Proceso de Consolidación de la Justicia Constitucional en el Marco de la Independencia Judicial PATRICIO PAZMIÑO FREIRE Presidente de la Corte Constitucional del Ecuador En primer lugar, y antes de entrar en materia, quisiera manifestar mi profundo agradecimiento a los organizadores de la Conferencia de las Cortes de las Américas, por la deferencia que han tenido con la Corte Constitucional del Ecuador, y particularmente conmigo, al invitarme a compartir con ustedes estos días de trabajo y reflexión en la bella ciudad de Buenos Aires. Mi complacencia es mayor si tenemos en cuenta que he sido invitado a un encuentro de juristas donde, en principio, la justicia constitucional no es la protagonista. Esta actitud abierta que en primera instancia puede ser leída como un simple acto de cortesía institucional, que no dejo de agradecer, a mi modo de ver refleja posición jurídica sustancial de quienes concibieron este encuentro: entiendo que en realidad es el reflejo de un cambio copernicano en la concepción del derecho, la justicia y por sobre todo de la cultura jurídica latinoamericana, en el sentido de reconocer lo que los expertos denominan el proceso de constitucionalización del derecho en nuestro continente. Dicho lo cual, quisiera plantearles el objeto de mi intervención. Hablaré, si ustedes tienen a bien, de la consolidación de la justicia Constitucional ecuatoriana y su relación con el principio de independencia de la función judicial. Para ello, comenzare mi exposición pasando revista al proceso constituyente que dio como resultado la aprobación de la Constitución ecuatoriana actualmente vigente, particularmente me referiré al proceso de discusión y aprobación del capítulo 4 del título IV de la nueva carta, que incorpora la función judicial y la justicia indígena;1 en segundo término analizare para ustedes la imagen de la Justicia en el paradigma constitucional garantista, que incorpora la Constitución frente al lugar que tenía la jurisdicción en el Estado de Derecho clásico de estirpe liberal; y finalmente, concluiré mi intervención aludiendo al importante papel que tienen hoy día los jueces ordinarios ecuatorianos como jueces constitucionales y garantes últimos de la eficacia de las garantías de los derechos. I. PROCESO CONSTITUYENTE Y FUNCIÓN JUDICIAL En relación con la primera cuestión planteada, quisiera conducirlos abruptamente a la realidad política ecuatoriana del último año y medio, para hacer un recorrido rápido por proceso constituyente ecuatoriano de 2007 - 2008. Comenzaré con una afirmación tajante: El actual gobierno ecuatoriano fue elegido en noviembre de 2006 con una motivación clara: el deseo del pueblo de transformar las caducas estructuras políticas, económicas y jurídicas que gobernaron al país en los últimos 50 años, las cuales como en muchos países de nuestro entorno llevaron al país a una situación de postración institucional y moral sin precedentes, que se reflejo en la permanente inestabilidad política ecuatoriana de la ultima década y que incluso nos llevo a perder nuestra moneda, símbolo natural de la soberanía nacional. La metamorfosis de esas estructuras tiene dos elementos esenciales: el desmonte de la estructura económica neoliberal que en 15 años había desarmado el Estado y llevado a la diáspora a mas de 3 millones de compatriotas; y, la necesidad de una revolución política y jurídica que aparte de modificar el sistema electoral transformará la noción tradicional de democracia representativa entendida como 1 Haré énfasis en la exposición de esta parte en los innumerables debates que se desataron al interior de la Asamblea constituyente respecto de la reforma a la justicia y la configuración de la función judicial. supremacía absoluta de una mayoría, por la idea de democracia constitucional y participativa, pensada como lugar de realización de la supremacía de la Constitución.2 Para lograr este último propósito lo más importante era conseguir algo muy básico: la sujeción del poder al derecho y la garantía del orden jurídico por un poder independiente a los partidos políticos tradicionales, condición que en el Ecuador no había podido realizarse en los 20 años anteriores de predominio neoliberal. Para que esto fuera posible, entre las muchas transformaciones institucionales se planteó la necesidad de construir una Justicia Constitucional eficaz y altamente profesionalizada totalmente independiente del resto de los poderes del Estado, incluida la función judicial. Sobre este particular, al interior de la Constituyente se discutieron profundas modificaciones de la estructura y función de los jueces relacionadas con la necesidad de dar efectos reales y concretos al principio de supremacía de la Constitución