La Eutanasia entre la dignidad humana la

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APRENDE DERECHO INVESTIGANDO
CUADERNOS DE
INVESTIGACIÓN
TEMA: “LA EUTANASIA: ENTRE LA DIGNIDAD HUMANA, LA
OPCIÓN INDIVIDUAL O LA PROBLEMÁTICA SOCIAL”
INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN JURÍDICA
Año I – Número III, Mayo 2013
PRESENTACIÓN
El Instituto de Investigación Jurídica presenta el tercer número de su
publicación mensual "Cuadernos de Investigación", que en esta oportunidad
versa sobre un tema de honda preocupación filosófica y ética, como es “La
Eutanasia: Entre la dignidad humana, la opción individual o la
problemática social”, que es materia de opinión de los profesores de
Introducción a la Filosofía, Filosofía del Derecho y Etica de nuestra Facultad.
Recordemos que el ser humano es un fin en sí mismo, no es un medio para
alcanzar otros fines. Debido a su dignidad humana es trascendente, porque
tiene como atributo distintivo la razón que lo dota de libertad, a diferencia de
otras especies animales. En este tema ¿puede el ser humano en ejercicio de
su libertad decidir aplicarse o que se le aplique la eutanasia? ¿Hay razón para
considerar que así como existe una vida digna, debe existir también una
muerte digna? ¿La conducta autorreferente justifica adoptar la decisión fatal
respecto de la propia vida o de la vida de nuestros seres queridos que se
encuentran en estado vegetativo?
Apreciemos la opinión de los profesores que aquí escriben y reflexionamos y
discutamos las ideas en torno a este acuciante tema humano.
Atentamente.
Dr. Gino Ríos Patio
Director del Instituto de Investigación Jurídica
LA EUTANASIA Y LA MEDICINA
DR. MIGUEL EXEBIO EXEBIO
Profesor de Derecho Genético; Ética y Derecho y Seminario de Medicina
Legal
La Escuela Hipocrática en el siglo V.a.c adoptó una posición radicalmente
diferente a la que prevalecía en su época, condenando explícitamente el aborto y la
eutanasia.
Hipócrates, considerado Padre de la Medicina, habría marcado un hito en la
historia, considerado el creador de los principios éticos en los que se fundan las
ciencias médicas, principios éticos que apostarían por no causar la muerte de
ninguna persona y tampoco inducir a que se cometa. Es así como el juramento
Hipocrático señala: “no accederé a pretensiones que busquen la administración de
venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante. Me abstendré de aplicar a las
mujeres pesarios abortivos. Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y
pureza”.
Con Hipócrates habría nacido una generación de médicos que ejercían su
profesión respetando la vida de las demás personas por encina del deseo, la
ambición o la ignorancia de algunas personas.
En nuestro país el Código de Ética y Deontología del Colegio Médico del Perú
señala en la Sección Primera de los Principios Éticos en la Medicina, título Primero
sobre la declaración de los Principios, lo siguiente:
“La ética médica orienta la conducta de los médicos hacia el bien, a buscar lo
correcto, lo ideal y la excelencia. La deontología médica establece qué deben y qué
no deben hacer los médicos. El Código de Ética y Deontología contiene un
conjunto de orientaciones preceptos cuyo cumplimiento garantiza un ejercicio
profesional digno, autónomo e integral de los miembros del Colegio Médico del
Perú, en el marco del respeto a los derechos de los pacientes. Rige para todos los
colegiados y concierne al ámbito de su moral personal y social”.
“La Medicina se orienta a la vida y al logro de la más alta calidad de la misma. Se
fundamenta en el reconocimiento de la dignidad, la autonomía y la integridad de las
personas. Es una profesión científica y humanista cuya misión es promover y
preservar la salud, así como aliviar y reconfortar ante la enfermedad y consolar al
enfermo y sus allegados ante el sufrimiento, la agonía y la muerte”.
“Los principios y los valores éticos son aspiraciones sociales y personales. En lo
concerniente a la sociedad, estas aspiraciones máximas son la solidaridad, la
libertad y la justicia, y en lo concerniente a la persona, el respeto a la dignidad, la
autonomía y la integridad. En el ejercicio profesional de la Medicina, estas
aspiraciones se realizan por medio de los preceptos de beneficencia que consiste
en la búsqueda del bien para el paciente y de no-maleficencia que consiste en
evitar que se produzca cualquier forma de daño o lesión”.
La eutanasia y el derecho
El presente trabajo amerita hacer mención a nuestra ciencia de estudios con
relación al tema central de este trabajo, para empezar, como precisamos
anteriormente, a lo largo de la historia se ha discutido la “muerte digna”
confundiéndola con la “vida digna” para la elaboración de normas que puedan
legalizar y permitir la eutanasia.
En la actualidad muchos países valiéndose del concepto de muerte digna, han
logrado incluir en sus ordenamientos jurídicos las prácticas permitidas de la
Ortotanasia, como en Argentina con la promulgación de la Ley de 09 de mayo de
2012 y en algunos países como Holanda y Bélgica que han realizado la eutanasia
en el 2000, señalando que debe cumplirse antes con requisitos previos para poder
practicarla, ya que la Eutanasia descontrolada podría llevar a problemas más
serios, como las prácticas homicidas indiscriminadas, el tráfico de órganos, etc.
En nuestro país, la práctica de la Eutanasia está prohibida y penalizada tal y como
señala nuestro Código Penal en el Artículo 112 sobre el Homicidio Piadoso, que
establece lo siguiente:
“El que, por piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita de manera expresa
y consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será reprimido con pena
privada de la libertad no mayor de tres años”.
