La economía ecológica - Instituto Mexicano de Gobernanza

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La economía ecológica
Dra. María Elena Nancy Dávila Moreno / Dr. Samuel immanuel Brugger Jakob
A) Historia de la economía y la economía ecológica
La historia del pensamiento económico pone de manifiesto cómo la ciencia económica se consolidó
dejando de lado la realidad física y social en la que transcurre la vida de la humanidad. Este
alejamiento se refleja en dos aspectos básicos: la limitación del universo del sistema económico a los
valores pecuniarios o de cambio y la reducción del concepto de riqueza, objeto de estudio de la
economía, a una única categoría de la misma: el capital. Naredo (1987) expone detalladamente el viraje
de la economía hasta constituirse como una ciencia mecanicista, reduccionista y alejada de los valores
morales y del contexto físico y natural. Mientras que en la antigüedad la cuestión económica iba unida
a argumentos morales, y la concepción del mundo era básicamente organicista, es decir, se consideraba
todo como una entidad biológica que no podía explicarse separadamente, entre los siglos XVI y XVIII
esto se modificó hacia un nuevo antropocentrismo, ligado a la confianza en el progreso, la ciencia y la
razón, siendo éstos los pilares para demoler las viejas creencias y atacar las formas de autoridad que
aquellas justificaban. Con la revolución científica que culminó en el siglo XVIII, cambiaron las
concepciones sobre el funcionamiento del universo y sobre el papel del hombre en él, lo que modificó
el tratamiento de los asuntos económicos, transformándola en una filosofía atomista-mecanicista
basada en las ideas de Descartes y de Newton. El dogma mecanicista es sin embargo un paradigma
reduccionista, el cual presupone que el mundo es separable en unidades relativamente aisladas, que se
pueden estudiar y comprender por sí solas y entonces volverse a ensamblar para dar un cuadro del
todo.1 Esta tendencia continuó hasta mediados del siglo XX, y para la época de la conciencia renovada
de la década de 1970, la economía se había vuelto sumamente especializada y alejada de sus
conexiones iniciales con el ambiente natural (Daly et al.,1999:53).
La primera escuela económica moderna, los fisiócratas, muestran su visión de la economía con
el Tableau economique de Quesnay, en la que la tierra era la única fuente de riqueza y el sector agrícola
1 El enfoque atomista se centra en aislar los elementos del universo observado y estudiar sus propiedades, olvidándose del estudio de
las relaciones entre ellos.
el único sector productivo. El Tableau tiene coherencia si se realiza en términos energéticos, sin
embargo lo que pasó a la historia fue la idea de la valoración monetaria de los flujos, es decir el
comienzo de la contabilidad nacional. Este problema se asentó aún más cuando la teoría económica
incluyó los Principios Morales de Bentham, con los que justificaba que la nueva ética se basada en el
goce de la vida y no en el sacrificio ni el sufrimiento, es decir, el objetivo último de lograr la mayor
satisfacción para el hombre, la cual se basa en el consumo de bienes y servicios. Lo bueno es lo útil, y
lo que aumenta el placer y disminuye el dolor por lo que todo individuo intenta maximizar éstas
satisfacciones (Kelly, 1990). De tal forma la felicidad y el incremento de la producción son una misma
cosa. Esta conducta económica de carácter mecánico se volvió lo que hoy se conoce como el “homo
economicus” en los libros de Microeconomía. Autores como Smith, Ricardo y Malthus en sus
discusiones sobre la renta de la tierra, las fuentes de riqueza y el valor limitaron el concepto de riqueza
a las cosas útiles que tienen un valor de cambio, por lo que se justificó la producción de valores de
cambio como único modo de creación de riqueza (García, 2003).
Los recursos naturales quedaban fuera del objeto de la economía por varios motivos.
Aparentemente no eran un recurso escaso (aunque ya se preocuparon del tema de los rendimientos
decrecientes). Además en el caso de su posible agotamiento, existía la fe de su sustitución por otros
factores productivos gracias al progreso técnico (García, 2003). Según Naredo (1987), el mito de la
máquina creadora de riqueza se extendió hasta considerar a la naturaleza como una máquina ya
construida y por tanto gratuita. Los autores neoclásicos realizan el acoplamiento entre los criterios de
producción de riqueza y los criterios de utilidad, en una sola expresión de bienestar. Mediante la
combinación de la noción de esfuerzo y escasez, los bienes entrarán a formar parte del concepto de
riqueza. El término necesidad se toma en sentido psicológico más amplio, es decir, queda
indeterminado, por ello también queda indeterminado el término escasez (García, 2003).