en materia judicial. La discusión se focalizó en dos puntos: la capacidad de controlar constitucionalmente las decisiones judiciales, y, el nombre y lugar dentro de la estructura del Estado de la Corte Suprema de justicia. En cuanto a lo primero la cuestión era diseñar un mecanismo jurídico que hiciera posible el control jurídico de las decisiones de los jueces a fin de garantizar la sujeción de todos los servidores públicos a la Constitución. El dispositivo que encontraron los constituyentes fue la llamada “Acción Extraordinaria de Protección”, mediante la cual cualquier ciudadano, que sintiera afectado sus derechos al debido proceso y a la tutela judicial efectiva por cuenta de una decisión judicial, podría solicitar a la Corte Constitucional la la tutela jurisdiccional y como consecuencia de ello reparación inmediata de la vulneración a sus derechos.3 Los enemigos de la figura,4 consideraron a la iniciativa constituyente como una grave vulneración a la unidad judicial y seguridad jurídica, así como a la independencia de la función judicial. Los defensores de esta tesis argumentan que, la revisión de las decisiones judiciales por parte de la justicia constitucional crea una instancia adicional y elimina la predecibilidad que debe tener el derecho en un Estado de Derecho, introduciendo por la puerta de atrás el subjetivismo y la arbitrariedad en las decisiones judiciales. Consideran en ese mismo sentido que darle capacidad a un ente ajeno a la función judicial para “enmendar la plana” de los jueces viola el principio de la unidad jurisdiccional, según el cual ninguna persona o autoridad podrá desempeñar funciones judiciales a excepción de los jueces y funcionarios judiciales. Finalmente consideran que la creación de un mecanismo jurídico como la acción extraordinaria de protección atenta contra la autonomía e independencia judicial en tanto pone en entredicho la autoridad de lo jueces para tomar libremente sus decisiones sin estar sujetos a la tutela de un órgano o poder ajeno a ellos mismos. Olvidan, sin embargo, quienes así argumentan contra el proyecto constitucional, que la “acción extraordinaria de protección” nunca fue pensada por el constituyente como un control judicial adicional, sino que se trata de un control estricto de constitucionalidad de las decisiones judiciales, que al igual que cualquier decisión de autoridad pública debe estar conforme al texto de la Constitución. Con esta defensa ultramontana de la intangibilidad de las decisiones judiciales desconocieron además el derecho comparado europeo y latinoamericano. Recordemos que a partir de la irrupción del constitucionalismo del Estado Social, ( en los años 20 del siglo pasado), la Constitución tiene una naturaleza mayoritariamente jurídica y por ende normativa, razón por la cual debe existir un 2 Escobar C. Constitucionalimo más allá de la Corte Constitucional, En: AAVV. Neoconstituionalismo y Sociedad, Quito, 2008, pp. 218 3 Ver Artículo 437 de la Constitución de la Republica de Ecuador. 4 Con verguenza debo decir que los enemigos del Amparo contra sentencias judiciales coinciden con una porción importante del establishment jurídico del país y una parte significativa de los miembros de la judicatura, que han sido formados y defienden una visión muy conservadora de lo jurídico. organismo extra - sistémico que garantice esa condición normativa; posición que además a sido adoptada por todos los ordenamientos jurídicos latinoamericanos en los últimos 20 años.5 En ese sentido, lo que en realidad hay detrás de la impugnación de esta parte de la Constitución es la lucha final del positivismo criollo por impedir la constitucionalización del derecho y la consolidación de la Constitución como norma,6 a través de un defensa “fuera de época” del fetichismo legal, la pandectistica y la paragrafomanía de la teoría positivista de la fuentes del derecho, que ya en los años 30 del siglo pasado denunciaban autores tan prestigiosos como Alf Ross,7 y que por lo tanto no tienen cabida a estas alturas del siglo XXI. En cuanto al lugar de la antigua Corte Suprema de Justicia en el conjunto de la estructura del Estado, una de las discusiones mas álgidas de la Constituyente8 se produjo cundo se planteó la urgencia de transformar dicha instancia judicial en una Corte Nacional de Justicia con un numero de miembros menor,9 adecuado a la dignidad de la función, a las necesidades de justicia de la población y al tamaño del país. Con independencia de las entendibles resistencias personales derivadas del natural sentimiento de agravió de aquellos antiguos magistrados que se vieron constreñidos a perder su magistratura mediante un mecanismo tan poco ortodoxo desde el punto de vista del