Asimismo, el Artículo 113 del Código Penal sobre la instigación o ayuda al suicidio
dice expresamente lo siguiente:
“El que instiga a otro al suicidio o lo ayuda a cometerlo, será reprimido, si el suicidio
se ha consumado o intentado, con pena privativa de libertad no menor de uno ni
mayor de cuatro años. La pena será no menor de dos ni mayor de cinco años, si el
agente actuó por un móvil egoísta”.
Además, el Colegio Médico del Perú, a través de sus organismos competentes,
instauró procedimientos disciplinarios para los miembros de la Orden que hubieren
incurrido en presuntas infracciones, calificándolas y sancionando al infractor de
acuerdo a las disposiciones estatutarias y reglamentarias.
El Código Ético del Colegio Médico del Perú, establece de manera expresa la
obligación de todo médico de someterse a la jurisdicción ética del Colegio Médico
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del Perú y aceptar sus resoluciones, no pudiendo alegar excepciones de
incompetencia, de juicio pendiente, de prescripción o de cosa juzgada en el fuero
común o fueros especiales, cualesquiera que éstos fueran, para enervar la Acción
del Colegio Médico del Perú. La simple denuncia y convocatoria del colegiado por
una presunta infracción no constituirán por sí mismas demérito ni afrenta a su
honorabilidad.
Asimismo, determina las infracciones, las cuales serán sancionadas según su
gravedad, de acuerdo a lo dispuesto por el Estatuto del Colegio Médico del Perú y
el Reglamento correspondiente. En todos los casos, las sanciones no sólo tendrán
carácter punitivo, sino que también deberán orientarse al reforzamiento de la
formación ética del infractor.
En efecto, nuestro ordenamiento no permite la Eutanasia y la considera anti ética,
estableciendo sanciones administrativas y punitivas para las personas que
practican el arte médico.
DR. JUAN MANUEL ATTO GODOY
Profesor de Filosofía del Derecho e Introducción a la Filosofía
Según Aristóteles, «la vida es aquello por lo cual un ser se nutre, crece y perece
por sí mismo» . Santo Tomás afirma que llamamos "vivir" a lo que posee por sí
mismo un movimiento o sus correspondientes operaciones; "vida" es lo que puede
moverse por sí mismo, es decir, la sustancia a la que conviene, según su
naturaleza, moverse por sí misma . Vivir es autoposeerse según Zubiri.
Esta auto posesión nace por y desde la libertad humana, que hace que el hombre
sea capaz tomar su vida. Por eso, todo ser tiende a su propia plenitud. Pensar en
la vida es pensar en el crecimiento, y en este, está la plenitud correspondiente a
cada ser viviente. Pero, mientras el crecimiento humano es conducido por la
persona misma, el crecimiento de los otros seres vivientes es conducido por sus
propios instintos inherentes a las respectivas naturalezas.
Ahora bien, dentro de esta perspectiva de la vida. El morir es un acontecimiento de
la vida y, en cuanto tal. le pertenece a la misma vida humana. La realidad de la
muerte sitúa al hombre ante el profundo misterio de su vida. La inevitable evidencia
del morir no elimina el interrogante del por qué de la muerte. Desde distintos
ángulos, el hombre ha tratado y trata de encontrar el sentido humano de esta
realidad.
El morir puede ser interpretado como final (acabamiento), como consumación
(plenitud), como ruptura (cambio), como transformación (realización definitiva). La
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muerte consumada es una representación del morir para uso de los que todavía no
han muerto. La consideración ética está implicada en la interpretación total de la
muerte humana, tanto en lo que tiene de "morir" como en lo que tiene de "muerte
consumada".
¿La Eutanasia: anticipación de la muerte?
Desde el punto de vista médico, "eutanasia" es todo tipo de terapia que suponga
objetiva e intencionalmente, directa o indirectamente, el adelantamiento de la
muerte del moribundo. Al concepto médico la consideración ética añade un
horizonte comprensivo nuevo: la aprobación o rechazo morales dependen del
modo de resolver el conflicto entre el valor de la vida humana y el valor del morir
como alternativa mejor aquí y ahora frente al vivir.
Las situaciones eutanásicas pueden agruparse de diverso modo según el criterio
de sistematización:

La eutanasia puede ser "personal" o "legal". La primera se realiza por
opción del interesado (o de sus familiares o de un tercero interesado en
la situación). La eutanasia legal es la impuesta o la tolerada
(despenalizada) por la ley.

Tanto la eutanasia personal como la legal puede realizarse de dos
formas: por ciertos motivos (para evitar dolores y molestias al paciente,
para rematar heridos agonizantes en el campo de batalla, para
deshacerse de ancianos "inútiles" en fase decrépita, etc.) o por simple
elección libre del paciente o anciano que juzga más humano hacer del
morir un acto de personal disposición.
La moral repite los argumentos para condenar toda acción que tienda a abreviar
directamente la vida del moribundo: inviolabilidad de la vida humana; sinsentido de
la proposición de otros valores por encima de! valor de la vida humana; peligro de
arbitrariedad por parte de los "poderosos" (autoridad, técnicos, etc.); consideración
"utilitarista" de la vida del hombre: pérdida del nivel moral de la sociedad, etc.
Frente a esta visión de la eutanasia, estamos ante la libertad. Pero ¿qué es la
libertad? Por libertad puede entenderse la posibilidad electiva, pero si sólo se la
entiende así se la reduce como capacidad de un ser que tiene libre albedrío, no
puede desvincularse de la responsabilidad. El hombre es libre para construir su
propio ser, para auto determinarse al fin y para brindar su contribución a la
sociedad.
