que nos van a dar hoy, y así podemos ayudarnos más, ya tú vas a ver que a la señora Enma la vamos a ayudar, porque no puede seguir bajando y subiendo a ese muchacho por esas escaleras ¡Ya está muy grande! (el niño)". Ya era preciso retirarse para escribir la nota que hablara sobre la gente y el ambiente en torno al acto de los 13 años de Revolución. En el caso de Mildred y Milagros, el proceso de cambios políticos y sociales que Chávez juró hacer realidad un día como hoy, en 1998, ya se manifestó. En el caso de Nírida, está en proceso, porque sus necesidades familiares esperan respuesta, pero ya ha probado el sabor de la organización popular y es una, entre millones de venezolanos, que no se dejará arrebatar fácilmente ese ejercicio de poder ciudadano. La señora Enma Aguilar y su hijo, Giusepe, están comenzando a tocar puertas. La funcionaria del Ministerio de las Comunas no dio respuesta, es el retrato de la burocracia que no se conmueve ante la necesidad del prójimo, pero allí están sus vecinas, allí está el Comité de Tierras, que seguramente sí la ayudará a abrirse camino para superar el viacrucis de las 300 escaleras. Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)