La realidad de un mundo finito con recursos decrecientes y limitaciones acrecentadas
constantemente, manifestadas por la capacidad cada vez más reducida de autorregeneración de los
ecosistemas naturales, sugiere la muy alta probabilidad de que todos los intentos de un desarrollo pleno
y una modernización completa para las naciones en vías de desarrollo permanezcan en el terreno de lo
ilusorio o conduzcan a una catástrofe ecológica universal. Todas la ideas básicas subyacentes a estos
grandes proyectos históricos provienen del acervo de la modernidad ─ la bondad liminar de la
industrialización y la urbanización, la índole no problemática del crecimiento económico incesante, la
perspectiva de un progreso perenne ─, y lo que ahora está en crisis es el fundamento mismo de esa
modernidad, que ha mostrado ser poco crítica consigo misma y contener los elementos para la
autodestrucción del género humano (Mansilla, 2008:60). Como lo señaló Herman E. Daly, una
economía genuinamente sustentable no requiere de expansión constante porque es en sí misma estable;
una economía puede desarrollarse ulteriormente con base en un "mejoramiento cualitativo" y no
imprescindiblemente con base en un "crecimiento cuantitativo". Una estabilidad de este tipo no
significa necesariamente estancamiento (Daly, 1999). Por lo tanto, todo el concepto de crecimiento
económico se debe volver a plantear, especialmente como una solución al creciente número de
problemas sociales, económicos y ambientales interrelacionados. Lo que se necesita ahora es un
desarrollo económico y social real (mejoramiento cualitativo sin crecimiento en el uso de recursos) y
un reconocimiento explícito de la interrelación e interdependencia de todos los aspectos de la vida en el
planeta. Es necesaria una economía que sea ecológica en su perspectiva central de los problemas que
enfrenta la especie humana en un punto crucial de su historia (Daly et al.,1999:5).
La escuela neoclásica intentó abordar los aspectos negativos del proceso económico en el
medioambiente valorando apropiadamente los daños. Pigou utilizó el concepto de “deseconomía
externa” como contrapartida al de externalidad positiva utilizada por Marshall, y reclamaba la
intervención del Estado en las actividades cuyos costes sociales excedían los beneficios privados.
Como suele suceder en la escuela neoclásica se topó con el problema de valorar dicho coste de cara a
imponer un impuesto que satisfaciera la diferencia (García, 2003). El (neo)institucionalista Coase,
quién criticó el modelo de Pigou, propuso resolver el conflicto empresa-sociedad o medio ambiente,
por la delimitación y transparencia de los derechos de propiedad, limitando la intervención del Estado
(Escobar, 2007:19). Dado que el mercado puede resolver por sí solo el problema de las externalidades,
no es necesaria la intervención a través de legislaciones o de incentivos. El teorema de Coase ha sido
criticado por Buchanan, Kneese y Lerner porque la negociación es menos probable que funcione si el
número de afectados es muy grande, o cuando hay más de dos partes implicadas, además de que la
negociación requiere un conocimiento perfecto de las funciones de beneficios y costos, lo cual es poco
probable en situaciones de incertidumbre (Labandeira et al., 2007).
La economía ecológica ortodoxa hoy en día intenta valorar los recursos y los efectos
ambientales del proceso económico mediante la valoración monetaria de éstos, algo complicado
teniendo en cuenta que la metodología económica se redujo, por parte de los neoclásicos, al universo de
los objetos apropiables e intercambiables, características que muchos recursos naturales no cumplen.
Adicionalmente se enfrenta a la problemática de como valorar las preferencias de las generaciones
futuras. Ha habido intento de reformar la contabilidad nacional para incluir el capital natural dentro del
capital o riqueza nacional.2
Aún usando la base de la economía neoclásica, la economía ecológica tienen ciertas
características únicas. Entre ellas se encuentra las leyes de la termodinámica que consisten en (Aguilera
y Alcántara, 1994):
a) La materia y la energía ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman (ley de la
conservación). Esta sentencia supone la Primera Ley de la termodinámica. La principal aportación a la
economía ecológica viene de la constatación de que la generación de residuos es algo inherente a los
procesos de producción y consumo. La primera ley de la termodinámica, permite que cualquier proceso
tenga lugar, ya sea hacia adelante o hacia atrás, de modo que todo permanezca otra vez exactamente
como al comienzo, sin huellas de lo ocurrido.
b) La segunda Ley es la de la entropía, por la que la materia y la energía se degradan continua e
irreversiblemente desde una forma disponible a otra no disponible, o de una forma ordenada a otra
desordenada, independientemente de que las usemos o no. La oposición entre la mecánica y la
termodinámica radica en esta segunda ley: la ley de la entropía.3 Todas las clases de energía se
transforman generalmente en calor, y el calor finalmente se disipa, de manera que el hombre ya no lo
puede emplear. Para que sea aprovechable, la energía debe distribuirse en forma desigual. La entropía
vino a ser considerada como un índice de desorden (de disipación) no sólo de la energía, sino también
de la materia.