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Y frente a esta autodeterminación está la responsabilidad del hombre para hacer
de su vida el camino mediante el cual pueda realizarse, crecer aún en la
enfermedad, la responsabilidad no supone un mecanismo de escape frente a
tantas dificultades que el hombre pueda tener muy por el contario, es el camino
necesario para el desarrollo de la vida humana y frente al morir con dignidad
aunque ello suponga muchas veces un conflicto ético. Podemos decir que:
-
La vida humana tiene valor por ella misma; posee una inviolabilidad
axiológica de carácter apriorístico;
-
la vida humana no adquiere ni pierde valor ético por encontrarse en
condiciones de aparente "descrédito" (vejez, inutilidad social, etc.);
-
el valor de la vida humana es el apoyo fundamental y al mismo tiempo el
signo privilegiado de los valores éticos y de los derechos sociopolíticos
de la persona:
-
la vida humana lo mismo que la persona no puede ser instrumentalizada
en relación con otros fines distintos de ella misma (por un valor social,
por ejemplo):
-
la vida humana no puede ser instrumentalizada por el mismo individuo
que goza de ella (por un valor que no englobe la totalidad valorativa de
la persona.
Por otra parte, también es necesario afirmar el valor de la "muerte digna".
Entonces, en estas situaciones donde se habla de la eutanasia, entramos a hablar
de auténtico conflicto de valores, cuando entran en juego el valor de la vida
humana y el valor de morir dignamente, ya que este valor se enraíza y entraña la
misma valoración de la vida humana en la totalidad axiológica de la persona. Y
desde esta perspectiva la Eutanasia no puede considerarse nunca como una
solución.
LA EUTANASIA: UN ARGUMENTO MORAL A SU FAVOR
DR. ÓSCAR AUGUSTO GARCÍA ZÁRATE
Profesor de Introducción a la Filosofía
El término ‘eutanasia’ viene del griego euthanatos, que significa muerte fácil.
Entendemos a la eutanasia como el acto de poner fin a la vida de una persona
enferma sin probabilidad razonable de cura con el objeto de evitarle sufrimientos
permanentes innecesarios. Con ‘sufrimiento’ no nos referimos necesariamente al
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dolor físico. De hecho, estudios realizados en lugares donde la eutanasia es legal,
como Holanda, por ejemplo, muestran que menos de la tercera parte de personas
que solicitan la eutanasia lo hacen por dolores físicos. Un alto porcentaje de
individuos requieren la eutanasia por el pesar psicológico de una calidad de vida
mermada a causa de la incontinencia o la parálisis o por la depresión producto del
verse dependientes de otros de por vida.
Suele pasar que la eutanasia se realice a pedido del paciente, en cuyo caso
hablamos de eutanasia voluntaria. Pero puede ocurrir, asimismo, que la eutanasia
se efectúe sin el consentimiento del paciente debido a no encontrarse éste en uso
pleno de sus facultades mentales. Ello nos permite hablar de eutanasia no
voluntaria. La moralidad de este par de prácticas se encuentra en disputa, mas no
la moralidad de la eutanasia involuntaria, es decir, del acto de poner fin a la vida de
un enfermo sin probabilidad razonable de cura con el objeto de evitarle sufrimientos
permanentes innecesarios, habiendo una negativa explícita de parte de éste a que
se acabe con su vida. Aquí, sin duda, estamos frente a algo inmoral.
Consideramos que el derecho a una muerte digna es consecuencia lógica del
derecho a la vida. En efecto, tener derecho a la vida no debe entenderse como
tener derecho a la simple existencia, sino como el derecho a existir con una calidad
de vida mínimamente digna. Ahora bien, todos sabemos que el proceso de morir es
parte de la vida y que las personas tienen el derecho a intentar que los eventos que
forman parte de su vida sean tan buenos y placenteros como sea posible. Las
personas, consecuentemente, tienen derecho a hacer del proceso de morir algo tan
bueno y placentero como sea posible. Por tanto, si el proceso de morir se ha hecho
algo penoso, no puede negarse al individuo el derecho a reducirlo y, así, terminar
con su vida si él lo desea.
Si, por otro lado, una persona ve sus condiciones de vida disminuidas
permanentemente y es su decisión no seguir viviendo, aunque la muerte no sea
algo inminente, no hay razón alguna para impedirle que realice su deseo. No podría
obligársele a llevar una existencia que él mismo no considera digna. Desde luego,
que haya derecho a la muerte con dignidad no implica que el personal médico
tenga el deber de acabar con la vida de quienes lo solicitan. Nadie puede ser
obligado a ayudar a alguien que desea la eutanasia, pero no habría nada de
moralmente objetable en el personal médico que participa de ella.
Somos libres de tomar y ejecutar decisiones que no perjudiquen a otros. El estado
no debe poner obstáculo a nuestra voluntad cuando no hay terceros perjudicados.
¿A quién, además del paciente, perjudica la eutanasia? Se ha dicho que la familia y
amigos. Respondemos que habría que poner a un lado de la balanza los
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padecimientos permanentes del paciente y al otro el sufrimiento de perder a un ser
querido que experimentarían los amigos y familiares. La calidad de vida mermada
la tendría que llevar a cuestas el paciente y darle esa carga para que sus seres
cercanos eviten la congoja producto de su muerte no es otra cosa que egoísmo y
mezquindad.
La eutanasia es una práctica difundida. Mejor hacerla legal y regularla.