derecho liberal como el azar, es evidente que desde una lógica de racionalización y optimización de los escasos recursos no existía justificación para mantener una institución tan grande como la antigua Corte Suprema de Justicia. En un país tan pequeño y tan pobre como el Ecuador se consideró necesario ajustar el tamaño de la institución a las necesidades de la población. En lo tocante al nombre de la institución el acuerdo mayoritario al interior de la Asamblea Constituyente fue cambiar la nomenclatura institucional, de forma tal que se reflejara desde el mismo nombre de las Cortes de justicia la vinculación de todos las funciones estatales al poder supremo de la Constitución. En ese sentido, en un Estado Constitucional de los Derechos, donde la Constitución es la norma suprema del ordenamiento, no podía ni puede haber organismos e instituciones que se califiquen de supremos, porque no existe soberanía ni supremacía mas alla del pueblo y su Constitución. II. EL MODELO DE JUSTICIA DE LA NUEVA CONSTITUCIÓN En lo tocante al modelo de justicia y al papel de los jueces en el nuevo ordenamiento constitucional ecuatoriano, tenemos que según el artículo 1 de la nueva Constitución el nuevo Estado ecuatoriano es un Estado Constitucional de los Derechos y Justicia. Este cambio aparentemente semántico tiene una significación enorme porque implica la superación definitiva, en el Ecuador, del Estado legalista o de legalidad, que había prevalecido en el país desde los inicios de la República por allá en 1830, para adoptar el llamado modelo constitucional garantista o garantizado. El paradigma constitucional garantista10 pretende en última instancia la re - materialización de la Constitución11 a través de su conversión en norma jurídica, o mejor, en conjunto normativo12 5 Kelsen H., Teoria pura del Derecho, Editorial Lozada, Buenos Aires, 1941. Montaña J. “La Función Judicial y la justicia indígena en la nueva Constitución Ecuatoriana”, En: Desafios Constitucionales, la Constitución Ecuatoriana del 2008 en perspectiva, Minsiterio de Justicia Quito, 2008, pp. 203. 7 Sobre el particular Ver: Ross A. Teoría de las fuentes del Derecho, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 2007, pp. 241 a 249. 8 Discusión que fue una de las causas mediatas de la renuncia del primer presidente de la Asamblea Constituyente Alberto Acosta, quien defendía en contra de la opinión mayoritaria de sus compañeros la intangibilidad del poder judicial. 9 La antigua Corte Suprema de Justicia tenìa 31 miembros; la actual corte Nacional de justicia tiene 21 jueces. 10 Desde hace unos 20 años la palabra garantismo ha entrado en el léxico jurídico con fuerza. Con ese termino se quiere designar un modelo de derecho orientado a garantizar y hacer realidad tangible los derechos 6 plenamente eficaz. Como se sabe, el objetivo principal de este modelo de Constitución es justamente garantizar efectivamente los derechos de las personas mediante un sistema de garantías jurídicas eficaz y moderno, Ahora bien cumplir con este designio implica como es obvio transformaciones en la propia estructura y funcionamiento del Estado que se convierte en un “Estado jurisdiccional” debido a la metamorfosis del rol de los jueces que asumen un papel activo y esencial en el proceso de creación del derecho vigente y se convierten en realizadores materiales de los valores y principios constitucionales. La estructura del Estado se modifica en tanto se produce una superación radical de la teoría de la separación de poderes en la versión clásica montesquiana.13 Particularmente, en lo que atañe a la función judicial, la asunción de este modelo garantista de Estado implica cambiar la tradicional imagen de los jueces como “poder invisible y nulo” para transformarlos en eje articulador y garantía básica de la existencia misma del Estado, a través de su labor de interpretes y aplicadores de los actos normativos y de poder del resto de las funciones publicas. En ese sentido, a partir de que los jueces se convierten en agentes esenciales de la axiología constitucional, la práctica judicial se transforma. Concretamente ésta deja de ser una mera operación de subsunción de normas, vinculada a la lógica formal aristotélica para convertirse en un proceso fundamentalmente retórico donde la argumentación y la hermenéutica se convierten en el escenario privilegiado de acción judicial. Por supuesto que este modelo de Constitución y de Justicia choca, en el caso ecuatoriano, con la con la cultura jurídica dominante en el país, que es, como la mayoría de las latinoamericanas, tributaria de la visión mas atrasada del positivismo jurídico europeo, visión que como hemos dicho condena a los jueces a desempeñar un rol