c) La tercera noción presenta una doble vertiente. La primera es la imposibilidad de generar más
residuos de los que puede tolerar la capacidad de asimilación de los ecosistemas; la segunda advierte
sobre la imposibilidad de extraer de los sistemas biológicos más de lo que se puede considerar como
rendimiento sostenible o renovable. Este hecho exige poner límites a la actividad humana, y por tanto a
la economía, límites que surgirían de un conocimiento profundo y certero de la estructura y el
funcionamiento de los ecosistemas naturales. Dicha disciplina surge con el reconocimiento de que el
calor se mueve siempre por sí mismo sólo en una única dirección, desde el cuerpo más caliente hacia el
2 Para un estudio más detallado véase Almagro, Francisco (2009), Cuentas ecológicas y desarrollo sustentable. La experiencia de
3
México., Instituto Politécnico Nacional, Secretaría de Educación Pública, México y De la Rosa, María Eugenia (2009), Modelo de
Costos Medioambientales Contables. Metodología y caso Industria maquiladora. Universidad de Sonora, Universidad de San Luis
Potosí y Plaza y Valdés, México.
La entropía es el índice de la cantidad de energía no disponible en un sistema termodinámico dado, en un momento dado de su
evolución.
más frío, es decir, es un fenómeno que no puede reducirse a la locomoción ni explicarse, por tanto, por
la mecánica (que supone todo movimiento como reversible).
La termodinámica se desarrolló a partir del ensayo de un ingeniero francés, Nicolas SadiCarnot, cobre la eficiencia de las máquinas térmicas (1824). Encontró que el hombre puede usar una
forma particular de la energía; llegó entonces a dividirse ésta en energía aprovechable o ligada, la cual
no puede ser transformada. Esta distinción se relaciona con otro concepto específico de la
termodinámica: la entropía (Georgescu-Roegen, 1975: 785).
La dotación natural de energía disponible se compone de 2 elementos esencialmente distintos:
1. El stock de baja entropía (o energía libre u ordenada) en la esfera terrestre.
2. El flujo de energía solar.
Ambos elementos están sometidos a degradación entrópica, que lenta aunque continuamente, actúa,
este hecho ocurre con independencia de que está energía se utilice o no para generar trabajo mecánico.
Este proceso es el que dota a estos elementos de la cualidad económica de escasez.
El descubrimiento de la ley de la entropía trajo consigo el desmoronamiento del dogma
mecanicista de la física clásica, que sugería que todo movimiento tiene carácter de locomoción y que,
por tanto, es de doble dirección, reversible y de carácter no cualitativo. Esto implicaba la aceptación de
que en la naturaleza no existían cambios irrevocables unidireccionales. Los fundamentos biofísicos y la
propia ecología muestran que el hombre no utiliza recursos de forma aislada sino ecosistemas, y que
por ello, éste último debe ser la unidad de gestión apropiada. La valoración del medio ambiente y de los
recursos agotables debe tener en cuenta estos procesos termodinámicos, a la hora de determinar su
escasez, su utilidad y el coste de oportunidad de su uso (García, 2003).
Un aporte de la economía ecológica es que reconoce la relación sistémica entre el ser humano y
la naturaleza. El análisis de sistemas es el estudio de los sistemas que pueden considerarse como grupos
de partes interactuantes e interdependientes vinculadas por intercambios complejos de energía, materia
e información. Un “sistema viviente” se caracteriza por interacciones poderosas, usualmente no lineales
entre las partes. Ludwig von Bertalanffy merece un crédito especial por iniciar el estudio formal de los
sistemas. En su obra Teoría general de los sistemas, argumenta que durante el siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX se concibió al mundo como un caos, pero en un estudio sistémico ahora se busca
otro modo esencial de ver el mundo: el mundo como organización (Bertalanffy, 2004:196) y por lo
tanto, de uno u otro modo los campos del conocimiento científico deben comprender las totalidades y
los sistemas, esto implica una reorientación del pensamiento científico (Bertalanffy, 2004:3).
Sobre los aportes de Georgescu-Roegen, Daly et al., (1999) señala que su mensaje es motivo de
polémica debido en parte a sus conflictos con las creencias en el progreso que los economistas
sostienen frecuentemente. Los críticos han argumentado que la ley de la entropía no es importante
porque el planeta Tierra no es un sistema cerrado. Recibe luz solar diariamente y se espera que
continúe haciéndolo así durante varios miles de millones de años más. Pero las economías industriales
son alimentadas por hidrocarburos fósiles. Georgescu-Roegen inspiró a muchos a ponderar las diversas
formas como la ley de la entropía nos ayude a entender la irreversibilidad, los sistemas y la
organización de las opciones que los humanos tendrán en el futuro (Daly et al.,1999:64).