LA EUTANASIA: ENTRE LA DIGNIDAD HUMANA, LA OPCIÓN INDIVIDUAL O
LA PROBLEMÁTICA SOCIAL.
DR. PAULINO RUEDA ROMERO
Profesor de Filosofía del Derecho e Introducción a la Filosofía
Quiero iniciar el debate citando el titular de un periódico que nos informa acerca del
paso del tifón que hace algunos días afectó Oklahoma (E.U). Después de revisar el
lugar del desastre, encontraron a veinte y dos personas que se salvaron al ingresar
a la caja fuerte de un banco, “se salvó lo más preciado de la existencia humana: la
vida”. Esta cita es concordante con lo siguiente: “Si un milagro es algo
extremadamente improbable y aun así real y maravilloso, entonces la vida es
siempre un milagro” . La existencia humana es analizada desde muchos puntos de
vista.
La cita anterior no tiene significado ni connotación religiosa; respeto todos los
credos religiosos de las Iglesias existentes. Por tanto, debo hacer un análisis real,
sin dejar de lado por su puesto, las fuentes científicas y filosóficas como sus
fundamentos. Quizás, también los ateos pueden sentir que la eutanasia es
problemática porque la vida humana tiene un valor intrínseco. Objetivamente
podemos distinguir dos hechos; por un lado, muchos están a favor de la eutanasia
y, por otro, que la santidad de la vida tiene una dimensión secular, la vida humana
es sagrada, suministran bases para promover el argumento crucial en contra de
ella.
¿Qué es la dignidad humana?: varias pueden ser las respuestas: en un sencillo
ejercicio práctico, comparando al hombre con el resto de la existencia, éste ocupa
la más alta jerarquía entre los seres del mundo. Boecio sostenía “que persona
significa sustancia individual de naturaleza racional, es el ser por excelencia, no un
ser cualquiera, sino el primer ser”. Este pensamiento tiene una dimensión
ontológica firme; a ello hay que agregar los argumentos que el hombre es la causa
primera de la existencia misma en cada ente, por lo cual debe ser tenida como lo
primero en las cosas. Todas pueden resumirse que la dignidad es inherente a la
persona. A esta sustancia la vamos a contraponer en su negación: la eutanasia. La
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ciencia llega muchas veces a negar su existencia, los hombres de ciencia se ven
impelidos a cumplir los códigos de ética o a dejarlos de cumplir cuando esta
sustancia se encuentra en una situación tal que carece de autonomía y recurre a
los códigos de los Estados políticos a fin de encontrar una justificación legal. Este
es el dilema. Existe una abundante literatura a favor y en contra de la eutanasia. A
los que abrazaron el campo de la ciencia médica les corresponde velar por la salud
y su preservación; al sociólogo le corresponde también velar por la socialización y
tratar el caso materia del presente artículo, porque se le considera como el médico
de la sociedad.
Partamos del hecho de que la vida humana es sagrada, este suministra
probablemente, la base emocional más poderosa para resistirse a la eutanasia en
los contextos y en las formas diferentes que se discuten.
Existen peligros tanto en legalizar como en rechazar la legalización, los peligros
polarizados tienen que equilibrarse y ninguno debería ser ignorado. Por tanto, ¿es
la eutanasia inmoral porque invariablemente vulnera el valor intrínseco y la
santidad de la vida humana, incluso si el paciente desea morir y la muerte satisface
sus mejores intereses? Esta distinción entre el valor intrínseco de la vida y su valor
personal para el paciente, explica por qué muchos individuos piensan que la
eutanasia es inmoral en todas las circunstancias. Razones para reflexionar con
más detenimiento.
El dilema: ser o no ser y la cuestión social
Muchos frecuentemente piensan que tienen razones para no permanecer con vida,
como las desagradables experiencias previsibles por encontrarse en estado
vegetativo, sufrimientos terribles, el horror de la entubación o la confusión
provocada por los sedantes. Pero las razones que las personas tienen para dejar
morir también incluyen razones críticas, otros piensan que es indigno, o negativo
de alguna manera, vivir bajo ciertas condiciones a pesar de que puedan conservar
sus capacidades sensitivas, que es degradante convertirse en alguien totalmente
dependiente. Con frecuencia, estos sentimientos se expresan como disgusto por el
hecho de provocar problemas, sufrimientos o gastos a otros, pero la aversión no se
capta de manera total en esa preferencia por tener consideración de los demás.
Sin embargo, la realidad social se presenta como una alternativa para aceptar la
eutanasia. A pesar de los adelantos de la ciencia moderna y las crisis que a
menudo afectan a las poblaciones más vulnerables, aún a las que tienen cierto
poder económico, configuran sus deseos de aceptarlo. Esto se refleja también en el
concepto de calidad de vida.
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El Informe sobre Desarrollo Humano es un aporte novedoso al diálogo mundial en
torno a este desafío y, demuestra que la sostenibilidad está íntimamente ligada al
problema básico de la equidad, entendida como justicia social y mayor acceso a
mejor calidad de vida; se trata de la forma en que elegimos vivir nuestra vida,
conscientes de que todo lo que hacemos tiene consecuencias para los habitantes
del planeta, así como para los miles de millones que vendrán en los próximos
siglos. Pero en el trasfondo, la mayoría de estas ideas acerca de una buena vida,
no las reexaminamos, excepto en momentos de crisis especiales o en situaciones
dramáticas; la eutanasia compromete la vida común. Una rápida intercomunicación
entre las personas acerca del tema, muchas están a favor, (hice un sondeo rápido
entre estudiantes) y sus respuestas eran de este tipo.