totalmente dependiente y mecánico frente a los otros poderes públicos, y que convierte al juez en un verdadero autómata ciego cuya subjetividad social, moral y política en nada incide a la hora de tomar decisiones jurisdiccionales.14 Al contrario de esta visión, la nueva Constitución ecuatoriana, representa una ruptura epistemológica radical respecto del modelo de jurisdicción y de justicia existente en el pasado, reemplazándolo por un orden jurídico en donde el ejercicio de la función judicial se transforma en el constitucionales de las personas. Según el tipo de derechos garantizados: se habla de distintos tipos de garantismo: Se habla de garantismo patrimonial para designar aquellas técnicas jurídicas que se encargan de garantizar el derecho a la propiedad y sus derechos conexos, de garantismo penal para designar aquellas técnicas y prácticas dirigidas a proteger el derecho a la libertad frente a ese terrible poder que significa el arbitrio punitivo del Estado, mediante su estricto sometimiento a la ley, garantismo social para designar el conjunto de garantías, todavía muy escasas, dirigidas a tutelar los llamados derechos sociales y en particular la Educación, la salud y la vivienda. Sobre el particular Ver: Ferrajolli, L. Derecho y Razón, Editorial Trotta, Madrid 2006; Derechos y Garantías: la ley del mas débil, Editorial Trotta, Madrid 2001; Democracia y Garantismo, Editorial Trotta, Madrid 2008. 11 Sobre el concepto de “rematerializaciòn constitucional” Ver: Prieto Sanchis, L. “Tribunal Constitucional y Positivismo Jurìdico” En: VVAA. Teoria de la Constituciòn Ensayos Escogidos, editorial Porrua, México, 2005. pp. 305 a 346. 12 Sobre la distinción técnica entre norma y conjunto normativo Ver: Aragón M. Interpretaciòn de la Constitución y el carácter objetivado del Control Constitucional , En: Ferrer Mc Gregor, E. Interpretación Constitucional, Tomo 1, Editorial Porrua, México 2005. 13 La teoría clásica de la división del poder, atribuida a Montesquieu, considera que en un Estado debe haber tres clases de poderes: el legislativo, el poder ejecutivo, y el “poder de juzgar”. Mediante el primero, se hacen las leyes, mediante el segundo se hace la paz y la guerra y se establecen relaciones internacionales y mediante la tercera se castiga los crímenes y se juzgan las diferencias entre particulares. Segùn Montesquieu estas funciones no solo están separadas sino que se limitan unas a otras a través de la facultad de autobloqueo que tienen atribuida. Como es conocido, en opinión de Montesquieu el poder legislativo debía estar en manos de las cámaras legislativas, el poder ejecutivo en manos del rey y la facultad de juzgar debía ser un “poder invisible y nulo” ejercido en forma transitoria por personas extraídas especialmente para ello del pueblo llano. Como se ve la “separación de poderes” tal cual la conocemos hoy dista mucho de la teoría liberal clásica aquí citada. 14 De acuerdo con la perspectiva positivista la función del juez se reduce a conocer y encontrar aquella única “respuesta correcta” que necesariamente contiene el ordenamiento jurídico. mecanismo básico de generación de legitimidad del sistema político, lo cual quiere decir que a partir del momento en que se asume este modelo constitucional, los jueces comenzarán a participar realmente en la definición y control de las políticas públicas a raíz de la necesaria aplicación directa e inmediata de los derechos constitucionales. Un modelo jurídico como el aquí esbozado implica por supuesto que el transito de la regla general a la decisión concreta se hace mediante un proceso de argumentación e interpretación, sobre la base del sentido común, de los valores y del balance de interés políticos del juez, que tiene como antecedente la conciencia jurídica popular15 y de la idea de justicia imperante en la sociedad, de tal suerte que el derecho vigente no se halla en la leyes debidamente aprobadas, sino que la realidad del derecho se encuentra en realidad en las acciones de los tribunales.16 III. INDEPENDENCIA JUDICIAL Y PAPEL DE LOS JUECES ORDINARIOS COMO JUECES CONSTITUCIONALES Si asumimos como verdadero que en este modelo constitucional garantista, el derecho vigente es aquel efectivamente aplicado por los jueces, obviamente que esto implica la previa garantía de la independencia de los jueces para tomar las decisiones constitucionales. Independencia en la toma de las decisiones concretas (conocida como independencia interna) pero también y fundamentalmente una independencia externa entendida como autonomía política, administrativa y financiera de la función judicial respecto de los demás poderes del Estado, lo cual sin embargo no puede ser entendido como patente de corso para la