Sobre la irreversibilidad, vale la pena destacar el concepto de la coevolución, el desarrollo
puede ser considerado bajo tal como un proceso que se da entre conocimiento, valores, organización,
tecnología y el medio ambiente. Cada uno de estos subsistemas está relacionado con los demás y, sin
embargo, también está cambiando y dando lugar al cambio en los otros a través de la selección, en
síntesis, todo está conectado, pero todo está cambiando, no hay irreversibilidad (Daly et al.,1999:7475).
B) Temas que trata de resolver la economía ecológica
La economía ecológica surgió durante la década de 1980 entre un grupo de académicos que
comprendieron que los avances en la política y la administración ambiental, así como la protección del
bienestar de las generaciones futuras, dependían de la integración de estos campos del pensamiento.
Animada por esos esfuerzos iníciales, en 1987 se formó la Sociedad Internacional para la Economía
Ecológica (ISSE), y en 1989 se fundó la revista Ecological Economics (Daly et al.,1999:55).
El punto decisivo es que el proceso económico no es un proceso aislado o autosostenido. Este
proceso no puede seguir en marcha sin un continuo intercambio que altera el medio en forma
acumulativa y sin ser a su vez influido por estas alteraciones. No obstante, se ha preferido ignorar por
completo el problema de los recursos naturales (Georgescu-Roegen, 1975: 781). Georgescu-Roegen en
su análisis explica cuál ha sido el gran mito económico (Georgescu-Roegen, 1975: 782):
el mito es que un mundo estacionario y la población con crecimiento cero pondrán fin al
conflicto ecológico de la humanidad. Muchos mitos revelan el destino más grande del hombre,
su compulsión a creer que está por encima de cualquier cosa en el universo real y que su poder
no tiene límites.
Otro mito económico ha sido propuesto principalmente por los economistas, tanto los que
Georgescu-Roegen denomina “corrientes”4 como los de convicción marxista: El hombre siempre tendrá
éxito en encontrar nuevas fuentes de energía y nuevos caminos para controlarlas en su provecho. La
idea es que, si el individuo es mortal, por lo menos la especie humana es inmortal (Georgescu-Roegen,
1975: 782). Para exponer sus argumentos detalla cómo la mecánica distingue solamente masa,
velocidad y posición, sobre los que basa el concepto de energía cinética y energía potencial. La
constancia de la energía mecánica (cinética más potencial) y la constancia de la masa son los primeros
principios de conservación en ser reconocidos por la ciencia. Igualar el proceso económico con un
análogo mecánico implica el mito de que el proceso económico es un “tiovivo” (carrusel) incapaz,
posiblemente, de afectar el medio ambiente de materia y energía en forma alguna (Georgescu-Roegen,
1975: 784). A causa de que la mecánica no reconoce cambios cualitativos, sino sólo cambios de lugar,
cualquier proceso mecánico puede ser revertido, precisamente como puede serlo el movimiento de un
péndulo, por ejemplo. Sin embargo, los fenómenos reales se mueven en una dirección definida y
comprenden cambios cualitativos. Ésta es la lección de la termodinámica.
Bibliografía
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Aguilera, F. y Alcántara, V. (1994), De la economía ambiental a la economía ecológica.
ICARIA: FUHEM, D.L. 1994. Economía Crítica.
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Daly, Herman E. (1989), Para el bien común: reorientando la economía hacia la comunidad, el
ambiente y un futuro sostenible, Fondo de Cultura Económica. México D.F.1993.
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Daly, Herman E. (1999), Wirtschaft jenseits von Wachstum, Salzburg / Munich/ Zürich: Pustet
1999.
4 Por economista y economía corriente se entiende la economía desarrollada a partir de la economía neoclásica.
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García Teruel, María (2003), Apuntes de Economía Ecológica, Boletín Económico de ICE
(Información Comercial Española), No. 2767, 28 de abril al 4 de mayo de 2003.
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García-Cestona Miguel y Jordi Surroca (2003), Propiedad compartida, incentivos al esfuerzo y
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Georgescu-Roegen (2003), La legge di entropia e il problema economico, En: GEORGESCUROEGEN, N.; BONAIUTI, M. (ed.) (2003): Bioeconomia, Torino, Bollati Boringhieri.
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Labandeira, Xavier, C. León y M. Vázquez (2007), Economía ambiental, Pearson Prentice Hall,
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Naredo, J. M. (1987), La economía en evolución. Madrid. Siglo XXI de España Editores.
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