Los que no lo aceptan, argumentan, que podrían ser utilizados por familiares sin
escrúpulos urgidos por la codicia de la herencia o bien por quien espera
ansiosamente unos órganos para el trasplante. Podrían, por otra parte, abrir un
camino a inquietantes prácticas de eutanasia forzada justificadas por necesidades
sociales. Nos topamos, pues, en esta peliaguda cuestión con las dos caras de la
moneda, la intención del demandante de muerte frente al ensañamiento
terapéutico, al igual que el anciano que se aferra a la vida para seguir
superviviendo, rodeado quizás por quienes sostienen, que a partir de determinada
edad, vivir es un derroche social.
Otro argumento de peso con significación social, sería una especie de muertes
impuestas por otros y se produjera cuando la voluntad no se diera totalmente en
contra, como el caso de una mujer moribunda de cáncer cuya vida pueda ser
prolongada, aunque sea con un tremendo sufrimiento y, podría encontrar buenas
razones para vivir hasta el nacimiento de un esperado nieto, o hasta algún otro
acontecimiento familiar. El propósito de vivir realmente para un suceso, y no hasta
que éste ocurra, tiene un poder expresivo muy grande.
Muchos especialistas en la materia sostienen, que no siempre la aplicación masiva
de la tecnología es beneficiosa en el ser humano, cuando hablan de
encarnizamiento terapéutico, a causa del cual la persona humana prácticamente se
convierte en un objeto de la tecnología médica y donde solamente interesa, tal vez,
el desarrollo científico y tecnológico relacionado con la experiencia de nuevas
técnicas, sin preocuparse por el bien de la persona enferma, resulta éticamente
inaceptable, el hombre, amo de la naturaleza, creador de la ciencia y de la técnica,
de pronto también se convierte en un instrumento y esclavo de su invento.
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La discusión pública y la eutanasia
No he defendido ningún detallado esquema para decidir, cuándo pueden apresurar
la muerte de pacientes que comprensiblemente deseen morir, o de pacientes
inconscientes que no puedan realizar esa elección; la preocupación es, por qué las
personas sostienen opiniones aparentemente misteriosas, que tienen acerca de
sus propias muertes, y mostrar lo que realmente se encuentra en cuestión en la
apasionada discusión pública acerca de la eutanasia, parte de la discusión pública,
se centra sobre preguntas difíciles e importantes, de carácter científico, filosófico o
simplemente administrativo. Pero muchas de ellas, conciernen a cuestiones
morales éticas y, parte del debate se ha visto afectado seriamente por dos
equívocos que ya hemos advertido, pero que sería sensato mencionar nuevamente
a modo de sumario.
En cada caso las opiniones se dividen, no porque algunas personas desprecien
valores que otras aprecian, sino, por el contrario, porque los valores en cuestión se
encuentran en el centro de la vida de cualquiera, y porque nadie puede tratarlas
como suficientemente triviales como para aceptar las órdenes de otras personas
acerca de lo que esos valores significan. Hacer que alguien muera en una forma
que otros aprueban, pero que él cree que es una contradicción horrorosa con su
propia vida, constituye una devastadora y odiosa forma de tiranía. He aquí el
dilema.
Una reflexión final: la ética, moral y la legalidad de la eutanasia
La lucha para permanecer con vida, sin importar cuán desesperada o cuán escasa
sea esa vida, aporta una virtud central a nuestras vidas, la virtud del desafío en el
enfrentamiento con la muerte es inevitable, nadie quisiera finalizar su vida al
margen del propio carácter de esa vida. Los parientes que visitan regularmente a
pacientes, permanentemente inconscientes y se sienten ansiosos o incómodos
cuando no lo hacen, no tienen necesariamente esa convicción. Acuden, porque no
pueden soportar no ver y tener contacto con alguien al que aman, tanto como ello
sea posible y en la medida en que no dañe al paciente, porque piensan que cerrar
la puerta final, antes de que muera biológicamente, sería una terrible traición, una
declaración de indiferencia y no la preocupación intensa que ellos todavía sienten;
por eso, subsiste una importante fuerza y sentido en la concepción de mucha
gente, que luchan en los tribunales, si es necesario, para interrumpir el soporte vital
y que no se apartan del lado de su ser querido hasta que ello suceda.
Los Estados políticos están legalizando la eutanasia, existen argumentos sociales,
económicos, políticos hasta valorativos, al considerar al enfermo terminal como una
carga, desde aquí llegamos a la pendiente resbaladiza que nos habla Habermas,
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aunque éste no debería imponer ninguna concepción general y uniforme mediante
una norma imperativa, sino que debería alentar a que los individuos adoptaran
decisiones con respecto a su futuro por sí mismos y de la mejor manera que
puedan.
Probablemente el argumento de Mills contra la intervención del Estado en las
acciones de los ciudadanos que no dañan a otros, es el argumento más poderoso
que justifica la eutanasia voluntaria. Sostiene el autor, que la elección de la muerte
de un enfermo terminal, no es una cuestión que interesa al Estado, los ciudadanos
pueden decidir cómo morir y, es asunto suyo decidir si continúan viviendo con
sufrimiento o dignidad o “mueren suavemente”.
Ahora bien, reflexionemos, en qué medida la eutanasia, en sus variadas formas,
puede ser inmoral, aunque satisfaga los mejores intereses del paciente y que la
elección de una muerte prematura es, por consiguiente, el insulto más grande
posible al valor sagrado de la vida. Por consiguiente, si la inversión natural,
entendida de esta manera, domina la santidad de la vida, entonces, la eutanasia
siempre atenta contra ese valor. Creo que este argumento conforma el fundamento
más poderoso de la fuerte oposición conservadora que se manifiesta en todo el
mundo ante todas las formas de eutanasia. Por supuesto, no es el único
argumento, los individuos se preocupan por cuestiones prácticas y administrativas
y les aterroriza permitir la muerte de alguien que podría haber sido recuperado para
llevar una vida genuina. Aquí nos quedamos y continuar el debate.