irresponsabilidad o la autarquía. Ahora bien, esa independencia sin embargo esta limitada por una decisión política ideológica del propio constituyente: al ser convertidos en jueces constitucionales los jueces ecuatorianos están obligados a ser los primeros defensores de la Constitución, aspecto que implica, de hecho, asumir y aceptar una militancia ideológica en las toldas del constitucionalismo garantista. La primera consecuencia de esa obligada militancia pasa por aceptar que la existencia de las garantías jurisdiccionales de los derechos es el elemento esencial de la existencia del Estado Constitucional de derecho, y que la correcta actuación de los jueces en ese contexto no depende tanto y exclusivamente de la existencia de un correcto enunciado normativo constitucional, cuanto de la aplicación que de ese enunciado normativo hagan los propios jueces competentes para convertirlas en normas vigentes,17 de acuerdo con los postulados básicos de la ideología constitucional. Y ahí es donde, en el caso ecuatoriano actual llegamos un punto critico : en la medida en que la aplicación práctica y la interpretación de las llamadas garantías judiciales de los derechos es competencia exclusiva de los jueces ordinarios,18 estos por supuesto deben estar teoricamente preparados para asumir esa grave responsabilidad. Pero la cuestión no es fácil: la constitucionalización del derecho implica fundamentalmente, y antes que todo, una revolución cultural que como todo cambio cultural es de largo aliento. No depende entonces, aunque se deba comenzar por ahí, de un simple proceso de formación o capacitación de los operadores jurídicos, sino que es en realidad una cuestión de decisión ideológica personal y colectiva: los jueces constitucionales, en el contexto del neoconstitucionalismo se convierten por propia definición, en agentes revolucionarios y por lo tanto en sujetos progresistas. 15 ver: Ross A., Sobre el Derecho y la Justicia, Eudeba, Buenos Aires, 1997, pp. 99 Sobre esta visiòn reralista del derecho vigente Ver Ross A., Op. Cit. pp 55 a 105. 17 Sobre la diferencia entre enunciado normativo y Norma vigente Ver: Atienza M. El Derecho Como Argumentación, Editorial Ariel Barcelona 2007. 18 Recordemos que de acuerdo con el modelo constitucional ecuatoriano vigente la defensa de los derechos fundamentales no es tarea de la Corte Constitucional como ente especializado de control de constitucionalidad, como ocurre en el modelo clásico kelseniano de control de constitucionalidad, sino que es un modelo mixto parecido al colombiano donde los jueces ordinarios son jueces de los derechos fundamentales. 16 Y esa situación es algo que no depende de la mayor o menor independencia del juez, sino de la asunción de nuestra condición de realizadores concretos de los valores y principios de la Constitución y de nuestra apropiación entusiasta del constitucionalismo como ideología. Como ven el reto es inmenso, por el riesgo tan grande de fracaso y la labor futura titánica, pero sin lugar a dudas emocionante y sustancial para el futuro de nuestra sociedad. IV. CONCLUSIÓN Llegados aquí es necesario construir una conclusión provisional. Lejos de la imagen apocalíptica de muchos juristas ecuatorianos que identifican la constitucionalización del derecho con el “fin de la república”, el proceso constituyente de 2008 ha representado un fortalecimiento sin precedentes en la historia jurídica del país de su función pues la nueva Constitución les entrega la grave misión de ser los garantes últimos y definitivos de la eficacia del modelo constitucional en su conjunto. Existe un fortalecimiento objetivo de la jurisdicción porque los jueces ordinarios, que antes eran meros guardianes de la legalidad hoy en día son, por disposición de la Constitución, todos ellos jueces constitucionales; pero también porque el ejercicio de aplicación del derecho en este nuevo contexto de constitucionalización del derecho cambia radicalmente: a partir de ahora la principal herramienta del juez ya no es la ley sino la Constitución y los valores constitucionales; finalmente el uso de la Constitución, esto es su interpretación, no es igual que la interpretación de la ley, al ser la Constitución un conjunto normativo abierto compuesto en su mayor parte de valores y principios, la labor hermenéutica no puede basarse ya en los métodos clásicos de interpretación creados por Savigny, sino que cobra sustancial fuerza la retórica y argumentación racional como métodos de solución de los problemas constitucionales. El juez en definitiva se transforma por obra de la Constitución y sus valores en el principal agente político del cambio revolucionario que vive nuestro país, y esto no es baladí. Muchas Gracias.