EUTANASIA: ENTRE LA DIGNIDAD HUMANA, LA OPCIÓN INDIVIDUAL Y LA
PROBLEMÁTICA SOCIAL
DR. ALESSANDRO CAVIGLIA MARCONI
Profesor de Introducción a la Filosofía
Entre los debates sobre bioética desarrollados por los médicos y profesionales de
la salud, problemas como el de la eutanasia, el aborto o la llamada píldora del día
siguiente han sido zanjados, en muchos casos, de manera dogmática. Muchos de
los médicos que han ingresado al debate han partido de perspectivas religiosas
que han reemplazado el examen suficiente del problema por afirmaciones
religiosas. En el caso específico de la eutanasia, se ha argumentado que, según la
“verdad revelada” Dios da la vida y es el único que tiene derecho a quitarla. Si
queremos ganar una comprensión más amplia del problema y llegar a una solución
más reflexionada, debemos de tomar distancia de posiciones dogmáticas
provenientes de la religión. Si bien es cierto, las argumentaciones religiosas
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pueden tener su relevancia, es necesario presentarlas como razonamientos
aceptables en la esfera pública, en el que colaboren y se confronte con
argumentos no religiosos, en cambio de presentarse como verdades últimas.
1.- El “Honor” y la “Dignidad” en el paso del régimen feudal al moderno.
La incorporación de la idea de dignidad humana nos ofrece el marco
adecuado para reflexionar en torno a la eutanasia. Si bien, la dignidad humana
parece un término escurridizo, difícil de definir, si se enmarca en su surgimiento
histórico y en su sentido acrisolado filosóficamente, puede resultar un referente
pertinente y claro. Las sociedades premodernas, como l’ancien règime previo a la
Revolución Francesa, representaban sociedades aristocráticas en las que las
personas se encontraban dividida desde su nacimiento entre nobles y plebeyos.
Los nobles se distinguían, entre nuchas cosas, por el hecho de recibir un
reconocimiento especial que se denominada “honor”. El lenguaje del honor en esta
clase de sociedades exigía que éste no se distribuya entre todos de manera
igualitaria, sino por sólo a unos cuantos. De lo contrario, el término perdería su
sentido. Sería como repartir a todos títulos honoríficos como la “Orden del Sol” o
“Doctorado Honoris Causa”. Si lo hiciésemos así, perderían su sentido.
Las sociedades previas a la modernidad utilizaban un conjunto de
términos honoríficos para distinguir a un grupo reducido de personas. Títulos como
“príncipe”, “duque” o “marqués” señalaban un estatus especial dentro de la
sociedad que fue abolido con el advenimiento de las sociedades burguesas. El
desarrollo de las ciudades dejó atrás, paulatinamente, estos títulos que tenían
sentido en sociedades agrarias. La burguesía insertada en las ciudades comienza
a instaurar un nuevo tipo de mentalidad en la que la racionalidad – tal como Max
Weber la describe- tiene un lugar predominante. El proceso de modernización
social y el avance de la racionalidad asociada a la industrialización, al comercio y al
desarrollo de la opinión pública, deja tras de sí los las prácticas y el lenguaje de las
sociedades aristocráticas, incluyendo el significado que para ellas tenía el término
“honor”. En su lugar se impone un término distinto, que busca representar la
condición de igualdad democrática en la que todos los ciudadanos se encontraban,
a saber, el de dignidad. La dignidad expresa un tipo de reconocimiento
completamente diferente al representado por el término “honor”. En cambio de
hacer distinciones entre una élite y los plebeyos, el término dignidad nace
aparejado a la idea de igualdad ciudadana. Se trata de un reconocimiento universal
e igualitario que corresponde a toda persona en tanto ciudadano dentro de una
sociedad burguesa, moderna y democrática. El dinamismo de las sociedades
burguesas va a derribar paulatinamente rezagos como la esclavitud o el
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sometimiento legal de las mujeres y van a expandir el reconocimiento de la
dignidad igualitaria más allá de los estrechos márgenes de la sociedad compuesta
por varones blancos.
2.- Las bases filosóficas de la dignidad y su vínculo con la idea de libertad:
Immanuel Kant.
Tal vez el filósofo moderno que más pensó la idea de dignidad humana
sea Immanuel Kant. En su Fundamentación para una metafísica de las costumbres
considera que la dignidad es el distintivo particular que tiene todo ser humano, por
ser fuente de la ley moral. En virtud de ella, el ser humano no puede ser
instrumentalizado, sino que debe ser considerado como un fin en sí mismo. De esta
manera, la dignidad permite distinguir con claridad los seres humanos de las cosas.
Las cosas pueden ser manipuladas e instrumentalizadas, en cambio, del ser
humano se desprende un halo moral que exige respeto incondicional. En su Crítica
de la facultad de juzgar el filósofo alemán completa la idea señalando que el ser
humano es el fin último la naturaleza en su totalidad. De esta manera, la dignidad
corona a la humanidad en general con una corona de respeto incondicional, de la
que participa todo ser humano. Sin embargo, estas ideas respecto de la dignidad
no ayudan suficientemente si no entran en conexión con la idea de libertad, idea
que inspira tanto el desarrollo de las sociedades modernas como la concepción de
la moral en Kant.
La filosofía de Kant incorpora lo que se conoce como una metafísica de
la libertad. En la Crítica de la razón pura Kant demuestra cómo todos los intentos
para tener conocimiento metafísico de objetos como Dios, el alma y el mundo han
fracasado, y por ello reemplaza la metafísica clásica por una metafísica
trascendental, que explora las condiciones del sujeto para poder tener
conocimiento legítimo de los objetos de la experiencia. De esta manera, la
metafísica trascendental permite sacar a luz las estructuras de la mente humana
que permiten constituir el conocimiento objetivo de los elementos de la experiencia.
Pero, una vez ubicados en el campo de moral, es decir, el de la razón práctica, nos
encontramos con un elemento metafísico, que no es conocido sino que es
postulado por la razón, que es de libertad. De esta manera, si queremos entender
nuestras relaciones prácticas, es decir, aquellas que tienen que ver con los
aspectos normativos de nuestra existencia (la moral, el derecho, la política y la
religión) hemos de suponer la idea de la libertad. Hemos de pensarnos como
esencialmente libres si queremos darle sentido a nuestros lenguajes normativos.
Es por ello que la de Kant es una metafísica de la libertad. De esta manera, resulta
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imposible entender lo que Kant afirma respecto de la dignidad humana si no se
inscribe en la metafísica de la libertad.
En este sentido, la dignidad se encuentra poderosamente unida con la
libertad; y una persona es digna porque es entendida como libre. Ahora bien, es
necesario distinguir la libertad del libertinaje -o la libertad salvaje, tal como la
denomina Kant. La libertad se encuentra vinculada con la razón que produce sus
normas de manera independiente de las inclinaciones de la naturaleza en nosotros
y siguiendo el procedimiento Imperativo Categórico inscrito en la misma razón. La
libertad salvaje, en cambio, significa encontrarse dominado por las inclinaciones
que la naturaleza nos impone. Así, cuando Kant asocia la dignidad humana con la
libertad, la relaciona con una libertad que es fruto de una reflexión racional
suficiente.
3.- Eutanasia como opción individual y problemática social
La eutanasia suscita controversia en las sociedades contemporáneas
por el peso que tiene la religión en las esferas estatales y sociales. Pero una
adecuada reflexión respecto de la laicidad del Estado y sus instituciones permitirá
despejar muchos malentendidos, como el de que las normas del derecho deben
cortarse con las tijeras de las concepciones del mundo nacidas de la religión. La
profundización de la laicidad del Estado se enfrenta con la actividad política de los
lobbies religiosos que pululan en instituciones claves. Pero la eutanasia se debe
presentar como una elección libre de los individuos que hacen un uso autónomo de
su capacidad de razonar. El mismo proceso de modernización social colocará en
su sitio las razones religiosas, y dejará libre el derecho y la esfera social para la
elección individual.
LA EUTANASIA
DR. JUAN AURELIO ABREGÚ BAEZ
Profesor de Filosofía del Derecho
INTRODUCCIÓN:
Analizar el tema de la eutanasia, es grave, por el enorme peso que tiene la vida en
el espectro de valores de la naturaleza humana; explico: desde el punto de partida
de la humanidad - sea en el vientre materno, sea en nuestra prehistoria – nuestra
actitud superlativa ha sido aferrarnos a la vida y conservarla lo mejor posible;
primero por instinto, luego por amor y en los últimos tiempos por deber. Es preciso
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detenernos en esto último tramo y, preguntarnos ¿la vida de los seres humanos
además de ser un hecho y además de ser el objeto de nuestro mayor deseo “es
también un deber” ? en palabras jurídicas ¿la vida, no sólo es un interés sino
también una obligación? he ahí el problema de donde parte esta pequeña reflexión.
FORMULACIÓN DEL PROBLEMA JURÍDICO:
¿ Debe o no debe permitirse la -eutanasia consentida- en la normatividad
peruana?
FORMULACIÓN DE LA HIPÓTESIS DE SOLUCIÓN:
“Debe permitirse la eutanasia consentida- en la normatividad peruana”
NOTA DE ACLARACIÓN : La hipótesis de solución está referida a lo siguiente: la
normatividad penal debe despenalizar la eutanasia, en tal sentido me atrevo a
proponer la siguiente formula normativa a la cual denominaré en adelante norma o
medida N1.
N1: “la persona, que cause la muerte por piedad a otra, quedará exenta de sanción
penal, siempre y cuando se presenten las siguientes condiciones:
a.- El paciente deberá haber expresado su voluntad para que se le practique la
eutanasia.
b.- El paciente deberá gozar de salud mental acreditada medicamente.
c.- El paciente deberá ser mayor de 18 años.
d.- El paciente deberá encontrarse en estado de enfermedad terminal o, deberá
sufrir invalidez permanente e irreversible que hagan imposible que pueda valerse
por si sólo.
JUSTIFICACIÓN JURÍDICA DE LA CORRECCIÓN DE LA HIPÓTESIS DE
SOLUCIÓN
PASOS O FUNDAMENTOS
PRIMER FUNDAMENTO: DERECHOS QUE N1 TACITAMENTE CONFIGURA
a.- La medida propuesta N1 implícitamente configura o establece el derecho a un
muerte digna a través de un tercero.
b.- Asimismo, N1 configura el derecho a evitar una vida indigna
c.- Así, también N1 configura un meta derecho el cual sería “el derecho a renunciar
al derecho a la vida”
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SINTESIS : El núcleo de los derechos que se configura gracias a N1 es el “derecho
a una muerte digna como medio necesario para evitar una vida indigna siempre y
cuando se parta del ejercicio de la autonomía de la voluntad, ejercicio el cual no
debe dañar innecesariamente a terceros.”
SEGUNDO FUNDAMENTO: DERECHOS Y POTESTADES COLISIONADOS EN
VIRTUD DE N1
a.- La norma propuesta N1 (sobre la permisión de la práctica de la eutanasia
consentida) pretende beneficiar un par de derechos fundamentales a los cuales
llamaremos simbólicamente D1.1. y D.1.2.; pero puede afectar una potestad del
Estado a la cual denominaremos simbólicamente D2, en los siguientes términos
D1.1. = DERECHO A LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
Desarrollo del contenido conceptual del citado derecho:
-El derecho a la autonomía de la voluntad se desprende del derecho a la libertad de
la persona humana y, el núcleo de éste derecho es la libertad de decidir y ejecutar
el contenido u objeto de nuestra decisión.
Los limites a éste derecho D1.1. es el respeto a la autonomía e intereses de
terceras personas , en otras palabras la autonomía de unos termina donde
comienza la autonomía de otros.
En el presente caso, la decisión de morir del paciente no afecta a terceros de
manera objetiva, porque nadie es indispensable en la vida y menos una persona
con enfermedad terminal o invalidez permanente e irreversible.
En todo caso, del balance entre la autonomía y el interés del paciente en morir -yla autonomía e interés de los terceros (Ej. parientes, acreedores etc), prima la del
paciente, dado el sufrimiento innecesario e irreversible que experimenta éste.
D.1.2. EL DERECHO A LA MUERTE DIGNA.
Este derecho es innominado es decir es derivado de una disposición constitucional,
pero carece de texto que literalmente lo exprese.
Considero que la derivación no es deductiva pero, es razonable, en virtud de la
siguiente justificación: el derecho a la vida digna se desprende del art.1 de la
Constitución, dicho artículo - es norma - en tanto y en cuanto estipula la obligación
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de proteger la dignidad humana, la dignidad humana debe protegerse desde el
inicio hasta el fin de ella, por tanto la muerte también debe ser digna y protegida.
El término dignidad, es lagunoso, es decir indeterminado, pero al menos es
razonable afirmar que - “una vida” llena de sufrimientos innecesarios en tanto
irreversibles – es indigna, porque es vivir esclavo del propio sufrimiento, y, siendo
el paciente el amo de su propia vida gracias al principio de autonomía de la
voluntad ¿Por qué? continuar en esa esclavitud, si el paciente puede solicitar a otro
que lo ayude a morir, para así romper las cadenas con una vida que a su juicio lo
denigra.
TERCER FUNDAMENTO: SOBRE D2
D2= POTESTAD DEL ESTADO PARA PROTEGER LA VIDA, AÚN EN CONTRA
DEL INTERESADO O TITULAR DEL DERECHO.
La citada potestad D2 que se traduce en la facultad del Estado de proteger la vida
de los ciudadanos sin distinción alguna, implica considerar que la mencionada
potestad es supraincluyente, es decir: D2 se extiende a más casos de los debidos
sin hacer excepciones ni las siguientes distinciones:
a)- Distinguir la vida humana de quienes aún no gozan de autonomía de la voluntad
por ser impúberes - de la vida humana del que se encuentra en pleno uso de sus
facultades mentales.
b)- Distinguir la vida humana de aquel adulto cuya vida no se encuentra inmersa en
estado terminal o con invalidez irreversible - de la vida del adulto que sufre
enfermedad terminal o de invalidez grave.
- En el caso a) el Estado puede arrogarse justificadamente la facultad de proteger
por ejemplo la vida del “neonato o incapaz mental grave” porque dichas personas
carecen de “ autonomía de la voluntad”
- En el caso b) igualmente puede ejercer protección justificada a la vida de los
ciudadanos conscientes y volitivos porque estos tácitamente o presumiblemente así
lo reclaman.
En cambio, si se hace la distinción citada se verá que el caso de los enfermos
terminales y de los que sufren invalidez irreversible, son sustancialmente distintos,
dado que éste grupo social tiene autonomía de la voluntad y decide no continuar
viviendo en razón de la enfermedad que padecen, por tanto NO se justifica darles
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el mismo tratamiento que a los impúberes y personas sanas (en el sentido citado)
porque de aplicarse D2 a ellos implicaría vulnerar gravemente su autonomía y su
bienestar; dado que se les condenaría a una vida de sufrimientos innecesarios,
porque su mal es irreversible.
EN CONCLUSIÓN:
a.- Entre D1. y D2 ( es decir : entre los derechos del paciente a la autonomía de la
voluntad (D1.1.) y a la muerte digna D1.2.) versus la potestad del Estado a
proteger la vida (D2 ) prima, el derecho del paciente, de lo contrario primaría el
Estado sobre el individuo, lo cual implicaría que venza el más fuerte sobre el más
débil, el derecho de la persona jurídica del Estado sobre el derecho de la persona
natural.
b.- Por las razones antes expuestas estimo que se justifica la hipótesis referida es
decir: permitir la eutanasia consentida, de lo contrario convertiríamos al Estado en
dueño de nuestras vidas, además sería altamente cruel y contario a una
interpretación razonable de los Derechos Fundamentales permitir el dolor humano
innecesario, puesto que sólo se justifica el dolor a cambio de un bien, en cambio el
dolor de los pacientes terminales o cuadripléjicos es un dolor que solo llevaría a
más dolor.
Por último, un buen Dios y buen Estado, nunca se apropiarían de la vida de los
seres humanos.
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